La mudanza le había costado bastante. Aunque Grendelshire no era una ciudad tan enorme y hecha de tanto concreto como Londres, definitivamente era demasiado urbana para Connor. Por él, se hubiera quedado con su familia en el pueblecito a la mitad de la nada. Le gustaba respirar aire fresco, el completo silencio de la noche que se rompía sólo con los sonidos de la naturaleza, el verde infinito.

Claramente a la suertuda de Lanie también le había costado, pero le habían entregado un regalo del cielo en la forma de Anwen. El parcito se había convertido en algo inseparable, entre los largos cabellos blancos y negros de ambas parecían el yin y yang, y a su hermanita se le había pasado bastante rápido el malestar del cambio. Connor había hecho amigos, ciertamente, pero no había encontrado a su Anwen.

A suerte suya había podido seguir en el grupo de scouts, algo que requería salir de la ciudad, la la intemperie. Eso probablemente le había salvado de muchísimo más dolor y disgusto del que ya sentía sobre el cambio. Había sido un año difícil para él, la mayoría de sus amigos antiguos ya estaban habituados a que Connor no estuviera y le respondían cada vez menos sus llamadas y mensajes. Tenía amigos nuevos, desde luego, el chico era demasiado sociable como para quedarse solo refunfuñando por el resto de su vida.

Había intentado hacer lo mejor de su situación. Tenía a su familia, la posibilidad de salir a acampar bastante y un par de amigos importantes. Era más de lo que podía pedir, y esa era la mentalidad que había intentado mantener en los últimos meses. Definitivamente ayudaba bastante poder escapar de la ciudad tan a menudo como lo hacía.

Ese fin de semana en concreto tenía una excursión que definitivamente sería muy entretenida.  ¡Aprenderían a hacer sus propios arcos y flechas! No podía esperar, estaba demasiado emocionado. Esa mañana, un día antes de salir en la excursión, no podía quedarse quieto. Se sentía como un león enjaulado, y la compañera de curso que se sentaba al lado de él amenazó con atravesarle la pierna con su lapicera si seguía moviéndola de esa manera. No podía evitarlo, tenía tanta energía acumulada de tan solo pensar en encontrar la rama perfecta para hacer un arco, y luego aprender a curvarla, y quizás qué otros pasos había que seguir para hacer un arco que de alguna manera tenía que escaparse de aquella sala.

Pidió permiso para ir al baño, realmente necesitaba estirar las piernas un rato, quizás correr un par de vueltas antes de tener que volver a sentarse por el resto del día. Se encontraba en medio de su muy necesaria vuelta alrededor del colegio a trote relajado cuando escuchó una conmoción bastante grande. Sonaba aún más fuerte considerando que el resto del colegio estaba en completo silencio. Las piernas de Connor le dirigieron hacia el ruido antes de que su cabeza supiera lo que estaba sucediendo, y llegó a una de las salas de los más pequeños que estaba hecha un completo desastre.

Por la ventana podía ver mesas y sillas dadas vuelta, y niños que claramente no estaban siendo supervisados por algún tipo de alumno. Gritaban, lanzaban cosas, y al parecer algo importante sucedía en el suelo aunque Connor no podía verlo todavía. Fue sólo cuando cruzó el umbral de la puerta a la sala que logró ver la inconfundible cabellera de su pequeña hermanita cubriendo a otra chica mientras le propinaba golpes y rasguños.

Connor actuó instantáneamente y sin titubear. Aunque definitivamente jugaba a las luchas con Lanie, y también habían jugado a pelear durante toda su vida, y hasta habían peleado en serio un par de veces, él nunca usaba toda su fuerza contra ella. El chico era pacífico, nunca había estado en una pelea como la que estaba presenciando y siempre había creído que no sería capaz de sentir tanta cantidad de violencia. Todo eso quedó en alguna otra parte de su cerebro mientras cruzaba la sala en dos zancadas, empujando a todos los compañeros de Lanie fuera de su camino, y la tomaba por la espalda de manera que no le llegarían a él patadas ni manotazos y Lanie no sería capaz de seguir propiciándolos.

