Amira pudo ver a Chrono acercarse. Acuclillarse al lado de ella. Extender las manos con intención de acariciar su cabello. Sólo gracias a eso pudo reprimir un chillido desde lo más profundo de su estómago cuando el albino la tocó. ¿Qué iba a hacer? No podía actuar así, aunque había evitado hacerlo frente a Noah la última semana, al tirar su máscara parecía ser incapaz de suprimir sus reacciones de horror.

Escuchó a Chrono, un poco como si estuviera bajo el agua, y sintió que sus ojos se volvían a llenar de lágrimas. No quería largarse a llorar otra vez, pero escuchar que tenía permiso de hacerlo… Quizás era la primera vez en su vida, y realmente pudo escuchar esas palabras. Respiró para intentar calmarse, se tragó las lágrimas cuando el albino se levantó, parpadeando varias veces. “Sí, no te preocupes.” Murmuró, no tenía el corazón para pedirle que no la dejara sola.

Observó al chico moverse de un lado a otro recogiendo sus cosas, mordiendo su labio inferior con fuerza mientras intentaba tragarse las lágrimas. Era como si hubiese abierto una llave de agua y ahora no podía cerrarla por más que intentase. Cuando Chrono finalmente entró al baño, Amira ahogó un sollozo entre sus piernas. No quería estar sola, bajo ningún concepto, no ahora que no tenía una máscara detrás de la cual esconderse. No quería estar sola consigo misma, ni con lo que tenía en la cabeza.

Como una niña pequeña, corrió en silencio hacia la puerta del baño y se sentó contra la puerta cerrada. ¿Cuán patética podía ser? Esos pocos metros que había acortado le hicieron sentir un poco mejor. Abrazó sus piernas nuevamente, presionaba contra las ampollas que tenía en los brazos ligeramente, pero se aseguró de no arruinar los vendajes nuevos. ¿Qué podía hacer? Nada, no en ese momento. Apegó sus piernas a su pecho y, con un sollozo, dejó que las lágrimas cayeran en silencio.

En realidad no contó los minutos, solo se quedó en el piso, apoyando su espalda contra la puerta del baño donde se encontraba Chrono. Como si ese fuera el último bastión de sanidad mental que le quedaba. Se preocupó de no hacer demasiado ruido, aunque el sonido del agua seguro ahogaba los sollozos silenciosos. Cuando escuchó que cortaba el agua, de un par de saltos volvió al asiento donde había estado, enjugando sus lágrimas con las vendas de sus brazos. Se sonó con la servilleta y la guardó en su bolsillo, destruyendo evidencia. Después pensó que estar sentada sin moverse todo ese tiempo sería raro, por lo que tomó el vaso de la mesa y se dirigió al refrigerador, sacando el jugo.

Maldita su suerte, creyó que iba a escuchar a Chrono salir del baño, que el piso iba a sonar bajo sus pies, o la puerta al cerrarse. La pregunta salió de la nada y la hizo pegar un salto y gritito de susto, soltó la jarra de jugo que cayó al piso en un estruendo de vidrio roto. Pánico que la paralizó, llenando sus venas de adrenalina. Se quedó parada en medio de los vidrios rotos, sin poder moverse, varios segundos antes de poder tomar una bocanada de aire.

“¡Mierda!” Maldijo, con mucha más furia de lo razonable para sólo haber roto algo. No quería ser la niñita asustadiza. No quería saltar y chillar cuando alguien se acercaba o la tomara por sorpresa. “Mierda, mierda, mierda.” Repitió, agachándose para recoger los vidrios sin cuidado ni recordar que no tenía zapatos. -Bien hecho, Amira, ahora por qué no le quemas la casa también.- Se escarmentó, acuclillada en el suelo, sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas de rabia y frustración.

“Mierdamierdamierdamierdamierda” Murmuró con su voz destrozada de tanto gritar. Sus manos habían empezado a temblar, pero siguió recogiendo los pedazos de vidrio sin cuidado, ni siquiera sintió el pequeño corte en la palma de su mano.

¿No los recojas? Amira no entendió, había vidrio en todas partes. Iba a responder algo, pero Chrono le había levantado sin pensarlo, sin aviso, y la rubia no estaba en estado de reaccionar de manera apropiada ante eso. Se quedó completamente paralizada, incapaz de moverse o respirar, fuera del movimiento reflejo de formar puños con sus manos. Los vidrios quedaron olvidados, algunos cayeron de vuelta al piso, el resto se hundió en la piel maltratada de las palmas de sus manos.

Sólo pudo moverse una vez Chrono le había dejado en el sillón. En el intertanto no pudo escuchar lo que decía, su cara se había quebrado en una expresión de pánico, congelando las lágrimas en sus ojos, cualquier rabia o frustración simplemente esfumados. Ladeó la cabeza, como si por un momento hubiese olvidado todo lo que había sucedido y el significado de “jarra.”

