Ya estaba completamente claro que Adam se encontraba en un estado distinto, completamente desaforado. Una sonrisa peligrosa se extendió por los labios de Hitori, sus uñas hundiéndose ligeramente en la espalda del vampiro. Era exactamente lo que había querido ver hace tres días, y ahora estaba ahí. Lo sentía en cómo maltrataba sus muslos, algo que sólo agregaba al placer, empujaba todo el resto fuera de su mente.

¿Cuánto más podía aguantar sin responder? Se tomaba su rol de sumisa a pecho en ese momento, pero sentía un vértigo casi imposible de evitar, una necesidad de ver hasta dónde podía empujar al moreno en ese momento. Le encantaba ese dolor, sentirse completamente utilizada, olvidar que era una persona con sentimientos.

Simplemente cerró sus ojos y se dejó usar, cualquier capricho de Adam era bienvenido. El dolor no era problema, no hubo indicios de que le molestaba, sólo gemidos más intensos, cada vez más cerca. Sintió pequeños caminitos de sangre en sus muslos, no le importó, gimió con más fuerza, peleando con el deseo de responder de la misma manera.

“Adam” Jadeó cuando el vampiro se separó de su intimidad, abriendo sus ojos para observarle. Parecía completamente enloquecido, nada parecido al hombre preocupado y considerado que había aparecido detrás de ella esa tarde. Cualquier otra persona hubiese temido por su vida, intentado calmar a la bestia que se formaba frente a ella. La voz de la razón debería haber chillado que corriera, que estaba en peligro, que qué estaba pensando quedándose ahí, pensando en ver cuánto podía empeorar la situación. Pero, en vez, esa misma sonrisa peligrosa volvió a formarse.

¿Cómo explicarlo? Era la misma sensación que le daba de vez en cuando, en momentos cuando estaba en la vereda de una calle concurrida. Las ganas imposibles de ignorar de dar un paso más y dejarse atropellar, sólo para ver cómo se sentía. De lanzarse por el balcón de un edificio alto. Pero en ese mundo, no tenía razones para abstenerse.

Observó con algo que sólo podría describirse como regocijo, los dientes clavarse en su estómago. ¿Le dolió? Por supuesto, pero quería más. Una, dos, tres más en su abdomen, la última acompañada de otro gemido. No hizo ningún ademán de alejarse, de salvar a su piel de los colmillos, ningún sonido que indicaba incomodidad, si no todo lo contrario.

Más mordidas, le encantaba, cada vez menos cuidadosas, con más fuerza. Hilillos de sangre comenzaban a adornar todo su torso, pero no le importó en absoluto. ¿Cuánto más haría por sí solo? Quiso cargar el aire de feromonas, tentarle más, ver hasta cuan punto podía empujarlo, pero se volvió a contener. Quería jugar con fuego y ver cuanto tiempo se demoraba en quemarse por completo.

Llegó hasta sus pechos, sólo ahí Hitori comprendió que lo que hacía era marcarla. Que no estaba probando su sangre. ¿Cuanto más pretendía hacer antes de detenerse? Su corazón latía con fuerza, la inercia de empujar más se hacía cada segundo más irresistible.

“Ah...” Jadeó cuando los colmillos llegaron a su hombro, estirando su cuello, ofreciéndolo como el resto de su cuerpo. En vez, un sonido de sorpresa escapó de sus labios cuando los dedos se hundieron en sus nalgas. Abrazó al vampiro con sus piernas con fuerza. Quería volver a probar sus labios, la mezcla de su propia sangre y líquidos, pero una vez más logró contenerse.

“Amable” La palabra resonó como un eco dentro de su cabeza. Frunció el ceño, eso había sido suficiente. Con los colmillos hundidos en su cuello, Hitori tomó ambos lados del cuello de la camisa y tiró con fuerza, rasguñando el cuello y hombros morenos. Los primeros tres botones volaron, rebotando contra el piso varias veces. Repitió el movimiento más abajo, reventando el resto de los botones antes de rastrillar sus dedos desde el estómago ajeno hasta los hombros, donde empujó la camisa, poco a poco deshaciéndose de ella, se tomó su tiempo.

