Game in Life
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Ambientación
I. Jamás cooperarás con otras razas.
II. No intentarás comunicarte con el exterior.
III. Vivirás en este mundo y no en el exterior.
IV. Rompe una de las reglas, y un conocido de allá afuera muere.

En la oscuridad de tu inconsciencia, después de la explosión de una bomba en el evento al que acudiste, susurros te trajeron de vuelta a la vida.

El extraño evento a puertas abiertas del colegio Fallgate debería haber sido la primera advertencia.

Era casi el final del año escolar y todos estaban invitados, alumnos, profesores, todos los habitantes de Grendelshire. La magnitud del evento hasta había llegado a oídos de Londres.

Todos podían entrar sin invitación ni pagar por boletos. Excepto los menores de ocho años, una estipulación que debería haber sido la segunda bandera roja.

Aunque todo estaba cubierto de nieve, el cálido sol invitaba a recorrer el decorado colegio. Tiendas de comida, competencias, juegos, eventos, música, foros de debate, tantas cosas sucediendo al unísono que fue imposible para cualquiera darse cuenta de la farsa.

Lo único que escuchaste fue la explosión proveniente del medio del terreno antes de que tus tímpanos retumbaran a tal frecuencia que los subsiguientes gritos de terror y agonía se convirtieran en silencio. El gas azul que lentamente nubló tu vista claramente tenía la misma procedencia. Sentiste como te ahorcaba, quemaba, ahogaba bajo el agua, como si tragaras arena o ácido; todo dependía de tus peores miedos mientras perdías el conocimiento.

Después de despertarte con las reglas del juego, aquella voz ronroneó tus opciones, tu nuevo futuro. Debías elegir una raza antes de poder despertar.

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Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]

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Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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And I'm ThinkingDamn, if These Walls Could Talk
Se había alejado para evitar el descontrol, su cara escondida mientras intentaba dominar su piel erizada, no era el momento, no estaba segura de qué pasaría. Ni siquiera sabía si sería capaz de volver a su forma humana después de-

“Hitori” Sintió la mano sobre su espalda y tuvo que morder su labio inferior, Adam no se la estaba poniendo fácil, pero no lo estaba haciendo a propósito. -Solo quiere cuidarte, a calmarse ya, habrá tiempo luego.- El lado sobrenatural le recordó que ya había dicho eso una vez, que era justo ahora que venía a tocar la puerta nuevamente.

Por lo menos retrocedió antes de que perdiera el control, Hitori suspiró nuevamente y contaba hasta diez. -Uno dos tres, cuatro, cinco, seis. Siete. Ocho- “Hitori” -Mierda- Hasta ahí había llegado el cuidado de Adam. La rodeó con sus brazos, la acercaba a su cuerpo. “Adam, cuidado.” Una advertencia urgente, intentaba mantener sus manos escondidas, controlar el hambre inconmensurable que recorría su cuerpo.

Sintió nuevamente su cuerpo titilar, una personificación del conflicto interno, intentaba con todas sus fuerzas detenerse. Resistirse ante los besos era difícil, su piel cambiaba de tono, sentía que su cerebro se vaciaba de a poco de todo pensamiento excepto uno. -Hambre- Se repetía una y otra vez que Adam no pretendía provocarla, que sólo quería cuidarla, pero luego sintió la mano contra su muslo.

Más difícil, imposible, cerró sus ojos con fuerza mientras su cuerpo se distorsionaba sin permiso. ¿Por qué le hacía eso? ¿No entendía el peligro? La otra mano pasaba por debajo de la ropa, arrastraba uñas por su piel. Movimientos completamente inconfundibles, aquello no pretendía más que empujarla a perder el control. Besos distintos, una mordida en su oreja, una mano que avanzaba por su muslo. “Adam-” Quería preocuparse, quería mantener aquello en su cabeza, no importaba que dijera él, pero...

Perdió absolutamente todo el control que le quedaba bajo los toques del vampiro. Absolutamente todo desapareció de su cabeza el mismo segundo en que su cuerpo se transformó por completo. Ojos completamente blancos y vacíos como los del vampiro, hambrientos. Su cabello absolutamente blanco brillaba intensamente, bajo la ropa que todavía tenía puesta su cuerpo se cubrió de tela, sus piernas de un par de botas negras.

No perdió un solo segundo, el aire a su alrededor se llenó de ese dulce veneno. No tenía energía para mantenerlo, sintió dolor en su interior, cómo usaba su propio cuerpo como combustible. No importaba, nada más importaba en el mundo que el hambre que la consumía.

Hitori tomó la cabeza de Adam entre sus manos y lo envolvió en un beso absolutamente mortal. Se acomodaba sin dejarlo respirar, sin separarse se movió hasta que sus piernas estaban dobladas bajo ella, sentada sobre la entrepierna del vampiro. Con sus labios y lengua entregaba el veneno, no sentía deseo que pudiera consumir todavía, pero aquello cambiaría sin demasiado problema.

Claro, con todo ese ropaje a su alrededor no llegaría demasiado lejos. Una de sus manos recorrió la mejilla ajena, se posó en su nuca y lo acercó más. Exploraba la boca del vampiro, no le importaba si no recordaba cómo hacerlo, obligaría al cuerpo a recordar. Su beso era intenso, asesino en la intención de provocarle, de despertar la lujuria interna, encontrarla donde estuviera y liberarla por completo. Pequeños gemidos escapaban de sus labios, por su nariz cada segundo, como si de una directora de orquesta se tratase, llenando el aire de una melodía sensual.

Más daño en su interior, las garras de su mano libre rasgaron la pequeña polerita que llevaba puesta, se liberó de ella y la camisa sin separar sus labios por un solo momento. Las heridas en su interior goteaban sangre dentro de su estómago de a poco, agregando un aura de hierro al veneno en sus labios. Mordía sus labios, jalaba de ellos con fuerza, su lengua jugaba con la ajena, alentaba el deseo, se restregaba contra el vampiro lentamente, su intimidad contra la entrepierna que quería provocar.

De nada le servía en ese estado, necesitaba más, sus ojos absolutamente vacíos no veían más que la ausencia de deseo y aquello era inaceptable. Su mano libre bajó por el pecho de Adam, encontró el pantalón. Se coló entre la piel y la tela y tomó los genitales con firmeza, dejando en paz los labios ajenos sólo el suficiente tiempo para murmurar “Anda, ven a jugar conmigo” en una mezcla de ronroneo y gemido que invitaba todo tipo de fantasías.
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Hitori MacleodHitori Macleod
Hitori Macleod
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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Y al final, la transformación pasó enfrente de él. Le había llamado por su nombre, pero antes de decir cualquier otra cosa por fin se rindió, de nuevo entre sus brazos, entre sus provocaciones, ¿Era una buena idea? Posiblemente no… muy probablemente no, pero era lo que se tenía que hacer para una recuperación  rápida de la salud. Ahora era cuestión de seguir la intensidad ajena. Sus ojos siguiendo los cabellos en esa transformación, las ropas que aparecían del demonio debajo de la pijama que ella se había puesto. ojos blancos, vacíos como los suyos, pero la diferencia es que ella estaba controlada de un enorme deseo carnal, mientras que él estaba ausente de ello. Ojos blancos contra ojos grises.

Era tiempo, realmente lo era, un factor importante para poder reunir la mayor cantidad de energía para que ella pudiera alimentarse. Si, el ambiente se volvía más ligero, eso era una ayuda para sacar el deseo del vampiro, de poder sacarlo con más fuerza, con más intensidad. Si, era un riesgo que tomaría solamente para verla con más energía.

Poseído por ella, correspondió con lo que pudo a ese beso completamente apasionado, intenso, era demasiado para el vampiro, apenas y podía seguirle el paso, sus dulces labios, su hermosa lengua, intrusa en su propia boca, que con su lengua trataba de corresponder, que con sus labios los apegaba a ella, los separaba, seguía un ritmo el cual había perdido. como si fuese un músico, había perdido la habilidad de tocar las notas, o un bailarín que no puede recordar los tiempos de su baile. Así estaba, pero se esforzaba para poder aprender de nuevo, para complacerla. No respiraba, tan sólo se concentraba por completo en ella, en el contacto que tenía, en su entrepierna atrapada en el cuerpo ajeno, presionando contra la ajena.

Con los ojos entreabiertos notó como las prendas que ella tenía eran desechadas. No se negaba a que le pegara más, a que le acercara, que ella deseara e hiciera todo lo que quisiera con su cuerpo, era solamente para ella. Estaba ahí para atenderla ahora. En un futuro tendría que reparar toda la ropa que ella destruía en estas ocasiones, siempre era así. No le molestaba en absoluto, era como si fuera un pago por este acto sexual.

Intenso… bastante intenso, le obligaba a comenzar a sentir muchas más cosas de lo planeado, a que su cuerpo le acariciara el cuerpo, de que pasará por él. En su mente había perdido la habilidad de poder hacer esas acciones, en cambio su cuerpo actuaba como un ente diferente, sabía lo que tenía que hacer con un cuerpo de una mujer entre sus brazos. Provocado por ella misma, por ese beso que le daba energía, al final cerró sus ojos para hundirse en ese sentimiento carnal, placentero. Gemidos llenaban el ambiente, sus manos se posaron en las piernas ajenas, dejando rasguños sobre las medias que ella tenía, rasgando suavemente, tratando de quitarselo sin mayor éxito.

Las provocaciones parecían tener éxito, pero no tan veloz como deseaba, por lo menos su entrepierna reaccionó al toque de la mano intrusiva, como ella lo presionaba, su miembro comenzó a erectarse por ello. Era un avance, una cosa a la vez. Pudo respirar de nuevo cuando ella se separó para dedicar unos solos susurros, si, era intenso como esperaba, ahora le tocaba a él hacer lo mismo.

Pasó sus manos por las piernas ajenas, con sus uñas rasgando por completo las medias, agresivamente, si, todo estaba bien, esta parte de ella le gustaba lo intenso y eso era lo que le iba a dar. Posó una mano en el cuello ajeno, presionando con suavidad con sus dedos, sosteniendo su agarre que con cada segundo que pasaba presionaba con más fuerza hasta el punto donde sabía donde era el límite de su cuerpo para el dolor. Tenía que ser cuidadoso con eso, la experiencia que había tenido estaban en recuerdos donde era vital tener el mismo deseo sexual, como si fuera una melodía que tenía que sincronizar.

Con su mano libre acariciaba el ala ajena que surgía de su omóplato, acariciándolo, presionando sus yemas de los dedos contra las partes más sensibles, contra esa piel que unía las secciones de la ala, Sus labios se fueron a la mejilla ajena, mordiendo con fuerza, dejando una suave marca ahí. Después a su hombro para morderlo, ahí mismo, cerca de la herida con puntos que ella tenía. No intentaba abrirlo, pero era más por la saliva que él tenía para que le ardiera. Con cuidado, era ponerse limitantes hasta que ella se regenerara, ¿Y como lo debería de hacer? Él tenía que sentir deseo que por el momento no parecía ser suficiente.

Más necesitaba, mucho más, hundirse más a ese abismo lascivo, lujurioso en donde albergaba el libertinaje, en donde era protegido por toques, placer, caricias, rasguños, fetiches, acciones sadomasoquistas… y una infinidad más que a lo largo del tiempo aprendió. Una lamida a la herida y después a atacar a la oreja ajena, mordiendo con fuerza, jalando, comprando tiempo para que pudiera reunir suficiente energía antes de que ella comenzará a utilizar su miembro dentro de su ser.

Escuchó un estruendo en el interior de su mente, si, la caja se movía de una manera errática, y esa herida que tenía se extendió un poco, para él era la completa diferencia. Necesitaba ahora adaptarse a la cantidad de emociones y sensaciones, de los sentimientos fluyendo por su cuerpo. Un gemido de placer, pequeño salió por su boca, inconscientemente lo hacía, pero sabía que esa inconsciencia no iba a hacer todo el trabajo, necesitaba una clase de manejo, de poder hacerse cargo de todo lo que le estaba pasando, experimentando. Dejó un suave suspiro, apretando un poco más a la ajena antes de soltarla, de darle un respiro de unos segundos y de nuevo, como un ciclo.

Recorriendo la piel ajena con las yemas de su otra mano, esa capa que era extendida por las alas de murciélago que ella tenía, pero su mano era mucho más aventurada de lo que esperaba. Que recorrió no solamente una de las alas que de ella surgía de la espalda, sino que pasaba por su figura marcada, por las curvas que ella poseía. Pasaba por su trasero, apretando suavemente, dejando que uno de sus dedos presionara uno de los puntos que con tanta precisión puso.  Sabía que algo como esto no iba a dañarlos ni de abrirle por completo las heridas, pero claro, era una molestia, tal vez un poco de dolor.
Adam ValentineAdam Valentine
Adam Valentine
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Habilidad 3Habilidad 3
Debilidad 1Debilidad 1
Debilidad 2Debilidad 2
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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And I'm ThinkingDamn, if These Walls Could Talk
En cualquier otro momento, Hitori hubiese notado la dificultad que Adam parecía tener para seguirle el paso. Que parecía tropezar sobre sus acciones, como un adolescente inexperto, que estaba yendo demasiado rápido, que le exigía mucho. Era una de las razones de por qué no había querido tomar aquella forma.

En ese momento Hitori era incapaz de notarlo, no le hubiese importado de hacerlo, de todos modos. Lo único que sabía era que tenía hambre, y que no existía casi deseo en el cuerpo que estaba bajo ella. No tenía demasiado tiempo, necesitaba alimentarse pronto, y el vampiro francamente no le servía en ese estado.

Un pequeño movimiento, por lo menos, manos sobre sus piernas, pero estaban cubiertas por el pantalón de buzo, atrapadas por el cinturón, no tenía demasiado interés en solucionar eso en ese momento. Adam parecía ni siquiera darse cuenta de aquello, la reacción dejaba demasiado que desear, se movía lento, tan lento.

Por lo menos sentía que el miembro ajeno despertaba con su mano. Una sonrisa lasciva se mostró en su expresión, algo bastante peligroso de ver acompañado de aquellos ojos vacíos y hambrientos. No había detenido sus feromonas, no era capaz de siquiera pensar en hacerlo, el dolor no la obligaría a hacerlo aunque sentía como si se estuviese resquebrajando por dentro al mantener las toxinas en el aire.

No le dio tregua, su mano despedía ese veneno directamente en la entrepierna ajena, la movía por la longitud con firmeza, estimulando zonas sensibles como una experta. Un ligero toque por aquí, una caricia en sus testículos, despertaba el hambre en su compañero como mejor sabía hacerlo.

Surtió algún tipo de efecto, las uñas contra sus piernas buscaban con más intensidad, agresivas, hacían jirones de los pantalones. Hitori ayudó con la mano que tenía desocupada, destruyendo lo que quedaba del pantalón. Aquella vez deshizo el cinturón en vez de cortarlo, quizás podría usarlo de alguna manera luego, lo dejó a un lado al tiempo en que Adam la tomaba del cuello.

Un ligero gemido escapó de sus labios, eso estaba mejor. Su mano no dejó de atender el miembro ajeno, respondía a la intensidad de manera exponencial, más feromonas, más toques. Había vuelto a ahogar al vampiro en ese beso envolvente, más hambriento, jalaba de sus labios sin cuidado, lo besaba al ritmo en que movía esa mano impertinente. La otra lo acercaba de la nuca, no dejaba escapatoria.

Adam parecía recordar de a poco, la mano en su cuello que apretaba sin cuidado, generando ligeros gemidos, la otra que exploraba un ala, ese punto que había descubierto era extremadamente sensible. Mordía ahora su mejilla con fuerza, algo más intenso, pero todavía no era suficiente para empezar a llenar el vacío en sus ojos. Otra mordida en su hombro, intentaba hacerle sentir dolor, quizás, pero cuidaba de no romper esos puntos.

Necesitaba más, su mano no le dejaría en paz, se movía con fluidez, lento, poco a poco despertando el apetito ajeno. Un pequeño jadeo de placer ante la mordida en su oreja, el ritmo no le apetecía en absoluto, un poco de sangre comenzó a juntarse en las comisuras de su boca. Poco tiempo, aparentemente demasiado camino que recorrer antes de poder comenzar a llenar el estanque que se consumía a sí mismo de lo vacío que estaba.