Amira sentía manos apretando todo su cuerpo. Otra vez, parpadeó varias veces, miró las manos del albino y verificó que ya la había soltado, miró sus propias manos, no era ella tampoco. ¿Por qué entonces? Había dejado de respirar, pero ante eso exhaló en algo como un sollozo, abriendo los puños, sólo tenía un par de vidrios pequeños enterrados. No pudo evitar otro pequeño salto cuando el dedo de Chrono tocó su mejilla.

Era demasiado. La primera exhalación había dado paso a respiraciones un poco más rápidas de lo normal, no dejaba de sentir que alguien le tocaba de manera bastante intrusa. “No pasa nada.” Murmuró, mirando a su alrededor, buscando algo, cualquier cosa para poder alejarse de él en ese momento. Posó sus ojos en una toalla. “Ducha.” Crujió, evitando parpadear para no derramar más lágrimas.

Se levantó de manera repentina, tomando la toalla y ropa limpia con las puntas de sus dedos para no mancharla con los pequeños cortes en sus palmas. “Perdón…” Agregó antes de desaparecer por la puerta del baño, moviéndose demasiado rápido como para dejar que el albino le detuviera. Sólo tenía que alejarse, por mucho que no quisiera estar sola.

Una vez dentro, extrajo el celular de su bolsillo y puso la primera canción que encontró a todo volumen, prendiendo la ducha antes de permitirse llorar otra vez. Llevó el dorso de su mano a su boca, notando las náuseas que siempre le acompañaban después de comer.

No era algo nuevo, una costumbre que tenía desde que podía recordar. No sabía por qué, pero le hacía sentir mejor. Como si todavía tuviese el control de algo, todavía no perdía por completo las riendas de su vida. Devolvió todo lo que había comido en un par de segundos en una acción mecánica, sintió alivio instantáneo, la culpa y vergüenza las podía dejar para luego. Amira se desvistió sin mirarse al espejo y entró en la ducha que soltaba agua demasiado caliente como para que fuese cómoda.

La rubia no contó el tiempo, sólo se quedó bajo el chorro hirviendo hasta que no sentía las manos sobre su piel. Hasta que se había cansado de llorar, hasta que los recuerdos le dejaran en paz. Al salir simplemente se vistió con la ropa prestada. Olía a Chrono, y eso le hizo sentir un poco mejor. Dejó su uniforme doblado sobre el sillón y volvió a sentarse cerca del albino, mostrándole sus manos. “No pasó nada.” Aseguró en un tono agotado, cubriéndose con una frazada.

No le quedaba energía para nada, sólo se quedó cerca del albino, con cuidado de no tocarlo. Cualquier avance o estado más neutral o normal había desaparecido después de que Chrono le había levantado, Amira había usado toda la energía que le quedaba en no freírse a sí misma y al chico, y luego en poder calmarse todo lo que había podido. Respondió a cualquier pregunta con un “Sí” “No” o “No te preocupes” por el resto de la tarde, ya no por no querer preocupar a Chrono, pero por el simple hecho de que no estaba completamente consciente o presente.

Su celular había sonado a las cinco y media, como siempre, la chica necesitaba esas dos horas para arreglarse normalmente. Por primera vez en mucho tiempo simplemente durmió hasta las seis y media como una persona normal; no tenía todo su maquillaje en su mochila y se había duchado la noche anterior. Se arregló como pudo, para ella era lo peor que se había visto en años, para el resto probablemente no se vería una diferencia.

Pero al dirigirse a Chrono, evitó falsear una sonrisa. Evitó decir buenos días, porque no lo eran. Desde ese día en adelante, y poco a poco, había dejado de mentirle al albino en privado. Claro estaba que los viejos hábitos eran difíciles de cambiar, que su primera reacción tendía ser decir que estaba bien, pero eventualmente y cada vez con menos resistencia lograba decir la verdad.

“Gracias por todo.” Le murmuró al chico, dedicándole una expresión genuina, pero bastante patética, que intentaba ser una sonrisa. Ya casi llegaban a la entrada desde el estacionamiento, en segundos tendría que olvidar todo lo que había sucedido y volver a ser la Amira Kaiser de siempre. Extendió una mano enguantada, sintiendo que quizás debería haber hecho algo amigable como abrazarlo, pero no quería, y se dio el permiso de no hacerlo. En vez, devolvió su mano a la correa de su mochila y asintió ligeramente.

Llegando a la entrada estaba Noah, la rubia le saludó con todo lo que no le había dicho a Chrono. Buenos días, una sonrisa radiante, un abrazo seguido de un beso. Nadie más en el mundo excepto el albino hubiese sido capaz de notar las reacciones casi imperceptibles que indicaban que no estaba siendo genuina, y que lo único que quería era que nadie la tocara. Por lo menos en un comienzo, a mitad del día la chica había caído de vuelta en el patrón cómodo de ser alguien que ya no era por completo, de ser tan perfecta que nada dolía.