*Advertencia este post contiene escenas no aptas para usuarios sensibles debido a que trae un pequeña escena sobre una violación.*



Desde que sus padres adoptivos comenzaron a perder el interés en Luciel, este tenia mayor libertad para hacer lo que deseara, siempre y cuando sus notas jamas descendieran. Antes era imposible para él asomarse al jardín de su propia casa sin supervision de algunos de sus padres, pues creían que aquel niño podría ser tan estúpido de lastimarse con una simple hoja y ellos no tenían el tiempo para preocuparse del llanto de un mocoso. Ahora siquiera debía pedir algún tipo de permiso para largarse de allí, podía irse a la hora que quisiera y volver cuando quiera, a ellos ya no les importaba que pudiera suceder, a veces incluso fingían preocupación por él, pero no eran mas que gritos y golpes remarcando que era un engendro ingrato.

No era de extrañar encontrar a Luciel vagar por las calles durante la noche, a veces por los parques, otras por los callejones, incluso por la zona de locales. En este ultimo siempre se encontraba con alguna sorpresa, con solo sentarse a las afuera de cualquier cafetería o restaurante podía observar con claridad todo aquello que pasaba a su alrededor. Quizás encontrarse alguna chica linda con la cual jugar o a algún niño caprichoso al cual despreciar, mas en esa ocasión hubo algo mucho mas especial.

No muy lejos de su asiento podía observar a un par de hombres, quizás dos o tres, hasta podrían ser cuatro, realmente no le importaba pues su atención estaba fija en una sola figura. Una niña. Quizás algo bonita, lo suficiente como para captar la mirada de un par de pervertidos que no dudarían en profanarla, los mismos depravados que caminaban tras de ella y que en un segundo sin captar la atención de nadie, desaparecieron junto con ella. ¿Como no hacerlo? Era una presa fácil, pequeña, sola e indefensa, el destino ya estaba escrito desde le momento cero.

Planeo solo ignorarlo, no era algo de su incumbencia y después de todo ¿Quien se daría cuenta que él pudo evitar la tragedia? Era algo tan sencillo como seguir tomando su café y no volver a mirar atrás. No, realmente no era tan sencillo.

Solo fue cuestión de segundos para que abandonara su comodidad y paz, para que se alzara de su asiento dejando un par de billetes sobre la mesa y corriera hacia el maldito sitio que se encontraban. Por dentro solo se repetía a si mismo que se alejara de allí, que no tenia nada que hacer en ese lugar, pero mientras mas trataba de convencer a su propia mente, mas la culpa comenzaba a carcomerle. Solo le basto tomar un grifo oxidado, y un par de golpes serian suficiente para dejar inhabilitado a un par.
— ¡¿Por que mierda vas tu sola?! —
En medio de la adrenalina solo se le ocurrió regañar a una niña, pasando entre los cuerpos tirados de aquellos hombres hasta llegar al pequeño desastre. No hizo mas que tomarla del brazo y arrastrarla fuera de aquel callejón, después de todo no era seguro permanecer en el crimen.

Lejos de todo peligro finalmente se detuvo, volteando hacia atrás, preocupado, agitado, mientras se inclinaba frente a la niña y solo con mirarla se aseguraba de no encontrar algún tipo de daño.
— ¿Estas bien?... —
Fue su única pregunta.

Como casi todos los días, escuchaba as peleas de sus padres. Lo ignoró, como siempre. Debió pasar una media hora hasta que escuchó a su padre gritar su nombre, no con ira, simplemente como cuando la mandaban a hacer cosas, así que eso era una suerte. Dejó la computadora de lado y salió corriendo de su habitación. Ambos estaban sentados en el sillón, abrazados viendo una película. Las peleas no eran tan graves, aunque sonaban así, siempre terminaban bien, viendo películas.

-Hija, ¿puedes traer cigarros para tus padres? Compra donde siempre, ya sabes que la señora allí si te los vende -se lo dijo dulce, pero sin mirarla al rostro ni nada -. No tardes demasiado, es tarde.

