Si por algo deberíamos caracterizar a  joven, tendría que ser su despreocupación de las cosas, alguien quien no necesitaba pensar algo dos veces antes de hacerlo, después de todo no le importaba el resultado, ni las consecuencias que podrían traer. Nunca tuvo interés en su vida ni mucho menos en su futuro, a pesar de ser un buen estudiante y poseer notas decentes, tenía un pésimo comportamiento, ya que lo único que buscaba era acabar su tragedia, al menos no sin antes cruzar todas las líneas posibles. Desde alcohol, hasta peleas, meterse con hombres y mujeres, incluso con algunos profesores algo corruptos.
Luciel a pesar de tales rasgos de personalidad, este constantemente mantenía una amplia sonrisa en sus labios, sin embargo no como cualquiera esperaría, ya que jamás traía algo bueno, siempre era una expresión calmada, dulce y calidad, pero las intenciones que sus ojos mostraban era algo totalmente diferente a ese amable gesto. Sin importar si se encontraba triste, enojado o fatigado, siempre lo verían con aquella sonrisa en su rostro, aún que en algunas ocasiones se podría verlo serio al encontrarlo en soledad.
Si hablas con él, muchas veces te encontrarás con un sutil tono de ironía, sarcasmo y en ocasiones burla, pero siempre llevando una sonrisa de lado a lado. No confíes ciegamente en él, siempre tendrá segundas intenciones con quien sea. Quizás por lo único que tiene respeto es por aquellos que creía inocentes, personas puras, sin pecado alguno en su ser. ⚝

Físico  humano.
Luciel, un joven adulto con 18 años de edad, sin embargo muchas veces su apariencia real o humana puede hacerlo ver cómo alguien un poco más viejo, quizás hasta lucir como alguien de 20. Es considerablemente alto midiendo en total 1,80 cm, su cabello al igual que sus ojos compartían un mismo color. Ojos celes, brillantes como el mismo cielo, acompañado de pequeñas mechas un tanto largas, de un claro azul al igual que su iris que caían a ambos lados de su rostro. Su sedoso cabello, llegaba a cubrir su nuca y orejas, sin embargo este no lograba llegar hasta sus hombros, por lo que podría considerarse un poco largo pero solo lo justo. Labios finos y suavemente sonrosados y su piel pintada con una tes ligeramente pálida. Su cuerpo por otra parte no era demasiado marcado, solo lo justo y necesario, su altura lo hace ver delgado más no es débil.

Físico Serafín.
Al transformarse en serafín su altura no se ve modificada, sin embargo, no se puede decir lo mismo del resto del cuerpo. Aquella cabellera azul se tiñe de un suave naranja rosado, además de volverse más largo llegando sus puntas casi a la altura de la cintura; sin mencionar el pequeño flequillo cortado al medio que casi logra cubrir sus ojos los cuales conservan un color cielo ligeramente más claros que los de su forma humana. Cejas finas y pestañas que se tiñen del mismo color que su cabello, además de una pequeña piedra negra en forma de diamante que se encuentra incrustada en su frente. Por encima de sus orejas tiene un par de pequeñas alas de plumas negras con algunos detalles en azul, siento estas ligeramente sensibles al tacto. Sus labios suavemente sonrosados que acompañan esa belleza natural de los serafines.
Sus prendas componen de un traje de blanco puro, con una chaqueta larga de igual color que lo cubre casi hasta las rodillas y por encima de este una capa que se ve negra por fuera y azul por dentro, la cual cubre por completo sus pares de alas que se encuentran cuidadosamente guardadas y recluidas bajo la tela. Botas blancos con suela negra y guantes igualmente blancos.
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Un doce de abril durante una fría noche, un pequeño recién nacido había sido abandonado frente a las puertas de un orfanato. Con apenas un par de meses de edad, esa criatura de escasos cabellos azules no tenía la menor idea de lo que la vida le iba a preparar.

