Había aplazado suficiente tiempo el hambre ya, no tenía ninguna intención de usar la poca comida que tenían, en especial cuando estaba intentando que la pobre chica que había cuasi adoptado no tuviese que comer carne humana. Aunque él era el primer responsable y el que pasaba el mayor tiempo con la pequeña, cuidarla se había transformado en un trabajo en equipo con algunos de los teriántropos neutrales. Todos hacían sacrificios por ella, a Nick le tocaba ir a suicidarse lo más lejos posible para resetear su estómago.

“Darling, quédate aquí con ellos, necesito salir por un rato ¿Sí?” Restregó su cabeza contra la de la chica afectivamente y la dejó a cargo de dos teriántropos que sabía también pelearían por ella si llegaba el caso. No le daba tanto miedo dejarla, siempre y cuando se mantuviera lejos de su forma humana podía escucharla si necesitaba ayuda.

Nick suspiró y restregó su cara con sus manos vestidas con guantes. No era tan difícil encontrar alguien que quisiera matarlo, pero hacerlo le traía recuerdos molestos. Sólo molestos, había logrado colgar por la ventana aquella personalidad violenta y amargada que había vuelto a él cuando explotó la bomba. Nada de pesadillas ni pensamientos intrusivos acerca de su pasado, tenía suficiente control sobre sí mismo como para priorizar con claridad.

Primero, la pequeña niña. Luego, mantener la cabeza fría, buscar comida donde se podía, convencer a más teriántropos de que se unieran al grupo neutral. Ya había más cosas después de eso, averiguar todo lo que podía. Parte de ello era entender cómo funcionaba la muerte y respawneo que había estado usando para hacer trampa en ese juego. Volvía a estar saciado después de morir, curado por completo, vestido otra vez si había perdido ropa.

Era perfecto, además de que le hacía aparecer en distintos lugares. Al principio creyó que era aleatorio, pero había pasado por el proceso las suficientes veces como para empezar a notar patrones. Parecía ser que uno aparecía en el punto más lejano de donde se había muerto. Tenía sentido, así no se podía hacer corpse camping y entrar en un bucle infinito de muertes.

Nick tenía siempre las orejas paradas, buscaba información, rumores, lo que fuera, en realidad, para recopilar información y buscar respuestas. Objetos mágicos, uno que permitía romper las reglas, gente que tenía problemas con sus formas de raza. Todo parecía un poco extraño. Estaba convencido de que no estaban en algún tipo de juego de realidad virtual. Había sentido dolor real muchísimas veces, sabía lo que era, conocía los avances tecnológicos y estaba seguro que no existía la más remota posibilidad de que estaban en un mundo que no era real.

No, algo había pasado, algún ente poderoso, extremadamente poderoso, los había tomado y puesto en algún tipo de demiplano donde tenía todo el poder y control. Como Strahd en Barovia, básicamente un dios aunque no lo era, esa era la conclusión a la que Nick había llegado usando todos sus conocimientos ñoños. No era un mundo falso, todo era absolutamente real, y alguien extremadamente poderoso sólo quería jugar con ellos.

Como en aquella campaña, ese dios seguro tenía más cosas planeadas que sólo dejarlos ahí para que se mataran los unos a los otros. Rumores de que se podía cruzar la neblina, de aquellos objetos, de que existía una manera en que la muerte era permanente. Sí, muchos planes que se desenvolverían en algún momento, de seguro, y no pretendía quedarse atrás y no tener idea de lo que estaba sucediendo.

Caminaba sin mucho rumbo, no tenía demasiadas ganas de simplemente tirarse contra los demonios, era una elección de raza tan cansada y gente tan miserable que no le parecía darles en el gusto de torturarlo. Conocía demasiadas personas como ellos, todas y cada una le daban asco y no pretendía relacionarse con ellos de ninguna manera. Con las manos en sus bolsillos se dirigió al estacionamiento. Había escuchado rumores de que tenían un huerto, quería revisar si eso era cierto. No pretendía crear problemas, si no encontraba a alguien que quisiera matarle rápido siempre podía arrancar su garganta con sus garras sin demasiado problema. Simplemente era un poco más engorroso y doloroso de lo que prefería.

Cerró sus ojos cuando vio el primer auto, abriendo la boca un poco para poder usar su olfato mejor. Bastantes híbridos, tierra húmeda, probablemente el huerto existía de verdad. Era inteligente, bastante, a nadie le gustaba andar por la vida de caníbal. -¿De dónde sacaron las semillas?- Era una muy buena pregunta, quizás encontraría algún híbrido que quisiera darle alguna respuesta, aunque probablemente era más inteligente que guardaran ese secreto, tenían la delantera ya.

A lo lejos, una voz femenina, escuchó que hablaba algo sobre fuego. A su suerte no había mucho viento ni llovía, recogió el olor de varios híbridos, gente en forma humana también, hacia la izquierda, pero decidió alejarse bastante del campamento neutral, no tenía intenciones de causar problemas entre su bando y el contrario. Se movió quedándose a una distancia respetable, rodeando el estacionamiento hasta que llegó casi al final. No se dio cuenta en realidad, pero seguía el olor de alguien, la curiosidad inconsciente había ganado y en realidad a Nick no le importaba si mataba al gato o no.

Con ambas manos en sus bolsillos y silbando una de las melodías de un juego de Zelda, decidió seguir un pequeño instinto. No tenía ninguna razón para creer que la voz y el rastro que siguió eran el mismo excepto quizás lo lejos que se había escuchado. Nick se encogió de hombros y recogió de a poco algunas ramitas y pasto seco, una piedra y un pedazo de metal que se había caído de un auto.

