Katie y sus padres habían desaparecido hace una semana. Bueno, no desaparecido, se habían cambiado de pronto a otra ciudad en el norte de Inglaterra. Amira no recordaba el nombre. No le habían dicho nada, de la noche a la mañana el padre había renunciado, se había enviado una carta a la dirección retirando a su mejor amiga del colegio, la casa embalada y listo. Como si se hubiesen esfumado en el viento.

Eran lo más cercano a una familia real que Amira había tenido. Sus padres la usaban más como una muñeca de porcelana, una cosa que podían mostrar al resto y recibir elogios. “Qué hermosa es. Como su madre.” “Su ropa le queda tan bien.” “Seguro encontrará un marido igual de exitoso que ella.” Había aprendido a sonreír y saludar, morderse la lengua cuando le llevaban a comidas importantes. Era excelente jugando a la casa de muñecas.

Escuchó su despertador, era más algo que le marcaba la hora de levantarse que algo que en realidad le sacaba de sus sueños. Deseaba que Katie y sus padres la hubiesen llevado con ellos, lejos de Grendelshire. Desde hace un par de meses tenía pesadillas, se sentía cada día más resquebrajada, como si hubiese demasiado dentro de ella, un jarrón caro cerrado herméticamente donde poco a poco subía la presión.

Sus notas, el colegio, las salidas a comidas donde tenía que arreglarse por horas sólo para llegar agotada de falsear sonrisas. Sus salidas en las noches donde se desquitaba de todo lo que le hacían hacer. Sentía que su vida no estaba bajo su propio control, que la gente a su alrededor la tomaba, usaba, ponía en las posiciones que preferían y luego la tiraban cuando habían tenido suficiente.

Sus padres lo hacían los fines de semana, obligándola a aparecer en público en vestidos y tacones. Sólo le dirigían la palabra en esos momentos. Sólo la elogiaban en esos momentos, hablando de ella como si fuese lo mejor que les había pasado, como si en realidad la quisieran. Cuando se subían al auto, todo eso se iba por la ventana y lo único que escuchaba eran las críticas. Que no había sonreído lo suficiente. Que uno de sus comentarios no había sido simpático.

Sus compañeros de clase o “amigos” hacían lo mismo. Amira era popular, la gente se le acercaba sólo para subir de status, o por lo menos eso era lo que ella creía. Nadie se interesaba demasiado por ella en realidad, sólo lo que podían sacar al estar alrededor de la chica. Ella tampoco se esforzaba demasiado por hacer amigos de verdad. Su sonrisa en el colegio era igual de falsa que en las comidas de sus padres, y nadie nunca sabría la diferencia.

Los únicos que no le usaban habían sido Katie y sus padres. Y ahora no estaban. Y Noah, por supuesto, pero ese era un tema completamente distinto. Lo más difícil había sido aparecer en Fallgate como si no hubiese pasado nada. Responder las preguntas acerca de su amiga como si no le hubiese dolido que se hubiesen cambiado así sin más. Sonreír y decir que todo estaba bien, que la iba a extrañar pero no era para tanto, que en realidad la familia necesitaba el cambio y todo había sido para mejor. Aunque sabía que era sí, que Katie y su familia no eran felices en Grendelshire y el cambio sí había sido para mejor, a Amira le dolía cada vez que tenía que decirlo. Nadie se preocupaba demasiado, asumían que Amira estaba bien. Ahora que lo pensaba, nadie siquiera le había preguntado cómo estaba.

Estaba tan, tan sola ahora que Katie no estaba. Habían sido completamente inseparables, la única persona con que Amira podía contar de verdad, la que sabía absolutamente todos sus secretos. La única que sabía en realidad por qué usaba mangas largas y evitaba a toda costa que tocaran sus brazos. La rubia siempre decía que era arisca, que odiaba los mimos, pero en todo momento lo único que quería era un abrazo que sabía no recibiría nunca más.

Quizás podría haber intentado dejar a Noah entrar. Contar con él, decirle lo que sucedía en realidad. ¡Como si pudieras! No. Noah era la única persona buena en su vida, no era justo cargarle con sus propios problemas. Noah era como un oasis en el medio del desierto y apenas Amira le mostrara lo que había dentro de ella, se secaría como el resto de su vida. No. No podía compartir su dolor con su novio.

Ese día había tenido suficiente. Sentía que todo se resquebrajaba, que no iba a ser capaz de mantener esa sonrisa falsa por más tiempo. Que pronto todos sabrían que no era perfecta, que las cosas le dolían, que era humana. No podía hacer eso.

Pero ella era Amira Kaiser, la chica más linda, la más popular, la que tenía todo lo que quería, toda la atención que necesitaba. Tenía la corona, era la reina, y las reinas no lloran. Se levantó de su asiento, asegurándose de que su falda estuviese bien puesta antes de acercarse a su profesor.

“Me siento un poco mareada.” Murmuró, apoyándose en la mesa y desenfocando los ojos un poco para convencerle. Tan sólo quería salir de ahí. “¿Puedo ir a la enfermería?” Amira siempre había sido buena actriz, en realidad no le había quedado de otra. Había desempeñado su papel demasiado bien, al juzgar por la mirada de su profesor.