Adam la soltó por un momento, lo suficiente como para tragar la sangre que había llenado su boca. Pocas veces recordaba haber estado así, pero sabía lo que le estaba sucediendo a su cuerpo. No importaba, necesitaba ahogar al vampiro en su veneno si pretendía alimentarse en absoluto.

La mano morena libre recorría su cuerpo, pequeños escalofríos brotaban de la piel que tocaba, seguía el ala, tocaba sus curvas. Sí, que para eso estaban, para que ahí se perdiera todo el mundo, como una polilla a la luz. Un cuerpo perfecto, absolutamente infalible, su piel absolutamente cargada de feromonas, mientras más tocara más se perdería, un ciclo infinito donde la única beneficiada era ella.

Otro ligero gemido cuando Adam apretó una de las heridas, dolor que sólo generaba placer, aunque sentía que las heridas comenzaban a empeorar a pesar de los puntos. Cualquier lugar que estuviese débil era por donde primero sufriría daño mientras estuviese vacía.

Su mano impertinente nunca se detuvo, estimulaba cada vez con más urgencia, se movía más rápido. Los ojos vacíos no se separaban de los ajenos, rebuscaba por cualquier indicio de lujuria, calculaba cuánto más necesitaría para sobrevivir ese encuentro y las cuentas no daban buen pronóstico. Pequeños jadeos y gemidos no dejaban de llenar el aire, absolutamente todo lo que la chica hacía era sólo para provocar más. La mano libre de la súcubo terminaba de liberarse del pantalón, quedando sólo la ligera capa negra que cubría su torso e intimidad.

Así, que el vampiro pudiese tocar y morder lo que quisiera, que ella no se lo iba a impedir. Cualquier cosa, absolutamente lo que quisiera con tal de poder despertar el deseo que tanto necesitaba. Los movimientos de Hitori no eran desesperados, no todavía, sólo un tinte de urgencia al sentir que lo poco que habían sanados su heridas parecía desaparecer.

Cuando el vampiro la volvió a soltar, se inclinó hacia su oreja y atajó el lóbulo entre sus dientes, jalando antes de succionarlo con fuerza. Su mano libre se posó en la nuca morena y los labios tóxicos murmuraron en el oído "Entrégate." Ese mismo tono entre gemido y ronroneo, marcado con un movimiento de su mano que simulaba una estocada profunda, era menos una orden y más una invitación, una propuesta demasiado difícil de ignorar considerando todo el placer que prometía.
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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No esperaba menos de la ajena, que con sus movimientos, con sus toques le comenzaba a provocar más y más, estaba forzando su mano claramente, entre el afrodisíaco que de ella emanaba y el deseo infinito que cargaba, le era complicado, demasiado. Parecía primerizo en esto, necesitaba aprender rápido para poder tener tan siquiera una oportunidad de darle lo que desea, que el tiempo es oro.

No había tiempo de pensar, de organizarse, de poder hacer algo, no había momento de respirar, de eso estaba consciente, había sido una decisión racional, pero el costo que iba a pagar parecía más alto cada vez. Los gemidos ajenos, si, estaba haciendo un buen trabajo, pero no era suficiente, lo sabía en base a sus memorias, necesitaba hacer más. Atacaba todos los frentes que podía, pero no con la intensidad que había deseado, en lugar de eso, él fue atacado en uno solo, en su miembro el cual era tratado cada vez más agresivo, que era el que estaba sufriendo, totalmente erecto gracias a la reacción que tenían las esporas en su cuerpo, esas invisibles que le causaban un ligero ardor en su piel.

Enorme era el deseo, ¿La caja estaba bien? Dentro de su mente, era solamente un ligero crecimiento a la pequeña apertura que tenía, ya se estaba adaptando al flujo de sensaciones, de la lujuria que salía de ahí. Aunque crecía de manera exponencial todo lo que ella hacía, parecía que se estaba adaptando lo más rápido que podía sin poner en riesgo los avances de Hitori en él. Se le había advertido y lo había aceptado, ¿Qué era lo que le había dicho su corazón? ¿Sus sentimientos? No lo sabía, siempre hablaban de una forma caótica y difícil de comprender.

Más profundo, adentrándose en el deseo carnal. El largo camino que debía de ser recorrido tenía que recorrerlo corriendo, no había otra manera de hacerlo. Cerró sus ojos para poder sentir mucho más, para sacar ese placer encerrado de su cuerpo, de poder darle lo que desea. Las miradas se cruzaron, si, ella estaba buscando esos sentimientos, esos deseos. ¿Acaso era complicado? Su cuerpo ni siquiera estaba ahogado de lascividad, pero iba en una buena dirección, junto con la ayuda ajena podía lograrlo, estaba siendo optimista claramente.

De su boca detectaba un tenue sabor a hierro, ¿Estaba haciéndose daño? Era mucho más peligroso de lo que pensaba, pero no podía retroceder ahora, la única manera era avanzar a toda velocidad. Cada segundo era valioso en esto. Con sus provocaciones no eran suficientes, por lo menos no hasta que sintió su lóbulo ser atacado por la boca ajena, esas palabras que le indicaba que hacer, una invitación entre los gemidos y ronroneos que de su boca surgían.

Era una carrera contra el tiempo, ¿Qué iba a pasar primero? ¿Qué el vampiro pudiera hacer surgir el deseo necesario? ¿O ella acabando de hacerse más daño que podría ser irreparable? Sin tiempo que perder, sin pensamientos que atacaran su mente dejó que su cuerpo se guiará por el ambiente. No hay momento para estar con dudas como esas, era momento de actuar.

Apretó con fuerza el cuello ajeno y con la otra dejó su trasero, tan sólo pasando por los pechos que ella tenía, voluptuosa la mujer que estaba sentada en sus piernas y con fuerza arrancaba las ropas oscuras, esa capa de prendas que los separaban del contacto íntimo. Dejó los pedazos a los lados, sin tener cuidado alguno, siendo guiado por sus instintos carnales, si, tenía que irse a lo más primitivo de la mente que tenía, de eso que había despreciado, ignorado, encerrado que solamente ella había presenciado una vez en donde no tenía control sobre sus sentimientos. Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Con la misma mano empujó con fuerza a la ajena para que se inclinara hacia atrás. No perdería más tiempo, iba a obligarla de ser necesario, como él lo utilizaba a él, él también lo haría, los dos siendo herramientas de cada uno en una unión simbiótica y tóxica. Su boca aterrizó en uno de los pechos de Hitori, abrió su boca para morderlo, chuparlo, jugar con su lengua ese pezón erecto que ella tenía. Estaba ocupando todo por el momento, en un desesperado intento de despertar su hambre sexual el cual parecía estar dando resultado, pero necesitaba acelerar aún más.

Sin cuidado seguía apretando a la ajena, por varios segundos mantenía ese agarre agresivo antes de soltarla para que ella pudiera respirar por un segundo… dos… o tal vez tres antes de apretar de nuevo, que con su otra mano después de despojar las ropas ajenas pasaba por su intimidad, con dedos ansiosos, con toques sin cuidado, presionaba sus dedos, los metía en su húmeda vagina, los metía y sacaba como un adolescente acelerado, tan sólo siendo guiado por sus antiguas experiencias, tratando de no ser mecánico, de que las cosas fluyeran lo más normal posible.

¿Se estaba empujando demasiado? Tal vez exageraba, posiblemente había ganado su preocupación por ella que otra cosa, que es más sus sentimientos de cuidarla y protegerla que lo empujaban a estos extremos. Deseaba sentir esa llama de nuevo en su pecho, y aunque apenas empezaba a salir humo necesitaba mucho más. Que aunque de su boca salieran gemidos provocados por el toque ajeno hacía su miembro, no era suficiente.

Para él no lo eran. Si las paredes pudieran hablar, sabrían el gran cambio que el vampiro estaba pasando, de ser un ser egoísta, egocéntrico dispuesto a conseguir todo lo que él deseaba a la fuerza, ahora era un ser que se preocupaba y haría todo lo posible para la persona que le importa… para la mortal que ha amado.
Adam ValentineAdam Valentine
Adam Valentine
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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Pocos resultados, casi nulos, a decir verdad, frente a los intentos de provocar al vampiro. Lo único que sí tuvo algún efecto fue la palabra susurrada en un oído. Otra pequeña sonrisa ante ese pedacito de información, antes que un ligero gemido escapara de sus labios. Apretaba su cuello con más fuerza, rasgaba sus ropas con más urgencia, parecía querer atender a su invitación pero simplemente no ser capaz.

El hambre de Hitori sólo se hacía más intenso cada segundo que sus feromonas escapaban de sus poros. Cada vez más terreno que reparar antes de poder llenar ese estanque, su cuerpo ya maltratado desde el encuentro anterior no tenía demasiado más que usar como combustible antes de terminar de consumirse a sí mismo por completo.

Se dejó empujar hacia atrás, poca fuerza tenía ya para poner cualquier tipo de resistencia. Tragó la sangre que emanaba dentro de su boca, su estómago estaba lleno de ella, todo en su interior comenzaba a doler, como si las paredes de todo estuviesen sufriendo cortes menores. Su cabello blanco ya no brillaba en absoluto, sólo era opaco, y sus ojos poco a poco recibían un tinte rojizo donde el daño interior comenzaba a mostrarse.

Adam buscaba sus pechos, perfecto, en ellos podía perderse para encontrar lo que estaba intentando despertar. Los esfuerzos de su mano impertinente parecían ser bastante en vano por lo que la retiró, iba a tener que empezar a conservar energías donde podía. Respondió a la boca juguetona como siempre, gemidos, su mano acarició el cabello moreno, pasaba por el cuello con uñas que rozaban su piel, su hombro, su espalda. Bajó por toda la espina dorsal, sólo tocaba, ligeramente hundía garras para despertar nervios, estimular la piel ajena.

Seguía apretando su cuello, poco a poco los dedos del vampiro empezaban a dejar marcas, más por el daño que se estaba haciendo ella misma que por la fuerza que Adam estaba usando. Cada vez menos tiempo, y no sentía absolutamente nada de lo que podría alimentarse. Su propio placer ya no importaba, eso no era lo que necesitaba en ese momento, lo único era el deseo ajeno que parecía reacio a aparecer por completo.

Difícil el trabajo que tenía, más considerando que había perdido toda la cabeza, que no era capaz de pensar con claridad, y que cada segundo lo que más reinaba era la urgencia y desesperación más que cualquier otra cosa. “Adam-” Murmuró en otro gemido, ya reaccionaba por instinto, hacía lo que tenía sentido, pero lo único que sentía ya era hambre y dolor. Sus manos recorrían el cuerpo ajeno despacio, buscando algún lugar donde su toque tuviera efecto, pero se movían más lento y cansado.

Limpió sangre de las comisuras de su boca otra vez, un hilillo que había caído por su barbilla. Una movida desesperada, absolutamente manipuladora, algo que Hitori no hubiese hecho de estar dentro de sus cabales. “Adam, te necesito ya. Por favor.” Encontró la voz y el tono que mantenía como humana, todo para obligarle a encontrar su deseo si quería cuidarla.

No era una invitación lasciva, rogaba por su vida con la voz de una mujer que no era en ese momento. Sólo usaba lo que Hitori sabía para recibir lo que necesitaba en ese momento y nada más. Sabía que le importaba más cuidar de ella que su bienestar propio, pretendía usar eso contra el vampiro sin piedad. En lo más profundo de su fuero interno rezó por que Adam entendiera que sólo intentaba manipularlo, que lo último que quería era hacerle daño o obligarle a hacer algo si no estaba listo.

No mentía, pero como un monstruo usaba todo a su disposición sin importarle el resto. Tosió, un poco de sangre se asomó por sus labios, y posó ojos de color burdeo sobre los grises, con sus manos lo acercaba, pero no se montó sobre él, esperaba la reacción ajena. Tan sólo cargó el aire más con su veneno, pequeñas gotitas de sangre se asomaban por todas sus heridas.
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Más gemidos ajenos, más movimientos provocadores. ¿Qué es lo que buscaba con las mordidas? ¿Acaso podría alcanzar el deseo sexual que ella necesitaba? No sabía ya la respuesta, estaba hundido profundamente en sus instintos. Ya no sentía la mano en su entrepierna, en cambio, ahora ella se dejaba por completo, sumisa de una manera que solamente respetaba.

Caricias, aquellas sensaciones comenzaban a surgir lentamente, si… las uñas que dejaban un camino por su cuerpo, le gustaba eso. Un escalofrío, un pequeño temblor de placer surgió de nuevo, lento era el avance. Su boca ocupada en chupar, en dejar mordidas por la piel, por los pechos ajenos, succionando con fuerza, la reacción de su cuerpo era lenta, como si estuviese cargando una pila, era un tiempo de espera bastante tortuoso, pero de pronto, algo lo llamaba, y se detuvo por completo.

Un olor y un sonido, su nombre había sido pronunciado. Aún así, hizo caso, separó su boca de los pechos ajenos, esos que estaban húmedos por su culpa. A sus palabras algo tuvo efecto, pero no solamente era la forma en la que decía, sino era algo más, era la sangre que recorría de su boca. Por dentro se encontraba asustado, esa energía se canalizó a sus instintos, algo se había quebrado, como un límite que estaba ahí, oculto. La forma primitiva de un vampiro, la búsqueda de la sangre, eso era.

Era lo único que no había tomado desde que se encontraba en ese estado. Dejó un beso en la barbilla ajena, y esos ojos grises dieron un brillo intenso, de un color que no era reconocido. Un color completamente oscuro, negro con venas rojas, como si fueran orbes de obsidiana con ríos de lava, lo que todo un vampiro al final quedaba. Una sed de sangre que había estado dormida todo este tiempo, y ahora eso le había llenado, y ese deseo traía varias otras cosas más caóticas, brutales, lujuriosas. Presionó sus labios contra los ajenos con fuerza, metiendo su lengua en la boca ajena, pasando por sus dientes, por el interior de las mejillas, por alimentarse de la sangre que ahí quedaba, por absorber el sabor que ella tenía. Era una combinación completamente peligrosa, inestable. Un afrodisíaco, un acto sexual y ahora… el hambre que de él surgía.

Se separó un poco de ella, después de ni siquiera satisfacer el hambre, pedía mucho más y ese beso no era suficiente. Claro que no. La cargó con fuerza, sus colmillos se asomaban por su boca, se dirigió a la herida del hombro y comenzó a lamer esa sangre que resbalaba. Sus manos agarraron con fuerza el trasero ajeno, sintiendo la sangre surgir de sus heridas que aún tenía ahí. Para él no importaba demasiado, no podía pensar, se había entregado completamente a esos instintos. En sus ojos no solamente se habían mostrado un hambre enorme, sino que también un deseo incontrolable que surgía de una manera sexual.

Con sus sombras se removía el pantalón, dejaba el miembro completamente afuera, al descubierto, rozando con la punta la vagina de la mujer en sus brazos y con una fuerza brutal la penetró. Sin momento de descanso, sin aviso alguno, con un silencio que solamente él podía emitir. Un calor inmenso en su cuerpo, si, eso era.

Comenzó a mover sus caderas con fuerza, agresivamente, que la preocupación y el cuidado no tenía cabida a la sed que tenía, ¿Por qué se controlaba entonces? Por el hecho de que su presa aún no tenía la suficiente sangre como para satisfacerlo, solamente por eso. Esperaba que al final de todo esto podría de nuevo tomar el control de su cuerpo.

La pegaba contra su ser, la lamía, apretaba sus nalgas, enterraba sus uñas con fuerza, no había necesidad de herirla en el momento. Pero eso no le quitó dominarla por completo. Se inclinaba más y más hacia adelante hasta acostarla sobre las mesas en un movimiento poco natural, como si fuera un ser fuera de las reglas establecidas en el mundo, con solamente apoyarse en sus rodillas, constante, como si propio peso ni el peso ajeno fueran importantes.

Ahí, él encima de ella continuaba con sus movimientos de caderas, erráticamente, deseoso, desesperado, como si no importara la experiencia que había juntado y solamente su cuerpo controlara todo lo que estaba haciendo. Ni su mente, ni sus pensamientos, ni las ideas, y aquella caja seguía sacando emociones, sentimientos y sensaciones, por lo menos quedaba intacta en todo ese fuego que estaba surgiendo, por lo menos en el momento.

