Habían pasado dos noches desde que se había alimentado por última vez. No había salido del estacionamiento, no sabía por qué, pero claramente no quería arriesgarse a que Adam en realidad le encontrara. Nunca pronunció su nombre, por si acaso, y tampoco había usado absolutamente nada de la energía que todavía sentía dentro de su cuerpo.

¿Y si le encontraba nuevamente con hambre? Había tenido pesadillas ambas noches, junto con varios ataques de pánico que tenían que ver con aquellas sombras. Su peor pesadilla hecha realidad. Cada vez que pensaba en eso sentía que algo se resquebrajaba más dentro de ella, se llevaba las manos a la cabeza como si se fuese a caer a pedazos de otra manera.

Necesitaba distraerse, de eso estaba segura. Su conversación con Kaz le había ayudado, tenía todo un poco más claro. Pero dentro de ella todavía había una pequeña voz, una pequeña inercia que quería decir el nombre, que quería saber si en realidad aparecería por arte de magia. Que quería que apareciera.

El elemental de madera que solía ayudarles había dejado una guitarra tirada en el estacionamiento y Hitori la había guardado como si de un objeto sagrado se tratara. Un objeto que le ayudaba a romper el silencio en realidad lo era para la híbrida.

Todavía era de día por lo que no se preocupó de la oscuridad de la noche, por lo menos no hasta un par de horas más. Se veía bastante nublado, las nubes eran casi negras. Hitori conocía el clima británico lo suficiente como para saber que llovería pronto, pero no le importaba demasiado, estaba acostumbrada al frío.

No quería molestar al resto de los híbridos, pero tocar música y cantar siempre había sido terapéutico para ella, más en aquel mundo donde no existían ansiolíticos para momentos donde estaba con los nervios de punta.  

Caminó hasta el límite del estacionamiento, a centímetros de la tupida neblina que no les dejaba escapar. Hitori se sentó en el capó de un árbol cercano, posando la guitarra sobre su muslo. Como había olvidado la tela del vestido en la sala de computación, no había tenido otra opción que quedarse con la camisa que había robado. A veces había querido tirarla lejos, vestirse con cualquier otra cosa que encontrara, pero su lado más desequilibrado le había convencido que no era tan terrible quedársela.

Comenzó un punteo suave, no sabía bien qué quería tocar. La guitarra estaba afinada, sonaba de manera extraña debido a la manera en que estaba hecha, era más tosca de lo que estaba acostumbrada, pero después de algunos segundos le había agarrado la mano sin problema.

“Call me young and call me reckless
Let a stranger close to me
Just one look and I knew better
Promised sights I’ve never seen” Fue lo primero que se le vino a la cabeza, en realidad no lo pensó, no pensó en la letra de la canción que había elegido.

“Once a mistake, twice just foolish
Comes to you I’m so naïve
Whatever you say I’ll do it
Moth to flame, you take the lead” Aunque había evitado llamar a Adam a toda costa, aunque no quería verlo ni en pintura. Aunque no se había podido controlar cerca de él, aunque las caricias que todavía sentía sobre su piel amenazaban con romper lo que le quedaba de cordura.

“I know my mama taught me better
Cracked beneath your gentle pressure
Made me beg like I have never
You’re no good for me My Stranger” Aunque la idea de aquellas sombras prometía mandarla en un espiral de desesperación del que no había salida. Aunque casi le había matado.

“Neon lights and sticky counters
In a haze we disappear
I disregard the ringing warnings
While you whisper in my ear” Su voz era acarreada por el viento, el llamado inconsciente al ente que había intentado evitar como si de su propia muerte se tratase. Daba golpecitos en la guitarra, dejando que las notas que tocaba se suspendieran en el aire.

“Fly across the world in secret
Made a paradise with me
But reality keeps rolling
Counting down ‘till when you leave” La mente consciente de Hitori en ese momento no pensaba en lo que estaba diciendo, en realidad era sólo una canción. Necesitaba decantar más, ordenar lo que había sucedido, lidiar con el terror que sentía, cantar y romper el silencio con su guitarra le ayudarían. Era su lado completamente autodestructivo que había elegido aquella canción, esa faceta de ella que quería gritar su nombre, que quería que estuviese escuchando. La misma que a veces cruzaba la calle sin mirar a ambos lados, que se paraba demasiado cerca del tren en los andenes.

“Once a mistake, twice just foolish
Comes to you I’m so naïve
Whatever you say I’ll do it
Moth to flame, you take the lead” ¿No entendía lo que estaba haciendo? Pues no, tan sólo se perdió en la intensidad que sentía, las notas cada vez resonaban más, la percusión contra la guitarra retumbaba en el aire. Las palabras escapaban desde su pecho, proyectadas como sólo una persona que había tenido clases de voz podía hacer.

“I know my mama taught me better
Cracked beneath your gentle pressure
Made me beg like I have never
You’re no good for me My Stranger” Hitori cerró sus ojos, soltando todo lo que quedaba en su cabeza, lo expulsaba con sus dedos sobre la guitarra, sus palmas contra la caja de resonancia, con la voz que llenaba el espacio alrededor de ella. Sintió agua sobre su cabeza, sus hombros, la lluvia comenzó a golpetear en todas partes, acompañándole con pequeños ritmos.

“You’re no good for me My Stranger
You’re no good for me My Stranger
You’re no good for me My Stranger” Repitió una y otra vez en la paz del sonido, cargando su voz en distintas partes del verso, inventando punteos nuevos que llenaban el aire, dejándose llevar junto con la lluvia que empapaba su cabello. Sentía que poco a poco se limpiaba, que la lluvia que apegaba la camisa a su cuerpo tomaba todo lo que le pesaba y lo desaparecía, dejando detrás sólo el suave golpeteo que llenaba el aire con olor a tierra y pasto mojado.

El mundo alrededor de ella había desaparecido, tan sólo estaba el sonido que le rodeaba, que salía de su pecho y sus dedos. Sentía completo control, pero al mismo tiempo había dejado ir todo excepto los movimientos que llenaban el aire.

Por primera vez desde el encuentro con el vampiro, se sentía bien, hasta liviana, como si la lluvia realmente se hubiese llevado todo. Nada bueno dura, por lo menos no para Hitori.

De pronto el sonido de la lluvia cambió. Hitori volvió un poco a su cuerpo, lo suficiente como para darse cuenta que ya no se estaba mojando, pero todavía escuchaba la lluvia. Se quedó completamente helada, la guitarra resonando con las últimas notas que había tocado antes de dejar de moverse.

Estaba tan petrificada que no hubo movimiento alguno cuando escuchó la voz inconfundible del vampiro. Demasiado asustada como para siquiera pegar un salto ante la impresión. ¿Cómo estaba detrás de ella? Seguro no era capaz de trepar un auto sin que ella se diese cuenta, por lo menos se hubiera sacudido un poco. ¿No?

Lo único que pasó por su cabeza fueron aquellas sombras, las de sus pesadillas, formando el cuerpo del vampiro detrás de ella en silencio, un monstruo hecho de brea. No quería voltearse, no estaba segura de lo que vería.

-¿Su camisa?- Quiso sacarsela, aventarla a la mierda hacia la niebla y no verla nunca más, pero seguía completamente congelada. -¿Espera no interrumpirme ni asustarme?- Su miedo se volcó de un momento a otro, desapareciendo por completo para dar paso a una emoción más escocesa: Furia.

