Matches in my back pocket
I'm the queen of burning bridges
I will only let you down

Sentía que le salía humo por los oídos. ¿Quién se creía que era? Se hizo camino hacia el estacionamiento a zancadas pesadas, rechinando los dientes y apretando sus puños como una niña pequeña. Por su cabeza pasaban a toda máquina las palabras que había dicho en protesta, sin realmente permitirse ahondar demasiado en lo que significaban. En lo que había hecho antes de eso, en cómo hace un par de días se había entregado por completo a él. Que, en realidad, quizás Adam tenía razón, y estaba justificado en haber intentado detenerla.

No, bajo ningún motivo podía permitirse pensar cosas como esa. No cuando estaba tan imposiblemente enfurecida, y no cuando entender todo eso le haría tanto daño que seguro esta vez no sobreviviría. Así que simplemente no se permitió hacerlo, llegó al estacionamiento y se puso a trabajar en donde fuese, donde la necesitaran y donde no, también. Cerró heridas. Cuidó el perímetro. Hizo trueque con los Elfos. No dejó de moverse, a pesar de lo exhausta que estaba.

Y se notaba a kilómetros. Apenas había recordado comer la última semana, una noche sin dormir, llevaba heridas y moretones por casi todo su cuerpo. Lo peor era el peso horrendo que llevaba en ese momento sobre sus hombros, que no se permitía reconocer, que le obligaba a mantenerse en movimiento continuo. Casi todas sus heridas se habían vuelto a abrir en alguna medida. Las peores eran sus brazos, aquellas que había hecho con sus propias uñas, que luego hurgueteó, sólo para volver a abrirlas esa mañana de pura rabia.

Dos minutos. Había girado la manecilla de la bola de cristal para evitar el silencio. El sol iba a empezar su descenso final, y la chica no tenía nada más con que mantenerse ocupada, por lo que se sentó sobre un auto. No el que había sido testigo del reencuentro, otro al lado contrario el estacionamiento.

Inmediatamente sintió hambre. ¿Por qué? No había accedido a su forma de raza ni usado ninguna habilidad, de hecho, no podía hacerlo. Hitori sacudió la cabeza. No importaba, no por ahora. Un escalofrío recorrió su cuerpo y recogió sus piernas contra su pecho para intentar sacudirse aquella sensación. Estaba sola. Por mucho que hubiese reclamado acerca del vampiro, que quiso correr por su vida y no verlo nunca más, por mucho miedo e inestabilidad mental que sintiera alrededor de él, una cosa era segura. En las últimas dos semanas no había estado sola ni un segundo.

Tell myself I'm safe and lonely
With nobody else to break my heart
Even though I know you'd never
I'm my own worst enemy and think you are

La chica suspiró pesadamente. No tenía energía para mantener viva la llama de su furia, no en ese momento. ¿Qué había hecho? Una vez más, tirado todo a la basura, eso era lo que había hecho. Ni siquiera tuvo el corazón para darse vuelta, para mirar a Adam cuando la llamó por última vez. Aunque esta vez fue un poco más benevolente, menos insidiosa con lo que había dicho, estaba segura de que le había hecho daño. Por mucho que hubiese intentado disimularlo, sus palabras le habían dolido. -Otra vez.-

-Es que no sirves para más que esto, querida.- Las palabras retumbaron en su cabeza, la chica se bajó del auto de un respingo, como si alguien le hubiese sobresaltado. “No quiero.” Murmuró simplemente, cayendo en cuenta de la canción que había comenzado a sonar. “¡Que no quiero!” Chilló, aventando la bola de cristal lo más lejos que pudo. ¿Por qué esa? No tenía idea de cómo funcionaba. Ni de cómo seguía apareciendo en su maldito bolsillo.

Se hizo camino hacia alguna parte, lejos, que sus pies la arrastraran fuera de ahí donde había escuchado la voz. No tenía sentido alguno intentar correr más rápido que sus miedos y demonios internos, pero se le habían acabado las opciones. -Hambre.-

“No empieces tú, también.” Refunfuñó, pasando por el auto que normalmente usaba para dormir, donde todavía quedaban algunas de sus pertenencias. Las que no había dejado atrás, en la sala de computación. En algún momento el dolor de cabeza volvió, y ya no sabía si era el mismo que trituró su cabeza una noche entera, o tenía que ver con el cansancio, o si efectivamente ya había decidido de morirse de un aneurisma.

Se movía rápido, sin realmente darse cuenta de que su respiración venía cada vez menos profunda. Recuperó la cortapluma que Rory le había regalado antes de su viaje. La había dejado dentro de su cartera más que nada como un objeto que le recordaba a su familia, su país, no como un arma o herramienta útil. Desde la bomba, sólo la había usado para cortar tela y cosas así. Una herramienta.

La abrió, clavando los ojos en la hoja, sintiendo el filo con las yemas de sus dedos. -Déjame ayudarte.- Hitori negó vigorosamente, sacudiendo lo poco que le quedaba de cabeza, mientras cerraba el cuchillo y lo colaba en uno de los bolsillos de su pantalón de buzo. El que no estaba secuestrado por la maldita bola mágica. No había querido usar la ropa que el vampiro recogió para ella. No mientras comenzaba su retirada, por lo menos. Nunca existió un futuro para ambos, no cuando parte de lo que tenía que suceder era, básicamente, renacer siendo una persona completamente distinta.

“Le advertí…” Se justificó, sabiendo que aquello no importaba. Dentro de su cabeza, tuvo la imagen de una torre en completa ruina, sólo algunas paredes sobrevivían todavía. -Hambre.- “Déjenme en paz.” Salió del auto y comenzó a dar vueltas entre el estacionamiento, intentando esquivar otros híbridos. Por mucho que quisiera ignorar todo lo que llamaba su atención en su cabeza, sabía que no era capaz.

Menos cuando su hambre sólo iba a ir en aumento, y no tenía ninguna intención de echarse a dormir. Era peligroso para el resto, era un lado de ella que no quería compartir con los híbridos, tenía demasiado miedo de que simplemente la echaran del grupo. -No los culparía.- Giró sobre sus talones. En el estado en que se encontraba, llegó a lo que creyó ser la única salida.

Una vez más, su cabeza le chilló que la solución a todo era simplemente dejarse ir. Así, al volver a despertar, no tendría hambre, podría usar su forma de raza. Se dijo eso a sí misma, ignorando por completo el deseo inconmensurable de que aquel rumor del límite de vidas fuera cierto. De ser así, seguro no le quedaban demasiadas.

De alguna manera iba a paso completamente decidido. Quizás era el pánico que le había tomado del cuello tan fuerte que ya casi no podía respirar. Quizás la desesperanza de saber que, en algún lugar muy profundo de ella, realmente se había encariñado. Realmente había sentido algo de optimismo, pensado en algo parecido a un futuro cercano. Quizás era haber traicionado el último de sus principios. Varias veces.

Era todo eso. Hitori llevó una mano ausente a su hombro, ahí donde moretones y cuatro heridas marcaban una mordida intensa. No había querido borrarla, ni esa marca, ni ninguna que había recibido del vampiro. Su otra mano se coló bajo la polera que le quedaba demasiado apretada, posándose sobre la tinta en sus costillas, aquella que había rasguñado con tanta fuerza aquella mañana que estaba decorada de moretones y rasgaduras. Realmente había querido que no fueran solo palabras.

Pero lo único que se permitía pensar, evitando todo aquello tan profundo que ni siquiera ella podía reconocer, era que había vuelto a hacer daño. Que no importaba ya qué hiciera ni cómo se comportara, terminaría quemando todo lo que tocaba. -No sirves p- -  “Ya lo sé.” Interrumpió el eco en su cabeza, tomándola con una de sus manos, deteniéndose para arrodillarse sobre el pasto, empujando sus ojos contra sus rodillas.

“Ya lo sé.” Repitió en un sollozo. “¿Sigo siendo demasiado buena?” Preguntó al aire en un crujido, apretando su cabeza con sus manos, alborotando su cabello sin que le importase. -Déjame ayudarte.- La chica se largó a llorar por completo, notando por primera vez que no tenía demasiado tiempo antes de que el sol se escondiera.

Volvió a caminar, dirigiéndose lo más lejos de las salas que le era posible. No hizo la matemática de que eso le llevaría directamente a la cancha. Por lo menos no hasta que casi se dio de bruces con ella. Frenó en seco al ver a las figuras ahí dentro. ¿Era realmente lo que quería? Eso se había dicho, pero el miedo la tenía paralizada. ¿Por qué temía todavía? Había muerto decenas de veces, cada una de manera distinta. Sabía el tipo de dolor que le esperaba, lo que sucedía cuando volvía.

Estaba cansada, herida y magullada, hambrienta… Y sola. Le pesaba demasiado el corazón, respiraba demasiado rápido y aún así le faltaba el aire. ¿Por qué dudaba ahora? No encontró una respuesta, pero no fue necesario hacerlo.

Había llamado la atención de alguien que pasó de estar a varios metros a lo suficientemente cerca para tomarla del cuello y empujarla un par de metros hacia el árbol más cercano. El impacto le robó el aire de los pulmones, pero no tuvo tiempo de hacer nada. El Demonio se acercó hasta que Hitori pudo verlo, y reconocerlo. Era menos mala suerte y más estadística, pasó meses alimentándose cada noche de alguien distinto, eventualmente iba a toparse con algún conocido que la recordara.

La actitud absolutamente asesina cambió un poco. Tan sólo extremadamente violenta, pero cuando volvió a tocarle, la empujó contra el árbol, tomando su cara desde la barbilla, jalándola hacia arriba para acercarla. “¿Vuelves por más?” Hitori sonrió ligeramente, logrando volver a respirar después del golpe. “¿Puedes prometer que no vas a quedarte dormido esta vez?” Ronroneó, provocando al demonio lo suficiente como para que no le quebrara el cuello en ese preciso instante. No podía acceder a sus habilidades, ni su forma de raza. Estaba cansada, herida  y adolorida. ¿Qué iba a hacer?

Una de sus manos se arrastró del pecho ajeno hacia su cuello, enroscando dedos en el cabello mugroso. -¿Qué más?- Ah, cierto. Tenía hambre. Perdió bastante las riendas de sus acciones y pensamientos ante la nueva opción que no se había planteado. A esa parte de ella no le importaba si podía alimentarse o no, aunque prefería lo primero, hambre era hambre, y el suyo en ese momento era literalmente insaciable.

“Quería sacármelo de encima.” Escuchó el eco de ese recuerdo cuando el contrario le plantó un beso intruso, rasgando su polera con garras que seguro dejarían marcas que no podía cerrar. Correspondió, cayendo en patrones habituales, era demasiado difícil separarse de ellos, menos cuando la súcubo alentaba ese comportamiento.  

Su mano libre jaló el cinturón hacia ella, recibiendo en respuesta una mordida sobre las heridas en su hombro. En cualquier otro momento el dolor que sintió tan sólo hubiese sido agregado al placer del encuentro, pero en su estado, fue lo que necesitaba para espabilar.