“¿Acabar a quién, ridícula?” Masculló entre dientes, arrastrando a su pequeñita hermana fuera de la sala. Gracias al cielo se había pegado el estirón y Lanie se había quedado de tamaño pitufo, que de otra manera probablemente no hubiera logrado echársela al hombro para sacarla de la sala mientras seguía pataleando.

Había usado absolutamente toda su fuerza para retener a su hermana, dejándole sin ninguna opción más que ser acarreada como un estúpido e impulsivo saco de papas. No se detuvo al salir de la sala, dirigiéndose directamente hacia la enfermería con zancadas largas y decididas. “Alayne. Margaret. Buckley.” Su tono era frío, demasiado frío. Eso en conjunto con el hecho de que usaba su nombre real y no el sobrenombre que solía usar, y además el segundo nombre, denotaban que Connor pocas veces había estado así de enojado con su hermana.

No dio tiempo de que su hermana se excusara ni dijera ninguna palabra antes de continuar. Los lados de su visión se habían tornado un tanto rojos. En algún lugar de su cabeza pensó que quizás eso no era una buena señal, pero Connor mandó a callar a esa vocecita con bastante más dureza de la que era necesaria.

“Nunca.” Ladró, intentando no gritar, pero su tono y la manera en que escupía las palabras eran violentas por sí solas. “Se me hubiera ocurrido.” Estaba demasiado enfurecido como para que sus palabras fueran frías, simplemente cortaban cualquier otro sonido que pudiera estar saliendo de Alayne en ese momento como pequeñas bofetadas. “Que en vez de hermana tenía un animalejo rabioso.” El tono del hermano mayor se tiñó de algo muy feo, como asco mezclado con incredulidad. Era una faceta completamente nueva, algo que no le había mostrado a nadie, en especial a su dulce hermanita pequeña. Pero eso que había visto atacando a una pobre chica no se parecía en absoluto a la Lanie que conocía. Quería decir más, gritar, quizás abofetearla un par de veces, pero estaba tan enojado que las palabras simplemente no le salían.

A paso veloz y zancadas emputecidas había llegado a la puerta de la enfermería con su hermana al hombro. No le importaba si había pataleado el camino completo, ni que al día siguiente el dolor muscular por el esfuerzo le impediría moverse. Tenía que sacarla de la pelea, meterla a la enfermería y hacerle primeros auxilios en las estúpidas heridas que había recibido. Ojalá se le infectara alguno de los rasguños para que le molestara por el resto de la semana. Tocó a la puerta de la enfermería y respiró de alivio al notar que la enfermera no estaba. Mejor, así nadie hacía preguntas.

Le constaba que al día siguiente llamarían a sus padres al colegio, o quizás ese mismo día. Ojalá se metiera en muchos problemas, así quizás aprendería de buenas y primeras. Entró a la enfermería y cerró la puerta detrás de él, dejando a Lanie sobre la camilla más cercana con un gruñido de esfuerzo. Suspiró con los ojos cerrados, masajeando el hombro sobre el que había tenido a Lanie antes de abrirlos y tener que mirar a su hermana. “Quédate quieta.” Ordenó, retrocediendo sin perderla de vista, con fuego en su mirada, para sacar solución salina y algodones para limpiar sus heridas.

En su furia, Connor definitivamente no había pensado en cómo se sentiría Lanie. Estaba demasiado ocupado intentando darle una lección. No podía transformarse en una matona, él no lo permitiría. Le extrañaba de cualquier modo haberle encontrado en aquella situación. Se giró cuando dictaminó que la chica no iba a intentar escapar y rebuscó entre los cajones y estantes, recopilando todo lo que necesitaría en un par de segundos.

