Game in Life
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Ambientación
I. Jamás cooperarás con otras razas.
II. No intentarás comunicarte con el exterior.
III. Vivirás en este mundo y no en el exterior.
IV. Rompe una de las reglas, y un conocido de allá afuera muere.

En la oscuridad de tu inconsciencia, después de la explosión de una bomba en el evento al que acudiste, susurros te trajeron de vuelta a la vida.

El extraño evento a puertas abiertas del colegio Fallgate debería haber sido la primera advertencia.

Era casi el final del año escolar y todos estaban invitados, alumnos, profesores, todos los habitantes de Grendelshire. La magnitud del evento hasta había llegado a oídos de Londres.

Todos podían entrar sin invitación ni pagar por boletos. Excepto los menores de ocho años, una estipulación que debería haber sido la segunda bandera roja.

Aunque todo estaba cubierto de nieve, el cálido sol invitaba a recorrer el decorado colegio. Tiendas de comida, competencias, juegos, eventos, música, foros de debate, tantas cosas sucediendo al unísono que fue imposible para cualquiera darse cuenta de la farsa.

Lo único que escuchaste fue la explosión proveniente del medio del terreno antes de que tus tímpanos retumbaran a tal frecuencia que los subsiguientes gritos de terror y agonía se convirtieran en silencio. El gas azul que lentamente nubló tu vista claramente tenía la misma procedencia. Sentiste como te ahorcaba, quemaba, ahogaba bajo el agua, como si tragaras arena o ácido; todo dependía de tus peores miedos mientras perdías el conocimiento.

Después de despertarte con las reglas del juego, aquella voz ronroneó tus opciones, tu nuevo futuro. Debías elegir una raza antes de poder despertar.

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It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz

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It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazIt Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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It Hurts Like Hell
Hace nueve meses

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How can I put it down into words
When it's almost too much for my soul alone?
Anise lanzó el despertador contra la pared un par de segundos antes de que comenzara a sonar con suficiente fuerza como para reventarlo en mil pedazos. No había dormido, ¿Cómo hacerlo si no podía ni respirar? Sus padres además no le dejarían ir directamente al hospital, le obligarían a ir a la escuela. Los odiaba, los odiaba como nunca había odiado a nada en el mundo.

Había llorado todo el resto de la noche. Definitivamente no le quedaba líquido en su cuerpo, sus ojos se sentían secos y tres o cuatro veces más grandes de lo normal. Su garganta estaba seca y al rojo vivo de tanto gritar, lo había hecho hasta que la voz no le volvió a salir. Anise se quedó en su cama hasta que su padre abrió la puerta de su pieza con suficiente fuerza como para que se azotara contra la pared. “¡Anise Marie Vögler!” Vociferó sin dirigirle la mirada. En vez, miró el desastre en que la chica había convertido su cuarto con desaprobación y disgusto.

Él también estaba agotado, sin lugar a dudas, nadie había podido dormir aquella noche. A Anise no le importaba, nunca lo entendería, pero sus padres realmente estaban haciendo lo mejor que podían, lo que creían que sería mejor para ella. Papá Vögler estaba harto de repetirselo. “O te levantas este instante o-

“¡¿O qué?!” Anise se incorporó en su cama lo suficiente para disparar ácido por sus ojos. Su voz salió en un susurro casi inaudible, pero la intención del grito no faltaba. Iba a comenzar a discutir de nuevo, como si las seis o siete horas de la tarde y noche anterior no hubieran sucedido, pero su madre apareció en el umbral. “Amor, por favor no empieces de nuevo, no puedo…” Murmuró en el numerito más manipulador que Anise había presenciado en su corta vida.

No valía la pena, no cambiaría nada y ni siquiera quería quedarse en su casa. Ir al colegio por lo menos le sacaría del infierno que viviría en su casa. Se levantó de golpe y pasó de sus padres con empujones bruscos en camino a su baño, pisando libros y lápices que había desparramado por su pieza la noche anterior. En la ducha volvieron las lágrimas y Anise se agachó, abrazando sus rodillas con fuerza mientras sollozaba.

Kaz. La imagen del chico pálido y flacucho que había perdido aún más peso desde que le habían diagnosticado apareció frente a sus ojos como un horroroso recordatorio. No podía imaginar su vida sin poder verle. No quería hacerlo. Se había dado cuenta que lo quería como más que un amigo, justo en el momento en que le habían sentenciado a no verle nunca más.

Anise se dejó caer hacia un lado y pataleó, golpeando la pared de la ducha hasta que sintió dolor. No podía hacer nada, sus padres estaban locos, harían lo que fuera por hacerle cumplir esa sentencia. Y Kaz probablemente no sobreviviría cuatro años hasta que Anise cumpliera la mayoría de edad y pudiera hacer lo que quería.

Ese pensamiento le sacó el aire de los pulmones como si de un golpe en el estómago se tratara. Kaz moriría solo en esa pieza de hospital, y ella no se enteraría hasta horas o días después, en vez de acompañarlo hasta el final. No era justo.

De alguna manera llegó a la escuela sin haber desayunado más que un vaso de agua. Sus labios se habían partido y su voz había desaparecido casi por completo, quizás porque no se había largado de su casa sin intentar gritar más palabras cubiertas de ácido. No se había arreglado ni molestado con el uniforme ese día, estaba hecha pedazos por adentro y muy claramente por afuera también.

Pasó el día escolar como si estuviera debajo del agua. Todo se escuchaba muy lejano y la gente se movía más lento de lo normal. No sabía cuando paraba o volvía a llorar, o si lo estaba haciendo, pero un par de personas parecieron preguntarle qué le pasaba. Anise no era capaz de responder, ni siquiera si hubiese querido hacerlo. ¿Cómo podría alguien entender? Tenía que despedirse, para siempre, del chico que amaba. No podía ni siquiera confesarle lo que sentía, tenía demasiado miedo de que el dolor lo matara ahí mismo.

¿Y si esto hacía que Kaz muriese de pena? Aunque su amigo había sufrido un montón, sabía que esto sería igual de doloroso para él, aún sin saber lo que significaba completamente. Anise no pudo seguir ese razonamiento, era demasiado. Saltó con cada timbre como si la estuvieran electrocutando con un taser. Se movió de sala a otra siguiendo al ganado y flotando, completamente disociada de lo que sucedía a su alrededor.

En un punto dejó de sentir todo el dolor, ansiedad y rabia que le habían estado ahogando la mañana completa. No sentía nada. Quizás eso debería haberle preocupado, pero estaba demasiado aliviada de poder respirar tranquila por un par de horas. En un momento se encontró en la enfermería tomando una taza de té, y aparentemente ahí se quedó hasta que la jornada escolar se había acabado. Creyó escuchar a las enfermeras llamar a sus padres y responder con completa confusión cuando, de seguro, les habían respondido que Anise estaba bien y que se quedaría en la escuela a pesar de verse, sentirse y comportarse como un estropajo humano.

El último timbre le despertó del trance. La espera se había acabado, y ahora tenía que ir a Londres a, de alguna manera, explicarle a Kaz que sus padres no querían que lo viera más. El sólo pensarlo devolvió lágrimas a sus ojos, y pasó todo el camino a la estación de trenes y luego a Londres entre lágrimas y sollozos. Un par de adultos se acercaron a ella en el tren, preocupados, pero Anise había comenzado a gritar y empujar como un gato furioso antes de que se acercaran demasiado. No quería que nadie le hablara, ni que le tocaran, ni que intentaran hacerle sentir mejor. No era posible.

Había ido sola a Londres. Probablemente no era lo que sus padres querían, nunca le habían dejado hacerlo, pero al parecer Anise se había escabullido de ellos en la salida del colegio sin darse cuenta. Quizás no habían tenido la decencia de presentarse al hospital a explicarle a Kaz ellos mismos y le habían dejado el trabajo sucio a ella. Eso sonaba más posible.

El camino se le hizo eterno y demasiado corto al mismo tiempo. Su cabeza pasaba de pánico a luto a una furia que consumía su alma sin orden ni descanso. Se perdió un par de veces aunque había hecho el camino diariamente por años, pero entre las lágrimas, el cansancio y su estado emocional en realidad era un milagro que hubiera encontrado el hospital en primer caso.

El cuerpo de Anise dejó de responderle al cruzar las puertas del enorme hospital. ¿Qué iba a hacer? ¿Qué podía decir? Sus piernecitas temblaron de miedo y cansancio, incapaces de responder sus preguntas. “Qué voy a hacer…” Susurró, horrorizada. Nada. No podía hacer absolutamente nada más que romper el corazón de Kaz y luego no verlo nunca más. Sus padres no dejarían que fuera de ninguna otra manera.


“Pe- Pero es que no entienden.” Había murmurado, todavía demasiado sorprendida como para enojarse. “No entienden.” Repitió a su madre, tomando su brazo en un gesto un tanto desesperado. “Yo…”


Sus piernas respondieron ante el recuerdo, doblándose de modo que Anise tuvo que dar un paso apresurado para no irse de cabeza contra el piso. La pequeña se tambaleó como pudo hasta una pared y se apoyó en ella. Había visto a gente en un estado parecido en aquel hospital, siempre había supuesto que era porque se acababan de enterar de que la persona a la que estaban esperando había muerto.


“Yo lo quiero mamá. Lo quiero mucho.” Hizo énfasis en la palabra, como si la estuviera pronunciando por primera vez y no estaba muy segura de cómo decirla. “Yo también lo quiero preciosa, pero no te hace bien-” Anise se paró de la mesa tan abrupta y violentamente que tiró la silla detrás de ella. “¡No entiendes!” Había sido el primer grito de la noche, pero definitivamente no el último. “Lo quiero, mamá, lo quiero. No me pueden hacer esto.” Pero sí podían, porque eran sus padres y sabían lo que era mejor para ella. O por lo menos eso le habían respondido. “¡Pero estoy enamorada!” Había reprochado, incrédula, iracunda, completamente confundida de que ese hecho no cambiase nada. Ya se le quitaría el enamoramiento adolescente, pero no dejarían que arruinase su futuro por ello, eso le habían dicho. ¿De qué estaban hechos? ¿De piedra? Ya lo probaría.

Anise se abalanzó contra su padre, que no se había dignado a mirarle a la cara mientras había dictado su sentencia. Golpeó su pecho y alcanzó a arañar su cuello antes de que su madre la tomara de la cintura. La pequeña se había girado para desatar su furia contra ella, pero entre ambos le habían retenido y arrastrado a su ducha, donde le habían metido con ropa y todo bajo el chorro frío.

No era la primera vez que lo hacían, pero definitivamente era la primera vez que Anise no se calmaba instantáneamente con el shock del frío y lo violento de la situación. Nunca había sido una niña fácil y sus padres nunca le habían enseñado ni ayudado a domar sus emociones. Simplemente empeoraban la situación con acciones como aquella. Anise se había zafado de la ducha, empleando el brazo por donde salía el agua como un arma contra el par de adultos.

La pelea había seguido, aunque en algún momento habían logrado encerrarle en su pieza para que se calmara. Anise había destruido todo lo que encontró, dejando salir su ira contra cualquier cosa que se le cruzara. Rompió cuadernos y libros, un estante, sacó todas las cosas de su closet e intentó romperlo sin buenos resultados. Todo esto mientras gritaba, tanto como para perder su voz. Cuando lo hizo, sus padres cometieron el error de abrir la puerta, creyendo que se había quedado dormida, pero Anise volvió a saltar, escupiendo palabras que ninguno de los tres nunca olvidaría.

Algo se había roto esa noche en la familia Vöguel, cada uno había gritado cosas que nunca deberían haber sido enunciadas en voz alta. Anise había hecho daño y sentía dolor de vuelta, físico y emocional, tanto que no creía ser capaz de recuperarse. En especial sin Kaz en su vida.