No iba a sobrevivir ese encuentro. No sin su forma de raza para recuperarse mientras recibía el abuso que tanto le gustaba usualmente. Al contrario no le importaría en absoluto. -Hambre.- Era lo único que encontraba cuando intentaba pensar. Sus muñecas fueron apresadas sobre su cabeza mientras recibía mordiscos y lamidas. “Has estado ocupada” Escuchó el gruñido cuando notó las mordidas en su hombro y cuello.

“Oh, cariño” Gimió en un ronroneo bajo “No me digas que creíste que estaba esperándote…” Con pesar, como si aquella idea le diera pena, suspiró. Era tan fácil volver a caer en esos juegos y comportamientos. Tan horrorosamente fácil. En respuesta, el demonio soltó sus muñecas y tomó sus caderas para levantarla del piso. Lo rodeó con sus piernas, sintiendo cómo las garras se hundían de a poco.

No iba a sobrevivir ese encuentro. ¿Importaba? -No.- Respondió inmediatamente. -Déjame ayudarte.- Otro más, los lados de ella que tan sólo querían hacer que el dolor desapareciera de alguna manera, sin importar el costo. Quizás sólo debería dejarse morir. En respuesta a ese tren de pensamiento, sus sentidos fueron asaltados con el olor a carne quemada, y el sonido horrendo de lo mismo. El vampiro había sacrificado tanto, sentido tanto dolor sólo para salvar su estúpida vida.

El olor quedó impregnado en su nariz cuando el demonio la envolvió en otro beso. Intentó volver a hundirse en aquel acto de muñeca inflable, pero lo único que logró fue un deseo inconmensurable de que quien le apresaba en ese momento fuese alguien más. Por un momento pensó en llamar su nombre. Tomó aire para hacerlo, pero el nombre se atascó en su garganta al repasar sus últimas palabras. No, no tenía derecho. No ahora que había vuelto a hacerle daño, que todo se había acabado.

El contrario empezó a deshacerse de su ropa, finalmente Hitori cayó en cuenta de algo, aunque demasiado tarde. En el fondo, morir sería hacer que todo el sacrificio de Adam fuese en vano. No quería eso, pero… ¿Qué otra opción tenía? “Espera-” Crujió con urgencia, un poco de pánico al caer en cuenta de aquello. Por primera vez se sintió atrapada, ya no quería ninguna de las opciones frente a ella.

El demonio no esperó. En cambio, la tomó del cuello con fuerza. Hitori no pensó demasiado. Su mano libre se hundió en su bolsillo y extrajo la cortapluma mientras el contrario volvía a hundirse en lamidas y chupones. Una herramienta, no un arma. Pero eso había sido cuando todavía le quedaba ese de no hacer daño principio que ya se encontraba derrumbado en el piso.

¿Qué más podía hacer? Abrió la cortapluma detrás de la cabeza del demonio. En otro intento de ganar terreno, su lado más oscuro susurró. En realidad sólo debería dejarse morir. Ni siquiera sabía si usarla cambiaría el resultado en algo, no estaba en un ángulo como para matarlo con facilidad, y de seguro era más rápido que ella. Aflojó el agarre en el cuchillo, sólo para escuchar las mil y un veces en que el vampiro se había desvivido para cuidarla.

Pero si se defendía… Repasó el juramento Nightingale en su cabeza sin querer, notando que su buzo se encontraba flotando hacia el piso, hecho jirones. -Demasiado buena.- La mano que empuñaba el cuchillo había empezado a temblar, pero lo apretó con más fuerza. Se le acababa el tiempo para decidir hacer algo. Sus opciones ya estaban claras. O dejaba que las garras del Demonio la deshicieran como su pantalón, o terminaba de destrozar su último principio y se defendía, transformando una herramienta en un arma.

En algún momento había empezado a sollozar, pero el demonio claramente tomó sus sonidos como incentivo. Las grietas tan familiares le cegaban casi por completo, no necesitaba que una de las manos del demonio la tuvieran del cuello, se ahogaba de todos modos. “Espera-” Intentó nuevamente, buscando una salida, una tercera opción. Apretó el cuchillo con más fuerza, sabía exactamente dónde enterrarlo. “No quiero hacer esto” Rogó, refiriéndose al cuchillo, a hacer daño, a la posibilidad de matar a alguien.

No debería haber dicho nada. De una u otra manera, con esas palabras había sellado el destino de ambos. El demonio volvió a tomarla del cuello, sólo para propinarle un puñetazo sobre la nariz, mejilla y boca. Hitori escuchó el sonido que delataba una nariz rota, por primera vez sonó dentro de su cabeza en vez de fuera, sobre la cara de algún pobre imbécil que había enojado al escocés equivocado.

En vez de sus alrededores, la chica tan sólo podía ver estrellas y escuchar un pitido. Se mantenía erguida sólo porque las manos ajenas la sujetaban de la cintura. En algún momento había soltado el cuchillo. Sintió el sabor a sangre llenar su boca. Y, a pesar de todas esas cosas, ya nada importaba. Con esas últimas palabras, sin saberlo, había decidido por una tercera opción.

Why can't I let myself be happy?
Why do I gotta get in my own way?

El pitido resonó de manera ininterrumpida por varios segundos. Sus piernas habían perdido cualquier fuerza al igual que sus brazos. Logró volver a enfocar sus ojos, sólo para notar una forma que había aparecido detrás del demonio. ¿Qué estaba pasando? En algún momento logró recordar cómo era que se respiraba, haciéndolo una vez por la nariz como una completa estúpida.

Las manos que le habían mantenido erguida hasta ese momento fueron retiradas, sintió una en su hombro, alguien le hablaba, creyó reconocer la silueta y la voz. Pero la mano en su hombro también desapareció y necesitó de todas sus fuerzas y concentración para dejarse caer contra el árbol un poco más despacio, en vez de hacia adelante.

Hitori parpadeó lágrimas de dolor que no dejaban de caer. Dos, tres segundos, y recién en aquel momento la adrenalina que normalmente se disparaba por sus venas a la menor provocación decidió prestarle una mano. La confusión y pánico que le mantenían completamente paralizada fueron empujados al final de su mente, junto con las grietas que ofuscaban su visión.

Hizo un recuento mental. Había recibido un puñetazo en toda la cara como una perra barata. Quizás el juicio estaba de más, pero no existía otra manera de describirlo. No necesitó tocar nada para discernir que sus dientes habían perforado su labio superior por adentro. Con cuidado se aseguró de que no hubiesen traspasado hacia el otro lado. Nada.

No podía adivinar más, no a través del dolor generalizado. El crack indicaba que algo se había roto. Mejor la nariz que el pómulo, pero no dolía suficiente, o por lo menos eso creía. Era difícil fracturar un pómulo. Evitó llevar sus manos a su nariz para investigar, la profesional que llevaba dentro le chilló que estaban sucias y que cualquier cosa que hiciera sólo podía empeorarlo.

Y luego se le acabaron las distracciones. ¿Qué había pasado? Se estremeció de manera violenta, tragando una cantidad importante de sangre que probablemente venía tanto de su boca como nariz. Con la cabeza más clara, intentó discernir la figura, pero había estado borrosa, llena de grietas y estrellas. Lo mismo con la voz que le había dicho… Algo.

“Qué bestia inútil.” Balbuceó, sentada detrás de las piernas que habían colapsado como acordeón bajo ella, manteniéndose en forma casi horizontal gracias al tronco del árbol. ¿Qué iba a hacer ahora? Miró a su alrededor. Nadie. Pero estaba cerca de la cancha, tenía que salir de ahí. Quizás alguien tenía un hueso que roer con aquel demonio, era lo único que se le ocurría.

Ensayó ponerse de pie con resultados patéticos. No iba a ir a ninguna parte en un futuro cercano. Su decisión probablemente no había sido resuelta, si no pospuesta hasta que el próximo imbécil se le cruzara por delante. Encontró la cortapluma en el suelo y logró inclinarse para recogerla. No era demasiado, y todavía no decidía si la transformaría en un arma o no. -Better safe than sorry.- Así sabía que lo que la mantenía despierta en ese momento era sólo su adrenalina e instinto de supervivencia.

Era extraño, no recordaba la última vez que aquel instinto tan básico se hubiese siquiera asomado. Sus ojos se posaron en el horizonte. Se le acababa el tiempo. Por primera vez agradeció el objeto endemoniado, extrayéndolo de su bolsillo para girar la manecilla por quizás cuarta vez. No tenía un plan, ninguno en absoluto. Pero tenía luz y música que probablemente mantendrían su cordura. Y también tenía una cortapluma. Todavía no sabía qué uso le daría, pero ahí estaba, empuñada en su mano derecha.

No tuvo tiempo de descender en un espiral horrendo. La silueta venía de vuelta. Apretó el cuchillo débilmente, sin poder mover ningún otro músculo. Volvió a tragar una bola de sangre, notando que no había dejado de llorar a pesar de que el dolor venía más apagado, por lo menos por la duración de aquel estado de alerta.

Más cerca. Era… Imposiblemente alto. No podía ser. Estaba oscuro, sus ojos estaban equivocados. El cuchillo cayó hacia un lado cuando la figura se arrodilló frente a ella. Demasiado cerca, demasiado impertinente como para ser cualquier otra persona. Su mano fue robada de donde la había dejado, libre de la cortapluma. La otra mano se acercaba a ella con intenciones mucho más peligrosas que tan sólo violencia. Quiso ladear la cabeza, como había hecho tantas veces, hacia esa caricia.

Pero esto no tenía sentido. La chica parpadeó varias veces cuando escuchó su nombre, logrando enfocar sus ojos un poco más. Tuvo que desviar la mirada de aquellos ojos grises. No podía, no después de lo que había dicho y hecho. Fue aquella acción que le salvó de ver sobre Adam el resultado de la paliza, sus ojos clavados en el pasto, donde había caído el cuchillo.

“¿Qué…” Murmuró, maldita su suerte, maldito su cuerpo y mente estúpidos. Con el vampiro ahí, a pesar de todo, se sintió a salvo. Como si hubiesen echado agua sobre un mechero, todos los paños fríos que le había brindado la adrenalina desaparecieron. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevas, más, volvían a caer más rápido.

“¿Qué…” Ensayó otra vez detrás del labio partido que comenzaba a hincharse. Ahora sí que todo dolía, tenía clarísimo que su nariz estaba rota, cada herida abierta, cada herida nueva. Agachó la cabeza, a pesar de que aquel movimiento le hacía la vida más difícil, no tenía coraje para enfrentar a Adam y lo que le había hecho. Dejó que su cabello cayera sobre ella como una cortina, escondiéndole del hombre a quien había herido. Una vez más.

Sus hombros subían y bajaban en sollozos que poco tenían que ver con lo que le acababa de ocurrir. Intercambios como ese había tenido demasiados como para contar. Ninguno le provocaba lágrimas como aquellas. Su nariz comenzaba a gotear sangre directamente sobre sus piernas, en aquella posición tan sólo dolía más, perdía más sangre de lo necesario. “Después de lo que hice…” Balbuceó, recordando cómo mover sus manos nuevamente.