Ahora era la pregunta, ¿Ella iba a aguantar? Ahora esa ausencia de deseo estaba siendo llenada y hasta derramaba el contenedor de algo mucho más peligroso, tentador, como si no hubiera comido en días. ¿Qué es lo que ella tenía? Tal vez por ser una persona, la única persona importante en su vida, su sangre era todo para él, un fuerte narcótico, afrodisíaco también y un alimento que le podía satisfacer con una sola gota. Pero la ambición del vampiro, en su forma más cruda no era algo que podía detenerse, era una fuerza imparable. Solamente esperaba que no fuera demasiado tarde para poder recuperar el control después de todo esto.
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Lento, lento, demasiado lento. Las caricias de sus manos causaban un temblor ligero, no era suficiente y se le acababa el tiempo. El llamado, sus palabras habían sido un último intento bastante desesperado de despertar lo que necesitaba para recuperarse, para saciar su hambre infinita. Eso sí había tenido el efecto que deseaba.

Había dejado sus pechos para acercarse a los labios de la súcubo, a su barbilla… Vio un cambio en esos ojos vacíos, tenían hambre y querían todo, poco importaba ese color negro que en otro momento le hubiese clavado en un ataque de pánico, había dado en el clavo. Sí, no tragó la sangre que brotaba en su boca, se la entregó al vampiro sin problema, que era suya, todo su cuerpo, podía tomar lo que quisiera de ella.

Devolvió el beso con esa misma intensidad, que ella también tenía hambre, más afrodisíacos que la rompían por dentro, ya no importaba, había abierto la llave atascada. Un ligero gemido al separarse, cuando las manos atacaron las heridas, sintió sangre nueva brotar de ellas cuando tironeó de los puntos, le dio igual, vio el deseo en los ojos negros y fue suficiente.

“Ah-” Un jadeo cuando Adam la penetró con fuerza, no perdió tiempo y empezó a robar de aquella energía, una estocada como esa sólo denotaba un deseo desenfrenado. Otra sonrisa absolutamente peligrosa mostró los pequeños colmillos que tenía, que clavó en el hombro moreno con fuerza, una mordida que ahogó un gemido intenso.

Se aferró a él con sus manos alrededor del cuello, recibía las embestidas, se cargaba contra ellas mientras con cada una absorbía el deseo, la lujuria que tanto necesitaba. Hitori se pegaba contra el vampiro, presionando sus pezones erectos contra él, que rozaran con cada movimiento, que sintiera todo, que deseara más, todo de ella. Apretaba el interior de su intimidad, hacía que cada estocada fuese más intensa.

Poco a poco la acostaba sobre la mesa, la chica hundía sus uñas en la piel ajena, tomaba de esa energía infinita con cada fibra de su ser, las heridas en su interior comenzaban a cerrarse hasta que ya no sentía dolor ni sangre dentro de su boca. Pero su hambre era insaciable, tenía que robar más, que su cuerpo seguía débil, que el estanque se mantenía vacío.

No podía moverse demasiado, apresada entre los firmes brazos, pero no era problema, más tiempo para absorber el deseo del vampiro. No cerraba sus ojos que parecían ser de un rosa claro ya, no perdía de vista la lujuria, el desenfreno de los ojos ajenos, los movimientos donde lamía los restos de sangre que tenía sobre su cuerpo.

Recibía las estocadas desesperadas, con cada una se sentía mejor, más despierta mientras el daño que se había hecho se revertía, primero por dentro hasta que poco a poco las heridas externas comenzaban a cerrarse de a poco. Oh, aquello no andaría nada bien para el hambre del vampiro. Una de las manos de Hitori se despegó del hombro ajeno para hundir una garra en su cuello, haciendo brotar de él sangre nueva, nacida de la energía que robaba. Provocaba más, que Adam todavía se estaba limitando un poco y ella necesitaba robar absolutamente todo sin tapujos ni ataduras.
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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Y fue el momento de la verdad, donde se sabría que iba a perder el moreno y ella iba a quedar muerta por su propio poder, o él iba a lograrlo y entregarle el deseo. En ese objetivo a corto plazo de este encuentro, pudo salir victorioso, una victoria la cual no podía ni festejar por estar ahogado en sus instintos y en su hambre. movía sus caderas con fuerza, el sonido de las penetraciones llenaban la habitación junto con los gemidos ajenos. Fuertes, sin pensamiento, sin algún ritmo.

Sentía su energía absorbida por ella, como se recuperaba, esa sonrisa, ese brillo en los cabellos ajenos que anteriormente se habían perdido. Si, todo eso estaba ahí, todo iba regresando a la forma en la que deseaba. Pero ahora venía la pregunta, ¿Los dos se podrían recuperar de este encuentro? Uno dirigido por sus instintos más primitivos y lujuriosos, y la otra quien no se preocupaba más que solamente su propio bienestar, agarrando la pila interminable que era el vampiro. Pero parecía ser más de lo que esperaba, parecía que esa pila se había vuelto más activa que otras ocasiones, que aquel deseo era mucho mayor. Que no deseaba más que alimentarse, que dominarla, que penetrarla hasta que se cansara y… pensando en lo que era, eso no podría terminar bien, en absoluto. Que ni siquiera la fuerza con la que era mordido le importó, ni siquiera era molestia, en su visión era todo en blanco, negro, una escala de grises, y el color completamente rojo de la ajena la cual se hacía cada vez más brillante, la sangre que de ella fluía era deliciosa, adictiva.

Agarró el trasero con fuerza, sintiendo como las heridas se cerraban, pero ahí estaban sus dedos, clavados con fuerza mientras que la penetraba con su miembro, una y otra embestida más que provocaba las mesas moverse, hacer ese chillido de las patas de los muebles moverse por el suelo, dejando marcas por la fuerza en la que se movía. ¿Qué podía hacer él con el cuerpo de una mortal? bastantes cosas de hecho. Ahí, con ella acostada, sus manos estaban libres para hacer lo que sea, y estaba dispuesto a ocuparlas.

Su nariz detectó el aroma de sangre, la sangre que de ella surgía en su cuello. Sus ojos se clavaron en ella, en la piel, y sin perder un segundo enterró sus colmillos en la tez blanca de la mujer, tomando de la sangre, si se estaba recuperando, que lo haga más rápido, porque la sed del vampiro era demasiado como para poder controlarla. Que una de sus manos agarró su cinturón que ella había dejado a un lado, con la otra mano, con fuerza, sin cuidado agarró las muñecas ajenas, pegando estas por encima de la cabeza de la súcubo, estaba dominando, con fuerza, sin dejarle respiro. sin ver amarró las manos ajenas, ya no iba a dejar que se separaran, no por el momento, no por el largo de este encuentro, o por lo menos por el tiempo en que se encontraba hambriento.

Una bestia había surgido en base a sus instintos junto con la lujuria que tenía, y todo eso era intrusivo en su biblioteca interior, proteger la caja a como dé lugar mientras que de esta surgían los sentimientos que más necesitaba de momento. Si, sabía el riesgo de ser dominado por lo primitivo, pero no iba a dejar que gane tan sencillo dentro de su ser, solamente era algo provisional. Abrazó el objeto, esa caja de pandora mientras observaba como alrededor comenzaba a llenarse de un líquido oscuro, indescriptible para los términos mortales, como si tuviera vida propia. Observó a un lado, después al otro y solamente recorría las zonas que no habían sido invadidas, esperando que no fuera demasiado tarde para tomar control de su cuerpo de nuevo.

Dientes enterrados en la piel ajena, con sus manos ya haciendo la tarea con las manos de la chica, ahora pasaban por el cuerpo ajeno, por de nuevo sus curvas, y de ahí se separaron, con una mano apretó el pezón con fuerza, sin piedad contra ella, mientras que la otra se metía entre el trasero ajeno, enterrando dos de sus dedos en el trasero de la chica, abriéndose paso, haciendo que aceptara su toque, la iba a obligar con todos los sentidos de la palabra.

Sin límites, sin nada que lo detuviera, ni siquiera su propia consciencia, la penetraba de todas las formas posibles, ¿Iba a cambiar de posición? Claro que si, tal vez hasta utilizar alguno de sus poderes para hacer toda clase de escenarios perversos que solamente su cuerpo sabía, que en su mente, en sus recuerdos había experimentado una vez, y ahora lo iba a hacer de nuevo, con ella en brazos, como si fuera su presa, solamente para él.
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No había nada ya, ni las paredes de esa sala, ni el mundo fuera de ellas, ni los sentimientos que hace algunos minutos le aquejaban, ni la fachada de esperanza ni el edificio en ruinas, el monstruo de angustia había desaparecido, nada, Hitori estaba completamente vacía.

Lo único que quedaba era un hueco enorme que necesitaba llenar, un hambre de deseo, de placer, de lujuria y fantasías, y absolutamente nada más podría saciarla. Sus ojos habían vuelto a ser blancos, la intensidad era exquisita, embriagaba como probablemente sus feromonas lo hacían.

Ya había probado la energía del vampiro en otro momento, nunca conoció algo parecido, hasta ese entonces se había estado llenando de algo vacío, lo que robaba de Adam era grueso, espeso mientras lo consumía. Una ambrosia incomparable. No lo pensó en ese momento, pero nadie más sería capaz de saciarla de ahora en adelante.

Sintió más, la intensidad no había llegado a su máximo, seguía en aumento, había más deseo de parte del vampiro, quería más de ella. Eso estaba bien, perfecto, de hecho, Hitori había entregado su cuerpo por completo ya, Adam tenía el permiso, el derecho de hacer lo que quisiera con ella.

Hitori gemía sin regular el volumen, el resto del mundo no importaba, llenaba el aire de sus feromonas, de los sonidos de placer que escapaban de sus labios de manera ininterrumpida. Todo era para él, para alimentar la lujuria y sus fantasías, una entrega egoísta en ese sentido, que mientras más daba más recibiría de él, la intensidad era todo en ese momento.  

Los dedos se clavaban en sus nalgas, reabriendo las heridas que había sanado, no importaba, Hitori las volvía a cerrar con una sonrisa traviesa. Provocaba, como cuando perforó su cuello, más, lo empujaba hacia la locura de a poco, no había máscara que levantar, sólo un monstruo al que alimentar.  

“Mmh~” Otro gemido, el vampiro había atendido a su sangre, tomaba más mientras la súcubo se aprovechaba, robaba más de Adam, cada pedazo de su piel que estaba en contacto con él absorbía de la energía errática, hambrienta que despedía. Y no había fondo ni final, podía tomar todo lo que quería, que no le hacía ni cosquillas a su compañero. Con descontrol bebía de ella, por primera vez, Hitori reponía la sangre que se drenaba de su cuerpo entre gemidos, entre estocadas que generaban tiritones de placer en ella.

Tomaba sus manos con fuerza, estaba bien, no las necesitaba en absoluto, salvar el cinturón había servido de algo. Hitori respondió rodeando la cadera del vampiro con sus piernas, le traía más cerca, seguía contra las embestidas para que arribaran con más fuerza. Más placer, sí, pero cada vez que volvía a penetrarla robaba más energía, usaba la mayoría para reponerse, que Adam no tenía preocupación ya por ella, y el resto para llenar el ambiente de su veneno, no lo soltaría de su influencia.

Impertinentes eran las manos de su compañero, como habían sido las suyas, no importaba. No existían límites, no había necesidad de pedir permiso, en ese instante absolutamente todo estaba permitido excepto detenerse. Los gemidos de la súcubo subían de intensidad, el dolor en su cuello sólo agregaba al placer que sentía.

Había logrado su cometido, desatado una bestia insaciable, y luego se había entregado a sus garras. Todo como había querido, sin importarle las repercusiones, que lo único que reinaba era el hambre y el único que podía saciarlo era él. ¿Vuelta atrás? No importaba en ese momento donde Hitori se encontraba completamente a su merced, donde sentía más fantasías, que Adam no había terminado con ella, todavía tenía más, y ella lo tomaría absolutamente todo.
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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Gemidos, jadeos que llenaban la sala, el choque de pieles por los movimientos, ella estaba completamente dominada por el hambre del vampiro, por las ganas de devorarla, de absorber más sangre, que sus dientes, sus filosos y precisos colmillos penetrando la carne ajena. Sangre que tomaba con fuerza, solamente era eso al final y en cuentas.

¿Qué era lo que podía hacer con ella? En el momento absolutamente todo, no había reglas las cuales lo limitaran a algo. No había poder en el momento más que su propia voluntad para hacerlo, pero al final del día, no lo iba a hacer. Era una herramienta interminable de sangre, un ser del cual se podría alimentar sin descanso alguno. No la iba a romper, ni tampoco dañar de tal manera en que ella se olvidara tomar de su energía, del deseo que desbordaba en el momento. Solamente de ella podía saciarse, nada más de ella y de nadie más.

Con fuerza sus caderas se movían, apenas y pudo sentir como ella al final lo aceptaba, como rodeaba las piernas de la mujer por sus caderas. Sus manos trabajaban sin descanso alguno, sin tapujos, sin alguna limitante. Penetraba más con sus dedos el trasero ajeno, con el otro enterraba hasta sus garras en el pecho ajeno, dejando marcas que pronto se iban a regenerar. Cada vez más salvaje, cada vez menos considerado por el bienestar ajeno.

en su interior se notaba como fluía todo sin piedad, que en su fuero interno se llenaba de una sed insaciable. Por lo menos ella se estaba recuperando, ya la sangre no era un problema, ya tampoco las heridas que ella tenía. ¿Iba a caer en la locura? Por supuesto que no, era un vampiro, un ser el cual no iba a dejar que se ahogara dentro de lo salvaje. Con un pequeño suspiro observó su caja que cargaba entre sus manos, pasó sus dedos por esa herida, por esa apertura. Todo estaba fluyendo según lo planeado, por ahora, ¿Cuánto tiempo más? El necesario, solamente lo necesario. Hasta que sintiera satisfecho, o hasta que decidiera que ya era un punto de quiebre y que no iba a tolerar más las acciones que tenía su lado más primitivo y carnal.

Separó sus labios del cuello ajeno, lamiendo esas heridas que le había dejado, aún sin poder estar lo suficientemente lleno, se metió más a ese acto sadista que estaba teniendo. Como actor se ponía una máscara… no, más allá de eso, como una forma de vida que no le era permitido, como si en su subconsciente se hubiera puesto esos límites después de probarlos. No le eran de su agrado, preferiría algo más tierno y controlado, pero no era eso lo que había decidido. Con un enfoque completo a la recuperación ajena, le estaba dando el deseo que ella deseaba y mucho más, se entregaba, daba todo lo que podía dar sea como fuese.

Jadeaba con fuerza, gemía, no podía pronunciar una palabra más, un sonido más que no fuera uno lleno de placer. Sus labios recorrieron la mejilla ajena, esa oreja con la cual mordía y jugaba, jalaba el pómulo con fuerza, pero después de unos momentos supo dónde atacar. Sus ojos se posaron en el ala que de ella surgía, de esa en su cabeza. Relamió los labios con suavidad antes de acercar su rostro a esa pieza del ser ajeno, peligrosamente mientras que sus caderas podrían encontrar un ritmo fuerte y rápido, intenso.

lamidas en esa ala, una mordida pequeña, otra más grande en la piel, unos pocos chupetones, si, deseaba completamente todo de ella, a tal punto en que no podía saber qué era lo que iba a doler o no, simplemente lo hacía y ya. sus dientes se enterraban cada vez con más fuerza, pero aún no penetraban en la fina capa de piel, no, era diferente, la iba a atacar con una intensidad sin igual. Por un momento sus colmillos se mostraron, por un momento comenzaron a rozar esa capa de piel en la ajena, por un momento rozó sus afilados colmillos por estos antes de detenerse, no… aún no era el tiempo de hacer eso, aún no era el tiempo de escuchar quejidos que eran puro dolor para ella. no, aún no.

Un nuevo toque, un nuevo beso, y se movió, girando con todo y la ajena para que ella se quedara arriba de ella, para que fuera montado una vez más -Muévete- le susurró, más como una orden de un ser que no se parecía nada a Adam, que buscaba lo mismo que la ajena, que era un deseo completamente maligno, oscuro.

