La primera luna llena… Tiffany casi no recordaba en absoluto lo que había sucedido. Borrones y pozas de recuerdos completamente desconectados. Dolía. Oh sí. Eso sí lo recordaba. Dolor aparentemente infinito. Almas sufriendo en todas partes.

Esta vez, Tiffany decidió tomar medidas preventivas. Claramente no había sido ella quien contó los días, las noches, hasta la siguiente luna llena. Otro Reaper se lo había recordado. La chica no tenía idea de cuánto tiempo llevaba encerrada ahí. Si antes del apocalipsis se le había hecho difícil llevar cuenta de días, semanas, meses, y horas, en el apocalipsis zombie era absoluta y completamente imposible hacerlo.

Pero durante el día había corrido por todas partes recordándole a todo el mundo que se venía la luna llena. —¡ESCÓNDANSE! ¡NO MUERAN TANTO! ¡MANTÉNGANSE A SALVO!— Chilló por todas partes mientras corría, demasiado rápido y desorganizado como para que alguien decidiera atacarle. No se quedó en ningún lugar por demasiado tiempo. Quizás era porque había corrido todo el día, pero se sentía muchísimo más atenta que de costumbre.

El sol se había puesto, y Tiffany también se había puesto, pero en marcha. No tenía ganas de sufrir, ni de sentir tanto dolor que no recordaba nada. Con sus gritos había notado que muchísima gente se había escondido. No había evitado por completo la masacre, por supuesto. Llevaba varias horas corriendo de un lado a otro, esta vez recogiendo almas, una tras otra, sólo segundos o minutos entre el dolor agudo de alguien que había muerto.

—Estoy… Harta…— Jadeó, abrazando a Bubba contra su pecho. Se encontraba en… ¿El patio? Cerca, por lo menos. No tenía idea de cómo había llegado ahí, en realidad. Siguiendo almas solía perderse. —¡De este dolor!— Un minuto, quizás, que pasó en un segundo para ella, y le había invadido otra alma.

Había tenido suficiente. Tomó su forma de raza en un jadeo, la brea se extendió por la pala, Tiffany dejó a Bubba sobre su cabeza y usó la energía que había recogido de las almas para imbuir su cuerpo. Cruzó la distancia entre ella y la pequeña plaza al medio del patio en un segundo, avanzando quince metros en un segundo, quedando a unos diez metros de la mesa de ping pong. El dolor se hizo más agudo, y la chica llevó una mano a su cuello en un reflejo que todavía no sobrellevaba. Ella no estaba herida, por supuesto.

Se tambaleó hacia adelante con dificultad y algunos quejidos de dolor, uno, dos metros, y Tiffany se dejó caer al piso, tomando el alma entre sus manos, volviendo a su forma humana entre jadeos pesados. —Perdón. Siempre llego muy tarde.— Estaba absolutamente empapada en sudor, algo que no era demasiado nuevo para ella, y sus coletas apuntaban ya a cualquier parte. Un segundo, quizás, en que sintió que el alma le entregaba un poquito de magia y luego se esfumaba, sus ojos y manos brillaron ligeramente.

Tiffany simplemente se quedó sentada en el piso helado, intentando recuperar el aliento. Se notaba desarreglada, agotada, tenía algunos rasguños donde había pasado por ventanas rotas o ramas sin demasiado cuidado. Fue sólo en ese momento que notó a alguien sentado en la mesa de ping pong, a unos cinco o siete metros. —¡NOAH!— La chica no lo había visto desde la bomba. En realidad, entre todo, había olvidado la existencia de toda la gente que conocía hasta que se los topaba ahí dentro. Sus ojos instantáneamente se llenaron de lágrimas de alivio y felicidad al verlo.

Se incorporó con un poco de dificultad, usando la pala. —Tiff, cuidado.— Bubba gruñó desde su cabeza, pero la chica hizo caso omiso. —Es Noah, Bubba. ¡NOAH!— Con un impulso y una risita ligera, genuina, incorrupta por ese lugar horrendo, corrió hacia Noah hasta que pudo abrazarlo. Se notaba en su cara, en cómo se movía, que había olvidado por completo dónde estaba. Las reglas. Las razas. El peligro. En un segundo había estado cosechando un alma, claramente muriéndose de dolor. ¿Y ahora? Como si nada hubiera pasado, corría a saludar a uno de sus amigos cercanos.

