“Ufff…” La exclamación había retumbado por los pasillos. Connor llevaba varias horas arrastrando el enorme macetero que había aparecido a su lado esa mañana. Eso significaba que claramente alguien sabía dónde estaba su escondite y, en vez de quemarle mientras dormía o algo por el estilo, le había dejado un objeto mágico. ¿Quién estaba velando por él? Otro misterio más, pero el chico no iba a mirarle los dientes a aquel caballo regalado. Se había puesto manos a la obra, llenado el macetero de tierra para probar su hipótesis esa noche. ¿Podía recargar su energía ahí, enraizado en ese macetero, en vez de en el medio del parque?

“Pues eso lo veremos hoy en la noche ¿Qué dices, amiguín?” Le preguntó al objeto inanimado. Llevaba bastantes horas arrastrándolo y se sentía completamente agotado. Pero todavía le quedaba bastante hasta llegar al laboratorio. Estaba haciendo bastante ruido, arrastrando un enorme macetero que debía pesar en total casi lo mismo que Connor cuando estaba lleno. “Joder, tienes que perder peso o esta va a ser una amistad extremadamente larga.” Se quejó al aire, moviendo su hombro con una mueca de dolor.

Si seguía así, no había posibilidad de que llegase al refugio de los elementales antes de que anocheciera. Connor se sentó en el piso, apoyando su espalda contra el macetero. “¿Qué voy a hacer contigo?” Se dio golpecitos en la frente con la cabeza, intentando remover alguna idea que de seguro estaba atascada en alguna parte.

Y fue así, golpeándose como cavernícola, que recordó la invención de la rueda. “Si serás imbécil, Connor Buckley.” Se paró de un salto, mirando a su alrededor. Estaba cerca de la sala de computación y recordó las pequeñas rueditas de las sillas de computador.

«¡Eureka!» En realidad no tenía ninguna gana de seguir empujando el macetero como buey, pero tampoco quería arriesgarse a dejarlo ahí a la mitad del pasillo a merced de cualquier lunático. Se puso manos a la obra, apoyándose en sus manos y rodillas y empujando con su hombro derecho, que ya casi ni sentía.

“Nnngh~” Con un último empujón entró el macetero a la sala de computación, acostándose en el piso y rodando para quedar de espalda junto con un suspiro pesado. “Joder, de seguro ahora me agarra Vincent y esta vez sí que me mata…” Se dijo a sí mismo, recordando aquella posición completamente indefensa en que había estado y la muerte de la que había zafado.

“Todo sea en nombre de la ciencia.” Murmuró al techo, demasiado agotado como para poner atención a sus alrededores.

Connor pegó un salto, incorporándose rápidamente, listo para el peligro, al escuchar una voz desde el salón donde había entrado sin siquiera revisar si había alguien adentro. Había estado demasiado concentrado en aquel macetero, y ahora no sabía con quién se estaba enfrentando. “¡Mierda!” Exclamó, sobresaltado, mientras se levantaba.

Resopló al reconocer la cara de Melania, otra elemental que solía quedarse dentro de la base de operaciones de su raza. “Melania, me asustaste.” Murmuró, apoyando una mano sobre el macetero, respirando un par de veces para calmar la adrenalina que había galopado por sus venas.

Notó la expresión de curiosidad de la chica y respondió con una sonrisa. Le había visto morir muchísimas veces, pero no le parecía que lo estaba haciendo porque realmente quería escapar de aquel lugar de esa manera. A Connor le daba la sensación de que, al igual que él, Melania quería aprender lo más posible acerca de ese mundo, y él tenía muchísima información que compartir.

El resto de los elementales le había mirado como si estuviera loco cuando se había amarrado de un árbol y cruzado la neblina para ver qué sucedía, intentando hacer brújulas con lo que encontraba, haciendo mapas de las estrellas y comparándolos con las estrellas que veía cada noche. Nada tenía sentido. Todo parecía una copia de lo original. Los nervios de las hojas crecían en números que no estaban en la secuencia de fibonacci, las estrellas parecían estar en los lugares correctos, pero no estaba perfecto. No, no culpaba demasiado a Melania por haber explorado algo que él no se había atrevido a hacer.

Escuchó las primeras ideas de la chica con atención, llevando la palma de su mano a su frente y dando golpecitos. “Qué bruto ¿Cómo no se me ocurrió?” Había estado tan emocionado por probar su teoría de poder descansar dentro de él que olvidó por completo que había que, primero, subirlo por las escaleras.

“¿Podrías ayudarme con algo como eso? Quizás si encuentro un árbol o arbusto cerca de una ventana del segundo piso podría subir el macetero por ahí.” Agregó, recordando que él también tenía poderes que podrían llegar a ser útiles. “¡Podría haber hecho ruedas ahí mismo en el parque en vez de arrastrar esta cosa pesada por horas como un imbécil!” Exclamó, dándose en la cabeza con su mano en gesto de reproche. ¿Por qué a veces simplemente no pensaba y sólo hacía? De seguro había sido la emoción y curiosidad.

