Intentaba pensar en lo menos posible, siempre manteniendo su cabeza ocupada en lo que fuera, ya sea explorando los alrededores de la escuela, su interior, simplemente topándose con nuevas personas y si tenía la oportunidad, trataba de convencer a las ninfas solitarias de que se unieran a los neutrales, después de todo, era la mejor opción y la más segura, pues ese lugar no necesitaba más muertes de nadie y si podía evitarlo, iba a hacerlo, sin importar si eso significaba romper reglas o lo que sean esas mierdas tontamente impuestas, sin embargo, ese día las cosas no iban a ser normales, nada iría como en su cabeza lo tenía planeado.

Era solo una simple caminata por los pasillos, siquiera era de noche todavía por lo que el peligro era mínimo, pero no nulo, de todas formas, tampoco iba a tomar demasiada importancia, tendría la posibilidad de huir o solo neutralizar a quien intentara atacarlo, pero nada más. Uno, dos, tres pasos, sus zapatos resonaban tranquilamente por los destrozados pasillos mientras sus ojos miraban vagamente dentro de los salones por los que pasaba, apenas una ojeada por el rabillo sin imaginar que dentro de todo ese caos encontraría una figura de largos y rosados cabellos.
Quedo completamente paralizado frente a la entrada de uno de los salones, mirando hacia el frente, siquiera atreviéndose a voltear por completo en dirección a la habitación, temía descubrir que aquella chica fuera realmente quien creía que era… ¿Y si era? No, no había posibilidad de serlo, no iba a perdonar a nadie quien se atreviera a llevar esa imagen.

Se sumió profundamente en sus pensamientos, aterrado, triste, pero sobre todo lleno de rabia, pues al momento en que tuvo el valor de voltear, fue capaz de distinguirla con claridad, sabiendo con certeza que efectivamente lo era… Ella era su primer amor, a quien alguna vez deseo fervientemente entregarle su corazón y todo lo que era con tal de permanecer a su lado, pero ya no, ella ya no estaba y en su lugar quedaba una escoria extraña. — Como se atreve… — mascullo con una voz varios tonos más abajo, la ira lo consumía y allí no había nadie de su familia, ni un solo ser cuerdo que pudiera hacer que entrara en razón y detuviera toda esa locura. Tenía que deshacer de ella…

Pasos apresurados se aproximaron hacia aquel ángel, viendo frente a sus ojos como cada una de sus preciadas memorias se reproducía una tras otra, cada momento de felicidad, de tristeza, el primer encuentro, todo había sido finamente grabado en su cerebro para que al final solo quedara una última imagen frente a sus ojos. Años y años de recuerdos que acabaron en la imagen de ese hermoso ángel siendo sofocada con las propias manos del ondina, no tendría pena ni culpa si acababa con la vida de ese ser y allí es donde se dirigía lentamente.
Sus manos se habían cambiado por la forma de su raza, la piel expuesta a una tonalidad verde marina con largas y afiladas garras negras que se clavaban en los músculos de la chica ¿Cuánto tiempo habrá pasado estrangulándola? Eternos segundos en los que aquellos ojos solo observaban con desdén y recelo la figura en frente, pero fue un segundo, un instante de atención en que se dio cuenta de lo que estaba haciendo era su peor error. Y no te equivoques, Elaith en verdad estaba dispuesto a matar, pero aquella esencia que sus ojos percibieron lograron que sus manos soltaran a la chica de manera tal en que era inevitable que ella cayera al suelo luego de que la levantara a unos metros. Tenía suerte de que aun permaneciera viva, de que no había pasado más tiempo pues de lo contrario estaba seguro de que iba a matarla.

Se apresuró a curarla, su canto de un segundo a otro comenzó a resonar hasta que cualquier herida fuera sanada, no importaba si agotaba buena parte de su poder, iba hacer lo posible por enmendar su error, pero dentro de su mente sabía que algo así no iba a ser suficiente. — Yo... Yo lo siento mucho, realmente lo lamento, Aria lo siento… no sabía que tu… ¿Cómo es que estas aquí? No entiendo nada de esto. — Se suponía que nadie debía estar vivo, todos habían sido masacrados, él mismo había visto con sus propios ojos el destrozo que habían hecho con el cuerpo de su amada, no entendía como era posible que permaneciera con vida… Esa era su alma, pero estaba seguro que no era completamente ella, era humana.
La voz se resquebrajaba con cada palabra, sus ojos no lograban contener las lágrimas, no había ningún estanque cerca donde pudiera esconderse, solo un simple edificio que lo mareaba y lo mantenía encerrado. El desespero intento buscarla con la mirada, encontrarse de nuevo con esos ojos, aunque fuera un instante ¿Acaso podía recordarlo?... ¿Ella sabía quién era?