-¿Quién se cree que es?- Hitori aferró la guitarra con fuerza, sintiendo que su piel se erizaba de rabia. De seguro sabía exactamente lo que estaba haciendo. Seguro si se daba vuelta estaría ahí con su sonrisa estúpida. -”Siñiriti Hitiri”- Odiaba que le llamara de esa manera.

-¿Quién te mandó a llamar? Away an bile yer heid.- Casi escupió al piso antes de insultarle en su cabeza, pero se contuvo, deteniendo al espíritu de sus antepasados escoceses que querían poseer su cuerpo. No hizo ningún movimiento, no quería reaccionar más de lo que había hecho, no quería darle más poder.

Hitori no le había llamado y eso era por una razón. ¿Cómo le había encontrado, de todos modos? ¿Le había seguido como un acosador lunático? -Hasta ahí le llegó el numerito de caballero- Sus ideas iban a mil por hora, reprochando y refunfuñando contra el vampiro como si él pudiese escucharle.

No suspiró, pero dos o tres segundos después de que Adam finalmente se había callado la boca Hitori decidió lo que iba a hacer. Tronó sus nudillos con fuerza, la furia salía por sus poros, animada más por el hecho de que había luz, era miedo transformado, y tenía miedo para armar un puente de donde estaba a la luna.

“Get your hands off my hips
'Fore I punch you in the lips
Stop your staring at my-
Hey!
Take a hint take a hint” Comenzó sin advertencia, tratando la guitarra como un bajo, pegándole a las cuerdas de manera brusca, cortando el aire con golpes furiosos.

“No, you can't buy me a drink
Let me tell you what I think
I think you could use a mint
Take a hint take a hint
T-take a hint take a hint” Tenía tanta rabia que su temperatura corporal había subido bastante, lo suficiente como para que su piel descubierta humeara ligeramente, vaporizando la humedad alrededor de ella.

“I guess you still don't get it
So let's take it from the top
You asked me what my sign is
And I told you it was stop-” Suficiente. Si Adam había hablado mientras Hitori cortaba el aire con sus palabras, no le había escuchado. Acalló la guitarra con un último golpe con la palma de su mano. Los dedos de su mano derecha estaban rojos, maltratados como cuando tocaba bajo. Quería llorar, se dejó temblar un poco, no de miedo ni frío, sino de ira completa. Por primera vez en mucho tiempo tenía calor, ahora entendía cuando la gente decía que le hervía la sangre.

¿Por qué estaba tan enojada? Toda la confusión, el miedo, la curiosidad, el deseo. Absolutamente todo se había transformado de un momento a otro sólo en rabia, una emoción más fácil, menos peligrosa. Quizás era lo más sabio que podría haber hecho, si Hitori hubiese tenido cualquier control sobre lo que le había sucedido.

Pensó en darse vuelta sólo para quitarle el paraguas y darle con él un par de veces, pero quería darle la oportunidad de irse por sí solo. Claramente, si su humor había cambiado así de rápido, era extremadamente posible que sucediera de nuevo. Y quizás un par de veces más. ¿Quién sabía? No Hitori, eso estaba seguro.  

¿Silencio? Había esperado algún tipo de respuesta apestosa, no silencio. Los minutos se le hicieron eternos, la lluvia lo único que le permitía no gritar para romper el silencio que Adam había estirado. Todavía temblaba de rabia, pero con cada segundo sentía que se esfumaba poco a poco.

Esa vez sí pegó un saltito cuando sintió el auto moverse. ¿Qué pretendía? Resopló ante las palabras. -ODIO que me llame de esa manera- El enojo volvió en una ola y le pegó en toda la cara. Sonaba como si se estuviese despidiendo. -¡BIEN!- Refunfuñó en su cabeza, todavía intentando hacerle la ley del hielo aunque todavía despedía humo,

“Pasaba por aquí, mis pelotas.” Murmuró sin poder evitarlo, cruzándose de brazos con la guitarra contra su pecho. “¿Esperas que crea que casualmente resulta que apareciste arriba de MI auto sin hacer un solo ruido?” Sacudió la cabeza en otro murmullo molesto. No gritaba, no era ese tipo de rabia, si no una más profunda, una que quemaba bajo su piel.

Su ceño estaba completamente fruncido y apretaba sus labios con fuerza, fuego en su mirada, pero no la posó en el vampiro. Cuando Adam por fin se dignó a aparecer en su campo de visión, Hitori simplemente giró la cabeza hacia el lado. El movimiento fue tan brusco que su cabello giró alrededor de su cabeza, disparando agua hacia todos lados. Mechones se pegaron en su cara y en su cuello, pero no se molestó en ordenarlos.

“¿No ibas a-” Iba a ladrar algo más, preguntar si no iba de salida, si no iba a dejarle tranquila. Pero sintió la mano sobre su mejilla y ya no pudo aferrarse a la rabia que le había dominado. -Oh, fuck.- Hitori suspiró, sintiéndose vacía de un momento a otro, como si con un sólo toque Adam hubiese sacado todo lo que la chica llevaba adentro.

Y tan rápido como todo se había ido, estaba reemplazado por lo que había tenido dentro los últimos días. Alrededor de su campo de visión vio pequeños tentáculos de sombra, sólo por un momento, y luego la voz de Adam la distrajo.

Más miel, más cuidados, más honoríficos. Recordó la pesadilla donde era él quien controlaba las sombras que le ahogaban y sacudió su cabeza con fuerza nuevamente mientras Adam se alejaba. Quería volver a tomarla entre sus manos, sentía que nuevamente todo se iba a caer a pedazos, pero no quería demostrar eso frente al vampiro que había interrumpido su sesión de autocuidado.

Extendió una mano desesperada en su mente, intentando encontrar más de esa rabia que le podía proteger en ese momento. Encontró sólo una pizca. “Soy escocesa.” Respondió, su tono todavía molesto, pero había perdido bastante fuerza. Sentía la familiar mano que pesaba en su corazón extenderse de a poco, milímetro por milímetro hacia su garganta. “No me molesta la lluvia y no hacemos cosas como resfriarnos si nos toca.”

No había descruzado sus brazos, pero su mirada se había perdido al frente, ahí, entremedio de la neblina. La mano se movía cada vez más rápido, sus ojos se veían vacíos, ya no estaba esa chispa de rabia que los había alumbrado hace un momento. -No ahora.- Rogó en su cabeza, controlando su respiración que amenazaba con acelerarse.

No quería más silencio, pero no tenía ganas de tocar frente a Adam, era algo demasiado personal, un pedazo de ella que no quería entregar. Apegó la guitarra contra su pecho, como si en ella estuviese esa parte de ella y pudiese protegerla del vampiro si tan sólo alejaba el objeto de él.

Tuvo que romper el silencio aunque no quería, aunque quería ignorar a Adam hasta que se aburriera. “No sé qué te hace pensar que es responsabilidad tuya que no me enferme.” Sonaba más como una niña pequeña discutiendo con un adulto, su rabia perdía fuerza cada segundo frente al silencio, la lluvia ya no era suficiente para combatir la mano que comenzaba a apretar su cuello.

“Tampoco sé por qué me buscaste.” Su temperatura había comenzado a bajar, poco a poco había llegado a lo que era normal en ella, bastante helado considerando que era una persona viva, no muerta. “Ni qué te hace pensar que quiero que estés aquí.” Apoyó la guitarra en sus piernas y empujó el paraguas hacia el lado sin tocar a Adam con una mano. Quería distraerse más, sacudir esa mano fuera de ella.

