Ryuu había raptado a Anastassia por la noche. Ella necesitaba estar con sus Reapers, por supuesto, y a él no le gustaba interrumpirla demasiado. Quedaba sólo la noche para recibir su dosis diaria de la hermosa morena, y el Dragón no malgastaba un solo momento.

Pero el sol tenía que salir todos los días, y con él Tass había vuelto a los de su raza. Ryuu resopló, sentado en el techo del horrendo colegio. Odiaba ese lugar, pero no tenía demasiadas opciones en ese momento. Primero lo primero, por supuesto, todo tenía un orden, por mucho que no le gustara. ¿Por qué le molestaba tanto? Él siempre había sido calmado, normalmente no le importaba tomar todo paso a paso, pero cuando se trataba de la situación en la que se encontraba…

El Dragón volvió a resoplar, pasando una mano por su cara de manera exasperada, pensando seriamente en arrancar todo el molesto pelo de su cabeza. ¿Y eso? Quizás había despertado un poco de malas. Era difícil culparle, cada encuentro que había tenido con alguno de sus dragones había terminado mal, Ryuu sólo quería ayudarlos de cualquier manera posible. ¿Era que se había demorado demasiado? ¿Habían pasado demasiado tiempo fragmentados como para formar un grupo?

“Debería haber abierto los ojos más rápido.” Murmuró pesadamente antes de bajar del techo. El Dragón no solía sentir demasiado, cuando lo hacía todo era un tanto extraño e incómodo. “De nada sirve eso ahora.” Lo único que podía hacer era seguir intentando, no había un solo pedazo de su existencia que le permitiría hacer otra cosa, sin importar lo que pasara. Solo quería ver a sus Dragones felices.

Deambuló sin rumbo, sin saber mucho qué hacer en ese momento, hasta que vio algo que le llamó la atención a través de lo que en algún momento había sido una ventana. Un destello negro entre paredes que todavía no se encontraban de frente con el sol. ¿Y eso? Sintió un tirón hacia ese lugar, curiosidad, quizás, instinto, y sus pies le llevaron a acercarse a ese hoyo en el concreto. Con cuidado de no pisar los vidrios, se apoyó en el alféizar para observar cómo la chica se deslizaba por el piso como si de una pista de patinaje se tratara.

¿La conocía? No. Más o menos. Seiryuu se había encargado de averiguar todo lo que había podido acerca del resto de los dragones. Ayudaba que Tass era una Reaper, había recogido varias almas de su raza, y el Dragón también había recopilado información por su cuenta. Sobre la chica frente a él, sólo sabía que eran de la misma raza, y quizás un nombre.

Parecía tan ensimismada, tan concentrada. Se imaginó que se encontraba en un estado parecido a cuando él meditaba, por lo que decidió no interrumpirla. Sólo se quedó apoyado, observándola con una ligera sonrisa. No lo pensó demasiado, el suelo sucio, lleno de sangre y tierra no parecía propicio para la rutina que veía.

Juntó hielo en su estómago y lo exhaló hacia el suelo de a poco, lento, formando bajo los pies de la chica algo como una pequeña pista de patinaje. Todo, cualquier cosa para sus Dragones. Se quedaría mirando, cuidándola de cualquier persona que pretendiera interrumpirla de alguna manera, acompañando en parte la idea de estar en otra parte, transportándose en un recuerdo que le surgió de pronto.