El hombre levantó la cabeza, bastante preocupado. Amira no solía demostrar problemas en clases en absoluto, no solía saltarselas ni nada por el estilo. Quizás debería haber intentado otra cosa, pero estaba un poco desconcentrada intentando mantenerse en una pieza hasta poder estar sola. “Por supuesto, pero no quiero que vayas sola.” Mierda. Pasaba toda su vida sola. ¿No podía tener un poco de paz? “No, no es necesario, lo prometo.” Discutió, demasiado agotada como para ponerle empeño, pero fue suficiente para convencerle.

Hubiese odiado tener que molestar a alguien, lo único que quería era estar sola y la compañía de algún imbécil seguro terminaría de volverle loca en ese momento.

Eres una mierda, Amira. Sí, y lo sabía. No podía evitar comportarse como una perra a veces, decía cosas hirientes sin quererlo, trataba mal a mucha gente. Ni siquiera ella sabía por qué lo hacía, era una manera de desquitar todo lo que guardaba con el mundo. Por esa razón se alejaba de la gente que consideraba buena lo más posible. Quizás por eso siempre se sentía tan sola, tenía las puertas completamente cerradas.

El único que había logrado cruzar un poco era Noah. Amira siempre tenía un poco de las repercusiones que eso pudiese tener. Estaba convencida de que lo de ellos duraría sólo hasta que el chico se diese cuenta de lo que ella era en realidad. Apenas eso sucediera, Amira estaría de vuelta en medio del desierto sin nadie que pudiese rescatarle. Quizás era mejor así, aislada donde no podía hacerle daño a nadie con lo que había en su interior.

Amira recogió todas sus cosas y se echó la mochila al hombro con una mueca de color involuntaria. Había pasado una semana, pero no importaba cuán bien cuidase sus brazos siempre demoraban demasiado en sanar.

¿Dónde iba? Fuera, lejos. No podía ir a casa, pero ya no aguantaba más ahí dentro. Sentía que a poco no comenzaba a chillar por los oídos de la presión que había dentro de ella. Dejó que sus tacones la guiaran hacia el estacionamiento, donde fuese que le alejara del infierno que era Fallgate.

Cada paso que daba alejándose del colegio, Amira bajaba la guardia poquito a poco. Apenas estuviese fuera del terreno y sola se daría permiso de irse a la mierda, a salvo y donde no podía herir o mostrarle a nadie.

Por lo menos ese era su plan hasta que alguien la llamó. Sus ojos iban clavados al piso, algo extremadamente raro en ella, por lo menos cuando creía que alguien le estaba observando. Amira alzó la mirada con una expresión de dolor que escondió un poco tarde. Estaba cansada, no iba a ser capaz de entretener a quien fuera por demasiado tiempo antes de que su máscara se deslizara poco a poco.

Sus ojos se toparon con Chrono y sintió náuseas. Otra microexpresión, esta vez de completa desesperación cruzó su rostro antes de dedicarle una sonrisa que no llegó a sus ojos. Era buena actriz, eso era obvio, pero en ese momento simplemente no le daba para demasiado.

Chrono era amable. Demasiado amable como para dejar que se acercara demasiado a ella. Amira a veces se desquitaba con el resto, sin siempre pretender hacerlo, y Chrono no merecía aquello.

“Chrono, hola.” Miró a su alrededor, revisando a ver si había alguien cerca. Nadie. Amira se detuvo frente al chico, apretando la correa de la mochila que llevaba sobre un hombro con fuerza. Todo en su actitud denotaba que no quería estar más en Fallgate. Que estaba a segundos de ponerse a gritar descontroladamente.

Mantuvo aquella sonrisa, por lo menos hasta que le preguntó sin preámbulos si estaba bien. Una de sus piernas tembló, amenazando con doblarse bajo su propio peso, pero Amira cambió su peso a otro lado, intentando que pasara desapercibido. Desvió la mirada de los ojos del albino, intentando no soltar la sonrisa, pero tuvo que morder su labio inferior.

“Yo...” Murmuró, cerrando su puño con fuerza en la mochila. “Necesito salir de aquí.” Balbuceó, intentando controlar su respiración antes de que un sollozo la delatara. Cada segundo que seguía ahí dentro era una tortura. Creía escuchar risas dentro de su cabeza, pero desde hace una semana casi no podía distinguir la diferencia.

“Estoy bien.” Crujió con dificultad, pero le estaba costando mantener a raya el llanto. “No te preocupes por mi, Chrono, tan solo...” Parpadeó varias veces, pasando su mano por sus ojos en un movimiento rápido, logrando estrujar otra sonrisa, posando sus ojos en los rojizos. ¿Segura, Amira? ¿En realidad estás bien? Los abrió como platos instantáneamente, incapaz de esconder el pánico en su cara.



Llevó su otra mano a su cabeza y la sacudió con fuerza, sabiendo que no había caso, que pensamientos como ese eran simplemente parte de estar tan sola, de tener tanto guardado. Por alguna parte todo tenía que escapar, tarde o temprano, o Amira reventaría.