La pequeña niña se hizo camino hasta la pieza del chico que amaba y del que se tenía que despedir a paso muy, muy lento. Quería verle, desahogarse, llorar en sus brazos y dejarse contener por la única persona que podía hacerlo. Pero no quería decirle, explicarle por qué estaba así. No quería poner ese peso en él, ni hacerle daño.

La gente no le tomó demasiada importancia, la mayoría de las enfermeras ya le conocían y conocían la situación de Kaz. No era tan descabellado que Anise estuviera así, aún sin contar lo que había sucedido la noche anterior.


“¡Los desheredo a ambos como padres! ¡Son monstruos! ¡No son capaces de querer a nadie, ni siquiera se aman entre ustedes!” Anise había escupido el ácido directo a donde sabía que dolería. Su padre no había respondido, pero a su madre definitivamente le había dolido la acusación. “Si hubiese sabido que eras tú lo que iba a salir de mi, jamás te hubiera parido.” Su madre lo había mascullado entre dientes. Definitivamente Anise había sacado la capacidad de escupir palabras venenosas de alguna parte, de tal palo tal pequeña y dolorosa astilla. Anise había recibido el comentario con una fachada de acero, pero las palabras definitivamente habían corroído algo en su interior. “¡Basta! ¡No lo soporto ya! ¡No puedo seguir peleando con un par de histéricas!” Su padre, aunque aparentemente estoico, también había sentido el ácido y respondió con un propio del suyo. Por lo menos ella no había sido la única que había sufrido en la noche. Sus padres también se la habían pasado en vela gritando.


Anise sentía como si tuviese una bomba de tiempo en su interior, y no sabía lo que sucedería con ella al detonar. Cada paso hacia Kaz hacía que el segundero sonara con más fuerza, resonando en su cabeza hasta que las palabras de la noche anterior dejaron de hacer eco. Se le hizo un poco más fácil caminar, aunque sentía que sus piernas no daban para mucho más.

Levantó una mano para tocar a la puerta como lo hacía todos los días. Tuvo que esforzarse para hacer que sus nudillos, rojos y moreteados, sonaran en contra de la puerta. La abrió después de escuchar las palabras que la invitaban a entrar y dio un par de pasos hacia la pieza.

Claramente no se veía nada ni cerca de bien. No estaba usando su uniforme si no que una mezcla de pijamas, buzo y el primer polerón que encontró. Su pelo se había secado en nudos después de la ducha de la mañana y se encontraba hecho una maraña que Anise no se había molestado en atar de ninguna manera. Lo peor de todo era su cara. Sus ojos estaban completamente rojos y visiblemente hinchados, sus pestañas pegoteadas con lágrimas. Debajo de ellos las ojeras más grandes que Anise había tenido en toda su vida, oscuras aún sobre las manchas rojas que tenía de tanto llorar. Su nariz había pasado el umbral de rojo a una tonalidad fucsia, y sus labios se habían tornado pálidos y rojos en los lugares donde se habían partido. Tenía también un par de moretones en sus brazos y muñecas, debajo del polerón, donde sus padres habían tenido que reducir y retenerla para evitar que siguiera arremetiendo contra ellos.

Anise se acercó a la cama de su único y mejor amigo cabizbaja, sintiendo que le temblaban los labios y las manos mientras lo hacía. Su mochila cayó del hombro que la llevaba, demasiado pesada para seguir arrastrándola consigo, y la pequeña chica llegó al lado de Kaz para tomar su mano con más suavidad de lo que nunca había hecho. “K-Kaz…” Tartamudeó en el susurro de una voz ronca y sobre exigida. “Kazi…” Volvió a murmurar, dejando que su voz se rompiera en la última sílaba.

Sus piernas ya no pudieron más y se doblaron bajo su propio peso, dejando a Anise de rodillas. La chica se incorporó lo suficiente como para apoyar su torso sobre el regazo de Kaz, cuidando de no tironear sin querer las vías intravenosas y demás aparatos. Dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas mientras sollozaba, abrazada a su mejor amigo como si en ello se le fuera la vida.
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Última edición por Anise Vöguel el Vie Oct 04, 2019 3:34 am, editado 1 vez
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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Dolía, siempre dolía.

A pesar de sentirse mejor y con energías un día, al siguiente ya estaba agotado, muchas veces se preguntó por qué su cuerpo era tan inútil, por qué no podía ser como los niños normales, ir a la escuela, jugar fuera, tener amigos.. Sus amigos mas cercanos eran las agujas que eran inyectadas en sus brazos todos los días, las vías respiratorias artificiales con oxígeno que le ponían en la nariz, los antibióticos, las máquinas, los doctores y las enfermeras quienes lo conocían de sobra, sus padres...

Muchas veces se preguntaba si realmente lograría recuperarse, si realmente pdoría salir y ver el mundo, sentir el aroma de las flores y correr por el prado, Correr y correr hasta que sus piernas no aguantaran y el aire de sus pulmones se viera escaso, quería ver el mar, quería ver las estrellas desde fuera y no a través de una ventana, ir a la playa, ir a un parque, ¿Cómo sería la escuela? ¿Sería igual de horrible como la planteaban en la televisión?, ese era su portal a otros mundos, a otros sitios, que le permitían conocer que había mas allá del hospital, los desiertos, las selvas y sabanas, el animal que había tenido mas cerca eran las aves que se plantaban en la ventana de manera fugaz, luego alzaban vuelo, libres por el aire, Libres de todo mal.

Se preguntaba cuando iba a dejar de sentir dolor.
Cuando los vomitos iban a parar, cuando la fiebre iba a desaparecer.
Cuando iba a dejar de llorar en silencio por las noches para no alertar a su madre.
Cuando iba a morir de una vez por todas para acabar con el sufrimiento.

Sin embargo, un día algo cambió, y dio a su vida un giro de... al menos 90 grados, pues nada le iba a quitar la enfermedad. Pero su corazón se disparó como un cohete al cielo al conocer a la hija de los amigos de sus padres, la pequeña Anise, que era un año menor que él. Quería causarle una buena impresión, y acabó sonriendo con tremenda amplitud, a pesar de su condición, su sonrisa era radiante como un sol, sobretodo porque estaba feliz, feliz de conocer al fin a una niña de su edad sin que se asustara por sus enfermedades. Desde ese día ambos quedaron encantados uno del otro, para Kaz, era un sueño hecho realidad ¡Su primera amiga! Se esforzaba al máximo por gustarle a la chica, porque no se aburriera de él, al instante ellos congeniaron y se volvieron inseparables, veía a verle casi todos los días, su visita nunca fallaba, y pasaron los años haciendo que era relación se fortaleciera como el metal mas duro e indestructible, hasta Kaz le hacía hueco en su cama de hospital para que ella se subiera y pudieran jugar o ver televisión, hablar y hacerse cosquillas, aunque con moderación. De una forma u otra, ella se volvió parte de su ser, y parte de su cura, pues ahora tenía otro motivo para seguir adelante, para despertar todas las mañanas con entusiasmo, contaba las horas ansioso para que se cumpliera el horario y Anise volviera un día, tras otro, tras otro, aunque se sintiera mal, aunque solo quisiera dormir por horas, nunca faltaría la sonrisa que le sacaba la chica.

El día de hoy era una de sus típicas visitas, Kaz no estaba en las mejores condiciones pues una nueva enfermedad había atacado su sistema, esta vez fue mas fuerte que las anteriores, dejándolo al borde, era difícil andar por si solo, comer por su propia mano, hasta respirar dolía, las nauseas eran constantes y escuchaba todo tan lejano... Pero su decisión era clara y precisa, el luchaba, luchaba todos los días por emprender vuelo nuevamente y no rendirse, no teniendo una familia a la que no podía dejar, no teniendo la sonrisa de Anise que proteger.
Se sentía mejor al pasar las horas, se encontró mirando la televisión tan solo esperando, esperando esos dulces toques a la puerta para revelar a tan preciosa chica que lo tenía cautivado desde el primer día de conocerse, tan solo el pensamiento de verla hacía que el vello de sus brazos se erizara, era feliz a su lado, todo cambió con ella, sus múltiples promesas de conocer el mundo juntos, los miles de planes con el cuaderno de la joven, cosas que harían juntos, cuando Kaz se recuperara y pudiera salir del hospital.

Se escucharon los toques, su madre había salido y su padre estaba en el trabajo, es decir que se encontraba solo. Alzó la cabeza como si un perro esperara a su dueño, y estaba listo para recibirla con tal ánimo que siempre le mostraba, pero la imagen que se mostró por el umbral de la puerta se le clavó como una estaca al corazón. Una Anise destrozada, con ojeras, su rostro lleno del rastro de las lágrimas y sus facciones rojas por el llanto. Kaz se asustó, no sabía que decirle o como reaccionar, sintió el miedo invadir su cuerpo, ¿Que le había sucedido?. Además la ropa no era la del instituto, su cabello parecía un nido de aves, los labios, rotos, la imagen le partía el corazón, sentía el nudo en la garganta y los ojos acuosos, mas no lloró, no podía en frente de ella, ¿Qué le habían echo a su princesa de cuento de hadas?.

No supo ni en que momento se acercó, fue como si el tiempo se hubiera detenido, a menos hasta que le tomó la mano y pudo volver a la realidad. - ¿A..nise?. - Tartamudeó, después de que ella dijera su nombre, con aquella voz rota, luego ella cayó de rodillas, Kaz casi se lanzaba de la camilla para estar con ella, en el suelo, pero el cuerpo no se movió lo suficiente, por suerte, ella tuvo la fuerza necesaria para ponerse de pie, e ir directamente al regazo del rubio, y él no la detuvo, se estuvo quieto, tranquilo, dejando a la joven desahogarse, mientras se encargaba de acariciar su espalda, con suavidad y cariño, bajó un poco el torso para poder cubrirla con su cuerpo en una especie de abrazo, transmitirle su calor. -Shh.. Tranquila, Anise. - Trató de calmara, acabó sonriendo con suavidad, una vez se enderezó, usó sus manos para acariciarle el cabello, aquel cabello que le encantaba, y como era de costumbre, empezó a desenredar con sumo cuidado para peinarla, intentando darle confort. -Eres un pequeño desastre... Pero tranquila, ya estoy aquí, cálmate.

Su voz en todo momento fue suave y amorosa, nunca se había dado cuenta el efecto tan brusco que causaba ella en su corazón, pero era primordial, su necesidad. -¿Por qué estas llorando? Sabes que eso te va a causar arrugas...
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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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It Hurts Like Hell
Hace nueve meses

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Caía y caía, se sentía con el estómago en la mano, cayendo más profundo en un hoyo que no tenía fondo ni salida, cada segundo retumbando en su mente, contando la bomba de tiempo. Por lo menos hasta que había llegado a la pieza donde había pasado los momentos más felices de su vida, ahí en un hospital, mientras su mejor amigo se jugaba la vida día a día.

Anise sintió que el tiempo se detuvo, y con él los segundos de la bomba que acarreaba en su interior, al escuchar la voz de Kaz. Estaba suspendida en el aire, en ese momento, en esa pieza, y no existía nada más en el mundo. Así se había sentido siempre con el dueño de aquella voz, como si nada más importase, porque no lo hacía.

Pero sus padres habían arruinado todo. Sollozos violentos sacudieron sus hombros y torso, soltando todo lo que había tenido que aguantar para poder llegar al hospital. No quería apretar mucho a Kaz, por lo que hundió sus uñas en sus propias manos mientras lo rodeaba con sus brazos. Las caricias y abrazo del rubio le mantuvieron anclada a la tierra, evitando que Anise se perdiera demasiado en la pena que amenazaba con tragársela para siempre.

