¿Juegos? ¡Fuck yeah! Quizá Joseph ya era un adulto, pero le gustaba utilizar los toboganes y columpios cómo si fuera un niño pequeño, provocando que se ganase la mirada juzgadora de algunos infantes. Sin embargo, a Joseph le importaba poco, nada en el mundo lo iba detener de bajar por un tobogán mientras tarareaba el tema principal de los Piratas del Caribe. —¡Hmph, admiren al capitán Davy Jones, que su valentía y determinación quede grabada en sus corazones!— Palabras que exclamó antes de tirarse por el tobogán, utilizando un tono de voz soberbio. Luego, trató de tirarse por el juego, pero el idiota se resbaló y terminó cayendo al suelo de cabeza; dándose un golpe fuerte que lo dejó completamente inconsciente.

Al abrir los ojos, la noche ya había caído y su rostro estaba lleno de dibujos... aunque claro, esto no lo había notado. Se puso de pie y se sacudió las prendas, preguntándose qué demonios había estado haciendo. —¿Realmente me dormí aquí? Vaya, pero al menos tengo mis cigarri-— Se detuvo abruptamente en el momento que metió su diestra en el bolso de su chaqueta, causando que abriese los ojos como platos al notar que no estaban sus cajetillas de cigarros de caramelo. —Oh no.— Desesperado, empezó a buscar entre todas sus prendas, pero no había rastro alguno de sus cigarros. —Me lleva la que me trajo, esos mocosos me robaron.— Soltó un suspiro de exasperación y miró a su alrededor, notando que no había rastro de vida alguna.

Derrotado, Joseph fue a uno de los columpios, pero notó que una de sus cajetillas de cigarros estaba en el columpio de al lado, así que lo tomó y lo guardó muy bien en su chaqueta. —Uno menos, falta otro.— Murmuró algo aliviado, ahora sólo debía cazar esa maldita cajetilla restante, ¿Pero quién pudo haberlo tomado? ¿Quizá se le cayó en algún lado? Tantas preguntas sin respuestas y el primero que encontrase la cajetilla  sería el nuevo dueño de sus dulces. Tenía que recuperar estos y tenía que hacerlo rápido.

Noche, fria, bella y solitaria noche; tiempo ideal para nostalgia. Se acercó a los juegos en silencio, posando sus manos levemente en la madera y el metal. Años atras habia jugado tambien ahi, y le tentaba meterse de nuevo en su papel de niña y sentarse en los columpios por un rato, en lo que el sol se asomaba desde el horizonte.

Anduvo hasta tropezarse con... ¿Algo? Su rostro cayó tan fuerte en la gravilla que su expresion casi habia dejado un molde claro en el piso. Al rodar para incorporarse, palpo con sus manos algo que parecia un cara y se levantó de golpe al ver que se habia tropezado con el cadaver de alguien.

—Ah, no, tiene pulso. —En cuclillas pudo acercarse y verlo mejor. Sus pupilas doradas se resbalaron, brillantes, por todo el cuerpo buscando señales de una pelea, pero ademas de un golpe medio inflamado en su cabeza, no encontro nada concluyente. El hombre evidentemente habia sido atacado por alguna entidad con habilidades superiores de sigilo, pensó.

Se rió un poco, mientras alcanzaba un marcador permanente que tenia guardado en su bolsillo. Su rostro, progresivamente maquiavelico, expresaba las mas traviesas intenciones. ¿Que ayudarlo? Obvio, pero no sin antes pintarle un poco la cara y hacerlo parecer un Picasso. —Ya me acordé porque entre a literatura y no a pintura. —Farfulló con una maltrecha sonrisa, admirando la abominacion que habia creado en solo unos segundos. Luego vió que en el bolsillo del muchacho habia algo asomandose, lo cual tomo con algo de curiosidad.

—Ay no, esto es malo para tus pulmones... no, espera. —Al principio pensó que eran cigarrillos; su olfato les pasó encima por curiosidad y encontro rapidamente que eran solo caramelos. —Y ahora es cuando pasa alguien y piensa que lo maté. Hmm, ¿Y si lo escondo dentro de la caja de arena? —El pensamiento le causo algo de risa que se cubrio con una mano, aunque jamas seria capaz de dejar a alguien inconsciente a su suerte. ¿Pero a donde podria arrastralo? No podia nada mas meterlo debajo de la alfombra. No alcanzaba. Estaba muy nalgon para eso.

Se asustó cuando notó que el muchacho empezaba a despertar. Rapidamente se subió encima del tobogan, y sentandose en la cima como si lo que tuviera en el trasero fuera un trono de emperatriz, cruzo sus piernas de forma arrogante, y dejo que la enorme luna se posicionara dentras suyo de forma simetrica, haciendo el fondo ideal a su radiante y siniestra silueta. Miro al hombre con una expresion de "desden," cual una reina demonio que observa un alma penante recien llegada a sus dominios, y con uno de los cigarrillos de caramelo en la boca, se dirigio al sujeto con una voz grave fingida, sosteniendo parte de su rostro con una mano cual si estuviera aburrida.