Los primeros cinco años de vida de Luciel se desarrollaron dentro de aquel orfanato, sin embargo, aquel pequeño no se llamaba como hoy en día todos los conocen, pues dentro de esa pequeña canasta en donde fue abandonado venia apenas un pequeño trozo de papel con un nombre escrito, solo un simple nombre sin ningún apellido que lo acompañara; Ethan. Un nombre que lo acompaño por poco tiempo y que para él solo representa los terribles años de abuso y maltrato por parte de los niños del lugar y las mismas cuidadoras que nunca hicieron nada por protegerlo. Golpes, cortadas, quemaduras, Ethan era el objetivo de todos, la bolsa de boxeo a la que podían maltratar a gusto y nunca nadie los iba a castigar. Gran parte de su cuerpo acabo por llenarse de heridas las cuales jamás iban a abandonarlo, recordándole cada vez que las viera lo horrible e injusto que podría ser el mundo con un crio que apenas tenía la capacidad de hablar.

Al poco tiempo de haber cumplido cinco años, el pequeño Ethan había sido adoptado por una agradable pareja, aparentemente inocentes y amorosos a simple vista los cuales tuvieron la “amabilidad” de otorgarle un apellido y un nuevo nombre a esa pequeña criatura lastimada “Luciel Nefim”, sin embargo, en cuanto puso un pie dentro de su nuevo “hogar” supo que la vida de maltratos que estuvo llevando, aún no estaba ni cerca de acabar.
Aquel hombre y mujer no tenían la más mínima intención de criar a un hijo, para ellos solo sería una inversión a futuro, un pequeño sirviente que cuidara de ellos cuando ya sean demasiado ancianos para valerse por su cuenta. Así fue que comenzó un nuevo castigo en su vida, años y años de reglas estrictas, ideas y sentimientos reprimidos. Aquella mujer desgraciada a quien por obligación debía llamar “madre” fue la principal causante de su dolor; no era capaz de comer, caminar o siquiera respirar con calma, pues cada pequeño error que pudiera cometer era severamente castigado con golpes e insultos. Por otro lado, su padre no era mejor persona que la arpía de su madre, ya que más de una vez tuvo que soportar en silencio todos sus abusos, todo con tal de convertirlo en un "buen niño" y mantener su boca cerrada.

Dentro de la escuela las cosas no eran mejores, aquel pequeño chico se esforzaba por encajar, aceptaba todo tipo de malos tratos con tal de conservar sus “amigos” y no encontrarse solo, sin embargo, cada día que pasaba era aún más doloroso que el anterior, un ciclo que se repitió hasta llegar a sus quince años, cuando por última vez deposito su confianza y amor en una chica, su primera novia y la primera persona de la cual se enamoró. Aquello fue una relación que nunca estuvo destinada a funcionar, sin embargo, Luciel se aferró con todas sus fuerzas a lo que creía que era su única salvación, pero aquello solo logro que el dolor fuera aún más intenso luego de que corto con ella tras la cuarta infidelidad. A partir de allí todo cambio.

Aquel chico callado, retraído y tranquilo rápidamente se transformó en su contraparte. Tantos años siendo reprimido finalmente estallaron en su actitud actual y con sus padrastros quienes ya casi no se preocupaban por lo que hacía era aún más fácil estallar. Un joven despreocupado de sus actos, de las consecuencias que podrían traer, sin una pizca de sentido común, solo era alguien que, hacia las cosas por puro impulso, solo porque así lo quería. No necesitaba pensar las cosas dos veces antes de hacerlas, pues si el resultado podía ser su posible muerte, mejor para él, de cualquier modo, su vida ya no le importaba, si tenía que seguir viviendo como un prisionero entre tanta porquería, regresar a ese maldito lugar que por obligación era su hogar, prefería millones veces acabar con su miserable existencia, después de todo, nadie lo extrañaría ni él extrañaría a nadie, pues en su corazón no había ser que haya ganado ni un pequeña parte de el.