Ante la pregunta de la chica, Connor le dedicó una sonrisa nerviosa. No estaba seguro de cómo explicar que simplemente había aparecido, ahí, a su lado, sin sonar como que estaba completamente loco. “Pues...” Comenzó, sentándose en una de las sillas y estirando su espalda, que tronó varias veces bastante fuerte. Connor hizo una pequeña mueca de dolor. “¿Sabes cómo tengo que enraizarme? Cuando lo hago de verdad pierdo el conocimiento, no despierto hasta que me da el sol.” Explicó. En realidad la mayoría sabía que tenía que quedarse fuera para recargarse, pero no había querido revelar lo peligroso que era, que quedaba completamente inconsciente y en peligro.

“Hoy en la mañana, cuando desperté, simplemente estaba ahí. Al lado mío, en mi escondite.” El hecho le asustaba un poco. Su escondite era casi perfecto, nadie nunca lo había encontrado debido al cuidado con que lo había hecho, se sentía lo más seguro que era posible, dentro de las circunstancias. El hecho de que alguien no sólo lo había encontrado, si no que le había dado algo así como un regalo que revelaba que sabían su debilidad era extremadamente desconcertante.

“No puedo explicarlo. ¿Sabes lo que significa, cierto? Nadie más que el resto de los elementales y mi novia saben lo que tengo que hacer en las noches, y nadie conoce mi escondite.” Excepto Takei, pero ella de seguro tenía demasiado miedo de cooperar con él como para darle un regalo como ese. Frunció el ceño y se cruzó de brazos, apoyándose en el respaldo de la silla y estirando sus piernas. “O alguien me está observando por alguna razón, o tengo mucha suerte, o... Pues, no sé.”

Era complicado. Tenía más preguntas que respuestas, de seguro, y en realidad no sabía ni por donde empezar. “Este mundo es demasiado curioso. Todo se ve como debería a simple vista, pero si te fijas, casi todo está un poco fuera de lugar.” No sabía cómo explicarlo. “Las estrellas son casi perfectas, pero no del todo. Las plantas son casi perfectas, pero no del todo.” Llevó sus manos a su cara, borrando el ceño fruncido. Había averiguado todo lo que había podido y no tenía sentido seguir calentándose la cabeza por las incógnitas que todavía no resolvía.

“¿Crees que si uso eso funcionará? ¿Será una trampa?” Preguntó, demostrando que le importaba la opinión de la chica. Por lo que entendía, era bastante inteligente, y Connor en realidad necesitaba alguien con quien conversar acerca de aquel obsequio que tantas preguntas le generaba. “En realidad ya no sé que esperarme de este mundo. Tantas preguntas, ninguna respuesta. ¿Sabes?”

Escuchó a Melania con atención, notando que la chica levantaba el macetero controlando agua como si no pesara nada. Connor sonrió, recordándose que sus habilidades no eran nada comparado con casi la mayoría del resto, y sus debilidades siempre le dejaban en desventaja. Lo único que tenía a su favor era su cabeza, su templanza, y hasta eso había perdido ese día. «Serás bruto, Buckley.» Todo por la emoción de encontrar ese objeto.

Connor siguió a la chica, sintiéndose un poco mal de que ella estuviese haciendo todo el trabajo pesado, aunque no parecía complicarle en absoluto. Asintió ante la pregunta. “Sip, así como por arte de magia.” Agregó. “Exacto, no recuerdo ningún sonido, nada me despierta hasta que sale el sol.” Explicó, no tenía miedo de compartir aquello con Melania, eran de la misma alianza. En los ojos del chico, estaban juntos en eso y ocultar información era estúpido.

“Pues sí, Anwen. Estábamos juntos cuando explotó la bomba. Yo supuse, al escuchar las razas, que ella elegiría ser elemental, entonces eso elegí. Ella pensó lo mismo. Resulta que ambos despertamos en los brazos de la raza contraria.” Recordó el momento con una sonrisa, en realidad era una situación tragicómica, pero Connor se lo había tomado de la mejor manera posible. No podía echarse a morir por algo como eso, tenía que ser fuerte por ambos.

Notó el derrame del agua y ladeó la cabeza, un poco confundido ante aquella reacción. “No creo. Sé.” Aseveró, asintiendo con la cabeza. “Soy geógrafo, es mi deber saber cosas como esa.” Explicó con un poco de orgullo. No mucha gente prestaba atención a lo que decía, la mayoría en realidad no conocía lo suficiente de las estrellas o de botánica como para estar de acuerdo con él.

“No te sientas mal, si no sabes lo que estás buscando es muy difícil darse cuenta. Al principio ni yo pude, en realidad me sentía como en esas fotos donde todo está un poco fuera de lugar pero no puedes entender por qué. ¿Sabes a lo que me refiero?” Rascó su nuca incómodamente, en realidad no sabía bien cómo explicarlo, pero esperaba que con lo que había dicho fuese suficiente.