Hubiera seguido llorando ahí abrazada al torso de Kaz para siempre si no fuese porque volvió a hablar después de un par de minutos. Ni siquiera se le había ocurrido mirarse al espejo y no recordaba haberse vestido esa mañana. Definitivamente debía verse completamente horrorosa. No era la mejor manera de presentarse frente al chico que le gustaba, pero la verdad era que Anise no había sido capaz de llegar a una conclusión parecida en su estado mental. Simplemente sollozó un poco más, balbuceando algo ininteligible entre el llanto y la falta de voz.

La chica logró subir sus piernas a la cama de Kaz, formando una pequeña bolita con sus piernas arrimadas contra su pecho, pero no se soltó en ningún momento de él. Sentía que si lo soltaba tan solo por un segundo, ese sería el fin. Sus padres entrarían por las ventanas y la acarrearían pataleando y gritando de vuelta a Grendelshire para siempre. No se arriesgaría a algo parecido.

Sintió que, a pesar de los sollozos, le faltaba el aire al escuchar la pregunta de Kaz. Aún con la pequeña broma que en otra instancia le hubiese sacado una risita, y la dulce voz que prometía que todo estaría bien, las palabras le recordaron lo que quería olvidar a toda costa. ¿Por qué lloraba? Anise creyó que iba a vomitar, pero simplemente gimoteó entre un sollozo y otro, evitando largarse llorar a grito limpio como lo había hecho durante toda la noche anterior.

¿Qué decir? ¿Cómo explicarlo? No podía ni pensar en las palabras, de seguro le sería imposible decirlas en voz alta sin tirarse por la ventana más cercana. Anise sentía que si no las decía todavía había tiempo, quizás sus padres se arrepentirían, quizás se acababa el mundo. Una vez dichas, sabía que todo cambiaría para siempre.

“N-No p-p-puedo…”
Logró murmurar entre sollozos, sintiéndose un poco mareada. Le habían dicho que sollozar de esa manera le haría hiperventilarse hace tiempo y se le pasó por la cabeza que si era su último día con Kaz no le convenía en absoluto desmayarse o algo por el estilo. Anise intentó calmar su respiración, concentrándose en las manos de Kaz que trabajaban laboriosamente en desenredar el nido de pájaros en que se había convertido su cabello.

“No todavía, por favor, no todavía…” Suplicó en susurros y un tono desesperado. Quería postergar la explicación, la despedida, lo más posible. No quería ni pensar en lo que sería para Kaz lo que tenía que decirle. No, por favor, por favor no. Cerró los ojos con fuerza, intentando calmarse. Quería estar bien, pasar un último día con Kaz, por lo menos un último día.

Anise se separó un poco de Kaz, soltándolo del abrazo desamparado, revelando pequeñas medialunas rojas en ambas manos donde había hundido sus uñas. No se había dado ni cuenta que se había abierto la piel con ellas, y ahora adornaban el dorso de sus manos junto con los moretones y raspaduras de sus nudillos. La pequeña se aferró a la polera de Kaz con una mano, haciéndola bolita con la misma fuerza mientras que limpiaba sus lágrimas con la manga de la otra.

Lo miró a la cara por primera vez en ese día. Por primera vez desde que había descubierto sus sentimientos por él, y no pudo mantener sus ojos en los azules. Kaz se veía cansado, flaco y paliducho debajo de la sonrisa cálida y la mirada preocupada. Anise sintió que le subía el rubor a la cara y desvió la mirada, frunciendo el ceño entre sollozos más calmados y un par de lágrimas nuevas.

“¿Cómo te sientes? Háblame de otra cosa.” Pidió en un hilillo de voz rasposa. Intentó aclarar su garganta, pero aquello sólo hizo que le doliera más todavía, haciendo que su expresión se contrajera de dolor por un segundo. Anise se incorporó un poco más, sentándose sobre sus piernas dobladas sin soltar a Kaz y miró a su alrededor, buscando la mesita con ruedas que ponían sobre la cama para que el chico pudiese comer. Estiró la mano desocupada hacia ella, tomando la infaltable botella de agua para parchar su garganta entre uno que otro hipo o sollozo que seguían escapándose de su alma.
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No sabía que hacer para que Anise se animara y dejara de llorar, tan destrozada, y eso lo destrozaba a él también, por ser un inútil y no poder ayudarla. Se limitó a tranquilizarla al menos, acariciando su cabello y espalda para darle confort, su mente no dejaba de pensar en quien podía haberla hecho llorar así.
Sus chillidos, los sollozos, empezó a soplar suavemente el rostro de la joven para darle aire e intentar refrescarla lo mejor que podía, pero estaba terriblemente preocupado, sumándole a sus males del cuerpo, y ahora del corazón.

-¿Que?.. ¿Que no puedes? Anise, por favor... - Suplicó entre susurros, todos los ánimos se habían esfumado, no pensaba que su nueva visita sería tan amarga, pero no por él, mas que todo por la chica a quien sostenía entre sus brazos. Hasta que ella misma empezó a incorporarse por su cuenta, ver sus ojos rojos por el llanto era horrible, sentía una punzada en su estómago . Bajó la mirada a la mano de Anise, que tomaba con fuerza su polera, y fue cuando vio aquellas marcas en tan delicadas manos, las marcas de las uñas y los raspones. Se quedó pensando fue en las marcas mas viejas, en como se las habría echo. Pero si Anise no quería hablar de eso, no iba a obligarla.

En cambio le regaló otra sonrisa a la joven, para intentar tranquilizarla y hacerle ver algo mas que un día gris y oscuro. -Hoy no ha dolido tanto, me siento bien, solo un poco cansado... Pero tomo rumbo, no te preocupes. - Llevó una de sus manos a que fuera a acariciar la de su amiga, con suavidad, mientras esta no lo soltaba, al menos quería hacer algo por ella. Miró a la joven con una mirada curiosa, como si estuviera igual de linda y cuidada como todos los días, aunque tuviera una apariencia fatal, a sus ojos, seguía siendo hermosa.
Se inclinó hacia adelante, curioso como un gato, para intentar animarla y que olvidara su mal rato. -Aaaaniiiiiiiisa, ¿Por que no sonríes para mi un poco? Eso me haría sentir mejor. - Chantajeó. Y usó ese apodo chistoso para su nombre- ¿Quieres jugar a algo? ¿Ver televisión? Podríamos dar una vuelta por el hospital, pero tendré que buscarte una bolsa para que nadie vea esa carita desastrosa.

Se atrevió a usar su mano libre y llevarla al rostro de la menor, donde con su dedo índice empezó a pinchar la mejilla de la contraria, repetidas veces, eran regordetas y le encantaba tocarlas, pero sabía que la otra gruñía cuando lo hacía, claro que, a el le importaba poco.
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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Hace nueve meses

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Anise bebió agua como si viniera directamente del desierto, posando la botella vacía de vuelta en la mesita antes de sacarse los anteojos manchados de lágrimas y sal. Restregó sus ojos con la mano libre, secando lágrimas con la manga de su polerón. Frunció el ceño al darse cuenta que le ardían muchísimo, probablemente por todo lo que había llorado, y largó un suspiro pesado y cargado de demasiadas emociones.

Fijó la mirada en sus anteojos, notando la diferencia entre las lágrimas que se habían secado la noche anterior y sólo dejaban detrás manchas de sal en comparación con las gotas nuevas. Los hubiese limpiado, pero realmente no quería soltar a Kaz aún si no lograba mirarle a la cara. Sintió el pequeño rubor dándole color a sus mejillas a pesar de todo, la revelación de la noche anterior no se había perdido entre todo el resto.

Tuvo que levantar la mirada al escuchar a Kaz accediendo a cambiar el tema. Ladeó la cabeza, relajando su expresión ante las noticias. “Que bueno…” Murmuró, su voz no más que un susurro afónico. No era excelente, pero en el estado en que estaba su amigo realmente no se podía pedir mucho más. La sonrisa generó una nueva ola de dolor que se mezcló con lo que normalmente sentía al verla, paz, tranquilidad, esperanza. Odió instantáneamente esa pequeña corrupción y sacudió su cabeza con muchísima fuerza, mandando a volar un par de lágrimas nuevas mientras soltaba sus anteojos y llevaba su mano libre a la de Kaz en un intento de deshacerse de ese dolor. No todavía. Guardó el resto de sus lágrimas, obligándose a encerrar toda su pena y rabia para más tarde, otra persona, cualquier cosa menos ahora mismo.

El estómago de Anise dió un pequeño vuelco al sentir la mano de Kaz y el acercamiento, como si hubiese caído un par de metros. No reaccionó, demasiado extrañada de aquel sentimiento nuevo como para saber qué era lo que le ocurría. Sí que reaccionó ante el sobrenombre que había usado Kaz, arrugando la nariz, mostrándole los dientes y bufando como un gato antes de lanzar una pequeña risita. Odiaba que le llamaran por cualquier cosa que no fuera su nombre, pero nunca había podido enojarse con Kaz. Menos ahora. Cerró la mano con más fuerza en la polera de su amigo, sintiendo que su otra mano comenzaba a transpirar.

Hizo un patético intento de sonrisa, algo que realmente no hubiese hecho con nadie más, y logró levantar las comisuras de su boca aunque el gesto no llegó a sus ojos. Casi inmediatamente la reemplazó por otra mueca más parecida a la de un gato enojado, mostrándole los dientes otra vez con un pequeño gruñido ante el comentario sobre su apariencia. Normalmente quizás respondería con alguna broma sobre la apariencia de Kaz o algo por el estilo, pero en ese estado su cerebro no estaba funcionando a la velocidad necesaria.

Iba a responder las preguntas, pero Kaz interrumpió sus pensamientos con un sólo dedo. Anise volvió a gruñir y luego hizo un amague de que le mordería el dedo, girando la cabeza y abriendo la boca mientras se inclinaba hacia su mano. La pequeña soltó otra risita un tanto ronca y aflojó un poco el agarre que tenía en la polera de Kaz, retirando su otra mano. No sabía bien qué hacer con ella, demasiado consciente de un momento a otro de todo su cuerpo y de lo cerca que estaba de su amigo.

Sintió el rubor y rápidamente volvió a desviar la mirada, dejando que su cabello cubriera lo que no podía esconder. Sus sentimientos estaban al rojo vivo y realmente los sentía con más intensidad que nunca, quizás por lo agotada que estaba. Tampoco podía olvidar con facilidad lo que había gritado la noche anterior a pleno pulmón. Pero estoy enamorada. Lágrimas pelearon por escapar de sus ojos otra vez, el remolino de emociones demasiado grande como para ignorarlo por mucho tiempo.

Anise mordió su labio inferior un par de veces antes de hablar, devolviendo la ola incontenible con toda la fuerza de voluntad que le quedaba. Sólo un par de lágrimas se colaron de sus ojos y la chica las escondió rápidamente. “Una película suena bien.” Dicho esto aprovechó de alejarse un poco de Kaz, soltando la polera después de vacilar por un momento y bajándose de la cama torpemente, dándole la espalda a la cama donde se encontraba su amigo.

“¿Quieres poner Hércules?” Su voz no se había recuperado en absoluto, había demasiado daño como para algo así, pero por lo menos era más fácil entenderle cuando no la interrumpían hipos y sollozos. “Voy a ver si puedo arreglarme un poco, así no te avergüenzo en público.” Bromeó sin demasiada energía, haciéndose camino hacia el baño a paso lento y arrastrando los pies.

