¿Cuánto tiempo ya llevaba buscando a Persephone? Era demasiado difícil llevar la cuenta cuando perdía una cantidad desconocida de tiempo cada vez que moría. Ya había perdido esa cuenta. Quizás estaba teniendo muy mala suerte, pero dos de cada tres personas a las que se había acercado a preguntar respondían con violencia.

No podía creerlo cada vez que se topaba con alguien que reconocía. ¿Es que nadie se había salvado de ese purgatorio? No se había permitido pensar demasiado en eso, en dudar la voluntad del Señor. Ella no podía pretender saber más, ser más sabia que quien les había puesto ahí.

¿Que dolía? Sí. Pero claramente ella y todos los demás merecían ese castigo, aún cuando Faith todavía no entendía dónde había pecado tanto sin remordimiento como para llegar ahí. Lo único que tenía claro era que la primera prueba era encontrar a Persephone y su manto.

Respeto. Respetar al prójimo, a toda la gente que creía en las reglas. A toda la gente que no estaba de acuerdo con lo que ella misma creía. No importaba, Faith quería ayudar, y para hacerlo sin miedo de afectar a alguien, necesitaba poder romper esa regla que le impedía cooperar.

Era bastante simple en su cabeza, había escuchado acerca del objeto hace algunas semanas, cerca del comienzo del purgatorio. Pero no la encontraba por ninguna parte. No ayudaba que cada vez que moría estaba en otra parte, y que moverse por cada zona era extremadamente peligroso.

Esta vez creía que era el mismo día, estaba bastante segura. ¿Dos? Sí, ya había muertos dos veces, pero por lo menos descubrió que no tenía que acercarse al gimnasio por absolutamente nada del mundo. No todo había sido en vano. Donde estaba parecía tranquilo por ahora, no le gustaba estar todo el tiempo con la guardia alta, era agotador.

Si alguien quería matarle, no tenía demasiado problema. A veces se defendía, cuando estaba en un lugar difícil de llegar, sólo para intentar buscar a Persephone ahí. Claramente no había matado a nadie, y un par de veces terminaba por defenderse, herir a alguien sin querer, disculparse, sanarlos, y quedaban tan confundidos que la dejaban ir. ¿Era raro? Sí, para el resto que no la conocía. Para cualquiera que sí, era sólo Faith siendo Faith.

Dejó que sus pies la encaminaran hacia adelante, no tenía un plan fijo, tan sólo recorrer lugares que no había logrado todavía. Estaba en el patio, abierto, mucha gente prefería alejarse de algo como eso, era demasiado fácil caer en una emboscada. Notó que se había acercado a alguien. En un comienzo no lo había visto, pero al girar lo vio apoyado en el árbol.

Le dedicó al chico una de sus sonrisas de marca registrada, enorme y cálida. No cabía en absoluto dentro de ese lugar, una chica que no había perdido una pizca de optimismo y esperanza. Alzó una mano y la sacudió un par de veces en un saludo simple. “Faith Asher, a tu servicio.” Se presentó dulcemente, ladeando la cabeza con otra sonrisa.

Su cabello rubio parecía algo desordenado, su flaca figura cubierta más que nada por su chaleco blanco, completamente falto de manchas. Nada de sangre, ni polvo, como si hubiese recién aparecido en ese mundo. Sus botas casi no hacían sonido contra el piso debido a lo ligera que era.

“¿Tienes ganas de jugar al pasado y ser un humano normal?” Preguntó, lo suficientemente alto como para ser escuchada, y luego caminó lentamente hacia la banca que se encontraba entre ella y el árbol antes de sentarse de manera relajada, resbalándose hacia adelante hasta que pudo apoyar el cuello en el respaldo y mirar al cielo. Nublado, como siempre.

Quizás necesitaba un respiro, algunos minutos de separación del purgatorio, de su búsqueda para completar la primera prueba de fe. Estaba algo cansada, y lo último que quería era que su fe flaqueara ahora, al principio de todo.

Sintió algo de calor en su pecho cuando el chico tan sólo le sonrió de vuelta. No todo estaba perdido, no todos habían perdido la cabeza, no todos estaban destinados a caer. Mientras todo eso fuera cierto, no se le haría demasiado difícil cumplir su misión, su primera prueba de fe. Estaba segura de que las siguientes tendrían que ver también con el resto, con prestar hombros y palabras de apoyo en donde quisieran escucharlas.

Quizás se estaba saltando un paso, todavía no tocaba el manto, pero el chico interactuó con ella sin más problemas. No era la única que “no creía en las reglas.” No había soltado su sonrisa, pero de alguna manera se profundizó al escuchar un nombre. “Joshua.” Repitió, ladeando la cabeza ante lo siguiente que dijo. ¿Un tipo de servicio? El comentario le pasó por encima por completo. “Es un gusto, no te preocupes por ello, no necesito nada.”

Sólo lo observó con una expresión calmada, notó los ojos encima de ella, no intentaba esconderlo y Faith no se mostró afectada en absoluto. Recogió su cabello rubio pálido detrás de una oreja antes de empujar el flequillo fuera de sus ojos. No pensaba demasiado en su apariencia incluso antes de morir, ahora en realidad no le importaba en absoluto, todo era utilitario. Había muerto hace sólo algunas horas, por lo que de seguro se veía inmaculada en comparación al ambiente y la gente que sí se defendía.

Quedaba clara su posición cuando se trataba de pelear, tanto en su actitud y palabras como el hecho de que le había sacado los ojos de encima a Joshua casi inmediatamente después de que se presentaran. Se demoró en responder, de verdad no lo culpaba, aunque no se creía mejor persona por comportarse de esa manera, sabía que era una de las pocas.

Escuchó la pregunta, sus ojos pasando por las nubes grises lentamente. “Cansada no.” Dijo, suficientemente fuerte como para que pudiera escuchar. Ella no creía estar en el infierno, no todavía, pero no estaba segura de si comenzar una discusión teológica en ese momento era la mejor idea. “Pero creo que el momento en que aceptemos este lugar como nuestra nueva normalidad estamos fritos.” Explicó, encogiéndose de hombros.

“Razas, habilidades mágicas, la neblina, objetos mágicos, renacer una y otra vez, me parece que todo está empujado a que olvidemos que somos humanos.” Se enderezó un poco en la banca para volver a mirar a Joshua. Tenía la costumbre de mirar a la gente directamente a los ojos sin tapujo. No era nada aplastante, las enormes piscinas celestes no quemaban al clavarse, si no todo lo contrario, era que estaba prestando atención, realmente escuchando, fijándose, conectando con la persona a quien miraba. De seguro le habían matado más de una vez solamente por esa razón.

“Pero siempre me gustaron los humanos, me caen bien, son interesantes. No me gustaría que nos extinguiéramos.” Su mano derecha buscó la cadena de plata alrededor de su cuello, tomando la pequeña cruz para correrla de un lado a otro de la cadena en un movimiento inconsciente, claramente lo hacía casi por reflejo. Volvió a ladear la cabeza, notando que comía un dulce, y sus ojos se iluminaron.

“¿Te molestaría si te ofrezco algo?” Preguntó antes de hacer cualquier cosa, no sabía hasta qué punto Joshua estaba dispuesto a romper las reglas, y sabía que si de pronto movía sus manos a su morral quizás provocaría una reacción violenta.