¿Desde hace cuánto no estaba en una sala de música?.

No podía recordarlo con exactitud, pero seguro fue en su último año de preparatoria, donde los jóvenes muchas veces sufrían la fiebre de la música, queriendo especializarse en algún instrumento o bien hacer su propia banda.
Claro que esa fiebre se le pasó hace muchísimo tiempo, pero no sin antes dejar un par de enseñanzas en él. Muchas veces aquella escuela se encontraba sola, o por lo menos las personas (Si es que a algunos se les puede llamar así todavía) estaban en sitios concretos y no llegaban a coincidir con su persona, así que podía permitirse caminar con libertad por las diferentes alas, pasillos y aulas de la misma, aquellas donde muchas veces había impartido clases.

Además de ser un ''Solitario'', los jóvenes a quienes de ves en cuando lograba reconocer como sus alumnos, eran eso, jóvenes, quienes solo convivían con aquellos de sus mismas edades o simplemente preferían estar solos. Era extraño que Bialy se encontrase, en algún momento, acompañado, destacando que hasta el momento, tal vez, solo tal vez, era el único ser con más de 20 años. - Y no me estoy haciendo más joven. -

En esa ocasión en especial sintió una extraña necesidad de visitar la sala de música, no le fue difícil llegar al sitio, pues conocía la escuela de pies a cabeza. Entrando a la sala, su mirada se deleitó con lo bien cuidada que seguía, su buen estado era extraño, tomando en cuenta que la mayoría de los lugares en esa nueva era, estaba hechos un caos, incluso la sala parecía estar limpia. Al adentrarse en ella se dio cuenta de que parecía mas angosta de como la recordaba, por lo cual no le tomaba nada de tiempo ir de lado a lado y recorrerla en totalidad.
Pasó la yema de los dedos sobre las superficies planas, como las guitarras, la batería, micrófonos, amplificadores, pero lo que realmente llamó su atención fue aquel piano que estaba situado debajo de una ventana, en toda su gloria, siendo acariciado por el sol del atardecer que se colaba a través de la ventana.

-Se siente como una Invitación.. Que estoy gustoso de aceptar. - Sonrió con ligereza, acercándose al instrumento. No perdió el tiempo en sentarse en el taburete y alzar la tapa que cubría las teclas.
Al principio solo acarició con los dedos el teclado, el cual lo cubría una ligera capa de polvo.

Y entonces comenzó a tocar.

La música llenó la sala y por fuera de ella. Una melodía suave y calma, que no tenía una partitura previa o una planificación, solo tocaba lo que sentía en aquel momento. Melancolía.
Su cabeza se había llenado de pensamientos de aquella vida que tuvo antes de que todo este desastre ocurriera. Las personas que conocía, sus estudiantes, sus años dando clases, incluso su padre, quien estaba al borde de la muerte.
Esos pensamientos impulsaban a que las tonalidades tuvieran mas fuerza y presencia, pero sin quitar la belleza de la canción, dejó que la música lo consumiera por un hermoso y perfecto momento.

Por los alrededores del patio del insituto, podían oírse unos graciosos pasos, similares a los que producen uno de estos peluches que al apretarles la barriga o alguna parte de su cuerpo suenan como un patito de goma. Éstos se escuchaban con un ritmo rápido, como si quien estuviera produciendo esos pasos tuviera unas piernecitas muy cortas y caminase con rapidez.

Y efectivamente, ese era el caso. Chloe había salido de la Sala de Arte para acercarse un poco al instituto y perderse en su interior, pues había sentido una repentina y diminuta brizna de curiosidad por saber cómo era el lugar donde ahora vivía. Por supuesto, no se esperaba que todo fuera lujoso y estuviera bien limpio: solo hacía falta ver el demacrado estado del edificio por fuera para saber que allí solo habrían cucarachas, cristales rotos y montones de polvo y telarañas. Aunque a decir verdad, ahora poco le importaba aquello. Para evitar relacionarse con gente de otra raza, había disminuido su tamaño para pasar desapercibida (aunque realmente con el sonido de sus pasos y sus alegres colores cualquiera la vería), adquiriendo la apariencia de lo que fue antes de ser tragada por aquella explosión. Una simple y pequeña muñeca de tela, cabezona y con una corona bastante grande, la cual saltaba y se movía levemente con cada pasito que daba.

Como en esa forma no tenía fuerza suficiente para empujar una puerta, simplemente alzó la mirada y dio un salto bastante notable, alcanzando el borde de una de las ventanas rotas con sus manitas, la cual no estaba realmente alta, pues daba a uno de los múltiples pasillos del piso de abajo. Tras hacer un poco de fuerza para alzarse, cayó en el piso del interior del instituto, quedándose sentada. Con su típico rostro inerte de expresión alguna, se reajustó la corona y comenzó a caminar sin rumbo alguno.