No se había mirado al espejo en todo el día y pegó un pequeño gritito ahogado al ver el real, completo y total desastre frente a ella. “Qué bestia fea…” Murmuró suficientemente bajo como para que Kaz no le escuchara. Con razón tus padres no te quieren. Algo susurró en su cabeza ahora que no estaba bajo la protección de la sonrisa de Kaz. La chica hizo una mueca de dolor y trató de acallar la voz, concentrándose en arreglarse un poco.

Limpió sus anteojos con su polerón y los dejó sobre el lavabo, acercándose al espejo para observar sus ojos rojísimos, párpados hinchados y ojeras oscuras. Para qué hablar de su pelo. Intentó arreglarlo, pero al alzar las manos notó las heridas antiguas y nuevas y tuvo que girar la cabeza, cerrando los ojos. Nunca se había visto a sí misma así y lo odiaba. Te lo mereces. “¡Ay!” Exclamó involuntariamente ante aquel susurro, pegando un saltito.

Rápidamente se dio cuenta de que había gritado en voz alta e intentó repararlo. “No hay remedio Kazi, vas a tener que aguantarme así. Creo que los rastas me quedan mejor de todos modos.” Bromeó, pero su tono decía otra cosa. ¿Qué voy a hacer sin él? Sacudió la cabeza, intentando aclarar sus pensamientos sin muchos resultados. Se ocupó de sonar su nariz y luego rápidamente salió del baño y de vuelta a la protección emocional que le daba el chico a quien no vería más después de ese día.
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It Hurts Like Hell

Se esperó al menos un pequeño manotazo cuando la llamó por ese sobrenombre y la molestó un poco, pero no ocurrió, y eso fue bueno para él, le causo una risa, le parecía realmente tierna Anise cuando le gruñía, era extraño, pero él se sentía bien con eso.
La sonrisa no fue lo que esperaba al principio tampoco, pero algo era algo, y no iba a quejarse, se sintió satisfecho por al menos lograr ese gesto.


Tan bonita como siempre, ¿No?. Solía elogiarla mucho, aunque también molestarla un poco, por ahora no le apetecía tomarle el pelo, a sus ojos, la joven lo menos que necesitaba era eso, sino mucho cariño, y él estaba dispuesto a darlo todo.

Estaba esperando impaciente por su reacción y mejoría cada vez que jugaba un poco con ella, al menos aceptó sus peticiones, sus pequeños juegos, ya el resto quedaba en tranquilziarla y hacerla sentir mejor, por ello se sintiño feliz cuando aceptó ver la película, y el chico le respondió con el típico entusiasmo, aunque se estuviera muriendo, no dejaba que lo viera mal, no dejaba que lo viera decaído, tenía que ser fuerte.


¡Claro! Me gusta esa.No se negó cuando dijo que se iba a arreglar, pero si dio una pequeña risa por lo otro, como si ella sola ya no se hubiera avergonzado con imagen tan caótica, pero a él le tenía sin cuidado, seguro se veía peor cuando le daban los bajones. —Cuidado y asustas a alguien..Le dijo en voz baja, claro que fue una broma.

Cuando ella se giró hacia el baño, el rubio no perdió el tiempo en buscar en su mesa de noche un pequeño regalito, nada extravagante solo era de sus provisiones de golosinas en la mesa de noche, justo al lado de los medicamentos que debía tomar diariamente, sacó una barrita de chocolate y la tuvo a su lado tan solo esperando a Anise para dársela, supuso que algo de azúcar le ayudaría con los ánimos, pues las opciones se quedaban cada vez mas cortas sin saber bien que hacer, en estos momentos las películas no le ayudaban demasiado. Escondió el chocolate cuando ella vino de vuelta, esperando solo el momento justo, la recibió con una sonrisita, era bueno ocultando sus pequeñas travesuras.


Te voy a regalar uno de esos gorros, ya sabes, los negros con amarillo, rojo, verde... Seguro te sientan bien. Lastimosamente no podía levantarse aún, hacía un rato le habían dado un relajante muscular por los dolores y estaba débil, no podría levantarse y caminar libremente hasta luego de un par de horas, al ser una dosis algo fuerte. Claro que, eso no significaba que no pudiera mantenerse lúcido y cuerdo.

Sabes donde está el reproductor.Se encogió de hombros, quisiera ponerlo el mismo, mas no podía, en cambio, se encargó de arrimarse a la orilla de la camilla, haciendo un hueco a su lado, no era la primera vez que compartían cama, hasta daban pequeñas siestas de la tarde, era sumamente agradable. ¡Date prisa! Vamos, vamos.Amaba ver películas, series, leer, jugar, hacer de todo con Anise, hacía sus días coloridos, le daba una razón más para luchar y respirar, la esperó impaciente en su rinconcito, una vez que todo estuvo listo, le mostró su pequeño regalo.¡Tará! Toma, necesitas azúcar ¿cierto? Es para ti.

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Aclaró su garganta mientras arrastraba los pies de vuelta a Kaz, sintiendo como si alguien le estuviese apretando del cuello. Algo negro que se alojaba en su pecho susurrándole cosas horrorosas, haciéndole sentir que aquella situación no tenía solución y sólo terminaría en algo que le rompería el corazón más allá de lo que era posible reparar. El suelo desapareció bajo sus pies y se sintió caer otra vez en aquel pozo profundo.

Pero le bastó con ver la cara sonriente para encontrar el piso nuevamente, sintiendo que los susurros se acallaban al llegar de vuelta bajo la cálida protección de Kaz. “De seguro puedo esconder esto bajo uno de esos.” Apuntó al nido de pájaros en que se había convertido su pelo, haciendo otro intento de sonrisa que no logró más que levantar un lado de sus labios hacia arriba menos de un centímetro.

Anise notó que Kaz no se levantaba y su estómago se giró en un nudo que le hubiera hecho sentir ganas de vomitar si hubiese comido algo. No se sentía mejor, le había mentido. Le había mentido para no preocuparle, y ella no había hecho más que llorar y comportarse como un bebé cuando el que necesitaba ayuda y apoyo era él. Eres tan egoísta.

Se giró rápidamente hacia el reproductor, hojeando la carpeta llena de discos con distintas películas mientras peleaba por mantener las lágrimas dentro de sus ojos, escondiéndolas de Kaz. Escuchó su voz, impaciente, y las palabras causaron que un par de lágrimas rebeldes cayeran sobre una de las hojas de plástico que alojaban todas la películas.

Anise sabía que Kaz la apuraba para molestarle y distraerle, no para hacerle sentir mal, pero el recordatorio de que cada segundo que gastaba se iba para siempre no le ayudó para nada. Intentó responderle con algo juguetón como siempre, pero sintió el ácido en su lengua y se atoró en palabras que sólo harían daño. No era culpa de él, no tenía cómo saber. Guardó las palabras que derritirían cualquier cosa que tocaran, no quería usarlas contra él nunca, ni siquiera sin querer.

Apúrate Anise, apúrate antes de que se acabe la tarde. Apúrate antes de que gastes todo el tiempo que te queda con Kaz llorando. Después de un par de minutos sacó el disco de Hércules con cuidado y lo introdujo en el reproductor. Limpió las lágrimas de sus ojos con la manga de su polerón y se dirigió hacia la cama de su mejor amigo.

Trepó la máquina con cuidado de no pasar a llevar nada importante y, antes de poder acomodarse, Kaz le mostró la barra de chocolate. Aún sentado ahí, sintiéndose pésimo, muriendo lentamente, el chico sólo pensaba en maneras de hacerle sonreír. “Kazi…” Murmuró, sintiendo un sollozo formarse en su garganta. Peleó por no dejarlo salir, forzándose a dejar la pena para más tarde, a responder con el mismo desinterés personal que Kaz tenía. “Gracias.” Murmuró después de un suspiro que se deshizo de los sollozos.

Anise se acomodó al lado del chico, acurrucándose contra él como de costumbre. Un ligero sonrojo tiñó sus mejillas mientras abría la barra de chocolate y la cortaba en varios pedazos, ofreciéndole uno a Kaz antes de llevar uno a su boca. “¿Vas a poner la peli o estás esperando una invitación?” Bromeó, seseando un poco debido al chocolate. Pinchó el estómago de Kaz levemente, acompañando la burla con un movimiento molestoso.
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Última edición por Anise Vöguel el Vie Oct 04, 2019 3:31 am, editado 3 veces
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It Hurts Like Hell

No supo decir con certeza si el gesto funcionó o fracaso, pero se atrevería a decir que si logró mejorar el humor de la chica con aquel chocolate, aunque los sollozos que ella daba no eran muy buena señal tampoco. Dejó que se acomodara a su lado como cuando estaban pequeños, las costumbres no se iban tan fácilmente, y siempre le había gustado estar así con ella.

Tomó el pedazo de chocolate que le fue ofrecido y luego soltó una risa por la chica, no dijo nada al respecto pero si acató la orden. Tomó el control de la mesa de noche y lo puso a reproducir, para luego llevarse el dulce a la boca y empezar a comerlo.

La película no tardó en empezar, la había visto muchas veces por lo cual se conocía las escenas y el desenlace de ella. Sus ojos estaban fijos en la pantalla pero su cabeza no lograba procesarla realmente, puesto que terminó recostando su cabeza en el hombro de la menor, buscando el cariño, el afecto y el calor que ella le ofrecía, Kaz también quería ofrecerle lo mismo, pues no estaba apto de ver la caricatura sabiendo que la menor estaba atravesando por una situación terrible de la cual él desconocía.


—Anise, ¿Te sientes mejor?.— Subió la mirada como si de un cachorro se tratase para ver a su dueña, la chica le preocupaba enormemente, y no poder hacer nada por ella lo destrozaba por dentro, ¿Que clase de amigo era? Siempre que se sentía mal, Anise estaba ahí para él, lo apoyaba, le daba fuerzas cada día, ahora quería devolverle el favor a como fuera lugar, cada día de su vida por ser aquella luz que iluminaba la oscuridad en la que se encontraba.

—Me preocupas, en serio, no se que hacer para que no estés triste...— Escondió un poco su rostro en el hombro de la chica, pudo aspirar su suave perfume, apenas predecible.—Puedes contar conmigo para lo que sea, ¿Bien?, Quizás no sea de mucha ayuda pero... Si puedo hacer algo, por favor, dime.

No estaba seguro de si sus palabras iban a surtir el efecto deseado, pero quería intentarlo, también con cuidado llevó su mano a tomar la de ANise y darle un pequeño apretón de confort para volver sus ojos a la pantalla, si ella no quería hablar al respecto no iba a obligarla, solo quería hacerla saber que estaba con ella, y siempre lo estaría, jamás podría dejarla cuando ella lo necesitara, y cuando no también, después de todo era la única chica a sus ojos.

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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Anise llevó otro pedazo de chocolate a su boca, su estómago recordando que no había comido nada en todo el día. El dulce definitivamente ayudó a su ánimo, y la película a distraerle un poco. Normalmente la chica se hubiese acurrucado contra su amigo, pero la vergüenza y el cansancio le impidieron moverse demasiado. Kaz no tardó en suplir su falta de cercanía, apoyando su cabeza en el hombro flacucho y huesudo de Anise.

“No puede ser cómodo eso, ven…” Murmuró, acomodándose y levantando su brazo para dejarle apoyarse contra su pecho, un reflejo inconsciente y completamente cómodo para ella. Fue un par de segundos después, cuando se encontró acariciando su cabello con cariño, que se dio cuenta de lo… Cerca… que estaba Kaz. No era raro en absoluto, habían prácticamente crecido juntos, y la cama era el lugar más cómodo de la pieza de hospital. Pero algo había cambiado para Anise.

