Zancada a zancada se alejaba del colegio en un paso bastante rápido. No miró hacia atrás, iba con un solo objetivo en mente: Devolverse a su casa. No podía sacarse la sonrisa de Anwen de su cabeza. ¿Por qué le molestaba tanto? Sentía que le hervía la sangre, tanto que tuvo que sacarse su chaqueta.

Connor pasó sus manos por su cara y su pelo con fuerza mientras caminaba, sacudiendo su cabeza mientras rechinaba los dientes. «¿Qué mierda te pasa, Buckley?» No tenía idea. Sólo veía a Anwen sonreír una y otra vez en su cabeza y le enojaba cada vez más.

Antes de darse cuenta, estaba de vuelta frente a la casa de la chica. Se quedó helado, deteniéndose de golpe frente a esa reja.

Recordó saltarla. Recordó recoger algo del piso que ahora estaba seguro era un rastrillo, pero en ese momento tan sólo era un arma. Recordó romper la ventana. Creyó haber usado el rastrillo, pero ahora que prestaba atención al recuerdo se había abalanzado sin demasiado cuidado, rompiendo una parte con la madera y el resto con su propio cuerpo. Escuchó sus gritos retumbar en su cabeza, el grito de Anwen en el teléfono.

¿Cuántas veces había fantaseado con volver a romper esas ventanas? ¿Con quemar la casa completa y deshacerse de todas las cosas caras que los padres de Anwen parecían preferir por sobre su hija?

Connor sacudió la cabeza, bastante sorprendido de sí mismo. Hacía años que no se hundía de lleno en esas ideas, que no recordaba la noche por completo de esa manera. Era como si su corazón hubiese escupido todo, obligándole a sentir todo nuevamente. «¡PERO JODER NIÑA, ERES UNA NIÑA!»  «¡UNA NIÑITA PEQUEÑA!» «MIERDAMIERDAMIERDAPORESTOLAGENTESEVAPRESA. ¡TENGO QUE SACARLA DE AQUÍ!» «¡Guácala!»

Los recuerdos de cómo había reaccionado cuando Anwen se había declarado, así como así, sin siquiera pensar en que él la rechazaría. Connor se largó a caminar de nuevo hacia su casa, escuchando las palabras de Anwen retumbar en sus oídos.

“Connor, me gustas” “Joder, niña.” Masculló entre dientes, pasando una mano por las cicatrices de su brazo. ¿Por qué le importaba? No tenía idea. ¿No era justo que ella encontrase alguien que le hiciera feliz? Por supuesto que lo era, y Connor lo sabía.

Era lo que deseaba para ella, que fuese feliz. ¿No? ¿No era por eso que se había quedado despierto esa noche, cuidando su sueño intranquilo? ¿No era por eso que se había peleado con los Von Ferrec? ¿Para intentar que Anwen tuviese una mejor vida, mejores padres? Sí. Eso era lo único que le había importado en ese entonces. Más que su propia salud, que tratar sus heridas, que dormir cuando estaba cansado. Era lo que le importaba ahora, también.

No entendía lo que le sucedía, ni una sola idea de por qué había reaccionado de esa manera. ¿Quizás tenía miedo de que el bicho ese le hiciera daño? Sí, tenía que ser eso. Alguien que podía hacer a Anwen sonreír así tenía el corazón de la chica en sus manos. Su reacción era entendible, quería protegerla de que un idiota no le hiciera daño, igual que esa noche.

Connor suspiró, abriendo la puerta de entrada de su casa. Se sentía mejor. Muchísimo mejor, toda la rabia se había disipado ahora que entendía lo que había sucedido. En ese último año sus revoluciones habían bajado muchísimo, ya no se enojaba tanto y se le pasaba rápido, era un hombre mucho más calmado. En ese momento, a diferencia del anterior, demostraba esa maestría sobre sus emociones.

Su madre le preguntó por qué había vuelto tan rápido, que dónde estaba Lanie. Connor se encogió de hombros, colgando su chaqueta en el perchero cerca de la puerta. “Estaba ocupada.” Explicó sin divulgar demasiado, ahora que miraba hacia atrás había actuado como un idiota. Tendría que disculparse con Lanie luego, que casi no le había mirado. «Mal hermano.»