Se sentó sobre el capó de un auto a un par de autos de distancia de donde podía oler el rastro de una mujer y armó una pequeña fogata sin dejar de silbar de manera bastante animada. Usó la piedrita y la golpeó un par de veces contra el metal hasta que logró sacar una chispa. Haber crecido en la calle tenía sus pros y contras, pero era bastante ingenioso por necesidad. Tomó la chispa con el pasto seco y sopló con cuidado antes de poner el pequeño fueguito bajo los palos de diferentes tamaños. En un minuto ya tenía una pequeña fogata sobre el capó del auto para no quemar todo el estacionamiento. Pasó de silbar a tararear la misma canción que había llevado todo el trayecto.

No era idiota, aunque había salido con las intenciones de morir a manos de alguien que estuviese aburrido o hambriento, no lo tomarían por sorpresa por ningún motivo. Ya le habían atacado por la espalda ese primer día, pero nunca más. Estaba alerta aunque no lo parecía, sus orejas se movían de un lado a otro, recibiendo todo sonido por más mínimo que fuera, sus ojos cerrados para poder oler mejor, aunque con el humo tan cerca se le hacía un poco más difícil.

Sí escuchó un gruñido, una mujer, quizás la misma que había escuchado en un comienzo, aunque habían habido tantas voces cerca, híbridos, que no podía estar seguro. Algo moverse, luego la puerta de un auto. Abrió los ojos y alzó la cabeza un poco al escuchar pasos, una chica que pasaba de ser humana a algo distinto. No parecía estar demasiado contenta de verle, pero en realidad en ese lugar una cara de pocos amigos era la norma, no podía culpar a nadie por ello.

Él, por su parte, ya había vivido esa vida, caminado por ese camino, y venía de vuelta. No tenía intenciones de volver a ese lugar, fuera de la inevitabilidad de los primeros días, donde la sobrevivencia le había ganado a sus otras necesidades. Ahora estaba bien, y lejos de la pequeña que protegía con todo lo que tenía, podía morir tranquilo y con una sonrisa una vez más.

Y al parecer eso haría, la chica rápidamente había tomado una actitud agresiva. Le dedicó una sonrisa que dejaba ver un par de colmillos pequeños cuando se abalanzó sobre él, sin hacer ningún movimiento defensivo en absoluto más que abrir sus brazos un poco para evitar que ella cayera sobre el fuego. ¿Qué se le podía hacer? Darling había prendido un tipo de instinto protector y ya no podía apagarlo.

Notó el cigarro y la siguió con los ojos cuando se inclinó hacia el fuego. -Ah, entonces sí es ella.- Lo confirmó rápidamente cuando la escuchó hablar. Su nariz se movió de un lado a otro con el humo del cigarro, y había algo más. “A- Lo lamento- Voy a-” La nariz del moreno volvió a moverse y recogió su labio superior en una mueca de que claramente iba a estornudar, llevando su cola bajo su nariz. “A- ¿chu?” Inhaló como para estornudar, pero suspiró, en realidad no salía. “Qué raro, supongo que ya no.” Soltó una risita completamente relajada, como si no tuviera una lanza contra su cuello.

“Podría preguntarte lo mismo. ¿Qué haces aquí-” Frunció el ceño, notando las plumas y las armas. “¿Ángel? Seguro es una forma original.” Notó en un cumplido extraño, asintiendo ligeramente. Aunque estuviera a centímetros de ella, Nick parecía completamente despreocupado de todo. No había una gota de atracción más que interés, igual de simpático que siempre, nada más fuera de eso.

“Pero si tienes curiosidad, en realidad tengo bastante hambre y estoy intentando solucionarlo.” Explicó de manera lógica. Para él tenía todo el sentido del mundo, no creyó necesario explicar que en realidad no buscaba comida si no morir, en su cabeza no había otra respuesta. “Me alegra que el fuego te haya servido.” Dejó sus manos donde estaban, extendidas hacia los lados, como si quisiera atajar a la chica de acercarse mucho al fuego. Pero le picaba la nariz, que no había dejado de mover de un lado a otro, por lo que intentó como pudo rascarse con su cola.

Oh, la furia. -LA FURIA.- Notó en su cabeza entre risas solo mentales, que no era idiota. “No estás equivocada, me dicen eso bastante.” Comentó, sin mover un músculo cuando la lanza perforó su piel. Se encogió de hombros ligeramente ante la idea de no estar en posición de hacer preguntas. Aquello era subjetivo, él podía hacer lo que se le diera la gana, no le importaba si la chica decidía matarlo o no por su osadía.

Claramente tanto no la había cagado, la lanza fue retirada, sólo para ser reemplazada por la mano de la chica. Quizás podía pelear de vuelta, zafarse, rugir en su cara y stunearla lo suficiente como para salir corriendo. Pero su intención era morir de alguna manera ese día, por lo que se dejó, la valentía de la chica no pasaba desapercibida. Aunque… Quizás se acercaba más a algo como locura que le había impulsado a casi atacar sin saber nada de su oponente. Muy peligroso, pero parecía que la chica no estaba completamente dentro de sus cabales.

No podía culparla, si alguien tenía cualquier razón para perder la cabeza antes de llegar ahí, tenía todo el sentido del mundo que la mitad no hubiesen sido capaces de sobrellevarlo. Nick tenía suerte, en ese sentido, había estado ahí, paseado por ese lugar, hecho una pequeña casita donde creyó que pasaría toda su vida. Y ahora estaba de vuelta. Y esa casa estaba detonada en mil pedazos, hecha añicos, y ese lugar ya no existía para él.