A pesar de su estado, tantos pasillos y salas le daban una leve nostalgia. No recordaba demasiado de su vida en el otro mundo, pero sí que leves imágenes de su espacioso hogar brotaban en su mente de forma repentina. Dejó de darle vueltas al asunto, para centrarse en su exploración. Asomó su pequeña cabeza en una de las aulas. Pupitres rotos y podridos, hojas desparramadas por el suelo y sillas tiradas de cualquier manera adornaban toda la sala. La muñeca parpadeó, para seguir caminando.

Su curiosidad la llevó al comedor, contemplando todo el desastre. Sin embargo, le llamaron la atención los cubiertos. Cuchillos desafilados, tenedores oxidados y cucharas levemente torcidas estaban esparcidas por el suelo. Extendió sus manos cubiertas por sus enormes mangas y tomó uno de cada, los cuales se guardó debajo de la corona. ¡Quizás podían servirle para alguna de sus pinturas u obras!

Siguió su camino, pasando a través de las puertas rotas o que tenían un hueco por los que podía pasar. Llegó a una sala enorme, y sorprendentemente, bien ordenada: el gimnasio. Pero fue entonces cuando, pocos segundos después de entrar, le pareció oír... una canción, que parecía provenir de un piano. Con sus pasos rápidos se dirigió directa a las enormes puertas metálicas del final, las cuales, a pesar de tener un candado abierto colgando, estaban levemente abiertas, como si alguien ya hubiese entrado antes. Se escurrió por la leve apertura para, llegar así, a lo que se conocía como la sala de música, o eso pudo deducir al ver todos los instrumentos y partituras que había por allí. Paró sus pasos levemente para contemplar su alrededor, que, para su sorpresa, este lugar estaba incluso en más buen estado que el gimnasio. No solo estaba todo muy bien ordenado, si no que además, estaba bastante limpio. Volvió a parpadear para retomar su camino hacia donde provenía aquella música que ciertamente, era un tanto triste. Lo cierto es que este lugar le gustaba, ¿estaría habitado? A simple vista no lo parecía, pero alguien debía estar tocando ese piano. ¿Quién sería, el que se encargaba de mantener esta sala en orden, o simplemente un curioso más?

Finalmente, llegó a la escena. Sus pasitos eran totalmente silenciados por el potente y, a la vez, delicado sonido de las teclas siendo pulsadas por un hombre aparentemente alto y con una larga y preciosa melena blanca, sentado frente al instrumento. Mientras él tocaba, la diminuta muñeca alzó la mirada para buscar algún sitio en el que acomodarse. Acabó encontrando un taburete que le gustó, así que, tras saltar, se quedó sentada en el borde de éste unos pocos metros detrás de aquella misteriosa persona, observándole fijamente en total silencio mientras le escuchaba tocar.

No quería admitirlo, pero estaba siendo una canción... agradable para sus oídos.

Sus largos y delgados dedos seguían tecleando con fuerza aquella melodía.
Sin duda se sentía bien descargar aquellos sentimientos que muchas veces se retenían dentro. Estaba tan concentrado en aquellos antiguos recuerdos que por poco no notaba la nueva presencia que lo acompañaba en ese momento.
No tuvo la necesidad de girar, ni oír sus pasos para saber que estaba allí, solo fue necesario su olfato.

El olfato de una serpiente permite detectar a otras criaturas a gran distancia, y esa capacidad ahora estaba adaptada a su cuerpo. Un olor dulce invadió sus fosas nasales desde que la entidad estuvo pocos metros atrás de la puerta de la sala de música. Supuso que no era amenazante, así que decidió dejarlo pasar por esa ocasión, y rogaba no equivocarse. Mantuvo una sutil sonrisa en su boca, y los ojos cerrados, solo dejando que la melodía lo guiara. Poco a poco aquel aroma se volvía mas fuerte, y tuvo la presencia de aquella entidad detrás, poco después, podía sentir como solo le observaba, sin cometer movimientos algunos, así que su instinto dijo, en una voz baja tras su cabeza. - Si quisiera matarte Bialy, ya lo habría hecho.-

La tonada comenzó a marcar su final, terminó de una manera suave y tranquila, luego el silencio invadió la sala. El Teriántropo enderezó su espalda para estirarse, pues hasta el momento, se mantuvo inclinado hacia adelante con ligereza.
-Espero te haya gustado la canción.- Su voz también fue tranquila, como era de costumbre en él.

