Los resultados de sus esfuerzos habían sido extremadamente mezclados. Quizás se debía a que en un comienzo no consideró que sus habilidades sociales estaban más oxidadas de lo que creía, y que lo más inteligente hubiese sido acercarse a los Dragones más pacíficos y estables primero. En vez de patearse en el piso por bruto idiota, decidió repasar la lista en su cabeza, organizando desde más amenos a más inestables.

Una lista… Anastassia decía una y otra vez que tenía trastorno obsesivo compulsivo, pero Ryuu se negaba rotundamente sin ceder un sólo centímetro. No se podía ser tan orgulloso como él y admitir cualquier falencia, después de todo. Tan sólo le gustaba el orden y el balance, era su naturaleza, ser así no era contra la ley.

Ese día le tocaba un chico que sólo parecía haber estado sobreviviendo. No le reprochaba a nadie pelear por comida, no en ese mundo. Menos Dragones, entendía que muchos de ellos necesitaban muchísimo más que el resto para poder funcionar. -Incluyéndote.- Pudo casi escuchar a Tass en su cabeza intentando provocarle. Realmente estaba jodido, la chica le tenía absolutamente enloquecido y Ryuu ya no tenía escapatoria. No le molestaba en absoluto.

Hace un par de días había tenido la suerte de encontrar dos Dragones, hermanos, que habían aceptado su ayuda. No podía explicar en palabras el alivio que le dejaba caminar por aquel colegio asqueroso de concreto con paso tan liviano. Odiaba estar adentro, pero era necesario. Sus pasos le llevaron sala por sala. Sabía que estaba en alguna parte, una de estas, tuvo que revisar una por una. A su suerte, la mayoría estaba llena de Reapers, y ya había acordado paz entre ellos y sus Dragones.

Finalmente asomó la nariz en la sala de informática. Sospechosamente vacía, aunque una mezcla extraña de sensaciones que le revolvieron el estómago le hicieron quedarse. Un encendedor, luego el olor a cigarro, y palabras intimidantes. En realidad, por lo que había visto, cualquiera que tuviese un pelo de arrogancia o necesidad de intimidar al resto en ese mundo andaba desatado en las afueras peleando veinticuatro siete.

Seiryuu apoyó un hombro contra la puerta y se cruzó de brazos con una ligera sonrisa. “Seiryuu.” Respondió en un tono extremadamente tranquilo con una pizca de amigable. “Líder de los Dragones.” Agregó sin aires de grandeza, sólo palabras que intentaban calmar al contrario, asegurándole que él no traía más que paz. Difícil pensar cualquier otra cosa a juzgar por la actitud relajada y tono pacífico.

“Tampoco quiero problemas.” Dio un paso hacia adelante y cerró la puerta detrás de él cuidadosamente, sin hacer ruido. No lo espantes. Se recordó, aprendiendo de sus errores. Muy tarde, se había presentado como líder, tenía que devolverse si no quería parecer demasiado extraño.

“Estoy tratando de encontrar un lugar para usar como mi territorio neutral, claramente voy tarde a la repartición…” Explicó, excusando su presencia ahí con un tono casual, ladeando la cabeza con una sonrisa ante lo último, rascando su nuca. “No tengo ninguna intención de pelear para ahuyentar a alguien de uno si le pertenece.” Agregó con aquel tono calmado, como si expulsara más aire al hablar, como si estuviese en medio de algún tipo de meditación pacífica a veces mientras se comunicaba. Con una mirada un tanto asqueada, empujó una torre de computador hacia un lado para poder sentarse sobre una mesa, sin acercarse demasiado a su Dragón.