Levantó sus manos, una a cada lado de su cabeza en un signo de que no tramaba nada, y achicó un poco su sonrisa, que parecía molestarle de sobremanera. Aclaró su garganta y alzó las cejas un poco ante la pregunta, asintiendo ligeramente con su cabeza. “Nope, no vengo por comida.” Concedió en un tono relajado, inclinándose un poco hacia atrás cuando la chica se acercó.

“Tenía curiosidad, escuché que los híbridos tenían un huerto y quería saber si era cierto.” Explicó, rascando su nariz con su cola mientras hablaba. “No quiero crear problemas entre esa alianza y la mía, por lo que no pretendo meter la nariz ahí dentro.” Asintió otra vez, no tenía razón para mentir y no había una pizca de engaño en su tono o expresión.

“Y no, no vine por comida. Pero sí tengo hambre.” Quizás no había quedado claro, a él le hacía todo el sentido del mundo, pero en realidad no lo había conversado demasiado con nadie. A Nick no le importaba morir una y otra vez, claramente no habían repercusiones como en Log Horizon, tenía todos sus recuerdos intactos.

“Hay más de una manera de solucionar eso. No hay demasiado alimento, no tengo interés en convertirme en un caníbal, pero la alternativa no me molesta en absoluto. ¿Se entiende?” No quería ir y decir que estaba buscando matarse, no sonaba demasiado bien, pero era la implicancia. Por lo menos, lo era si la chica había muerto alguna vez con el estómago vacío y había notado que parecía ya no estarlo al respawnear.

Claramente no eran las acciones o actitud de Nick que habían encendido algo más desquiciado en la chica. No, esas reacciones nacían de algo más profundo dentro de ella. ¿Qué podía hacer para aminorar esa furia? No estaba seguro, le faltaba muchísima información, pero claramente no le gustaba demasiado hacer sufrir a alguien si podía evitarlo.

Nah, a Nick le gustaba ayudar donde fuera posible, era su naturaleza, lo hacía por cualquiera sin importar la situación. No era la primera vez que alguien intentaba estrangularlo, sabía bien cómo defenderse de aquello, dudó un momento, considerando si era bueno para el estado mental de la extraña dejar que le asesinara así. -Quizás no es lo que necesita en este momento.- Concluyó, su respiración sólo se entrecortó y alteró un poco cuando los brazos de la empezaron a temblar por la fuerza con que le estaba apretando.

No peleó en absoluto, sólo entrecerró un ojo cuando las uñas se hundieron en su piel, quería responder a la pregunta, pero no estaba en condiciones de hacerlo. ¿No había respondido ya? Definitivamente no estaba en sus cabales, demasiadas palabras se perdían en el mar de furia. Habría que cambiar de estrategia, entonces.

La chica lo soltó y Nick llevó una mano enguantada a su cuello, aclarando su garganta ligeramente. Frunció el ceño al verla tomar su cabeza, se agachó en el piso, el moreno la miró con un poco de curiosidad y luego ya estaba de vuelta y pateaba sus costillas. “Uf-” Exhaló suavemente, no tuvo tiempo de doblarse hacia adelante y había tomado su cara. Podría haberse defendido de quizás todo lo que la chica hacía, pero no tenía ganas de hacerlo, y quizás era terapéutico para ella.

O quizás no. No podía ni siquiera empezar a contar la cantidad de emociones expresadas en un minuto. ¿Qué podía hacer para ayudarla? Ahora no pensaba en dejarla sola ahí, bajo ningún concepto, pero no sabía bien cómo proceder. Era psicólogo, pero fuera de las cuatro paredes de su consulta aplicar sus conocimientos era algo absolutamente distinto.

Consideró presentarse de manera desordenada, pero no tenía demasiadas ganas de bromear consigo mismo en ese momento. “Soy Nick. Nicholas.” Suspiró pesadamente y se sentó de vuelta sobre el auto, tomando un palito que se consumía de a poco con el fuego. Claramente demasiadas palabras no iban a pasar ni ser procesadas. “Vine aquí buscando a alguien que quiera matarme.” Enunció con una sonrisa, observando la pequeña lengua de fuego, entrecerrando sus ojos. “Si mueres, todo se resetea.” Explicó con simpleza, palabras concisas, que la chica pudiese entender, andar con rodeos no había servido. “Heridas, ropa perdida, incluso el hambre.” Su tono no era bobo, si no bastante serio, honesto, no tenía razón para mentir.

Dejó el palito de vuelta sobre el fuego que crujía felizmente, sin afectarse por la inestabilidad de la chica, al igual que el moreno. Rascó su nariz con la palma de su mano, moviendo la punta en círculos para rascarla, algo seguro le estaba dando un poco de alergia. “Disculpa si te molesté, no era mi intención.” Terminó con un tono un poco más cuidadoso, comenzando a hacer una trenza en parte de su melena revoltosa.

Nick parpadeó varias veces, un poco confundido, claramente no se había dado a entender. “No pretendía que tú lo hicieras.” Explicó, observando a la chica con curiosidad. No la culpaba en absoluto por cómo se estaba comportando, en realidad era extremadamente difícil confiar en cualquier persona, casi no tenía sentido intentar conocer gente nueva. Demasiado probable recibir una puñalada en vez de un apretón de manos. Pero al moreno ese hecho le tenía sin cuidado.

Se hacía pequeña, bolita, apretaba sus piernas contra su pecho y si no estaba equivocada temblaba un poco. No había que ser adivino para ver que estaba abrumada, que se sentía sola, o pequeña, o vulnerable, o tenía miedo. Le bastaba con el lenguaje corporal, con la palabra quebrada, no se sorprendió cuando la chica empezó a llorar.