“Me gusta estar bajo la lluvia, sáquese.” Aleteó, dándole golpecitos al paraguas en un intento de liberarse tanto del paraguas como del ente que le aquejaba en su interior. Algo dentro de ella gritó, advirtiendo demasiado tarde. -¡No le digas nada!- Un pedacito más que había entregado sin darse cuenta. Volvió a abrazar la guitarra sin darse cuenta, alejándose un poco de Adam, notando que pequeñas grietas negras volvían a aparecer alrededor de su campo de visión.

Seguía sin mirar al vampiro, sus ojos estaban pegados en el capó del auto. ¿Estaba agrietada la pintura? Era como si la lluvia estuviese creando trizaduras. Entrecerró sus ojos, un tanto confundida. -Ah, soy yo.- Entendió al ladear un poco su cabeza. Se extendían cada vez más frente a sus ojos vacíos en cada segundo de silencio.

Adam lo rompió con más palabras que no decían nada. ¿Cómo podía hablar tanto con palabras tan vacías? Era un arte que ella no había dominado en absoluto, no la habían criado para llenarse la boca de nada y la cabeza de aire. Cada “Señorita Hitori” le pegaba como una pequeña bofetada, reavivando débilmente la llama de la rabia que moría poco a poco.

“Eres un idiota.” Respondió, ya que le había invitado a hacerlo. “¿Conocerme mejor?” Pánico. Abrió los ojos como platos y desvió la mirada aún más del vampiro. Era exactamente lo que no quería. Lo que su interior le había gritado que no hiciera, lo que se había advertido. -No puedes darle nada.-

“No hay nada que ver aquí, no soy alguien que valga la pena.” Comentó con honestidad, un pequeño suspiro, viendo cómo las grietas retrocedían. No estaba siendo difícil en absoluto, creía con convicción en las palabras que había dicho. “Viste todo lo que había que ver el otro día.”

Movió los dedos de sus pies un poco, soltando un bufido ante palabras que devolvieron una chispa a sus ojos. “¿Decirte que te largues no es lo mismo que no llamarte en tres días?” Escupió, ya completamente convencida de que no sólo había estado escuchando, sino que siempre había sabido dónde estaba. ¿Cómo? No tenía idea, pero aún así tampoco tenía dudas.

Sintió acidez en la boca de su estómago cuando mencionó su voz. Hitori no cantaba para el resto, nunca le había interesado, era algo completamente personal. El único momento en que podía liberar lo que tenía adentro sin caerse a pedazos. Ese pedazo sí que no lo podía entregar, pero ahí estaba. Ya le había escuchado. Quizás todavía no sabía lo importante que era para ella.

Tenía ganas de poder armar una pared enorme entre ella y Adam. ¿Por qué no había sido elemental de tierra o algo por el estilo? -No quiero que entres. No puedes entrar.- Sentía que podía hacerlo sin su permiso, que el vampiro tenía las llaves. Hitori apretó los dientes, intentando reforzar su voluntad.

Esa mañana, sólo había tenido una corazonada acerca de las intenciones de Adam. Sólo creía que el moreno deseaba más que su cuerpo, que quería poseer absolutamente todo de ella. Pero con sus palabras lo había confirmado. Su peor pesadilla, y ahora además quería despojarla de todo, no le había bastado con ver su cuerpo desnudo, ahora quería quitar todo lo que tapaba las grietas en su mente.

-Perdiste, Macleod.- Se gritó en su cabeza, latía con fuerza como si fuese a explotar en cualquier momento. Tenía que hacer algo, correr, rápido, o estaba completamente perdida. Comenzó a moverse, pero fue como si de pronto todo fuera en cámara lenta. Cambió su peso de lado para bajarse del auto, pero al mismo tiempo Adam se acercó y posó una mano sobre su hombro.

Razones para correr le sobraban. Tenía reglas, no volvía a ver a una persona después de pasar una noche juntos. No permitía que nadie entrara detrás de la máscara que se ponía. Sabía que no sería capaz de entregarse sólo para que la hicieran añicos nuevamente. Sabía que el vampiro haría exactamente eso, que nada bueno se escondía detrás de las palabras amables y la voz que chorreaba miel. Tenía claro que si se quedaba nunca sería la misma, que era cosa de tiempo hasta que se rompiera más allá de lo que podía reponerse por sí sola.

¿Por qué, entonces, se detuvo en seco cuando Adam tocó su hombro? Toda la fuerza desapareció de su cuerpo, se quedó completamente quieta. “¿Preocupado?” Murmuró, aterrorizada, como si en vez de eso el vampiro le hubiese dicho que había venido sólo para quebrar su cuello y profanar su cadáver.

Aunque no fue capaz de irse, sí pudo aferrarse a una idea: Tenía que cuidar todos los pedacitos posibles, no podía darle nada más. Tembló un poco en respuesta a la mano que recorría su brazo. Tomó aire como para decir algo, pero se le hacía difícil sin revelar nada importante. “No, es sólo una guitarra, pero no quedan demasiadas.” Excusó en un hilillo de voz, todavía paralizada, había logrado girarse tan sólo un poco, parte de su espalda apuntaba al vampiro. “No quiero que se eche a perder.” Terminó.

Una mano oscura se disparó de dentro de su pecho con fuerza, girando sólo para dirigirse directamente a su boca. El pensamiento intrusivo había sido tan violento, tan real que Hitori llevó una mano a su boca en un movimiento defensivo, dejando escapar un sonido de miedo, quizás impresión. La enfermera volvió a temblar, agachando la cabeza sin apartar la mano de su boca. Cerró sus ojos, ya no soportaba las grietas que dejaban paso a pequeños tentáculos que intentaban cruzar. Llovía más fuerte, lo suficiente como para que cada gota le ayudase a centrarse en el presente. No quería, no podía quebrarse ahí, pero cada segundo se sentía más cerca del abismo al que iba a tener que dejarse caer.

Hasta detrás de sus párpados no estaba segura. Los mechones de pelo en su cara dejaron de sentirse como eso, se transformaron en brea. Las gotas de agua que recorrían su piel también, las sentía pesadas y densas, justo como en su pesadilla. La guitarra quedó olvidada en sus piernas, su otra mano intentaba liberarse de la brea que sentía en su cara sin nunca descubrir su boca con la otra.

Sintió que su respiración tomaba vida propia, ya no podía controlarla. Todo se iba a ir a negro, no iba a ser capaz de aguantar más. Y luego Adam se acercó, poniendo una mano alrededor de sus hombros. Hitori abrió sus ojos de golpe. Había sido un movimiento amigable, cariñoso, quería cuidarle. Pero en su mirada era más peligroso que el inminente ataque de pánico. Le temía más a esas palabras.

Quería alejarse, pero todo seguía resquebrajado. -Corre.- Era lo único que escuchaba en su mente. No quería que le tocara más, a pesar de que las caricias eran lo único que habían calmado un poco su respiración. No podía permitir lo que estaba sucediendo, pero no era capaz de detenerlo. -Aguanta, Hitori, corre y nos vamos a la mierda luego.-

“N-No” No estaba llorando, no todavía, pero le costaba hablar cuando no era capaz de controlar su respiración. “N-No necesito t-tu ayuda.” Murmuró debajo de su mano, limpiando el agua de su cara una y otra vez con la otra. “N-Ni que m-me sigas tratando de señorita.” Su mano libre pasó a posarse en la de Adam, pretendía empujarla, ese fue su primer movimiento y el primer gesto. “N-Ni que te aparezcas con tus e-estúpidas caricias” Sí, pretendía empujar la mano, pero la suya se quedó sobre la del vampiro, sin empujar pero tampoco devolviendo el cuidado.