La pequeña se encontraba desenrollando el nudo de emociones nuevas que había encontrado, un ligero rubor en sus mejillas, cuando Kaz alzó la mirada y la trajo de vuelta a la realidad que había logrado olvidar por un par de minutos. Sintió como si el suelo desapareciera de debajo suyo, como si sacaran todo de dentro de su pecho, dejando un vacío enorme. Quería congelar ese momento, quedarse ahí para siempre, pero eso claramente no sucedería.

Mientras más tiempo pase así, sin decir nada, más se va a preocupar por mí… No le servía a nadie que guardara silencio, a pesar de lo horripilante que sería. Asintió ante las palabras de su amigo, juntando fuerzas mientras se aferraba de la mano de Kaz, acariciando el cabello del chico con su otra mano. Pero una vez que lo haga… Tenía la imagen de un vitral hermoso y colorido siendo reventado por un sólo golpe de un martillo. Se estremeció levemente, apretando un poco la mano de su amigo.

Sintió lágrimas volver, pero las tragó con muchísimo esfuerzo. Una película. Un poco más de una hora. Eso era todo lo que pedía, y lo aprovecharía al máximo. Una última hora antes de tener que reventar todo con un martillo. “No te preocupes, Kazi…” Pidió en un murmullo bajito, quizás más fácil de escuchar para Kaz ahora que su oreja estaba apretada contra su pecho. “¿Sí? Hasta el final de la película, cuando Herc se quede en la tierra con Meg, prométeme que no te vas a preocupar por nada.” Su voz se rompió un poco al final de la frase, pero Anise logró suprimir todas sus lágrimas y sollozos, ya habría tiempo para eso después. “Sólo hasta el final de la peli…” Repitió, más para ella misma que para el chico, y se acurrucó un poco más en contra de él sin soltar su mano.
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Realmente no estaba incómodo allí, pero no se negó en absoluto cuando ella le ofreció su brazo. Con cuidado se acomodó sobre el pecho de la chica, era normal para ellos estar así, además de extremadamente cómodo, podía sentir su calor, las caricias eran maravillosas, y podía escuchar los latidos de su corazón haciendo presencia. Instintivamente cerró los ojos, como si quisiera dormir, pero no pretendía eso aún,

Habló con ella, y ella acató sus palabras luego de un largo silencio. Por un momento, solo por un instante, pensó que la razón por la cual Anise estaba tan afectada, era por recibir noticias. ¿Y que clase de noticias?, pues una de las únicas opciones que podría recibir en el hospital.

Su piel llegó a erizarse, pensando en que tal vez, solo tal vez, alguien pudo decirle a Anise lo que Kaz temió todo este tiempo, que su fin estaba cerca y contado. No se atrevió a preguntarle, principalmente porque la chica respondió a sus palabras, pero no fueron su calma.


''Prométeme que no te vas a preocupar por nada.''. ¿Cómo podría prometer algo así? Cada vez lo asustaba mas, pero decidió no preocuparla, ya tenía un mal rato encima, no era necesario seguir torturandola.

—Lo prometo. — Le sonrió con dulzura, y volvió a recostarse de su pecho para ver la pantalla con mas calma. Sinceramente casi no le prestó atención. Por pedazos, su mente divagaba, cuando se daba cuenta estaban en escenas totalmente distintas, pero solo fue pensando, pensando en que si su posible muerte sería la razón de que Anise estuviera tan mal, y se sentía tan inútil y patético por no poder hacer nada, tan inútil y patético con ese cuerpo que no servía para nada, muchas veces se llegó a preguntar, ¿por qué Dios le pondría esos obstáculos difíciles a la gente? Muchos se recuperaban de las enfermedades, muchos morían, el estaba con una pierna a cada lado de la línea, en medio de la balanza, solo era cuestión de tiempo para saber a que sitio se inclinaría mas.

Si a la vida, o a la muerte.

El resto de la película se mantuvo tranquila, entre pequeñas risas por la pantalla, con Anise haciendo caricias en su cabello y comiendo esa barra de chocolate provisional, hasta que finalmente acabó.
Alzó la mirada nuevamente hasta Anise y le sonrió, los efectos del medicamento ya se habían pasado, se sentía mejor y con mas energías.


—¿Quieres que vayamos a caminar? Podemos ir a la azotea o al jardín, no creo que me lo impidan.

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Anise intentó concentrarse en la película con todas sus fuerzas. Puso al final de su mente todo lo que había pasado, refugiándose en aquel acurruco, en el peso reconfortante de la cabeza de Kaz contra ella. Cuando recordaba lo cerca que estaba, su corazón latía más y más fuerte, sintiendo calor subir a sus mejillas. ¿Por qué todo tenía que ser tan injusto?

La pequeña acarició el cabello de Kaz con cuidado y de manera ausente mientras la película pasaba frente a sus ojos. Sintió su corazón encogerse un poco al darse cuenta de que no iba a tener la posibilidad de decirle lo que había descubierto, o siquiera considerar lo que significaba. Pero estoy enamorada. Aquellas palabras deberían haber sido gritadas a los cuatro vientos con felicidad, no como un reproche entre hipos de llanto.

Era un secreto que iba a pesar en su pecho para siempre, que iba a tener que guardar de la única persona a quien se lo quería contar. Pasó sus dedos por su cabello, su hombro débil y flacucho, como Hércules cuando pierde todos sus poderes. Frente a sus ojos, aquel hilo de vida que aparecía en la película parecía oscurecerse cuando miraba a Kaz. ¿Cuánto tiempo le quedaba?

Nuevas lágrimas amenazaron con quemar sus mejillas, pero Anise peleó contra ellas con fuerza. Estaba tratando por todos los medios de que ese momento fuera algo bueno, el último recuerdo feliz que iba a tener con Kaz antes de despedirse, pero se le hacía imposible dejar todo de lado. Estaba agotada, cansada del dolor que sentía, de escuchar cada segundo aquella bomba de tiempo que se acercaba cada vez más al final de aquella historia.

No quería rendirse. Quería saber que había otra posibilidad, que no era necesario decir adiós, pero era solo una idea fantástica. No, la esperanza no cabía en la cabeza de Anise, todo se había roto en las últimas doce horas.

Sintió nuevamente aquel vacío bajo ella, el que le tiraba más y más bajo la tierra, cuando los créditos comenzaron a pasar. Tick, tock, tick, tock. Kaz se levantó para mirarle con una sonrisa que le partió el corazón. Tick, tock, tick, tock. Anise cerró ambos puños con fuerza, volviendo a hundir sus uñas en las palmas de sus manos. Tick, tock, tick, tock. Mordió su labio inferior con fuerza, abriendo uno de los pequeños cortes, llenando su boca con un hilillo de sangre. “No, Kazi.” Respondió débilmente ante la pregunta, empujando sus puños contra sus muslos. ¿Qué palabras decía? ¿Cómo explicaba? Tick, tock, tick, tock.

“No puedo…” Murmuró, cerrando sus ojos con fuerza y girando su cabeza, dejando que nuevas lágrimas tiñeran sus mejillas nuevamente. Tick, tock, tick, tock. “No...” Tartamudeó, rebuscando en su cabeza, cerrando sus puños con más fuerza, hundiéndolos contra sus muslos. Tick, tock, tick- “No puedo volver a verte.” Tock. “Mis papás no me van a dar más permiso. No quieren que te vea.” Tick. “Nunca más.” Boom.

No fue capaz de mirarle a los ojos, sólo murmuró aquellas palabras que había estado guardando, las que no quería decir, las que nunca en su vida querría haber dicho. Su tono era como si de un muerto viviente se tratase. ¿Entiendes ahora? ¿Entiendes por qué estoy así? No, Kaz no podía entender, no sabía cuán importante era para ella. Anise no se lo había recordado lo suficiente, y ahora era demasiado tarde. Habían mil y un cosas que hubiese hecho distinto. Todo demasiado tarde.

Más lágrimas. Se hundía más y más profundo, perforando las palmas de sus manos con sus uñas, pequeñas gotitas de sangre formándose bajo ellas. Se arrepentiría de ese día y todos los anteriores por el resto de su vida.

Quería morir, ahí mismo con Kaz. Irse antes que él para no tener que sufrir más, para no tener que sentir ese horroroso peso en su pecho que le carcomía por dentro. Para no tener que vivir en un mundo sin él por el resto de su vida.

Se hundió en sollozos, dejando caer su cabeza y sus hombros. No quería mirarle, no era capaz de verle a los ojos mientras rompía su corazón como el suyo. Al mismo tiempo quería ser más fuerte, haber sido capaz de decirlo sin derrumbarse a pedazos, para poder estar ahí para consolar a Kaz. También era demasiado tarde para eso. Anise comenzó a tiritar bastante fuerte entre lágrimas y sollozos silenciosos.

¿Qué otras palabras? ¿Qué podía decir para hacer que ambos se sintieran mejor? No existía en la cabeza de Anise absolutamente nada. Estiró una mano hacia él, manchando las sábanas con sangre mientras tanteaba hasta que encontró la de Kaz, aferrándose con fuerza. La tomó de seguro más fuerte de lo que debería haber hecho, normalmente era extremadamente cuidadosa con su mejor amigo, pero necesitaba sentirle cerca si quería seguir respirando. Un pequeño gesto que pretendía buscar y dar apoyo, pero no era capaz de abrir sus ojos al mundo nuevo, aquel mundo en que le había hecho daño al chico del que estaba enamorada. Ese mundo donde estaba mirando a Kaz por última vez.

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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Sus esfuerzos por hacer sonreír a Anise, que aliviara ese dolor que tanto la atormentaba y del que Kaz no tenía ni idea se veían reducidos tan solo con sus expresiones corporales, cómo apretaba sus manos, sus ojos cerrados con fuerza, esa expresión que hacía cada vez  que algo la enojaba o la tenía triste, ese labio torturado del cual sintió la necesidad de acariciarlo al verlo tan maltrecho bajo esos dientes. La última vez que vio a su amiga era tan linda como siempre lo había sido, ahora estaba hecha un desastre, pero eso no impedía al rubio verla con los ojos del corazón, era seguía siendo Anise, su mejor amiga tal vez mucho más que eso, por ello sentía impotencia de no poder ayudarla, pero solo bastaron pocas palabras para comprender todo lo que sucedía, todo el dolor que estaba sintiendo.

Al principio estaba confundido,  procesando o que Anise acababa de soltar. No supo que fue peor, si el frío de la sala de terapia intensiva donde muchas veces había ido a parar o el frío que tuvo en ese instante por todo su cuerpo como si fuera muerto, como si le fueran arrancado el alma y destrozado en mil pedazos su corazón. Estaba sin habla, con los ojos bien abiertos. Eso lo explicaba todo. Eso explicaba por qué ella estaba tan triste y enojada y Kaz jamás saboreó tanto el amargo de una traición como ahora por los padres de Anise. Ellos lo conocían, habían compartido, reído juntos, comido juntos, y ahora... La ilusión de su vida se fracturó peor que un cristal.

Su madre se lo había advertido a solas, que esto podría suceder, que algún día ella simplemente no volviera y que debía estar listo para todo, pero ninguna advertencia podía curar lo que estaba sintiendo en este momento. Claro que sentía la necesidad de llorar y de gritar, pero Kaz se quedó igual de tranquilo que un alma atrapada dentro de una muñeca de porcelana que no mostraba emociones por más que quería, sobretodo porque lo más difícil en ese instante era ver así a Anise. Su expresión se quebró cuando ella vino con su mano temblorosa a buscarlo, si tan solo no hubiera nacido enfermo... Si tan solo se pudiera curar, llevar una vida diferente, poder salir y ver el mundo tanto como ellos habían dicho por horas y horas...

¿Por qué sentía que el mundo se le venía abajo? ¿Que ya no había necesidad de luchar?