Giró su cabeza para así lograr ver a su acompañante, y pudo ver a quien de inmediato reconoció como una Doll, o en otras palabras, una muñeca. Era la primera vez que interactuaba con una. Los colores vivos que la adornaban eran hermosos, debía admitir, a diferencia de Bialy que solo vestía con colores fríos. Además le sorprendía el reducido tamaño, como el de un niño, se preguntaba si realmente era su altura original, o podía ser una habilidad. A simple vista parecía adorable, pero, ¿Realmente su lengua sería como su apariencia? Lo dudaba, como profesor, había visto de todo con respecto a sus estudiantes, y muchas veces era difícil tratar con ellos. Se limitó a dedicarle una sonrisa, dulce, y volver a girar la cabeza hacia el frente, inclinando la misma levemente hacia las teclas.

-Puedes acercarte mas si gustas, o quizás querrás que toque algo para ti... Aunque estoy un poco oxidado.- Luego de sus palabras, empezó a tocar otras teclas al azar, componiendo su propia armonía, esta misma se expresaba mas alegre que la canción anterior. - O quizás podrías cantar. -

El tono que usaba era tranquilo y algo cautivador, era gracioso, muchas veces lo habían tachado de coqueto en la escuela, lo cual falso. En la actualidad, confundían mucho la caballerosidad con el cortejo, y otras veces decían que le tenía preferencia a las chicas.Esto último podría si ser cierto, mas no de una forma amorosa. Bialy siempre se caracterizó por ser respetuoso, así que los rumores lo tenían sin cuidado.

La muñeca permanecía completamente inmóvil, sin apartar la mirada del sujeto. Lo cierto es que su manera de tocar le pareció interesante, tanto, que al final su cabeza se acabó ladeando hacia un costado levemente. El como se movía, como se expresaba, como presionaba con fuerza el teclado en algunas notas, hizo que una pregunta estallara en su mente. ¿Estaba tocando poniendo todos sus sentimientos en cada nota? Era la música... ¿otra forma de encontrar de nuevo ese camino perdido? ¿Ese camino que le permitía sentir algo? Ah... Más recuerdos olvidados afloraron de manera leve en su mente. Reír... Se sentía bien. La felicidad era cálida. La tristeza, amarga. La soledad, fría. Y ahora, sin saber cómo, no podía volver a sentir todo aquello.

Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que la canción ya había terminado. Y aunque no lo expresó de ninguna manera, se sorprendió levemente al escuchar sus palabras. Él sabía que Chloe estaba allí. ¿Cómo lo había hecho? El hombre se giró levemente para sonreírle. La muñeca, por otra parte, tan solo permaneció observándole con sus ojos multicolor, escuchando su propuesta en total silencio y con completa seriedad. ¿Cantar...? Sin duda, no era mala idea. Permaneció varios segundos pensando qué hacer mientras escuchaba el piano de nuevo, pues aquel hombre volvió a tocar de nuevo, aunque esta vez un poco más alegre.

Tomara la decisión que tomara, una cosa debía hacer seguro. Se llevó ambas manos al pecho, inhaló aire con su boca y la exhaló muuuuy lentamente, como si tratase de respirar hondo. De pronto, su cuerpo fue creciendo, y creciendo... Hasta alcanzar el tamaño de una persona normal y corriente, pero sin embargo, seguía manteniendo su forma de muñeca. Había desactivado la habilidad de menguar por simple desconfianza. En miniatura no puede defenderse ni usar ningún otro poder, así que si ese tipo intenta algo, lo más conveniente es estar preparada para ello.

Una vez hecho esto, se levantó del taburete y se acercó con pasos lentos hacia el piano, quedándose de pie mientras seguía observando al hombre. Tras ello, se dio la vuelta y comenzó a caminar con total calma por la habitación, dándole la espalda al sujeto.-La, la, la... La, la, la... Lalalarará...-Permaneció tarareando durante un poco rato, hasta que finalmente, comenzó a cantar con una voz suave.


Mientras caminaba y cantaba, pasó la mano por una de las múltiples estanterías llenas de libros y archivos, posiblemente todo aquello serían partituras. Se miró la tela de su manga, apenas estaba sucia de polvo. No tanto si lo comparábamos con otros sitios. Oh, era un lugar perfecto. Ideal para una reina.


Feliz por estar viva... ¿Cómo debía sentirse eso? Lo cierto es que no tenía ni idea. Ni idea de como además aquel hombre había conseguido reflejar sus sentimientos con su anterior canción. Cosa que Chloe, no había podido conseguir. Si bien su voz quizá pudo sonar hermosa, sus palabras estaban completamente vacías. Y ciertamente, la letra no era suya. Era parte de una historia que había leído hace poco, habiéndola adaptado al ritmo de la canción del piano.