Recuperó la que le habían robado para enjugar las lágrimas del lado de su cara que estaba mayoritariamente intacto. Demasiado bruta. Inhaló un hilillo entre sus dientes, había tocado algo que dolía. Aquello incendió algo. “¡Mierda!” Escupió la próxima bola de sangre hacia un lado en un gesto que se guardaba sólo para cuando realmente quería insultar a alguien. En este caso, había sido más por necesidad. Acompañó el escupitajo con un movimiento que comenzaba a hacérsele demasiado familiar. Aventó la bola de cristal hacia un lado con más fuera de lo que debería haber tenido en ese momento.

“¿Qué haces aquí?” Una pregunta llena de confusión y algo que sólo podía ser compasión. Como si estuviese preguntándole a una chica que otra vez había vuelto a su novio abusivo. Con ambas manos libres, poco le importó el dolor, las llevó a su cara antes de seguir con su llanto desconsolado.

En su cabeza su confusión estaba completamente justificada. Esa mañana, ella había decidido pelear con Adam por alguna razón todavía no entendida ni por ella ni el resto de la humanidad. Había dicho cosas horrendas, luego lo golpeó y, para rematar, le dijo que no la siguiera y no tuvo el corazón de darse vuelta cuando él le había llamado. Eso era todo. Fin. Cierren el telón y recojan sus abrigos a la salida, señoras y señores, la chica lo hizo de nuevo, y esta vez es permanente.

Seguro finalmente el vampiro también había entendido que con ella nunca habría nada más. Que mientras más se acercara, más daño haría. Como lo hizo aquella noche, y vuelto a hacer repetidas veces desde entonces. Todo fue culpa suya. Seguro Adam ya lo entendía ¿No?

Why do I sabotage everything I love?
The walls are closing in because I built them up

Intentó esconder su cara cuando sus cabellos fueron apartados, pero no tenía hoyo en el cual desaparecer. Lo único que pudo hacer fue enterrar sus ojos en el piso como si en eso se le fuera la vida, evitando a toda costa ver al vampiro siquiera por el rabillo.

Ante la primera palabra reaccionó como si le hubieran golpeado nuevamente. Tomó aire frente al dolor y sorpresa, llevando una mano a su pecho, que repentinamente se sentía cien veces más pesado. No pudo decir nada, tan solo formó un puño con su mano libre. Pasada la adrenalina, había comenzado a temblar ligeramente, quizás de frío, quizás de shock, rabia, miedo… Todas las anteriores.

Trató de resistirse al abrazo inútilmente, un par de manotazos débiles y un intento patético de tensar su cuerpo rasgado y magullado. No logró más que causar más dolor con sus movimientos, aunque evitó hundirse por completo en aquel abrazo, por más que parte de ella sólo quería dejarse… Cuidar.

Escuchó su nombre nuevamente y un escalofrío le sacudió por sobre su cuerpo que temblaba bastante ya por sí solo. “No-” Protestó entre sollozos ante esos besos preocupados. Tan sólo terminaría quemado otra vez. No tuvo energía para nada más, necesitó tragar más sangre, de a poco se empapaba en ella, también a Adam, al parecer.

Tuvo que escuchar lo siguiente mientras mordía su lengua con fuerza. Algo más o menos de dolor en ese momento no importaba demasiado. Tuvo un impulso casi incontrolable de dejar que su boca disparase palabras otra vez en un intento espantado de alejar al vampiro. Tan sólo sollozó, intentando zafarse sin resultados nuevamente.

“No fue solo una pelea.” Murmuró de manera apagada cuando Adam dejó de hablar. “¿No entiendes?” Negó con la cabeza. “Ya no puedo cuidarte, no desde esa noche…” Llevó una mano al tajo en su brazo, hundiendo sus dedos inconscientemente. La noche en que, por defenderse de algo que le aterraba demasiado, empuñó sus palabras como armas de asedio. “Sólo logro hacerte daño y nada más. Si vuelves sólo vas a quemarte una y otra vez.” Sollozó pesadamente, llevando su mano libre a su cabeza, se sumaba a todo el resto que dolía. Creía que aquella noche algo dentro de ella se había destapado de a poco, que por eso causaba tanto dolor, ahora que ya parecía no importarle.

“¿No escuchaste lo que dije hoy? ¿No viste lo que…” Se obligó a seguir, por el bien del vampiro, tenía que dejarlo claro de una vez por todas. “¿Lo que estaba haciendo?” Parte de ella había querido continuar, a pesar de que se arrepintió, lo que importaba eran sus acciones.

“Sí que es mi culpa. Ya no soy tu responsabilidad ¿No te quedó claro? Lo que sea que estaba pasando se acabó, fin, terminé de quemar todo, tienes que dejarme antes de que te quemes tú también… Otra vez.” Susurró, sus sollozos se habían apagado, ya no tenía energía para seguir llorando, lo único que le mantenía despierta en ese momento era la necesidad de clarificar la situación. Terquedad y nada más.

No había intención venenosa en sus palabras, sólo odio dirigido a sí misma, algo de preocupación hacia el vampiro, pero mayoritariamente era una desesperanza y resignación que le pesaba lo suficiente como para hacer que el aire se sintiera más denso. Sus ojos no habían dejado la cortapluma por un momento, y mientras aquella última torre terminaba de desmoronarse, creyó firmemente que, de haber tenido un par de segundos más, la hubiese transformado en un arma.

No tenía como detener las caricias en ese momento, ni siquiera si realmente hubiese querido hacerlo. Tan sólo se quedó más o menos tiesa, intentando no hundirse contra el vampiro, tenía que ser firme si iba a cortar con él definitivamente. No lo pensó demasiado, no fuera a ser que se arrepintiera de lo que estaba haciendo. Sólo se recordó que era por el bien del moreno.

Claramente no quería decir lo que murmuraba a través del labio cortado. Además de que era obvio, aquella mano que escarbaba en sus heridas terminaba de delatarla, y ni siquiera había caído en cuenta de que lo estaba haciendo hasta que Adam la interrumpió. No fue capaz de intentar recuperar esa mano.

Ante las primeras palabras de la respuesta, abrió la boca. Tomó aire para discutir, y luego decidió dejarle hablar un poco más antes de volver a repetirse en un intento de empujarlo lejos. No sólo no había entendido, si no que al vampiro parecía no importarle en absoluto. “Pero yo estaba…” Comenzó, pero le apegaban más contra el cuerpo cálido que se había convertido en un refugio, y estaba tan cansada y vulnerable…

Lo que siguieron fueron una seguidilla de aseveraciones que arrancaron de raíz casi todos los argumentos sobre los que Hitori había formado la pila de combustible que había usado para incendiar la relación. La mención del miedo, dirigida a una de las partes más oscuras atrincheradas en el subconsciente de la chica, le hizo apretar la mano ajena ligeramente. Como un símbolo sagrado enseñado a un demonio, nombrar el miedo y no darle cabida le hacía retroceder y perder fuerza.

Luego, quizás el argumento más importante. El que se había repetido por días en cantidades interminables. El que le había carcomido por dentro al punto de la locura y quiebre que no hubiese sobrevivido de no ser por algo de intervención. El que la empujó sobre el límite de lo soportable, arremetiendo contra la única parte de su vida que no había sido corrompida por su miedo.

Con esas primeras siete palabras, ahogó aquella idea insidiosa bajo litros y litros de verdad objetiva. ¿Qué hubiese sucedido si ella, en vez de reaccionar como lo hizo, hubiese seguido acomodando al vampiro? O, peor, ¿Si simplemente se hubiese negado de tal forma en que terminase por despertar aquel monstruo que tanto había buscado las primeras noches? ¿A cuánta gente había salvado por comportarse como lo había hecho? ¿A ella misma?

De no ser por ella, Adam Valentine hubiese seguido por la vida sin sentir nada. Manipulativo y calculador, sádico, violento, y… Solo. El peor destino que se le podía ocurrir, uno que él ya conocía demasiado bien, y ahora le agradecía por haberle sacado de ahí.

¿Qué podía decir frente a eso? A veces era necesario romper un hueso para que sanara de manera correcta. Eso no era hacer daño, no desde una perspectiva médica, no si después de hacerlo se entregaba el cuidado necesario. No si el resultado final era positivo. Bajo la mano ajena, la rigidez de su cuerpo aflojó bastante.

Dentro de ella, algo suspiró de alivio de tal forma que Hitori lo reflejó con su cuerpo, llenando el aire a su alrededor del inconfundible olor a sangre. Goteaba desde sus labios, desde su nariz se desviaba para empapar mechones de pelo que había usado para esconder su cara, de cada una de sus heridas antiguas, sumadas a las nuevas que decoraban su cintura donde el demonio le había agarrado.

No había hecho daño. No realmente, no de manera maliciosa. No había traicionado su último principio. Sus ojos finalmente dejaron la cortapluma, los cerró al recibir el beso en su mejilla. Volvió a abrir la boca y tomar aire, lista para discutir. Para volver a alejarle. Para argumentar que no era necesario cuidarle, que ella haría daño, que… ¿Que?

Frunció el ceño y separó su cabeza un poco, abriendo los ojos, observando las manos entrelazadas. Su expresión pasó de aquel alivio a confusión, luego concentración, terminó completamente desconcertada. Hitori del clan Macleod, hija de la familia Okamoto de Shibuya, enfermera cuidadosa y, por sobre todas las cosas, la mujer más exasperantemente terca y argumentativa, se había quedado sin palabras.

Ganas de contra argumentar no le faltaban. Era todo el resto. Parpadeó varias veces, sacudiendo la cabeza para intentar remover algún pensamiento suelto útil. Como una bestia estúpida, terminó por quejarse de dolor, sólo para rendirse temporalmente, dejando su peso contra el vampiro por primera vez. Antes muerta que rendida, no hizo más que cerrar la boca, sin admitir la derrota, por lo menos no verbalmente.

No necesitaba hacerlo, aunque con ello salvaba un poco de su orgullo. Bastaba con verle hundirse contra el vampiro, permitiéndose suficiente relajo como para realmente procesar el dolor que sentía por primera vez. Su umbral era casi peligrosamente alto, quizás era la única razón detrás de seguir consciente. Cualquier cerebro que no estuviese así de roto hubiese jalado del enchufe hace varios minutos para evitar sentir todo aquello, mejor inconsciente.

“¿Hm?” Preguntó en más un sonido que otra cosa, al escuchar que le tocaba ser doctor. Algo contra sus labios, frunció el ceño, como si la instrucción de no discutir instantáneamente gatillase algo en su ADN que le imposibilitaba acatar. Murmuró algo acerca de vampiros brutos detrás del frasco, por si acaso había alguien listo para arrebatarle la nacionalidad si no lo hacía, y bebió.