“¿Sabías que Anwen tiene novio?” Preguntó con curiosidad cuando entró a la cocina, apoyando su cadera contra la encimera. Su madre sabía pero tampoco lo había conocido. “Creo que quizás lo invité a cenar también. No estoy seguro.” Frunció el ceño, recordando la sonrisa idiota del bicho ese.

Se puso manos a la obra, hundiendo la cabeza en el refrigerador a ver si descubría qué le pasaba mientras su madre comenzaba a preparar la cena. No demoró demasiado, tan sólo había que limpiar un filtro. Se sentía muchísimo mejor ahora que había decidido qué era lo que le sucedía. El tiempo pasó bastante rápido, se quedó de ayudante de cocina de su madre. Desde que vivía solo había aprendido bastante.

No quería darle más vueltas al asunto, se había decidido a que simplemente estaba preocupado y ya. Pero si Anwen estaba feliz… No tenía derecho a decir nada. Casi pasó a llevar su piel un par de veces mientras cortaba, no quería estar desconcentrado pero parecía no poder evitarlo. Sí, estaba bastante preocupado por Anwen, eso era todo.

Escuchó la puerta y dejó lo que estaba haciendo para dirigirse hacia allá. Se había portado como un idiota y realmente había extrañado a Lanie. Escuchó a su madre saludar de la cocina, pero Connor se había acercado lo suficiente como para ver a su hermana antes de que subiera las escaleras.

«Uh-oh.» Sí que la había cagado. Sintió en el aire las dagas que disparaba por los ojos y retrocedió un poco como si en realidad le hubiese dado. “La-” Pero se había escapado, subiendo las escaleras. No importaba, Connor la siguió de todos modos, por las escaleras y hasta su habitación.

Iba a disculparse, pero Lanie tenía algo que decirle antes. ¿Por qué de pronto se sintió nervioso? Anwen pasaba en la casa Buckley, o por lo menos lo había hecho. ¿Ahora resulta que eso le importaba más que antes? Connor pasó sus manos por su cara y cabeza antes de sacudirla.

“¿Comportarme yo?” Balbuceó, ofendido. “¿Necesita advertencia como si yo fuera enemigo público número uno?” Preguntó antes de poder detenerse. Eso no importaba en ese momento, que había subido la escalera para disculparse con Lanie, no para seguir metiendo la pata.

“No importa, ignora lo que dije, no importa, yo-” Su hermana le interrumpió. ¿No quería hablar? Pues no importaba, la había cagado y ahora la iba a des-cagar. “No tienes que hablar conmigo.” Murmuró, dando un par de pasos rápidos hacia ella, atrapándola en un abrazo apretado. “Perdóname, enana, fui a buscarte y te dejé tirada.” Connor le llevaba treinta centímetros y varios kilos en músculo, la única manera en que iba a soltarla era si eso se convertía en una lucha libre, algo que no era poco común entre ambos.

“De verdad te extrañé mucho, quería pasar el resto de la tarde contigo, pero- yo- no sé qué me pasó.” Explicó, sacudiendo su cabeza sin soltarla, de hecho, la alzó un poco del piso, moviéndola de lado a lado con cariño.

“Lo siento mucho, soy un idiota. ¿Perdonas a tu hermano estúpido? Anda, si lo haces te muestro el regalito que te compré en un arrebato de cursilería.” Lo tenía en su bolsillo, había pretendido dárselo esa tarde antes de tirar todo a la mierda. Era una cadenita de plata con un dije en forma de un pequeño panda. En sus manitos tenía un corazón azul, el color preferido de la enana. Él tenía el mismo dije colgando de una lámpara en su departamento, pero no se lo admitiría a nadie.

Connor estaba quizás más de ochenta por ciento seguro de que su movimiento resultaría. El otro veinte por ciento, pues, estaba preparado para recibir un par de golpes, quizás si se los merecía un poco. El chillido le dio la razón, y Connor no pudo evitar una pequeña sonrisa de orgullo. «Ajá, seré idiota, pero no se me ha olvidado cómo ser tu hermano, enana.»

“Se podría decir que hasta soy el Rey de los idiotas.” Agregó con un tono serio y una sonrisa boba, asintiendo con la cabeza. Aflojó un poco su abrazo ahora que Lanie parecía no querer asesinarle. “Prometo no volver a hacer eso, de veras.” Murmuró contra el cabello de su hermana con un suspiro. “No sé qué me pasó, pero no me va a pasar dos veces.”