“Estoy bien.” Repitió con un suspiro, hundiendo un pulgar en su brazo, ahí donde todavía tenía una ampolla, reventándola bajo su ropa. El dolor le ayudó a centrarse un poco. Volvió a mirar a Chrono a los ojos. “Estoy bien.” Una vez más, por si no había quedado claro, esa vez con un poco más de convicción aunque su lenguaje corporal no le acompañaba en absoluto. Un labio atrapado entre sus dientes, los nudillos de la mano en su mochila ya estaban blancos, sus hombros parecían hundidos y cada segundo Amira parecía más pequeña.

Escondió un sollozo en un resoplido que removió su flequillo, mirando al piso. Peinó su pelo con sus dedos, sintiendo que el líquido de la ampolla goteaba, traspasando las vendas, mojando un poco la tela de la polera manga larga de su brazo derecho. Pasó su mano por sus ojos nuevamente, haciendo como si estuviese acomodando sus pestañas, cargadas de maquillaje a prueba de lágrimas.

No podía quedarse más tiempo, quería seguir caminando, pero no deseaba desquitarse con Chrono. “Disculpa...” Murmuró, dando un paso hacia el lado y dos hacia adelante con la intención de seguir alejándose del terreno del colegio.

Posó sus ojos en el auto, mordiendo su labio con fuerza. Quería salir de ahí, por supuesto, pero no tenía ganas de involucrar a Chrono en un problema que era sólo de ella. Amira llevó su mano libre a su pecho al escuchar las palabras del albino, frunciendo el ceño. No tenía derecho a hablarle de esa manera.

“Noah no tiene nada que ver con esto. Si decido decirle o no es problema mío, y no lo he hecho porque no necesito molestarlo.” Escupió de vuelta. Podría haber sido mucho peor, sus palabras dolorosas para el chico, pero estaba ocupada escondiendo más lágrimas, reventando una segunda ampolla sin buenos resultados.

Amira se encogió de hombros frente a la disculpa, falseando otra sonrisa apacible. “Noah tiene suficiente con sus propios problemas, todo el mundo, de hecho. ¿Por qué le obligaría a lidiar con los míos, también?” Preguntó, su voz tiritando al igual que el puño en la correa de su mochila, el dolor en la palma de su mano ayudaba un poco.


Se dejó mover, demasiado ocupada mordiendo su lengua para no gritar cosas de las que luego se arrepentiría. Ya dentro del auto, dejó la mochila en el piso y escondió su cara en sus manos. No quería cargar a Chrono con todo lo que le dolía, seguro él ya tenía suficientes problemas. Amira era una chica perfecta, no podía tener fallas, no era el tipo de persona que simplemente tenía un mal día. No quería que Chrono de pronto la viera de esa manera.

“¿Secuestro?” Crujió, parpadeando varias veces nuevamente, intentando recomponerse. ¿Por qué le importaba qué era lo que le pasaba, de todos modos? Amira lo evitaba todo lo que podía, a él y al resto de su grupo de amigos con quienes no se quería desquitar.

Abrió la cajonera con una mano temblorosa, en realidad no sabía qué encontraría ahí dentro. Cada cierto tiempo intentaba esconder sollozos entre suspiros, pasando la manga de su polera una y otra vez por sus ojos, intentando no correr su maquillaje. “No soy quien para juzgarte.” Murmuró, abriendo una de las cajetillas.

Tenía quince, pero tener padres que sólo le prestaban atención un par de horas los fines de semana tenía sus privilegios, uno de ellos era que Amira podía hacer básicamente lo que le daba la gana el resto del tiempo.

Extrajo un encendedor de su mochila y encendió el cigarro mientras bajaba la ventana, dejando que el humo quemara sus pulmones antes de exhalar. Más lágrimas que escondió con sus manos, girando su cabeza hacia la ventana.

¿Qué pretendía Chrono? Primero le gritaba acerca de Noah, luego le metía al auto. Desde hace una semana sentía que todo lo que pasaba era en otra parte, como si sólo la mitad de ella estuviese en cada situación. El mundo era un borrón de días y noches, sonrisas falsas y pesadillas. No tenía cabeza para discutir o siquiera hacer el intento de entender lo que estaba sucediendo.


Mientras más se alejaban, más difícil se le hacía mantener la compostura. Por un momento quiso abrir la puerta y saltar del auto sólo para evitar desmoronarse ahí mismo. Mordió su labio inferior con fuerza, lo suficiente como para sentir un poco de sangre, manchando la boquilla de su cigarro con su próxima bocanada.

¿Crees que de verdad le importa? ¿Quién se preocuparía por tí? Sin darse cuenta, Amira cerró las puertas que Chrono intentaba tirar abajo. Un mecanismo de defensa extremadamente obvio para cualquiera que estuviese observando. En su cabeza, el chico le había tomado, puesto en el auto, tratándola como estaba acostumbrada: Una muñeca. Entonces simplemente necesitaba algo, seguro en realidad no le interesaba en absoluto en realidad lo que le sucedía. No era capaz de concebir un mundo donde alguien que no fuese Katie viese a través de su acto, incluso considerando lo pésima actriz que estaba siendo.