“Si quieres dejar una marca que dure, vas a tener que esforzarte mucho más.” Murmuró, un reto peligroso donde ella misma se jugaba la vida. Dejó que los poros de su cuerpo comenzaran a cargar el aire del veneno que, esperaba, tan sólo hiciera más intensa esa locura.

Su veneno había tenido el efecto deseado. Sintió los dedos, los dientes hundirse en su piel, rasgando aquella fina capa pálida. El blanco se teñía de rojo mientras el dolor sólo se transformaba en gemidos que invitaban a empujar ese límite, a morder con más fuerza.

Poco a poco Hitori caía en el juego de desenfreno que Adam había comenzado, ahora que no estaba preocupada de contenerse. El dolor le cegaba, empujaba la razón que quedaba fuera de su cabeza, ya no podía detener la inercia de empeorar la situación.

¿Hasta dónde llegaría? ¿Era capaz de enloquecerle más ahora que había encontrado una faceta distinta? Temblaba de emoción de sólo pensarlo, de sentir su vida a merced de alguien que no sería capaz de detenerse. No quería cuidado, no quería que le llamaran señorita, quería que desgarrara su piel como si de una tela se tratase.

“Es cuando más me divierto.” Jadeó dentro del beso mientras el vampiro tironeaba de sus labios. Sus manos se posaron en ambos lados del cuello moreno, hundiendo sus uñas en la nuca ajena, acercándole bruscamente sin dejarle respirar, devolviendo el brutal beso con la misma violencia. Se dejó enloquecer, acompañando a Adam, rasgando con sus uñas, mordiendo con sus dientes sin cuidado de maltratar la piel prístina hecha de chocolate.

Ahí dentro ya no sentía nada. Por la ventana se había ido el miedo, la angustia, la preocupación de quedar desprotegida y completamente desnuda frente al vampiro. Ya nada importaba, no cabía en su cabeza, todo era deseo, placer y dolor.

¿Se movían? No importaba, sus piernas apretaban las caderas con fuerza, su cuerpo se pegaba y restregaba contra el pecho descubierto. Los hilillos de sangre que manchaban todo su torso desaparecían, esparciéndose contra la piel morena, tiñendo todo de rosa y rojo. Hitori no le dio tregua, ni con ese beso sofocante y hambriento ni con las feromonas que cargaban el aire, que salían de su piel y sus labios, no se despegaría por nada del mundo.

“Adam” Murmuró cuando le apegó contra la puerta. Eso, sin cuidado, tan sólo con hambre y necesidad. Sentía el miembro entre las capas de tela, listo, deseoso de ser liberado de esa prisión. Hitori se restregó contra él, lento, torturando con lo que le separaba de poder penetrarla. Pero no, no iba a ser tan amable de liberarlo todavía. El vampiro quería molestarla, pero dos podían jugar a eso. Aquella sonrisa peligrosa adornó su mirada una vez más.

Ahí, entre el cuerpo de Adam y la puerta, sus piernas cruzadas alrededor de las caderas ajenas, con su lengua en lo más profundo de la boca del vampiro, su cuerpo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

De pronto sus piernas, brazos, nalgas, labios y caderas se llenaron de carne que faltaba en su cuerpo humano. Su piel tomó un color un poco más oscuro, subió de temperatura, más suave. Su piel se cubrió de aquella fina ropa mientras alas de color negro brotaban de la parte baja de su espalda y cada lado de su cabeza. Sus ojos y cabello eran de color aguamarina, brillaban ligeramente.

Hundió las uñas negras y afiladas que crecieron de sus dedos en los hombros de Adam sin cuidado, mordiendo y jalando de su labio inferior con un colmillo que había crecido tan sólo un poco. Robó un poco de la energía, lo suficiente como para comenzar a cerrar las heridas que el vampiro había puesto en ella tan laboriosamente.

Como había dicho, iba a requerir de un esfuerzo un poco mayor si Hitori iba a acceder a quedar marcada una vez más. Sus caderas no dejaron de moverse, pero ahora, para la tragedia de Adam, había una capa más entre ambos. -Upsi, una real lástima.- Su mirada era juguetona, sabía exactamente lo que estaba haciendo, tan sólo esperaba una reacción, una represalia, mientras cargaba el aire de aquel veneno que no permitiría ninguna reacción calmada.