Dejó que la pequeña se girara, ahora sí abrazándola como era debido. Sí que la había extrañado, la agarró con fuerza y sacudió un poco. “Obvio que te traje algo, no te mentiría-” Iba a seguir explicando, pero Lanie le cortó en un tono serio. La dejó bajar y notó la expresión enojada y los brazos cruzados. «Uh-oh. ¿Ahora qué hice?»

Llevó una mano a su nuca y le sonrió de manera un poco incómoda, ladeando la cabeza. “No, no me golpees, te escucho.” ¿Sabía que le sucedía? Pues Connor había caído en cuenta también, por lo menos un poco, con ese par de horas que había tenido para recomponerse.

Sí, ahora lo tenía claro, Connor siempre había estado ahí para protegerla, como una hermana pequeña. Incluso esa noche, no le había importado su propia salud ni seguridad, solo que Anwen estuviese bien. Ahora que estaba con alguien más y él estaba lejos, claramente le preocupaba que el chico le rompiera el corazón.

«Es porque LA AMAS!!” Espera. ¿Qué?» El peliblanco parpadeó un par de veces, las palabras le cogieron completamente por sorpresa. ¿Celos? No, Connor no era celoso. Por lo menos eso creía, en realidad nunca había estado en una relación seria como para saberlo, pero no, no era celoso. «¿De qué estar celoso? No, no, no, está equivocada, yo no estoy celoso estoy preocupado.»

No estaba celoso, pero de sólo escuchar el nombre del bicho ese sintió que su mano se formaba en un puño. «¿Pero qué carajos?» Tenía que parar. Connor cerró los ojos, intentando calmarse, que ya sentía que se le arrancaban las emociones sin permiso. Suspiró, pero las palabras de Lanie le pegaron como una cachetada en toda la cara.

“Ella no lo quiere.” Necesitaba sentarse. Encontró la cama con sus ojos y se dejó caer en ella, la cabeza le daba vueltas. Lo más importante era que Anwen estaba con alguien que no quería. Eso era lo que le molestaba. ¿Por qué? ¿Por qué le molestaba algo en absoluto? ¿Por qué Lanie le estaba diciendo todo eso?

Connor restregó su cara con sus manos, completamente frustrado con la confusión interna. «Que la amo, dice. ¿De qué habla? Pura mierda habla, seguro sólo quiere joderme de vuelta.» Volvió a sacudir su cabeza, pero un pequeño recuerdo le picó el cerebro. Luego dos. Luego tres. Anwen pidiéndole ayuda con una tarea. Anwen buscándole sólo para joderle en los recreos. Haberse encontrado extrañándola en un par de ocasiones en mitad de clases en su universidad.

“Yo...” Suspiró nuevamente, su expresión exasperada. No. No la amaba, eso era mucho, demasiado, Connor no se había enamorado de nadie, seguro, segurísimo que de haberlo hecho se hubiese enterado. “No son celos, Lanie, yo sólo estoy preocupado de que el Clive ese le haga daño. Seguro que si la amara, como dices, yo me hubiese enterado.” Explicó, lo más calmado posible. ¿Por qué mierda le tiritaba el ojo? Escupió el nombre como si estuviese maldiciendo, no lo había hecho a propósito.

“Ahora que me dices que no lo quiere, pues, me preocupo más. ¿Por qué está con él así si no lo quiere?” Preguntó, su tono era claramente uno de celos, de asco al pensar en que estaba con él, pero Connor ni siquiera lo notó. Tan sólo estaba preocupado por Anwen. Eso era todo.

Recordó la sonrisa que la chica le había dedicado al bulto de carne ese, y volvió a sacudir su cabeza. “Anwen no sonría demasiado, y le estaba sonriendo a él, seguro que sí lo quiere, Lanie.” ¿Por qué sonaba triste? Porque no le gustaba que alguien más la hiciera sonreír así, porque estaba celoso y quería poder decirlo y ni siquiera se había dado por enterado. Porque quería que la respuesta fuera algo como “No lo quiere y sólo sonríe así contigo.” «PRE-O-CU-PA-DO.» Repitió en su mente, restregando su cara con sus manos una vez más.  