“¿Qué quieres de mí, Chrono?” Sollozó en un llanto que intentó ahogar. ¿Por qué le trataba de esa manera? El albino sólo estaba intentando ser amable, pero Amira no podía ver la situación de esa manera. Estaba tan descompuesta, todo le dolía tanto que se había puesto en un estado bastante desagradable.

Aunque no era justificado, decidió que, como siempre, la estaban usando. En ese momento no tenía paciencia para andar con preámbulos, por lo que simplemente había dicho palabras que seguro insultarían más que cualquier otra cosa.  

Subió las piernas al asiento, apegando sus muslos contra su pecho con un sollozo que sacudió sus hombros. Amira rodeó sus piernas con sus brazos heridos con cuidado, sin apretar demasiado por miedo a empeorar la cagada que tenía ahí dentro. Había intentado detenerse, pero poco a poco todo su acto se caía a pedazos. La única que le había visto así era Katie, ni siquiera Noah había logrado cruzar esa barrera. No era como si lo intentase demasiado, de todos modos.

No puedes hacer nada bien.Tres segundos frente a Chrono y vio a través tuyo. ¿Así quieres que nadie sepa todo lo que te preocupa? Eres una inútil. ¿Cómo se había dado cuenta con tanta facilidad? Amira sacudió la cabeza. “No estoy mal.” Murmuró automáticamente en un intento patético. “No pasa nada, no tienes que preocuparte.” Repitió sin entender a qué se refería. ¿Estar para ella siempre? Palabras que rebotaron contra su densa cabeza.


Sentía que iba a vomitar. Que estaba a merced de un mar revoltoso y no tenía nada a lo que aferrarse. Que si seguía así simplemente su cabeza iba a explotar de un momento a otro. Quería gritar hasta perder la voz, darse el permiso para desmoronarse. Pero no ahí, no frente a alguien más.

Terminó su cigarro a una velocidad impresionante. Aunque evitaba fumar frente al resto, en ese momento estaba demasiado ocupada intentando no irse al carajo como para hacer como si no fumase por lo menos una cajetilla diaria. Tenía los ojos pegados en la ventana, sintiendo que se ahogaba en todo lo que había dentro de ella, peleando por esconder sollozos, escondiendo lágrimas tanto que su maquillaje comenzó a verse afectado.

Pegó un saltito ante el toque inesperado, ahogando un gritito entre sus piernas. En su cabeza, Chrono quería algo de ella, y ahora le estaba tocando.Abrazó sus piernas con fuerza, dejando que el dolor en sus brazos le cegara por un momento, calmándole un poco. No podía reaccionar así cada vez que alguien la tocaba, tenía que aprender a rechinar los dientes y sonreír. “No pasa nada.” Murmuró, girando la cabeza para dedicarle otra sonrisa patética a Chrono.

Las próximas palabras le confundieron de sobremanera. ¿No quería nada? Dejó de temblar, no había notado que lo estaba haciendo. “No sé de qué hablas.” Balbuceó, hundiendo su cara entre sus piernas para esconder más lágrimas. ¿A quién creía estar engañando? A nadie, sabía que no lo estaba logrando, pero era algo que no podía apagar. Chrono le daba a la puerta con toda su fuerza y Amira no tenía energía para mantenerla cerrada por más tiempo.

En realidad ni siquiera había notado que el auto se detuvo. No sabía dónde estaban por lo que arrancar del auto no era una buena opción. Levantó la cabeza ante la petición del albino y asintió débilmente con otra sonrisa.

Apenas Chrono había salido del auto, Amira subió las ventanas. No estaba segura de a dónde había ido, pero tenía algunos segundos sola. Abrió la boca y dejó que el grito que tenía amordazado saliera sin tapujos. Chilló sin detenerse, llenando sus pulmones de aire sólo para volver a tirarlo en gritos desgarradores. No podía hacer eso en ninguna otra parte, siempre había gente, sus padres, la empleada de la casa.

Había querido gritar así por muchísimo tiempo, pero no tenía auto propio ni un lugar aislado donde hacerlo. Gritó de desesperación, de pena, de rabia, de frustración, de asco, sintiendo que sus cuerdas vocales comenzaban a malograrse. Aprovechó cada segundo en que no podía ver a Chrono, al punto que sintió que comenzaba a faltarle el aire de lo mucho que estaba gritando, pero aún así no se detuvo.

No hasta que vio al albino corriendo hacia el auto. Limpió las lágrimas que habían chorreado sin control. Seguro su cara estaba completamente roja por los gritos, pero hizo lo posible por esconder todo, en ese estado no era mucho lo que podía hacer.

Suspiró pesadamente cuando entró al auto, todavía no soltaba sus piernas, pero hizo un esfuerzo por sonreírle aunque no le quedaba nada que ofrecer. Amira parpadeó, un poco confundida, cuando le ofreció una cuchara y helado. Se veía como un perrito abandonado siendo recogido de la perrera. ¿Por qué era tan amable?