Fue alucinante cuando la pequeña recobró lo que parecía ser, su tamaño original, por un momento le hizo pensar a cuando él se transformaba en una serpiente gigante y nuevamente a un humano, aunque nunca haya podido apreciar su propia transformación.

Bialy se mantenía observando a su acompañante de reojo, aunque no habían transcurrido inconvenientes, era bueno vigilar aquellos movimientos sospechosos por parte de alguien a quien no conocía, no sería una sorpresa tener otro atentado, pues ya varias veces, hace tiempo atrás, habían intentado atacarlo en múltiples ocasiones, y por fortuna seguía vivo para contarlo. Cuando la melodía de la joven comenzó a sonar, sintió un extraño escalofrío en su espalda, el cual le hizo sonreír aún más. Procuró que las notas del piano quedasen bien con aquella canción, que sin duda tenía una tonalidad preciosa acompañada de una letra macabra. En aquel instante le vino alguien a la cabeza, Luciel, uno de sus ex-alumnos, que era igual de tétrico que muchos en ese sitio, por eso se sintió en un ambiente familiar, pero estaba seguro de que debajo de esa coraza se encontraba un joven con un gran corazón.

Era curioso, muchas veces sonada como un anciano, y eso que no tenía ni 30 años.
Pero dejando sus pensamientos de terceros de lado, ¿Por qué no seguirle la corriente un poco? Y entonces cantó.


Una vez la canción terminó, también el piano hizo silencio, Al menos ese día no fue aburrido.

-Tiene una hermosa voz, señorita, y la canción fue bastante impresionante. - No era la clase de canciones a las que estaba acostumbrado, pero si que estaba impresionado, quien sabe para bien o para mal. - Por desgracia, solo me se un par de románticas, las cuales dudo que quieras escuchar. -

El ambiente era silencioso a excepción de su voz, a él no le molestaba en absoluto entablar conversación, sin embargo, al parecer su acompañante prefería reservar sus palabras, le sorprendió por un instante que haya cantado. Mas no era un silencio incómodo o pesado, a decir verdad, era agradable, pero como su naturaleza lo prohibía, le gustaba indagar.

-Permitame presentarme.. Mi nombre es Bialy Coatl, solía trabajar en esta escuela como profesor de Biología, aunque a estas alturas no creo que importe demasiado. - Dio una sutil risa, mientras se ponía de pie de aquel taburete, para entonces darle una vista de frente a la contraria. La diferencia de altura seguía siendo abismal, y hubiese sido aún peor si esta se hubiera mantenido en su estatura reducida. - ¿Puedo saber tu nombre?.-

Una vez finalizó su parte, el hombre acompañó su canción con un par de versos más. Tampoco cantaba mal, aunque a decir verdad, a la muñeca le gustaba más como tocaba el piano, el cual ya había dejado de sonar. Curiosa, Chloe decidió alzar la mano y tomar uno de los archivadores cuidadosamente colocados en aquellas estanterías. Comenzó a ojearlo lentamente, observando las partituras de distintas canciones esritas en aquellas hojas de papel, mientras escuchaba la voz del desconocido.

No dijo nada ante el cumplido sobre su voz, pues no le parecía necesario contestar a ello. Tras acercarse a ella, el chico se presentó como Bialy Coatl, preguntando también por el nombre de la muñeca. Chloe cerró el archivador y, sujetándolo entre sus escondidas manos, alzó la mirada para observarle fijamente. No se equivocó, sí que era realmente alto.-Puedes llamarme Egliette.-Tras ello, colocó el archivador en su sitio. Lo cierto es que no tenía demasiado conocimiento sobre música, tan solo nociones básicas para saber la escala de notas y leer partituras simples.

Tras ello, con la mirada fija en el piano, comenzó a caminar con total tranquilidad, pasando por el lado del hombre para quedarse de pie frente al instrumento. Segundos después, se sentó delante de éste y acarició las suaves teclas, para acto seguido presionarlas levemente, simplemente para escuchar el sonido que producían.-Tu primera canción fue diferente, y la verdad, me resultó interesante.-No le dirigía la mirada en ningún momento, pues estaba centrada en presionar cada tecla.-No por la melodía. Fue por tu forma de tocarla.-Ahora presionó varias teclas a la vez, haciendo más presión, provocando así un estridente y grave sonido.-Estabas sintiendo esa canción, ¿me equivoco? Eran tus sentimientos quienes estaban presionando las teclas.-Acto seguido se giró por completo, mirando de frente a Bialy.-Pero yo no pude sentir nada al cantar. ¿Cómo lo hiciste?-Lo cierto es que sentía algo de envidia. Ella también quería sentir algo con cada nota.