Lo miró confusa, ¿tarde? Eso era poco, salir a esas horas de la noche a la calle y caminar hasta allá era un riesgo grande que realmente no quería correr. Ah, que importaba si de todos modos acostumbraba a hacer esa clase de cosas, tampoco era como si nunca se hubiese escapado en la noche o ya se lo hubieran pedido antes. Que por algo la señora le vendía los cigarros.

-Voy en seguida, me pondré una chaqueta.

Aunque era pleno verano, quiso asegurarse, el clima no era para nada estable, y prefería cubrirse y evitar a los mirones. Sobretodo a los borrachos de esas horas. Daba igual. Recibió la plata que su padre le pasó y salió por la puerta mientras se ponía audífonos, aunque en una sola oreja para poder estar pendiente a su alrededor.

Tomó el camino largo para llegar, debió caminar unos quince minutos por lo bajo. No fue problema comprar los cigarros, esperaba que le hicieran menos líos, pero lamentablemente era tan pequeña en porte que no podía comprarle a cualquiera. Nadie respetaba las leyes, pero Lilith era caso perdido sólo por su estatura. Miró la hora en su celular, tarde, tardísimo y al día siguiente tenía que ir al estudio, pues hace poco que había comenzado su trabajo como modelo y tenía que seguir ganando fama.

No le dio el tiempo para pensar en tomar la misma ruta, caminó recto hacía los callejones y se puso ambos audífonos. Apenas se distrajo un segundo. Unos hombres caminaban detrás de ella, no escuchaba sus pasos, pues la música la mantenía distraída, no veía sus sombras con la oscuridad del camino y tampoco prestaba atención. Fue cuando la empujaron hacia una pared que recién entendió el gran error que había cometido.

Sus ojos se abrieron como platos, las lágrimas se acumularon antes de que pudiese reaccionar, intentó gritar, pero en algún momento ya le habían tapado la boca. Golpeó, tiró patadas, pero eran demasiados como para poder dar una pelea. Bien que los arañó muchísimo y acertó algunos golpes, pero no lo sacó gratis. El cierre de su chaqueta bajaba, dejando a la vista una camisa negra dentro de unos shorts a la cintura de color rojo.

Sentía que el tiempo iba lentísimo mientras sacaban uno, dos, tres botones de su camisa, dejándola  cada vez más expuesta, y para más llevaba ropa interior de la que en algunos casos sería considerada lencería. Contó apenas dos botones del short cuando sintió que todo se detuvo. "Es una pesadilla, es una pesadilla, es una pesadilla" repitió interminables veces en su cabeza mientras abría lentamente los ojos. La chaqueta en el piso, la camisa completamente abierta, y los cuerpos cayendo.

Lo primero que escuchó fue al chico gritarle qué por qué andaba sola, pero Lilith se quito lo que fuese que le pusieron en la boca y corrió llorando a abrazar a su salvador.

-Papá... papá me mandó a comprar cigarros -dijo con la voz quebrada mientras le mostraba la cajetilla un tanto aplastada.

Se intentó secar las lágrimas, olvidando por completo que su cuerpo estaba bastante expuesto. Pequeña, pero no era plana, y eso quedaba claro al verla. Asintió ante su pregunta, y si, gracias a lo que fuese estaba bien. Traumada, asustada pero bien. Necesitaba tomar algo, necesitaba respirar, pensar, y no quería estar sola.

-Te debo mi vida...

Sollozó un poco más, y apuntó a las tiendas, como pidiéndole que le acompañase hasta allá. Quería pasar a la cafetería que había allí, necesitaba relajarse. Le había quedado bastante dinero luego de comprarlos cigarros, y aunque no fuese de ella, en ese preciso momento no le importaba.

Se aferró al brazo del chico, sin pensarlo demasiado y lo miró a los ojos.

-Por favor, no me dejes sola.

*Desde aquí la lectura ya es apta para todos los usuarios.*

Se sintió aliviado por solo un simple gesto, saber que no había llegado demasiado tarde para sacarla de allí fue lo más gratificante de esa noche, aun así eso no quitaba el hecho de que parte de todo aquel incidente había sido por culpa de Luciel quien demoro en tomar una decisión obvia. Verla tan asustada y retraída por el miedo, aun que sea por un instante aturdió al peliazul. En aquella joven veía en cierto modo a su antigua persona, aquel chico indefenso y aterrorizados por todos, un niño al que todos podían utilizar y pisotear a su conveniencia. Un recuerdo innecesario que rápidamente debió apartar de su mente.

