Halloween, o el día de todos los muertos, era una de las celebraciones que más le gustaban. A decir verdad, cualquier celebración que trajera tantas sonrisas al pueblo completo le hacían extremadamente feliz. No le importaba demasiado que para muchos en su Iglesia fuese una celebración pagana, adoración a otros dioses, o lo que fuese que les molestaba sobre Halloween. No importaba la historia detrás de aquello, lo que sí importaba era el sentido de comunidad que le generaba al pueblo. ¿Cuándo más se podía ver a gente tan feliz y en paz? ¿No era eso lo importante? Para ella sí que lo era, y le constaba que para Dios también eso era lo más importante.

“Faaaaaith ¿Me ajustas la capa?” Michael, su hermano menor, había aprovechado la festividad para ponerse absolutamente todos los disfraces que existían en la casa Asher. Un gorro y cinturón de pirata con una espada de mentira junto con una capa y colmillos de vampiro adornaban al pequeño que arrastraba un tridente rojo. No había habido caso, el chico quería ser TODAS las cosas y Faith no era quién para detenerle. La chica ajustó la capa, que se había enredado entre el cinturón con espada de plástico. “¿Listo?” Preguntó, ofreciendo su mano para adentrarse en la feria. Antes de poder tomarla, Paul y Peter pescaron a su hermano más pequeño, Michael, uno de cada mano. “No te preocupes Faith, nosotros nos encargamos de todo, tú anda a entretenerte en otra parte y te vemos a la salida.”

“Pe-” Comenzó, pero sus hermanos no le dejaron cabida para protestas. Faith lanzó una risita ligera, viendo al trío alejarse. Un ángel y un demonio, ambos de la mano de un piratavampiromonio. “¡Con cuidado! ¡No se alejen demasiado! ¡No pierdan a Michael! ¡Búsquenme cuando-” Pero se habían escapado de sus advertencias maternales, Faith los perdió de vista antes de poder terminar.

La chica suspiró, mirando a su alrededor con una sonrisa. Todo el mundo parecía emocionado y la sensación se le contagió sin dificultad, era fácil hacer que Faith se sintiera feliz. “¿Y ahora qué se supone que haga?” Ahora que los hermanos que le seguían eran un poco más grandes, el trabajo que le costaba cuidar a los tres se le hacía cada día más fácil. Definitivamente esta era su manera de darle un respiro a Faith, aunque la chica nunca admitiría necesitarlo.

Ella no llevaba un disfraz complicado, sólo una capa negra y un gorro del mismo color que podrían pasar por uno de bruja, quizás. En realidad entre sus tres hermanos habían agotado el repertorio de disfraces que habían en la casa y no les sobraba el dinero para gastarlo en cosas como aquella. Su madre les había mandado con suficiente dinero como para comprar algo para comer y participar en quizás uno o dos juegos, que era definitivamente suficiente para ellos. Faith le había entregado la mitad del dinero a Peter y Paul, sabiendo que se separarían de ella y Michael en cuanto llegasen a la feria. No había esperado quedar sola, definitivamente.

“¡Escuchen todos!” Faith no se hizo de rogar, haciendo caso inmediatamente y poniendo atención a lo que sucedía, acercándose al grupo que se formaba alrededor del hombre con el parlante. Aunque la chica siempre había frecuentado la feria de Halloween, siempre había estado a cargo de sus hermanos, nunca había participado en la promoción de las esposas. Se ve muy entretenido, pero… No tenía que mirar su billetera, sabía que lo único que tenía eran aquellas diez libras que le costarían las esposas.

Iba a darse la vuelta, prefiriendo quizás comer algo y participar en un sólo juego, pero al notar a todas las parejas que se comenzaban a formar volvió a contagiarse de aquella felicidad y emoción. Todos se comportaban como niños, incluso los adultos y profesores que reconocía, y era maravilloso. No se le podía poner precio a aquello, y ahora que tenía la oportunidad le hacía demasiada ilusión ser parte de aquel juego.

Con una sonrisa que reflejaba el ánimo y ambiente a su alrededor, la pequeña brujita comenzó a acercarse al… ¿Zombie? Que ofrecía las esposas. Antes de poder comprarlas, el hombre le apuntó, indicando que sería ella la que acompañaría a la chica que llevaba un disfraz bastante más elaborado que el de ella. Sin hacerse de rogar y con un leve rubor en sus mejillas, Faith se acercó hacia ella, dando un par de saltitos.

Le parecía un tanto conocida, quizás era algunos años más grande que ella. De seguro en algún momento había abierto la puerta del baño de niñas para ella, o quizás le había ayudado con la bandeja del almuerzo, la verdad es que la chica tenía interacciones como aquella todo el tiempo. Sentía que conocía a todo el mundo, quizás era algo demasiado confianzudo de su parte, pero Faith intentaba recordar caras y nombres siempre que podía. “Faith Asher, a tu servicio. El placer es mío.” Su sonrisa definitivamente no desentonaba con el ambiente del lugar, y sus enormes ojos azules resplandecían con emoción que amenazaba con desbordarse de su cuerpo.

Ofreció su brazo para que fuera esposado y  luego siguió a la peliblanca que correspondía su sonrisa con otra igual de energética. “¡Por supuesto!” Acomodó el gorro de bruja que amenazaba con caerse de su cabeza y comenzó a dirigirse hacia el lugar de pesca, saludando a la encargada del puesto y posando sus ojos sobre el profesor Bialy y Luciel Nefim junto con otro chico de su colegio y una niña que no le parecía conocida. “Buenas noches.” Saludó, inclinando la cabeza ligeramente antes de dar un pasito hacia atrás cuando estuvieron frente a la caña de pescar. “¿Quieres empezar tu? Intentaré seguir tu brazo con el mío para no entorpecerte, pero creo que soy demasiado descoordinada para algo como esto.” Admitió, dejando que Alayne tomase la caña de pescar con una sonrisa alentadora.

Faith soltó una carcajada llena de vitalidad y gusto genuino ante la pequeña broma de Alayne. “No tengo la menor duda.” Aseguró sin demora, dándole a su compañera una sonrisa alentadora. “No tengo la menor duda.” Siguió la mano engrilletada de Alayne con la suya delicadamente, intentando no tirar de las esposas, y luego siguió a Alayne hacia la caña de pescar.

Los zombies decorados se veían preciosos y la rubia se perdió en la contemplación de la piscinita hasta que escuchó que la competencia empezaba. Intentó lo más posible de no molestar a los movimientos de Alayne, dándole palabras de apoyo mezcladas con grititos de emoción que no podía evitar cada vez que Alayne lograba que el imán de la caña tocase alguno de los zombies. “¡Eso! ¡Ya lo tienes! ¡Así mismo Alayne, eres genial!” Mientras más segundos pasaban, Faith se sentía más feliz, quizás contagiada por la emoción del resto, y comenzó un ataque de risa que de a poco interrumpió sus palabras de aliento. Al terminar el tiempo determinado, Faith ya no podía más de risa y tuvo que llevar su mano libre a su estómago y doblarse hacia adelante, tomando bocanadas de aire para intentar apagar su ataque de risa.