“No sé si puedo hacer esto, Tass.” Apenas se había separado temporalmente de Katori se había dirigido instantáneamente a la Reaper, aguantó todo el dolor que había sentido al verla tan destrozada, por mucho que le hubiese costado, hasta llegar donde su mujer. Ahí todo se había ido un poco a la mierda. Eventualmente Anastassia le había hecho entrar en razón. Aunque era difícil, no podía seguir viendo cómo sus Dragones se morían de hambre, cegados por el orgullo. Por mucho que doliera no poder ayudarlos como quería, tenía que hacer todo lo posible.

Había otra dragona. Lo sabía. Todavía no estaba listo, aunque la chica era probablemente de las que más lo necesitaba en ese momento. Aquello sería complejo, demasiado, pero lograría hacerlo a su tiempo. -Hoy no, lo lamento pequeña.- Tenía que estar seguro de que no dejaría una cagada, como casi lo había hecho con Katori, por no saber cómo expresarse de manera correcta. Una palabra fuera de lugar y todo podía explotar en su cara, y lo último que quería era alejar a sus Dragones, si no todo lo contrario.

Seiryuu suspiró pesadamente y empujó el cabello de su frente y cara con manos enguantadas. -¿Por qué tengo que usar estas mierdas molestas?- Refunfuñó, jalando de los guantes negros para librarse de ellos de manera un poco exasperada, guardándolos en el bolsillo de su pantalón. Tenía demasiado calor ya para estar tan cubierto, suficiente tenía con la camisa que llevaba puesta. “Porque los eligió Anastassia.” Era razón suficiente para él, aunque podía sacarlos hasta que volviera a verla, no tenía por qué sudar de más.

No le gustaba estar ahí dentro, se sentía sucio, fuera de lugar, en especial cuando sabía lo que había al otro lado de la neblina. Todo estaba roto, fuera de lugar, desbalanceado. Le dolía la cabeza de solo pensar en eso, por mucho que meditara y se perdiera en aquel mundo, no podía encontrar el orden como en otros momentos había logrado. Casi imposible encontrar la paz en ese mundo quebrado, y no podía arreglarlo, no todavía, no por sí solo.

Era por eso que tenía que seguir trabajando en unir a sus Dragones, lo único que podía hacer por ahora, de hecho. Se sentó sobre una mesa y jaló del cuello de su camisa, maldiciendo el calor que sentía en ese cuerpo. Como nadie lo estaba viendo, exhaló aire gélido, lo suficiente como para llenar sus labios de escarcha, enfriando todo el salón, bajando la temperatura varios grados en un par de segundos, más frío incluso que afuera aunque el día estaba nublado.

“Un poco mejor.” Murmuró, tronando sus nudillos y volviendo a empujar el cabello fuera de su cara. “¿En realidad es necesario tener esto?” Refunfuñó en voz alta mientras esperaba que el chico que había estado buscando se asomara por el pasillo. Recordó a Anastassia arrugando la nariz cuando él había sugerido simplemente no tener cabello, no, no era una opción que le habían dado, además, era demasiado orgulloso como para no verse bien y guapo para ella, además. No había caso. -No hay ningún caso.- Resopló y soltó una risita.

Anastassia le había dicho que el chico estaba saliendo con la líder de los Reapers, le había llamado la atención y no fue capaz de evitar una risita y una sensación de euforia y nostalgia que hace demasiados años no pasaba por su corazón. Una coincidencia absolutamente extraña, casi como si fuera algo destinado a ser. -¿Qué pasaría si…- Detuvo ese tren de pensamiento tan rápido como cruzó por su cabeza. Cerró los ojos y suspiró, no llevaba demasiado esperando, había visto al chico de lejos un par de veces ya, lo más probable era que estuviera buscando a su chica en los salones que eran territorio de los Reapers.