En cualquier otra ocasión, ese trueno inesperado le hubiese hecho pegar un salto. En vez, las garras de una mano rastrillaron hacia abajo, dejando tajos profundos en la piel morena. El gemido ajeno logró que Hitori se estremeciera ligeramente.

No se la llevó gratis, sintió garras devolver el maltrato, rasgando las medias que cubrían sus piernas, abriendo nuevas heridas en su piel. “Mmh-” Un jadeo se atoró en su garganta mientras Adam la apretaba, acompañado de un pequeño tiritón de placer que recorrió todo su cuerpo.

De ese brusco movimiento recibió suficiente energía como para volver a cerrar los nuevos rasguños en sus piernas, sí, tendría que jugar mucho más sucio si quería que las marcas durasen. Sus piernas se apretaron con más fuerza, respondía las embestidas bajo la ropa con movimientos propios de su cadera.

Hitori mordió su labio inferior, una mezcla entre su propia sangre, la del vampiro y saliva. Completamente impura, debería haberle revuelto el estómago, pero tan sólo quería más. Posó los ojos de color aguamarina sobre los grises, una mirada que le retaba a apretar con más fuerza.  

Sentía la urgencia en el vampiro, pero esta vez ella no tenía ningún apuro. No escondió un ligero desagrado ante la palabra “señorita,” llevó una de sus manos a la nuca de Adam, tomando un puñado de cabello mientras la otra hundía sus garras en una de las nalgas ajenas.

“Pero...” Jadeó cuando su cuello fue liberado. “Seguro valdrá la pena una quemadura o dos ¿No?” Respondió, su sonrisa lasciva, su cuerpo ahora cubierto con una tela ligera restregándose contra el ajeno. Presionó sus pechos contra el vampiro, dejando que sus pezones erectos se hundieran en la piel morena.

“¡Ah!” No esperaba la mordida en una de sus alas, un gemido de sorpresa, dolor y placer retumbó por las paredes de la sala de música. Por un momento no pudo moverse, la sensación había sido demasiado, al parecer sus alas eran demasiado sensibles como para recibir abusos como ese con la misma facilidad que el resto de su cuerpo.

Se estremeció con fuerza, por primera vez su cuerpo se encogió bajo los dientes de Adam, su ala intentó alejarse antes de que Hitori la detuviera. “A-Ah” Jadeó una vez los colmillos se habían desenterrado. Dolía, todavía, el dolor irradiaba desde la mordida hasta el resto de su ala. Aquello había sobrepasado la fina línea donde el placer y dolor se pueden mezclar.

La súcubo estiró sus alas, acercándolas, ofreciéndolas al vampiro con una expresión extremadamente desenfrenada. No lo iba a desvestir, no le importaba nada, había encontrado algo más peligroso con que jugar aunque su cuerpo no dejaba de retorcerse bajo el de Adam. Lo quería llevar más profundo, hundirse en el fondo del abismo con él.

Hitori maldijo su propia debilidad al notar la expresión de sorpresa en el vampiro. Escuchó el inconfundible suspiro de alguien que intentaba calmarse y sintió que se le revolvía el estómago. Todavía sentía caminos de dolor que palpitaban por su ala, ni siquiera quiso tomar de la energía de Adam para cerrar esas heridas. Sentía que su cuerpo subía de temperatura mientras poco a poco su sangre comenzaba a hervir.

Sintió la mano acariciar su cuello, un cariño que contrastaba demasiado con lo que había estado sucediendo hasta ese entonces. Demasiado grande, demasiado diferente, no podía lidiar con cuidado segundos después de lo que había sucedido, no podía adaptarse a un cambio tan brusco, en especial si de pronto Adam volvía a cuidarla después de todo lo que le había costado lograr que dejara de hacer algo tan apestoso.

Como si no hubiese estado suficientemente sacudida, Adam decidió plantar un beso en su sien, como si de una niña pequeña se tratase. El desenfreno desaparecía de su compañero, y eso no le gustaba para nada. Ese no era el juego, y no pretendía jugarlo de esa manera.