Quizás no era prudente quedarse ahí mirándola mientras ella se iba derecho a la mierda, pero no se perdonaría nunca si la dejaba sola así, era firmar su sentencia de muerte. -Seguro si me acerco me trago una lanza.- Pensó con una sonrisa idiota, desabrochando el botón de la manga de su camisa, la sacudió un poco y se bajó del auto con un saltito.

De a poco se acercó a ella de manera diagonal y no directa, llevando la tela a sus colmillos y rasgándola con cuidado para crear algo como un pañuelo. La rodeó despacio y se sentó detrás de ella, dándole la espalda, un poquito de privacidad. Dejó alrededor de cincuenta centímetros de distancia entre ellos y puso el pañuelo sobre su cola antes de estirarla hacia la chica sin darse vuelta. “Si alguien te encuentra así no van a dudar en hacerte daño. No quiero eso en mi consciencia, y es mi responsabilidad que estés así, por sobresaltarte.” Murmuró con tranquilidad, esperando que le estuviese apuntando a donde quería con su cola, pretendía entregarle el pañuelo improvisado, pero sin ver era bastante difícil. “Lo lamento, pero no me voy a ninguna parte por ahora.” Aseveró, de verdad lo sentía y se notaba en su tono, pero el hecho de que no iba a largarse era absoluto.

Nick rascó su nuca antes de empezar a juguetear con su melena, se encontraba en una situación un poco compleja, claramente sus palabras no ayudaban, la chica no parecía siquiera escucharlo. Cuando se acercó, tenía más o menos aceptada la posibilidad de que el humor de la peliblanca cambiara otra vez a algo violento, como un remolino peligroso, pero estaba a salvo, por ahora.

Le parecía extraño, no como algo malo, sino interesante, actitudes que para él eran absolutamente imposibles. Su estado natural era calma neutra, poquísimas cosas lo sacaban de sus casillas, y una chica capaz de afectarse de esa manera… Aunque claramente en ese momento era demasiado, las emociones, las reacciones que ella estaba teniendo le hacían mal, tenía la capacidad de sentir tanto, muchísimo más que él.

Estaba absolutamente interesado, como si fuese testigo de un fenómeno natural. Por supuesto que no iba a irse, aunque ella se lo pidiera mil veces, no mientras siguiera así de mal. -Por favor no corras.- Decidió no decir nada cuando la chica se levantó, no estaba en calidad de irse a ninguna parte, no así, pero seguro si no pretendía hacerlo y él abría la boca sí que correría.  

Tomó el pañuelo improvisado y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta, un poco aliviado cuando sólo se encerró en el auto. La lástima era que las ventanas estaban rotas, los gritos no eran acallados por ellas, y le preocupaba un poco que alguien los fuera a escuchar. -¿Debería rugir para cubrirlos?- Probablemente no, sólo empeoraría las cosas. ¿Qué podía hacer, entonces?

A veces la gente se sentía mejor si era contenida físicamente, con un abrazo apretado, sabía que eso probablemente la calmaría un poco. Quizás si se conocieran, si él fuera un amigo, pero en ese momento no lo conocía y no lo quería cerca, por lo que un abrazo contenedor estaba fuera de la discusión.

Con un par de movimientos bastante ágiles saltó del piso al techo del auto donde la chica se había encerrado, casi sin hacer ningún sonido, y se sentó con las piernas cruzadas. Si no podía hacer nada para ayudarla ni calmarla, por lo menos se quedaría ahí hasta que ella se calmara por sí sola, asegurándose que nadie le hiciera daño. No le importaba en absoluto, aunque su estómago estaba bastante disgustado con el cambio de planes.

Se distrajo haciendo trenzas en su melena, cerrando sus ojos y hundiéndose en los sonidos que podía escuchar detrás de los gritos y sollozos, abriendo la boca un poco para recibir todos los olores que podía. Cualquier cosa o persona que quisiera acercarse no pasaría desapercibida. Si tardaba más de unos diez minutos en calmarse por sí sola, tendría que cambiar de estrategia, no era capaz de escucharla llorar sin hacer nada por demasiado tiempo y terminaría por dejar de respetar el espacio y se asomaría desde arriba por la ventana para intentar distraerla.

La chica sólo se había quedado mirándolo. ¿Qué podía hacer para ayudarla? No tenía demasiadas opciones en ese lugar, si era completamente honesto consigo mismo. Seguro si se acercaba así como así sólo haría más daño. Nick notó que el pelo albino estaba desordenado, como si ella hubiese metido sus manos ahí sin cuidado. Claramente era un ataque que la chica no podía detener con facilidad, en su cabeza fue como si uno de sus libros cayera abierto, repasó todas las opciones que quizás ayudarían.

Básicamente cualquier cosa que la sacaran de su cabeza. Algo menos deseable, como el dolor, era absolutamente la última opción, de nada servía reemplazar una crisis con otra. Apoyo moral físico, un abrazo apretado. -Seguro que no.- Por lo menos no de él, era un desconocido y no parecía una chica que confiaba con facilidad, considerando el hecho de que le había ordenado que se largara y lo único que había tenido para él eran preguntas y amenazas, además de no haber creído lo que Nick decía en un comienzo.