Apenas un año de libertinaje puro en el que no se preocupó por nadie más; hacia lo que quería y cuando lo quería, aunque jamás descuido sus propias calificaciones, pues las notas de cada uno de sus exámenes continuaban siendo impecables a pesar de que prácticamente no asistía a clases. No podía decir que ahora era mucho más feliz porque realmente no lo era, nunca lo había sido, al menos… Al menos hasta que conoció a Persephone.

Eran inicio de sus dieciséis años cuando tuvo una de sus primeras interacciones con la pelirroja; nuevamente se había escapado de clases y había elegido la enfermería como su temporal escondite hasta que la vio entrar. No significo nada para el chico, ella era solo una pobre víctima más que caía en sus garrar, siendo molestada como cualquier otra persona que se cruzara en su camino y pensó que esa seria toda la relación que tendría con ella, sin embargo, una vez más se cruzó en su camino durante la semana recreativa que se realizaba en Fallgate. Estaban dentro del mismo grupo por lo que no quedaba más opción que mantenerse comunicados de algún u otro modo, Luciel creía que iba a ser otro tedioso día más, sin embargo, tantos sucesos lo llevaron a un final completamente irreal para él. Por Persephone se había metido en su primera pelea que los ayudo a ambos a escapar de la escuela y con bastante tiempo libre antes de volver a casa solo le invito un helado por pura cortesía; fue allí cuando sintió el verdadero terror por primera vez en su vida, aquel momento en que vio como el hermano de la pelirroja se la llevaba a rastras, aquel chico al cual no le llegaba ni a los talones pues en esa mirada pudo ver lo que realmente eran las malas intenciones. Se paralizo, por un segundo entre en pánico y movido por la adrenalina solo pudo atinar a tomar rama gruesa del basurero y partirla contra el brazo que sujetaba a Hasen. Después de aquello se la llevo corriendo tan rápido como pudo, entrando por callejones y calles angostas con tal de que nadie los siguiera para así lograr llegar a salvo a casa de Luciel.

Aquella noche había sido una noche de muchas revelaciones, de máscaras caídas, muros rotos y nuevos sentimientos encontrados. Luciel una vez más había depositado toda su confianza en alguien más, completamente temeroso puso sus manos en el fuego por esa chica y de ese modo fue que comenzó su relación junto a Persephone.

Por primera vez en su vida Luciel era feliz, disfrutaba de la vida y de cada día regresar al instituto y aunque su reputación seguía siendo un asco, no le importaba, él estaba satisfecho con la simple compañía de la pelirroja y con asegurarse de que estuviera a salvo mientras él tuviera la posibilidad de protegerla.

Protegerla… Ojalá se hubiera dado cuenta mucho antes de que ese día las cosas no eran normales.

Había sido en el cumpleaños de Persephone, un 16 de agosto, Luciel había estado semanas preparando los regalos y lugares a los que iba a llevar a la menor, sin embargo, la vida siempre había sido injusta para él y ese día a Dios se le había ocurrido joder su maldita existencia.

Contenido delicado:

No hace falta decir que Luciel se mantuvo en todo momento acompañando a la menor hasta que despertó y luego de un par de charlas y revisiones de doctores y enfermeras, finalmente pudieron tener un momento de paz en el que el peliazul aprovecho para darle uno de los regalos que tenía preparado para ella.

Muchas más cosas pasaron entremedio, sucesos que llevaron a que ambos se emanciparan de sus padres, tanto Persephone como Luciel tenían sus propios casos, evidencias y testigos suficientes para finalmente ser libres del infierno que vivían.

Desde que comenzó a vivir junto con Persephone la vida para él había mejorado, ambos habían conseguido un trabajo mientras continuaban estudiando, Luciel continuaba siendo el mismo matón de siempre dentro de la escuela, pero al menos enfocado a un futuro que antes lo veía imposible. Fueron muchos meses en donde salía de la escuela para acompañar a la pelirroja a su trabajo y luego poder ir al propio, meses en que disfruto llevar una rutina y cada día encontrarse con la menor en aquel departamento que ambos llamaban hogar. Su relación con los profesores igualmente había tenido un pequeño cambio, ya no buscaba desafiarlos tanto e incluso llego a considerar a Bialy un amigo en quien confiar si estaba en graves problemas.