Hitori no dirigió la mirada a Adam, era demasiado peligroso. La única razón por la cual era capaz de reprocharle era que seguía bajo el brazo del moreno. “N-No necesito tus...” Al sólo pensar en las sombras nuevamente, sólo pudo cubrir su boca con fuerza y sacudir la cabeza. Tembló por un par de segundos antes de poder seguir. Había dicho demasiado ya, necesitaba aferrarse a todos sus pedacitos, correr, pero en ese momento no era capaz.

“Tus sombras.” Sollozó por fin, el recuerdo finalmente logró ponerla en marcha, por lo menos un poco. “N-Ni tu maldita c-camisa.” Cerró la boca con fuerza. ¿Qué hacía ahora? Quería escapar antes de terminar de quebrarse ahí frente al vampiro. Quería librarse de él. Llevó sus manos a los botones de la camisa que había robado, pero sus dedos estaban demasiado helados, sus manos temblaban demasiado como para desabrocharlos. En su cabeza, si tan sólo se quitaba la camisa, podría correr.

Pero no fue capaz. Intentó jalar del cuello hacia arriba, intentando escapar por abajo de la prenda, pero había abrochado todos los botones para cubrir la mordida en su cuello, por lo que simplemente no podía salir por ese lado. Su respiración era cada segundo más rápida y ya no veía casi nada que no estuviese teñido de grietas.

Resopló de frustración, contentándose con arrastrarse algunos centímetros para estar más lejos de Adam, aunque por alguna razón no logró bajarse del auto. Volvió a cubrir su boca aunque tomaba bocanadas de aire. No importaba dónde mirase, habían grietas en todas partes, tentáculos de sombras se acercaban desde la neblina. No había logrado escapar, y ahora era demasiado tarde.

Hitori llevó sus piernas a su pecho, olvidando la guitarra, y enterró su cara entre sus rodillas. Uno de sus brazos aferraba sus piernas mientras su otra mano se hundía en la parte de atrás de su cabeza, apretando como si con eso pudiese reorganizar algo de lo que estaba sucediendo. Respiraba más rápido y sus hombros se sacudían con fuerza, aún así le faltaba el aire.

Un último intento con lo único que le quedaba, una pequeña esperanza de que quizás el vampiro hiciera caso. “N-No te n-necesito aquí. L-Lárgate.” Demoró bastante en completar la frase, bastante ininteligible debido a que sus palabras chocaban contra sus piernas antes de salir por completo. Aunque eso era lo que había dicho, su tono era completamente débil y asustado, el mismo que había aparecido cuando llamó el nombre del vampiro en medio de la oscuridad.

Adam seguía ahí, todo estaba perdido. -Así es como caes, Macleod.- Fue lo último que pasó por su mente antes de que sus pensamientos también se salieran fuera de control. Sintió que flotaba en esa oscuridad, que su conciencia poco a poco se escapaba de su cuerpo, fuera de la protección de estar atada a la realidad.

Ahí, en el aire, desprotegida, sintió que la oscuridad comenzaba a cubrirla. Primero sus manos y sus piernas, absorbiéndolas, quitándoselas para siempre. Se llevaría más, todo, hasta que no quedase nada de Hitori. “Me importas.” Sintió que algo la tocaba, no en el aire, pero en su cuerpo, ese que todavía estaba ahí abajo.

“Realmente lo haces.” Una mano en alguna parte. ¿Su espalda, quizás? Era como si alguien la hubiese pescado con una cuerda mientras flotaba a la deriva, y ahora la tiraba de vuelta de a poco. Otra mano en sus piernas. Aliento cálido. Una risa. Y estaba de vuelta, por lo menos parcialmente.

-¿Disculpas?- Sus ojos estaban enterrados en sus piernas y las palabras de Adam no le hacían demasiado sentido en sus pensamientos desordenados. De pronto no sentía el auto bajo ella, la estaba moviendo. ¿A dónde iba ahora?

No sabía ni tenía suficiente dominio de su cuerpo como para pelear. Sentía el ataque de pánico retroceder, su respiración poco a poco volvía a la normalidad. Después de todo, estar en los brazos de alguien siempre había sido la única cura para ellos. Todo lo que era, todo lo que hacía era con el objetivo de encontrarse donde estaba.

Cada paso que Adam daba le devolvía estabilidad, no podía evitarlo aunque ahora que estaba de vuelta volvió a sentir la necesidad de correr de él. “Me importas. Realmente lo haces.” -Mierda.- Hitori suspiró, acurrucándose contra el pecho del vampiro sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, un movimiento instintivo.

-Ahora sí nos fuimos a la mierda.- Había perdido. Adam seguía ahí y ella no tenía la voluntad de hacer que se fuera ya, ahora sabía que él tampoco lo haría. Sabía lo que vendría, poco a poco se llevaría cada pedazo, y la enfermera era incapaz de esconderlos todos. Y luego volvería a estar sola en la oscuridad. No podría soportarlo de nuevo.

Una ola de desesperación amenazó con ahogarle. No sabía cómo cuidarse, cómo evitar lo que ahora sentía era inevitable. -Esconde uno.- Escuchó la voz calmada de su madre. -El que mucho abarca, poco aprieta, Hitori.- Entre ella y su padre, Ai siempre había sido la que tenía sabiduría que impartir.

-No puedes esconder todo, siempre tienes todo a flor de piel.- Le había regañado muchísimas veces por ser incapaz de esconder sus emociones, cosa que a veces le metía en problemas en el colegio o con otra gente. -Si te concentras en todo, vas a perder por un lado mientras cuidas el otro. Elige una cosa. La más importante. La que impide que todo el resto tenga sentido. Y escóndela.-

Hitori asintió ligeramente. No quería estar sola y Adam claramente no tenía intención de que eso ocurriese de todos modos, por lo menos por ahora. Tampoco podía negar que una parte importante de ella había querido volver a verle, la misma que estaba aliviada de que se hubiese quedado, de estar en sus brazos. La única opción era esa.

Habían pasado quizás tres o cuatro minutos desde que Adam le había levantado. Sus únicos movimientos habían sido contra el pecho de Adam, y su respiración se había calmado por completo en el intertanto. La chica volvió a suspirar una última vez antes de abrir los ojos, mirando al vampiro por primera vez en el día. Su expresión era calmada, algo extraño en ella, aunque su nariz todavía estaba un poco roja.

El pánico había desaparecido, sentía que podía respirar sin dificultad por primera vez desde la mañana en que había visto esas sombras. Aquello era lo único que quedaba, pero estaba demasiado agotada emocionalmente para preocuparse por eso en ese momento.

Estaba de vuelta en lo más cercano a normalidad, algo que sucedía con esa velocidad sólo cuando lograba que alguien la contuviera. No por nada entregaba su cuerpo sin chistar a cambio de ello. No había olvidado la intensidad de los ojos grises, lo hermosas que eran sus facciones, lo imposible del color de su piel.

-¿De verdad?- Se reprochó al sentir que sus mejillas se ruborizaban ligeramente. -No hay caso.- Posó una mano en la mejilla de Adam con suavidad. “Simplemente no es justo.” Murmuró, más para ella que otra cosa. Se acurrucó más contra él, esta vez a propósito, jugando con el cuello de su camisa. “Tu ganas. Por hoy.” Aclaró en un tono derrotado. Sacudió su cabeza, lamentando haber perdido esa segunda batalla.