“¿Qué haces?” Murmuró, en ambas partes curiosa y ofendida por la nueva instrucción. Se sintió como aquella primera mañana, cuando Adam tan sólo había sido capaz de cerrar sus heridas sin la capacidad de nada más. Esa vez, creyó que la preocupación era buena, y la alimentó, dejándose tratar y cuidar, por mucho que le doliera verlo en ese estado.

Aunque esta vez era bastante distinto, por alguna razón, a pesar del dolor y el cansancio, frente a aquel cuidado tan íntimo, bajo la sangre que cubría su cara y brazos, un sonrojo decoró su piel. Contrastaba más en aquella piel aún más pálida de lo normal. “N-No…” Protestó al llegar a las marcas nuevas, hechas por garras de un extraño. Agachó la cabeza y de algún lugar encontró fuerzas para volver a sollozar. Quizás era porque, de alguna manera, sentía algo menos de dolor.

Volvió a cerrar los ojos, tragando otra bola de sangre, una mano acunaba la bola de cristal contra su pecho mientras la otra se encontraba olvidada sobre su regazo. Estaba tan extremadamente cansada. Tan adolorida. Tan… -Hambre.- No pudo evitarlo. No cuando volvió a escuchar su nombre.

“Adam.” Contestó en un ronroneo que no se ajustaba a la situación. Que no tenía lugar detrás de aquellas lágrimas de vergüenza y arrepentimiento. Había evitado los ojos grises, no se sentía con el derecho a volver a mirarle. Y aún así, su mano libre subió hacia el cuello moreno, posando ojos violeta que por un momento se mostraron de un color verde peligrosamente pálido en la mirada ajena.

Pero no hubo vistazo de la forma de raza que normalmente acompañaba un tono como ese. Ningún intento, ni siquera en aquella situación en que quizás lo más lógico era cerrar esas heridas por medios más mágicos. Tampoco se había asomado con el demonio, siendo que quizás se hubiese zafado del daño que recibió de haber intentado seducirlo con su veneno.

“Stad” Fue más un gruñido en forma de palabra, algo visceral y absolutamente asqueado. No fue más de un segundo, Hitori sacudió la cabeza con fuerza acompañando el sonido, usando el dolor para empujar aquello fuera del asiento del piloto. Se sacó lágrimas de dolor otra vez, pero recuperó su mano y logró de alguna manera parecer más pequeña y avergonzada. “Perdóname…” Murmuró en el tono cansado y afectado que había tenido, clavando sus ojos en uno de los cortes que burbujeaba.

Hitori agradeció internamente que el vampiro no hubiese atendido al llamado que no pudo evitar. Una parte, por lo menos, mientras que la otra… ¿Había dicho demasiado con sus acciones? ¿Lo suficiente para alejar a Adam? Después de todo, había estado enroscada en alguien más cuando le encontró.

Dejó esa línea de pensamiento ante la respuesta, inclinando su cabeza hacia los labios que se posaban en su sien. Tenía que confiar en que Adam no estaba mintiendo, a pesar de lo difícil que era, en realidad no había más que hacer. Pelear en ese momento ya no era una opción, irse tampoco, resistirse menos.

“Mmhrm-” Gruñó en un afirmativo, accediendo a más cuidados, dejando que el moreno vertiera aquella poción sobre sus heridas, que burbujeaban como si de agua oxigenada se tratase. Lento pero seguro, observó uno de los cortes en su brazo cerrarse desde adentro hacia afuera, como si el tejido estuviese estirándose para abrazarse.

Evitó el impulso de golpear la mano de Adam cuando se acercó a tocar su nariz, tan sólo cerrando un ojo en una mueca de dolor. “¿Por qué?” Preguntó ante la instrucción de cerrar los ojos, pero algo pequeño dentro de ella le convenció de que era una buena idea. Por si acaso, una de sus manos tomó la camisa ajena, como si temiera que desapareciera antes de volver a abrirlos.

Hitori había arreglado cientos de narices. Era lo primero que reventaba en peleas, algo bastante frágil, y nadie nunca tenía ganas de esperar horas en urgencias solo para ese procedimiento. Incluso antes de empezar sus estudios para ser enfermera, ya tenía suficiente dominio como para hacerlo sin problema una y otra vez. Pero nunca había estado al otro lado, normalmente si alguien decidía pelear con ella iban más al cabello, o a aprovecharse de lo escuálida y débil que era, con sólo agarrarla en una llave la pelea se acababa de una manera u otra.

“Sé que duele.” Refunfuñó, abriendo un ojo para dedicarle una mirada llena de reproches al vampiro, recordándole que no era ni idiota ni ignorante, trabajaba de enfermera, después de todo. Murmuró algo acerca de vampiros arrogantes antes de interrumpirse en un quejido de molestia al sentir los tubos. Por lo menos las heridas en su labio y mejilla interna ya estaban casi cerradas, cada vez tenía que tragar menos sangre, se le hacía más fácil respirar.

Empezó a prepararse para el tirón, recordando aquel paso en el que ella siempre lo hacía antes de- “¡FECK!” No pudo evitarlo, la chica abrió los ojos y le propinó un manotazo en la cara, donde llegase, en protesta a la trampa. “¡Fecking bassa cocksucking basser a rugadh a-mach à asal bò, buailidh mi do asal chun an làr a tha thu a ’mealladh màthair fucker, ya dobber, bampot diddy, fear sleekit!” Gruñó en una cascada de insultos que casi no tenían sentido, aunque no lo necesitaba en su tono de violencia y reproche, agregando otro manotazo mientras llevaba su otra mano a su nariz, parpadeando lágrimas de dolor nuevamente.

No dejó que volviera a tocarla, arrancando los tubos ella misma en algo que logró ser violento y brusco pero absolutamente preciso, sin hacerse daño. Casi como si lo hubiese hecho miles de veces… De esa misma manera, exacta, incluso la técnica de distracción. No era algo completamente original, por supuesto, pero no conocía demasiada gente que lo hiciera. Un pinchazo de dolor que no tenía que ver con su nariz le hizo gruñir nuevamente.

“¿Crees que vas a volver a tocarme después de eso? Me muevo lo que quiero, ya terminaste.” Protestó, cruzando los brazos y dando vuelta la cabeza. De tanto refunfuñar, la herida en su labio volvió a sangrar. Instintivamente volvió a propinarle un manotazo, esta vez en la mano que se acercaba a su nariz. El beso en su frente logró domarle un poco, volvió a girar la cabeza hacia el vampiro con un enorme suspiro que decía algo como “Las cosas que hago por tí.”

Sintió que cubría su nariz por completo, abrió la boca para preguntar qué mierda hacía ahora, pero una fuerza invisible le golpeó sin advertencia. Dolió parecido a como cuando recibió el golpe que la había roto, pero de alguna manera en reversa, como si el hueso fuese impulsado de vuelta donde estaba, de la misma manera. “¡AYA, ya bass!” Gruñó, esta vez aún más ofendida, lanzando otro manotazo hacia el vampiro, comportándose como una pésima paciente, pero en su defensa…

Nada, estaba enojada y cansada, emocionalmente drenada, empujando un hambre inconmensurable fuera de su mente mientras se hacía a la idea de que al parecer sus esfuerzos para detonar todo fueron en vano, que seguía atada a un hombre que era capaz de quererla bien. Por algún lado tenía que salir su miedo y reproche ante aquella situación, tan sólo se podía agradecer que fuese de esa manera tan… Amena. Tierna, quizás, dependiendo del espectador.

Tuvo que aguantarse las ganas de tomar la botellita y lanzarla a la mierda. Por primera vez en la noche había posado ojos violeta que ardían en furia contra los ajenos. Separó sus labios para decirle dónde podía metérsela, pero Adam aprovechó la acción para verterla dentro de su boca. Soltó otro gruñido infeliz y tragó antes de llevar una mano al puente de su nariz, a salvo de tocar parte de lo que estaba rota, en un intento de calmar el dolor. La furia Escocesa podía dejarle sobrellevar bastante, pero ese último tirón había dolido muchísimo.

Agachó un poco la cabeza, volviendo a tomar la camisa del vampiro. “Lo sé” Murmuró con respecto a la cancha, sí que sabía lo peligroso que era, por eso estaba ahí. Adam había estado dando instrucciones y tratando sus heridas de manera cariñosa pero bastante firme, como lo hacía ella normalmente. Era fácil olvidar bastante de lo que ocurría entre ellos, más cuando estaba ocupada maldiciendo su linaje y amenazando su vida.

Fácil hasta que se acercaba y decía cosas como aquella, que desbarataban cualquier semblante de resistencia, cualquier fachada distante y desinteresada o enojada. Sintió cómo, debajo de la sangre que cubría su cara, le subía el color a las mejillas. Todo el día, había intentado distraerse de lo dolorosa que había sido la realidad de que ella y Adam habían cortado. Y ahora, ahí estaba, no había pasado nada, a pesar de sus intentos auto destructivos, escuchando palabras que odiaba y quería al mismo tiempo. Se abrazó a sí misma, de pronto sintiéndose demasiado expuesta, tenía frío.

Su estómago dio un vuelco, la fastidiosa parte de ella que chillaba CORRE CORRE POR TU VIDA seguía ahí, por supuesto, pero era un poco más fácil ignorarla en ese momento. Hitori mordió su labio inferior, suprimiendo una sonrisa antes de separar la cabeza un poco. Ladeó la cabeza ligeramente de manera que parte de su cabello ensangrentado cubriera su cara… ¿Qué decir?

No tenía demasiadas opciones, considerando que era incapaz de siquiera concebir en su mente consciente de la mayoría de las cosas que podría haber respondido. No estaba en condiciones de pensar demasiado y elegir palabras con pinza, menos en ese momento en que el dolor retrocedía para dejar cabida a un nervio adolescente que luego seguro volvería a enfurecerle.

“Yo…” Murmuró, su tono vacío de toda pelea o reproche, tan sólo un hilillo avergonzado. Agachó los hombros, como si quisiera hacerse más pequeña, o bolita, y apretó sus brazos contra su estómago donde se había abrazado. Ahí, donde ligeros moretones quedaban de recuerdo sobre la tinta que la chica había rasguñado con demasiada fuerza. “Creí que…” Intentó seguir, pero no quiso terminar la frase. -Que volvería a estar sola.- -Que esto se había acabado.-

Quería decir algo, había hecho suficiente por intentar quemar todo por un día, era hora de intentar algo distinto, atreverse a hacer algo a pesar del miedo y de que la mitad de ella creía que era una pésima idea. “Yo…” Intentó de nuevo, escondiendo más de su cara que seguía subiendo de tonalidad. No sería capaz de decir algo si lo miraba a la cara, de eso estaba segura. Sintió que el resto de su cuerpo también subía de tono, sonrojándose en el cuello, pecho, hombros y brazos, su corazón latía cada vez más rápido para asegurarse de que se transformara más y más en una bengala. Pronto seguro ya vendrían los demonios a ver qué era lo que brillaba en la oscuridad.