Sus manos subieron al rostro de ella y barrió las lágrimas con sus dedos. — Hey. —Llamó suavemente, el trató de sonreír pero no pudo, por suerte ella no abría los ojos. — Todo va a estar bien. —Susurró, ¿Cómo estaba tan seguro? No lo estaba, Kaz sabía que tarde o temprano podía morir, que su cuerpo no resistiría. — Todo va a estar bien...

''Por favor, ya no llores''. Quiso decir, pero era imposible para el mediar palabra. Solo pudo moverse. Como pudo la atrajo con sus manos para abrazarla, hizo que recostara la cabeza en su pecho y ahí la contuvo, la arrulló contra él, pero poco a poco le restaban fuerzas, así que lentamente se fue tumbando de vuelta en la cama hasta quedar recostado, abrazando a Anise mientras ella lloraba en su pecho. El no pudo retener un par de lágrimas que se le escaparon, usaba la fuerza de mil dioses para no romperse ahí, no frente a ella a pesar de que ya lo había visto llorando en varias ocasiones. Esta vez le tocó ser su pilar. Cada lágrima que se le caía, la limpiaba con rapidez, mantuvo sus ojos cerrados con fuerza, pedía que todo esto fuera una pesadilla, solo una alucinación, pero todo era tan real y no había manera de retroceder el tiempo.

Ya Anise no lo iba a visitar.
Tampoco alguien más, porque no tenía a más nadie.
Ya no habrían horas de películas, investigar sobre el mundo.
No anotaría nada en su cuaderno del futuro.
Tampoco verían las estrellas.
No escucharía más ese ''Kazi'' o ya no reirían cuando sacaban a escondidas los dulces.
Iba a estar solo sin Anise.

Ellos creen que voy a morir, ¿cierto?. — Se atrevió a preguntar, contundente, sin vacilar, porque era cierto, Todo el mundo que pasaba por esta habitación solo se preguntaba una cosa, ''¿Cuánto tiempo le quedaría de vida?'', tal vez era inocente y casi no conocía lo que estaba fuera de este hospital, pero no era tan idiota, no era tan ingenuo como todos pensaban, siempre veía esa frase en todos quienes lo veían, nada de esto era casualidad, y cuando finalmente encontró estabilidad le fue cruelmente arrebatada.

Probaré que se equivocan. — Pero así como era de bueno el chico, también era fuerte. Sus palabras las dijo encontrando su boca con el cabello de Anise, la apretó con las fuerzas que tenía, necesitaba sentirla allí, necesitaba recordar el espacio que abarcaba en su cuerpo, recordar su olor, su voz, el color de su cabello y ojos, la suavidad de su piel... Porque si algo no podía garantizar es el tiempo que pasarían separados uno del otro, aún no quería creerlo, pero la realidad golpeaba muy fuerte muchas veces a lo largo de su vida.

Probaré que se equivocan, saldré de aquí Anise, lo juro, te lo prometo. — Besó entre sus hebras y ahí se mantuvo otro rato, derramando lágrimas duras que seguía limpiando constantemente. — Y podremos irnos juntos a donde sea, a donde quieras... Solo tu y yo...
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Hace nueve meses

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¿Por qué era tan egoísta? Estaba tan destrozada que Kaz había estado obligado a consolarle. Aquellas palabras sólo le hicieron sentir peor, él tenía más derecho que ella a llorar. Su amigo había limpiado sus lágrimas pero aquello sólo había creado más, infinitas, lo único que podía hacer en ese momento era llorar, ya no quedaba nada más.

Nada iba a estar bien. ¿Cómo podía estar bien en un mundo, una vida sin él? Nadie más conocía a Anise, ni siquiera sus propios padres. Odiaba a todos en el colegio, sólo vivía día a día para llegar a aquella pieza en el hospital. ¿Qué sacaba con discutir con Kaz en ese momento? Nada, por lo que le dejó decir esas cosas aunque sólo le hacían doler aún más.

“Kazi” Comenzó a sollozar cuando Kaz le trajo hacia él. Sabía que si se hundía en ese abrazo todo el resto del mundo desaparecería, no quería nada más que eso, pero sus padres se lo habían arrancado de sus manos. Se dejó traer, todavía sin abrir sus ojos. ¿Por qué no podía ser fuerte, ni siquiera por él?

“Kazi, perdóname.” Demoró en decir las palabras, hipos y sollozos le interrumpían aunque era lo último que quería. Su voz comenzaba a irse nuevamente, más ronca con cada palabra. “Quería ser fuerte para tí, no quería llorar…” ¿Qué había pretendido? Ella no había dejado de llorar desde la noche anterior. Eres débil, por culpa tuya Kaz tiene que trabajar por ambos. Anise no pudo evitar un gemido de dolor ante esas palabras de ácido que quemaban porque eran ciertas.

Ante la pregunta de su amigo, creyó que no iba a poder respirar nunca más. Se ahogó en un quejido que fue lo último que pudo decir. ¿Se podía morir de un corazón roto? Anise abrió sus ojos, desesperada, aferrándose a la polera de Kaz. ¿Iba a morir? Creía que sus padres habían tomado esa decisión por ella porque no quería ser ejecutiva de una empresa estúpida, que quería ser doctora. ¿Le estaban alejando de él justo cuando le necesitaba más?

“...” No podía, sus pulmones no estaban respondiendo. Anise posó sus ojos en Kaz por primera vez desde que aquella bomba había explotado y destruido toda su vida. Pudo respirar, un pequeño jadeo al ver que él también estaba llorando. Posó ambas manos en su cara, limpiando lágrimas con sus dedos maltratados. “Kaz, yo…” Te quiero. No puedo perderte ahora. “Kazi, yo…” Estoy enamorada de ti. No podía decirlo. Haberlo hecho sería solo más tortura para ambos. Besó su frente, temblando un poco. Su piel era tan fría, tan blanca, se veía tan enfermo. Aquel sentimiento era algo que tendría que acarrear con ella por el resto de su vida, pero no podía hacer que él lo hiciera por ella. “Yo no quiero que mueras.”

Anise rodeó el cuello del chico con sus manos, apoyando su cara en su hombro. Algo en ella sabía que no le volvería a ver. Quedaban cuatro largos años para que finalmente pudiese librarse de sus padres. ¿Podía aguantar cuatro años sin él? ¿Podrían ambos sobrevivir todo ese tiempo? No estaba segura quién moriría primero, pero una certeza pesada y densa como metal se hundió en su estómago. No vas a volver a verle nunca. ¿Qué será de tu vida?

Se dejó llorar nuevamente, ahogando gritos en el hombro de su amigo. “Solo tú y yo...” Anise no podía soportar escuchar a Kaz hablar así. La esperanza era lo único que les quedaba, pero no era capaz de permitirse soñar de esa manera. ¿De qué le serviría? No tenía autoridad para decidir. Sus padres bloquearían su celular, su computadora, no podría contactarse con él de ninguna manera, se lo habían dicho en aquellos gritos la noche anterior. ¿Por qué le odiaban tanto? Eres bruta, pesada como un saco de plomo. ¿Por qué no te odiarían?

Kaz necesitaba aquella esperanza, pero Anise no tenía el corazón para hacer promesas que sabía no sería capaz de cumplir. Quería decirle que moriría sin él, que saltaría por la ventana más cercana luego de salir de esa habitación por última vez. Quería gritar más, quemar el mundo, su casa, el hospital completo y morir ahí con Kaz. Nada importaba ya, era demasiado tarde para hacer las cosas distinto. Demasiado tarde para darse cuenta cuánto lo quería realmente. Demasiado tarde para Anise.

“T-Te voy a esperar, Kazi.” Aquello sí podía prometer, aunque su tono sonaba más como una despedida. No creía que se mejoraría, no había cabida para finales felices en su cabeza, pero no importaba. Anise le esperaría donde fuera necesario, en la tierra o en el cielo. Desconsolada, era fácil entender lo que estaba pasando por su cabeza. Las palabras de Kaz solo hacían más daño, mostrándole nuevamente un futuro que no sucedería nunca, un futuro que se caía a pedazos a su alrededor. Moriría sin él, de eso estaba segura.

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Ver a Anise asi solo le rompía más el corazón. Tenía que ser fuerte por ella y por él, pero ¿Cómo lo lograría si su mundo se estaba haciendo pedazos? ¿Cómo podría darle esa seguridad y estabilidad a ella? No podía, lo intentaba, pero sabía que no podía. Cada segundo más su corazón se hacía añicos, No tenía idea de como consolar ese corazón roto, ¿Qué debía hacer? ¿Cómo debía actuar? Ya solo se reducía a un ''Si tan solo...''

No tengo nada que perdonarte. —Habló con suavidad, su garganta dolía, ardía a pesar de no estar llorando a mares, pero era más doloroso contelerlo que expresarlo. Pero luego por fin pudo ver sus ojos, totalmente húmedos y rojos, hinchados de tanto llanto, y sin embargo aún creía que se seguía viendo bonita. Era doloroso saber que esa era la última vez que vería su cara y no estaría en ella una sonrisa o una risita de las suyas, un ''Vendré mañana, Kazi'' o que estuvieran planeando alguna travesura. Sin embargo trató de grabar en su cabeza cada detalle, cada rasgo que antes pudo haber pasado por alto, ¿Cuánto tiempo sería el que estarían separados? Kaz quería mucho a Anise, no solo por ser su amiga sino su cómplice, su pilar, una de las escasas razones que tenía para seguir luchando y sonriendo, para no rendirse y dejarse hundir en el lago hasta el fondo, el morir había sido una propuesta tentadora muchas veces, pero se mantenía a flote por sus padres, por ella.

No voy a morir. —Prometió. Aunque sabía que era una promesa casi vacía, haría todo lo que estuviera en su alcance para cumplirla. Volvió a pasar su mano por esas mejillas empapadas y barrió las lágrimas de ellas. luego la resguardó cuando buscó refugio. Pudo esbozar una débil sonrisa cuando ella prometió esperarlo, y con eso era razón suficiente para

Y yo a ti. —Mencionó luego en un tono bajo. Sus dedos empezaron a acariciar el cabello de la fémina. —Toda la vida si hace falta, y si hay una vida luego de esta, allí también. — Si, eso implicaba morir, pero eso no iba a ser un obstáculo. — Cada día, cada hora, luego de que salga de aquí... Yo no me detendré hasta encontrarte, y luego podremos estar tranquilos, ¿Cierto? Te llevaré a uno de esos campos que tanto nos gustan. — A él en fotos, al menos. Pero no le impidió sonreír leve y triste; ¿Sería realmente capaz de cumplir todas las promesas? ¿Todo lo que había en esos libros de sueños?.

¿Cuanto tiempo nos queda?. —Susurró de nuevo fijando su vista a un punto vacío en el techo. Podían ser horas, o peor aún, minutos. A Kaz nunca le había gustado que ella volviera tan tarde a casa, y sin embargo, este día no quería soltarla, quería aferrase a ella y nunca dejarla ir, lo peor sería la despedida, verla cruzar por esa puerta y saber que sería la última vez que podría verla.

Quería hacer tanto, decirle tantas cosas, pero el tiempo y la suerte no estaban de su lado, muchos creían que Dios era muy misericordioso, pero el rubio pensaba que podía llegar a ser realmente cruel arrebatándole su felicidad.

Quiero comer la gelatina de la cafetería contigo una vez más. — Aunque sonaba cruel, era su deseo. — A ambos nos gusta mucho, ¿Cierto? Es muy rica. —Luchaba porque su voz no se quebrara, pero era casi imposible. — Quiero tener una foto tuya a la mano para verla todos los días... —Y se le escaparon un par de lágrimas que secó con rapidez. — Quiero... Verte sonreír de nuevo... Ahora y siempre... Necesito eso sobretodo, Anise, que no pierdas tu sonrisa... — Aunque esa era la petición más difícil de cumplir, le rompía el corazón que la niña no volviera a sonreír por su culpa, por su maldita y gran culpa. Ese pensamiento fracturó otra parte del cristal que lo cubría y entonces no pudo aguantar mucho más, sus labios temblaron y sus ojos se empañaron.