“Ahora estamos empatados, pero el día es tuyo.” Agregó en un tono más juguetón, dejando entrever su acento escocés en un pequeño descuido. “Aprovéchalo, no pienso perder dos veces seguidas.” Rodeó el cuello del vampiro con sus brazos, elevándose lo suficiente para dejar un beso rápido en su mejilla con una risita.

No tenía intención de dejar que le soltara, había decidido dejar de pelear por el día. Lo único que le quedaba por hacer era decidir cuál pedazo era el que tenía que esconder. No estaba demasiado segura. “¿Dónde vamos, señor Valentine?”  

Se sentía ligera. No era sólo porque Adam la cargaba como si no pesara más que la camisa que llevaba puesta, no, con esa idea se había librado de un peso enorme. Una angustia y miedo enorme. Claro, quedaban millones en el baúl, pero en ese preciso momento, por lo menos, se dio el permiso de disfrutar la pequeña libertad de todo lo que normalmente le encadenaba.

“No, no es justo.” Respondió con una sonrisa, sin aclarar más que eso, no hacía falta. No escondía su acento, ya no tenía sentido. “¿Al máximo de tus capacidades?” Preguntó con curiosidad, alzando la cabeza para recibir la lluvia. Había probado lo que ahora sabía era sólo una pizca de la energía que existía en Adam, no podía ni siquiera imaginarse cómo se vería un máximo en él.

Soltó una risita un tanto nerviosa cuando Adam se acercó a besar su frente y luego su nariz. Como si fuese el primer avance, como si su primer encuentro no hubiese sucedido en absoluto. El color en sus mejillas se expandió por el resto de su cara, sentía cómo revoloteaba su estómago. ¿Qué era todo aquello? -Aye, Pops, brinda por mí, en realidad me gusta.-

“Pues no, no me gustan en absoluto.” Negó con la cabeza, frunciendo el ceño un poco. Tenía suficientes honoríficos por el lado de su madre, era agotador y no le hacía sentido. “Además” Agregó con una sonrisa juguetona “Puede ser muchas cosas, pero la chica que lleva entre sus brazos no es una señorita, Mister Valentine.” Le mostró su lengua y guiñó un ojo, restregando su nariz contra la ajena. No, Hitori había hecho de su vida algo que manchaba el honorífico de señorita, no le gustaba que pensaran en ella de esa manera.

Ladeó la cabeza, un poco confundida cuando Adam admitió no saber a dónde iban. “Me dio la impresión de que eras un hombre de planes, muchos planes y contingencias por si esos planes no funcionan.” Su tono era burlón, había estado segura de que un hombre así de serio no la buscaría sin saber qué hacer. “¿Qué pretendías al simplemente aparecer y asustarme?” Preguntó con curiosidad, desviando un poco la mirada al notar que el vampiro le tentaba con un beso que sólo agregó más color a sus mejillas.

“No tengo ningún lugar en mente, mi día es tuyo y también nuestros planes, pero...” Movió su mano  y giró su cabeza para mirar su muñeca como si estuviese revisando la hora. “No tienes demasiado tiempo para decidir antes de que anochezca.” Comentó con una sonrisa.

¿Qué era esa actitud tan distinta? No se parecía a nada de lo que le había mostrado a Adam. No había tensión sexual, ni miedo, ni lujuria ni desesperación en el timbre de su voz, tan sólo era honesta, quizás un poco coqueta. Como si fuese una mujer sin miedos, sin traumas, sin preocupaciones. Como si hace menos de diez minutos no hubiera estado al borde de un colapso mental. Un pequeño destello del pasado, de lo que podría haber sido su vida, su futuro, si tan sólo aquella noche no hubiese sucedido.

“¿Sólo interesante?” Preguntó, jugando a que estaba ofendida. “Me he rendido por hoy, espero que puedas ofrecerme algo más que sólo interesante.” Era un pequeño desafío, sus palabras no habían dejado de ser juguetonas desde que había vuelto del borde del abismo. Había murmurado de vuelta en los labios ajenos, sintiendo nervios de adolescente que casi no recordaba.

El beso fue rápido, tanto que no tuvo tiempo de responder. No lo tomó, no intentó mantenerle cerca. Se había entregado, por lo menos por ese día, era completamente de Adam. No tenía apuros, por lo menos no mientras estuviera en sus brazos. El resto vendría luego, quizás. Hitori simplemente se volvió a acurrucar contra su pecho, dejándose acarrear como su fuese una muñeca.

-Ya te mostraré dónde queda lo señorita conmigo.- Hitori se tomó aquel comentario como un desafío a futuro. -¿Futuro?- Se detuvo en seco por un segundo. Había olvidado lo que era proyectar hacia adelante con alguien, por más mínimo que fuera, fue una sensación extraña. Tenía que encontrar el pedacito que quería esconder lo antes posible.

Guardó silencio ante los planes que había tenido. ¿Debía disculparse? Desvió la mirada, un poco incómoda al escuchar el tinte de desagrado. Esa era otra de las razones de por qué había decidido no tener pareja ni repetir compañeros. Cuando arruinaba todo sólo al ser ella ¿Qué se supone que tenía que hacer después? ¿Cómo se arreglaba eso? Frunció el ceño y mordió su labio inferior. No tenía idea.

Pero Adam se había quedado, por más que le molestara. ¿Qué significaba eso? Normalmente la gente se alejaba cuando no sabía cómo ayudarle, era demasiada frustración, demasiado dolor para alguien más verla así. Hitori nunca esperaba contención de nadie, pedir ayuda, extender los brazos en vez de cerrarse por completo simplemente no era su estilo.

Las caricias le sacaron de sus preguntas infinitas. ¿Tendría tiempo de averiguar, aprender a reaccionar de manera adecuada? Se permitió, por un momento solamente, imaginar un futuro. Inmediatamente sintió una ola de angustia y se detuvo. -Pausa, Hitori. Un día a la vez.- Con un pequeño suspiro dejó todo ir, acurrucándose nuevamente contra Adam, disfrutando de la lluvia y el calor ajeno.

“¿Hm?” Respondió cuando llamó su nombre, mirando a su alrededor por primera vez. ¿Dónde estaban? Parecía ese lugar donde estaban todos los que se podían transformar en animales. Se encogió de hombros, no era responsabilidad suya dónde iban.

“¿Café preferido?” Murmuró, frunciendo el ceño, pensando en su respuesta, sus ojos posados en los grises como si ahí estuviese lo que estaba buscando. La comida o bebida en realidad no era lo suyo, por lo menos si no era alcohólico. La angustia constante le dificultaba comer o tomar cualquier cosa, era una de las razones detrás de lo poco que pesaba.

“Cuando tenía turnos largos solía tomarlo sólo con un poco de crema.” Recordó, casi era capaz de escuchar la máquina expendedora de café que proveía a todos los doctores y enfermeras de energía para seguir atendiendo pacientes. “Fuera de eso, no me gusta demasiado el sabor. Mi pops solía cortar su whiskey con un poco de café, eso sí me gustaba.” Asintió con la cabeza, sonriendo ante el recuerdo de su padre robando un chorro del café de Ai sólo para darle un color distinto a su whiskey. Su madre sí no vivía sin café o té. “¿El tuyo?” Preguntó, curiosa.

No le daba importancia a lo que pasaba alrededor de ella, en los brazos de Adam el resto del mundo podía implosionar y no se daría cuenta. Cerró sus ojos cuando los labios del vampiro se acercaron, sólo rozando sus labios contra los ajenos. “¿Ah, sí?” Mordió su labio inferior ligeramente con una sonrisa juguetona, tentando, ya que Adam lo había mencionado.

