¿Quién estaba chillando? Tiffany parpadeó varias veces, eso era raro, sus ojos no funcionaban. —Qué cosa molesta.— Sintió que caía, pero estaba en el piso. Quizás. —¿Hm?— Un eco en su cabeza, no había nada, eso era nuevo, normalmente su cabeza iba de un ladoparaotrosinpararnitomarseunsolorespiroantesdepasaraunaideadistinta. Pero ahí todo era silencio. No le gustaba.

A su suerte no duró demasiado. Sus ojos volvieron a funcionar. Quizás había estado durmiendo, porque ahora que podía ver, había luz, y efectivamente estaba acostada en el… Piso… Tiffany encontró su mano derecha con sus ojos, pero estaba… Infectada. Y le dolía. Bastante. No tuvo demasiado tiempo para espantarse por aquello, algo como brea o escamas o piel rara negra con venas rosadas que se extendían por su mano y… ¡Y brazo! ¡Y torso! ¡Y SU PIERNA!

Pero no tuvo tiempo para eso, porque de un momento a otro sintió como si le dieran con algo pesado contra su cuello. —Ngh- — Ambas manos volaron al lugar de impacto, pero no había nada. Ni nadie. ¿Qué estaba pasando? Imposible encontrar algún pensamiento coherente dentro de su cabeza en ese momento. Menos cuando volvió a sentir el golpe, esta vez de seguro algo le había partido la columna vertebral, la chica chilló como si tuviese una herida fatal.

Esperó, tirada en el piso, sin realmente intentar moverse, gritando de dolor. Pero no pasó nada más, por muy segura que estaba de que se iba a morir. —¡Tiffany!— No reconoció la voz, sonaba más como un ladrido o gruñido de perro. No abrió los ojos para averiguarlo, aunque le picaba la curiosidad, nuevamente no hizo el intento, porque claramente se estaba muriendo. Bueno, lo había estado haciendo, pero de un momento a otro ya no sintió nada más que el dolor en su brazo, que casi no existía al compararlo con lo que había sentido.

Algo húmedo y suave pasó por su cara una, dos, tres veces. Le hizo cosquillas, por lo que la chica soltó una risita y abrió los ojos. —¡AAH!— Chilló de sorpresa, no se esperaba un perrito, de todas las cosas. Se recompuso bastante rápido, logrando sentarse para extender sus brazos hacia el animalito. —Me asustaste, bebito.— Asumió que era un cachorro por el tamaño, y acarició la cabeza del perrito que se le acercó sin problema.

Había olvidado temporalmente lo que había visto sobre su cuerpo, considerando que ya no estaba, y que seguía sacudida por el dolor y la sensación de que iba a morir. Sólo le prestó atención al perrito. —Perdón.— Tiffany volvió a chillar de susto, el perro le había hablado. —Ahora sí que sí te jodiste Tiff, perros que hablan.— Seguro estaba volviéndose loca, eso explicaba todo.

Todo menos la mordida en su brazo, y los sonidos extraños que escuchaba a la lejanía. —¡No grites!— Volvió a hacerlo, pero esa vez cubrió su boca. —...— Miró al piso, luego hacia los lados, sintiéndose terriblemente estúpida. —...— De solo pensar en preguntar algo como… —¿Perrito? No me digas que eres tú el que habla.— Había pasado de cubrir su boca a sus ojos al decir aquello, sin saber qué hacer. —...— El perrito miró a su alrededor de manera igualmente incómoda, acariciando el piso con una de sus patas antes de dar una vueltita y sentarse con un suspiro. —...—

—...—

—...—

Tiffany descubrió sus ojos, había estado espiando entre sus dedos de cualquier manera, y suspiró con un poco de alivio. —Ya decía yo, no puedo estar tan loca.— Se apoyó en su mano izquierda, desviando la mirada del perro para revisar el brazo que le dolía con una mueca de dolor. —No lo estás.— Otro chillido más, esta vez Tiffany saltó desde donde estaba hacia atrás unos cuantos metros. —¡¿POR QUÉ NO DIJISTE NADA?!— La chica tomó la pala y se escondió detrás de ella, empuñándola como un arma sin notar la sangre que goteaba de la parte de metal. —¡Me dijiste que no lo hiciera!— Se excusó el perrito, dando un par de pasos hacia atrás, repentinamente igual de espantado que ella.