-Egliette. - Repitió al unísono. Un nombre peculiar.
Su mirada siguió a la joven por la habitación cuando ella caminaba, también cuando se sentó frente al piano, y con las preguntas que le hizo, en cierta forma se sentía satisfecho, mas era inexplicable el por qué.

No tenía porque negar nada, una vez pasabas por diferentes experiencias, así sea desde muy joven, eres capaz de entender muchas cosas, como él de joven cuando perdió lo que más amaba, usualmente desde niño la mente se empieza a expandir. Tomó una silla del montón y la acercó al piano, dejándola justamente a un lado de la chica.

-Estás en lo correcto, con permiso.- Se sentó en su asiento, y dirigió una mirada calma a la más joven. - Cuando comencé a tocar, fue de forma aleatoria, pero comencé a pensar y recordar, recordé mi vida antes de que todo esto ocurriera, y las notas solo salían.- Dirigió su mano sobre las teclas, y presionó tres al azar, totalmente diferentes, una baja y suave, otra mas chillona, y por último una con una tonalidad baja y fuerte.

-El sentir una canción o una melodía, no radica en saberse la letra o las teclas, sino en transmitir los sentimientos, de lo mas profundo de tu corazón, o algo así de cursi. - Dijo con una pequeña gracia. - Con esa canción no sentiste nada, pero, ¿Buscaste mas allá de eso? ¿No tienes sentimientos? Como Amor, odio, tristeza.. La mía fue de Nostalgia, Melancolía.. Podrías intentarlo, Egliette. -

Y entonces hizo una señal hacia las teclas, mas bien fue una invitación, para que intentara tocar el piano y experimentar algo nuevo.

Sigió con la mirada a Bialy, el cual tras tomar una silla, se sentó a su lado y procedió a responderle su pregunta. A pesar de que su rostro se mantenía firme, sin expresión alguna más que de seriedad, le interesaba mucho lo que le estaba diciendo. Quizá... Él sabía el camino correcto para volver a sentir algo.

Una vez terminó la explicación, Chloe se llevó una mano a la boca, pensativa.-Recordar...-Musitó con una tenue voz, como si de un susurro se tratase. Observó las teclas del piano fijamente.-No, Bialy. Ya no puedo sentir nada. Ni frío, ni calor. Ni alegría, ni tristeza. Tampoco... recuerdo demasiado. Aunque a veces imágenes pasadas pasan fugaces delante de mi. No sé si podré volver a ser como antes... Es como si al aparecer aquí me hubieran borrado por dentro.-Aún así, ella no se iba a dar por vencida. Quería intentarlo una vez más, tal vez podía usar los pocos recuerdos que tenía para volver a cantar, ya que no sabía tocar el piano.

-Por favor.-Se levantó, cediéndole todo el piano al muchacho. Pero esto no acababa aquí, pues no rechazó su invitación. Extendió ambas manos hacia el piano, incitándole.-Toque de nuevo. Voy a usar tu consejo para cantar una vez más.-Acto seguido le dio la espalda y comenzó a caminar, esperando el sonido del piano. Tras ello, se llevó ambas manos al pecho, cerró los ojos y respiró hondo. "Vamos... Usa tus recuerdos..." Tardó varios segundos antes de poder empezar a cantar, empezando, como la vez anterior, con un tarareo.-Lá, laralalalá... Lá, lalalá...-Risas. Llantos. Palabras. Estaba totalmente concentrada, y ese era el momento para soltarlo todo.


Sus pasos siguieron avanzando lentamente mientras cantaba, hasta que finalmente se paró frente a un espejo. Y aquí pasó algo más. Tras posar la mano en su fría superfície, una luz comenzó a rodear a la muñeca. Su tamaño se redujo levemente, sus hilos desaparecieron, su corona se esfumó... Y cuando al fin la luz se desvaneció, la muñeca se había transformado en una pequeña niña de cabellos rubios y melena corta, con un bonito vestido rojo. Había adoptado su forma humana. Ella siguió cantando frente al espejo, mirando fijamente su rostro.