“Yo…” Ensayó una vez más. -También.- No podía, el intento había sido en vano. No, la chica no podía dejarlo así, si no podía decir aquello todavía, encontraría su propia manera de responder. Se enderezó como si de pronto hubiese decidido algo importante, soltando su estómago para que una mano pálida se posara sobre la camisa ensangrentada, más a la derecha de donde estaría el corazón. Levantó la cabeza a tiempo en que pellizcaba con algo de fuerza, apresando donde sabía que se encontraba el pezón moreno antes de girarlo de manera brusca con una sonrisa juguetona. No era nada en lo más mínimo sensual, tan sólo una jugarreta de niños, pero no aflojó.

Volvió a encontrar los ojos ajenos, esta vez había algo honesto e intenso que no correspondía con su pequeño ataque. “No te soporto ¿Sabes?” Murmuró, acercándose peligrosamente a los labios de Adam mientras lo soltaba, aquella sonrisa todavía iluminaba su cara completamente sonrojada, y dejó un jadeo de nervios sobre la piel morena.

De alguna manera que sólo hacía sentido cuando se trataba de la chica, esas palabras habían sido igual de amorosas, igual de románticas que las del vampiro. Dentro de su cabeza, aunque las palabras “Yo también te extrañé” no habían salido explícitamente de sus labios, aquella jugarreta y broma, ese movimiento, y el tono que había usado podían traducirse a ese sentimiento. Era un vacío legal que permitía algún tipo de comunicación emocional, por más disfuncional que fuese.

Hitori tenía suerte de que la paciencia de Adam era aparentemente infinita. Por más que golpeara y reclamara y se comportara como una niña pequeña, ahí estaba el vampiro, aguantando por alguna razón desconocida. Sin responder ni sentirse ofendido por los insultos o acciones, tratándola con cuidado, entregándole un cariño que la chica nunca había recibido de alguien que no fuese familia o familia postiza.

Su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo claramente en sus oídos. No le costaba decirle a sus padres o Rory que los amaba, a los regulares del bar que los adoraba y pelearía con cualquier persona por ellos, a sus compañeras del hospital que las quería y que tenían que cuidarse al salir de noche porque ella se preocupaba. Pero cuando se trataba de algo tan simple como CUALQUIER cosa positiva a alguien que era… Ni siquiera podía pensar en alguna palabra que denotaba algún tipo de compromiso. Era inútil.

Y, otra vez, ahí estaba el vampiro, esperando pero sin esperar nada a cambio de lo que él había dicho. Con esa misma paciencia esperó esos tres intentos sin presionar, y al recibir un insulto en respuesta ¿Qué decía? Que lo sabía. Que entendía lo que ella quería decir aunque en vez de hacerlo le había agredido. Estaba absolutamente jodida.

Aquel beso ligero le hizo jadear de nervios otra vez, más cuando estuvo acompañado de esas palabras. Hitori se había quedado un tanto tiesa, pero correspondió al beso mientras titubeaba, sin saber realmente qué hacer ahora. Su intento de expresarse mediante ese insulto había funcionado tan perfectamente que Adam entendió las intenciones detrás, y ahora no encontraba donde sepultarse.

Se dejó acercar, demasiado nerviosa y descolocada como para protestar o hacer algo diferente. Luego el moreno agregó algo más, y con esas palabras le dio una salida a esa situación que le tenía mareada y sorda debajo de los latidos de su corazón. “¿Me estás retando? Porque eso no suena a más que un reto.” Murmuró, rodeándolo con sus brazos instintivamente, logrando relajarse ahora que había fanfarroneado un poco.

“Ngh-” Suprimió un sonidito de placer ante los besos en su cuello, intentando sacarse de encima el hambre aunque sabía por experiencias pasadas que eso no sucedería. “¿Qué haces?” Preguntó con un poco de alarma en su voz cuando las manos de Adam pasaron a su camisa. Pánico, por alguna razón que quizás tenía que ver con aquella debilidad que actuaba sobre ella en ese momento, cruzó por su mirada y casi comenzó a ponérsela de vuelta.

“Yo- Ah-” Tartamudeó al recibir la camisa y el beso, al mismo tiempo notando que estaba llena de sangre y recordando que la última había sido lanzada hacia el vampiro con furia. Se la puso más en un intento de separar su cuerpo básicamente desnudo del resto del mundo, era demasiado peligroso, antes de recoger la cortapluma de Rory y dejarla en el bolsillo de la camisa.

En el segundo entre que Adam se puso de pie y la levantó del piso, varios minutos pasaron dentro de la cabeza quebrada de la chica. Instantáneamente al separarse, al quedarse sentada en el piso, se creyó dejada atrás. No era culpa suya, después de todo, minutos antes de que le rompieran el corazón por primera vez el chico había tenido sexo con ella, para luego hacer que Hitori repitiera que lo amaba, y besado intensamente.

¿Era la misma situación? No, en absoluto. Pero la chica hizo el esfuerzo de expresar el sentimiento de cariño y cercanía por primera vez desde entonces, era de esperar que fuese seguido de algún tipo de pánico relacionado a caer en la misma trampa. -Y ahora aquí estás otra vez, usada, hecha vulnerable y luego dejada. ¿No aprendiste nada?-  

Pero en realidad no había sido más que un segundo. Lo suficiente como para que todo el rubor se drenara de su cara, la mano alrededor de su cuello volviese a asomarse, el pánico comenzara a acercarse, una exhalación que podría haber llevado a un sollozo. Suficiente para que la melodía de la bola de cristal simplemente se apagara de manera abrupta. No hubo tiempo para nada más. Manos seguras y cariñosas la levantaron del piso, y estaba apegada contra el pecho de Adam.

Por un segundo no pudo respirar, los ojos grises sólo encontraron pánico y confusión en los violeta, como una niña que creyó perder a sus padres en el supermercado. La pregunta sacudió un poco de su parálisis temporal, Hitori parpadeó varias veces antes de apoyar su frente contra el pecho del vampiro, hundiendo sus dedos en la piel morena como para asegurarse de que no se había inventado algo extraño. Sólo en ese momento suspiró de alivio.

“N-No lo sé.” Murmuró bajito, cualquier rastro del hambre que había sentido hace momentos desaparecido por el momento. Tan sólo sonaba cansada y confundida. “Donde tú quieras, creo.” Agregó, apegándose al contrario con fuerza, aguantando las ganas de reacomodarse en el aire y colgarse como mono sólo para poder abrazarlo con todo su cuerpo.

Se limitó a empujar su cara entre el hombro y cuello moreno, y hundir los dedos de una mano en su pecho. ¿Por qué de pronto quería apretarlo y no dejarlo ir tanto, que de lo contrario sentía que iba a ponerse a chillar? “Me da igual.” -Mientras vayas conmigo.- No era capaz de decir lo último, su tono y lenguaje corporal tampoco, no cuando estaba ocupada tratando de no tirársele más encima y no gritar al mismo tiempo. Pero el resto de esa frase sí estuvo en su consciente en ese momento, donde pudo generar esa idea que creaba lazos afectivos, aunque fuese sólo dentro de su cabeza.

La sensación de ser una niña perdida sólo empezó a disminuir de a poco después de varios metros. El hecho de que fue estrechada con más fuerza ayudó, el beso en su cabeza también. Tan sólo indicaciones de que Adam seguía ahí, que la situación que tanto le había hecho daño no se estaba repitiendo.

La mayoría de la gente que observara la situación y reacción de la chica quizás la tildaría de exagerada o loca. Incluso ella misma no entendía por completo por qué un segundo hacía tanta diferencia, le hacía tan mal en ese momento. No podía permitirse comprender, en realidad, más que la superficie, lo que siempre se repitió  una y otra vez después de esa fatídica noche. Acercarse es peligroso, amar es peligroso y sólo hará daño, tú no eres capaz de amar, de todos modos, y si vuelves a intentarlo sólo terminarás igual.

Era difícil pelear contra un mantra que se había repetido noche tras noche por nueve años. Después de cientos de encuentros con extraños, algunos con los que podría haberse visto emparejada, pero apagó cada vez esos pequeños arranques de locura. Extremadamente difícil, y en ese mundo nuevo, con aquel vampiro que no le había permitido otra opción, sucedía más desde adentro hacia afuera.

Su subconsciente se hacía de a poco a la idea bajo la persistencia molesta del morena, que poco a poco y con suficiente paciencia todo se podía lograr. Pero por fuera, en sus reacciones más viscerales y conscientes, el avance casi no se notaba, por lo menos a simple vista. Pero cuando se trataba de Hitori, nada era simple.

Estaba extremadamente cansada, en realidad lo único que le mantenía despierta en ese momento era el terror que le daba volver a sufrir esa pesadilla, tanto peor que las que solía tener. Dormitó, quizás, o por lo menos tuvo algunos momentos de paz, arrullada por esa canción en un idioma que no conocía. No le importaba dónde la llevaban, quizás porque confiaba en el vampiro, quizás porque le daba igual estar o no en peligro, imposible saber lo que pasaba por su cabeza en ese momento.

Sólo abrió los ojos y giró ligeramente la cabeza cuando las palabras de Adam anunciaron que ya habían llegado. En la oscuridad de la noche que ya había llegado, no logró discernir más que algunos autos, sin caer en cuenta del capó específico donde el vampiro apareció sólo para atormentarle. “Cansada.” Murmuró en una palabra que quedaba extremadamente corta de la realidad. Hitori se incorporó un poco cuando sintió el auto bajo ella, enderezándose sólo para volver a apoyarse contra él, su brazo y hombro contra el pecho moreno, alzando la cabeza para mirarlo.

En el momento en que dejó de moverse y acomodarse, la bola de cristal volvió a su regazo, en silencio por un momento, iluminando el pecho desnudo y la camisa llena de sangre, el rostro, los nudillos. Aún con lo cansada que estaba, Hitori logró sumar dos y dos en su cabeza, no era difícil, menos al haber visto heridas y manchas como esas demasiadas veces. Su cara se contrajo de dolor y un tanto de culpa, se obligó a no desviar la mirada de los ojos ajenos.

“Lo… Siento tanto…” Susurró de manera casi inaudible, llevando su mano a la mejilla morena, usando su pulgar para limpiar algo de la sangre. En algún lugar de su cabeza pasó por una opción, pero en ese momento no estaba a su disposición, aunque de sólo pensar en ella sus ojos volvieron a brillar con aquel color aguamarino hambriento al tiempo en que mordía su mejilla interior con fuerza nuevamente.

No lo pensó en absoluto, tan sólo lo hizo, y de la misma manera su mano pasó a la nuca del moreno y la atrajo hacia ella con delicadeza. Posó sus labios en los ajenos suavemente, con cuidado, no había más que arrepentimiento, quería hacer algo para reparar algo. Profundizó el beso despacio, dejando que el hilillo de sangre que escurría de su mejilla interna cubriera su lengua y labios, de a poco entregando lo único que tenía para ofrecer en ese momento.

Hitori se forzó a ir lento, como nunca antes evitó apegarse demasiado, jalarle hacia ella o enredar sus manos en el cuerpo moreno, intentando no invocar aquel hambre incontrolable que no podría saciar esa noche de cualquier modo. Era demasiado difícil no subir de tono, el autocontrol nunca había sido lo suyo, pero ahí estaba, limitándose torpemente para cuidar al vampiro de… Algo, no estaba segura en realidad.