¿Estaban entrando a alguna parte? Hitori notó que el vampiro entraba por una ventana con una risita. “Bastante más glorioso que mi manera de pasar por ventanas.” Murmuró, retorciéndose de vergüenza ajena ante el recuerdo de cómo había comido tierra.

Se acomodó en las piernas de Adam cuando se sentó, notando por primera vez dónde estaban. Hitori se había alejado del territorio de La Manada, en realidad no le apetecía buscar problemas, por lo que no sabía que el colegio tenía una sala de música. Observó el piano con una sonrisa, rodeando al moreno con un brazo para darle más espacio para tocar.

“Mi turno.” Susurró, acariciando el brazo del vampiro con una mano. “¿Canción preferida?” Observó las manos morenas, notando que eran lo que la gente denominaba “dedos de pianista.” No era nada especial, tan sólo significaba que los dedos eran suficientemente largos como para alcanzar los acordes sin dificultad.

Ella había tenido clases de piano, por supuesto, junto con todos los otros instrumentos de cuerda que Ai había exigido. A Hitori no le había complicado el tema, adoraba la música y disfrutaba de poder generarla con sus propias manos de distintas maneras. No se consideraba una experta, pero su oído era lo suficientemente bueno como para diferenciar un buen músico de uno mediocre. Por alguna razón sentía que Adam no sería del segundo grupo.  

Hitori se encogió de hombros. “Supongo que interesante es una manera de llamarlo. Oka-” Se detuvo, corrigiendo su idioma, a veces la gente se confundía cuando se refería a su madre de manera normal para ella. “Mamá simplemente le reprochaba que era un alcohólico.” Comentó con una sonrisa, denotando que no era un tema sensible, su padre era un borracho simpático y cariñoso.

Resopló ante el recuerdo de aquella caída. “Memorable.” Refunfuñó, picando el pecho de Adam con un dedo. No había sido la primera caída en su vida, y seguro no sería la última que sufriría con el vampiro. La agilidad nunca había sido uno de sus puntos fuertes.

“¿Difícil?” En realidad no consideraba que fuese una pregunta complicada, aunque sí a veces la gente prefería diferenciar por estilos, aunque por épocas nunca había escuchado. Parpadeó un par de veces al ver los dedos de Adam sobre el teclado. -Fuera de práctica, mis polainas- Entonces no le molestaba la falsa modestia, por supuesto, como todo un caballero.

No conocía la canción ni el artista, pero eso no le importaba demasiado. Primero observó las manos, bailando sobre las teclas expertamente. Luego giró su cabeza para observar a Adam, había cerrado sus ojos, se veía como cualquier músico cuando se dejaba llevar.

Hitori suspiró profundamente, apoyando su cabeza contra el pecho del moreno finalmente, cerrando sus ojos, dejando que Adam le llevase donde él estaba. El jazz no era su género preferido, por lo menos no era lo que escuchaba para calmarse. Tenía suficientes emociones y contradicciones inesperadas dentro de ella como para dejarse llevar por algo igual de impredecible.

Pero ahí, de día, protegida por la luz y los brazos del vampiro, podía darse ese permiso. No sintió el tiempo pasar, como si estuviese suspendida en un momento. Abrió sus ojos lentamente al escuchar el revoloteo que denotaba el final de la canción, devolviendo aquella sonrisa.

Posó su mano en la mejilla de Adam, acariciando con suavidad. “Hotaru.” Murmuró en un japonés perfecto, sin ningún rastro de acento de ningún tipo, denotando la fluidez que tenía sobre su segunda lengua materna.

“Mi madre solía cantarla cuando era niña.” Explicó, girando su cuerpo sin bajarse de las piernas de Adam, aunque sí tuvo que acercarse un poco más al piano para llegar a los pedales. Tragó saliva y aclaró su garganta, acariciando las teclas del piano con cariño antes de tronar sus nudillos en un movimiento nervioso.

¿Era esa parte la que tenía que esconder? ¿Esa la más importante? Negó con la cabeza suavemente y cerró sus ojos, dejando que los primeros arpegios de la canción escaparan de sus dedos de manera igual de experta que los de Adam habían sido. Ligeros, al principio, dulces, que desaparecían en el aire hasta que comenzó a cantar.

Su voz primero casi no se alzó sobre el piano, podía escuchar a su madre cantando en uno de sus recuerdos. Hitori cerró los ojos, ralentizó el tempo de la canción un poco, usando los pedales para suspender notas en el aire, dándole a la canción un toque melancólico.

Extrañaba a su familia, en especial en ese minuto, donde sabía que podría haber contado con ellos, que tendrían cosas que decir acerca de la situación en que se encontraba. Lo dejó salir entre sus dedos, con su voz en ese idioma que le recordaba a su madre. -¿Me escuchas?- No escondió nada, no era eso lo que iba a concentrarse en apartar de Adam, dejó que escuchara todo lo que había dentro de ella en ese momento.

Poco a poco y mientras la canción avanzaba, se permitió perderse más en aquella mezcla de melancolía, añoranza por personas que ya no podía ver, recuerdos de sus padres que atesoraba sobre cualquier otra cosa. -Por favor, no se preocupen por mi. Estoy bien.- Deseó que su voz llegara a sus padres. Nadie sabía dónde había estado, no había creído importante decirle a nadie que iría a un evento escolar. ¿Cuánto tiempo demorarían en preocuparse y comenzar a buscarla? ¿Sabrían en algún momento dónde se encontraba? Dejó que todo eso que tenía guardado, que había crecido dentro de ella en los meses que habían pasado, se expresara en la música.

Acalló la canción en las últimas notas, acariciando las teclas con tanto cuidado que casi no se escuchó. Hitori abrió sus ojos, enjugando una pequeña lágrima que no tenía que ver con tristeza, y apoyó su espalda contra el pecho de Adam, estirando su cuello para mirarle desde ahí abajo. Al haberse entregado a esa canción, todos esos sentimientos simplemente se habían difuminado en el aire, fuera de ella. Era un estilo de terapia, algo que solía hacer bastante, el cambio se notaba casi instantáneamente.

“Tu turno.” Murmuró con suavidad y una sonrisa juguetona, dejando que sus dedos improvisaran algunas notas más animadas.

Hitori se sentía muchísimo más liviana que antes. Comparado con el resto de los mecanismos de supervivencia que usaba, desahogarse a través de la música era absolutamente el más sano. Estaba tan segura ahí, frente a un piano, entre los brazos de Adam, que ni siquiera se dio cuenta de que aquel momento era extremadamente íntimo. Que quizás bajar la guardia de tal manera era extremadamente peligroso. No, simplemente se dejó llevar, restregando su nariz contra la ajena como una adolescente embobada.

Levantó sus manos de las teclas, acariciando los brazos del vampiro antes de posarlas sobre sus propias rodillas, intentando darle espacio y no entorpecer mientras tocaba. La chica abrió los ojos un poco, sin esconder su sorpresa cuando los dedos morenos comenzaron a bailar por el teclado.

Le había mostrado calma y control en todo momento, al punto en que Hitori había empujado, intentando sacarle de sus casillas, sacudir lo que estaba segura era sólo una máscara de templanza. Adam le había mostrado mesura y nada más, quizás a excepción del descontrol que casi le mata, pero ese era sólo un detalle.