Extendió sus manos hacia el helado, asintiendo ligeramente mientras intentaba esconder otro sollozo con resultados vergonzosos. “Gracias.” Murmuró, su voz notoriamente desgastada. Por un momento su cabeza estaba tan nublada que dudó en cómo abrir el pote, pero se recompuso rápidamente, o por lo menos eso creyó. Estaba ocupada llevando una cucharada de helado a su boca cuando Chrono le mostró lo que tenía en la bolsa.

Frunció el ceño, completamente confundida ante lo que había ahí dentro, hasta que habló. Llevó la mano que tenía la cuchara a su brazo instintivamente. Había tratado con tantas fuerzas de esconderlo, gastaba tanta energía a diario asegurándose de que nadie sospechara, ni siquiera Noah lo había notado. No quería preocupar a nadie.

“Yo-” Volvió a morder su labio inferior para evitar un puchero que no podía controlar. “No me duele nada.” Mintió descaradamente, como una principiante, como una niña pequeña. Esto es patético. Escuchó la crítica dentro de su cabeza. “Chrono, no tienes que ayudarme.” Murmuró, agachando la cabeza.

Ya no podía esconder los sollozos que sacudían sus hombros. ¿Por qué eres así? No era capaz de simplemente salir y decir qué le pasaba. No podía. Ahí había alguien, frente a ella, ofreciendo ayuda. Amira no tenía ni siquiera que decirle cosas que no sabía, Chrono parecía realmente ver a través de toda la actuación y mentiras que tejía alrededor de ella.  Era simplemente asentir con la cabeza y decir algo como. “No estoy bien.” ¿Cuán difícil? Era una estúpida. Le era absolutamente imposible en ese momento.

“A la mierda.” Murmuró, llevando otra cucharada a su boca. “Llevame directamente al carajo, no quiero estar en ninguna parte.” Susurró, sintiendo que el helado ayudaba un poco al nuevo dolor en su garganta.

Amira ladeó la cabeza en confusión cuando Chrono le ofreció las toallitas húmedas. ¿Es que se había manchado comiendo helado? Revisó su polera y luego él apuntó al espejo. Oh, no. Había estado escondiendo sus lágrimas lo mejor posible bajo las circunstancias, pero… Movió el espejo para revisar y se miró a sí misma con horror.

Se veía absolutamente horrorosa. Como un payaso llorón. Ridícula. ¿Con esa cara pretendía hacer como que todo estaba bien? “No está bien dejarlas salir.” Discutió con la voz tensa. “¿Y si no paran nunca más?” Murmuró como una niña pequeña, con sólo una frase explicando gran parte de su comportamiento.

Sintió la puerta ceder ante la presión, todo venirse abajo. Se volvió a mirar al espejo y no pudo evitar sonreír. ¿Cuán ridícula podía ser una situación? Amira comenzó a reír, primero bajito, mientras comenzaba a tirar las puntas de sus guantes. Lágrimas no habían dejado de caer en ningún momento, pero ahora estaban acompañadas de pequeñas risitas.

Poco a poco se convirtieron en carcajadas. Liberó una de sus manos del guante para revelar ampollas y quemaduras que cubrían casi toda su piel.

Las risas se transformaron en sollozos al liberar su otra mano y mostrar exactamente lo mismo. ¿Qué decía de ella que sus uñas seguían perfectamente manicuradas a pesar de todo? Nadie sabía, nadie se había dado cuenta. ¿Era tan buena actriz, o simplemente a nadie le importaba?

¿En realidad quería ver todo? ¿Quería que Amira demostrara hasta qué punto no estaba bien? Aunque no era capaz de decirlo en voz alta, era cosa de ver lo que escondía en su propio cuerpo. Con muecas de dolor se sacó la chaqueta que llevaba, y luego la camisa manga larga para quedar sólo con una polera de tiritas liviana, mostrando las vendas que cubrían sus brazos desde muñeca hasta hombros.

No había sido capaz de esconderlo de Chrono, por alguna razón u otra, aunque lo había intentado con todas sus fuerzas. Ahora ya no tenía energía para seguir negando, simplemente hizo lo que él quería. Poco a poco deshizo las vendas, dejando que sus lágrimas manchadas de maquillaje gotearan sobre su pecho. Pedazos de piel quemada. Todavía le quedaban algunas ampollas que no había reventado, las otras estaban húmedas y hundidas, todavía goteando un poco. Lugares donde la piel muerta todavía no se caía por completo. Cubrían más de la mitad de la superficie de sus brazos y llegaban hasta sus omóplatos.

Habiendo tirado aquel disfraz, tomó las toallitas desmaquillantes y comenzó a trabajar en su cara. Amira pasaba una hora completa preparándose para el colegio, todas las mañanas. Su cabello, su ropa, su cara, todo debía estar absolutamente perfecto, así le habían criado. Usaba absolutamente todo el maquillaje que tenía disponible, nada de lo que se veía era simplemente su piel, pero de alguna manera lo hacía pasar bastante desapercibido, como si no tuviera más que una ligera capa.