—...— En eso tenía razón. Eso hacía sentido en la cabeza de la chica, por lo menos. No le duró demasiado el susto, el animalito era pequeño y claramente no tenía intenciones de hacerle daño.  Tiffany bajó la pala y volvió a sentarse en el piso. Estaba muy, muy cansada, y le dolía el brazo. ¿Por qué? ¿Qué estaba pasando? Llevó una mano a su frente, pasándola por su cabello varias veces en un intento de calmarse. El perrito se acercó a ella nuevamente, dándole un ligero cabezazo en su pierna. —¿De dónde saliste, de todos modos?—

Su voz tembló un poco, los sonidos a la lejanía le tenían un poco nerviosa, y le daba un poco de miedo revisar su brazo. No sabía qué había pasado, ni podía pensarlo demasiado, no en ese momento, la cabeza no le daba para tanto. —Pues… De tí, supongo, no sé cómo funciona.— Ante eso Tiffany ladeó la cabeza y parpadeó varias veces, sin saber qué decir. —Claro que sí. ¿Por qué no? No le veo problema a algo como esto. Nop. Ningún problema. Todo bien. Todo chill.— Sus palabras iban más y más rápido, miró a su alrededor y finalmente sus ojos se posaron en el cuerpo tirado en el piso.

—...— Tiffany abrió la boca como para gritar, pero no tenía aire en los pulmones. Sintió que palidecía, que su cuerpo se drenaba completamente de sangre, y de pronto tenía muchísimo frío. El cuello de esa… Cosa… Estaba quebrado y abierto, todavía escurría sangre de a poco, formando una poza en el suelo. No era una persona, el cuerpo era distinto, un tanto desformado. —Zombie.— Fue lo único que pasó por su cabeza. ¿Por qué? Quizás era la única manera de poder procesar lo que estaba sucediendo de manera sana, por más estúpido que sonara aquello. —Un… A- A- Apocalipsis… Zombie...— El perrito saltó sobre la chica, intentando distraerla, hacer que desviara la mirada del cuerpo en el piso.

—¡No mires! Ya cosechamos esa alma, no tienes que preocuparte más.— Tomó la polera de Tiffany en su hocico y jaló hacia atrás. La chica bajó los ojos, parpadeando varias veces, sintió como si su cabeza se hubiese vaciado por completo y ahora volvía nuevamente en sí. —¿Que qué?— Balbuceó, confundida, frunciendo el ceño y llevando una mano ausentemente hacia él para acariciarle. —Te lo explico después, pero tenemos que salir de aquí y escondernos.— Tiffany asintió, en realidad no iba a discutir en ese momento con el perro que hablaba. Tomó la pala, suponiendo que podría ser útil, y se levantó del piso sintiéndose extremadamente ligera.

Desde ahí arriba, el animalito se veía bastante pequeño. —Voy a cargarte, Bubba.— Anunció, como si tuviese todo el sentido del mundo. —¿Puedo llamarte Bubba?— El perro saltó a sus brazos y lamió su cara cuando Tiffany le estrechó contra su pecho.

—¡Bubba suena perfecto!—  

La chica le dedicó una sonrisita y lo abrazó con fuerza, agradecida de por lo menos no estar sola. A decir verdad, estaba aterrorizada, y el brazo le dolía muchísimo, pero de alguna manera con el perrito entre sus brazos se sentía bastante más tranquila. —Perfecto es… ¡Perfecto, entonces!— Restregó su nariz contra el pelaje anaranjado y suspiró pesadamente antes de mirar a su alrededor, buscando un lugar donde esconderse hasta poder entender mejor qué estaba pasando. —¿Crees que puedas agarrarte de mi cabeza para trepar este árbol?—