— No me debes nada, niña... No hay deuda alguna que debas saldar conmigo. —
Respondió con calma mientras sus manos pasaban hacia la camisa de la rubia para así cubrir su torso, prendiendo cada uno de los botones hasta el cuello. Aun así no le pareció suficiente, la noche era un tanto fresca, por lo que cubrió con su chaqueta los hombros de aquella niña, apenas un momento antes de que esta se aferrara.
— Tranquilízate, ya no sucederá nada malo desde ahora. —

Siguió las indicaciones de la otra, buscando con la mirada hacia donde apuntaba su dedo; una cafetería, parecía una buena idea para calmar los nervios, por lo que no tuvo queja alguna y solo accedió a acompañarla el tiempo que fuera necesario.
Tomando una mesa dentro del establecimiento Luciel se encargo de hacer los pedidos, pasteles, chocolates, jugos, era como si estuviera consintiendo a una niña pequeña, pero no podía evitarlo, así era como él la veía, solo como una pequeña niña que por el momento debía proteger y cuidar hasta que la histeria pasara.
— Luego de esto pediré un taxi hacía tu casa, no volverás de nuevo caminando. —
Fue severo en su voz y expresión pero tenia que dejar las reglas y condiciones en claro, aun que para ese punto no eran del todo necesario.

Tiempo después el pedido ya se encontraba en la mesa, infinidad de dulces y otras no tanto para contrarrestar el azúcar y solo cuando todo fue servido, sonrío de manera suave, incluso parecía estar avergonzado. No era para nada aquel monstruo que todos acostumbraban a ver.  
— Disfrútalo.. todo ira por mi cuenta, así que no dudes en pedir algo mas si lo quieres. —
Con esas simples palabras soltó una pequeña risa, solo para tomar uno de los vasos con jugo pero antes de dar el primer sorbo volvió su mirada a la menor.
— Por cierto.. Soy Luciel. —

¿Por que darle su nombre a alguien que jamas volverá a ver? No lo sabe, mas se sentía bien con hacerlo.

Su respiración subía y bajaba, reiteradas veces, su corazón aún iba a mil, apenas podía calmar las lágrimas. Pero estaba bien, estaba a salvo, así que intentó calmarse. Además, la había salvado él, quien amablemente además había cerrado los botones de su camisa y ofrecido su chaqueta, cosas que ella había pasado completamente por alto cuando había sido rescatada, no le había dado el tiempo de pensar en los detalles.

Su chaqueta seguía en el suelo, pero no la quiso recoger, no porque tuviese la de él, sino porque sentía asco, de todo, y verla allí, no se quería ni alejar del chico. Asintió reiteradas veces mientras le hablaba, intentando quedarse lo más cerca posible, aún no podía calmarse, mantenía su cara pegada a su cuerpo, temblaba, de frío y de miedo.

-Sí…

Intentó hablar lo más coherentemente posible, pero probablemente solo ella misma se había entendido. Su voz temblaba, y ni siquiera pudo negarse cuando le dijo que le pediría un taxi, además, su tono lo estaba dejando completamente claro. Si la situación fuse distinta, se hubiese negado mil veces.

Se aferró al brazo del chico, y no lo soltó hasta que se sintió en la seguridad de un lugar cerrado e iluminado. Allí se sentó, cerró sus ojos y respiró, pero pronto los abrió, pues la historia no dejaba de repetirse en su cabeza, y lo único que quería era calmarse.

Cuando vio la enorme cantidad de cosas llegar, no pudo evitar emocionarse como si tuviese cinco años, la verdad es que pudo apartar inmediatamente lo malo de su cabeza aunque no duró mucho. Y su nutricionista podía irse al carajo con aquello de comer sano si quería ser modelo. Ya lo era, o al menos iba subiendo a eso.