No estaba preparado para lo que encontró cuando se volvió a voltear. En vez de una mata de furia, encontró de nuevo a su pequeña hermana. Profundamente dolida, muy probablemente por el trato que le había dado. La furia y el susto de que se convirtiera en una matona se esfumaron de su cuerpo, levantando algo pesado de sus hombros mientras Lanie comenzaba a hablar.

“Ay enana…” Murmuró, frunciendo el ceño ante las lágrimas que brotaban de sus ojos. «Menudo numerito Connor, y tú aquí gritándole como si de un sargento se tratase.» Se reprochó a si mismo, sintiéndose pésimo de haberle tratado de esa manera. Dejó los implementos a un lado mientras su hermana se disculpaba repetidas veces, cerrando la distancia en un par de pasos.

La abrazó contra su pecho con cuidado de no estrujarla mucho por miedo a empeorar su dolor, acariciando su cabeza afectivamente. Probablemente se le llenaría la polera de mocos y sangre, pero en realidad eso era lo que menos le importaba en ese momento. “Shhh, tranquila.” Arrulló en un tono muchísimo más calmado, intentando pasarle esa calma a ella. Por supuesto que había estado defendiendo a alguien, era la única razón lógica. Su hermana definitivamente no era una matona. Connor se culpó un poco de haber saltado a la conclusión equivocada. “Tranquila, ya veremos cómo solucionar todo. Sólo quiero asegurarme de que estés bien. ¿Si?”

Connor mantuvo el abrazo por un par de minutos mientras su hermana se calmaba, agregando un par de “Tranquila” y “No te preocupes, todo va a estar bien” mientras Lanie se calmaba. Aunque no había peleado nunca, sí que había tenido momentos en que había sentido adrenalina y conocía el bajón que le seguía. Eso, agregado a cómo le había tratado, y además definitivamente la culpa que sentía, no podía ser fácil de llevar. Ninguna acción así es gratis.

Cuando la sintió dejar de sollozar estiró un brazo hacia el lado para tomar pañuelitos de sobre la mesa y se los entregó a su hermana. “Anda, suénate un poco mocosa, de seguro no te está llegando suficiente oxígeno al cerebro.” Bromeó con un tono ligero, intentando hacerle reír un poco para alivianar la tensión que probablemente sentía. No se despegó demasiado, pero le dejó un poco de espacio para que pudiera sonarse sin problemas. “Cuida tu nariz, quiero revisar que no esté rota, sólo sopla, no la apretes.” Le pidió como buen hermano sobreprotector, olvidando que Lanie no era estúpida y de seguro si le dolía la nariz no la apretaría. Ese tipo de cosas no llegan a la cabeza de una persona sobreprotectora, de ahí el nombre. Se le olvidó, de pasada, recordarle respirar y parpadear de vez en cuando.  No lo hacía demasiado, pero en momentos como este pensaba en Lanie más como un bebé incapaz de hacer cualquier cosa por sí sola que como una casi adolescente. Le hubiera sonado él mismo si no hubiera sido por el miedo a que su nariz estuviera rota.

“Déjame limpiar tus heridas para que no se infecten. De seguro tienen cosas asquerosas debajo de esas uñas.” Volvió a bromear después de un segundo con una sonrisa burlona, girándose hacia el algodón y solución salina que había sacado de los estantes. “Me puedes contar lo que pasó por mientras.” Ofreció, sabiendo que a mucha gente no le importaría lo que Lanie tenía que decir. Quería saber la historia real completa para corregir todos y cada uno de los comentarios y rumores que escucharía al día siguiente sobre su hermana.

Tomó a Lanie del mentón con cuidado, guiando su cabeza para observar su nariz de varios ángulos. No parecía inflamada, signo seguro de que no estaba rota, pero nunca se podía ser demasiado precavido. Encontró el corte en el puente, cerca de su ojo, y agradeció que la chica le había rasguñado sólo la piel y no la córnea por accidente. “Ajá, acá está el culpable.” Murmuró, todavía intentando subirle el ánimo, y se giró hacia el lavamanos para desinfectar las suyas antes de tocar cualquier cosa.