¿Hablar? -Tampoco.- No con él, otra vez, simplemente no había un rapport entre ellos como para que Nick pudiese hacer algo. Quizás lo único que podía hacer era encontrar alguna manera de ayudarle a concentrarse en sus sentidos, otra manera de llegar al mismo resultado, desconcentrarla de quién sabía dónde se había ido a meter dentro de su cabeza. No tenía comida, dudaba de si entonar un silbido o canción sirviera, considerando la reacción que había tenido en primera instancia. ¿Tacto? ¿Olfato? No tenía nada que mostrarle que distrajera su vista, nada que comer.

Nick dejó de asomarse por la ventana y suspiró pesadamente. Estaba bastante jodido, casi sin herramientas con que poder ayudarla. Claramente dejarla sola no era una opción, tampoco creía que iba a ayudarle más que si acertaba con algún intento de mejorar la situación. Miró a su alrededor, estaba lleno de autos, el fuego. -¿Quizás si se acercara al fuego?- La calidez podía ayudar, pero no sabía si en ese estado intentaría algo estúpido como quemarse. La situación era bastante volátil. -FUEGO- Miró a su alrededor y encontró la colilla del cigarro.

-ESO- Se dejó caer del techo del auto con agilidad y se agachó en el piso para oler el cigarrillo. “Ugh” Murmuró, aunque había fumado desde niño, en esa forma el olor era demasiado fuerte, más cuando metía la nariz en lo que quedaba para poder rastrearlo. Era un salto de fe, intentar rastrear un cigarro en ese lugar, sólo usando el olor de otro. Pero era lo único que se le ocurría, y era mejor que quedarse ahí haciendo nada.

Cerró sus ojos y dejó que los olores pintaran el paisaje en vez de su vista. Tardó quizás un minuto entero en estar lo suficientemente concentrado como para reconocer el olor del cigarro entre todo el resto. No había viento ni lluvia, y gracias a que lo que intentaba seguir era un hedor bastante cargado, fue capaz de hacerlo. Sólo un par de autos de distancia, en la dirección de donde había venido la chica. Su olor estaba mezclado con el del cigarro, por lo que se le hizo un poco más fácil.

-Esto no se va a ver nada bien.- Consideró al notar un bolso, que probablemente contenía cigarros. Le picó un poco la nariz, como lo había hecho cuando ella se acercó. -Que raro.- No era alérgico a nada, quizás un poco en primavera, cuando se acercaba mucho a una flor, pero nada como eso. Apretó su nariz con fuerza para no hacer ruido al estornudar una, dos veces. -¿Qué mierda?- Decidió no quedarse demasiado tiempo cerca de lo que olía como el bolso de la chica, sólo abrió la puerta en silencio y abrió el bolso. El olor que salió de adentro le hizo estornudar más, era como si hubiesen echado polvo pica pica en su nariz.

-¿Qué tiene aquí dentro?- Introdujo una mano enguantada hasta que sintió algo que reconoció como una cajetilla y la extrajo, en movimientos rápidos cerró la puerta del auto con cuidado de no hacer mucho ruido y se devolvió al auto donde la chica lloraba. Notó que la muñeca que había metido en el bolso tomaba un color rojizo, que sus ojos empezaban a llorar. “¡Achú!” No pudo evitar un estornudo un poco fuerte al llegar al capó del auto.

Sin perder mucho tiempo extrajo un cigarro de la cajetilla y lo encendió con el fuego que había hecho sin aspirar el humo, dejándola sobre el auto antes de tomar su forma de raza con el cigarro en la boca. El olor era bastante fuerte, sus sentidos eran simplemente demasiado agudos como para soportar el humo tan cerca de su nariz, pero lo aguantó sin chistar. Pretendía intentar tres cosas al mismo tiempo. Se asomó por una de la ventanas más lejanas a donde estaba, saltando dentro del auto. Claramente era demasiado pequeño para él, estaba extremadamente apretujado en los asientos de adelante. Dobló su cuerpo un poco, abrazando la cabecera de uno de los asientos con sus patas para asomar su cabeza por arriba con el cigarro entre sus colmillos.

Claramente se veía absolutamente ridículo, era una posición bastante cómica, un león enorme con un cigarro entre sus colmillos, apretujado en un autito mientras intentaba asomarse hacia la chica, que no estaba a más de 30 centímetros. Sentía los ojos irritados y su brazo derecho dolía un poco, recogía la nariz que todavía picaba, y se movía un poco para acomodarse y acercarse un poco más a la chica, ofreciendo el cigarro. Esa era la primera etapa de su plan. Hecho eso, encendió su ronroneo suave, que en su forma de león era suficientemente fuerte como para confundirlo con un pequeño motor.

Olfato y oído, le traía un cigarro encendido que seguro le haría sentir mejor. Había leído en alguna parte que el ronroneo de un gato hacía a los humanos sentirse más calmados, que hasta ayudaba a regenerar tejido blanco. A saber qué era cierto y qué no, pero valía la pena intentarlo. Además, en ese momento era un gato enorme y adorable, su pelaje se veía absolutamente suave, y el sueño de mucha gente era acariciar un animal como un león.

Eran tres cosas que estaba intentando hacer, maneras de atravesar el mar de emociones en el que ella se ahogaba, con que una funcionara estaría un paso más cerca de ayudarle a calmarse. -Anda, prometo que no muerdo, sólo ronroneo bastante fuerte.- Intentaba demostrar eso con su actitud, su posición, una sonrisa gatuna, hasta agregó ese movimiento que hacen los gatos con sus patas, hundiendo sus garras en el asiento y tirando hacia arriba como si lo estuviese amasando.