—¡Bienvenido al mas alla, mortal! Si quieres pasar, deberas soltar todos tus caramelos como tributo a la Reina. Puedes dejarlos aqui al pie del tobogan. Y eh, soy la Reina del Inframundo, Brunnhilde. ¿Que tal la cabeza? Te... ummm... ¿Te duele mucho? —La luna la hacia ver, en efecto, mistica y misteriosa. Su cambio de expresion subito de "reina demonio" a "chica preocupada," sin embargo, le quitaba este atributo.

Joseph arqueó una ceja cuando notó la presencia de la mujer en el tobogán, luego miró a su alrededor para asegurarse que le estaba hablando a él y, al comprobarlo, centró su mirada inquisitiva en la fémina. —¿Reina, dices? Vale, en ese caso yo soy el Emperador.— Al decir aquello, Joseph se tocó la cabeza para revisar que no estuviera saliendo sangre, por suerte parecía que había salido ileso. —No me duele, se necesita más que eso para lastimarme... y sí esto fuera el más allá, todo estaría hecho de pizza.— Entonces, Joseph se cruzó de brazos y se centró por completo en la mujer, la verdad es que no la recordaba; así que asumía que no era una profesora y tampoco una alumna.

—¿Y bien? Supongo que tu debes tener mi caja de cigarros, será mejor que me los regreses.— Al decir eso, Joseph esperó una respuesta por parte de la contraria. —No querrás verme enojado, cielo, así que te recomiendo cooperar antes de que-— De un momento a otro, Joseph escuchó algo, así que se dio la media vuelta y sacó su pistola, apuntándola con pericia. Era notable que era un tirador experto al ver la posición que tomó, pero la verdad es que no había nada a qué disparar. —Maldita sea.— Al notar que su mente le estaba jugando una mal pasada, Joe guardó su pistola y soltó un suspiro. No le gustaba estar tan expuesto en la noche.

—Bueno, Brunhi... Rosita, será mejor que nos pongamos andando sí quieres vivir.— Al decir eso, Joseph empezó a mirar a su alrededor, preguntándose sí podía encontrar algún lugar seguro en el que pudiera dormir. —¿Conoces algún lugar en el que podamos dormir? Y que sea un buen lugar, este cuerpecito necesita algo cómodo.— Asumiendo que la chica que apodó como Rosita cooperaría, Joseph se preguntó sí habría un escondite, por alguna razón no le daba buena espina el área de juegos cuando era de noche.

—¿R-Rosita? —Cuestionó con el rostro lleno de sorpresa. ¿Que habia fallado en su actuacion de reina demonio? Bueno, no importaba. Aquello le causó gracia y de inmediato le siguió la corriente, aun si su estado de alerta estaba siempre al maximo.

Ella tambien habia escuchado el ruido aquel.

—¿No llevamos muy poco tiempo de conocernos como para que me preguntes si dormimos juntos? Invita a una cena, o algo, vamos. —Llevandose una mano a la boca, emitio un sonido de risa, mientras bajaba de su trono en el tobogan. ¿Tan importante era la caja de cigarrillos de caramelo? Tal vez habia un sentimentalismo en ello; alguna especie de memoria o simbolismo en el consumo de esos confites que los hacia relevantes, pensó en lo que colocaba su dedo indice en una mejilla y ladeaba su cabeza hacia un lado con un modo ingenuo.

Pero el muchacho tenia razón. Encontrar refugio era una prioridad.

—Aye aye, lo que tu cuerpo necesita es relajarse, pero no te preocupes, tengo tus cigarrillos de bad boy light aqu... Huh... —Revisó en sus bolsillos. Volteó hacia el muchacho y se revisó de nuevo. Comenzó a sudar en frio. ¿D-Donde estaban los caramelos?

El mismo ruido de antes se escuchó entonces.

Esta vez hasta Brunnhilde se puso en guardia y en su mano erupcionó una llama magenta lista para incendiar a cualquiera que atacara... pero el autor del sonido habia sido nada mas un simple gato negro que miraba con sus ojos glaucos al par de parias

Brunnhilde corrio a agarrar al gato para acariciarlo, pues, como toda chica boba, ella amaba a los animalitos tambien, y fue entonces cuando vio que en la boca el felino llevaba ni mas ni menos la caja de cigarrillos perdidas. De inmediato se lanzó de clavado para atrapar al gato, pero no pudo superar su gracil agilidad y terminó abrazando solo tierra en el suelo.

—Hey, eso no es tuyo, ¡Hey! —Y enseguida salio corriendo detras del animal. ¡No iba a dejar que se escurriera de sus manos con algo que era de otra persona!

Aunque la forma de como ese gato la evadia era rara. Casi como si... lo hiciera a proposito.