—¡Estás bien! Estásvivo, estásaquí. ¡SOLO! ¿Noahquéhacessoloaquíenlunallena? Estás… Estás…— Desde que había empezado a acercarse al chico había disparado palabras a velocidades vertiginosas, sin parar un sólo segundo para respirar. Lo abrazó con fuerza, con alivio, con un pequeño sollozo de emoción. Hasta que notó la ropa del contrario, cubierta de sangre. Todo se detuvo, tan repentinamente como había empezado, la chica se dio de bruces de vuelta contra la realidad.

—¿Lleno de sangre?— Murmuró, helándose por completo sin soltar el abrazo, aunque su tono se había llenado de miedo e incertidumbre. —Por favor, no. No puedes ser un zombi.— Fue más un ruego que otra cosa, no sabía si aguantaría algo como eso.

Quiso culpar a su cansancio, quizás, por las náuseas repentinas que le consumieron. La realidad era que la posibilidad de que Noah fuera un zombi le asqueaba lo suficiente como para devolver todo lo que había comido en semanas. Cuando lo escuchó hablar se separó un poco, lo suficiente como para poder ver su cara, iluminada sólo por la luna. No soltó la pala, pero su mano izquierda se quedó apretando el brazo del chico mientras Tiffany fruncía el ceño, todavía recuperando el aliento.

Notó la sonrisa de Noah. Es decir, la vio con sus ojos, y antes de poder fijarse lo suficiente como para darse cuenta de que era distinta, se distrajo con el olor a sangre. Sintió que sus manos se enfriaban a pesar del calor por haber estado corriendo. —¿Y toda esta sangre?— Todavía sentía el pedacito de energía que había recibido del alma cosechada. —¿Noah? ¿De dónde salió toda esta sangre?— Quiso decirlo en voz alta, pero sus pensamientos pasaban demasiado rápido como para poder vocalizar alguno.

Los ojos de la chica se desenfocar ligeramente, como siempre lo hacían cuando se perdía en un tren infinito de ideas desconectadas. El agarre en el brazo de Noah se había aflojado un poco. Bubba jaló una de sus coletas ligeramente a tiempo de escuchar la pregunta del chico. —Zombie.— Respondió ausentemente antes de parpadear varias veces y sacudir su cabeza, volviendo al presente con un poco de dificultad.

—Uh…— No sabía bien cómo explicarlo, miró la mesa de ping pong como para sentarse, pero la sangre le hizo palidecer ligeramente. —Esos asquerosos.— Comenzó, dejando la pala sobre la mesa para sentarse sobre la parte de metal con cuidado. Era extraño, ella estaba manchada de sangre ajena, partes de sus dedos, piernas, brazos, y un lugar en su cara que había pasado a llevar recogiendo su cabello, pero claramente le molestaba bastante. —Oscuros, feos, ya sabes… Uh… ¿Cómo era que me dijiste que se llamaban, Bubba?— Preguntó, alzando sus ojos hacia arriba, como si pudiese ver al pequeño perrito que se encontraba sentado sobre su cabeza.

—¿Yo dije qué?— El familiar negó con la cabeza, claramente no era una fuente infinita de sabiduría y tenía la misma energía idiota y errática que Tiffany. —No sé. Yo no entiendo nada. Esto es mucho más complicado que un apocalipsis zombie normal.— Se quejó, abrazando sus piernas con su mano derecha, todavía sin soltar el brazo de Noah. Sin pensarlo se apoyó contra él y suspiró pesadamente, por fin logrando calmar su respiración.

—No los culpo por habernos reventado, espero que la infección no se haya esparcido fuera de nuestra isla, pero no sé por qué la bomba no sirvió.— Ya se había subido a otro tren de pensamiento que seguiría su curso a no ser que alguien la interrumpiera.

Tiffany logró ajustarse un poco a la situación. Conocía a Noah hace muchísimo, y por más que fuese distraída y le costase mucho fijarse en el resto, el rubio nunca se mostraba tan… Triste, quizás. La chica apretó el brazo ajeno con un poco más de fuerza, un indicador universal de que ella estaba intentando enfocarse en el presente.

—Bien…— Consideró, arrugando la nariz. Ella no era una chica pesimista en absoluto, le quedaban grandes ideas tan pesadas. Pero en la situación en que estaban era extremadamente complejo darle una interpretación optimista. —¿Comparado con qué?— Se encogió de hombros. —Supongo que no tengo que partirme la cabeza intentando pasar de curso…— Intentó una pequeña broma, pero hasta Bubba resopló denotando que no era gracioso.