Demoró bastante en deshacerse de todo, toallita tras toallita que quedaban del color de su piel, rosa, negro, un arcoíris de mentiras que nadie, ni siquiera Noah, había descubierto todavía. Las lágrimas definitivamente habían ayudado a remover bastante. Ahí estaba, completamente desnuda. Sin el maquillaje era fácil recordar que todavía era tan sólo una niña.

Ya que se estaba mostrando por completo, deshizo las cintas que recogían su cabello en ambos lados, desechando el cintillo decorativo. Pasó sus dedos por su cabello, dejando que cayera así, descuidado, sobre sus hombros mientras se sacudían en sollozos.

No sabía qué decir. No escondió nada, no le importaba si Chrono miraba o no, era lo que él le había pedido. Bajó la ventana un poco y encendió otro cigarro, acomodando el encendedor en una parte de la yema de su pulgar que no estaba tan destrozada.

Dio bocanadas entre sollozos, intentaba por lo menos llorar en silencio, pero mientras más dejaba ir la idea de que tenía que esconderlo de Chrono, menos podía evitar ligeros gemidos. “L-Lo siento...” Murmuró. No estaba segura con quién se disculpaba, quizás con todo el mundo. “Lo siento tanto...” Gimoteó, apegando sus piernas más contra su pecho mientras terminaba su cigarro.

No fue capaz de aguantar más y se dejó romper en un llanto desconsolado. Quiso esconder su cara nuevamente, pero en vez, por alguna razón, la giró hacia Chrono. Extendió su mano, hecha añicos, temblorosa, hacia el albino.

Seguro parecía una loca, pasando de carcajadas a sollozos que no podía controlar, pero ya no le podía importar demasiado. Las palabras de Chrono no le hacían sentido. Si se alejaba de todos los que creían que era perfecta, se quedaría completamente sola. ¿Por qué alguien gastaría su tiempo con ella de no ser por eso? Amira sacudió la cabeza, no tenía energías para darle vueltas a ese asunto en ese momento.

No estaba en condición de fijarse en la reacción de Chrono frente a su estado actual. Casi había olvidado que estaban en un auto, no cabía en su cerebro preocupación. No le importaba la expresión de asco, la idea de que, en realidad, era horripilante. Le daba igual si ahora era fea y desagradable en sus ojos. Era demasiado tarde para preocuparse por eso.

El auto se detuvo frente al precipicio. Su mano se movió sin pensarlo hacia la manilla. No tenía el cinturón de seguridad puesto, sintió un vértigo interminable, si abría la puerta se aventaría al acantilado sin pensarlo dos veces. La hermosa rubia tuvo que hacer un esfuerzo consciente de quedarse ahí dentro, alejándose un poco de la puerta. Ganas no le faltaban para saltar y que todo se acabara de una buena vez. Tan sólo se quedó ahí, sollozando.

“No te preocupes, no es culpa tuya.” Respondió ante la preocupación del albino. Ya no quedaba falsedad, no estaba fingiendo demencia, era tan sólo la verdad. “Mantenerlas limpias es un trabajo de tiempo completo.” Murmuró amargamente, logrando acallar los sollozos lo suficiente como para mantener una conversación.


Ladeó la cabeza, intentó sonreír, esta vez de verdad, no quería que Chrono se preocupara demasiado y por la manera en que había dicho su nombre, no se veía nada bien. La sonrisa se transformó en otro sollozo y tan sólo se limitó a sacudir la cabeza ligeramente. Quería asegurarle nuevamente que estaría bien, pero en ese momento ya no podía volver atrás.

Fue suficiente cuando Chrono tomó su mano. Se dejó caer hacia él sin cuidado de sus heridas, apoyando sus brazos y cabeza en el regazo del albino mientras lloraba desconsoladamente, incapaz de formar palabras. En esa posición se notaban las heridas que llegaban hasta su espalda. Apretó la mano que le había ofrecido con fuerza, ni siquiera sintió el dolor, tan sólo quería algo tangible, algo que le anclara a la realidad por un momento.

“¿Un hospital?” Preguntó, ladeando su cabeza. ¿Qué haría un hospital por ella más que hacer preguntas que no podía responder? “Sabes que no puedo hacer eso…” Murmuró, sintiéndose de pronto completamente desesperanzada. Nadie podía ayudarla.

Chrono estaba siendo bastante cuidadoso con sus heridas, como ella había sido las primera veces. Ahora ni se molestaba en limpiarlas, sólo cubrirlas lo mejor posible. No le dolía en absoluto, por lo que no fue problema seguir recorriendo sus heridas sin interrumpirse por más que sollozos.


Quería hablar acerca de ella, no como había hecho con el resto, quizás con Chrono ahí podía decir la verdad. Que le dolía que Katie y sus padres se hubiesen ido, que sentía que la habían dejado atrás. Que en realidad preferiría haber ido con ellos.