Volvió a escuchar las palabras con las que ya no podía discutir, que no era su culpa, pero este era un caso distinto. Ella solita se había metido en ese lugar, en esa situación. -Pero de haber sabido que no arruiné todo…- Escuchó una pequeña voz en su cabezota terca, seguro no lo hubiese hecho. Quizás la culpa estaba de más, tan solo hizo lo que pudo por reparar el daño, aunque fuera solo físico, no sabía cómo empezar a disculparse y arreglar lo que fuera que pasaba por la mente del vampiro. Celos, quizás, rabia, no estaba segura.

Pero no sentía ninguna de esas emociones en el beso, en absoluto. Estaba intentando contenerse con el poco autocontrol que tenía, pero sintió las manos en sus caderas y el vértigo de dejarse llevar fue demasiado. Un sonidito de placer se escapó sin permiso de su nariz. -Hambre.- Antes de perder por completo la cabeza, a su suerte Adam se había separado. Ladeó la cabeza ligeramente, acercando su mejilla a los dedos morenos mientras respiraba más rápido de lo que ameritaba el beso.

“No hay nada que agradecer.” Musitó intentando calmar su respiración, aguantando las ganas de interceptar los labios que cubrían su cara de besos. En vez de eso, encontró las manos del vampiro sobre sus caderas y mejilla, arrastrando sus dedos sobre ellas, sintiendo los nudillos con cuidado en un comienzo. Ya cerrados, así de fácil, aunque todavía cubiertos de sangre.

Escuchó las palabras que rozaban sus labios con algo de dificultad, pero devolvió una sonrisa burlona. “¿Intentas decirme que esto no es lo que llevan puesto en tus galas pomposas?” Respondió en un tono incrédulo, marcando su acento más de lo normal, si aquello era posible. No tuvo tiempo para más antes de que un segundo beso le tomase por sorpresa lo suficiente como para provocar un sonidito de sobresalto.

Era más calmado que lo que ella había peleado por lograr. Muchísimo más medido, como si el vampiro hubiese tenido años de autocontrol donde Hitori nunca intentó siquiera pensar en no dar rienda suelta a cualquier cosa en cualquier ocasión. Se le hacía más difícil en ese preciso momento donde un ente extra pisaba el acelerador en conjunto con ella. Creyó que dejar los ojos abiertos ayudaría, pero no duró demasiado antes de cerrarlos y de a poco perderse.

No importaba demasiado que el contrario estuviese calmado y controlado en ese momento, aunque ella sabía que no era el momento, que estaba agotada en cada manera posible, que el hambre no desaparecería de cualquier modo. Que en realidad prefería quedarse sobre el auto acurrucada contra Adam, y que él probablemente quería lo mismo.

Nada de eso logró disuadirla mientras el beso se le escapaba de las manos y ella sola lo subía de tono, un poco más rápido cuando la mano subió a su cintura. Las manos que hasta ese entonces había logrado mantener alejadas se escaparon por sí solas, posándose primero en el pecho descubierto, sólo para arrastrarse hacia arriba de a poco, entrelazándose detrás de su cuello. -Hambre.- En conjunto, algo mucho más cercano a un gemido también escapó por sí sólo, el resto comenzó a irse por la borda junto con lo que quedaba de control.

Estaba bastante harta de no poder tomar sus propias decisiones. Más que nunca en su vida en las últimas ya casi dos semanas, sólo había sido víctima de su propia cabeza, aunque dejaba que eso pasara muchísimo más que una persona normal, hasta Hitori tenía sus límites. Un impulso de indignación frente a que su cuerpo no le escuchara, lamentablemente lo único que pudo hacer para retomar el control y separarse de Adam fue una cachetada, aunque bastante patética.

Seguido de esta, giró en 180 grados sin zafarse de los brazos ajenos, básicamente alejando su boca y manos y el resto de las partes más peligrosas y sensibles de su cuerpo del vampiro. Hitori suspiró pesadamente, dejándose caer hacia atrás para apegar su espalda a Adam, llevando sus manos a su cara.

“Perdona, yo…” Resopló, frustrada, pero debía algún tipo de explicación. Era complicado de poner en palabras, más cuando intentaba esconder la razón detrás del problema en primera instancia. “No puedo tomar esa forma ahora, y por alguna razón aunque no la he usado ni nada…” Refunfuñaba, una mezcla entre agotamiento, confusión y frustración. Eso en realidad explicaba todo desde que el vampiro había venido a rescatarle. Si estaba en problemas, la chica hubiese tomado esa forma, o por lo menos usado su veneno para disuadir cualquier tipo de violencia.

De ser otro el caso, de haber estado ahí explícitamente para encontrar un compañero, también hubiese terminado usando el cuerpo híbrido. No había evidencia ni del cuerpo ni el veneno en ninguna parte, tampoco en el par de instancias en que la chica se había mostrado hambrienta con Adam.

Lo más extraño era cuán hambrienta se encontraba aún cuando no tomó su forma de raza ni nada por el estilo desde la última vez, en la poza de agua. “Está empeñada en complicarme la existencia.” Gruñó en un reproche que no estaba dirigido a nadie más que la cosa que refunfuñaba en su cabeza por haberse separado del vampiro. Hitori volvió a resoplar, concentrándose en hacer inventario de sus heridas o lo que quedaba de ellas, sólo para pensar en otra cosa.

Su cuerpo era básicamente un repertorio de moretones de distintos colores, resaltaban de manera impresionante contra su piel de marfil, y tan sólo podía imaginarse lo que tenía en la cara. Varios mechones de su cabello estaban pegoteados de sangre, los que caían sobre su cara y también las puntas de su flequillo. Tomó la bola de cristal con una mano, intentando verse en el reflejo sin lograr nada. La canción había pasado de un eco de la nana que Adam tarareó a algo bastante más subido de tono, sólo para volver a un repertorio de canciones de música clásica en aquel estilo de caja de música que salía del objeto.

Hitori encontró un brazo estirando su mano libre hacia atrás, guiándolo para rodear su estómago con él. Eso dificultaría cualquier esfuerzo de girarse de vuelta, pero entrelazó sus dedos con los morenos de todos modos, recargando su cabeza hacia atrás, sobre el hombro de Adam, antes de resoplar de indignación una vez más.

Tenía suerte de haber tenido aquel último impulso de cabeza fría para separarse, que de ser por Adam quizás qué hubiesen terminado haciendo. No le molestaba en absoluto, de hecho, quizás si el vampiro pudiese contenerse demasiado fácil con ella, se sentiría un tanto ofendida y poco deseada. Su estilo de vida le había acostumbrado a bastantes cosas no demasiado agradables, y aunque ese mundo nuevo le arrancó varias de raíz, le quedaban algunos hábitos y mañas que probablemente nunca sería capaz de sacudir por completo.

Su apetito sexual y la necesidad de ser observada con hambre y lujuria se encontraban en esa categoría. En ese sentido, había encontrado un compañero perfecto, considerando que parecía ser inmune a aburrirse de ella. Pero en ese momento específico…

Hitori se encogió de hombros, aunque entendiera, quizás existían métodos menos violentos de cortar un beso. Ella por su parte no conocía ninguno, no en una situación como aquella, la chica no era quien pisaba el freno, y si lo hacía era porque no le gustaba su compañero, momento en el cual el tacto y buenos modales podían irse todos al carajo. Cachetada. ¿Qué más se necesitaba? Nada, por lo menos no había sentido la falta de aquella herramienta hasta hace un par de segundos.

Suprimió cualquier tipo de ruido cuando la palma cálida se posó en su estómago, aunque no podía obligar a su cuerpo a hacer lo mismo cuando su piel se cubrió de escalofríos en reacción al simple toque de Adam. -Absolutamente injusto.- Masculló en su cabeza, más para acallar el hambre que trataba de indicarle hacia dónde guiar esa mano.

“¿Hmm?” Respondió a su nombre ladeando la cabeza perezosamente hacia el vampiro. Ahora que se sentía un tanto más calmada, que ya no estaba sola, (Léase ahora que volvía a estar con Adam) el cansancio comenzaba a asentarse en su cuerpo de a poco. Entregó la bola de cristal sin problema, le pesaba esa mano de todos modos, iba a empezar a cerrar los ojos que también pesaban mientras escuchaba. Pero las palabras eran más importantes de lo que esperaba.

“¿Por-” Iba a empezar, pero la respuesta venía ya en camino. Frunció el ceño, abriendo los ojos, más despierta ante la información. “¿A qué te refiere…s…” Terminó la ecuación en su cabeza, el hambre, no el cansancio, era lo que no podía explicar en ese momento. El resto de su cuerpo le acompañó en el despertar sólo para tomar la bola de cristal con su mano libre y aventarla lo más lejos posible.

“¡Uuuuurhg!” Bufó, absolutamente indignada, cruzándose de brazos sin soltar la mano ajena, antes de volver a apoyarse contra Adam con un poco más fuerza de lo necesario. Había lanzado la fuente de luz suficientemente lejos como para encontrarse de pronto en la oscuridad, pero pareció no darse por enterada.

“¿Y nadie creyó que era importante avisarme?” Masculló, más al aire que cualquier cosa, resoplando mientras hacía recuento en su cabeza. Dos, tres… Cuatro… Perdió bastante humo ante aquello. Dos más, y el resultado hubiese sido… Letal, probablemente, no sabía exactamente qué era lo que le sucedía, porque siempre terminaba despertando en algún lugar aleatorio con una cajetilla de cigarros llena. Se hundió un poco contra el vampiro nuevamente, buscando refugio de esa idea.

Iba a preguntar de dónde había sacado esa información, pero fue demasiado lenta, la vuelta por el mundo de qué pasaría si… No le dejó volver demasiado rápido. Volvió a suspirar, esta vez con algo más propio de ella, un eco del miedo y ansiedad que solían agobiarle, de a poco arrastrándose de vuelta al llamado de los recuerdos de los últimos meses, la idea de morir otra vez… En ese momento, a diferencia de hace algunos minutos, no le causaba ningún tipo de alivio.

“Si tu vieja amiga está tan empeñada en matarme dile que puede hacerlo ella misma.” Refunfuñó, devolviendo la presión en su mejilla con un ligero cabezazo cariñoso. Hablaba sólo un poco en serio, el resto era más berrinche por sentirse como una pieza en un juego que ni siquiera entendía. Tampoco quería saber, no por ahora, y la zona de donde surgían esas preguntas se cubría de escarcha mientras hablaba.

La bola de cristal volvió a su lado y Hitori resopló de manera exasperada, pataleando un poco, pero no hizo más intentos por deshacerse del objeto. La luz volvió a iluminar sus moretones, la chica posó sus ojos en la mano que pasaba sobre ellos con una sonrisa extremadamente triste. En ese mundo mágico le ocurrían muchísimas cosas que sólo había imaginado, leído en libros de fantasía. Razas extrañas, una neblina sobrenatural, hechizos y garras horrendas y colmillos… Piel hecha jirones, arrancada de un manotazo, calcinada hasta el hueso, corroída por ácido… La lista era eterna.