—No, no creo que nadie aquí dentro esté bien.— Murmuró, apretando el brazo del chico un poco más. —Tengo miedo, estoy muy confundida, pierdo muchísimo tiempo, más de lo normal…— Admitió al tiempo en que el pequeño perrito saltaba de su cabeza a su regazo, lamiendo su mano libre con cariño. Cada vez que se encontraba en una situación de vida o muerte, Tiffany disociaba a tal punto que olvidaba absolutamente todo lo que ocurría entre la primera reacción frente al peligro, y cuando ya estaba fuera de él.

El problema era que debido a su déficit atencional, aquello le sucedía antes de la bomba, solo que de una manera muchísimo menos severa. Imposible discernir qué era lo que estaba sucediendo a no ser que alguien externo prestara suficiente atención, y hasta ese entonces nadie había tenido el tiempo para seguirla y monitorear qué pasaba por su cabeza.

No agregó nada acerca del dolor inconmensurable que sentía varias veces al día, ni lo mucho que le preocupaba a veces todo el tiempo que perdía. Cada uno tenía sus problemas ahí dentro, y en un momento de sabiduría decidió no pasarle ese peso a su amigo. —Estoy con el resto de los Reapers— Explicó, parpadeando varias veces. Su cerebro quería jalarle a otro tren de pensamiento, alejarla del aquí y ahora, quizás porque era demasiado difícil, pero más probable porque simplemente era parte de ella ser así de volátil. —Espérame.—

La chica soltó el brazo de Noah y se alejó un poco sólo para posar su dedo índice en la nariz del rubio, mirándole a los ojos intensamente. Era algo que hacía a veces, cuando realmente quería obligarse a concentrarse y salir a trotar con lo que necesitaba de su atención no era una opción. Hecho esto, asintió con el ceño fruncido y siguió como si nada hubiese sucedido. —Pero sabes cómo me cuesta recordar cosas nuevas, aquí es casi imposible. No conozco demasiado a nadie, aunque todos son amigables y nos ayudamos… Por lo menos tengo a Bubba, no estoy sola.— Aseguró, asintiendo hacia el perrito.

Tiffany tomó la mano del chico con la que tenía libre y la apretó con fuerza. Otra técnica más, nada nuevo, sólo pruebas de lo mucho que se estaba esforzando, la importancia que le daba a ese encuentro. Sacudió la cabeza sin levantar el dedo de la nariz de Noah. —¿Y tú? No te he visto, y creo que no… te he… recogido.— Murmuró, indicando al lugar donde había caído al piso antes de recoger el alma y encontrarlo.

—Bubba, se ve triste, ayúdalo.— Pensó con fuerza, arriesgando una distracción pequeñita para ayudar a su amigo un poco. —¿Qué cosa eres? No estás solo ¿Cierto?— Luego se preparó para escuchar una respuesta. REALMENTE escuchar atentamente y con todos sus sentidos, porque le importaba. Su ceño seguía fruncido en una expresión de concentración pura, sus ojos brillaban con determinación de no perderse.

El perrito se pasó del regazo de Tiffany hacia el rubio de a poco y con aquella expresión idiota que le caracterizaba, aunque entendió un tanto el ambiente y prestó atención a la chica, listo para ladrarle si notaba que comenzaba a alejarse. Repitió el mismo movimiento, restregando su cabeza y lamiendo la mano libre del chico con pequeños gimoteos de preocupación.

BUBBA:

Tiffany frunció el ceño, concentrándose para intentar formar una respuesta satisfactoria. —Es muy difícil de explicar, pero antes a veces me perdía haciendo algo, o pensando en algo, y en lo que sentía era un par de minutos miraba el reloj y pasaban horas.— Esa parte no era nada nueva, de las razones detrás de por qué llegaba tarde a todas partes, o simplemente olvidaba que había quedado con alguien o llegaba horas después.

—Pero aquí… Es distinto. Me pasa mucho más seguido, y en vez de quedarme en el mismo lugar sólo pegada, me muevo.— Ladeó la cabeza, arrugando la nariz. —Normalmente sé que estaba haciendo, pero aquí no tengo idea. Pasa más en las noches. Quizás solo soy sonámbula.— Consideró, asintiendo un par de veces, eso sonaba posible, le hacía sentido, lo aceptó como verdad así de fácil.

—Quizás tienes razón. Hay gente que parece cómoda aquí, no puedo entenderlo.— Se encogió de hombros, apretando un poco más el brazo ajeno. Los podía ver por las ventanas de los salones cuando estaba a salvo. Gente peleando porque sí, porque podían, matándose entre ellos. Zombis, todos, tenían que serlo, ya trastocados por la infección.