Mientras lo hacía escuchó a Lanie con atención, sintiendo que a él mismo se le cerraba un ojo de rabia ante las palabras que le habían dicho a su hermana. Connor se restregó las manos con muchísima más fuerza de lo necesaria, sintiendo algo que suponía era parecido a lo que le había sucedido a Lanie. “Que pendeja de mierda.” Murmuró entre dientes entre las palabras de Lanie, volviendo a su lado para limpiar el corte que tenía en la nariz con una gasa empapada en solución salina.

Siguió escuchando el relato, pasando al resto de los rasguños que tenía en la cara, uno por uno con sumo cuidado de no hacerle daño. “El problema es que fuiste tu la que dio el primer golpe, Lanie. Las palabras son una cosa, las acciones otra. Ambas son violentas, pero cuando se trata de consecuencias -no sólo para tí, si no que para ella- es muchísimo peor si vas a los golpes. No va a importar lo que ella haya dicho, tú hiciste algo peor.” Explicó con suavidad, haciéndole ver el error que había cometido con lógica. “Por lo menos eso es lo que van a pensar. Lo que te dijo es, por lo menos para mi, peor. Pero las chicas son así Lanie, más de palabras que de acciones, y todos verán la violencia física de peor manera que la verbal.” Lo había visto en sus compañeras de curso, tenía unas arpías del mismo calibre que a las que se había enfrentado su hermana y sabía cómo funcionaban.

Rió ante el comentario de Lanie acerca de la pelea y asintió. “Debo decir que creo haberte entrenado demasiado bien, definitivamente esas tres chicas no pudieron contigo.” Le dio un par de palmaditas en la cabeza. Quizás no era inteligente elogiar las habilidades violentas de Lanie, pero era bastante impresionante. Ojalá no sea culpa mía. Ponderó mientras suspiraba pesadamente, pasando a revisar el cuello de su hermana pequeña. Sólo un par de rasguños.

Iba a pasar a revisar un brazo cuando Lanie le interrumpió con un abrazo que Connor correspondió cálidamente. “Yo también, enana rabiosa.” Murmuró mientras la rodeaba con un brazo, acariciando su cabeza con la otra mano. Se le había pasado toda la rabia y ahora sólo quedaba aprensión, sabía que esto sería un problema enorme, que afectaría su imagen con el resto, con los profesores, con sus compañeras. A Lanie quizás no le importaba demasiado, pero Connor sólo deseaba que la vida de su hermana fuera fácil y feliz y esto definitivamente iba a entorpecer aquello. Deseaba poder hacer algo, cualquier cosa para evitar que se metiera en problemas, ir y darle de su merecido a la chica que se había metido con ella, pero eso sólo empeoraría las cosas.

“El problema con que hayas peleado y ganado, es que probablemente va a llorarle a la dirección y seas tú la que quede con castigos y no ella.” Explicó con el ceño fruncido mientras acariciaba su cabeza. Por lo menos Lanie tenía claro que la había cagado, eso era muy importante y le daba crédito. “Aunque sea ella la que se lo merece.” Agregó rápidamente, cuidando de recordarle que él estaba de su lado. “Lo que deberías haber hecho si realmente querías hacerle pagar, es no demostrarle que sus palabras te dolieron. Eso es lo que quieren, Lanie, verte afectada.” Explicó con su sabiduría de hermano mayor, desenmarañando el pelo de Lanie con cuidado mientras aprovechaba de revisar si tenía alguna herida en el cuero cabelludo.