Sentía cerca de acabar, pero deseaba que los movimientos ajenos le provocaran terminar con este tercer acto, ¿O era el primero? Dependiendo de cuánta hambre tendría, por el momento su rostro se enterraba entre los pechos ajenos, dejando pequeñas mordidas, lamidas, chupando con fuerza para dejar alguna marca morada. Deseoso, sediento, ambicioso… avaricioso.
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Ya había desatado a la bestia, no necesitaba pensar ni planear nada, solo robar absolutamente todo lo que podía. Hitori ya no sentía la urgencia de tener que alimentarse, que la energía estaba ahí para ella, no había peligro de morir o perder la consciencia, donde en un momento su propio placer había pasado a segundo plano, ahora podía darse el permiso de volver a él.

La súcubo había heredado todo lo peor de la forma humana. Si habían dudas acerca del masoquismo de Hitori, en su forma demoníaca no había donde perderse. Absolutamente ningún límite, que el dolor que sentía en su cuello sólo la estimulaba más. Que las embestidas brutales que recibía con golpes secos pegaran con fuerza, gemía con más fuerza. Sentía que su vida no le pertenecía ya, a manos del vampiro desatado, y permitió que el placer que eso le generaba recorriera su cuerpo.

Las manos ajenas no le daban tregua, heridas que cerraba instantáneamente, dedos que generaban pinchazos de placer por su interior, Hitori se retorcía bajo el vampiro mientras sus gemidos subían en intensidad al perderse en sensaciones. Apretaba las caderas ajenas contra ella con fuerza, clavando los tacones de sus botas en la piel morena, acercándole violentamente con cada embestida. Tomaba el cinturón entre sus manos y lo apretaba, hundiéndolo más contra sus muñecas. Sintió calor intenso en su interior que se esparcía en un orgasmo que la hizo clavar sus dientes en el hombro ajeno con fuerza, pero no se detuvo, su hambre no estaba saciada.

Adam se separó de su cuello y ella cerró la herida, si quería más tendría que volver a clavar sus colmillos. Los labios ajenos buscaban más, un lugar donde jugar, y todo su cuerpo era un parque de diversiones abierto sólo para él. Lo sintió subir, morder su oreja, luego su pómulo, pequeños gemidos de placer mientras Hitori cerraba sus ojos, acercaba ligeramente su cabeza al vampiro, concentrándose en robar toda la energía que podía para rellenar ese estanque absolutamente vacío.

En su cerebro no existía nada más, todo había desaparecido, por lo que cuando Adam se acercó al ala en su cabeza no hubo recuerdo de lo que había sucedido la vez anterior. Sólo placer puro al sentir el aliento rozar contra esa piel sensible, jadeos ante el contacto de dientes, de la lengua que pasaba, que chupaba con ánimos de estimular. “¡Ah!” No le daba tregua, la sensación era demasiado intensa, enterraba sus propias garras en la piel de sus manos, el dolor de las mordidas se mezclaba en placer, no había separación entre ambos ya, se retorció en la ola de otro clímax antes de ser movida por completo.

Todo el mundo dio vueltas, de pronto se encontró encima del vampiro, tardó algunos momentos en recuperar el control de su cuerpo dominado sólo por tiritones de placer. Tan sólo reaccionó ante la palabra, esclareciendo la nube mental. Un tono que no reconocía, extendía su poder para tomar de un deseo que cambiaba de color a algo más oscuro, nada importaba, su cabello y ojos poco a poco recibían un poco de ese color verde que había perdido.

Acató la orden, la cabeza no le daba para nada más, ya no existían palabras, la capacidad de hablar se había escondido después de la sobre estimulación de su ala, se movía casi por instinto, todo se sentía más, demasiado intenso. El hambre guiaba todo, siguiendo cada estímulo, buscando alimentar el deseo y la avaricia ajena con cada movimiento, cada gemido que escapaba de sus labios.

Atajó sus manos amarradas en la nuca del vampiro, se estabilizaba con ellas, llenaba el aire de esas feromonas, que escaparan de los pechos donde Adam se había perdido. Se impulsaba hacia arriba con sus piernas y alas antes de dejarse caer con fuerza y un movimiento violento de sus caderas, hacia adelante, hacia un lado, hacia atrás, que ninguna estocada era igual, nada se repetía, imposible acostumbrarse al ritmo errático. Apretaba los músculos en su interior para estimular más el miembro ajeno, acercando a Adam contra su piel con sus manos, ningún pedazo de ella era malgastado en el acto de generar la mayor cantidad de placer posible a su compañero mientras lo drenaba de toda la energía que podía.
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Sin objetar, como a él le gustaba en el momento, que ella siguiera sus órdenes de esa manera, sentía que aquel ritmo caótico era algo mucho más, como una orquesta de diferentes acciones que no tenían un guía. Relamió sus labios, ahí entre los pechos ajenos, respirando profundamente, tragando todo lo que ella dejaba salir, todas esas feromonas que no volvían completamente loco, que salía lo que no debía de ser mostrado. Que todo eso era mucho más de lo que podía aguantar, de lo que su cordura podía soportar. Más…

… Más…

Deseaba mucho más, sentir todo lo que ella tenía, lamerlo, morderlo, devorarlo, lo hacía con su boca, jalando la piel ajena con fuerza, chupando sus pezones, dejando pequeñas mordidas con sus colmillos en esos pechos, en la piel, sabía que no le iba a dejar marca, o por lo menos no iba a durar por bastante tiempo, no le importaba… poco le importaba en el momento, que hundirse en la lujuria era su deber, era todo lo que estaba en el momento, dentro de la cabeza del vampiro, jadeos, gemidos. Chupo con fuerza, presionaba su rostro entre los pechos ajenos, sus manos se movían hasta las caderas ajenas, enterrando sus dedos en su piel. Le encantaba ser maltratado, como las garras ajenas dejaban marcas en su piel, en esa tez morena que él tenía. Deseaba mucho más por culpa de su ambición y el deseo de la carne que ahí estaba, en su poder completamente.

Que en su interior comenzó a ver aquella forma grotesca formarse en su interior, que se comenzaba a demostrar en su interior, en su fuero interno. Sí, ya lo podía sentir, su cuerpo tembló por ello, que se esforzaba por mantenerlo dentro, que nada más fuera eso, un pensamiento que estaba en la parte trasera de su cabeza, que estaba rascando su cerebro con fuerza, que no podía simplemente deshacerse de él cuanto quisiera.

Una forma completamente fuera de este mundo, que era mucho más allá de lo que podían ocultar las estrellas, que eran creadas por las pesadillas de los más enfermos mentales, de los que agarraban la locura y les dejaba dominar, y hasta eso, esto era mucho peor. Respiró profundamente en su biblioteca, observando todo lo que estaba pasando, como todo se desmoronaba, que todo iba a ir a la mierda si no hacía algo al respecto, que su forma iba a cambiar y que iba a hacerle mal a la mujer que le importaba con todo su ser.

Y a todo esto, negó con la cabeza, ya debía de parar con esto antes de que fuera más allá. Con una fuerte mordida en la piel ajena, ahí, a uno de sus pechos que hasta saboreó el hierro de la sangre que salía pretendía calmarse. Que en su fuero interno no iba a soportar más de esos instintos que eran solamente llevados por el deseo, ¿Era demasiado tarde? No, claro que no, que con su fuerza de voluntad impulsada por la preocupación que tenía por la ajena, que no iba a dejar que esos brazos destruyeran más y presionaran contra las paredes y el techo, que desarmaron y crearon caos en su biblioteca, que agarrara la caja que tanto protegía. Era el límite, era algo que se tenía que hacer, porque si no lo hacía no podía pensar en las cosas que iban a suceder. En como no podía volver a recuperarla si no tomaba acción alguna.

Que las sombras que estaban a espaldas de la mujer, aquellas que demostraban una forma fuera del reino mortal se calmaron, por un momento, solamente por un momento creyó que realmente perdía el control, que el flujo de la sed que tenía junto con el afrodisíaco que ella soltaba era una combinación mortal. Pero los jadeos regresaron, cansados, y con sus manos agarró con fuerza las caderas ajenas para que bajara con fuerza. Tragó saliva, sintiendo que la última gota del vaso lascivo cayó, y con un gemido ahogado por la mordida que le daba a ella se corría con fuerza.

Sudaba mucho más de lo que era esperado, que sus ojos cerrados estaban en la oscuridad, que respiraba profundamente, tragando con saliva, y por fin separó sus dientes de ella y su rostro se había separado de su pecho. Como nuevo, nada había pasado, nada se había revelado por el momento. Respiró profundamente y lentamente sus ojos regresaban a la normalidad. Dentro de su librería movía sus manos, se esforzaba para poder empujar todo ese deseo, de moldearlo y controlarlo como si estuviera controlando una tormenta sin límite, que no contenía por completo, de que esa bestia, esa monstruosidad regresara a su reposo para nunca más despertar. Se esforzaba mucho más mentalmente y solamente, con un movimiento marcado, fuerte encerró todo eso a donde iba, todo al abismo, que con fuerza nadó hasta la superficie lo más rápido que pudiera.

Sus ojos se comenzaban a aclarar, de nuevo grises, vacíos, pero con una mirada que iba más allá que eso, como si fuera una pelea que casi no ganaba. La abrazó con fuerza, presionando la espalda ajena con sus uñas, rasgando su piel, tratando de poder controlarse, de regresar a la realidad de la que pertenecía. Tragó un poco de saliva, poniendo su rostro en aquel espacio del cuello. No había manera de describirlo, solamente era la fatiga que había tomado por detenerse. Dejó una mordida en su cuello, sin enterrar sus colmillos que estaban ocultos, que solamente la apegaba a él con fuerza. Solamente ahí, por un momento, para recuperar sus fuerzas.
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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Sólo más deseo, era lo único que salía de Adam, de los dedos que enterraba en sus caderas, con las mordidas que dejaba en sus pechos. Sólo el sonido de su cuerpo chocando con el moreno, los jadeos de su compañero y sus dulces gemidos llenaban la sala. Más feromonas, el aire alrededor de ambos estaba viciado con ellas, pesado y espeso.

Hitori robaba sin tapujos ni piedad, recibía todo lo que podía, su hambre era insaciable y la energía del vampiro infinita. Lo único que la limitaba era la cantidad de tiempo que podía absorber energía vital ajena, y no quedaba demasiado.

La súcubo no daba tregua con sus movimientos, no existía un respiro de descanso, nada para bajar la intensidad, sólo iba en crescendo. El vampiro temblaba debajo de ella, lo apegó contra su piel con más fuerza, clavando garras sobre la espalda ajena. Algo extraño recibió de la esencia que absorbía, algo se mezclaba con el deseo y el hambre del vampiro.

No pudo entenderlo antes de que Adam mordiera su pecho con fuerza. Otro gemido en respuesta al maltrato, sintió una bajada importante en la intensidad de la energía que robaba por un momento antes de caer con fuerza sobre el miembro ajeno. Sintió el calor inconfundible de líquidos ajenos en su interior, un último gemido.

Todo el deseo del vampiro se difuminaba en el aire, toda esa energía que le faltaba por absorber desaparecía bajo ella demasiado rápido como para hacer algo al respecto. Aunque su cabello ya se veía de un color verde pastel no estaba saciada en absoluto.

Era el miedo que había tenido, la razón de por qué no quería tomar su forma de raza en el estado en que estaba. Si sólo tenía hambre, sí sólo quería sexo, todo era más fácil. Nada más existía, ni el dolor que sentía, ni su culpa, ni el pánico, ni sus pesadillas… Sólo hambre. No había podido evitarlo, Hitori se había escondido en algún lugar de su mente y soltado las riendas instantáneamente.

Había querido desaparecer la noche anterior, una enorme parte de ella deseó simplemente dejar a Adam en el parque y aventarse a la cancha infinitamente. No sabía cómo soportarse a sí misma cuando lo último que le gustaba de ella había sido destruido. Sólo se mantuvo por él, para salvarlo de lo que había hecho, porque realmente le importaba, a pesar de que no quería saber ni admitirlo.

Y ahora… Ahora nada de eso existía. Sólo hambre y la necesidad de saciarse, el placer de robar energía vital, todo era simple y primitivo. Se había perdido, como creía, ni siquiera había logrado dar una pelea. Ninguna razón para volver ya, no era necesitada y ella no quería siquiera hacer el esfuerzo. Ojos de color verde agua igual de vacíos, hambrientos e intensos.

La híbrida suspiró pesadamente en un gesto de exasperación, liberando sus manos del cinturón cuando el vampiro se separó un poco de ella. La monstruosidad de los ojos desaparecía, Adam la abrazaba con fuerza, no deseo. Sintió un fastidio enorme, soltó más feromonas, no tenía tiempo para abrazos vacíos. No podía pensar racionalmente y darse cuenta de que algo había sucedido, que el vampiro no deseaba seguir. Sólo tenía hambre.

Volvió a mover sus caderas, lento, en un nuevo intento de despertar el apetito sexual que se desaparecía en el aire. Sus manos viajaron desde la nuca a los hombros de Adam, recorriendo ligeramente con sus garras, dejando pequeños caminitos rojizos antes de tomar su cabeza entre sus manos y volver a ahogarle en un beso tóxico e intenso. Simplemente no podía hacer ninguna otra cosa más que seguir buscando maneras de saciar su hambre, era lo único que existía en el mundo para ella.
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Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]Re: Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18]
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¿Por qué se tuvo que arriesgar tanto? Que por esta mortal podía hacer hasta lo imposible, solamente por ello. Que con un solo suspiro dejaba pequeños besos en sus pechos, en la piel la cual amaba acariciar. Con ojos cerrados, con un abrazo que no llevaba ya deseo, que sus besos eran más tiernos que otra cosa, sus labios presionando en la piel ajena, aquella que comenzaba a tener un toque salado por el sudor que desprendía.

No podía meter todo por completo, limitarlo, regresarlo al abismo en donde provenía, no, siempre había residuo, ¿Era suficiente? No lo sabría, pero el sentimiento seguía escapando de la caja que mantenía en un brazo, aunque al parecer ya no era fuerte el flujo, ahora era un río calmado, suave, un poco lento, tranquilo. Inhaló profundamente mientras que sus dedos marcaban caminos en la piel ajena. Estaba un poco cansado mentalmente.

Había sido una dura batalla. Aquella parte primitiva, sin pensamiento, que solamente era en búsqueda del deseo, de la sangre. Recordó algo en ese momento, él no era hambre, no era mortal… Él era muerte. Si no se controlaba el hambre llegaba, la bestia en su interior recorría su estómago, su garganta, y tomaba lo que quisiera sin importar el peligro que podría poner a los demás. Relamió sus labios, tragó un poco de saliva. Se maldijo a sí mismo, era un hermoso poder que controlaba pero… ¿Era el pago de su avaricia? Al principio no le importaba, no había alguien dentro de sus sentimientos, ni su madre ni sus hermanos… pero la mujer en sus brazos, con ella todo su mundo había girado en ciento ochenta grados. Ahora pensaba más, ahora era más cuidadoso, más considerado.

Escuchó la frustración de la ajena, ya lo sabía, y estaba ahora hundido en un mar de feromonas, en nubes y nubes que agarraban lo poco que tenía de deseo y lo atraían mucho más. Aún ella tenía hambre, al igual que él. Pero la diferencia es que él sabía cuándo detenerse, poner un límite, recuperarse de lo inevitable.

-Hitori- susurró su nombre, sintiendo los caminos ser marcados, rojos que de ahí la sangre brotaba y antes de decir otra cosa sus labios fueron tomados por la ajena, que se hundía en esta sensación extraña, tóxica, intensa, que le provocaba, que su miembro estaba erecto mientras que las caderas ajenas se movían. Cerró sus ojos, planeando en hundirse de nuevo a ese abismo, ¿Estaba preparado? Tomar el riesgo, aún mayor sabiendo que esa bestia se estaba mostrando, asomando por las tinieblas de su mente.

Su cuerpo correspondía, pasaba sus dedos por la espalda, apretaron las nalgas ajenas, enterrando sus falanges en su piel, ya no intensas como antes. Como si hubiese reiniciado el proceso él estaba ahí, para ella, de nuevo recobrando el deseo que había quedado, juntándolo y extendiendo, expandiendo cada borde que podía, que generaba más deseo pero no con la misma velocidad, era más lento, más preciso. Decidió no saltar a ese lugar primitivo de nuevo, por lo menos hasta que pudiera recuperar parte de su fuerza de voluntad, en ese momento estaría preparado para controlar lo que se avecinaba en su cabeza.