No sabía si hacerlo sería mejor o peor, en realidad estar obligada a mantener una sonrisa en su rostro dolía, le volvía loca, pero la alternativa no se veía demasiado bien tampoco. No esperaba al escaparse de clases haber terminado donde estaba. Completamente rota, su máscara por la ventana, llorando desconsoladamente en las piernas de un chico que no era ni su novio ni su mejor amiga. Tan sólo alguien que no la había dejado tranquila hasta que había tenido que decir la verdad.

Ahora se sentía tan sola, incluso cuando estaba con Noah, que la mano del albino se sentía como un salvavidas. La apretó con fuerza, no sabía por qué Chrono había decidido hacer lo que hacía. No sabía por qué siquiera sabía, cómo había visto a través de su acto, pero en ese momento lo agradeció, poder por un momento estar acompañada de alguien que no esperaba que estuviese bien y fuese perfecta.

Amira llevó sus manos a su cabeza, su cara hundida en las piernas de Chrono, no le importó que estuviese ahí dentro. Dejó salir de lo más profundo de su pecho otro grito como el anterior, cuando estuvo sola en el auto.

El albino parecía extremadamente concentrado en tratar esas heridas. Amira suspiró, ahora se sentiría culpable si ella no hacía lo mismo llegando a casa después de que Chrono había pasado tanto tiempo investigando en su celular y limpiándolas. No podría reventar ninguna ampolla más, no ahora que se había esforzado tanto. “Chrono, está bien, de verdad se ve mucho peor de lo que es.” Murmuró, posando una de sus manos en la del albino, intentando asegurarle que estaba bien simplemente dejarlas.Gritó hasta que no tenía absolutamente nada en sus pulmones, volviendo a llenarlos entre sollozos pesados, empapaba los pantalones de Chrono con lágrimas. Soltó otro grito, tomando puñados de su cabello con ambas manos, otra vez hasta que sintió que se ahogaba. Luego otro y otro. Por varios minutos no perdieron fuerza, era como si hubiesen abierto la boquilla de una olla a presión. No formaba palabras, no tenía nada más que decir.

En algún momento había soltado su cabello y había rodeado a Chrono con sus brazos, moviéndose lo suficiente como para hundir su cara en el pecho del chico y seguir gritando contra él.

Con cada grito se sentía un poco mejor, menos llena de algo explosivo. Poco a poco, luego de quizás diez minutos donde sólo pausó para volver a respirar, el dolor en sus cuerdas vocales comenzó a aminorar la intensidad de sus chillidos. Dos, tres más, cada vez con menos fuerza, hasta que simplemente rompió en un llanto silencioso, completamente desplomada contra Chrono.

Estaba agotada. “L-Lo siento...” Crujió, su voz absolutamente destrozada, tan sólo un susurro contra la tela empapada. Sus propios oídos pitaban fuerte, no había logrado escuchar su propia voz con ellos. Seguro los de Chrono estaban igual de sobreestimulados. “No quería- No pude evitarlo.” Más crujidos, estaba demasiado cansada para seguir sacudiéndose en sollozos. Lo abrazó con fuerza, toda la que le quedaba.

No sabía qué decir después de lo que había hecho. “Perdón- No sé cómo supiste que yo- Gracias, Chrono.” Tropezó sobre sus susurros, no había levantado la cabeza, la mitad de sus palabras desaparecían contra el polerón del chico.

Usualmente Amira no era completamente estúpida, pero en el estado en que estaba apenas podía mantener un hilo de pensamiento. No notó la reacción de Chrono frente a su sonrisa patética, quizás porque no se esperaba absolutamente nada, pero más que cualquier otra cosa por lo cansada y deshecha que estaba.

Asintió débilmente, sólo le quedaba creerle al albino cuando decía que quería que ella se sintiera bien, en realidad no podía haber ninguna otra motivación para ir tan extremadamente lejos por ella. No sabía cómo sentirse al respecto más que aliviada en ese momento, ya tendría más energía para pensarlo luego.



Ni siquiera soñó de lo cansaba que estaba, sólo cayó en un sueño absolutamente profundo, no estuvo despierta cuando Chrono la pasó de vuelta al asiento del copiloto, y los movimientos del auto sólo ayudaron a arrullarle más. Absolutamente muerta para el resto del mundo, logró dormir incluso después de que el albino había apagado el auto y movido a su departamento. Sólo se acurrucó bajo la manta en una pequeña bolita, abrazando una almohada.

Absolutamente agotada, pero tampoco había comido bien en bastante tiempo, por lo que en algún momento el hambre venció al sueño cuando sintió el olor a comida. Despertó de a poco y en silencio, abrazando la almohada y achicándose más en una bolita más pequeña. No reconoció donde estaba y se levantó de golpe, un poco sobresaltada, parpadeó varias veces y miró a su alrededor. Bostezó y sacudió su cabeza, recordando los segundos antes de quedarse dormida.

¿Estaba en el departamento de Chrono, entonces? Era lo más probable. Amira no solía dormir tan profundo, ni siquiera se había dado cuenta de que la había movido. Escuchaba los sonidos típicos de una cocina, se asomó por la puerta y ahí estaba el albino. En realidad no lo había pensado demasiado, pero ahora que vivía solo seguro tenía que cocinar todos los días o algo por el estilo.