-¿Q...Qué? ¿Por tu cuenta? Es… Es mucho pedir, déjame aportar algo aunque sea… -se sintió un poco mal, pero en verdad tampoco tenía tanto dinero como para pagar ni la mitad de eso -. Uhm… Mi nombre es Lilith, Lilith Beker.

Comenzó a mirar los dulces, secó sus lágrimas con cuidado y tomó un sorbo de chocolate caliente, que para su suerte, tenía marshmellows. Terminó por sacar un macarron de caramelo salado, mientras miraba al chico con los ojos de un animal rescatado del matadero. Sentía que en cualquier minuto iba a llorar nuevamente.

-Gracias… no sé qué hubiese hecho sin ti…

Y peor aún, no sabía cómo iba a explicarle nada de esto a sus padres. Peor ahora, que, sabiendo que la pequeña estaba comenzando a tener ingresos, se aprovechaban de eso, y ella tan sólo quería huir de allí, ser independiente, pues sabía que abusaban. No eran los peores, pero tampoco es que fuesen buenos. No quería volver a casa ese día.

— Esta bien, por esta noche no te preocupes de nada, mas que de disfrutar todo lo que desees. —
Sonrío suavemente con una expresión calma, quizás un tanto decaído. Volvía a sentir cierta culpabilidad dentro de si, aun creía que si no fuera por su arrogancia podría haber evitado un terrible recuerdo para aquella joven, un mal momento que realmente no se lo deseaba a nadie.
Con una pequeña sacudida trato de apartar aquella idea de su mente, no solo "Lilith" necesitaba distraerse, el mismo Luciel busco en aquellos dulces algún consuelo que lo ayudara.

Realmente no tenia mucho mas que decir en aquel momento, solo se mantuvo en silencio, en alguna u otra ocasión sus ojos se posaron aun que sea por un instante en la menor, de alguna manera pareció haber visto su rostro en otro sitio, creía conocerla pero su mente no era capaz de recordarlo, después de todo Luciel no era del tipo que se fijara en menores o mas bien, no era el tipo de personas que guardara el rostro de otros en su mente, no había razón para un recuerdo tan innecesario.
— Lilith ¿No? Dime ¿Donde vienes? Suena estúpido, pero creo haberte visto alguna vez, aun que fuera un momen-... —

Sus palabras fueron interrumpidas por la mecerá del lugar, aquella que había catado su orden, haciendo olvidar completamente su duda. Después de unos minutos y de haber acabado con todo era hora de pagar la cuenta. Una vez sin deudas ambos jóvenes se retiraron de la cafetería, solo las luces de los locales iluminaban la calle mientras ambos caminaban a la par y Luciel, no despegaba su mano de la menor, la tenia igual que a una niña pequeña.
— Hah... Habría deseado que en algún momento cuando tenia tu edad.. alguien me haya hecho compañía aun que fuera por unos minutos. —
Susurro, mas la noche eran tan silenciosa que hasta la caída de una hoja era capaz de oírse. Soltó una ligera risa, quizás había dicho al innecesario.


— Lo siento, hahaha tus ojos.. tu rostro, tu expresión, cuando te busque, estabas tan asustada y temblando que en algún momento me vi en ti.. volví a recordar lo que en algún momento fui. —

Se tomó el chocolate caliente saboreándolo como nunca, comió todos los dulces que se le antojaron, ya fuese por ansiedad o nervios, los disfrutó como nunca. Sabía que aquello afectaría a su piel y otras cosas, pero realmente su menor preocupación era pensar en lo que podrían decirle sobre ello cuando tuviese que asistir al trabajo. Pudo haber muerto, sin pensar en lo demás.

-Gracias... Jamás olvidaré lo que hiciste por mi. Incluso todo esto.- Su voz tembló de nuevo, amenazando con quebrar. -Gracias.-

Debió pasar un buen rato luego de aquello, ambos comiendo dulces como si no hubiese un mañana. Tratando de distraerse y consolarse en el dulzor y evitando las palabras, pues por lo menos la pequeña no sabía que decir.

Iba a responder su pregunta, pero la mesera llegó a preguntar por todo. Finalmente, como ya habían comido todo, el chico pagó y salieron de allí. Lilith se aferró completamente a la mano del chico.