Nick no tenía problema alguno en ver de noche, no desde que había llegado a parar a ese mundo. Nunca le había tenido miedo a la oscuridad, de cualquier modo, había sido su aliada, el manto bajo el que podía esconderse. El lugar que le había salvado de golpizas, que había sido su cama y frazada, donde podía desenvolverse sin problemas y a gusto. Más a gusto ahora que él tenía más ventaja, donde el resto quedaba a ciegas, él casi ni notaba la diferencia.

Quizás por eso la chica gritaba más, aunque en el estado en que estaba en realidad las razones de los chillidos podrían ser infinitas. Por lo menos su llegada al auto había sido tan extraña y ridícula que la había tomado por sorpresa. Lo que intentaba hacer era sacarla del espiral en que se había atascado, por cualquier medio posible. Que fuese constructivo y no destructivo, por supuesto, no iba a hacerle daño ni dejar que ella lo hiciera.

Vio a la chica parpadear, perpleja, y luego respirar. No chilló, ni volvió a llorar con más fuerza, ni se le tiró encima para asesinarlo. -De a poco avanzamos.- Era un hombre en extremo paciente, por lo que un pequeño progreso como ese era suficiente como para motivarle a seguir intentando. Además, en realidad no había otra manera en que él abordaría la situación. Dejarla sola, o hacer cualquier cosa que no fuese ayudar, estaba simplemente fuera del reino de posibilidades.

Entregó el cigarro, otra pequeña victoria, y dejó que la chica le diera la espalda. No podía pedir tanto tan rápido, después de todo. Esperó pacientemente, ronroneando un poco más fuerte, hasta que vio que se había acabado el cigarro, quizás cinco u ocho minutos, en los que intentó planear sus siguientes acciones.

Decidió rápidamente no hacer mucho más de lo que ya hacía, estar ahí, ronronear, hacerle compañía sin obligarla a interactuar si ella no quería. Sólo volvería a hacer algo, quizás acercarse, si la chica parecía empeorar de un momento a otro. Iba a quedarse sólo en eso, pero la nariz todavía le picaba muchísimo. Intentó quitar la molestia lamiendo su nariz, y luego rascándola contra el asiento sin lograr nada. Hizo un par de sonidos de molestia y arrugó la nariz, recogiendo su labio inferior, antes de estornudar varias veces.

Nick observó a la chica fumar el cigarro de a poco, no de manera desesperada, como recordaba haber visto demasiadas veces. Suficiente calma, entonces, como para poder controlar el vicio, por lo menos en ese momento. Era otro avance, que ya no se ahogaba en llanto, que de a poco se calmaba. -Es como si fueras un profesional, o algo así, señor Allen.- Se elogió en su cabeza mientras continuaba su ronroneo, preguntándose si en realidad servía de algo o no.

La chica se daba vuelta a veces para mirarlo, Nick no pudo descifrar la mirada que recibía, supuso que, basado en las preguntas, la desconfianza, y el subsecuente ataque, probablemente ni ella entendía bien la situación en ese momento. ¿Tan difícil era simplemente creer en la bondad de alguien más? -Sí.- Respondió automáticamente, porque lo sabía por experiencia propia, porque él también había sido así en algún momento.

El ataque de estornudos claramente había tomado a ambos por sorpresa, la chica de cabellos albinos se había dado vuelta de un sobresalto, y Nick había estornudado con tanta fuerza que se había dado en la cabeza con el techo del auto. Gruñó suavemente, posando una de sus patas en su nuca, sin dejar de mirar a la chica. -Suerte la mía.- El estornudo había sido suficientemente… Algo. Ridículo. Tierno. Idiota. Qué sabía él. Pero de seguro había terminado de sacar a la chica del torbellino de crisis. -Nick uno, malestar psicológico cero. Toma eso.-

Ella lo miraba muchísimo, curiosa, casi como Darling lo hacía a veces. Podía imaginarse lo mucho que quería acariciarlo, sólo por el hecho de que la mayoría de la gente amigable que había conocido no había sido capaz de detenerse. Nick volvió a ronronear, resoplando un poco con su nariz, rascándola con su pata, todavía picaba un poco. Sus ojos no dejaron de observarla. -Acariiiiiiiiiciame.- Intentaba hipnotizarla en su cabeza, ronroneando de manera bastante fuerte. -Sé que quieeeeeeeeres.- ¿Cómo podía hacerse ver más tierno? No estaba seguro, en realidad no era algo que hubiese considerado hasta ese momento exacto.

-Andaaaaaaaaa, cumple el sueño de cualquier amante de los felinooooooooooos.- Lo único que se le ocurría era intentar desbloquear alguna habilidad nueva, algún tipo de sugestión mental, quizás la habilidad de verse aún más suave y esponjoso. -Extiende la manooooo y acariciaaaaa al gatitooooo para que te caaaaalmeeeeeees maaaaaaaas.- Nop. No servía. Claramente estirar las palabras más en su propia cabeza no daría resultado.

La pregunta no le tomó por sorpresa, no en realidad, era bastante normal entre los sobrevivientes de aquella bomba. ¿Por qué un ángel? ¿Por qué un elfo? ¿Por qué un dem- No, eso lo sabía, porque era un pobre miserable, por eso habían elegido demonios. Nick ladeó la cabeza, considerando por un segundo, en realidad deseando poder responderle sin romper la ilusión de ser un animal adorable.