“Si no te entran balas no tiene gracia meterse contigo, ni los tuyos. Y si lo logras y puedes ser extremadamente amables, aunque no quieras serlo, mejor todavía. Lo que quieren es que reacciones feo, justo como hiciste. Eso significa que ella ganó de cualquier modo, porque esto era exactamente lo que quería.” Sólo encontró un lugar donde le habían arrancado varios pelos, nada muy terrible, y suspiró con un poco de alivio. “Si haces lo contrario normalmente o se aburren y te dejan tranquila o quedan tan confundidas que tienen que irse para no hacer el ridículo. Mientras no enganchas, tú ganas. ¿Entiendes?” Preguntó, dándole un par de palmaditas en la espalda.

Habían intentado meterse con él, nada muy terrible ni violento, simplemente lo que siempre le hacen a los chicos nuevos, y Connor había respondido con esa técnica. Rápidamente se había convertido en el chico simpático a quien nadie quiere joder porque no es entretenido ni vale la pena. Esperaba que aquel consejo le sirviera a Lanie, preocupado de que ahora que había demostrado recurrir a la violencia la gente comenzaría a intentar hacerle reventar otra vez.

Connor observó cómo sus palabras decantaban en la cabeza de su hermanita. Eran bastantes, pero cada punto que había tocado era suficientemente importante como para dejarlo pasar así como así. ¿Sería suficiente sólo con decir aquellas cosas? De seguro Lanie se llevaría retos por parte de sus padres, quizás hasta de la dirección. No necesitaba aún más gente recordándole lo mucho que la había cagado, en especial a una chica que no se metía en tantos problemas.

“De seguro no volverá a ocurrir. Te vas a aburrir de lo mucho que te van a gritar en casa, después de eso te prometo que recordarás a mamá perdiendo la cabeza antes de golpear a nadie.” Lanzó una carcajada, imaginándose el numerito que se llevaría a cabo al llegar a casa. ¿Era mejor si él volvía antes y apaciguaba los ánimos con sus padres antes de que arremetieran contra Lanie con todo el arsenal de buena crianza que tenían? Probablemente, en especial porque de seguro la pelea no hubiese sucedido de no ser porque estaba defendiendo a alguien.

Observó a su hermana arreglarse, fijándose cuando terminó de que no le faltara nada. Ajustó el cuello de la camisa de la chica, que seguía levantado, y luego se sentó al lado de ella. Sus piernas tampoco llegaban al piso, la camilla era un tanto más alta, y copió los movimientos de la menor hasta que volvió a hablar.

«¿Dejarla sola?» Las piernas de Connor dejaron de balancearse y el peliblanco giró la cabeza para observar a su hermana, su ceño fruncido en una expresión sumamente concentrada. Rebuscó en la cara de la pequeña por algún indicio que confirmara que aquello era una mala idea. No quería dejarle si todavía le necesitaba. “Puedo esperar un poco, Lanie.” Pausó, entregándole una sonrisa y ladeando la cabeza hacia un lado.

“Cuando sepan que detuve una pelea de seguro no me meto en problemas por no volver a la clase.” Bromeó, llevando una mano a su pecho. “Connor Buckley, alumno estrella, cuidador de la paz del instituto Fallgate, caballero de la mesa de Genialísimos Hermanos Mayores.” Proclamó, dejándose caer de la camilla y haciendo un pequeño giro antes de hacer una profunda reverencia frente a Lanie, inclinando todo su torso hacia adelante.

“A su servicio, princesa del Caos…” Extendió una mano hacia su hermana mientras que llevaba la otra horizontalmente a su estómago como si de un caballero real se tratase. Levantó la cabeza para mostrarle a Lanie una sonrisa picarona, tomando su mano antes de que la pequeña pudiese responder con un golpe o algo parecido. Iba a seguir jodiendo para distraerla, por lo menos por ahora, pero algo le detuvo en seco. Tres golpecitos a la puerta de la enfermería, que Connor había cerrado.

«Mierda.» El chico hubiese preferido comenzar con los retos, excusas y explicaciones más tarde, pero  las cosas eran como eran. Connor se giró rápidamente, escondiendo a Alayne detrás de él sin realmente pensarlo demasiado, esperando a que la puerta se abriera.