Pocas cosas quedaban del mundo anterior que se repitieran. Y ahí estaba una de ellas, decorando todo su cuerpo de colores, justo como habían hecho antes. Maquillaje, esa era la poción que había usado para quitarlos en el mundo humano. Borraba dedos alrededor de sus brazos, marcas de varios tipos en todo su cuello, ligeras quemaduras o moretones en sus muñecas. A veces, en contadas ocasiones, marcas oscuras en su cara. Sólo las que podían ser vistas y preocupar a alguien, por supuesto.

Hitori se quedó observando las marcas en su brazo por bastante tiempo, el cambio de humor fue casi palpable. En esa actitud que era tan propia de ella, aunque casi no se movió, pareció recogerse dentro de sí misma, algo en cómo inclinó ligeramente la cabeza, movió imperceptiblemente sus piernas y brazos. “¿No te gustan?” Murmuró con esa sonrisa triste en algo que intentó ser una broma, pero tenía demasiado peso, había demasiado ahí para ser algo casual.

Gajes del oficio, eso se había dicho a sí misma cada vez que tenía que esconderlos. La realidad era que creía merecerlos, todavía lo hacía. Los odiaba, pero no al mismo tiempo. Su complexión no ayudaba, su mala alimentación tampoco, siempre se había moreteado con facilidad, sólo empeoraba con su edad y estilo de vida.

Quizás estaba demasiado cansada para subirse a ese carrusel esa noche. Apretó un poco la mano ajena y aunque no logró mejorar, detuvo el avance, por lo menos temporalmente. Su mano libre había estado recorriendo los moretones que podía ver y tocar sin reacomodarse, ausentemente, como si fueran heridas extremadamente antiguas, cicatrices. Hitori tomó aire y abrió la boca como para decir algo, decir que había tenido suficiente magia por el día, o refunfuñar acerca de las pociones brutas que le habían re roto la nariz, pero… Simplemente no tenía ánimos de pronto.

Tan solo se quedó ahí, medio apoyada contra Adam, sosteniendo su propia cabeza de manera un poco agachada, abrazándose a sí misma con una mano, de piernas cruzadas que se habían tensado ligeramente hacia ella sin moverse. No quedaba casi nada relajado en su cuerpo, y aún así lograba parecer desprotegida y agotada.

Hitori dejó que la mano moviera su cabeza, relajando un poco esa posición defensiva que tomaba inconscientemente. Mechones de su cabello se movieron para pegotearse en su cara debido a la sangre, pero no se molestó en acomodar esos ni su flequillo. Su pregunta en realidad no era en serio, sólo palabras que habían fallado en ser una broma o algo por el estilo. No esperaba una respuesta, menos una como la que recibió.

Escalofríos brotaron en su cuello bajo los dedos del vampiro y tuvo que respirar profundamente para controlarse. No sabía de qué iba ese movimiento, pero nunca se quejaría de toques como ese. Frente a esas tres palabras, el aliento se atascó en su garganta por un momento. Su mano libre tocó ahí donde sabía que debía quedar un moretón sobre la piel que estuvo perforada por colmillos. Giró la cabeza ligeramente, lo suficiente como para que Adam no pudiese ver su cara.

Y así una por una, exhaustivamente, viejas y antiguas. No supo cómo reaccionar, tan sólo en algún momento retiró su mano de su cuello y la dejó sobre uno de sus muslos. ¿Qué estaba pasando? Hitori tan sólo observaba y escuchaba, completamente confundida. Parpadeó varias veces cuando la mano pasó sobre su muslo, y otra vez sobre el tatuaje maldito en sus costillas. No logró evitar una lágrima por los moretones en sus caderas, causados por alguien a quien no le incumbía en absoluto ponerle las manos encima.

Hizo caso a la mano en su barbilla y miró al vampiro, la lágrima que se había escapado ya absorbida por un mechón de cabello. Su ceño estaba ligeramente fruncido, reflejando sus intentos por entender qué era lo que pretendía. ¿A qué iba todo eso? Ninguna idea, pero de alguna manera se sentía extremadamente íntimo. Sano, quizás, de alguna manera extraña, y por eso no podía ni comprenderlo ni reconocerlo como algo que en algún momento alguien había hecho con ella.

¿Una persona que la hubiese visto por completo, con todas sus marcas, dolores, mañas y fobias? Nadie más que su familia, pero ese era un caso distinto. ¿Una persona que, a pesar de todo eso, se quedase con ella? Nunca.

Besos sobre esos moretones más recientes, que había recibido por ser una desadaptada cuando se trataba de relaciones, parpadeó varias veces de nuevo y posó ojos vidriosos en los ajenos cuando atendió a su nombre. Torció su boca en una sonrisa quebrada, acariciando la mejilla que tanto había abofeteado el último día con su pulgar suavemente.

Acalló el impulso de disculparse, y luego ahogó un quejido de dolor cuando mencionó sus hombros, tuvo que desviar la mirada y atajar su labio inferior entre sus dientes. Entendía perfectamente lo que era una línea borrada entre el placer y el dolor, pero lo que le había sucedido, esa quemadura horrenda, cruzaba el límite. Hitori negó con la cabeza ligeramente, claro que no contaba.

Como si no estuviese suficientemente descolocada, una pregunta hipotética seguida de ese hecho tan importante, y sano, y terrorífico. Alguien que veía todas sus marcas por lo que eran, las entendía, decidía quedarse con ella, y… Y le gustaban.

No pudo evitarlo, volvió a mirar a Adam con una expresión que no sabía si ser incrédula o absolutamente ofuscada. Las puntas de sus dedos hormiguearon antes de dejar de sentirlos y de pronto sufrió de un vértigo inexplicable. Hitori no podía siquiera sentir pánico porque no podía entender a qué tenerle miedo. ¿Tenía que responder esa pregunta?

“Y-Yo…” Tartamudeó, recogiendo su mano para posarla sobre su pecho, mirando a todas partes como si en algún lugar hubiese una explicación. Ahí estaba, el sonrojo bajo los moretones, perra vida. “¿Qué…” La mano entrelazada había comenzado a transpirar ligeramente y su cuerpo subía de temperatura de a poco. Partecita de ella entendía que el momento había sido íntimo, importante y sano, casi como esa noche…

Peligro, peligro. Escuchaba alarmas, pero ya no con tanta fuerza, no una necesidad imposible de ignorar de salir corriendo. “¿Qué clase de pregunta es esa?” Terminó por preguntar con los ojos clavados en el capó, intentando sonar algo ofendida o enojada, pero sólo estaba avergonzada por alguna razón.

“Te gustan porque no sabes lo que te conviene. No verías una bandera roja si te azotara en toda la cara.” Agregó, esta vez un poco más convincente, lo último un poco en broma. Recogió mechones de su cabello detrás de su oreja y cruzó sus brazos sobre su pecho, llevando la mano entrelazada consigo sin soltarla. Su actitud y sentimientos estaban bastante desordenados, era difícil saber qué decir y cómo reaccionar cuando se encontraba en una situación tan nueva. Una que había evitado a como de lugar, torciendo su vida a algo bastante patético, todo para no estar exactamente donde estaba.

Pero ya no quería escapar. Por lo menos, la mayoría de ella ya no quería hacerlo. Tan sólo le quedaba, quizás, aprender. A regañadientes, a su manera tan exasperante y lenta, testaruda, violenta y reactiva. Pero aprender, al fin y al cabo.

Era difícil calmar la reacción de su cuerpo, más sabiendo lo que sabía. Que al vampiro le daba igual si había luz o no, veía todo sin problema, y además de eso era el hombre más fijón que había conocido en su vida. Extremadamente difícil no sentirse cohibida cuando empezaba a mostrar esos síntomas de estupidez y auto sabotaje, con sus sonrojos y palmas sudorosas.

-Mierda, Macleod, gobiérnate.- Se regañó, intentando retomar el control sobre sí misma un poco, que la confusión y no saber cómo reaccionar frente a las acciones ajenas realmente le habían dejado descolocada. No sirvió de nada, inclinó su cabeza hacia el beso, sus labios se curvaron en una sonrisa juguetona ante la mordida. No había gobernación en el horizonte, al parecer.

Sólo empeoró ante la respuesta, tuvo que soltar una risita por la nariz para disimular, recostándose contra Adam. “¿Oferta limitada?” Murmuró con curiosidad burlona, acabando su línea de interrogación antes de tiempo al recibir la mordida insinuante, apretando la mano ajena ligeramente con un pequeño jadeo que acalló en su garganta. Aquello fue suficiente para cambiar su ánimo un poco, a eso sí que sabía cómo jugar.

“Es una proposición bastante peligrosa…” Su tono era un tanto inocente, pero el jugueteo no había desaparecido. Alzó la mirada sólo para dedicarle una sonrisa de ojos enormes y castos. “Considerando las circunstancias…” Musitó, bajando sus ojos hacia su propio cuerpo magullado, incapaz de regenerarse en ese momento.

“S…” Comenzó, como si fuese a darle esa respuesta afirmativa, abrazándose a sí misma con el brazo que tenía apresado mientras que su mano libre se posaba detrás de la nuca de Adam. Acercó sus labios a los ajenos, suficiente como para rozar ligeramente. “Sabes lo mucho que me gusta jugar con fuego.” Susurró, dejando que sus palabras teñidas de olor a sangre se posaran sobre la boca del vampiro.

Sus ojos habían vuelto a clavarse en los grises, pero aquella vez se mantuvieron de su color original en todo momento. Esa era ella misma por completo, había más honestidad y jugueteo en su tono de lo que tenía cabida cuando el demonio iba al volante. “No deberías amenazarme con un buen rato así, tendrías que hacerte cargo luego…” Siguió, presionando las yemas de sus dedos contra la piel de Adam ligeramente.

“A…” Giró sus hombros ligeramente para acercarse más, moviendo la mano ajena poco a poco desde su estómago hacia arriba. “A no ser…” Hitori parpadeó lento un par de veces, alargando el segundo antes de volver a hablar, desviando la mirada como si estuviese avergonzada. Exhaló lentamente, volviendo a rozar sus labios ligeramente contra los de su compañero.

“A no ser que estés demasiado ocupado, claramente, si la oferta es de tiempo limitado pues seguro tienes cosas más importantes que hacer. Personas que ver, lugares a donde ir.” Su tono cambió completamente a uno que usaría en una reunión de negocios, justo antes de decir algo como “Haré que mi secretaria llame a tu secretaria.” En el momento en que había empezado a hablar, alejó su cabeza y la giró hacia adelante, retirando su mano de la nuca y soltando la otra antes de tomar ambas muñecas y jalar para deshacer el abrazo del moreno. Todo hecho con completa naturalidad, como si la reunión se hubiese acabado y fuese hora de volver a casa. En el intertanto intentó suprimir una sonrisa y lo logró casi por completo.