La mano fue resvalando lentamente por el espejo, hasta que la niña se acabó arrodillando en el suelo, abrazándose a sí misma mientras dibujaba una pequeña sonrisa a la vez que cerraba sus ojos verde oliva. Esta vez, sí que fue distinto. Había pensado... En ella misma. En Chloe Bubelle y su doncella, la muñeca de trapo Egliette. Una amistad inseparable. Los pocos recuerdos que tenía de ellas dos habían alimentado cada una de sus palabras, eliminando ese tono frío en su voz para volverlo más cálido, más agradable. ¿Lo había conseguido? ¿Había logrado sentir algo? Su sonrisa y sus latidos acelerados del corazón decían que sí.

No podía ni imaginarse como se sentía la mas joven. Siempre ha dicho que el dolor es propio, que cuando alguien mas dice ''Se como te sientes'' O ''Comparto tu dolor'' Es mentira, psicológicamente no era posible, puesto que las experiencias, la forma de pensar, los sentimientos y demás entre dos personas no eran distintos, cada ser humano en su totalidad eran diferentes, pero sin embargo, si llegó a sentir compasión por la niña, el no sentir nada tal vez era peor que sentir demasiado.
Al principio creyó que a la joven le hacía falta un poco mas de motivación, pues pensaba que iba a darse por vencida. A lo largo de su carrera había escuchado decir a ciento de chicos ''No puedo'', algunos se daban por vencidos definitivamente, pero otros.. otros lo volvían a intentar, y seguían y seguían hasta lograr el éxito. Se sintió muy bien saber, que aquella niña no se daría por vencida.

Aceptó gustoso la invitación de volver a tocar, se sentó en su respectivo sitio. Comenzó a tocar el piano una vez mas, con una melodía suave que acompañó al tarareo, esperó pacientemente a que la joven empezara su recital, y cuando lo hizo, la piel se le puso de gallina por la emoción. Bialy también llegó a sentir el canto, esta vez había sido diferente a la anterior, en este se expresaban mejores sentimientos y recuerdos felices, tristes, nostálgicos, y en la otra, la cual era mas macabra, le costaba diferenciar los sentimientos de ella.

Algo llamó su atención por el rabillo del ojo, lo cual fue un destello, Giró un poco la cabeza sin dejar de recitar la melodía para ver de que se trataba, y de inmediato se dio cuenta que la joven se estaba transformando. Sin embargo volvió a girar, para darle algo de privacidad, era su momento al fin y al cabo, no el de él.

¿Estaba mal volver en sus recuerdos? Aunque la canción no era suya, la letra no era para él, pero le fue totalmente inevitable pensar en su ser mas preciado, su madre. ''Fuiste todo para mi, Tu forma de reír, mi vida la viví, y fue por ti''. - Ese verso fue tan especial que lo sintió como suyo, en esos instantes, daría lo que fuera por volver a ver su rostro, oír su voz, aunque fueran regaños. Por eso no se contuvo y a cada tonalidad le puso bastante cariño, acompañando a la preciosa voz de la muñeca.

Cuando la canción finalizó, la melodía igual, la habitación nuevamente quedó silenciosa, mas era un silencio agradable. Otra vez se giró, y vio a la chica sentada en el suelo, abrazándose a si misma, era una acción hermosa, pero triste al mismo tiempo. Se veía diferente, incluso desde atrás, donde solamente podía apreciar el vestido rojo y el cabello corto en un color dorado. - Una niña... Una adorable niña atrapada en este cruel mundo, en este pequeño infierno.-

-Y bien, Egliette, ¿Funcionó?. - Preguntó con sumo interés, usando un tono dulce como era de costumbre. -Algo me dice que quieres un abrazo, pero no se si es descortés ofrecer uno mío. -

¿Cuánto hacía que no sentía el calor en su pálida piel? ¿Cuánto hacía que no se percataba de los latidos de su corazón? ¿Cuánto hacía... que no se sentía viva? El tiempo era algo incierto, pues ni si quiera sabía cuanto tiempo llevaba aquí atrapada. Pero sin lugar a dudas, aquello estaba siendo reconfortante. El recordar aquellas risas, los juegos, esos momentos con ella... Era nostálgico.


Escuchó las palabras de Bialy, las cuales sonaron con un tono amable y dulce. Como respuesta a su pregunta, aún arrodillada en el suelo, se giró lentamente para observar al hombre con sus preciosos ojos humanos, los cuales emitían unos bonitos destellos verdes. Ella simplemente le sonrió ampliamente, como nunca antes había hecho desde que llegó a este mundo. Era la primera vez que aquí pudo volver a sentir aquello que tanto anhelaba, y fue todo gracias a ese hombre y su consejo.