¿Puedo... Recostarme en tu pecho una vez más?. —Pidió con cautela, necesitaba sus abrazos y su calor, su amor y cariño, era lo que más necesitaba ahora y lo que necesitaría para el tiempo en donde volvería a estar solo.

Completamente solo.
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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Hace nueve meses

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¿Le hacía mala persona el hecho de que, al compartir el peso con Kaz, se sentía un poco mejor? Esconderlo de él por casi dos horas le había dolido demasiado, su corazón se sentía pesado, pero por lo menos ahora sabía, podía entender por qué estaba así.

El alivio no le duró demasiado tiempo, la voz de Kaz sonaba tensa, como si estuviese aguantando todo lo que Anise había expulsado sin cuidado por su amigo. Contrólate, Ainse, es tu última oportunidad. No quería pensar en el futuro, no quería prometer cosas que no sucederían, pero Kaz lo necesitaba.

Si ella no lo ayudaba a fijarse en el futuro, era lo mismo que condenarlo a morir ahí, solo y triste. No dejaría que eso ocurriera, se había lamentado suficiente con él, tenía que permitir que Kaz también lo hiciera. “Tienes que ir al lago conmigo Kazi.” Murmuró contra el chico, restregando su nariz contra él, intentando recomponerse. Sollozó más, sus hombros se sacudían, pero por lo menos logró dejar de gritar.

Ante la pregunta acerca del tiempo que les quedaba, Anise soltó el cuello de Kaz, retrocediendo para volver a mirarle. “No sé, Kazi, hasta que alguien me saque.” Bromeó con un crujido de su voz, pero hablaba en serio. Si sus padres querían que no vieran nunca más, tendrían que dignarse a sacarla de ahí arrastrando.

Restregó la manga de su polerón contra su cara, intentando borrar las lágrimas mientras suspiraba, intentando calmarse. Tenía que hacerlo por Kaz. ¿Quería la gelatina de la cafetería? Pues eso tendría. Puso todos sus esfuerzos en cambiar su actitud, en guardar todos los sentimientos que había vomitado por todas partes, por lo menos hasta después de que le sacaran del hospital.

Anise buscó entre las sábanas el botón que llamaba a la enfermera y lo apretó como muchas veces mientras Kaz hablaba. Dejó de sollozar aunque sus ojos se rehusaban a dejar de escupir lágrimas. Estuvo a punto de largarse a llorar otra vez, la voz de su amigo estaba a punto de quebrarse, notó las lágrimas y sintió que se llenaba de pánico.

No podía pedirle que no llorara, no era justo, ambos tenían todo el derecho de llorar, pero Kaz no podía deprimirse, eso era muy peligroso. “¿Una foto?” Preguntó, tomando una de las manos de su amigo. “Creo que tengo una en mi billetera.” Murmuró, mirando a su alrededor. Ni siquiera recordaba haber llevado una mochila, pero la encontró en el piso.

Se estiró sin mucho problema, sacando de uno de los bolsillos una billetera roja. No era mucho, tan solo una pequeña foto escolar de su cara. Había estado molesta en el momento, odiaba que le sacaran fotos pero el colegio le había obligado. Suspiró, deseando haber sonreído en ese momento. Extendió la foto hacia Kaz con su mano libre, haciendo un pequeño puchero.

“No es mucho, quizás mejor-” Iba a sugerir traerle una distinta, una mejor, pero recordó que eso nunca más iba a suceder. “Mejor si nadie más ve esta...” Corrigió, haciendo un ensayo de sonrisa como le habían pedido. Le dolió, le partió el corazón tener que hacerlo, era lo último que quería en ese momento.

Lágrimas escaparon de sus ojos nuevamente, pero no dejó que eso le impidiera dedicarle una sonrisa a su amigo, escondiendo todo el dolor por un momento, para darle un último recuerdo. Aquella había sido la última vez que había hecho un esfuerzo de sonreír. Luego todo se volvió a derrumbar al ver a Kaz que ya no aguantaría demasiado tiempo.

“Kazi...” Murmuró, volviendo a sentarse a su lado. Pateó las sábanas para meterse dentro de la cama, no le importaba nada ya. “Ven.” Guió la cabeza del rubio a su pecho, intentando regular su respiración, no quería interrumpir el llanto ajeno con el suyo, había sido suficiente.

Sus manos acariciaban el cabello, su espalda, el brazo con cuidado. “Estoy aquí ahora y eso es todo lo que importa. ¿Si?” Aseguró, su voz temblorosa. No volvería a sollozar, no hasta que fuera tiempo de que alguien la sacara de ahí.

La enfermera no tardó en llegar. Anise le aseguró entre lágrimas que todo estaba bien, que no se preocupara, y le pidió que hiciera una excepción y les trajera gelatina, toda la gelatina que le permitían traer. “Shhh” Arrulló, posando sus labios en la cabeza de Kaz en un beso cariñoso. ¿Qué podía hacer para hacerle sentir mejor? Trabajaba con todas sus fuerzas para mantenerse armada, para no volver a derrumbarse, era su última oportunidad. No quería sentir que había arruinado sus últimos momentos con él, dejándole solo y peor que nunca sólo porque ella era débil.

Una idea cruzó por su cabeza. “¿Sabes?” Preguntó, limpiando una lágrima. Haría todo lo posible por hacerle sentir mejor, por dejarle con algo que le ayudara. “He tenido suficiente de “afuera” por hoy.” Era un juego que habían inventado de niños. Kaz a veces no podía levantarse de su cama, por lo que tenían que improvisar algo que era una mezcla entre las escondidas y marco polo que involucraba las sábanas y el concepto de “afuera” y “adentro” de ellas.

“Afuera apesta.” Aseveró, tomando las sábanas que había pateado y cubriendo a ambos con cuidados. “Pero aquí adentro todo está bien. ¿No?” Restregó su nariz contra el cabello de Kaz en un gesto amoroso. “Y aunque afuera no estemos juntos-” Comenzó, sintiendo que su malograda voz temblaba, amenazando con quebrarse otra vez. No, todavía no.

“Adentro es sólo nuestro y no importa dónde esté eso no va a cambiar.” Aquello no era una promesa, sólo una ilusión que ayudaría a ambos. Si se sentían solos en la noche, bajo las sábanas de sus camas, podían recordarse que el otro también estaba haciendo lo mismo. Quizás de esa manera lograría sentirse más cerca de él. “¿Si? Si me extrañas voy a estar siempre aquí dentro.”

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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Había retenido esa foto en sus dedos mientras ella lo arrullaba como a un niño chiquito,  Si, era todo lo que importaba, ¿Pero como eso iba a ser un consuelo después? Volvió a apretar los ojos y la mandíbula para no quebrarse en llanto, respirando profundo mientras sus ojitos se humedecían de nuevo para luego aspirar su olor con profundidad, ese olor siempre había tenido algo que le resultó relajante y reconfortante, No se molestó en girar hacia la enfermera cuando ella llegó, ya no importaba nadie ni nada en ese instante, por más que rogaba que fuera eterno sabía que no iba a ser así,

Afuera apesta. — Aseguró con voz baja cuando la joven ya se encontraba soltando las sábanas para poder cubrirlos. Recordaba todas las veces que había estado allí dentro tanto solo, como con ella o su madre, incluso su padre. Se sentía como si afuera estuviera pasando por todo el caos pero aquí dentro todo era tan tranquilo, lleno de paz....

Pero ninguna sábana podría separarlo de la realidad que estaba enfrentando ahí y ahora.

Sin embargo no dijo nada, porque para Anise también era duro, era difícil, no tenía idea de que tan fuerte era su peso en la vida de ella hasta este día que la encontró tan mal y destrozada por su maldita culpa, Kaz jamás debió existir, jamás debió nacer, solo era una maldita carga y estorbo, ella estaría mejor sin el... Si tan solo fuera sido un niño normal, un niño común y corriente que solo tendría que preocuparse por una gripe o por una fiebre, incluso por que tarea dejaron en el colegio al que pudo haber ido.

Anise, yo... —Empezó a decir. Había alzado el rostro para poder llegar al de su amiga y poder verlo, pero no se había dado cuenta de lo extremadamente cerca que estaban. Se quedó un momento allí embelesado a tan solo escasos centímetros de ella, pudiendo sentir su respiración sobre su rostro. Por un momento se ruborizó, antes nunca le había tomado tanta importancia a esos detalles, ahora, ¿Por qué sí?. Suavemente volvió a su antiguo puesto, regresando la cabeza hacia el pecho de Anise.

Te quiero muchísimo... —Continuó lo que antes había empezado. — No te imaginas cuanto.... Eres demasiado importante para mi y eso nunca va a cambiar, jamás, y no porque seas mi única amiga, la única verdadera... Te haz vuelto una parte vital para mi. —Susurró, sintiendo sus lágrimas volver a amenazar. — Espero tus padres... Puedan entenderlo algún día.

Sin embargo la ilusión no les duró demasiado tiempo. En menos de un segundo alguien apareció en la habitación y tiró bruscamente de la sábana que los cubría y aislaba, la débil protección de los inocentes. Ambos jóvenes miraron aterrorizados de quien se trató en dañar tan lindo momento. Pero fue como una invocación.

Fue como el mismísimo diablo, esa expresión dura y esos ojos inyectados en sangre cual película de terror,  el padre de Anise quien sostenía la sábana... Con una expresión de auténtico odio y enojo.
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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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Adentro se sentía muchísimo mejor. Por un momento logró olvidar todo, tan sólo eran ellos dos en un mundo donde el resto no tenía voz ni voto. Sólo ella y Kaz. “Anise, yo...” Olvidó todo de tal manera en que se permitió sentir eso que había decidido esconder de Kaz. Ese peso que llevaría como una maldición por siempre, que no compartiría con su amigo.

A pesar de todo, sintió el color subirle a las mejillas. Habían estado así de cerca miles, millones de veces, adentro no era un sitio con demasiado espacio personal. Nunca le había importado, ni siquiera se daba cuenta, pero esa vez… Kaz volvió a su sitio, la mano de Anise siguió acariciando el suave cabello. El momento había desaparecido. Y volvió a recordar todo lo que estaba sucediendo afuera.

“Te quiero muchísimo.” Había aguantado el llanto por un buen rato, pero en ese momento esas palabras fueron demasiado. Eran las mismas que ella quería decir, pero de sus labios tenían otro peso. Tú tampoco te imaginas cuanto te quiero, Kazi. Cosas que nunca podría dejarle saber. Cada cosa que decía le dolía más, no podía soportar la idea de tener que dejarlo después de eso.

Rodeó la cabeza de Kaz con sus brazos y hundió su cara contra su pelo. No sabía qué decir ni cómo responder sin dejar entrever lo que había descubierto el día anterior. “Kazi...” Empezó, pero no podía decir nada, habían demasiadas palabras que tenía que esconder por el bien de su amigo.

No tuvo demasiado tiempo para seguir pensando, como si de una invocación demoníaca se tratase, a la mera mención de sus padres alguien arrebató al par del mundo de adentro. Anise levantó la cabeza, pensando que quizás la enfermera estaba de vuelta con las gelatinas.

“¡NO!” Chilló, rehusándose a soltar a Kaz. A la chica no le había importado demasiado, no había buscado a sus padres a la salida del colegio, pero ahora estaba segura que sin pretenderlo se había arrancado de ellos.