Estaba esperando un profesor, quizás el de Lanie. O la enfermera, que extrañamente no se encontraba ahí en ese momento. Quizás la chica que su hermana había atacado. Connor definitivamente no estaba esperando una pequeña que solamente buscaba a Lanie.

El peliblanco se giró para mirar a Lanie, quien se había bajado de la camilla con una sonrisa. Entonces era una amiga. Connor se relajó un poco, retrocediendo hasta apoyar su hombro contra una pared para observarles, cruzando sus brazos. Las palabras de la chica realmente le tranquilizaron bastante.

No pudo evitar una risa al escuchar como describió la salida de Lanie de la sala, pero se calló rápidamente para escuchar el resto. Parecía que aquella niña quizás era cercana a ser una segunda amiga de su hermanita. De seguro le importaba lo suficiente para defenderla de esa manera ¿Cierto?

Connor soltó un suspiro que no había notado que estaba guardando desde que extrajo a Lanie de su compañera. Entonces no se iba a meter en demasiados problemas, si todos le habían defendido. El chico sonrió ante la escena. Su hermana no era un bicho raro, sus compañeros de clase le querían, le habían defendido. Lanie estaba bien, estaría bien, se estaba adaptando no sólo con Anwen, si no que con el resto. No tenía que preocuparse tanto por ella.

Lanie se giró hacia él con una sonrisa. “Escuché, enana, te salvaste por esta vez.” Bromeó con una risa en su voz, avanzando hacia las niñas. “Amy, gracias por defender a mi hermana.” Observó a la chica que su hermana había defendido, una expresión de real gratitud tiñendo sus facciones mientras se acercaba hacia ellos. “Es bueno saber que hay alguien más en su rincón, aunque esté loquita.” Apoyó una mano en la cabeza de cada una, desordenando los cabellos de ambas.

“Te salvaste de un buen castigo por el colegio, Lanie, pero de seguro no te salvas de la furia de mamá y papá.” Llevó una mano a su nuca, rascando mientras pensaba. ¿Cómo podía zafar a su hermana del castigo que se llevaría? La verdad era que no había demasiado que podía hacer, aunque en sus ojos no se lo merecía demasiado.

“Quizás si llego a casa antes y hablo con ellos antes de que se enteren por alguien más puedo calmar los ánimos un poco.” Sugirió, girando su mirada hacia Lanie. “¿Qué crees?”

Connor no pudo evitar lanzar una carcajada ante la reacción de Lanie. ¿De veras había olvidado la ira de sus padres? No se iba a salvar, de eso estaba seguro. Se sentía tentado de dejar que pasara lo que tenía que pasar, no decir nada y ver en cuantos problemas se había metido solita para asegurarse de que no ocurriría de nuevo.

Lo que menos quería era que Lanie se convirtiera en esa chica, la que se mete en problemas, la que resolvía las cosas con violencia. Se iba a decidir, por el bien de su hermana, pero luego. Oh, la manipulación emocional.

Quién hubiese recordado que hace veinte minutos estaba gritando que iba a acabar a una de sus compañeras, así abrazada a su cintura y con esa maldita mirada de cachorro muerto de frío. “Por la mierda Lanie, puedes verte tan patética cuando quieres, lo juro…” Murmuró entre carcajadas, despeinando su cabello nuevamente.

La observó con el ceño fruncido en una mueca de concentración. “Si te ayudo, tienes que lavar los platos por mi hoy.” Comenzó a negociar. “Y prometerme que nunca más en la vida voy a tener que arrastrarte fuera de una pelea como un saco de papas.” Se cruzó de brazos, intentando una mirada amenazante.

“Tendrías que pasar la tarde donde Anwen para darme tiempo de apaciguar la furia.” Extendió su mano hacia su hermana, sonreía pero intentaba no hacerlo. “¿Trato?”