“Dije-” Escupió, empujando los hombros del vampiro con fuerza, intentando alejarle después del beso que posó en su ala. “Que no me importa-” Otro beso cuidadoso, esta vez en su mejilla. Parecido a uno que recordaba haber recibido. Su mente se invadió de ira, no pudo evitarlo, no podía pasar de usarla a tratarla de esa manera, no dejaría que lo hiciera.

Su mano derecha retrocedió y luego avanzó con fuerza, plantando una enorme cachetada en la mejilla izquierda de Adam, se aseguró de hundir sus uñas mientras pasaba. “Cuán mal me queme. No me trates como una niña, no necesito tu preocupación.” No había mostrado esa furia, ni siquiera más temprano cuando había entonado esa canción.

Se había dejado de mover, ya sus piernas se habían soltado, lo único que le mantenía de caerse al suelo era que el vampiro la estaba presionando contra la puerta. Hitori resoplaba, el infierno completo en su mirada, el ceño fruncido en ira. Su pecho subía y bajaba rápidamente, mejillas coloradas, brazos cruzados.

Parte de ella quería retirarse, Adam se veía más controlado, si continuaba tratándola de esa manera no estaba segura de cómo reaccionaría. No tenía ganas de tener sexo mientras la mimaban, que para eso se conseguía un novio y ya, tenía razones para no querer eso. Poco le importaba la mano posada en su cuello, si no iba a ahorcarla mejor que se la metiera donde mejor le cabía. Cada segundo la lujuria y el deseo desaparecían, eran reemplazados por ira.

“¿Descanso?” Refunfuñó, había desviado su mirada, completamente ofendida de ser tratada de esa manera, su piel había dejado de expulsar las toxinas, ya le daba igual todo. No sabía qué pretendía el vampiro, pero seguro era alguna estupidez que sólo haría que se ganase otra bofetada. “¡QUE NO ME LLAMES-”

La mordida le tomó por sorpresa, no creyó que después de semejante exhibición de cursilería ridícula Adam volvería a hacerlo. “Ah” Murmuró, parte de la ira disipándose tan rápido como había llegado. “Ah-” Un pequeño gemido ahogado bajo la mano que apretaba su cuello en vez de acariciarlo como lo haría un vampiro afeminado que brillaba con el sol.

El resto de la ira desapareció con la desesperación que sintió en los rasguños en su piel. Sí, eso sí lo iba a permitir. La sonrisa no volvió a sus labios, pero volvió a rodear la cadera ajena con sus piernas. Al menor indicio de cuidado en la actitud ajena, liberaría otra cachetada sin pensarlo dos veces.

Le costó un poco volver al estado mental anterior, no logró hacerlo en su totalidad, parte de ella había recordado que tenía sentimientos y eso siempre le complicaba la existencia. Cerró sus ojos, hundió sus uñas en la espalda ajena con saña, dejando que el vampiro desgarrara su ropa y piel sin cuidado. No cooperó demasiado, moviéndose solo lo necesario, no hizo ningún sonido, si quería tratarla como una niña entonces se comportaría como tal, haría todo el berrinche que quisiera.

Las heridas le dolían, pero ya no tenía ganas de alimentarse, no estaba demasiado hambrienta y no le apetecía extenderse y tocar la escencia ajena, por lo que simplemente dejó que la sangre escurriera por sus nalgas y piernas, bajaba en pequeños caminos por la puerta y luego caía en el suelo. -Quédate con tu cochina energía vital que yo no la quiero.-  

Escuchó los pantalones caer y esta vez sí sonrió, sus caderas se reactivaron sin su permiso y no logró esconder un jadeo de placer cuando Adam agarró su nalga con fuerza. Tiritó bajo la lamida en su ala, algo mucho más placentero que los dientes sobre ella. “La culpa es tuya.” Respondió, un pequeño jadeo, aunque la rabia se dejaba mostrar en su tono, no había terminado de armar berrinche.

“Ah-” ¿Pero qué mierda estaba pasando? Gimió dos, tres veces, claro que dolía un poco, no había esperado ese tipo de penetración. Adam parecía más descontrolado, quizás podía bajar la guardia un poco. ¿Un castigo? Eso también lo permitiría. “Ah” Un jadeo cuando mordió su oreja, las manos de la súcubo se arrastraron desde la espalda hasta las nalgas ajenas y ahí se hundieron, acompañando las embestidas.

Su cabeza se vació un poco más de aquellos sentimientos, un poco más con cada embestida, pero no sería capaz de volver a acompañar a Adam en ese desenfreno. Otro pequeño gemido de placer escapó de sus labios cuando los colmillos se hundieron en su cuello. La mejor opción para mantenerse sana en ese momento era robar de vuelta, pero no lo haría.

Nuevamente sintió los síntomas de una pérdida rápida de sangre. Sus ojos se desenfocaron, su cabeza empezó a dar vueltas, sus piernas se aflojaron un poco y tuvo que llevar sus brazos alrededor del cuello de Adam. Comenzó a sentir que le faltaba el aire, su respiración iba un poco más rápido y sus gemidos cada vez más acallados.

¿Iba a suceder de nuevo? No le molestaba en absoluto irse a negro en ese momento, como la vez anterior. Pero apenas un ligero sudor frío se formó en su frente como respuesta a la pérdida de sangre, Adam se detuvo. Todo daba vueltas, casi no sintió el beso en la herida antes de vocalizar un gemido débil ante la siguiente mordida en su hombro. Demasiado confuso, demasiado contrastante, pero frente a la sangre que había perdido era como si una pequeña neblina se hubiese posado dentro de su cabeza.

Enseñó los dientes en una mueca inconsciente de furia ante las primeras palabras cuidadosas, pero jadeó ante las acciones violentas. ¿Es que quería volverla completamente loca? No podía con ambas al mismo tiempo, no sabía si era placer o rabia o angustia. Pero algo se anudaba en su estómago, su estado mental era más inestable con cada contradicción del vampiro.

Respondió con otra bofetada, la misma mano, pero esta vez usó el dorso y azotó la otra mejilla, dejando sus garras marcadas en ese lado también, aunque ese segundo movimiento había sido muchísimo más débil. “Deja de disculparte-” Balbuceó un poco, aunque la furia se mostraba, no había logrado enfocar los ojos nuevamente para encontrar los ajenos y dejarle clarísimo que seguía enojada.

Ya venía otra cursilería, estaba lista para patalear y sacárselo de encima si trataba alguna otra estupidez cuidadosa, en guardia nuevamente frente a esas palabras. ¿Remediarlo? No quería. “Que no qu-” Jadeó de sorpresa cuando dejó de sentir el miembro de Adam. ¿Ahora qué? Quizás en otro momento aquella incertidumbre le hubiese gustado, pero sabía que el vampiro no pretendía dañarla demasiado ya, y estaba demasiado preocupada de otra acción cariñosa como para querer jugar ese juego.

Todo ya daba vueltas, hacía menos sentido cada segundo, en un suspiro se encontró de cara contra la puerta después de un movimiento brusco de parte del moreno. Gimió involuntariamente de placer cuando sintió su cuerpo chocar de lleno contra la puerta. No entendía nada, pero el dolor de las heridas en sus nalgas por lo menos ayudaba a centrarla un poco. Sólo era rabia y placer en la confusión de la neblina en su cabeza.

Hitori cerró sus ojos inservibles y apoyó sus antebrazos contra la puerta, descansando su frente sobre ellos, notando que el sudor frío seguía ahí. Ligeros gemidos escapaban de sus labios, más por el placer de sentir dolor y el trato brusco que otra cosa. El miembro de Adam la penetraba sin respeto, sí, pero tenía demasiado miedo del cuidado que podía aparecer en cualquier momento como para realmente dejarse llevar por esa sensación.

Lo único en que se podía fijar era el dolor. El resto era demasiado peligroso. Se sentía flotando, incapaz de hundirse de vuelta en la situación pero demasiado débil como para hacer algo al respecto. Daba vueltas y vueltas, sentía que de a poco comenzaba a disociar, pero luego se detenía y volvía a su cuerpo. Lo único que la mantenía consciente en ese momento eran los movimientos de su compañero.