“Anise.” El tono era amenazador, lleno del veneno que había chorreado por toda la casa Voguel la noche anterior. Anise respondió la mirada llena de odio con una propia, quizás más intensa. Kaz nunca había sido testigo de ese lado de ella, era lamentable que el último vistazo que tendría de su mejor amiga era el de una serpiente perversa,

“¿Cómo te atreves a entrar en su pieza?” Escupió en voz baja, acunando a Kaz contra su pecho, lágrimas chorreaban de sus mejillas como si alguien hubiese abierto un grifo. El instante en que había visto a su padre su cuerpo había comenzado a temblar de rabia descontrolada. “No tienes derecho. No tienes derecho a respirar el mismo aire.” El asco no se escondía en su voz y expresión.

El padre de Anise entrecerró los ojos, calculando su próximo movimiento. Estaba enfurecido, de no estar en público hubiese arremetido contra ella como si estuviese de vuelta en la noche anterior, tomándola del cabello sin problema. “Anise. Esto no es una discusión.” La chica comenzó a sollozar, estaba agotada, no podía pelear, todo le dolía y de pronto casi no se podía su propio cuerpo.

“Por favor...” Rogó, como si estuviese rogando por su propia vida. En sus ojos, lo estaba. “Anise, escuché todo lo que tenías que decir ayer. No me importa. Esta decisión no es tuya.” Dicho esto, tomó los hombros de la pequeña y la extrajo de la cama en un sólo movimiento, ella no pesaba demasiado. “¡No!” Volvió a gritar, su voz desgarrada creando nuevos cortes en su garganta. Pataleó en el aire, estiró las manos hacia su amigo, pero todo era en vano.

El padre de Anise se la echó al hombro como si de un objeto se tratase. “¡Suéltame, hijo de puta!” La chica no perdió tiempo en buscar los puntos sensibles. Buscó la entrepierna con sus pies, pateando el estómago de su padre con fuerza, rasguñando su espalda, golpeando la columna con sus manos. Nunca había dicho groserías frente a Kaz, ni siquiera alzado su voz como lo estaba haciendo en ese momento.

Toda la desesperación, toda su rabia estaba de vuelta. La chica mordió algo, una parte de su padre, lo suficientemente fuerte como para extraer un grito de dolor. La soltó de pronto, tan rápida y descuidadamente que Anise casi se había dado contra el piso, pero logró caer parada y tan sólo se tambaleó un poco.

“Pendeja odiosa. ¿Por qué te importa tanto? Míralo, seguro ahora que te ve así de loca y descontrolada no va a querer verte nunca más de todos modos.” Anise llevó ambas manos a su pecho, arrugando su polerón como si le hubiesen disparado de lleno en el corazón. Ahí estaba, uno de sus miedos más grandes, y su padre se lo había tirado en la cara como munición, con completa indiferencia de lo que podía causar en su hija.

“Nadie puede quererte así, Anise, así que cállate, contrólate y deja de actuar como una niñita poseída.” Si entrecerraba los ojos, era fácil imaginárselo como un ser maligno que despedía oscuridad y veneno por sus poros. Anise había escuchado cosas como esa toda la noche, había respondido con cosas iguales o peores.

Pero ahí, frente a Kaz, después de varias horas de pelea sin descanso, lo único que quería hacer era desaparecer. Retrocedió de su padre y hacia la ventana, pánico en sus ojos. No estaba pensando, tan sólo quería escapar, que el dolor le dejara tranquila por un momento. Su padre vio la idea formarse más rápido de lo que Anise pudo llevarla a cabo.

La tomó de un brazo, tirándola lejos de la ventana y luego tomó su otro brazo, cruzándolos detrás de la espalda de la chica. “¡TE ODIO! ¡SUÉLTAME!” Apretó ambas muñecas con fuerza con una mano, Anise se quejó de dolor e intentó sacudirse pero simplemente ya no tenía energías. “Serás estúpida. No sigas peleando, Anise, tan solo empeorarás lo que pase cuando lleguemos a casa.” Era una amenaza horripilante. Eran capaces de cualquier cosa, no había compasión. Anise agachó la cabeza, sus piernas temblaban, sentía que en cualquier momento caería al piso. Tenía miedo, rabia, era demasiado como para seguir soportándolo.

Al notar que Anise había dejado de pelear, el padre de la chica suspiró con una sonrisa triunfal. No importaba el hecho de que algo dentro de ella se había roto irreparablemente hace unos segundos. Que no se recuperaría. Había ganado, la chica iba a dejar de hacer escándalo.

“Kazi...” Tartamudeó en un susurro. El padre de Anise recogió la mochila de la chica bruscamente y la plantó sobre un hombro. “Kazi, perdóname...” No podía mirarlo. Sentía vergüenza de no ser capaz de pelear más por quedarse. Sabía que no importaba, que su padre tenía razón, que Kaz ya no querría verla ahora que había visto el monstruo que era.

Quizás era mejor si él la veía así. Si no la extrañaba y tan sólo sentía alivio por no tener que verla nunca más. Ante esa idea, no pudo soportarlo más y sus piernas cedieron bajo su propio peso. El padre de Anise no entendía lo que estaba pasando por la cabeza de la chica, por lo que no estaba preparado para aquello. Intentó recogerla del piso tirando de sus brazos. “Levántate, Anise, deja de hacer alharacas, estás dejándonos a ambos en vergüenza.”

El tono era duro y dejaba entrever que lo único que importaba en ese momento eran las apariencias. En ningún momento había siquiera posado los ojos en el chico al que le estaba arrebatando todo. Anise no hizo esfuerzo de moverse, poco a poco escuchaba menos, su campo de visión desaparecía cada segundo.

“¡Levántate carajo!” No hubo respuesta, la pequeña simplemente se hundió más contra el piso. Un suspiro molesto por parte del hombre, como si estuviera agotado de que su hija fuese tan dramática. Como si lo que estaba pasando era tan sólo una molestia menor. La volvió a levantar, cargándola en su hombro, esta vez sin resistencia. “Ten una bonita tarde, Kaz.” Masculló entre dientes sin mirarle. Ante la conmoción, la enfermera de turno había aparecido en el umbral de la puerta, pero el padre de Anise no tenía la intención de quedarse más tiempo.

Así sin más, se giró hacia la puerta y desapareció de la pieza en tres zancadas. No le importaba lo que había dejado atrás, ni el estado en que estaba el peso muerto en su hombro. El padre de Anise había ganado, la chica no sería capaz de ir al hospital ni contactar a Kaz de absolutamente ninguna manera. Ya se había encargado de todo.

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Anise VöguelAnise Vöguel
Anise Vöguel
Inventario : It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz Image0Uva Azul - Objeto para domar un familiar.
It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz 19287b689b23ff128c04641226774194Pastel de habilidad - Te permite tener una habilidad extra durante dos temas.
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Rompe Regla I :
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Re: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado KazRe: It Hurts Like Hell [Evento FB] Privado Kaz
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IT HURTS LIKE HELL
"There are wounds that never show
on the body that are deeper
and more hurtful than anything that bleeds."
Aunque quiso aferrarse con todas sus fuerzas a Anise, fue totalmente inútil. Kaz era demasiado débil, asta una brisa podría derribar su cuerpo, y era peor aún luego de un tratamiento. Tampoco se podía comparar a la fuerza del padre de Anise cuando el se la arrancó de sus manos. Estaba plagado de miedo, estaba congelado, ni siquiera su voz salía para poder gritar y sus manos temblaban. Ella era mas fuerte, siempre lo había sido y ahora estaba ahí, necesitando su ayuda y él no podía mover ni un dedo.

Su boca estaba seca y su cuerpo frío, los ojos abiertos de par en par sin saber que hacer, y así se mantuvo segundos largos, sentado en la cama, segundos que parecían siglos pero que a la vez se movían en cámara lenta.
Eres un inútil. Mira como se la llevan, ¿En serio no puedes hacer nada? El quería acercarse y el cuerpo no le respondía...

Eso... No es cierto... — Susurraba con sus labios temblorosos, apenas audible y muerto de pánico, claro que quería verla una y otra vez, miles de veces más. Sin evitarlo sus lágrimas bajaron por sus mejillas una tras otra sin control alguno.  — No... te la lleves.. Por favor... — Seguía sollozando. Alguien que los ayudara. Por favor, quien sea.

Pero mientras más rogaba, se daba cuenta de que nadie vendría.

No se movió sino hasta que escuchó la voz final del padre de su amiga. Un amargo tono que se quedó clavado en su cabeza. Unas palabras que quemaban más que el fuego en su estómago. — No.... — Y como si poco a poco fuera despertando, repitió el sonido de la voz de Anise en su cabeza.  ''Kazi perdóname...''

Salió de la cama en menos de un segundo y se dirigió a la puerta. Observó el claro cuadro de aquel hombre llevándose a Anise.

¡NO! ¡POR FAVOR!. —Trató de correr atrás de ellos, pero una enfermera lo detuvo, el joven no podía agitarse, no podía salir del hospital, no en su condición. — ¡NO TE LA LLEVES, TE LO RUEGO! —Continuó gritando, forcejeó con todo lo que pudo mientras trataba de escapar, mientras lloraba, solo fue cuestión de tiempo para que una segunda enfermera ayudara a detenerlo, y de turno un doctor que observó atónito al chico destrozado, dándole instrucciones a una tercera enfermera para que preparara una inyección.

¡ANISE! ¡NO TE VAYAS! ¡NO ME DEJES! —Suplicaba con toda la fuerza que tenía para gritar, en una oportunidad pudo zafarse de los brazos de las dos enfermeras, pero solo avanzó pocos pasos antes de que alguien lo retuviera de nuevo y el joven rubio cayó al suelo, trató de arrastrarse sin éxito alguno. — ¡ES TODO LO QUE TENGO! ¡NO ME LA QUITEN, POR FAVOR!, ¡POR FAVOR!. — Pero el señor Vöguel ni siquiera se inmutó, siguió avanzando hasta que Kaz les perdió de la vista.

¡ANISE!. —Volvió a gritar, llorando y sollozando desconsoladamente. No supo en que omento su madre había vuelto, tampoco lo notó, pero la mujer veía la escena con sus manos cubriendo la boca y llorando con el corazón roto. — ¡ANISE!. — Siguió el pobre niño. La enfermera con la jeringa llegó y no tardó en clavarla en el brazo de Kaz, inyectó el liquido despacio para no dañar o quebrar la aguja dentro de su brazo tan delgado y frágil.

¡NO, POR FAVOR!, ¡DEJENME IR POR ELLA!. —Alzó su brazo libre con la mano extendida, como si con eso pudiera alcanzarla.  Pero la droga empezó a hacer efecto. Su cuerpo poco a poco se sintió pesado, cansado, pero su amargo y dolor no disminuían, Kaz siguiño gritando, llorando y suplicando, pero nadie lo ayudó. Todos solo quedaron viendo la escena con el corazón a la mitad, obteniendo solo lo mismo de siempre, un ''Pobre chico'', pero nadie dijo nada para ayudarlos. Algunos evitaban ver, otros opinaban... Pero nadie lo consoló.

Anise... —Repitió de nuevo con el tono más calmado, la droga cumplió su objetivo de mandarlo a dormir, todo su cuerpo quedó tendido sobre el suelo frío del hospital, un frío que ya conocía desde hace tiempo. Un frío que resultó tan familiar y tan desolador, porque no volvería a sentir el calor de aquella niña a la que amó más que a nada y aún no sabía. Poco a poco se fue sumergiendo en su nuevo mundo de oscuridad. Un nuevo mundo sin ella.

Un mundo al cual no quería pertenecer más.
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