No quedaba más remedio que hacerlo, la alternativa era ignorarle, y no estaba seguro de que eso resultara productivo. Tomó su forma intermedia, en realidad era muchísimo más cómodo que ser un león enorme en una cabina pequeña. Su nariz se encontraba un poco roja, y su brazo derecho tenía un ligero sarpullido del mismo color, aunque el moreno no se dio cuenta. “En realidad no tengo una razón muy trascendental.” Explicó, encogiéndose de hombros. “Siempre me han gustado los leones. Y los dragones. Entre uno y otro, en realidad hay tantos mitos y leyendas acerca de dragones, tantas cosas distintas, que preferí irme a lo seguro, que acerca de teriántropos todo el lore suele ser parecido.” Asintió con la cabeza, en realidad a él le hacía todo el sentido del mundo.

“Además los leones son muchísimo más amigables a la vista que un dragón enorme escupe fuego, y en realidad no tenía ninguna gana de ganarme enemigos sólo con mi apariencia.” Eran razones lógicas, quizás, enumeradas en un tono simple, como si en realidad no fuera nada demasiado importante.

Quiso preguntar… Bastantes cosas, en realidad. Su nombre, su raza y por qué la había elegido, si se sentía un poco mejor… Pero decidió guardar aquellas, en vez, frunció el ceño y se cruzó de brazos, estirándose un poco en el auto. “Supongo que en algún momento habré visto un peluche de león en alguna vitrina. Nunca tuve uno, pero siempre me parecieron… Abrazables, creo.” Si ella quería revelar algo, tenía el permiso de hacerlo, pero debido a lo desconfiada que se había mostrado, no iba a ser impertinente.

Responder a fondo quizás serviría para ilustrar que él no era más que otra persona, que sus intenciones no eran violentas, una invitación abierta que ella podía tomar o dejar sin presión ni obligaciones. Nick tomó su cola entre sus manos, su mirada se había perdido un poco mientras pensaba, y acariciaba el mechón en la punta, ordenando algunos mechones enredados.

¿Hablaba demasiado? Quizás, en un intento de hacer que la chica se sintiera un poco menos incómoda. Después de todo, era probable que para ella fuese vergonzoso tener público para su berrinche. No sabía lo poco que le importaba a Nick, que sólo estaba ahí más o menos de casualidad. El teriántropo notó que la chica parecía perderse nuevamente, por lo menos un poco, al mirar por la ventana.

Le picó un poco la curiosidad, de ese arranque emocional a ese estado más tranquilo en tan poco tiempo, no había vuelto a decirle que se fuera, como si hubiese aceptado su compañía un poco a regañadientes. Pasaba teorías y preguntas por su cabeza, pero sólo lanzó una carcajada ante el resumen que había hecho de su respuesta. “Seh, supongo que mero gusto es una buena manera de decirlo.”

Un ligero movimiento, un suspiro, una actitud más calmada. Nick empujó el cabello fuera de su cara. -Maldita sea, orejas aquí encima no me sirven para nada.- Ni siquiera podía recogerlo detrás de ellas. -¿Cómo se hacían trenzas?- La chica volvió a hacerle una pregunta y Nick pensó en una respuesta mientras intentaba trenzar su cabello.

“No es caridad.” Aclaró, porque en realidad no lo era. “Caridad implica que yo estoy siendo benevolente y estoy aquí para ayudarte, o algo por el estilo, y yo no soy un filántropo y tú no pareces alguien que necesite ayuda.” Su tono era amigable, los ojos verdes pegados en el intento patético de trenza que sólo estaba logrando hacer una maraña de la melena. Él no venía a salvar a nadie, no era lo suficientemente arrogante como para creer aquello, o para juzgarla por el arranque al punto de creer que era incapaz, y lo dejaba claro con sus palabras.

“No te mentí, originalmente me alejé de mi grupo porque tenía hambre, y no tengo intenciones de volver a nuestro mundo sabiendo cómo sabe la carne humana. Prefiero morir, no hay consecuencias en hacerlo.” Nick se encogió de hombros, dejando el pedazo de cabello que había enmarañado sin remedio para volver a intentarlo con otros mechones. “Escuché que los híbridos estaban trabajando en una huerta, pero te escuché desde lejos y me distraje.” Admitió con una sonrisa extremadamente boba, apuntando a sus orejas para ilustrar haberla escuchado desde tan lejos.

“¿Por qué te importa tanto, de todos modos?” Preguntó con curiosidad antes de hacer un sonido de fastidio y darle al segundo rasta que había formado con sus manos una mirada asesina antes de pasar a un tercer mechón. -En algún momento tiene que salirme una trenza ¿No?- No, así como estaba intentando hacerlo iba a tejer una bufanda con su cabello antes de lograr trenzarlo.

Nick creyó estar a salvo de los cambios de humor de la chica, por lo menos por algunos minutos. No tenía idea en qué momento, ni qué había dicho, para provocar algo nuevo y distinto en ella. Pero de que lo había hecho no cabía duda, a juzgar por la nueva mirada que le estaba dando.

Si Nick hubiese sido cualquier otra persona, quizás la expresión macabra le hubiese paralizado. Horrorizado. Pero él era Nick, y aquello no hizo más que picarle en extremo la curiosidad. Observó a la chica con la cabeza ladeada y una sonrisa curiosa en sus labios. No hizo nada cuando ella se acercó. Nada más que acomodarse donde estaba sentado y cruzarse de brazos.

Ya le había amenazado varias veces, pero luego aseguró que no sería ella quien le daría el gusto de matarle. -Vaya, y ya había empezado a creerle.- Nick soltó una carcajada ante lo primero que dijo. “No creo. Sé. No sería la primera ni última vez. No hay nada que comprobar” Se encogió de hombros, denotando lo mucho que le importaba morir o dejar de hacerlo en ese momento.