Asintió con la cabeza ligeramente, de a poco empezaba a sentir que la noche robaba la temperatura del mundo a su alrededor, el frío se acercaba y ella no estaba exactamente preparada para enfrentarlo. “Mirar las estrellas…” Musitó, levantando la cabeza para observar el cielo. Hitori siempre había sido capaz de realmente disfrutar su vida durante el día, las noches eran para… Cosas más oscuras, una carrera contra el tiempo, absolutamente desesperada. En momentos como ese las estrellas no entran en consideración.

Apoyó su nuca contra el hombro de Adam, acomodándose para mirar hacia arriba mejor. “Pops solía inventar nombres y constelaciones.” Cerró los ojos por un momento, buscando la mano del vampiro antes de abrirlos y seguir. “Pero nunca recordaba dónde iba qué cosa.” La chica soltó una risita mientras hablaba. “Creo que esa debe haber tenido por lo menos tres nombres, y era parte de unas cinco constelaciones.”

Levantó la mano, cerrando un ojo para intentar indicar una estrella especialmente brillante con el dedo índice. “Tardé años en darme cuenta de que los nombres que recordaba eran falsos.” La sonrisa en su rostro se tiñó de algo un tanto melancólico. “No recuerdo la última vez que me senté así a mirar el cielo en la noche.” Murmuró, bajando su mano para apoyarla sobre su regazo.  

Sabía exactamente lo que hacía. No era demasiado difícil reconocer en el vampiro ese hambre inestable, ese botoncito tan visible y presionable. Fácil, de hecho, como segunda naturaleza era para Hitori, demasiada práctica empujando personas al borde de la razón, no se le complicaba usar todo el arsenal que tenía a su disposición.

Más fácil aún con Adam, quien le dejaba situaciones como esa en bandeja, quien no escondía demasiado bien sus impulsos, quien ella sabía realmente podía hacer daño, terminar siendo muy peligroso… Un vals se tornaba mucho más interesante si su compañero era el demonio. La chica en realidad lo pasaba demasiado bien, más de lo que era considerado sano, tentando a ese hombre tan peligroso.

No perdía la gracia, sin importar cuántas veces jugaran de esa manera, provocando al otro mientras intentaban no mostrarse de la misma manera, actuando como si no estuviesen ardiendo. Todo por ¿Qué? Esa primera noche en que Hitori había decidido jugar con su comida, resistido la necesidad de ser la primera en dar el paso. Esa pequeña decisión ahora marcaba el tempo de aquella relación tan extraña.

Sintió la reacción sin problemas. El pecho desnudo latía con fuerza contra su propio cuerpo, el suspiro chocó contra sus labios. Aunque el juego no perdiera la gracia, tampoco se le hacía cada vez más fácil resistirse o alejarse de la manera en que lo había hecho. Esperó, bastante segura de que aquella exhibición tendría resultados favorables para ella, poco le importaba que sus palabras eran ciertas, que en el estado en que se encontraba cualquier cosa dañina sería exacerbada, eso era lo más entretenido.

Los labios llegaron a su oreja, activando la piel pálida con olas de escalofríos, Hitori tuvo que pelear para no derretirse ahí mismo. Las palabras no eran exactamente lo que quería escuchar, le importaba un carajo si alguien veía o escuchaba o se les unía, sinceramente. Pero… Logró contenerse contra el beso en su lóbulo sólo porque había encontrado un punto débil que explotar. -Luego.- Decidió, guardando esa munición en el arsenal que tenía para usar contra Adam.  

En vez, esperó a que los escalofríos pasaran y volvió a apoyarse contra él. “Sí, era entretenido.” Murmuró antes de aclarar su garganta, en algún momento había tensado los hombros y ahora se obligaba a relajarlos. “Nunca me verás admitiendo que algo es mejor en Inglaterra, fandan.” Refunfuñó un poco en un escocés marcado. Otra parte activada directamente desde su ADN. ¿Las estrellas más brillantes ahí que en Glasgow? Nunca, antes muerta, que le arrancaran sus ancestros desde raíz antes de que alguien la escuchara decir algo así.

Pero no era más que una reacción visceral, no tenía demasiado detrás fuera de terquedad escocesa que se sosegaba al ejercer poder sobre su descendencia. Agradeció que Adam siguiera hablando, Hitori no había tocado todavía ni en voz alta ni dentro de su cabeza el tema de haber desaparecido de la faz de la tierra sin que ningún ser querido supiera siquiera que ella había estado en ese colegio horrendo. No tenía ganas de ir por ese camino en ese momento.

Sacudió la cabeza ligeramente con una pequeña sonrisa en reacción a los exámenes sorpresa. “Suena a una madre asiática.” Comentó, dándole un pequeño apretón a la mano ajena. Ai no podía pasar tanto tiempo con ella, claro estaba, trabajaba demasiado como para eso durante la semana. Pero cuando podía, la mezcla entre tiempo de calidad y tiempo de estudio y práctica y preguntas eran una mezcolanza tan pronunciada que simplemente era parte de la relación entre ambas, sin límites entre una y otra.

Hitori escuchó con atención, la madre del vampiro había sido mencionada una que otra vez, pero en realidad hasta ese momento la chica no notó un detalle importante. Ella con sus palabras horrendas había quebrado algo dentro de Adam que le permitió por primera vez sentir algo. Antes de eso… Pues, nada, no había preguntado mucho tampoco, sólo podía imaginarse y nada que se venía a su mente era bueno. ¿Cómo era un hijo así? ¿Cómo era ser un hijo cuando no se podía sentir?

“¿Por qué no suena divertida?” Preguntó, alzando su mano libre para apoyarla en la mejilla de Adam, inclinando su cabeza para apoyar la ajena. No podía realmente entender lo que era tener recuerdos dentro de su cabeza sin sentimientos asociados, pero no era estúpida, seguro era mucho que procesar y cargar. Años y años de… Nada, quizás, o cosas que hubiesen existido de no ser por el tapón que tenía. Y ahora, a veces parecía venirse todo encima demasiado, o de a poco, no estaba segura, el vampiro era claramente mucho mejor escondiendo o procesando sus emociones. De cualquier manera no debía ser fácil.

Acarició la mejilla que tanto había golpeado con las yemas de sus dedos, escuchando, concentrándose lo suficiente en él como para que el hielo que recubría una parte importante de su conocimiento retrocediera un poco en su afán por entender. Era difícil, más cuando lo comparaba con sus padres, simples, comunes y corrientes, y su infancia, por mucho que la atesoraba, seguro no tenía nada que ver.

“Si te acuerdas, seguro estaría orgullosa.” Murmuró, su madre definitivamente lo estaría de algo como eso, supuso que a pesar de las diferencias madres como esa debían parecerse. Sin realmente darse cuenta, las yemas que acariciaban la mejilla comenzaron a presionar con ligereza en acordes que correspondían con la pieza de música clásica que entonaba la bola de nieve.

Era Ai quien había empujado a que Hitori aprendiera violín primero, luego piano, arpa, y finalmente maldijera a su hija por terminar en guitarra eléctrica y bajo. Pero los primeros instrumentos seguían grabados en su memoria. Estiró su cabeza un poco, cerrando los ojos ante el beso, el momento se había tornado demasiado íntimo como para transformarlo en algo subido de tono.

En vez, cuando volvió a su hombro, giró la cabeza para dejar un beso en la mejilla que había estado apoyando la cabeza ajena.

Escuchó la respuesta con atención, mas tuvo que realmente pensar para entender a lo que se refería. Sí, quizás una rutina como esa podía terminar siendo aburrida. Pero en su cabeza, por más que su madre hubiese sido jodida y estricta, Hitori hubiese adorado poder estar con ella así, todos los días sin problema, sin preocuparse de cuánto tiempo tenían antes que Ai tuviese que volver a la oficina.

Pero si no le hubiese importado aquello… Intentó imaginar eso, pero era demasiado lejano a su realidad. ¿Si no le hubiese importado en absoluto? Claro, probablemente una señora que… No sabía cómo era la madre de Adam, pero seguro por lo menos algo de cariño demostraba. Eso no hubiese importado ¿No? Si lo único que importaba era aprender y las lecciones eran interrumpidas, quizás…

Hitori se dio varias vueltas así dentro de su cabeza intentando entender y concluyó que no lo hacía. Pero no importaba, eso estaba en el pasado, había cambiado. Lo que importaba ahora era qué se hacía con eso, considerando ese cambio. No sabía demasiado como ayudar, pero parecía que con conversaciones como aquella algo útil salía. No le duró demasiado, el vampiro empezaba a moverse. Al alejarse de ella, Hitori cayó en cuenta de manera repentina de que en realidad hacía bastante frío, ahora que no estaba cobijada contra Adam. La chica ladeó la cabeza cuando se puso de pie frente a ella, frunciendo el ceño como si estuviese preguntando “¿Qué haces?” sin necesidad de hablar.

La respuesta vino rápido y ya estaba de vuelta en brazos del moreno. Hitori lanzó un gritito de sorpresa, retorciéndose un poco mientras la levantaban. Correspondió el beso, sólo un momento, una sonrisa pequeña se posó en sus labios. Alzó la mirada hacia él al escuchar su nombre, esa vez un eco extremadamente lejano de la pesadilla resonó en alguna parte y nada más.

“¿Un qué?” Murmuró, un tanto confundida, realmente no se había tomado demasiado en serio la… ¿Oferta? ¿Amenaza? Del vampiro al punto en que entre todo lo demás ya se le había olvidado.

Lo que no se le olvidaba era que otra vez la estaba moviendo como equipaje. “Hey-” Llamó, enderezándose mientras rodeaba el cuello de Adam con sus brazos para intentar liberar sus piernas y bajarse. “Que no soy maleta ni inválida, acarreándome así vas a hacer que se me atrofien las piernas.” Protestó, dando pataditas.

No estaba realmente molesta, pero sí bastante harta de sentirse tan inútil, tan incapaz de protegerse a sí misma. Era cierto que bastante de su acarreo a brazos del vampiro había sido necesario, entre el cansancio o las heridas o en medio de un ataque de pánico, otras veces no había sido por ninguna razón, se formaba en un hábito que le hacía sentir extraña.

“Te lo he dicho miles de veces y no me voy a aburrir, no soy una puta princesa, ni la chica de las películas que puedes andar acarreando así como así cuando se te pare el culo.” Refunfuñó en protesta, su acento involucionando de vuelta en algo casi ininteligible. Acompañó propinándole un cabezazo mientras intentaba zafarse, retorciendo y golpeando donde era necesario cual demonio de tasmania, aunque bastante menos violento y más agotado.

El resto de su cuerpo estaba ocupado intentando llegar al piso. No necesitaba zapatos ni pantalones, no en ese momento en que sólo quería probar un punto, darse un poco más de agencia de la que había tenido. Si había que cagarse de frío pues bienvenido sea, no daría el brazo a torcer. Otra ola de energía empujaba el cansancio, esta vez terquedad y orgullo. Había habido poco de ese último en los días pasados, quizás era una buena señal.