En completo silencio, la niña se levantó y caminó lentamente hacia él. Los pasos que en un principio fueron lentos, se fueron acelerando poco a poco, hasta que finalmente Chloe empezó a correr. Una vez estuvo lo suficientemente cerca, se aferró a Bialy, abrazándole con todas sus fuerzas. Incluso sentado, aún le sacaba algo de altura. La niña escondió su rostro entre su ropa, sin dejar de sonreír.-Gracias. Gracias, Bialy...-En aquellos momentos estaba profundamente agradecida con él.

Y poco a poco... Volvió a sentir el frío en su piel. Sus latidos fueron disminuyendo poco a poco, volviéndose casi imperceptibles. La fuerza que estaba haciendo la niña abrazándole fue disminuyendo, hasta que dejó caer sus brazos lentamente. En ese momento se separó del muchacho, retrocediendo un par de pasos mientras miraba fijamente su rostro. Aquella tierna sonrisa que adornaba su joven rostro fue desapareciendo con lentitud, y ese precioso brillo en sus ojos se concentró en un solo punto. De sus lagrimales apareció una pequeña gota de agua, la cual resbaló por su levemente sonrosada mejilla, llevándose consigo todo el brillo de sus iris, ahora apagados. Una vez más, quién se sintió como una reina por unos instantes, volvía a ahogarse en sus penas en lo más profundo de un pozo completamente vacío.

En ese momento se acordó de algo.-Me has ayudado. Y con ello has debido romper la primera norma.-El tono frío de su voz regresó, y mientras dijo eso, agachó levemente la cabeza, mirando al suelo. Ahora que lo pensaba, ¿qué raza sería él? Desde luego, no tenía ninguna pinta de ser otra Doll.

Recobrar signos de su humanidad, de la humildad y empatía era bastante gratificante, dentro de si sentía aquel calor y felicidad por haber ayudado a alguien, a alguien que de verdad lo necesitaba, a pesar de las circunstancias aún seguía siendo un ser humano, y le encantaba demostrarlo, en aquel mundo lleno de odio y avaricia.

Eso fue lo que sintió cuando la joven corrió hacia él, ahí lo tuvo claro, y luego la estrechó en sus brazos con cierta fuerza, algo que necesitaba desde hace mucho tiempo y no había quien podía dárselo, ¿Quien mejor que un alma noble y pura? Una niña. La sensación la sintió cálida, era única sin lugar a dudas.

Pero no todo podía ser de color de rosas, algo ocurrió, lo que creyó al principio que era una simple y sencilla separación resultó en algo más, la confusión llegó rápidamente, no pudo diferenciar si se trataba de un problema, o si la niña solo volvió a su forma Doll, todo ese brillo, toda esa calidez, toda esa esperanza e ilusión solo se volvieron opacas, todo lo contrario a lo que fue desde el principio.
Claro que se asustó, y pensó que había hecho algo mal, claro que lo hizo, rompió la regla, pero, estaba confundido, el tenía el Manto.

-Pero, es imposible Egliette, tengo el manto... Yo.. Puedo romper la primera regla.. - En teoría, él podía ayudar a otros, pero, ¿Ella tendría un trozo? ¿Por qué el efecto se invirtió? Todo era demasiado repentino y confuso. - Egliette, tu no tienes el manto, ¿Cierto? -

El silencio había reinado en él luego de que le enseñara el pañuelo, o mejor dicho aquel manto que la pelirroja le había facilitado. Su falta de habla fue mas bien por algo sencillo, ¿Que podría decir? En muy pocas ocasiones se quedaba sin palabras, a pesar de no ser alguien muy hablador, pero eso solo se aplicaba en la actualidad, cuando se sentía incómodo o sobrando en un espacio, sin embargo ahora se le atribuía un nuevo motivo, uno que no era fácil de explicar por si mismo, y era cuando perdía el Norte.

Aquella felicidad no solo se había desvanecido en la joven, sino también en él.

Otra cosa que no mejoró su estadía en aquella sala musical fue la rabieta de la niña. Este no movió ni un músculo para que ella se desahogara, tenía absolutamente todo el derecho de hacerlo, ahora uno de los pocos sitios que no había sido destruido estaba perdiendo su poca imagen, una poca imagen que estaba dispuesta a recuperar una vez se calmaran los humos. Por la insinuación de la niña, tan solo asintió con la cabeza repetidas veces.

-La tengo, sin dudarlo. - Admitió sin vacilar y con un tono delicado. - Acá no hay muchas personas amables, Egliette, no puedes darte la vuelta porque al otro instante, alguien ya tiene un puñal contra tu cuello... Sin embargo, ella es distinta, no he convivido abiertamente con Persephone, pero su aura lo indica, indica la pureza y la amabilidad de una persona, eso me gusta de ella y me hace confiar. - Lo siguiente que hizo fue dirigirle una mirada, y una última sonrisa, mas dudaba que volviera con él, al parecer, estaban pautando su despedida.