Lo que escuchaba era algo completamente distinto. Animado era una palabra para describirlo, por lo menos al principio, un tanto coqueto, íntimo. Reconoció la melodía de una canción que conocía después de un minuto, una adaptación muchísimo más animada.

Pero mientras más avanzaba la canción, más se desordenaba aquel sentimiento en algo mucho más parecido al desenfreno que a simplemente alegría. Algo le sonaba extraño, pero no podía exactamente discernir qué. Hitori ladeó la cabeza, observando los dedos bajar sobre las teclas en movimientos más bruscos de lo que había visto a Adam hacer, en especial los últimos segundos de la canción.

¿Qué había desatado en ese hombre? La enfermera no tenía idea qué tipo de efecto había tenido en el vampiro, pero con todo lo bruta que podía ser cuando se trataba de emociones, estaba segura de que lo que veía era un cambio bastante drástico. ¿Por qué? Eso sí no lo entendía, pero no le preocupaba demasiado.

Hitori peinó los mechones rebeldes del moreno con sus dedos, ordenándolos hacia atrás. “Intenso.” Comentó con una risita, entrecerrando los ojos con curiosidad ante la sonrisa que le mostraba. Seguro no era idea suya, había algo distinto aunque no podía reconocer qué era.

Quería preguntar acerca de aquello, pero en realidad no sabía ni por dónde comenzar a formular una pregunta. Tan sólo dejó que su expresión lo hiciera por ella, ladeando la cabeza y sacudiéndola un poco mientras posaba sus brazos sobre los ajenos, acariciando el dorso de las manos morenas con sus dedos.  

¿Su turno? ¿Cómo le seguía a algo como eso? Se había contagiado de esa energía intensa, un tanto descontrolada, pero tenía más curiosidad que otra cosa en ese momento. Suspiró, apoyándose nuevamente contra el vampiro. “Hmmm...” Frunció el ceño, mirando hacia el techo como si ahí estuviese su respuesta. “¡Ajá!”

Volvió a tronar sus nudillos, deslizándose por las piernas del vampiro un poco para estar más cerca del piano y poder llegar a los pedales. Se sentía tan pequeña, como una niña, en esa posición, pero no le molestaba.

La canción no tenía preámbulo, simplemente empezaba, no dejaba pausa ni respiro. Lo que pretendía era enseñar la misma intensidad, aunque había algo más en lo que Adam había tocado que no podía entender. Hitori movió su cabeza de lado a lado, estirando su cuello, y luego suspiró pesadamente, intentando encontrar dentro de ella lo que quería plasmar en las notas.

Desde el minuto en que tocó la primera nota, encontró exactamente lo que estaba buscando. Volvió en el tiempo al bar de su padre, cuando todavía era una adolescente, antes de que rompieran su corazón. La canción de por sí era bastante nerviosa, pero Hitori plasmó en ella una jovialidad que ya no existía en ella. Algo que recordaba, pero había perdido para siempre.

No le quedaba nostalgia, por lo que tan sólo resonó con aquella felicidad. Acompañada de sus amigos, de su padre, de los hombres que le habían visto crecer entre taburetes, enseñado sus primeras groserías para el horror de su madre. Hitori, ganando en todas las partidas de dardos, rompiendo la tela de la mesa de pool cuando había estado demasiado ebria para jugar. Hitori, caminando de vuelta a su casa con su padre en la noche. No había miedo. No había necesidad de encontrar a alguien con quien pasar la noche.

Entrando a su casa en la madrugada, completamente borracha, intentando entre ella y Roger no despertar a su madre. Las risas. Los susurros. La furia de Ai que rápidamente se convertía en carcajadas que compartían entre todos. Sin miedo. Sin angustia. Tan sólo felicidad estúpida. La más importante, esa que sólo se recuerda cuando ya no está.

Tocaba con una sonrisa, moviendo su cintura y cabeza involuntariamente en un pequeño baile, marcando pequeños saltitos. Sus dedos se movían por sí solos, expertamente sobre las teclas con muchísimo menos cuidado que en su primera canción. Las notas retumbaban, rebotaban por las paredes, cada vez más rápido, más intensas, sin un momento de respiro.

Al final, sentía hormigueos en las puntas de sus dedos, le había subido el color a las mejillas y sus yemas también estaban rojas. Denotó el final de la canción con un último acorde y solo en ese momento relajó un poco su cuerpo, suspirando pesadamente.

Era extraño. Esa felicidad tan pura, completamente a salvo de todo lo que había sucedido después, era algo que nunca más fue capaz de sentir. Siempre había algo tiñéndola de otra cosa. Necesidad, deseo, desesperación, miedo. Siempre acompañada de algo feo. No había intentado volver a sentirla, en realidad, hasta ese preciso momento, en que lo había hecho un poco sin querer, sólo por desear responder la intensidad de Adam con una propia.

-Eso fue inesperado.- Se comentó a sí misma, volviendo a retroceder por las piernas de Adam para apoyarse contra el pecho ajeno. La temperatura en sus manos había subido bastante producto de la manera en que había tocado, y posó una en la mejilla del vampiro con una sonrisa.  No había nada nuevo en ella, lo que le había sucedido no desaparecía sólo porque recordaba lo que era su vida antes de eso, a pesar de que en su canción sí fue capaz de demostrarlo sin problemas. Un contraste enorme entre la felicidad de niña en la melodía y la mejor sonrisa que Hitori podía dedicar a sus veintiséis años, algo que sin importar qué tenía algo triste o desagradable detrás, por más pequeño que fuera a veces.

“Misirlou.” Explicó, volviendo a estirar el cuello para observar a Adam desde abajo. “No recuerdo el autor, tan sólo que la escuché en una película.” Entrelazó sus dedos con los del vampiro, notando que su corazón latía a mil por hora como resultado de esa canción.

Hitori todavía no lograba entender del todo. Las manos de Adam se movían ¿Nerviosas? ¿Ansiosas? No estaba segura, pero lo que sí sabía era que todo aquello era distinto al último encuentro. No era un toque seguro ni cuidadoso.

El siguiente beso fue intenso. Lo suficiente como para que, por fin, Hitori tuviese suficiente tiempo para responder de la misma manera. ¿De dónde venía esa energía nerviosa? No estaba segura, pero no podía evitar contagiarse de ella. Le trajo más cerca, hundiendo su cuerpo contra el ajeno, sus dedos en la nuca del vampiro.

Por primera vez, algo hambriento y más descontrolado. Exactamente lo que había intentado avivar en Adam hace tres días sin buenos resultados. ¿Qué había hecho distinto? Imposible saber, pero decidió simplemente aprovechar la situación.

Dejó escapar un sonidito de placer justo antes de que Adam se separara un poco. “No te disculpes.” Suspiró, mordiendo su labio inferior con una pequeña sonrisa. “No pedí que te contuvieras.” Susurró contra los labios ajenos, la última palabra ahogada en otro beso de la misma intensidad. Se dejó llevar nuevamente, contagiándose de lo que fuera que había dentro de la cabeza del vampiro.

¿Qué planeaba? Al parecer nada. Gimió bajito cuando Adam apretó su cuello, algo que, sin importar lo violento o peligroso, siempre le había gustado. Era extremadamente incómodo cuando, en ese mundo, alguien enojado intentaba intimidarla o asesinarla de esa manera y se encontraba con gemidos de placer. -Qué se le va a hacer. Kinks are kinks.-

Su cuerpo respondió a la mano que recorría su cuerpo, inclinándose ligeramente hacia ese lado. Cuando llegó a su cadera, comenzó a moverla inconscientemente, restregándose contra el regazo donde estaba sentada. Quiso darse la vuelta, girarse un poco para quedar cara a cara con el vampiro. En la posición en que estaba se le hacía difícil hacer demasiado, pero esa tarde Adam era el que mandaba.