Se encogió de hombros ante la mención de los reapers. De verdad no le afectaba demasiado, no estaba muy ligada al grupo. No conocía a nadie desde antes, y aunque ayudaba y cooperaba con los suyos, haciendo guardia y cosas como esa…

Después de posar su dedo sobre la nariz de Noah, notando que le había espantado un poco con una sonrisa de disculpa. —Sólo por encima. Creo que es más difícil tenerme paciencia aquí que afuera.— Ladeó la cabeza, no le molestaba en absoluto, a veces ella misma no soportaba cómo funcionaba su cerebro. Tuvo que pensar bastante antes de responder la pregunta que siguió.

—No sé, Noah. No me gusta pensar demasiado en eso.— Entrecerró los ojos, se podía ver cómo pasaba de estar atenta a algo afectada con ese tema. —No puedo controlarlo. Quizás es estrés. Quizás realmente estoy infectada y me estoy convirtiendo en zombi de a poco.— Sonrió nuevamente, esa vez con algo de tristeza, Bubba gimoteó suavemente. —Mmhm, aunque Bubba no cree que sea eso.— Asintió hacia el perrito, para que su protesta no fuera ignorada.

Exhaló con alivio, ayudaba saber que por lo menos él no había sufrido. Ella tampoco, se había zafado aunque no estaba demasiado segura de cómo. El estado de fuga al que entraba, esa era la razón de haber sobrevivido todo ese tiempo. Decenas de veces se había defendido a sangre fría para evitar morir, sólo que no lo recordaba.

—Yo tampoco. Que bueno, no sabes lo que duele.— Dijo sin pensarlo, se le escapó el pensamiento a la boca aunque había querido esconder lo que le sucedía cuando la gente moría a su alrededor. Hizo una mueca de frustración consigo misma y apretó la mano de Noah con algo más de fuerza. —Concéntrate, Hale, no seas bruta.— Se escarmentó mientras suspiraba, cerrando los ojos, sacudió la cabeza, moviendo las largas coletas antes de volver a abrirlos y mirar a su amigo.

Segunda ronda de concentración. —Shape shifter.— Repitió, levantando el dedo de su nariz sólo para volver a presionarla. Era algo que había hecho cuando él se había presentado, repitiendo el nombre del rubio, apretando su nariz, una manera de recordar cosas importantes acerca de una persona. Funcionaba la mitad del tiempo, claramente, pero el esfuerzo estaba.

Escuchó a Bubba pasarse a su regazo, los gimoteos, pero no se atrevió a mirarlo y desconcentrarse. No necesitaba, vio a Noah cambiar frente a sus ojos a algo más parecido al chico que conocía. —Si recuerdo.— Confirmó bajito, dejando que siguiera.

Ella también extrañaba todo eso. Pensaba en su familia a veces y sentía la tristeza que su amigo tenía. Quizás tenía suerte, de alguna manera, no cargaba con ella todo el tiempo, cuando no pensaba en ella era como si no existiera. —Seguro están bien, tu familia los va a cuidar mientras no estemos.— Aseguró. Era posible, su deseo más profundo era que los únicos afectados por el apocalipsis y bomba fuesen ellos, dentro de la neblina.

La alternativa… Era que los animales de Noah deberían haber sido la última de sus preocupaciones. Pero no dijo eso, ni siquiera logró pensar en esa rama de ideas antes de apretar su mano nuevamente.

—Yo también.— Murmuró, dejando su nariz para apoyar su cabeza sobre el hombro del rubio. Se sentía bien, poder estar así con uno de sus amigos más antiguos. Con alguien que realmente le conocía, alguien que podía recordar sin demasiada dificultad. Sintió alivio, muchísimo, y en ese relajo perdió el hilo de concentración.

—Siempre quise un perro.— Era fácil ver de dónde había salido aquello, por lo menos, un cambio no tan extremo como para perderse por completo. —¿Crees que por eso tengo a Bubba?— En los brazos de Noah, el perrito de cara estúpida estornudó. Él no sabía. —Puedo hablar con él. ¿Sentías que podías entender a tus mascotas?— Preguntó con curiosidad, restregando su mejilla contra el hombro del chico, pasando su brazo por el del contrario.

Tiffany negó con la cabeza ante la pregunta. —No, no sólo en las noches. Pero sí creo que me pierdo menos de día.— Murmuró, notando que eso contradecía la idea de que sólo era sonámbula. Agachó un poco la cabeza, en realidad no tenía idea, intentaba no pensarlo porque sólo le generaba algo de ansiedad y luego ya no sabía qué hacer consigo misma.