-Para mi fue todo un placer conocerte, Egliette.. Espero podamos coincidir en otra ocasión, sino te molesta. -

A decir verdad no suso con exactitud si esa amenaza la hacía en general o lo dijo para él, cuando hablaba de forma tan glacial estando los dos solos en un gran cambio de personalidad, allí le dejaba en claro que si la joven se sentía amenazada o si hacía algún movimiento en falso, no se iría ileso de aquel lugar.

Así como ella se mantenía callada, Bialy también lo hizo, tan solo vigilaba sus movimientos. Antes pensaba que esta se iría, pero no fue así, pues tras una pregunta que no respondió, la joven se devolvió dentro de la sala a seguir saliéndose con las suyas, dañando el material de la sala, lo cual le daba un pequeño dolor interno.

Es extraño... Me pregunto por qué siento una terrible preocupación por alguien a quien no conozco.

Observó al rededor de la sala y se dio cuenta de un pequeño detalle. Notas musicales.
En una pared, como adorno, habían una decoración de notas musicales de varios tamaños, mas no sabía con exactitud su material, si eran de cartulina, de cartón..
Se puso de pie y se dirigió a aquella pared, a la cual le despegó aquel accesorio para después, cuando recolectó varias, se acercó sin ninguna preocupación a la niña. Se agachó a su lado observando el desastre el cual estaba haciendo al pequeño libro, y entonces, le sonrió, dando una sensación de que todo estaría bien, y entonces le extendió su nueva adquisición, enseñándosela y además, regalando.

-¿Te parecen lindas? Puedes quedarte con ellas si es así, pueden servirte como plantillas.. Mejor que esas hojas, les darían un lindo toque a tus pinturas. -

Le gustó el interés que tuvo la niña en las notas musicales de adorno, o mejor dicho, le gustó que nuevamente pudo captar su atención de una buena forma y ''Hacerla feliz'' siéndole de ayuda.
La pequeña muñeca admiraba su pequeño regalo como si fuera algo maravilloso, y eso lo llenaba de una infinita ternura, pero sin duda lo mejor para él fue que le hiciera una invitación.

Tal vez, solo tal vez... Acabo de hacer una pequeña amiga.

El sol del atardecer se colaba por la ventana, indicando el final de la tarde y dando un lindo ambiente, cálido y cómodo en aquella sala de música. El profesor se inclinó hacia la figura de la pequeña, simulando tener casi la misma altura. El cabello blanco y largo cayó por los costados de sus hombros y además, con su sonrisa, llevó una de sus manos hacia los labios, hecha un puño, a excepción del dedo índice que lo tenía levantado, en la típica señal de ''Silencio''.

-Entonces, será nuestro pequeño secreto. - Acompañando sus palabras, le guiñó un ojo a la mas joven. - Pues me encantaría reunirme contigo nuevamente. -

-Estoy emocionado por verla. - Luego de aquellas palabras que expresaban cariño, se enderezó. Era cierto que se estaba haciendo tarde, y por ende, debía buscar un sitio donde pasar la noche Pues no tengo lugar a donde ir.

Le pareció graciosa la escena de la pequeña muñeca con su ropa repleta de cosas, quizás a este paso tendría que buscar un bolso, o fabricar uno al menor para tan semejante cantidad de materiales. También le agregaban un toque gracioso aquellos pequeños pasos sonoros. Estaba esperando a que saliera por el umbral de la puerta cuando esta se giró, y su acto lo sorprendió con ligereza, además, por supuesto que le devolvió el gesto, levantando la mano y moviéndola de un lado a otro, la sonrisa de Bialy tenía mas presencia que la de Chloe. - Gracias a ti también, Egliette. -

Esta vez ya se había ido, pero él aún se sentía feliz, y aún tenía aquella curva en sus labios.
Lo que hizo fue darse la vuelta y se tomó su tiempo para acomodar nuevamente la sala de música, las cosas en su sitio, limpiarla un poco, y arreglar lo que podía de los daños hechos por la muñeca, tratándola de dejarla casi-como nueva.
Una vez terminó, se dispuso a salir de aquella sala de música y cerrarla, guardaría con cariño ese nuevo recuerdo que creó allí, pues al parecer No todo en este lugar es tan malo.

Se sentía tranquilo, bastante a decir verdad, quizás iba a tener por fin una noche de descanso.

Eso en Egliette, ¿Había sido una sonrisa?: