Hace siete años atrás...

Ya eran las tres de la tarde, hora en la que la pequeña Melody salía del colegio. Lo cierto era que su casa quedaba un poco lejos, y además, sus padres casi nunca venían a recogerla. Ya sea por una razón u otra, Melody siempre tenía que volver caminando a casa. Sola.-¡To-to-to-tonta! ¡Jajajaja!-¡Fe-fe-fe-fea! ¡Pfffff!-O eso le habría gustado. Tras ella, unos cuantos metros alejados, estaban algunos de los alumnos de su clase que siempre se metían con ella. Y no teniendo suficiente en la hora del recreo, como debían tomar el mismo camino, con frecuencia se topaban con Melody y se ponían a gritarle cosas y burlas, riéndose de ella.

Harta de escucharlos, la pequeña se sujetó bien la mochila y empezó a correr para llegar antes a casa, mientras escuchaba las risas de aquellos abusones alejarse cada vez más, a lo lejos. Menos mal que no les había dado por correr tras ella. Una vez ya no estaban cerca, Melody paró momentáneamente para tomar aire y descansar un poco, alzando la mirada para observar el cielo. ¿Cómo se sentirá hoy mamá? ¿Habrá bebido papá? ¿Hoy me ayudarán con los deberes? Varias preguntas invadieron su mente en aquellos instantes, como si estuvieran escritas en cada nube que pasaba flotando tranquilamente por el basto mar celeste sobre su cabeza.

Tras casi media hora de camino, finalmente, Melody llegó a su casa. Nada más acercarse a su puerta, ya pudo oír a sus padres discutir a gritos. Ella tocó al timbre para que le abriesen, y esperó. Y esperó. Y esperó. La discusión estaba siendo tan fuerte, que ni si quiera estaban oyendo el timbre. Ni si quiera se estaban acordando de su hijita. Melody acabó por desistir, mirando al suelo. Por suerte, no estaba todo perdido. Dejó su mochila en el suelo, apoyada en la puerta, y se dirigió a un costado de la entrada. Escondidos detrás de una de las macetas con una bonita planta, yacían un par de muñecos de acción, con pintas de superhéroes. Uno se trataba de una mujer pelirroja con el cabello sucio y desborotado, junto a un exhuberante traje de gran falda. El otro era el de un chico musculoso, el cual tenía un ojo vago debido a los innumerables usos de éste, con una orgullosa sonrisa.-C-C-C-Ca-Carla y Go-G-God-Godfrey, ¿q-queréis ju-j-jug-jugar c-conmi-migo?-Ella los tomó, sonriente.-¡C-c-claro q-que s-s-s-sí! V-va-vamos al p-parque de la c-co-colina.-Acto seguido los alzó sobre su cabeza y comenzó a hacer ruidos de como si estuvieran volando, mientras volvía a la calle y se dirigía corriendo hacia el parque que estaba cerca de su casa.

Dicho parque, efectivamente, se encontraba a los pies de una bonita colina. Habían bancos debajo de algún que otro arbolito, y los típicos juegos para los niños, como unos columpios y un tobogán, entre otras cosas. Cuando la joven llegó, ya habían otros niños allí. Algo fuera de lo común, pues a estas horas no solía venir nadie, cosa que Melody sabía, pues siempre se iba justo a la hora que venían los demás niños, quizá un par o tres horas más tarde. Tras quedarse parada en la entrada y observarlos por unos segundos, decidió alejarse un poco de ellos, en un rincón más apartada, y allí se sentó a jugar con sus tan preciados muñecos.-¡B-b-bum! ¡Crash! ¡O-o-oh no, a-allí hay g-g-gente en ap-a-apuros!-Dejaba volar su imaginación mientras hacía combatir a los muñecos con enemigos imaginarios. Desde luego, ella siempre se lo pasaba muy bien con Carla y Godfrey. ¡No habían ningunos otros muñecos como ellos!

Así paso un largo rato, hasta que finalmente se cansó. Tomó sus muñecos y se levantó, dirigiendo su mirada hacia los columpios, los cuales ahora estaban vacíos. Con pasos rápidos para que no se sentara nadie más, se dirgió a ellos, dejó los muñecos a un costado y comenzó a balancearse. ¡Los columpios eran tan divertidos! Te hacían sentir el aire en la cara, mientras te elevabas hacia el cielo, casi a punto de tocar las nubes.