-Hitori… vuelve… - jadeaba cerca de sus labios, observando, quería a su mujer de su regreso, que aunque esta fuera una parte de ella, sabía que era solamente la representación del deseo carnal y el hambre sexual, que esta forma no tenía tapujos pero tampoco sentimientos. Sus ojos se posaron en los ajenos, pidiendo que ella regresara, aquella faceta de la mujer que había estado con él en esos duros momentos donde sus sentimientos fueron derribados y destruidos, donde tuvo que contenerlos para que no hubiera caos alguno. Debería de estar ahí, en alguna parte.

Sus manos las llevó a las mejillas ajenas, acariciando con suavidad mientras que sus ojos posaban en los orbes blancos y pegaba su frente con la ajena, no la iba a dejar separarse de él -Hitori… regresa a mi- pidió, de sus ojos opacos se mostraba su sentimiento, un sentimiento de cariño, amor, que acariciaba las mejillas ajenas -Se que… te has alimentado lo suficiente… es hora de descansar y de que la regreses- susurró cerca de los labios ajenos, ahora dirigiéndose al demonio que tenía entre manos, aquel ser creado por los deseos más oscuros de la ajena. Pedía que Hitori regresara, sabía que estaba ahí, escondida en su mente… solamente era cuestión de recuperarla.
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Más y más frustración cuando recibía besos tiernos y caricias cuidadosas, el deseo desaparecía, ya no tenía nada que robar. Acalló los labios que llamaban el nombre de la mujer que estaba escondida, que no quería salir, que ya no estaba al mando. Su esfuerzo por re encender esa llama pareció dar resultado en un comienzo.

El cuerpo ajeno respondía de a poco, el abrazo se aflojaba para llevar manos morenas a sus nalgas. Una pequeña sonrisa, parecía que el deseo del vampiro volvía de a poco, sus caderas se movían lentamente, tentaban más que otra cosa, como si estuviese soplando vida sobre brasas calientes.

Pero no era mucho, como si de pronto la mayoría hubiese simplemente desaparecido. ¿En realidad había drenado lo suficiente como para que sucediera aquello? No, había tocado esa energía y sabía que sin importar que, nunca sería capaz de robarla por completo. ¿Entonces qué? No sabía y su cabeza no estaba hecha para pensar en ese momento.

Lo liberó de ese beso, permitiendo que respirara un poco. El tono, las palabras hicieron ruido en su cabeza. ¿Volver? No le hablaba a ella. Dejó de moverse, frunciendo el ceño como una niña malcriada. Adam tenía más que entregar, pero no quería hacerlo ya, se negaba a sus avances. Las manos se posaron en sus mejillas, cariñosas.

No había nada de lo que ella quería en esa mirada ya, no quedaba una pizca de lujuria, no sentía más deseo que uno forzado, pero las fantasías del vampiro ya no tenían que ver con sexo. Resopló nuevamente, el hambre no desaparecía, pero se daba cuenta de que sus esfuerzos serían en vano. Aunque a la súcubo los ojos no le decían nada, despertaron algo en la Hitori que se escondía.

Si Adam la llamaba, era porque la necesitaba ¿Cierto? Una ola de absolutamente todos los sentimientos que podrían existir pasó por la cabeza confundida, lento, tan sólo recordándole que existían dentro de ella. Aunque lo que más quería en ese momento era volver a perderse, dejar de sentir, no tener que volver a pensar, simplemente no podía, no al escuchar el tono del vampiro, no al saber que la quería de vuelta.

Estaba cansada de sentir, de sus emociones, sus miedos, su culpa, las pesadillas, sólo quería cerrar los ojos y que el hambre la guiara, que su cuerpo fuera lo único que sintiera y que su cerebro se quedara vacío. Pero en algún momento, sin darse cuenta ni pedirse permiso a sí misma, se había entregado al vampiro que la llamaba, que ponía un límite a su descontrol.

Ahora volvía a hablarle a ella quien controlaba el cuerpo, pero su mente de a poco volvía a la normalidad, rindiéndose ante la voz que podía traerla de vuelta. “Nunca… Es suficiente.” Murmuró contra los labios ajenos, volvió a envolverlo en un beso que perdía intensidad, un ligero movimiento de sus caderas para marcar lo que había dicho.

Esta vez Hitori se separó después de un par de segundos, sus ojos volvían a tener algo de profundidad. Dejó de cargar el aire con su veneno, perdía fuerzas, ya no tenía sentido seguir presionando cuando sabía que no podría saciar su hambre. Y no le gustaba para nada el cariño que recibía de esos ojos.

Ya quería rendirse, lo hubiese hecho bajo cualquier otra circunstancia, pero simplemente tenía demasiado miedo. “No quiero volver.” Crujió en una voz distinta, más parecida a la humana que a la que goteaba de seducción y gemidos subliminales. Inhaló en algo parecido a un sollozo y se detuvo. Ya, que ella no existía para eso, no de noche, aquella forma demoníaca no pensaba lidiar con la maraña de sentimientos que volvían a su cabeza. -Estás sola, chica, buena suerte.- Se hablaba a sí misma, no era nada nuevo.

Volvió a su forma humana en un cambio bastante lento, como si su forma de raza la estuviese abandonando de a poco en vez de apoderándose del cuerpo. De vuelta en su cuerpo escuálido y frágil, sollozó pesadamente, todo estaba de vuelta. Realmente creyó no poder volver, no lo hubiese hecho en ninguna otra instancia.

Hitori agachó la cabeza y restregó sus ojos con el dorso de sus manos. Todo eso había sido arriesgado, demasiado peligroso, incluso ella lo sabía, había intentado detenerlo. Levantó su mirada, miedo, rabia en sus ojos, y le propinó una cachetada bastante débil. “Bruto.” Le gruñó entre sollozos. Si hasta ella había podido entender lo cerca que había estado de perderlo todo, si ella le había dicho que no quería tomar esa forma, que iba a perder el control, él debería haber escuchado.

“Bruto.” Repitió, cargando su tono en la palabra, su ceño fruncido y clavado en los ojos… Ojos… Un destello de los ojos negros pasó frente a sus ojos, sollozó con más fuerza. ¿Qué había pasado? Negó con la cabeza y la dejó caer sobre el hombro de Adam, ya no sabía ni por qué lloraba, antes de transformarse había tenido por lo menos un poco de control, algo de ligera organización, pero ahora había vuelto a perder el orden.

Hitori cerró sus ojos y apoyó su mejilla contra el hombro del vampiro, lloraba un poco. Si hubiese sido otra persona, podría haberle dicho algo como “Nunca más ¿Escuchaste?” o “Si te digo que no, es enserio.” Pero con Adam no existían reglas, que desde la noche anterior había entregado pedazo por pedazo de lo que le quedaba, ya no sabía poner límites, parecía no haber alguno, y el vampiro probablemente los cruzaría aunque los delimitara. Con él ya no sabía quién era ni qué le quedaba, no en ese momento.

Tan sólo recargó su cuerpo contra el moreno, intentando volver a tomar control de su propia cabeza. Había muchísimo miedo, más que antes, esos ojos, tanto los negros como los que le habían mirado con tanto cariño, por razones distintas, la hacían temblar ligeramente. Estaba todavía afectada por el cambio brusco, se sentía más o menos vacía, poco a poco volvía, lloraba con más fuerza, más sentimiento detrás.

No se movió casi en absoluto además de los sollozos y ligeros temblores de miedo. Normalmente no permitía que nadie se quedara dentro de ella después del sexo, rompía esa atmósfera lo más rápido posible. Pero todo con el vampiro iba en contra de sus reglas. Ahí se quedó, recibiendo de vuelta sus emociones de a poco, escondiendo sus manos entre sus pechos, al miembro del vampiro dentro de ella como si de un refugio se trarase. Simplemente esperando a que Adam le dijera o mostrara qué más quería de ella ahora que la había traído de vuelta.
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No sabía si había resultado sus palabras, que aunque ella se detenía en sus movimientos, con ese ceño fruncido que era similar a la que ponía una infante, dudo por unos momentos. El vampiro no quería entregar más del deseo que ella necesitaba, consideraba que era suficiente con todo lo que le había entregado, que era un peligro latente que no quiso jugar más con ello. No en el momento, lo evitaría si podía, que la bestia se quede dentro, dormida por más tiempo.

Correspondió al beso, con gusto, ya no sentía el peso en sus hombros, en su cuerpo por el afrodisíaco que ella soltaba. Que aún por aquel movimiento de caderas que ella hizo solamente fue una pequeña advertencia, o más bien, un aviso, un hecho de la realidad de su forma de raza. Dejó salir un pequeño suspiro cuando se separaron, sus manos acariciando las mejillas ajenas, observando los ojos ajenos con una pequeña sonrisa, si, ella estaba regresando a él.

-En un futuro te complaceré su hambre, pero quiero volver a ver a Hitori en este momento- le susurró esas últimas palabras, notando como ella lentamente se volvía a su preciosa forma humana, y cuando escuchó la voz ajena, por fin asomándose asintió con la cabeza, cerrando sus ojos por un momento, si… sabía lo que ella estaba sintiendo, una de miedo y culpa, que solamente deseaba estar oculta tras el deseo que esa forma le proporcionaba, que no tenía que pensar ni sentir. Que todo el dolor iba a regresar si fuera testigo de la realidad en la que reside.

Comprendía, no solamente por los libros, por el vasto conocimiento en los temas dramáticos, románticos y ensayos de psicología, no, era mucho más que eso. Era… ¿Empatía? Podría decirse que, de alguna manera, sentía lo mismo, que esa caja la cual depositó arriba de su mesa en el fuero interno era lo mismo, que guardó completamente todo y solamente dejo que la indiferencia ganara todo, que no lo dejará sentir de nuevo, que el dolor, y no solamente esa sensación de tener mil agujas en el corazón, sino la furia, la ira, el enojo, la decepción, la tristeza, desesperación… y varios más sentimientos que habían sido mezclados en un cóctel caótico se apoderaron de su cuerpo. Podría haber sido algo peor, pero no pasó por su rápida retirada en su interior.

Inhaló lentamente, relamió sus labios, observando como ella cambiaba enfrente de él, y sus manos pasaron por sus hombros, por sus brazos, pasando por las curvas de la ajena, lento, suave hasta estar en sus caderas en donde iban a residir por el momento. Si, esa forma que amaba, el cuerpo ajeno había vuelto a la normalidad, y solamente escuchó un sollozo salir de la boca ajena.

Observó la rabia que ella tenía, con una combinación de miedo, preocupación, y tan sólo cerró sus ojos, preparando su mejilla para el golpe que se le iba a propinar, pero solamente… fue débil, bastante débil de hecho, y abrió sus ojos solamente para encontrarse con esos ojos llorosos, tristes, y asintió con la cabeza, aceptaba toda palabra que se le diera, por parte emocional, lo comprendía bastante bien, igual que por la parte racional, había sido un camino bastante traicionero, peligroso que si hubiera dado un paso en falso ella no habría vuelto a él, por lo menos no con la facilidad de este momento, pero agradeció que no fuera así.

-Lo soy- le susurró, observando los ojos ajenos, con una sonrisa recibía las palabras ajenas, que era ahora esa pequeña palabra para referirse a las acciones que había tomado. La recibió en su hombro y rodeó el cuerpo ajeno en un abrazo, presionando su cuerpo contra el ajeno, dejando pequeños besos en su sien, sin decir nada, simplemente estando ahí para ella y solamente para ella.

Acariciaba con una mano su espalda, lento, suave, dejando que sus yemas de los dedos pasaran por la piel ajena y presionaban suavemente contra la tez blanca como si de un piano se tratara, tan sólo pasando notas de su canción favorita mientras que con la otra hundía sus falanges en los mechones azabaches y pasaba por ellos, lento, tranquilo. con un cariño que ya era más marcado, con mimos que ya se podían sentir más naturales.

-Hitori- susurró después de unos segundos, dejando un beso en su hombro, sintiendo aún su pene erecto dentro de ella, que aunque fuera eso no se movía, solamente se quedaba ahí, dentro de ella, cerró sus ojos por un momento, juntando su cabeza con la ajena, dejando una pequeña sonrisa mostrarse en sus labios. Pasaba sus manos con suavidad por ella, por su espalda y sus cabellos, acariciaba su nuca e inhaló de nuevo.

-Hitori, la extrañé- susurró, tratando de dar una razón, o más bien, era la única razón por la cual la llamó, extrañando su voz, sus enojos, sus sollozos, lo frío de su cuerpo, el color de sus cabellos, de su mirada, de lo que ella estaba viva. Dejó un pequeño beso en su hombro de nuevo y otro más en su cuello, calmados, cariñosos eran, sin ninguna otra intención detrás de estos.

-Disculpe por mi osadía… pero tuve cuidado- comentó mientras que sus manos viajaban hasta los hombros ajenos y la separaba suavemente su cuerpo del suyo, para que pudiera ver bien el rostro ajeno, ese hermoso rostro que ella poseía. Con gentileza movía mechones que pasaban por su rostro, sólo para descubrir los orbes violetas de ella, esos que le llamaban, que le atraían demasiado que ni siquiera la riqueza del mundo podía hacer, ni por todo el conocimiento ni por todos lo secretos del universo, no, ella era diferente.

Dejó un pequeño besos en sus labios y después besaba las mejillas, las lágrimas que de ella eran derramadas, saboreaba la calidez que estás tenían -Todo está bien, y todo estará bien- susurró con un tono esperanzado, con el optimismo que tenía, que se había puesto desde la noche anterior. Tanto había pasado en tan poco tiempo. Acarició sus mejillas de nuevo, con una mirada melosa, solamente dedicado a ella, que sus ojos parecía no estar tan vacíos como antes, no, había una pequeña pizca de algún sentimiento que se ocultaba ahí, solamente algo casi imperceptible si no fuera por la cercanía de su rostro al ajeno.
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Asintió vehementemente con la cabeza, sí que era un bruto. Sintió un poco de alivio con los brazos que la rodeaban, Hitori se hundió contra el pecho moreno, pequeños sollozos que poco a poco subían de intensidad movían sus hombros. Con los ojos cerrados, hizo un pequeño recuento de su propio cuerpo. Ya nada dolía, no se sentía débil, probablemente había recuperado toda la sangre que perdió, todas las heridas cerradas, el estanque de energía quizás a medio llenar.

Mejor físicamente, por lo menos, era algo. Todavía tenía hambre, un poco de sed, pero nada fuera de lo normal, podía ignorarlo más tiempo. Sueño, sí, aunque había dormido y su cuerpo descansado un poco, su cerebro no se había detenido por un solo segundo.

Eso mezclado con la batalla mental por no perderse, por volver a Adam, le habían agotado mentalmente casi por completo. Todo se había sentido tan… Pacífico, al estar vacía. Nada molestaba o estorbaba, nada dolía, sólo hambre, era simple, fácil, primitivo. Ahora que lo había visto, estaba segura que sería algo con lo que tendría que pelear más veces. Volver, decidir conscientemente dejar de sentirse así sólo para volver al remolino de emociones de su forma humana.

Las caricias ayudaban, el recuento de su estado mental no tuvo resultados claros, su cuerpo se sentía mejor, su mente absolutamente drenada, parecía ser incapaz de encontrar un balance entre ambos ya. Cada segundo más de vuelta por completo, más emociones. Ahí venía la culpa, el miedo, la inseguridad, la angustia. Las razones detrás de cada una, los recuerdos atados inextricablemente.

Tomaba sus propias manos, pegadas contra su pecho, se sentía tan pequeñita, tan a la deriva y perdida. Suspiró pesadamente. ¿La extrañaba? No había desaparecido por mucho tiempo. Que él la extrañara… Sentía muchas cosas al respecto de ese pequeñito hecho, muchísimas, demasiadas, tantas que sollozó con más fuerza.

“Cuidado…” Murmuró, esquivando la mirada ajena, tenía miedo de lo que podía encontrar ahí dentro. “No tuviste demasiado, yo-” Su voz tembló un poco junto con su cuerpo, mordió su labio inferior, no sabía ni qué decir ya. “Quería perderme y no volver.” Sus ojos se desviaban hacia un lado, se sonrojaba involuntariamente mientras Adam ordenaba los mechones de su cabello.

Volvía a depositar besos sin pedir permiso, le complicaba más eso que todo lo que le había hecho mientras tenían sexo. ¿Por qué? Para cualquier otra persona sería obvio, las muestras de afecto eran distintas a simplemente una búsqueda de placer, y Hitori le tenía pánico a la primera y no la segunda. Otro sollozo, la voz de Adam tenía emoción, esperanza.

Encontró entre el torbellino de emociones esa fachada que había armado para él. Sólo para él, no quedaba nada de eso para ella. No podía creerle, nada estaba bien, no sabía ni cómo empezar a arreglarlo, nunca lo había hecho, y ahora todo estaba más roto, peor que antes. No se soportaba, tenía muchísimo odio completamente nuevo a sí misma.

Quizás por sobre todas las cosas, como siempre, sentía una cantidad inconmensurable de miedo. Ahora Adam contaba con ella, se estaba acostumbrando, ella también, en contra de su voluntad. Tarde o temprano eso acabaría mal, como siempre, ella le fallaría, él se aburriría, Hitori haría algo autodestructivo para arruinarlo todo. Y caerían de nuevo donde mismo habían estado, estaba bastante segura que ninguno de ambos sobreviviría otra noche como la anterior.

Había vuelto por completo de donde se estaba escondiendo, y era un desastre completo. Ya lloraba descontroladamente, sentía que se ahogaba, tenía tanta angustia, tanto… Acunaba sus manos contra su pecho, las tomaba con fuerza en un gesto con que intentaba calmarse a sí misma. Agachó la cabeza, agotada, rendida. “Tengo tanto miedo.” Crujió, encogiéndose alrededor de sus manos.
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Más sollozos que llenaban ahora la habitación que anteriormente estaba llena de sonidos sexuales, de gemidos, jadeos, entre sus brazos se encontraba una bolsa de sentimientos, tan caóticos como los de él, expresados de una manera completamente diferente, extrovertida, de una manera la cual no podía pensar demasiado en ello, que no importaba cuantas veces lo pensaba, era demasiado impredecible para tratar de analizarlo. Respiró profundamente, acariciando sus cabellos, su espalda, que se concentrará en el hermoso presente que estaban compartiendo y no en lo demás, que lo que importaba era que los dos estaban juntos y no separados, que los dos estaban haciendo lo mejor para el otro. Estaba apegada a ella, de una manera basdtante íntima de manera emocional como sexualmente, este último no lo pensaba, no sentía deseo que tratara de dominar el momento. Simplemente eran los dos compartiendo un momento, un evento como los últimos, tan cercanos.

La escuchaba, y tan sólo asentía con la cabeza, entendía a lo que se refería, al pánico que le ocasiona estar de nuevo entre sus brazos, pero ante todo eso, no podía dejar de sentir que su cuerpo estaba ligero con ella, se sentía cómodo, no podía desear más porque ella le hacía sentir satisfecho. Que esas mejillas sonrojadas era todo lo que él podía pedir.

Sollozos, más, que presionaba sus palmas de las manos ligeramente contra las mejillas ajenas, que atrapaban sus lágrimas cálidas y saladas. Dejaba pequeños besos en la punta de sus nariz, en sus párpados, secando toda la cascada que surgía de sus orbes. Llorar era liberador para el alma, eso había escuchado, no guardar completamente nada, y ella tenía bastantes cosas guardadas, lo podía escuchar en su voz, en sus movimientos. En como desviaba su mirada, en agachar la cabeza y su voz parecía estar rota, fragmentada, y eso provocó que el moreno dejará un solo suspiro, uno pequeño, aliviado. ¿De que? Que ella estuviera bien físicamente, que estaban avanzando más y más. Era un avance para ella decir lo que en realidad siente y en lo que quería hacer, la honestidad siempre era apreciada.

Bajaba sus manos hasta los hombros ajenos, pasando por sus brazos gentilmente, con las yemas de sus dedos rozando su piel como si fuera de porcelana, con cuidado, pasando por su codo, por su antebrazo hasta llegar a las manos que se andaban juntando. Sin temor alguno las agarró y las acariciaba con suavidad. Las levantó, así juntas, y posó sus labios en las falanges ajenas, un pequeño beso, después otro más.

-Hitori- le susurró, despegando una mano de aquella conglomeración de manos y presionó con suavidad la mejilla ajena, pasaba su pulgar por su mejilla, después por las comisuras de sus labios, lentamente por esos labios que tanto deseaba, que tan deliciosos eran, que no podía tener suficiente de ellos, cariñosamente -No tiene porqué temer, que siempre estaré ahí para usted- susurró con una pequeña sonrisa, dejando un beso en su frente, acomodando un poco sus piernas, sintiendo el rozar de su miembro con la intimidad ajena, tragó un poco de saliva.

-Todo estará bien Hitori- comentaba, tranquilo, juntando su frente con la ajena, pasando aún más con su pulgar en los labios ajenos, presionando suavemente, jugando un poco el labio inferior, bajando con suavidad -Confíe en mí… los dos vamos a estar bien- con esas palabras, tan confiadas estaba de estas que parecía ser cierto, lo pensaba realmente, un futuro para los dos, uno el cual no debían de temer, no debían de pensar en nada más que ellos dos, en su felicidad. Que todos esos miedos no deberían de surgir.

Besó con suavidad los labios ajenos, presionando suavemente los ajenos, dejando una pequeña chupada en su labio inferior, tan sólo entreabrió sus ojos para poder observar -Tu… yo…- susurró, pensando en alguna frase romántica en este momento, pero simplemente no se le ocurría algo que valiera la pena mencionar, en lugar de eso sus acciones tenían que decir todo. Su otra mano, la que nos estaba ocupando en la mejilla ajena pasaba por el brazo de la chica, por sus curvas de nuevo, por las piernas con cuidado.

-lo superaremos- por fin dijo algo, que por el estado en la que encontraba era un intento algo torpe de estar románticamente, de poder pronunciar esas palabras con tal tono como si fuera un bardo, en lugar de eso era como un adolescente dando lo mejor para impresionar a la mujer que le gustaba. Se sentía un poco torpe y no podía más que dejar un suspiro de disgusto ante su frase. Se sentía un poco tonto, estúpido hasta el momento, pero el amor no es algo que se aprende, sino que nace dentro de si.
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Quizás ella estaba aterrada, pero Adam claramente no estaba de acuerdo. ¿No entendía? Seguro sabía que donde se estaba metiendo era peligroso, que dolía, que hacía daño. Esquivaba los ojos, que ya no estaban completamente vacíos, había algo ahí dentro que no quería ver por absolutamente nada del mundo.

El cuidado con que la tocaba no era nuevo, pero cada vez le recordaba más a algo que había terminado de la peor manera. Quiso no entregar sus manos, que de alguna manera extraña si cubría su pecho con ellas se sentía más segura, pero… Simplemente no podía, se doblaba por completo, ninguna fuerza de voluntad. ¿En qué momento… En el último día, demasiado había pasado, no podía saber con seguridad cuándo, pero algo había cambiado drásticamente.

Aún así todo le aterraba, la manera en que llamaba su nombre, el cariño con que acariciaba su mejilla. Las próximas palabras que dijo guiaron la mano de angustia directamente alrededor de su cuello violentamente. “No digas eso.” Murmuró en un hilillo de aire que comenzaba a faltarle. Hitori cerró sus ojos con fuerza, sintió que se ahogaba, dejó de respirar de un momento a otro.

Adam se acomodó y lo sintió dentro de ella, parte importante de su cabeza quiso impulsarse de vuelta, entregarse al deseo, aquello no dolía. Sólo servía para eso, lo sabía, no era la chica de la que alguien se enamoraba, también sabía eso, lo recordaba. Habían razones, razones infinitas para todas las precauciones que tomaba, para protegerse a sí misma. Pero considerando la noche anterior, ahora sabía que ella también podía causar daño, igual al que había sentido, odiaba eso. Sin importar qué, sabía que tarde o temprano terminaría de vuelta en ese lugar sin salida, el que revivía una y otra vez en sus pesadillas. No podía vivir eso otra vez.

Pudo respirar por un momento, titubeó, quiso volver a su forma de raza, romper el momento demasiado íntimo. Ahora que había cruzado esa puerta, que sabía que podía simplemente escapar de esa manera, se le hacía difícil detenerse. Un ligero movimiento de sus caderas en respuesta mientras resolvía el conflicto interno, se le haría más difícil que antes volver. Adam no quería, se recordó eso varias veces mientras apretaba sus propias manos con fuerza.

Exhaló en un hilillo, más palabras la trajeron de vuelta del borde, no estaba de acuerdo, no creía en ellas. No abrió sus ojos, cargó su cabeza contra la frente ajena, volvía a no poder respirar. Hizo un sonido parecido a un crujido acallado y recuperó sus manos, llevando una a su cuello, presionó con fuerza justo arriba del esternón pero no ayudó mucho.

¿Cómo estaba tan seguro de que iban a estar bien? No sabía, no tenía idea, a pesar de lo que ella le había hecho, seguía sin entender por completo el desastre, el dolor inconmensurable. Así eran las cosas, ella sería incapaz de “estar bien” y lo arrastraría con él, o terminaría por hacer algo que le hiciera daño, se pondría a la defensiva otra vez, ahora sabía qué decir para que doliera, no quería hacerlo, pero eso realmente no importaba. Sabía que lo haría, que no había otro final.

El beso la sorprendió lo suficiente como para hacerle respirar. Y ya no pudo volver a controlar lo que hacían sus pulmones. “No…” Un pequeño crujido, sentía que su corazón comenzaba a latir más rápido. Tú y yo le sonaba a manada, a pareja, a dos personas que estaban juntas. Era demasiado y todo al mismo tiempo, estaba agotada, apenas había aguantado volver a su forma humana, apenas había sobrevivido cuerda hasta ese entonces, y ahora tenía que preocuparse de esto. Sus manos comenzaron a transpirar. “No puedo-”

No había nada que superar, que no podía hacerlo, no podía, no podía, no podía con todo eso. Le faltaba el aire, jadeaba en respiraciones rápidas, su corazón latía más y más fuerte. Temblaba con más fuerza, rompía en un sudor frío mientras volvía a agachar la cabeza, la tomó entre sus manos. Le dolía el pecho, muchísimo, la mano de angustia no la dejaba en paz, sentía que iba a morir o perder la cabeza o ambas. No abrió los ojos, no podía, ya no sentía sus manos, estaba mareada, todo daba vueltas. Hitori encorvó su espalda, encogiéndose débilmente en un intento de bolita.

Conocía los ataques de pánico, eran viejos amigos, muchas veces podía simplemente esperar a que se pasaran. Pero a veces, como esta, de verdad no podía diferenciar la realidad, no había pensamiento racional, sólo sabía que se estaba ahogando, que le dolía el pecho, que estaba volviéndose loca, lo sentía dentro de su cabeza, si hubiese abierto los ojos sabía que ahí estarían las grietas, que iba a morir ya en cualquier momento mientras respiraba cada vez más rápida y desesperadamente.
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Todo este tiempo solamente era uno la cual pendía de una cuerda floja, pero no se iba a rendir de ella, iba a poder soportar las tormentas que venían, como un marinero osado, las olas que creaba el mar en este clima tan traicionero y destructivo. Se notaba en sus palabras, en su cuerpo, en sus acciones como todo la estaba atacando, como simplemente era dominado por ello, por los miedos.

¿Qué era lo que él podía hacer en ese momento? Por ahora estar con ella, acariciarla, darle los mimos que había aprendido con ella, que con una pequeña sonrisa acariciaba lo que podía acariciar. Con ese ligero movimiento de las caderas no pudo evitar dejar salir un pequeño jadeo, tragó saliva, relamió sus labios con lentitud, si, ya cada vez podía sentir, que aquel arranque de sus instintos que tuvo dejó residuos, consecuencias positivas y negativas, pero así era, al fin y al cabo, se estaba recuperando, reuniendo fragmentos, creando algo más que Adam Valentine, reconstruyendo lo que había mucho más allá, por fin ser alguien nuevo, cambiado.

¿Y por quien? ¿Por una mujer mortal? Si, esa chica que estaba completamente rota, caótica, que en su cabeza era toda una cacofonía de mil y un sentimientos y emociones que ella no quería sentir, pero tampoco podía encerrarlos como lo había hecho él. Una chica que podría no querer una relación larga, continua, estable, que tenía miedo de todo eso, de lo romántico, del contacto íntimo que llevaba a ciertas emociones puras a mostrarse. Fueron sus palabras, sus acciones, ella podía destruir y reconstruir un reino con solamente su actitud, todo un imperio cayó y tan sólo comenzaba a reconstruir, piedra por piedra. Tan poderosa. Tan hermosa, cruel y cariñosa. Perfecta para alguien quien no sabía que eran los extremos, no sabía los límites de los sentimientos por el simple hecho de que nunca los había experimentado. Tuvo que ser ella.

Notaba como ella de nuevo tomaba esa posición, una vieja y ya conocida, escuchó su respiración, sus latidos erráticos. Tragó un poco de saliva. La abrazó gentilmente, apoyando la cabeza ajena a su pecho mientras que sus manos acariciaban los cabellos ajenos, negros como la noche, como el infinito espacio exterior, que se enfocará en sus latidos y encontrara en ellos algún confort.

-Hitori, escuche mi voz- susurraba, contra ella, y se movió un poco más, acomodándose mejor, su miembro aun dentro de ella, tan sólo un pequeño roce, un movimiento gentil para que pudiera desviar su atención. Con una de sus manos acariciaba su espalda con suavidad, sus ojos pasaban por ella, preocupado, bastante preocupado.

Por ahora no sabía qué más hacer, estaba en ceros por el momento, que sus memorias fluían frente a él en una búsqueda de poder encontrar lo que podía hacer con ella. Respiró profundamente, dejando un beso en su coronilla mientras la peinaba una y otra vez, como si fuera la niña pequeña que a veces demostraba, las veces que ella no se podía controlar y demostraba esa hermosa e infantil faceta, esa que apreciaba bastante.

-Hitori- susurró, de nuevo separando un poco de su cuerpo, tomando de nuevo las mejillas ajenas, acariciando esa hermosa piel. La estaba llamando en un tono gentil -Míreme por favor- le dijo para atraer su vista, quería hundirse en su mirada, en lo que podría ser la perdición para él, o más bien, lo que fue su perdición. Que con una pequeña sonrisa podía transmitir la tranquilidad que no deseaba, por lo menos no con la misma intensidad que pensaba, pero era algo, era lo que podía hacer en el estado en la que se encontraba.

Sus labios se unieron a los ajenos, suave el beso, cariñoso, un beso robado, de nuevo, como siempre lo hacía, que ese beso pasaba a dejar pequeños sentimientos, que con eso transmitía lo que en su mente no quería escuchar. Que como había actuado, el flujo excesivo de los cariños era contradictorio, era abrumador para ella. El temor, el horror que solamente era creada en su cabeza eran suficientes para no mencionar nada por el momento, que esas palabras eran las últimas y en lugar de eso la besaba, no separaba sus labios de los ajenos, que con cuidado pasaba sus dientes en el labio inferior, dejando una pequeña y suave mordida. No quería sacar esa forma deseosa de deseo, no, era un intercambio un poco más… puro, como la primera vez que se encontraron en esta sala de computación, sin raza alguna que viniera y perturbara el lugar, sin nada más que la unión de los dos, pero a comparación de la primera vez, ahora estaban vulnerables y el corazón del moreno abierto.