No fue hasta hasta la navidad del 2016 en que Luciel, lleno de nervios y temor, se confesó a Persephone. Quizás un final un poco obvio luego de tantas cosas que habían pasado juntos. Desde aquel entonces comenzó su relación con ella, feliz, alegre de tener nuevamente a quien entregarle su corazón y esta vez sentirse seguro de que no se estaba equivocando.

El día del evento a Luciel le tocaba trabajar, no podía escaparse ni tenía la posibilidad de tener el día libre, sin embargo, su jefe le había permitido salir un poco antes de la hora habitual, pequeño detalle que no le revelo a la pelirroja para así darle una sorpresa. Sabía que ella estaría allí por lo cual decidió ir a sorprenderla con su presencia y que pudieran pasar un agradable momento juntos antes de regresar a casa para hacer la cena. Lo que nunca predijo es el estallido de esa bomba.
Había logrado ver a Persephone en la lejanía, pero antes de llegar a ella, aquel humo azul ya había entrado en sus pulmones, cerrando su garganta e impidiéndole respirar hasta que solo cayo inconsciente en el suelo.

Para él solo fueron un par de minutos cuando volvió a recobrar la conciencia o al menos parte de ella. Aún era incapaz de moverse, abrir los ojos o hablar, pero sabía a la perfección que seguía con vida. Supuestas reglas fueron grabadas en su memoria, posteriormente a ello se le dio a elegir su nueva identidad, la que mejor pudiera representarlo... Un Serafín quizás podría ser perfecto para él. Un ser hermoso, tan bondadoso como malvado, pues su moral se encontraba balanceada en la delgada línea de ambos rasgos. Mentira… esa era una total mentira, ese no era el mismo Luciel, algo había cambiado, algo se le fue arrebatado, de alguna manera había regresado a ser ese mismo desastre antes de que conociera a Persephone.

Finalmente despertó, abrió sus ojos sin entender que sucedía a su alrededor, solo lo acompañaba un horrible dolor de cabeza y extraños vacíos en su memoria que no le tomo mayor importancia. Estaba solo en aquel extraño lugar, sin embargo, no le importaba en lo absoluto mantenerse así por un tiempo más, después de todo ya nada importaba y es que Luciel había perdido todos aquellos recuerdos felices dejándolo de nuevo con un corazón cruel y podrido. ¿Reglas? No le importaba en lo absoluto romperlas, en su memoria no había nadie a que le importaba perder y se encontrara del otro lado.

— Como en muchas de sus habilidades, al ser utilizadas en gran medida genera fatiga en Luciel, este pequeño problema es una coincidencia de cuando llevaba una vida humana. Generalmente cuando se encontraba agotado, deprimido o simplemente sin desear ver nada, solía simplemente dormir, eso lograba recuperar su salud mental.

— Desde que tiene conciencia tuvo gran aprecio hacia los animales y a la naturaleza, incluso a los bebés y niños, pues siempre considero que era lo único bueno en en mundo tan desagradable.

— A decir verdad al oír de que se trataba aquel manto por un momento deseo rechazarlo, ya que deseaba probar la credibilidad  de aquellas reglas y oír el grito de quien sea que alguna vez haya conocido, pues a todos consideraba alguien despreciable.

— Es muy bueno cantando, sin embargo nunca se lo ha dicho a nadie y ha cantado para alguien debido a que le provoca un poco de pena. Prefiere cantar cuando esta solo.

— Su raza tiene alas decorando su apariencia, sin embargo prefiere ocultarlas y muchas veces solo quedarse con su apariencia humana. Es realmente incómodo para él cargar con ello.