Ante la segunda pregunta… Llevó su mano izquierda al brazo derecho. No le quedaba ya manga en ese lado de su camisa escolar, sus ropas realmente dejaban en claro que no había muerto, absolutamente sucias y destrozadas. Pero lo más curioso, algo que pocos en ese mundo acarreaban sobre sus pieles. Una cicatriz bastante grande y absolutamente horrenda.

Dos medialunas que formaban algo como un óvalo, claramente dientes, una mordida humanoide que en su momento debe haber dolido como mil demonios, que no había sido ni tratada ni curada por medios mágicos, por lo menos no lo suficiente. La descubrió con su mano para enseñarsela a Noah.

—Sí, estoy segura de que no he muerto.— Volvió a encogerse de hombros, intentando no perder su sonrisa. —Me mordió un zombi justo después de la bomba. Creí que me iba a infectar, que me iba a morir y transformar en uno.— Su voz se tensó un poco, como si fuese a quebrarse frente al recuerdo doloroso, pero luego simplemente soltó una risita. Sus amigos la habían visto alejarse algo del grupo con el chico que le gustaba ese mes, adentrándose en el parque solos algunos minutos antes de la explosión.

—No me bajé del árbol en toda la noche, y luego Zack me encontró y me golpeó hasta que pude pensar algo mejor, y me dijo que no me iba a infectar, y sólo llevo la mitad del cuerpo pero no avanza más que eso, así que no sé si tiene razón o no.— Ella y Zack tenían una relación bastante extraña y no era raro verle dándole golpecitos cuando se desconcentraba o no dejaba de hablar. Era fácil imaginarse la situación sólo con esas pocas palabras, Tiffany espantada, llorando sin poder parar en una oración interminable acerca de zombis, y Zack del otro lado golpeándole para que dejara de ser estúpida.

Consideró las palabras de Noah por un momento. ¿Los que tenían más miedo? Nah, no creía que los que hacían daño eran al mismo tiempo los que más asustados estaban. No sabía lo hipócrita que era ese pensamiento, considerando que su pala estaba abollada y marcada, manchada en capas de sangre que la chica confundía por tierra. Sí que era de las más asustadas, de las que hacía daño, tan sólo sin saberlo.

Deseó que, quizás, su pequeño desliz hubiese pasado desapercibido. No quería preocuparlo ni nada por el estilo, pero ahí estaba la preguntita. —Mmhmm, duele, es uh… Algo de Reaper, supongo, nadie más puede ver las almas repartidas por todas partes.— No era una respuesta completa, pero abrazó el brazo del chico con algo más de fuerza y esperó que fuese suficiente.

—Nones, mis padres no querían una bolita dejando pelos en la casa, y no confiaban en que fuese yo quien se hiciera cargo siempre.— Se encogió de hombros, quizás tenían razón en eso. Sus padres le tenían bastante paciencia y la querían bastante, pero le reprochaban algo la decisión de no medicarse y cuando se trataba de sus responsabilidades le exigían lo mismo que a una persona “normal.” No era ni bueno ni malo, pero a veces tenía resultados indeseados, como nunca tener una mascota.

Bubba ladró ante ese tren de pensamiento y Tiffany sonrió. —Bubba no necesita comer, ni que lo saque a caminar, así que es perfecto.— Asintió con la cabeza y le dio una palmadita al perrito antes de volver a tomar el brazo de Noah. Por un momento hubo un vacío en la conversación, lo suficiente como para volver a distraerla ligeramente.

—Gracias por estar aquí Noah.— Por un momento entrecerró los ojos, luego los abrió de par en par y se bajó de la mesa de un saltito, jalándolo del brazo. Bubba dio varios saltitos sobre el regazo del chico mientras Tiffany jalaba. —Ven, no corremos juntos hace muchísimo, por donde vine no quedaban ni gente ni almas. ¡Vamos!— De un momento a otro pareció tirar la tensión y el peso que caía sobre los hombros de cualquiera atascado en esa situación.

No era extraño viniendo de Tiffany, que podía repentinamente convertirse en una bola de alegría y energía difícil de resistir. Este era uno de esos momentos, de algún lugar, quizás de su necesidad de no seguir indagando acerca de su estado de fuga, quizás nacido de la felicidad de ver de nuevo a un amigo, había nacido esa actitud que tanto desentonaba con sus alrededores.