Su mano derecha pasó de la mejilla al hombro ajeno, de ahí recorría su brazo, de nuevo a esa mano oculta entre sus pechos la cual agarró gentilmente y entrelazo sus dedos con los ajenos, presionando ligeramente sus falanges. Cerró sus ojos -¿Qué desea?- preguntó, dejando su frente en la ajena, dejando que rozara su nariz en una actitud amistosa contra la ajena, moviéndose ligeramente para ese cariño -Estoy aquí, concéntrese en mi voz, no se pierda, deseo escucharla- y con esto sus labios se unieron de nuevo a los ajenos, presionando ligeramente, saboreando lo dulce que ella tenía, era su sabor, era su aroma, que entre el aroma lascivo, el sudor, y la falta de higiene de estos días, podía detectar ese aroma tan precioso, exquisito.

y sin decir nada más, la abrazó con el brazo libre que tenía, teniendo su mano agarrando suavemente la nuca ajena, guiarla a ese refugio que ella había formado en el cuerpo del vampiro, ese espacio en su cuello, y cuando ya estuviera ahí acarició sus cabellos con suavidad, cerrando sus ojos, pasando con sus falanges los mechones que caían por su espalda como una bella cascada de color negro.
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No se pasaba, por supuesto que no, esta vez no era simplemente un ataque de pánico, realmente era el final, moriría segundos después de volverse completamente loca. Por lo menos eso creía mientras sentía que su conciencia se alejaba de a poco de su cuerpo, disociaba, flotaba cada vez un poco más lejos. Podía verse a sí misma haciéndose más pequeña desde arriba.

Hitori respiraba cada vez más rápido, sentía que su corazón iba a explotar a la velocidad en que estaba latiendo, reventar así como así. No podía hacer nada más, ni intentar calmarse, ni decirse a sí misma que ya pasaría, que sólo tenía que aguantar un poco más, esta vez el ataque de pánico era simplemente demasiado intenso. Por lo menos no habían más emociones, sólo terror del más puro, limpio de cualquier otra cosa, ningún pensamiento, miedo desatado que reemplazaba todo lo demás que había habido en la chica.

Algo- Alguien la tocaba. No sentía demasiado su propio cuerpo, sus manos hormigueaban, su pecho dolía, pero además de eso estaba disociada del resto casi por completo. Quizás si se concentraba en eso… Aquella misma voz la llamaba otra vez. Algo hacía, pero ella estaba demasiado ocupada respirando y muriéndose como para darse por enterada, lo escuchaba como si estuviera bajo el agua, lejos.

“Míreme por favor.” No. Absolutamente por nada del mundo, ni aunque hubiese tenido el dominio de su cuerpo para hacerlo, sabía que había algo nuevo ahí que no aguantaría. Jadeaba, buscando aire que parecía simplemente no existir. Mientras más lo hacía más se mareaba, hiperventilaba demasiado.

Adam se acercaba, ponía sus labios contra los de ella, pero Hitori se encontraba peleando por su vida para recibir suficiente oxígeno, lo último que quería era algo que obstruyera su capacidad de respirar. Intentó hacerle el quite a los besos, pero con los ojos cerrados, sintiendo que se perdía en la locura era difícil. Empujó la cara con una mano débilmente, molestaba, estorbaba en su batalla por respirar, aunque no abrió sus ojos la expresión de absoluta desesperación era bastante obvia.

Sintió una mano tomar la suya, eso sí ayudó un poco, la apretó con fuerza, la otra se posaba contra su pecho, hundía sus dedos contra su piel pálida como si con eso pudiese controlar algo. Lo único que pensaba, una y otra vez, frenéticamente, era que iba a morir, que era demasiado, que no podía, que iba a perder la cabeza, que no había suficiente aire en el mundo, que su corazón iba a explotar. No había cabida para nada más, las palabras del moreno no llegaban, los besos sólo le desesperaban más.

Algo la movió otra vez, sintió calidez contra ella, contenida en un lugar donde se había sentido segura. Apretaba la mano con fuerza, pero un poco pudo relajarse un poco, aunque todavía jadeaba desesperadamente, había dejado de subir el ritmo. Eso sí tuvo un buen resultado, que Hitori no necesitaba besos en ese momento, no entendía palabras, sólo contención, que alguien la anclara a su cuerpo mientras el ataque se pasaba.

Se quedó en la cima del ataque de pánico varios minutos, donde no mejoró pero tampoco siguió empeorando. Sólo jadeaba desesperadamente y lloraba, apretando la mano que le habían ofrecido hasta que perdió toda la sensación en sus dedos, nudillos blancos que se aferraban a la realidad mientras intentaba convencerse de que en realidad no iba a morir.

Y luego, poco a poco pudo relajarse. Lento, lentísimo, su respiración dejaba de ser tan agitada, podía inspirar de manera un poco más profunda, su corazón latía cada vez más despacio. Se encontraba nuevamente empapada en sudor frío, su pecho todavía se sentía absolutamente apretado, pero su mano libre pasó a rodear a Adam, aferrándose a él con la misma fuerza con que apretaba la mano.

Quizás diez minutos tardó en poder calmarse lo suficiente como para volver en sí un poco. Se hundió contra el vampiro, rendida y agotada, y aflojó su mano, las articulaciones dolían bastante. Los jadeos en algún momento se habían transformado en sollozos suaves, todavía sentía esa mano de angustia alrededor de su cuello, creía que no volvería a irse nunca más. Hitori suspiró pesadamente, todavía sin abrir sus ojos, y tragó saliva, su garganta estaba completamente seca.

“N-No puedes seguir haciendo eso.” Susurró, era un reproche, pero el agote, la ligera desesperación denotaban que estaba al límite de lo que era capaz de soportar. Atacarla con caricias era una cosa, de a poco se acostumbraba a eso sin querer chillar, pero palabras así de descuidadas, que prometían cariño y un futuro bonito, el prospecto de un “tu y yo” donde de alguna manera todo salía bien, era demasiado.

Tortura para alguien como ella, en especial cuando se estaba obligando a no reaccionar como quería, por miedo a hacerle daño a Adam. Quería correr, ir y tener sexo con alguien más frente a él para espantarlo, cualquier cosa para alejarse, alejarlo a él de ella. Todo eso reprimía, parte de ella no quería hacerlo y la otra se sentía demasiado culpable, se quedaba por muchas razones, pero eso no significaba que estuviese bien, completamente de acuerdo con el camino que Adam veía para ellos.

Demasiado ya, simplemente demasiado, no era capaz de aguantar más. “Perdona, pero yo…” Ya lo había dicho, repetido hasta el cansancio, que todo eso le aterraba, que lo evitaba a toda costa. Con sus palabras, con sus acciones, le había pedido de todas las maneras que fuese cuidadoso, que no la aventara de cabeza contra una relación amorosa y cariñosa, que ella no era así. Quizás había cedido, quizás podía ceder un poco más, era lo más probable aunque ella no quería verlo. Pero si Adam seguía atacándola de esa manera terminaría por romperse, no enamorarse.

Ahora más que nunca quería defenderse como lo había hecho la tarde anterior. No había abierto los ojos pero estaba segura de que las grietas estaban ahí. Necesitaba tiempo, un descanso, un respiro, no podía soltar a Adam, no quería separarse de él, pero necesitaba una pausa. Que él seguía avanzando por el camino de estar juntos y ser felices para siempre, pero ella seguía en la encrucijada.

Mordió su labio inferior, no quería ser honesta, le costaba, sólo quería decirle cosas que lo alejaran. Pero se había entregado por completo. Ya no era la misma. “No puedo con todo esto, tienes que-” Sollozó, soltó la mano del vampiro para limpiar sus lágrimas y luego la escondió contra su pecho. “Pausa, por favor. Dame un respiro.” Suspiró pesadamente, hundiéndose contra Adam, estaba agotada, no podía con su propia intensidad, menos con la que repentinamente se arrancaba del moreno. No quería hacer daño con sus palabras, no lo estaba rechazando aunque quería hacerlo, sólo… Sólo necesitaba eso, apretar los frenos un poco.
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No servía, por lo menos nada servía por el momento, no le gustaba eso, ¿Que podía hacer? Era un vampiro la cual no podía saber cómo tratar a alguien en este estado. Usualmente una pastilla era la mejor solución para sus compañias, que cuando se ponían así algún anastelgico, o algo alguna droga que le había recetado el psicólogo, él no tenía que hacer nada más que buscar todo eso y estar con su pareja, pero ahora, en este momento no había algo por el estilo. Y lo peor del caso es que era la persona que más le importaba.

Se sentía como un estúpido, cerrando los ojos, acariciando sus cabellos, ¿Que era lo que podía hacer? Solamente cerró sus ojos, ella lo había apartado cuando le dio un beso, ¿qué más? respirar calmadamente, si, ahora solamente era esto, nada más, nada menos. Tenía que explorar su biblioteca personal para saber como tratarla, que claramente tuvo que haber leído unos cuantos libros, ¿Los puso en práctica? Solamente las bases, pero la medicina era tan avanzada que no necesitaba nada más que medicina, o mejor dicho, antidepresivos.

Abrió lentamente sus ojos, observando la cajetilla y mientras que ella estaba con los ojos cerrados, dejó que se acercara gracias a sus sombras, lentamente, pasando hasta detrás de la mochila. Eso debería de hacerlo por mientras. Jadeos, sollozos, todo eso conquistaba la sala, por lo que solamente se quedó en silencio, en un silencio que se sentía ahogado, abrumador. Pero ella estaba completamente peor, pensó por un momento en poner su mano en la cabeza y usar el mismo truco que en la de sus sueños, y después se detuvo, no quería ser más intrusivo de lo que era.

Tragó un poco de saliva, minutos pasaron, unos diez, tal vez más hasta que ella pudiera calmarse, en su mano podía sentir como le era apretaba, y el correspondía más suave, estaba ahí para ella, solamente para ella. La mano en su espalda, de nuevo con esa presión que ella daba. Con su mano libre limpiaba el sudor que de ella surgía, lento, suave, gentil, como un pequeño toque a algo que le daba miedo romper, que cualquier acción que tomaba… era suficiente…

-Si, está bien- dijo a sus primeras palabras después de esto, pensando en que no podía hacerle más mimos, más caricias, ni siquiera llamarle de esa manera o por lo menos, no de la forma en la que lo hacía. Dejó su mano posada en la cadera de la mujer, ahí, presionando suavemente sus dedos contra la piel, contra la tez blanca.

Escuchaba mucho más las palabras de la ajena, se estaba conteniendo bastante. Agradece por ello, que ella con sus arranques eran bastante fuertes. Pensaba en que podía controlarlos, pero realmente, en el estado en el que se encontraba podía hundirse mucho más y rendirse a todo. Una posibilidad mayor era esa ruta. No podía mentirse, y aunque fuera optimista, era solamente un cincuenta por ciento de soportar las palabras agresivas de la ajena.

-Esta bien, no lo haré ya- le susurró escuchando los sollozos que le afectaban en su corazón. Tragó un poco de saliva y dejó que ella se hundiera en su pecho. no hizo nada más, que esperar a que se calmara. Darle su espacio para respirar, eso estaba haciendo por el momento. Dejó salir un suspiro, por lo menos se había recuperado, y esas palabras le eran suficientes como para aceptarlas como una orden, aún no entendía mucho, o más bien, no entendía absolutamente nada.

Movió la mochila ajena a un lado, lo suficiente como para descubrir los cigarrillos de la mujer y tan sólo lo agarró apenas alcanzando la cajetilla con sus dedos. Los sujetó por un momento, pensando si era buena idea, pensando si él sería capaz de manejar el humo. Si, no le afectaba en absoluto, simplemente no era de su agrado estar oliendo la nicotina. Esto era lo mejor por el momento, que debía de encontrar una manera de que ella pudiera mantener la calma… tal vez… negó suavemente con la cabeza, esa bola de cristal era un catalizador, no sabía que podía hacer con ello, cuál era su objetivo, no era malo ni tampoco con intenciones malignas, maliciosas, pero no era momento de experimentar, de estar jugando con objetos mágicos.

Metió su mano junto con la cajetilla por sus pechos donde sabía que ella tenía sus manos ocultas -Esto podría servirle- le susurró, gentilmente, pero no tan meloso como antes, se mantenía a raya. Dejó salir un suspiro de sus labios, era un suspiro de alivio por el momento, que por lo menos ahora se estaba comunicando más, poniendo límites a lo que podía o no hacer.
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No había sido específica en absoluto, era incapaz en ese estado de delimitar qué exactamente era lo que quería y lo que no. “Eso” estaba abierto a interpretación y probablemente no sería la indicada. En realidad ni siquiera Hitori sabía bien qué soportaría sin querer chillar y qué no, lo único que tenía claro era lo que había dicho, que necesitaba un respiro.

Suspiró, un poco aliviada cuando el vampiro por fin pareció escucharla, quizás no había sido demasiado clara antes de ese momento. Le había costado un mundo no ser cortante, encontrar una manera de decirlo sin hacerle daño, pero al parecer había salido bien. Todo estable, por lo menos por ahora. Un peso menos de encima.

Con eso pudo empezar a calmar su llanto, relajarse un poco más, la mano que rodeaba a Adam ya no lo apretaba con fuerza, recorría la espalda y hombros ajenos en caricias livianas. Ya se había acostumbrado a eso, en contra de su voluntad, claro, pero le daba paz. Sollozaba menos, de manera más silenciosa, tuvo la capacidad de, poco a poco, encontrar un poco de estabilidad, esa fachada de esperanza, volver a entregarla con las yemas de sus dedos.

Sintió al vampiro moverse un poco y se atrevió a abrir los ojos, frente a ella el cuello moreno donde dejó un beso ligero y cariñoso. Era tan complicado, tan confuso, su mano acariciaba, presionaba sus labios contra él de una manera cuidadosa, no deseosa, y eso de por sí ya era raro en ella. Luego se acordaba de la última vez que había actuado de esa manera y le ardía el pecho. Dos cosas que no se podían conciliar en su cabeza, que se había hecho a la idea de que no se sentiría así, que no iba a comportarse así nunca más, que no era esa chica. Pero ahora ahí estaba él, tratándola como si lo fuera.

Hitori no lo era, y ahora más que nunca sabía que no merecía la confianza que Adam depositaba en ella. Ya le había hecho daño una vez, volvería a hacerlo, por más que se cuidara de no decir las cosas incorrectas. Simplemente era la realidad, en especial ahora que había cruzado ese último límite, de verdad se había perdido, ya no sabía qué definía quién era ella misma.

El vampiro presionó algo contra su mano, Hitori se separó un poco para ver qué era. Había olvidado por completo la cajetilla de cigarros, tanto que parpadeó varias veces, un poco perpleja. Seguro serviría, era una de las adicciones que se permitía tener. Limpió los restos de lágrimas con su antebrazo y alzó la vista hacia los ojos ajenos por primera vez desde que había vuelto a su forma humana. Tal y como había pensado, ya no estaban vacíos, había algo nuevo ahí que le pateó en el estómago y pecho con fuerza.

Se lo tragó, que había estado un poco preparada. “Gracias” Le murmuró con un tono suave, cansado, y depositó un beso rápido en los labios ajenos, igual de entrometida que él. Bajó la mirada hacia la cajetilla y frunció el ceño. No le parecía que Adam era del tipo que fumaba, quizás estaba equivocada, pero ella siempre había sido muy cuidadosa de no molestar al resto con el humo de sus cigarros.  

“Hm, esto…” Se alzó con sus piernas para levantarse de la entrepierna del vampiro, un ligero jadeo de placer al volver a sentir el roce contra su intimidad una última vez. Se apoyó en la mesa con su mano libre para girarse, acomodándose entre las piernas del vampiro antes de pegar su espalda contra el pecho moreno. Así estaba un poco más lejos, pero no tenía ganas de despegarse de él en absoluto.

Abrió la cajetilla para encontrar el último par de cigarros y encendedor. Prendió uno, una calada profunda que mantuvo en sus pulmones por varios segundos antes de exhalar en un hilillo en dirección contraria a Adam. Dejaba la mano que sostenía el cigarro lo más lejos posible y la movía para disipar el humo. La otra buscó la mano ajena, entrelazando sus dedos.

Otra calada que esta vez exhaló en círculos perfectos, uno dentro de otro flotaban hacia arriba antes de difuminarse. Sintió la nicotina rápidamente calmar su cerebro, seguro no era sano, pero era lo que había. Apoyó las manos entrelazadas en su muslo escuálido y las observaba ausentemente. Sentía… muchas cosas, no sabía cómo ordenarlas en realidad. Nada era justo, ella era un desastre con patas, y ahora Adam parecía no querer estar con nadie más.

“Lo siento” Comenzó antes de otra calada, la mantuvo en sus pulmones, y exhaló mientras volvía a hablar. “No soy buena en esto, en absoluto.” Se apegó al vampiro por un momento y apretó su mano, marcando que “esto” era estar así, en algo parecido a una pareja. “Me gustaría ser de otra manera, nadie merece tener que lidiar conmigo.” Ahí estaba ese odio a sí misma, siempre existió, pero en su tono se notaba lo mucho que se había profundizado en el último día.