Notó la mirada pacífica de la chica, pero tuvo bastantes dudas acerca de las palabras que resbalaban de su boca. “¿Crees que te ayudaría a liberar estrés?” Clavó sus ojos en los ajenos, no era un desafío, si no una pregunta genuina. “Mientras no te arrepientas luego, conmigo puedes hacer lo que quieras. Si de veras crees que no te va a hacer mal.” No había preocupación por ella, por lo menos no abiertamente, era más un tono simple y práctico. En realidad, notando el estado mental frágil de la contraria, no estaba seguro de si era muy buena idea darle el recuerdo y la sensación de matar a alguien en ese momento.

“Puedes matarme. Puedo quedarme. Puedo volver a ser un león y podemos hacer como que yo no fuera humano. Puedo ir a buscar más cigarros. Puedo irme. En realidad cualquier opción suena interesante. Es tu decisión.” Nick no tenía miedo, ni por él ni por ella. No estaba asustado, y parecía casi no tener alguna opinión o reacción acerca de las emociones de la chica. No era de su incumbencia, y le quedaba bastante claro que ella no tenía intenciones de apoyarse ni buscar ayuda en ese momento. Extraño, quizás. No actuaba como de costumbre. Quizás estaba espejando un poco la actitud de la chica sin darse cuenta. No estaba jugando con ella, ni experimentando, ni nada sádico como aquello.

No dejó de mirar sus ojos con curiosidad y una pequeña sonrisa, observando, esperando a ver qué sería de él. -Menuda situación loca en la que te metiste, Allen.- Era casi impresionante.

Nick se había ajustado rápidamente al humor cambiante de la contraria. Quizás para suerte de ambos no era lo más extremo o loco que había visto en su vida. Sus palabras ya eran más deliberadas, sabía que cualquiera podía gatillar algo, pero al no saber exactamente cual, tenía que pensarlas un poco más.

No por su propia seguridad, claro estaba, si no para no empeorar la situación de ella. ¿Importaba? Quizás a la mayoría no, la hubiesen dejado mientras lloraba, o intentado defender cuando amenazaba sus vidas. Nick no podía ver a alguien sufriendo así sin intentar hacer algo para ayudar, era parte de su naturaleza. Además, tenía herramientas que muchos otros no.

Ahí, algo de lo que decía le lanzó en otra dirección ¿Por qué eso en específico? Todavía no lo sabía. Le dejó en paz, la presión en su cuello desapareció, ella ya estaba sentada más lejos, perdida en algún recoveco que le separaba de la realidad, por cómo se veía. Las preguntas no iban hacia él, entraba y salía de escucharle porque apenas y reaccionaba a mucho de lo que decía.

Aprendía rápido, por lo menos. Volvía, interactuaba con él, escuchaba, algo específico le empujaba otra vez a ese estado abrumado. ¿Qué tenía en la cabeza? Escuchó la petición, sin estar demasiado seguro si iba dirigida hacia él. Más valía prevenir que lamentar en esa situación, iba a volver a llorar si él no hacía algo, quedaría indefensa otra vez.

Por un momento pensó en volver a su forma humana, quizás ayudarle a centrarse en lo que había sido más real, alejarse de un mundo fantástico que seguro había puesto más presión en absolutamente todas las mentes más atormentadas que se habían atascado ahí. No la culpaba, no le extrañaba, no era la única que se estaba cayendo a pedazos ahora más que en cualquier otro momento de su vida.

Incluso él había tenido un pequeño lapso, un resbalón, aunque entendible y justificado.

Decidió no hacerlo, un cambio así de repentino a una chica que parecía empeñada en alejarle y usar cualquier excusa para volver a amenazarle seguro no terminaría bien. Mejor algo más separada de la realidad que atravesándolo con una de sus armas.

La observó más detenidamente, se dio el tiempo aunque sabía que no tenía demasiado. A veces fijarse en detalles pequeños era la diferencia entre una intervención fallida o exitosa. (descripcion)La chica no le había dicho su nombre, se le iba a hacer más difícil intentar centrarla.

¿De a poco? ¿De un sólo movimiento? Tan sólo acercarse con precaución, tomar sus manos e intentar llamarla de vuelta era una opción, pero no le parecía que terminaría en algo productivo. No, en ese momento era arriesgarse y rezar que fuera una buena idea.

Se inclinó hacia adelante, haciendo suficiente ruido como para que ella escuchara que se estaba moviendo. “Disculpa, voy a ser un entrometido.” Murmuró bajito con una sonrisa de disculpa. Tan sólo estiró los brazos, rodeándola, conteniendo tanto su torso como brazos.

“Ya luego puedes golpearme si quieres.” Bromeó, sin nerviosismo, como si no estuviese arriesgando la vida con semejante maniobra. Con sus piernas se ayudó a arrastrar la pequeña bolita hacia él, que quedara completamente rodeada por alguien que sólo quería ayudar.

Era un abrazo cuidadoso, pero firme, sabía que estaba comprobado que abrazos como ese de verdad ayudaban a calmar el cuerpo, ralentizar la respiración, bajar la presión sanguínea. “Hey...” Llamó suavemente, algo más fuerte que las últimas palabras, como si intentara cruzar la neblina mental que la hacía ignorar algunas de las cosas que decía.

“Concéntrate en mi voz.” En ese mismo tono seguro, ese que servía de ancla para alguien que giraba fuera de control. Usaba su abrazo de la misma manera, apretando con algo de fuerza, no era cariñoso, ni usó sus manos para acariciarla. Utilitario, más que nada, era una herramienta para calmarla. “Vamos a contar hasta diez, despacio ¿Si?” Quizás eran las últimas palabras que le diría, pero lo estaba intentando, y no había otra manera de proceder.