-No creo que seas mucho mayor que yo... Así que aún te puedo hacer compañía.- Le sonrió levemente, pues aún estaba demasiado afectada como para relajarse lo suficiente y sonreír honestamente. -Yo puedo acompañarte. Es lo mínimo...-

Su voz era apenas un susurro, sentía que con ruidos muy fuertes todo se caería a pedazos. Aún no quería volver a casa.

Bajó la mirada al escuchar las palabras del chico, pensando que, quizás que cosas terribles había vivido él, y había estado solo, y ella estaba allí ahora gracias a él. Se sentía inútil por no poder hacer nada.

-Quisiera devolver el tiempo... Y hacerte el mismo favor.-

No sabía bien que decir, pues no lo conocía, y por otra parte seguía afectada como para brindar demasiado apoyo emocional. Lilith no entendía a las personas, no era empática, aquello lo entendía porque en ese momento había vivido algo que jamás olvidaría, ¿Pero que podía hacer ella ahora? Nada, era una pequeñaza que se aferraba al brazo de un chico a altas horas de la noche, queriendo detener el tiempo para poder sentir que respiraría de nuevo.

-No quiero volver a casa, Luciel...-

Tenía que hacerlo, pero temía llegar y ver a sus padres, no quería escuchar preguntas ni sabía como responder. Sus ojos brillaron mientras lo miraba, suplicando más tiempo para procesar todo.

Que tan destrozado y solitario podría sentirse un ser humano, un adulto, para que siquiera pueda encontrar cierto confort y alivio una alguien mas joven que él, en palabras tan simples que cualquiera podría pronunciar y sin embargo parecían de gran ayuda para aquella pequeña mente atormentada, trastornada, que sin desearlo o planearlo logro dibujar en sus labios una gentil y suave sonrisa, una expresión de dulzura y tranquilidad, aquella que no muchas veces se podían apreciar en un rostro que siempre se se mostraba macabro y luciendo una sonrisa aun mas falsa que sus deseos por continuar aquella vida tan detestable.
"Gracias" susurro, parecía mas un aliento que había escapado de sus labios mas que su propia voz y era mejor que fuera así, no se le daba del todo bien los agradecimientos y la amabilidad.

— Hahaha que buena niña. Aun que ya no necesite demasiado la compañía de otros, es gratificante saber que al menos pude contar contigo durante esta noche... Y espero que tu conmigo. —
Aquella mano que aun se mantenía en libertad del agarre de la mas joven, se extendió hacía su cabeza, acariciando, palmeando la misma como.. si se tratara de un pequeño cachorro asustado o quizás solo un niño  de cinco años. Fuera de la manera que se haya visto su gesto, solo quería que significara una sola cosa "voy a cuidarte" aun que solo fuera por un par de minutos más.

Sujeto con mayor fuerza la mano de la otra, se atrevió incluso a cruzar sus dedos, a entrelazarlos y compartir el calor de sus manos. La de Luciel tan grande que fácilmente podría esconder dentro de su puño la pequeña y suave mano de la otra.
— ¿Prefieres que caminemos a tu casa? Por mi parte no hay nada mas interesante o importante que pueda hacer... Me ocupare de ti cuanto tiempo necesites, Lilith. —
Un gentil y dulce tono se hizo notar en su voz, la suavidad en sus palabras que parecía arrullar a quien lo escuchara, igualmente a su voz lo acompaño un sutil gesto. Se hinco frente a su acompañante, frente a ella y sobre su palma dejo reposar la mejilla de la otra. Era un chico completamente diferente al que cualquier persona conocía, simplemente no parecía ser aquel demonio sádico que siempre buscaba aprovecharse de la amabilidad de otros, de su lastima e ingenuidad.
— ¿Quieres algo para beber? Quizás agua o jugo.. esta noche no dudes en pedirme lo que necesites, tratare de calmarte consintiendo tus caprichos por un par de minutos más. —

Lo miraba con ansiedad, con miedo, con agradecimiento, y sus emociones se revolvían cada vez más y más. No sabía bien qué pensar, por un segundo, quería tirarse en el suelo a llorar como una niña pequeña, y luego, sólo quería dormir y olvidar que aquello pasó. Pero la parte que estaba ganando, era la que deseaba seguir a aquel desconocido a todos lados. Había salvado su vida, y no había cómo agradecerle aquello, sería imposible.