Otra calada, la mantuvo en sus pulmones hasta que comenzaron a arder, otra tanda de círculos que suspendió en el aire. “Pero yo nunca voy a poder ser así, ya ves como me pongo con una pequeña implicancia de algo parecido al compromiso.” Se encogió de hombros, en realidad estaba segura de que nunca lograría de cambiar eso, que nunca podría mejorarse. “Por mucho que quiera, simplemente no soy capaz.” De nuevo se teñía de odio, era débil, inútil, ya sólo era el resultado de sus miedos y nada más.

“No sirvo para más que esto, y tarde o temprano seguro no va a ser suficiente para tí.” Su voz tembló un poco, otra calada, inconscientemente movió las manos entrelazadas al tatuaje en sus costillas. La historia sólo volvería a repetirse, ya lo veía venir, no había otro final. Sintió los ojos llenarse de lágrimas mientras exhalaba, había tratado con todas sus fuerzas de evitar quedar en esa situación de nuevo, y aún así…

Adam le importaba, más de lo que quería, y cada vez más aún. Tenía pánico, ya estaba ahí, por más que había escondido su corazón, en el transcurso de un día había entregado todo al vampiro. Tenía en sus manos absolutamente todo, ella ni siquiera estaba segura de si él sabía… Apegó sus rodillas a su pecho, rodeándolas con las manos entrelazadas.

Otra calada, la mantuvo en sus pulmones y exhaló con palabras “Y eso está bien, yo entiendo-” Su garganta se apretó de sólo pensar en una escena repetida, esa de sus pesadillas. “Cuando quieras irte.” No le quedaba de otra. Ya sólo estaba para estar con él, que todo el resto estaba destrozado, y cuando se aburriera… No tenía que preocuparse por eso, sólo se perdería, lo que había querido hacer la noche anterior.

“Te aseguro que hay alguien mejor, úsame como un… Punto de partida.” Murmuró, su voz apagada, como si aquello ya hubiese sucedido. Se preparaba mentalmente, por siempre una pesimista, realmente para ella no existía otra opción, ningún otro resultado. Por lo menos en el que se presentaba frente a sus ojos, Adam terminaba bien, no roto y perdido como había estado la noche anterior. Podía vivir con eso. “Tan sólo... Siento no poder ser todo lo que necesitas, o mereces.” Una última calada y había llegado al final del cigarro. Lo apagó contra el lado de la mesa y dejó la colilla dentro de la cajetilla junto con el encendedor, poniéndolos a un lado. No soltó la mano ajena, se abrazaba a sí misma con ellas, acariciando el dorso de la mano morena con su pulgar. Su otra mano recogió un mechón de cabello detrás de su oreja y luego se posó de vuelta en el tatuaje, sentía que ardía aunque sabía que eso no era posible.

Claro, sus palabras decían una cosa, pintaban un cuento de terror, pero su lenguaje corporal decía otra. No se había separado un milímetro, de hecho, se había hundido más contra el pecho ajeno, como si estuviese buscando refugio de un futuro que se sentía incapaz de cambiar.

Era injusto, lo que había hecho sin darse cuenta. Le había pedido a Adam que no hablara con tanto cariño, y ahora se había puesto a decir cosas que él probablemente querría contradecir, pero no podría hacerlo con facilidad. Realmente no lo había pensado así, se había puesto a hablar intentando ser honesta, intentando ordenar sus pensamientos, sus sentimientos, sin caer en cuenta de que probablemente el vampiro tendría algo que responder. Se había hecho trampa a sí misma, parte de ella quería que Adam la contadijera, que repitiera las cosas bonitas que había dicho. Pero primero las había silenciado, la manera en que podía ser autodestructiva, doblar situaciones para que resultaran mal, era impresionante y absolutamente patológica.
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Miradas encontradas, después de un tiempo de espera, pudo ser testigo de esos hermosos ojos que ella tenía, y tan sólo cerró sus ojos al sentir el beso en su cuello, era algo más allá de un deseo carnal, era el mismo cariño que a ella le aterraba. Tan confuso era, pero seguramente en la mente ajena todo estaba hecho un caos, que nada tenía sentido ya, que solamente se guiaba por acciones momentáneas y espontáneas. ¿Qué podía pedirle? Nada, no deseaba nada más que estar de esa manera, y los límites establecidos solamente quedaron a merced de ella, de sus palabras, caricias, de todo lo que ella decidiera hacer con él.

Por lo menos había aceptado la cajetilla, las adicciones son un privilegio en este lugar, uno donde no ha sido tocado por todas esas sustancias que los humanos tenían, que todo se tenía que hacer desde cero. Productos como estos eran difíciles de conseguir, y a juzgar del peso que tenía, ya no eran tantos, tal vez dos… tres… pensó por un momento, decidiendo que tenía que encontrar más para ella.

Palabras de agradecimiento, bien recibidas eran, con una pequeña sonrisa, pero el contacto seguido de sus labios no se lo esperó, pero igual que sus palabras era bien aceptado. Un beso robado por ella, y quería seguir con ese contacto, pero se contuvo, claro, le iba a dar su espacio para poder respirar. No quería agobiarla, su mensaje se había transmitido fuerte y claro. Dejó salir un suspiro cuando se separó de él, como se levantaba, sintiendo su pene ser liberado de la intimidad ajena. Tragó un poco de saliva. no hizo nada más que dejarla acomodarse, como apoyaba su espalda en él mientras que prendía su cigarrillo y fumaba. el suave y crujiente sonido del cigarro consumirse, era un sonido que parecía ser terapéutico, relajante. sus manos, cuidadosas pasaron a abrazarla, tan sólo dejar ahí sus brazos , no iba a aplicar fuerza, no iba a juntarla a él si ella no quisiera, simplemente… hacer lo que ella estaba cómoda.

Entrelazó los dedos ajenos cuando ella lo buscó, algo cariñoso de parte de ella, un poco contradictorio hasta eso. El silencio solamente era perturbado con cada calada, con el movimiento ligero de la ajena al alejar el cigarrillo. apreciaba el humo que de su boca salía, de esos anillos que surgían, formados por el residuo de la nicotina en su boca, perfectos.

Escuchó su voz, sus palabras entre caladas, entre inhalaciones de aquel veneno que ya había hecho su trabajo en calmarla. No dijo nada, pero asentía con la cabeza con suavidad, abrió sus labios, su boca para mencionar algo, pero solamente dejaba que ella hablara. Pensaba realmente, ¿Qué tanto daño realmente había recibido ella? Quería saberlo, quería el nombre de su perpetrador, del trauma que la estaba siguiendo, ¿Por cuánto tiempo? Ella estaba sufriendo, se odiaba completamente, lo escuchaba en su tono de voz. Más palabras, asentía con la cabeza, el compromiso… si, muchos le temían a ello, era un temor constante para la mayoría.

mordió su labio inferior, conteniendo sus palabras cuando la siguió escuchando, cuando sentía que realmente ella se menosprecia. No le gustaba en absoluto. Ella tenía mucho más valor para él que cualquier gema extraña, cualquier descubrimiento, cualquier avance en alguna ciencia. Ella tenía mucho más valor que todo el dinero que tenía, de todos los logros que había tenido. Ella no era sólo el punto de partida, ella era su camino, era su meta, era lo que había mucho más allá que solamente una metáfora de una vida como la del vampiro.

Palabras que teñían un horrible final, como si fuera una vidente al predecir el destino, pero después de eso, como si estuviera ocultando algo o era una parte de ella que no se daba cuenta o lo ocultaba, actuaba de una manera completamente diferente. El cuerpo ajeno presionando contra el suyo, aún más que antes, que cada segundo ella estaba buscando su calor.

Con su mano libre pasaba por el cuello ajeno y después por su mejilla, acariciándola con las yemas de los dedos, sin aún decir nada, con el pecho adolorido con varias agujas, más por la incapacidad de decir algo en el momento, por las palabras ajenas y porque ella quería pintar un camino el cual no estaba de acuerdo, para nada. Tomó su barbilla con gentileza, la alzó suavemente y depositó un beso en sus labios, cariñoso, suave, que duraba unos cuantos segundos. no le importaba el sabor a nicotina de los ajenos, solamente quería hacerle saber que ahí estaba para ella.

-Siempre serás suficiente para mi- Finalmente, aquella frase que se resbaló en un susurro había roto el silencio del vampiro, mordió suavemente su labio inferior, no debía de hablar con ese tono tan gentil y cariñoso, pero le era imposible después de escucharla decir eso. Estaba completamente seguro de pasar por todo el futuro con ella, que nunca se hubiera aburrido aunque no hubiera sucedido lo de la noche pasada. Simplemente era eso, ese pensamiento de que podía continuar con un solo ser por toda la vida. ¿Cuál era esa convicción? ¿De dónde surgió? No lo sabía con total seguridad, pero sus sentimientos le ocasionaron decir esas cosas, esas frases tan… melosas, llenas de colores, rozando sus labios contra los ajenos.

-Disculpe si pasó los límites que usted estableció, pero no puedo quedarme callado después de escucharla- dijo, por lo menos la preparaba de antemano, unas cuantas palabras que podían hacerla sentir inestable, tenía dudas si mencionar las cosas o no. Cerró los ojos por un momento, tragando un poco de saliva, sin saber el resultado de sus acciones. Pero ahí estaba, con esa cercanía, con esos labios que rozaban con tanto cariño.

-No puede decidir esas cosas, ni predecir el futuro, yo con lo que soy no tengo esa capacidad. Nadie la tiene- decía de una manera formal, sin inclinarse tanto a un lado meloso ni romántico, era un poco más… como si fuera un pequeño regaño -Es algo que uno forma, que se construye a base de sus acciones- y de ahí, no se atrevía a decir nada más, teniendo cuidado a cómo dirigirse ahora con ella, que su presencia y sus palabras eran abrumadoras.

Sólo pasó su mano por el brazo ajeno y entrelazo sus dedos con los de ella mientras tocaba aquel tatuaje junto a ella. Si, esas palabras dedicadas a la persona que le hizo daño. Eso pensaba realmente, pero no podía pensar nada más al respecto. Respiró profundamente mientras ladeaba la cabeza y la apoyaba en la ajena, las acciones decían más que mil palabras. Por lo menos eso creía realmente. Dio unos pequeños apretones en sus dos manos, indicando que estaba ahí para ella, que cualquier cosa estaría ahí -Puedo decir lo mismo realmente, cuando desee irse lo entenderé, que me puede usar como usted desee, que soy débil ante sus palabras, sus órdenes, sus deseos- mencionó finalmente, él se había entregado completamente a ella, estaba a su merced, a su voluntad...
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Todo era caos dentro de su cabeza, nada nuevo bajo el sol. Decía algo, creía que era lo que quería, pero sin darse cuenta la verdad era otra. Temía, pero quería más, no quería separarse, no quería que lo que decía fuese cierto, lo creía y a la vez no. Un extremo sobre el otro existían imposiblemente, era todo y a la vez nada, tenía miedo e ilusión, sentía angustia y alivio. Con justa razón se sentía absolutamente exhausta mentalmente.

Sólo había hablado desde el corazón, algo que se le hacía muy difícil, palabras que quizás en dos días ya no serían ciertas, en ese momento eran su verdad. Ya no intentaba alejarlo, no mentía para hacer daño, sólo… Hablaba. Del corazón a la boca sin pasar por su cabeza. Lo mismo con sus movimientos, que ya no dudaba ni pensaba, sólo buscaba lo que quería. Contacto, que Adam no se alejara, por mucho que creyera que ese era el final, no todavía, tan sólo un ratito más…

El vampiro le había dejado terminar sin interrumpirla, claro, una parte desconocida de ella quería que la mandara a callar, que estaba hablando estupideces, pero sólo era su inconsciente. Demasiado ocupada narrando un futuro que creía escrito en piedra como para dejar cabida para cualquier otra cosa. Sólo sentía caricias que le recordaban que seguía ahí, hasta que giró su cabeza, un beso que respondió con el mismo cariño.

Adam rompió el silencio con palabras que no se había esperado, dichas con una seguridad que ella nunca había conocido. Llegaron a Hitori de una manera en que no fue capaz de ser escéptica o dudarlas, decir que quizás eso cambiaría luego. Le creyó por completo, por alguna razón, y luego… Sintió que su corazón latía más rápido, le subía el color a las mejillas, se mostraba en su pecho y hombros. Apretó la mano morena ligeramente mientras se llenaba de nervios.

Asintió, denotando que realmente estaba en su derecho de hablar, responder, si quería, era justo. Un ligero regaño, aunque ella simplemente había dicho lo que realmente creía, estaba completamente segura de que no había otro resultado, Adam parecía no estar de acuerdo. Inconscientemente eso la aliviaba, aunque sintió más nervio, más pánico, se acercó un poco más a él. Masoquista era, hecha y derecha.

Las palabras le habían quitado todo el vuelo pesimista que tenía, exhaló despacio mientras sentía que se ruborizaba más. Tomó la otra mano entre la suya y de pronto tenía mucho calor. Recordaba haberse sentido así, hace muchísimos años, algo que había olvidado. Que normalmente le traía recuerdos horrorosos, pero en ese preciso momento podía simplemente dejar que sucediera, que las palabras de Adam habían calmado algo dentro de ella. Devolvió los apretones ligeramente, ahí estaba, hasta que él quisiera lo contrario.

Apoyó su cabeza contra la contraria, un pequeño suspiro para calmar sus nervios, pero si no estaba equivocada sentía que sus palmas comenzaban a sudar sólo un poco. Las últimas palabras la dejaron completamente helada. No, eso no funcionaba así, ella no iba a usarlo, no iba a irse, ella era quien le había entregado todo en sus manos, que estaba a merced de él. No al revés.

“A-Ah-” Tartamudeó, sus dedos comenzaron a moverse, miraba de un lado a otro. “N-No, yo-” Se encogió un poco contra Adam, recogiendo sus piernas, escondiendo su cara contra ellas, tenía muchísimo calor. Su cara ardía, hasta sus hombros descubiertos delataban el rubor. “N-No haría eso…” Murmuró en una voz diminuta, por alguna razón se moría de vergüenza, se encogía en una bolita pequeña para que fuera más fácil que se la tragara la tierra.

Abrazaba su estómago con fuerza sin soltar las manos ajenas y hundía su espalda contra el pecho del moreno. “No quiero que te vayas.” Otro susurro pequeño, actuaba como si estuviese declarando amor incondicional, sus palabras eran lo más cercano a eso, no era capaz de más. “Y y-yo tampoco…” Otro apretón de las manos ajenas, escondió su cara más contra sus piernas. “Tampoco me voy.” Aquello era obvio, que Adam tenía la mayoría de las partes que Hitori había arrancado de sí misma, ya casi no quedaba nada si estaba sola. Por alguna razón creyó necesario mencionarlo de cualquier modo.

Actuaba de manera absolutamente torpe, se tropezaba sobre sus palabras, no había más que vergüenza, el cariño se había ido un poco por la ventana. Sólo denotaba nervios en cómo se retorcía. Ya había dicho mucho, quería cambiar el tema, rápido, antes de que terminara por acceder a casarse o algo estúpido como eso.

“E-Eh- esto-” Balbuceó un poco, y encontró algo en su cabeza que desviaría la conversación. “Si pudiera ir a alguna parte cualquiera, sería de vuelta al bar de pops.” Murmuró, sintiendo que se calmaba un poco, contestaba la pregunta de la noche anterior, antes de que todo se fuese a la mierda. Una pequeña sonrisa. “Me cuesta muchísimo comer, me las arreglaba con colados y sopas a veces. Creo que no tengo un plato favorito, no recuerdo la última vez que salí a comer a un restaurante o algo así.” Su bolita se soltó un poco, volvió a recargarse sobre el vampiro, un poco más relajada aunque el rubor no cedía.
Hora
Mediodía

Lugar
Sala de Computación

Clima
Nublado

Hunger:
3/6
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Hitori MacleodHitori Macleod
Hitori Macleod
Inventario : Damn, if These Walls Could Talk |Priv. Adam| [+18] Kisspng-snow-globes-clip-art-globe-5acccca2b6cdd6.8839366515233711707488Nivel 2 - Bola de cristal con luz y música.
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