“De verdad debería hablar con ella en algún momento.” Musitó, no había sido necesario debido a que Anastassia le mantenía al tanto de todo, pero además de unir a los Dragones, tenía que empezar a hacer esfuerzos para hablar con los otros líderes. Escuchó pasos y giró su cabeza hacia la puerta, vio al chico pasar. “¡Eh!” -Seguro debería haber pensado en una manera mejor de hacer esto.- Lo suyo no era la sutileza, en realidad. “¡Jake!” Llamó hacia la puerta, saltando de la mesa donde estaba sentado para acercarse al pasillo por el que había pasado el chico.

Su actitud claramente no era hostil en absoluto, la expresión del moreno era amena, una pequeña sonrisa amigable colgaba en sus labios y sus ojos, como siempre, brillaban de manera casi imposible, casi sobrehumana. Volvió a empujar el cabello de su cara nuevamente y ladeó la cabeza, apoyando un hombro contra la pared del pasillo. -Dragoncito, no deberías saber su nombre ni poder reconocerlo tan fácil, eso es raro. ¿Quieres que te tilde de acosador?- Escuchó la voz de Anastassia como si estuviese dentro de su cabeza, cuando él no tenía sentido común solía recordar lo que diría ella. “Eres Jake ¿Cierto?” Agregó de manera un poco torpe, intentando cubrir el hecho de que había reconocido al chico de solo verlo medio segundo sin conocerlo ni haberse presentado.

Seiryuu parpadeó varias veces, un poco descolocado con el saludo tan familiar. -¿Estás seguro que no lo conoces?- Se preguntó, repasando las posibilidades de algún tipo de coincidencia astronómica. No, no podía ser. Pegó su cabeza contra el marco de la puerta y observó mientras el chico se presentaba, asintiendo ligeramente. No necesitaba una confirmación, pero la recibió de cualquier manera. -Casi la cagas.- Volvió a escuchar a su mujer dentro de su cabeza, tenía la razón, probablemente.

Soltó una risa sólo por su nariz ante el primer comentario, escuchando sin necesidad de interrumpir. La mitad de su cabeza trabajaba para hacer sentido de las palabras, a veces se sentía demasiado viejo como para entender referencias o bromas, pero no pretendía quedarse atrás para que todo el mundo se diera cuenta.

Ryuu no reaccionó visiblemente ante la pregunta, sabiendo que no había terminado de hablar. Notó la sonrisa un poco más amplia y espejó aquella expresión en su cara. Relajado, sentía que el chico le recordaba a alguien… “¿Autógrafo?” Preguntó, revisando sus propios bolsillos como si estuviera buscando algo en ellos, pero no produjo nada.

“Maldita suerte la mía, ni una boleta tengo.” Murmuró, siguiendo el juego sin problemas, frunciendo el ceño en algo como una ligera decepción, quizás. “¿Lo dejamos para la próxima?” Cuando se trataba de sus Dragones Seiryuu podía comportarse a veces como un camaleón, aunque no fuera juguetón o bromista normalmente, cualquier cosa que les subiera el ánimo era lo que haría.

Resopló luego de una risa ligera, tomando una bocanada de aire. Exhaló un hilillo de humo que flotó frente a él antes de levantar la cabeza y escupir una llamarada que tomó forma de un dragón asiático antes de disiparse. Supuso que eso se vería bastante genial, además de demostrar que eran de la misma raza. “Mi nombre es Seiryuu, y estoy un poco cansado de que cada uno esté por su lado.” Explicó en un tono un tanto acongojado. Cuando decía un poco cansado escondía el hecho de que le partía el corazón verlos sufrir de esa manera.

“¿Tienes algo de tiempo para charlar?” Preguntó, despegándose del marco de la puerta para moverse dentro del salón, donde la temperatura era bastante más tolerable. Aún así tuvo que sacarse la chaqueta y dejarla sobre una de las mesas, dejando al descubierto sus brazos y el enorme tatuaje de dragón que cubría uno, como por si su raza no hubiese quedado clara. El dragón se sentó sobre una de las mesas y volvió a empujar el cabello de su cara, observando al chico con ojos curiosos e imposiblemente brillantes, como si el fuego que escupía realmente viviera dentro de él.