-Es más que obvio que conté contigo… Luciel -dijo su nombre con cierta dulzura, un tono que jamás antes había escuchado ella salir de sus labios.

El aire fresco le ayudaba a resfrescarse, a estar más calmada, pero simplemente no era suficiente. Quizá ya estaba delirando, y por eso actuaba tan extraña. “¿Delirios? ¡Salvó mi vida” se regañó a ella misma en su cabeza, por siquiera considerar estar delirando. Pasó por su mente, que hubiese sido de ella si él no hubiese llegado y su cuerpo se tambaleó por completo, desesperada.

Recibió con gusto las palmadas. Era impresionante lo mucho que ayudaban aquellos gestos en momentos críticos, además, de alguna manera le hizo sentir especialmente calmada. Suspiró, y con aquello botó un poco de lo malo, que iba y venía en cada momento de manera inevitable. Suponía que un trauma así no pasaría en una noche, pero deseaba que sí. Jamás volvería a salir tan tarde, por ninguna razón. “Por Luciel lo haría” susurró otra parte de ella en su cabeza, y se sacudió con cuidado para no ser tan llamativa. Creía que ya era suficiente de parecer extraña, aunque aquello no le hizo soltar al chico.

-Creo que caminar sería buena idea… Me hace falta el aire, y si voy contigo me sentiré segura -se detuvo un segundo y lo miró preocupada -. ¿No te pasará nada a ti a la vuelta? No quiero dejarte solo…

Podía sonar ridículo para algunos, pero Lilith estaba segura de que lo mismo que pudo pasarle a ella podía pasarle a él. Que no por ser un chico, corría menos riesgos. Quizá tuviese mejores formas de defenderse, pero, ¿y si tenían armas o algo así? Las peores situaciones volvían a formar un torbellino dentro de ella, por lo que respiró con fuerza y botó la idea.

Se concentró en su voz, la estaba amando, no sabría describirla, pero era algo tan… Consolador. El tono, la forma, todo eso le hacía sentir mejor, así que se enfocó cada vez más en él, o los pensamientos malos volverían.

-No soy tan caprichosa… Al menos no en este momento. Estoy bien Luciel, gracias.

La verdad es que no quería serlo, había comido un montón antes, y aún así hubiera deseado más chocolates y otros dulces. Que aquello era la perdición de cualquier mujer, sobretodo con tanta variedad.

-Si lo pienso bien… Es una bonita noche, ¿no crees?

Miró al cielo, sin notar que algunas lágrimas se deslizaban por su rostro, todo probablemente a su estado inestable.

— No, no me sucederá nada al regreso... Nunca me sucede nada en realidad y si lo hiciera, yo... —
Por un instante guardo silencio, reconsiderando aquello que estaba a punto de escupir. Realmente no era necesario abrir demasiado su mente y corazón a un niña que apenas acababa de conocer; sus ideas y lo que hubiera guardado en su mente realmente no le incumbía, ni a ella ni a nadie. Ademas de todo eso, podría solo llegar a empeorar la frágil condición mental en la que ahora se encontraba Lilith, luego de un terrible momento, quizás no era la mejor idea compartir  con ella aquellos pensamiento mas deprimentes que generalmente rondaban por su mente.  
— No hay de que preocuparse, no regresare caminando a casa, soy demasiado flojo para caminar de regreso. —
Finalmente respondió junto a una suave sonrisa y un tono alegre. Mientras menos preocupaciones le diera a aquella joven, seria mejor.

Por instante se sintió tan tonto, ingenuo pero extrañamente feliz. Aun que sea una pequeña parte de él estaba disfrutando de la noche, del caminar y tener la compañía de alguien mas, una joven que a pesar de ser menor a Luciel ciertamente estaba logrando hacerlo sentir mejor que cualquier otra persona que hubiera conocido alguna vez ¿Y por que? Quizás por el simple hecho de que ambos eran completos desconocidos, del hecho de que  ella no conocía nada de lo que él es y de ese modo era imposible juzgarlo o siquiera estar a la defensiva en su presencia.