Le ardían mucho los ojos, y le dolía la garganta un poco, eso sumado a todo lo que dolían las heridas en sus brazos que todavía no terminaban de sanar. Estaba agotada todavía, física y mentalmente, había tirado su máscara y ni siquiera sabía cómo empezar a rearmarla.

Por un momento consideró simplemente forzarse, fingir demencia y encontrar una excusa para irse, para no molestar a Chrono más de lo que había hecho. Pero probablemente eso le molestaría más al chico, y Amira sólo estaba agradecida, no quería hacer nada malo ni cagarla de ninguna manera. Todo lo que Amira haría normalmente se sentía incorrecto de alguna manera, como si en realidad no supiera comportarse con alguien que sabía lo que había detrás de su actuación.
Se quedó fuera de la cocina, escondida detrás de la pared, sólo asomando su cabeza. Abrazó su estómago con sus brazos, un poco incómoda, sin saber muy bien qué hacer o decir. Anda, Amira, no seas bruta, está cocinando, haz algo.

Normalmente no era vergonzosa, Amira Kaiser era una chica engreída, perfecta, no tenía razones para estar escondida detrás de una esquina como una idiota. Pero esa en realidad no era ella, o por lo menos no por completo. Se devolvió a la pieza y cerró la puerta un poco más fuerte de lo normal, intentando alertar a Chrono de que estaba despierta sin asustarle, y luego volvió a donde había estado escondida.

“Uh-” Murmuró, acercándose un poco hacia la cocina con la mirada pegada al piso. Un pequeñísimo rubor se mostraba en sus mejillas. No sabía absolutamente nada de cocina, nunca había necesitado hacerlo, siempre habían criadas que hacían todo por ella. Pero se sentía… Mal, en ese momento, simplemente quedarse ahí viendo cómo Chrono hacía todo. “¿Puedo ayudar en algo?” Preguntó bajito y sin mirarle a los ojos, abrazando su estómago, un poco más ruborizada.

Se sentía muy extraño estar así, sólo con la falda del uniforme y una polera de tiritas que usaba abajo, su cabello completamente suelto, sin nada de maquillaje. Tan absolutamente desnuda y al descubierto, aunque quizás lo que más le hacía falta era la máscara pesada que usaba de personalidad todos los días.

“A-Ah-” Tartamudeó, abrazándose a sí misma cuando Chrono recogió el mechón detrás de su oreja, sintiendo cómo se sonrojaba, tenía demasiada vergüenza por una razón que no entendía. Desvió la mirada y mordió su labio inferior, notando que le ardía un poco la garganta y que parecía estar un poco más ronca que antes. Tragó saliva y volvió a mirarlo.


Siguió la mano del albino, notando la ropa y toalla. “Gracias, Chrono.” Susurró por sobre el sonido de la cocina. La verdad una ducha nunca estaba mal, pero de sólo pensar en estar sola en ese momento quería ponerse a chillar… Se estremeció ligeramente. Tomó la mano del chico sin pensarlo mucho, estrechándola con la poca fuerza que tenía, sintiéndose mejor instantáneamente sólo con ese contacto. ¿Cuán patética podía llegar a ser?

“Sí, creo que… Tengo hambre.” Murmuró, ladeando la cabeza y cerrando sus ojos para intentar dictaminar qué era lo que sentía. Ahí, junto con el agotamiento, recordó que no comía bien hace por lo menos una semana. Junto con eso, el olor de la comida despertaba su apetito, no había mirado demasiado y en realidad no conocía suficiente de cocina como para saber qué estaba cocinando, pero olía maravilloso.

Se movió hasta la mesa pero no se sentó, sentía que era extraño sentarse y dejar que la sirvieran como solía hacer. Raro en ella, que estaba acostumbrada a que los platos fueran servidos y retirados sin levantar un solo dedo. No quería hacer eso, pero no sabía cómo hacer otra cosa, por lo que osciló de manera incómoda, ayudando a poner la mesa, por lo menos, cuando Chrono se movió a revisar la cocina otra vez.

“Huele muy bien, Chrono.” No había una pizca de su ironía, pesadez o falsedad normal que acompañaba un cumplido como ese. “Gracias- No tenías que-” Tomó el respaldo de una de las sillas de la mesa con ambas manos y la apretó ligeramente, intentando callarse. Era tan difícil dejar de decir que estaba bien y simplemente dejarse cuidar, tomaría tiempo, muchísimo, antes de poder hacerlo sin reaccionar de esa manera. Simplemente suspiró pesadamente y agachó la cabeza. “Gracias.” Repitió bajito, avergonzada, encogiéndose como si fuera una niña pequeña.

Levantó la vista cuando el chico dijo que ya volvía, apretando la silla con un poco más de fuerza, dejó de respirar sin darse cuenta. De verdad no quería estar sola, en absoluto, no cuando no tenía nada detrás de lo que esconderse. Exhaló cuando lo vio volver con un montón de cosas que no pudo entender, ladeando la cabeza con curiosidad. “¿Y todo eso?” Preguntó sin realmente pensarlo, pasando del albino a las cosas que había traído y de vuelta.