Ahora ya tenía demasiado en la cabeza, Lanie había plantado una semilla de duda en él y no sabía bien cómo lidiar con eso. «PRE-O-CU-PA-DO.» Mentira, sí que sabía, Lanie era la que no sabía nada de nada, ya, punto final del asunto. Anwen no era tonta, de hecho, había sido completamente directa la tarde en que le había dicho a Connor que le gustaba. No le parecía una chica que se confundiera fácil, así que si estaba con el tipo ese era porque ella quería.

Lanie se sentó a su lado y Connor se incorporó, apoyándose contra ella instintivamente mientras pasaba sus dedos por su cabello intentando ordenar ideas. Su hermana no le daba tregua. ¿No sonreía de verdad? No estaba seguro de eso, creía conocer la diferencia entre una sonrisa falsa y una verdadera. Repasó en su cabeza ese momento y le dolió bastante más de lo que debería. ¿Qué le pasaba?

Las próximas palabras sí le pegaron en la boca del estómago como un puñetazo. “To-davía…” Murmuró, dejando caer su cabeza entre sus manos, apoyando sus codos en sus piernas. Su corazón latía con fuerza, muchísima, como si quisiera arrancar de su pecho. Restregó más su cara, pero no ayudaba. “No lo hago complicado, yo-” Discutió, suspirando pesadamente ante las palabras.

¿No la quería como una hermana menor? Pues… Siempre lo había hecho, por lo menos eso creía. Repasó recuerdos, la había querido como una hermana por muchísimo tiempo, cuando la había rescatado de esa casa, cuando había peleado con sus padres… ¿Eso había cambiado? No estaba seguro, no tenía idea de cómo saber, tampoco.

La había extrañado el último año, eso era cierto… Pero también había extrañado a Lanie, y a sus padres, y a sus amigos… ¿Cómo entender la diferencia? Ni idea. Dejó que Lanie siguiera hablando mientras su cabeza y corazón iban a mil por hora.

“Yo… No quiero hacerle daño, Lanie.” Murmuró pesadamente, demasiado confundido como para decir algo más, en realidad estaba bastante petrificado. Sonrió ligeramente ante lo último y abrazó a su hermana con fuerza, besando su cabeza. “Soy idiota, si me estoy comportando como imbécil promete patearme por debajo de la mesa ¿Si?” Hablaba completamente en serio, ahora que Lanie le había revuelto la cabeza no tenía idea qué hacer, y claramente se había estado portando extraño. Lo último que quería en toda su vida entera era hacerle daño sin querer sólo porque estaba confundido.

La abrazó por un par de minutos en silencio mientras todo corría de un lado para otro en su cabeza, y luego escuchó el timbre. Se incorporó de un brinco y sintió pánico, completo y profundo. “¡AYVERGA!” Exclamó, de otro salto estaba en el umbral de la puerta del cuarto de Lanie. “AYVERGALANIEQUEHAGO.” Connor se agarró de la manilla de la puerta y consideró seriamente encerrarse ahí dentro antes de pensarlo mejor. El pánico se notaba en su cara, como si en cualquier momento fuera a saltar por la ventana sólo para arrancarse.

“DUCHA. ME VOY A DUCHAR. ESO. VOY.” Cualquier excusa para no tener que ver a Anwen todavía, no mientras no hubiese ordenado todo lo que se había revuelto en su cabeza. Se le hacía cada segundo más difícil decirse a sí mismo que solamente estaba preocupado y nada más. Algo tenía que hacer, cualquier cosa, para no comportarse como un idiota y terminar por herir a la chica. Antes de que Lanie dijera nada había escapado, se encerró en el baño y puso algo de música para poder pensar tranquilo.

La música ayudaba bastante. Se podía concentrar en eso en vez de perderse en un espiral de confusión que de verdad era eterno. ¿Cómo podía haberse complicado todo tan rápido? No tenía ni la más putísima idea. No era culpa de Lanie, ella sólo quería ayudar a su manera. «Pero quién tiene que mandarla a ser tan bruta, joder.» Le había dado a su cabeza con sus palabras como si estuvieran en un ring de boxeo. Claramente los hermanos Buckley se entendían de bruto a bruta perfectamente bien.

Dejó que la ducha corriera hasta que el agua se hubiese calentado, desvistiéndose de a poco. Se encontró a sí mismo en el espejo mientras se empañaba, fijándose detenidamente en cada una de las cicatrices que recorrían sus extremidades desde esa noche. No había pensado en eso en tanto tiempo… ¿Por qué justo ahora? De a poco recordaba, desde el final, desde que había quedado rendido en el sillón en la mañana, hacia atrás, como si estuviera rebobinando una película.