La diversión a la pequeña Melody no le duró mucho, pues poco después de subirse al columpio, un niño de más o menos su edad se acercó a los muñecos que reposaban en el suelo y los agarró.-¡Qué muñecos tan feos! Anda, ¿no serán de la rarita?-Dijo aquello claramente en voz alta, para que Melody lo oyese. Tan pronto lo vio, ella frenó de golpe y se quedó sentada en el columpio, mirándolo."¿Qué hace aquí? Si llego a saber que estaba, no habría venido... Ojalá lo hubiera visto antes." Pensó, para sí misma.-D-d-de-d-devu-de-¡Ya estamos con las interferencias! Me los he encontrado aquí, ¡así que son míos!-¡N-n-no!-¿No qué? ¿Qué pasará si no te los doy, eh?-...-En ese momento, Melody se levantó e intentó recuperarlos, pero él la tiró al suelo de un empujón.-¡No te los pienso devolver, rarita!-Melody no dijo nada más, simplemente se aguantaba las lágrimas mientras observaba aquel niño, el cual también se unía a los acosos que le hacían en el colegio. En esos momentos, se arrepentía mucho de haber venido aquí. Habría sido mejor idea quedarse sentada en la entrada fuera de casa, esperando que le abriesen.

Melody, tirada en el suelo, hacía lo posible para aguantarse las ganas de llorar. Su barbilla estaba arrugada, señal de la fuerza que estaba haciendo en la boca para que ésta no se abriese, evitando así dejar escapar un llanto. ¿Y ahora qué? ¿Cómo recuperaría sus juguetes? Ellos eran los únicos que jugaban con ella. En ese momento sintió una fuerza creciendo dentro de ella. Estaba dispuesta a empezar una pelea para recuperarlos, pero le faltaba valor para ello.

Poco después de aquello, llegó en la escena una nueva figura. Se trataba de una niña, algo más joven que Melody, con una bonita melena de cabellos dorados. Los ojos violetas de la tartamuda se clavaron en aquella niña, en sus ojos, en su sonrisa. En cuanto se le acercó, por instinto, Melody dio un pequeño respingo hacia atrás. ¿Qué iba a hacerle? ¿Estaba con el matón? No. Desde luego que no. Aquella sonrisa no era malvada, no era maléfica. Era... Una sonrisa amable, tranquila. Una sonrisa sincera y agradable. Tras esas palabras alentadoras para ella, la pequeña se secó los ojos con la mano derecha y se quedó observando como la chiquilla se enfrentaba al chico.

La voz de aquella niñita era dulce, pero sus palabras sonaban firmes. Firmeza que incrementó al adoptar aquella posición, mostrando su enfado por la actitud del niño.-...-Melody no decía nada, pero admiraba la actitud y valentía de la muchacha. Ante la reprimenda, el abusón se quedó mirando a ambas, sin saber muy bien qué decir.-¡S-solo estaba bromeando! ¡Anda, toma tus juguetes! T-total, yo ya tengo muchos, para qué quiero más. ¡Además están rotos! ¡Tsk!-Claramente estaba mintiendo. Tras decir eso, tiró los dos muñecos al suelo y se alejó para subirse en el tobogán, refunfuñando y mirando por lo bajo a la niña rubia.

Melody dejó escapar un grito ahogado y, gateando como si le fuera la vida en ello, tomó sus juguetes y los apretó con fuerza contra su pecho. ¡Menos mal, estaban salvados! Ya más tranquila, aún en el suelo, se giró rápidamente para observar a su salvadora. En aquel momento el viento sopló, meciendo los desbaratados cabellos de Melody levemente. Acto seguido se levantó lentamente, quitándose un poco la arena de encima, y agarrando los muñecos con fuerza, se acercó a la niña, la cual era un poco más bajita que ella. Debía darle las gracias, pero... Le daba vergüenza hablar. ¿Ella también se reiría de ella, como los demás?

No. No, seguro que no. Le había ayudado, ella parecía buena persona.-G-g-gra-g-gracias...-Dijo, a modo de un leve y tímido susurro. Parpadeó antes de apartar la mirada, observando al niño que ahora estaba jugando solo tirándose por el tobogán. ¿Se conocerían de algo?-¿E-e-eres s-s-sssu a-a-ami-amiga?-Aunque, ciertamente, poco le importaba saberlo. Ella tan solo quería seguir jugando, hacer como si nada de esto hubiera pasado. Así que, se dio la vuelta para volver a su rincón del parque y volver a jugar así con sus muñecos. Pero tras dar un paso, se quedó quieta, observando sus juguetes. Tras esto, giró su rostro para observar de reojo a la muchacha. Melody se mostraba pensativa, pues estaba dudando. Una parte de ella le decía que sí, que le preguntase, pero otra parte, alimentada por su miedo e inseguridad, le decía que era mejor ir sola. Pero fue el recuerdo de aquella sonrisa cuando estaba tirada en el suelo el que le ayudó a tomar una decisión.-¿Q-q-qui-quieres j-j-ju-j-jugar c-c-c-conmigo?-El corazón se le aceleró en aquellos momentos. ¡Se le daba tan mal socializar con otros niños!-P-p-p-puedo d-d-dejarte a G-Go-Godfrey s-s-si q-quieres.-Tendió levemente el muñeco del hombre hacia ella, meciéndolo hacia los lados. A pesar de todo, Melody tenía algo de miedo. Miedo por si todo aquello había sido un teatro para meterse con ella de manera cruel y despiadada y quitarle así los juguetes.