Sus manos unidas, sus dedos entrelazados, el calor compartido a través de sus palmas, con tan poco logro sacar aun que sea por un instante, una sonrisa en el rostro amargo del peliazul; no falsa ni forzada, una verdadera sonrisa que lograba que sus comisuras se estiraran por cuenta propia y sin ningún esfuerzo.
— Si, creo que realmente amo esta noche... —
Pronuncio casi de forma inconsciente y si se hubiera dado cuenta de sus palabras, aun así no las hubiera cambiado.
Al igual que Lilith subió su mirada, apreciando las pocas estrellas que decoraban aquel cielo oscuro, mas ya lo había visto tantas veces aquel azul estrellado que realmente poco a poco comenzaba a perder su belleza, volviéndolo algo un tanto insulso para Luciel. Solo por el simple hecho de cada noche desde que tiene memoria, sus ojos siempre se perdían en las estrellas buscando en alguna de ella una razón para seguir.

Finalmente al volver sus ojos a la menor, logro notar aquellas lagrimas que desde sus mejillas resbalaban hasta perderse en el suelo. No se alarmo por ello, quizás de alguna manera estaba esperando aquel llanto desde el primer momento en que la encontró.
Sus pulgares barrieron las pequeñas gotas que aun desbordaban de sus ojos, limpiando su mejilla y con ello soltando un suspiro.
— ¿Que tienes pequeña? ¿Por que habrías de manchar tu adorable rostro de lagrimas? Que desperdicio. —
Trato de alguna manera hacer un chiste, una broma inocente mas realmente no supo con certeza si funciono. Casi de inmediato trato de cubrir aquellas palabras con alguna otra tontería más.
— ¿Quieres ir en mi espalda? He visto que anima a muchas personas tener un pequeño viaje sobre otros. —

Para aquel momento, Lilith ya tenía completamente idolizado como un príncipe a Luciel. Escuchaba sus palabras con alegría, simplemente por escucharlo, y se relajaba con ellas, sabiendo que estaría bien de regreso, a lo que sólo asintió, relativamente alegremente. No debía pensar en nada de lo que pasó antes, aparte de que aquel chico había llegado a su rescate, gracias al cielo que había sido así.

-Me alegra escuchar eso...

Susurraba todo levemente, pues sólo quería apreciar el momento, y necesitaba seguir distrayéndose de lo que había pasado. ¿Realmente había pasado? Era difícil creerlo, su cuerpo y su mente se negaban a creerlo, había tenido suerte de que las cosas no habían llegado más lejos. Realmente tenía en cuenta que esas cosas pasaban, pero no podía creerlo. Nunca se sintió en riesgo, hasta ahora, no quería tener miedo de salir, ni de vestir como quería o cosas por el estilo. No sabía si cuando despertase al día siguiente seguiría en aquel letargo en el que no podía creer lo que había sucedido. Pero tenía que creerlo, no tenía más opción, es lo que había pasado, y podía pasarle a muchos más. Sabía que haría al llegar a casa, aprovecharía aquel pequeño poder que su fama le otorgaba para concienciar a las personas. Que de algo le sirviese ser modelo, aparte de hacer poses bonitas y ser la chica linda e inútil.

Fue entre aquel pensamiento que sintió los pulgares de Luciel en sus mejillas, notando que al fin y al cabo se había puesto a llorar. Era de esperarse... Su cuerpo reaccionaba antes que su mente aparentemente. No quería llorar, no quería sentirse débil. ¿Realmente había pasado? Aún no lo creía. Deseaba tanto que aquellas cosas jamás sucedieran, no entendía por qué la gente y el mundo tenían que ser tan crudos y terribles.

-Yo... No lo sé, realmente ni siquiera me di cuenta -su voz pendía de un hilo, apenas podía hablar. Se limpió el resto de las lágrimas con brusquedad y sacudió su cabeza -. No quiero llorar.

Las últimas palabras salieron con un poco más de fuerza, con seguridad, era lo que más tenía claro la pequeña Lilith. Suspiró con pesar, tratando de calmarse.