“Ah-” Otro jadeo involuntario, pequeños temblores de placer cuando la mano volvió a apretar su cuello con fuerza. Hasta ahí había llegado su intención de sólo concentrarse en el dolor, la mano sobre su cuello simplemente se sentía demasiado bien. “Adam-” Gimió cuando jaló del cabello que ahora parecía aguamarina un poco más gastada.

Demasiado dispersa como para responder con algo coherente, simplemente hizo un sonido que parecía ser de protesta entre gemidos más profundos. Con los antebrazos apoyados en la puerta, amortiguando las estocadas, ambas de sus manos se cerraron alrededor de sus propios brazos, donde hundió las uñas negras con fuerza. Sintió la sangre brotar, escurrir hacia sus codos y luego, poco a poco, gotear al piso, uniéndose al coro de la lluvia que no había dejado de caer.

Qué cachetada patética había sido. En su confusión fue capaz de darse cuenta de aquello, por lo menos, e intentó hacer una nota mental de intentarlo otra vez cuando tuviese suficientes fuerzas como para mantenerse en pie por sí sola.

¿Qué le estaba pasando? No estaba segura, pero parte de su berrinche al parecer tenía que ver con no disfrutar de verdad lo que estaba sucediendo. No lo estaba logrando demasiado bien, pequeños gemidos escapaban de sus labios cuando Adam apretaba su cuello, sentía que salía a flote cada vez que lo hacía.

Hundió sus pequeños colmillos en uno de sus antebrazos cuando las estocadas comenzaron a ser más lentas, ahogando jadeos que no quería demostrar en su piel. El sabor a sangre y dolor nuevo le despertó un poco más. Se estremeció ligeramente cuando la mano se apretó más alrededor de su cuello con fuerza, pero no hizo más que eso

Adam parecía haber terminado, se había dejado de mover y con eso se le hizo más difícil mantenerse a flote. Probablemente iba a decidir volver a ser cariñoso, algo que confirmó cuando soltó su cuello. Seguramente no lo soportaría. Quería escapar, pero estaba segura de que si intentaba poner todo su peso en sus piernas no lograría mantenerse en pie.

Intentó simplemente hundirse en los dolores que sentía. Su hombro, su cuello, espalda, la mordida en su ala, sus piernas, sus brazos, sus nalgas y su interior. Había bastante, olas que recorrían absolutamente todo su cuerpo. La sangre no había dejado de escurrir de esas heridas, sentía que sus extremidades hormigueaban cada vez más, bajaban su temperatura en respuesta a su cuerpo intentando mantener un flujo sanguíneo normal cuando faltaba bastante del líquido.

Le faltaba el aire, pero no tenía que ver con el ejercicio, sentía el pecho apretado. Su parte demoníaca le gritaba y reprochaba no haberse alimentado, por lo que volvió a su cuerpo normal, donde todas las heridas se notaban más, la sangre contrastaba con su tez completamente pálida. Para cualquier persona que la mirase en ese estado, parecía haber sido mutilada por un animal salvaje.

Ya no se podía sus propios brazos, los dejó colgar a ambos lados de su cuerpo, pequeños riachuelos de sangre comenzando a bajar por sus brazos hasta la punta de sus dedos. Iba a tener que apoyarse en el vampiro si no quería caer al piso, pero prefería eso. “No me… toques.” Murmuró con dificultad entre respiraciones que iban demasiado rápido pero no eran suficientemente profundas. No sentía sus piernas, un momento perfecto para dejar que colapsaran bajo su propio peso, impulsándose hacia un lado en un intento de zafarse de Adam.

No había vuelto a abrir sus ojos, quería escapar de la realidad donde estaba atrapada en los brazos de alguien que insistía en recordarle que tenía sentimientos. Hitori dejó que la neblina que confundía su cabeza se expandiera, hundiéndola como si estuviera bajo agua. La inconsciencia era el último refugio que le quedaba donde Adam no podía tocarla. Pero su angustia, ansiedad y pesadillas le esperaban como viejas amigas.