Se limitó a devolver el beso que no le daba tregua, enroscando sus dedos en el cabello mojado, dejando que su cuerpo se moviera bajo las manos del vampiro. Se había controlado, ningún movimiento sugestivo, ni siquiera lo había tocado demasiado, un poco temerosa de lo que podría desencadenar, pero ahora...

Mordió el labio inferior de Adam, tironeando un poco antes de liberarlo y volver a hundirse en su boca, explorando con su lengua mientras se apegaba más al cuerpo ajeno.

¿Cómo había llegado a esa situación? Hace tan sólo unos minutos había estado tocando su canción preferida, la nana que su madre solía entonar. Estaban compartiendo un momento extremadamente íntimo, del tipo que Hitori evitaba a toda costa, por sobre todas las cosas. Pero ni siquiera había sentido ansiedad de estar ahí con Adam, compartiendo todo.

Y ahora se encontraba gimiendo bajo sus manos. De cero a cien en menos de un minuto. Estaba segura que no estaba llenando el aire de toxinas, absolutamente segura, pero Adam actuaba aún peor que lo que había visto cuando sí las había usado. La mano del vampiro bajó de su mejilla a su cuello y ya no hubo cabida para su curiosidad.

Volvió a gemir contra los labios de Adam, murmurando con lo último que le quedaba de neuronas competentes. “Cuidado, juegas con fuego.” Una advertencia ante la mano que apretaba su cuello. Hitori nunca se había preocupado demasiado por su propia salud, no desde el acontecimiento que cambió su vida. No le molestaba llegar a casa con moretones y rasguños, era pan de cada día.

Pero en ese mundo, donde morir parecía no tener repercusiones, su lado autodestructivo jugaba como un niño pequeño en un parque de diversiones. Cualquier tipo de sentido de autoconservación se había ido por la ventana. La chica ya no tenía frenos de emergencia y se notaba en cómo reaccionaba bajo la mano del vampiro.

Menos ese día, en que se había rendido a lo que él quisiera. Un ligero jadeo cuando Adam puso más presión sobre su cuello mientras jugaba con un pezón. Su mano buscó más, estirándose para hundir sus dedos en el hombro del vampiro. Sus caderas se restregaban contra la entrepierna del vampiro en movimientos lentos, completamente sensuales, mientras el resto de su cuerpo respondía a los toques.

Ya no quería que sus labios se separaran, cada vez que lo hacían, atrapaba uno de los ajenos con sus dientes, acercándole de vuelta con su otra mano. “¿Mmm?” Respondió a su nombre, entrecerrando los ojos, estremeciéndose bajo el suspiro del vampiro antes de volver a tirar de su nuca para volver a envolverlo en un beso.

Sus piernas respondieron a la orden en la mano de Adam, abriéndolas con otro gemido cuando apretó su muslo. La chica solía olvidar las cicatrices que adornaban el interior de sus muslos, normalmente tenía sexo en la oscuridad y nadie se daba cuenta. No lo pensó en ese momento, pero seguro el vampiro sería capaz de discernir qué eran tarde o temprano.

“A-ah” Murmuró en otro gemido contra los labios del vampiro, hundiendo sus dedos en su hombro mientras presionaba su espalda contra el pecho del moreno. Recibía la atención prestada a su intimidad sólo con sonidos de placer que escapaban cada segundo. Por ese día, había tomado el rol de sumisa, algo que le acomodaba más de cualquier modo.

El camino y la velocidad eran responsabilidad de Adam. Hitori sólo podía reaccionar, retorcerse, gemir y jadear, devolviendo el beso siempre que el vampiro lo permitiera. La enfermera cumplía el rol a la perfección, cada sonido y suspiro absolutamente irresistible, provocando a su compañero aún con el contacto limitado que tenía. Denotaba en cada movimiento que podía actuar como quisiera, sin limitaciones.

“Oh… pero es mucho más divertido cuando lo hago Hitori” Era todo lo que necesitaba escuchar, y estaba absolutamente de acuerdo. Tan sólo respondió con una sonrisa lasciva que desapareció en un jadeo de placer cuando la mano morena se cerró con más fuerza alrededor de su cuello. Le encantaba, la volvía loca. ¿Por qué, cuando parte de su angustia siempre se manifestaba con la sensación de que algo le tomaba del cuello? Quizás por esa misma razón.

Los dulces gemidos que escapaban de sus labios al parecer tenían un efecto que se asemejaba al de las feromonas que podía cargar en el aire. Adam no aguantó demasiado antes de necesitar más, jalando de su labio con fuerza mientras deshacía los botones de la camisa empapada. Hitori lo observó con una sonrisa.

Quizás en otro momento hubiese jugado un poco, entorpeciendo la velocidad en que el vampiro quería deshacerse de la única prenda que llevaba, pero no ese día. Simplemente se dejó desvestir como una muñeca. Soltó una risita juguetona cuando le levantó de las caderas. ¿Cómo no sentirse como un juguete cuando la movía con tanta facilidad? No le molestaba en absoluto.

Escuchó cómo empujaba el taburete mientras la giraba, sentándola sobre el piano. Sentía una urgencia que no había existido antes, ahí, un toque brusco al abrir sus piernas. ¿Estaba mal que su cuerpo se llenó de emoción ante el primer indicio de violencia? Por fin podía ver un poco de lo que creía ser la realidad de Adam, y sólo quería más de eso.

Creyó que lo iba a recibir en una repetición de la noche en que se habían conocido, pero en vez el vampiro se puso de rodillas. Hitori lo observó, un poco confundida hasta que los besos comenzaron a ascender por sus piernas. Como una adolescente estúpida, sintió el color subirle a las mejillas sin su permiso mientras pequeños escalofríos brotaban en sus piernas bajo los labios y dedos de Adam.

Hitori desvió la mirada hacia un lado cuando el moreno se detuvo sobre sus cicatrices, recordándole en la luz del día que se encontraban ahí. Ahí, por primera vez, una expresión fugaz de vergüenza recorrió su cara antes de ser reemplazada por placer cuando los dientes se hundieron en su muslo. Más dolor del que esperaba, fue bien recibido, otro pequeño gemido denotando que no tenía que tener cuidado, que deseaba un trato brusco como aquel.

Topó sus ojos con los grises, el ligero rubor en sus mejillas no había desaparecido cuando le devolvió la sonrisa con una propia, juguetona, un tanto nerviosa. “Ah-” Gimió, cerrando sus ojos, ladeando la cabeza mientras los mechones de pelo mojado caían sobre su cara. Las manos, firmes, hundían sus dedos en los muslos pálidos.

“Mmm” Otro gemido, Hitori mordió su labio inferior, arqueando su espalda de placer. Claramente Adam no necesitaba un mapa, la atendía de manera experta. Así, sin pedir permiso, tomando todo lo que deseaba de ella, era exactamente lo que quería.

Llevó una de sus manos a la espalda ajena, recorriendo con sus dedos mientras la otra se aferraba al piano con fuerza. “Adam” Jadeó cuando sintió su lengua dentro de ella, hundiendo sus dedos en la piel morena. Una sinfonía de suaves y sensuales sonidos de placer mientras su cuerpo se contraía, caderas moviéndose contra la boca ajena involuntariamente mientras poco a poco se entregaba por completo.