Faith se estiró al son de la campana que señalaba el comienzo de la hora de almuerzo de los alumnos mayores, recogiendo sus lápices de la mesa con cuidado mientras sus compañeros hacían lo mismo. Cerró su cuaderno y guardó todo en su vieja mochila que le había acompañado desde que tenía nueve años. Estaba remendada en varias partes con hilos de distintos colores y parches que había hecho de ropa antigua, como mucha de la ropa de Faith.

Su uniforme era bastante más nuevo y bien cuidado, aunque era más porque una de sus amigas había crecido durante el verano y había tenido que comprarse camisas más grandes. Faith no tenía ese problema, seguía viéndose como una niña y no le molestaba en absoluto, simplemente corregía, explicaba que no tenía diez ni doce, simplemente era bajita y poco desarrollada. Aunque la vida le había obligado a crecer y madurar mentalmente, su cuerpo claramente no había tenido la misma necesidad.

La rubia se echó su mochila al hombro y se aseguró de que su falda estuviese bien ordenada y acomodada mientras se ponía de pie. “Faith, bonita ¿Almuerzas con nosotras?” Faith se giró con una pequeña sonrisa agotada. “Tengo algunas cosas que hacer...” Murmuró por lo bajo, desviando la mirada de una de sus mejores amigas del colegio que resopló sin ocultar su enojo. “Otra vez te metieron en asuntos que no te incumben. Faith, tienes que aprender a decir que no a veces, ¿Sabes?” La pequeña rubia sonrió y ladeó la cabeza en una disculpa silenciosa, llevando una mano a su cabeza y rascando incómodamente mientras le subía el color a las mejillas.

Lo decía porque se preocupaba por Faith, eso le constaba, y ese ceño fruncido no tenía nada de rabia ni enojo detrás. Le estaban regañando como ella normalmente regañaba a sus hermanos. “Pe-Pero si no ayudo a la gente que lo necesita…” Comenzó sin mucho esfuerzo, sabiendo que la interrumpirían prontamente. “PFSH, a otro perro con ese hueso amiga, ayudas a cualquier infeliz que te pida ayuda sin siquiera pensar en tí misma. Eso está bien hasta cierto punto, pero en algún momento tienes que ayudarte a tí misma para seguir ayudando al resto.”

Faith bajó la mirada otra vez, mordiendo el interior de su mejilla. Quizás tenía razón, se sentía bastante cansada, pero ya había prometido entregar algunos papeles en inspectoría y ayudar a mover unos trabajos del taller de arte a la entrada del colegio donde había que colgarlos. “... ¿Puedo empezar mañana?” Preguntó bajito, enrollando la corbata del colegio entre sus dedos mientras reacomodaba la mochila sobre su hombro con la otra mano. Su amiga resopló y se encogió de hombros, mirando al cielo en exasperación. “Más te vale que de verdad haya alguien allá arriba cuidándote Faith, con lo cansada que andas por la vida…”

Faith soltó una risita dulce y abrazó a su amiga aprensiva con cariño. “Para eso te tengo a tí, anda, yo corro por los pasillos con los ojos cerrados y tu me guías.” Bromeó, tirando de su brazo hacia la puerta de la sala de clases. Iba mirando hacia atrás y bastante rápido, por lo que al cruzar el umbral de la puerta hacia el pasillo no pudo detenerse antes de chocar de imprevisto de cabeza contra el pecho de alguien. “Umph, l-lo siento mucho.” Tartamudeó entre adorables risitas nerviosas.

El problema de ser tan bajita en Inglaterra era que todo el mundo le ganaba en altura por diez, veinte o treinta centímetros y a veces ni la veían del poco espacio que usaba en el mundo. Esto le pasaba bastante a menudo, por lo que estaba acostumbrada y simplemente dio un pasito atrás, revisando el piso por si la persona con que había chocado había dejado caer algo y luego levantando la mirada con una enorme sonrisa y un poco de color en las mejillas. “¿Estás bien?” Preguntó con preocupación, frunciendo el ceño en la intensidad de su pregunta.

Nada en el piso, eso era bueno. No sucedía demasiado, pero en contadas ocasiones había chocado de bruces contra alguien que llevaba una taza o vaso y esos tendían a quebrarse con facilidad. Era bastante fácil para la pequeña rubia dejar pequeños desastres, sólo por su estatura y torpeza general. “Me alegro, qué bruta...” Murmuró, un tanto aliviada ahora que se había asegurado de que no era nada grave, todavía entre risitas a coro con las de su amiga.

Faith asintió efusivamente al escuchar su propio nombre, su sonrisa dejando la tonalidad apenada para reemplazarle por algo más cordial y cálido. “A tu servicio.” Respondió la chica, como siempre, en un tono alegre y servicial. Inclinó la cabeza ligeramente en un gesto de saludo, extendiendo su mano mientras entrecerraba los ojos, frunciendo el ceño ligeramente.

La rubia intentaba siempre grabar nombres y caras en su cabeza, y era bastante buena recordándolos una vez que los había escuchado una o dos veces. Claramente ella no se había presentado anteriormente, o no existiría la necesidad de preguntar, no se conocían oficialmente. Definitivamente le había visto en el colegio en distintos momentos, era suficientemente pequeño como para recordar quién atendía y quién no atendía a Fallgate. Pero su cara se le hacía familiar de algún otro lado, también.

Faith inhaló, como para decir algo, haciendo un esfuerzo bastante visible de recordar el nombre del chico de cabello oscuro que le obligaba a doblar el cuello hacia arriba para mirarle a los ojos. “Lo siento, de seguro te he visto en alguna parte pero creo que nunca he escuchado tu nombre...” Se disculpó la pequeña, genuinamente desilusionada de haber fallado esa pequeña prueba de cortesía.

“No te preocupes tanto, boba, él tampoco te conocía.” Interrumpió su amiga, una chica un tanto más alta que ella y de cabello café oscuro. “Ha sido un placer, pero debo ir a almorzar. Nos vemos mañana, Faith.” La chica se despidió, posando una mano sobre la cabeza de la rubia brevemente. “No te esfuerces demasiado.” Era un consejo amigable, pero la chica no pudo evitar disparar dardos de sus ojos a Seward antes de dirigirse hacia el comedor, una pequeña advertencia que no verbalizó.

Faith refunfuñó algo como que nunca se esforzaba más de lo que era necesario por lo bajo, siguiendo a su amiga con la mirada mientras se alejaba antes de volver su atención al chico. “¿Me buscabas para algo?” La pregunta no llevaba ningún matiz de recelo o reproche, nacía de la curiosidad y completa disposición innata de la chica. Ladeó su cabeza muy ligeramente, revisando una lista mental de todas las cosas que tenía que hacer antes de que terminase el día, asumiendo que el chico le buscaba por alguna otra cosa. Entregar los papeles en inspectoría, ayudar a mover los proyectos de arte y probablemente colgarlos… Pasar a buscar a Michael, comprar algo de arroz, hacer la cena llegando a casa… ¿Estoy olvidando algo? Su cabeza se ladeó un poco más, inconscientemente, como un pajarito confundido mientras rebuscaba en su cabeza.