-Uh... Bueno, vale, si quiero -la verdad es que le encantaba la idea, además así también podría sentir su perfume, claro, no diría aquello.

Sabía que ya quedaba cada vez menos para llegar a su casa, cosa que no quería, pero daba igual, había algo que debía hacer y decirle a aquel chico. No quería ser la única vez que lo viese después de todo.

-Luciel... ¿Me darías tu número por favor? -susurró levemente, un tanto avergonzada -. Y tus redes sociales, si es que tienes.

Aunque de lo último no se sentía tan segura, pues sabía que al hacer eso, él descubriría quién era ella, y no quería que su percepción de ella cambiase debido a que era algo famosa, incluso cuando recién estaba comenzando. De todos modos, podría llegar a su casa y ver una revista y darse cuenta ahora, aunque antes no le hubiese tomado atención. "Diablos" gruñó en su mente, rogando que nada cambiase.

Solo un par de pasos más habría de dar hasta obtener una respuesta con respecto al ofrecimiento dado; para ser sinceros sentía que era un favor un poco extraño y bastante fuera de lugar, no porque fuera a hacer algo malo, simplemente le parecía demasiada confianza tratándose de dos extraños pues apenas se habían conocido hace poco menos de una hora, pero su boca se movió primero que su mente y antes de analizar sus palabras solo lo pregunto sin pensar en nada más que el bienestar de la joven. Aun no se quitaba de la cabeza que pudo evitar ese mal momento si tan solo no fuera un idiota que pretende ser desinteresado solo por rencor a otros que lo dañaron.

Desecho todo mal pensamiento al respecto del tema, bien sabia que si continuaba de esa manera solo lograría ponerse mal a si mismo y su rostro era el primero en demostrar el malestar en su ser cuando sucedía. Regreso a la calidez de una sonrisa en cuanto logro tener un afirmativo de Lilith, le bastaba con colocarse en cuclillas frente a ella y esperar al momento para sujetarla y seguir el resto de camino en paz, sin embargo la siguiente pregunta de esta lo dejo helado por un momento "¿Mi numero de teléfono?  ¿Redes?" aun si era algo normal para otras personas, Luciel quien no estaba demasiado acostumbrado a socializar ni a la amabilidad de otros, solo se quedo quieto observando con atención a la menor, casi incrédulo de la petición.
— Ah.. Claro, solo tengo mi numero de teléfono, realmente no utilizo ningún tipo de red social. —
Era fácilmente notable la inseguridad en él, no porque no deseara compartir su contacto, solo era no estar acostumbrado a tal acto.

Saco su teléfono del bolsillo trasero, menos de un minuto tomo para que ambos obtuvieran el numero del otro agendados y para ser sinceros esa era la primera "amiga", si así podía llamarla, que tenia guardada en el celular. Una lista bastante vacía con apenas los números básicos de emergencias y entre ellos el nombre de Lilith que resaltaba; algo tan tonto le hizo cierta ilusión en su mente, una pequeña felicidad que hizo brillar sus ojos por un momento al apreciar la pantalla del celular.
— Supongo que podrás llamarme cada vez que tengas que salir de noche, no me molestara acompañarte a donde sea que vayas con tal de saber que estas segura. —
Luciel no tendría grandes cosas que hacer en el día, mucho menos en la noche por lo cual no seria inconveniente alguno una pequeña escapada de casa, de todos modos nadie lo notaria.

Una vez las transferencias hechas ya solo quedaba llevarla a salvo a Lilith hasta su casa, ya poco camino quedaba por recorrer y lo haría cargando a la menor en su espalda mientras la charla se mantenía tranquila y animada por un poco más, hasta que todo terminara.  No mucho después finalmente el camino termino, con una pequeña señal de la menor mostrándole la entrada de la casa solo le basto bajarla con cuidado de su espalda y con un simple beso sobre la cabeza despedirse de esta.

Ya había acabado todo en esa noche, tan solo le quedaba regresar a su propio "hogar", quizás un poco más feliz, algo más esperanzado por su propia existencia; no todo era tan malo y ahora poseía una nueva amiga quien no conocía los horrores de su pasado, era un nuevo comienzo, una pequeña libertad de ese idiota que todos conocían dentro de la escuela.