Entró a la ducha cuando en su cabeza recorría el camino entre su casa y la de Anwen en reversa, cantando aquella canción que para siempre le había recordado a la chica. «Me están penando.» Fue lo único que pudo pensar cuando, un par de minutos después, mientras todavía recorría ese recuerdo, ese camino que se le había hecho eterno, la canción empezó a sonar en su celular. Tuvo que asomarse por la ducha para verificar que no era Lanie echándole leña al fuego. “No, no es la mocosa, sólo el universo conspirando en mi contra. La puta madre.” Refunfuñó, dándole un golpecito a la pared.

Retrocedió hasta que estaba inclinado sobre el cuaderno de biología de Anwen, y luego el recuerdo avanzó hacia adelante. Los nervios que no entendía, que había tomado su mano, y luego las palabras que hicieron reventar alarmas en su cabeza. En ese entonces lo único que había podido hacer era rechazarla, porque era una niña, y él un adolescente imbécil. En ese entonces…

Pero ahora, todo era distinto… ¿No? “Sí, porque tiene novio, y tú… Tú…” No le gustaba decir eso en voz alta, ahora los sentía, eran unos celos horrendos. No ayudaba que su celular gritaba AAAAAAAAAAFRICAAAAAAAAAAAAA mientras él intentaba llegar a alguna conclusión útil. Una parte, la más idiota y machota de él decía que todavía tenía derecho a quererla, porque al fin y al cabo él era quien no había dudado en tirarse de cabeza a rescatarla, y sabía que lo haría de nuevo una y mil veces. ¿El pendejo ese haría algo parecido? «No, seguro que no, tiene cara de llorón.»

Aquel tren de pensamiento no le servía a absolutamente nadie. Mordió su labio inferior en frustración y restregó su cara bajo el chorro de agua. HURRY BOY, SHE’S WAITING THERE FOR YOU. “Cállate, mierda, ya se, no ayudas.” Le discutió a la canción, porque ese era el estado en que estaba. Connor cerró sus ojos con fuerza y sacudió la cabeza con la misma fuerza hasta que se sintió mareado.

¿Y qué si resultaba que sí la quería? La idea le traía un poco de tranquilidad. Eso no pintaba bien. Pero era una verdad que no había mirado hasta ese entonces, y ahora que la había encontrado -O más bien, ahora que su hermana le había dado en toda la cara con ella- sentía un poco de calma, como si algo se hubiese ordenado un poco dentro de su cabeza. Un poco menos confundido al pensar en que sí la quería.

“Pero no puedo, joder, es demasiado complejo, y tiene novio, y le sonríe, y está feliz.” IT’S GONNA TAKE A LOT TO DRAG ME AWAAAAAAAAAAAY FROM YOOOOOOOOOU. Connor suspiró pesadamente, considerando tomar el celular y aventarlo contra la pared más cercana. En vez de eso, no pudo evitar soltar una risita ante su situación ridícula. “Ya escuché, déjame en paz.” ¿Qué más le quedaba hacer? Estaba claro, en especial cuando Lanie parecía tan segura… No era tonta, sabía exactamente lo que estaba haciendo, y Connor confiaba en su hermana.

“THERE’S NOTHING THAT A HUNDRED MEN OR MORE COULD EVER DOOO” No quería hacerle daño. Era lo último que pretendía. Pero si no estaba feliz con su novio… Si de verdad todavía lo quería… Si eso era cierto… Yo puedo hacerla feliz. Era una certeza, no sabía de dónde venía, ni tenía ninguna razón para estar tan requetecontra seguro, pero lo sentía con una sonrisa, con calidez en su pecho.

“I BLESS THE RAAAINS DOWN IN AAAAAAAAAAAAFRICAAAAAAAAAAAAAAAAA” Cantaba a todo pulmón, ya rindiéndose a la emboscada que le había tendido Lanie y luego su celular, entre el ruido de la ducha y la puerta cerrada, desde fuera se escucharía poco, aunque la canción se podía reconocer sin problema. No le importaba demasiado, creía que las chicas estaban en el primer piso, donde no se escucharía nada.