No sabía que otros elementales habían recibido objetos. Quizás alguien lo había mencionado, pero de seguro no lo había archivado en su cabeza como algo importante. “¿Hay más? ¿Qué tipo de efectos especiales?” Preguntó con genuina curiosidad. “¿Tú has recibido uno?”

Llevaban caminando un buen rato, lo suficiente como para llegar al árbol que Melania había indicado. Connor suspiró, estirándose lánguidamente antes de comenzar a transformarse. Era bastante interesante, no importaba cuántas veces lo hacía, no podía evitar observar lo que sucedía.

Sus ropas comenzaban a enredarse alrededor de sus extremidades mientras las hebras crecían y se endurecían, tomando un color café o gris opaco. Todo en él se estiraba, creciendo varios centímetros mientras de su cabello crecían dos cachos. Su pecho se ahuecaba por completo, dejando a la vista sólo una esfera que en ese momento brillaba con fuerza, alumbrando entre la madera que formaba su cuerpo.

En esa forma, sus ojos eran completamente negros y no tenía expresión alguna en su cara, un contraste completo entre eso y su forma humana. “Ahora me toca a mi hacer el trabajo pesado.” Comentó, su voz varias octavas más bajas. Había intentado que su tono fuese juguetón, pero en su forma Ent, como le llamaba, era extremadamente difícil demostrar cualquier emoción.

¿Cómo iba a hacer funcionar aquello? Tomó una rama más baja del árbol y cerró sus ojos, un hilillo de la luz que despedía su pecho se extendió hasta la madera. “Esto va a demorar un poco, lo siento.” Se disculpó con una sonrisa completamente vacía. Sus ojos no demostraban emoción, su cara tampoco, el interior de la boca vacía brillaba, iluminada con aquella luz que venía desde su pecho.

“Creo que es lo que Anwen y yo hagamos de ella. Decidí que no iba a ser una tortura, es lo que menos necesitamos, así que es simplemente un... Ligero contratiempo.” Corrigió con una sonrisa. Si quería, si se daba el permiso, seguro Connor podría tirarse al suelo y llorar por horas, lamentándose de no poder decirle a su novia que la amaba. Pero simplemente no era útil y no cambiaría nada de todos modos, por lo que lo único que les quedaba era encontrar maneras de pasar por alrededor de la regla para proteger a sus familias.

“No te sientas mal, mira que seguro hay un montón de cosas que tú has descubierto que yo no.” Alentó, notando que parecía un poco afectada por sus palabras. ¿Qué había dicho mal? Connor frunció el ceño, intentando repasar lo que había dicho, pero no estaba seguro.

Atajó a la chica cuando cayó al piso repentinamente, evitando que se diera de lleno contra el piso. “¡Epa! ¿Todo bien?” Preguntó con preocupación, acuclillándose a su lado. Frunció el ceño, Melania simplemente siguió como si nada. No la conocía lo suficiente como para presionar, no estaba seguro de qué le sucedía y no quería molestar demasiado, pero seguro estaba preocupado. Caminó más cerca, por si acaso caía de nuevo.

“Seguro, quizás con algún raspado sea suficiente. Aunque va a estar aquí en el laboratorio, si quieres investigarlo no te aproblemes, tienes todo mi permiso.” Ofreció con aquella sonrisa vacía, ladeando la cabeza mientras poco a poco moldeaba el árbol alrededor del macetero. Necesitaba concentrarse en eso para poder hacerlo sin gastar demasiada energía, por lo que no notó que Melania parecía empeorar de nuevo.

¿Dónde iba a ir que no fuera el laboratorio? Si se sentía mal, tenía que quedarse con el resto para estar segura. “Espera, Mel- ¡No vayas sola!” La chica había desaparecido, Connor no pudo soltar el árbol para detenerla. “Jodeeer.” Se quejó con un suspiro, pasando una mano por su cara de madera en un gesto que tenía mucho más sentido en su cuerpo humano. Ahora quedaría preocupado el resto del día.

¿De verdad estaba enferma, o era algo que había dicho? Connor conocía gente autoexigente, pero todo eso sólo por no haber notado algo que un experto se había demorado días en discernir cuando era sólo una chica en el colegio era un poco demasiado. Por más genia que fuese, si era ese el caso, Connor tenía más de cuatro años de estudio y experiencia en ese tema específico. No, no podía haber sido culpa de él.

No había caso, si quería estar sola en realidad sería demasiado osado de su parte seguirla. Quizás la próxima vez, si volvía a suceder. No le gustaba nada, pero se resignó, volviendo a lo suyo. Una vez el macetero estuvo asegurado, no costó demasiado extender el árbol hacia la ventana, donde el resto de los elementales prestó ayuda para meterlo dentro de la sala.

“Vale. ¿Quién necesita madera moldeada?” Preguntó una vez ahí dentro. Si quería probar si el macetero funcionaba o no, debía hacerlo con el cuerpo completamente agotado primero. Se quedaría ahí dentro el resto del día, haciendo todo lo que podía, y esperando a que Melania volviese sana y salva.