Game in Life
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Game in Life

Game in Life

Ambientación
I. Jamás cooperarás con otras razas.
II. No intentarás comunicarte con el exterior.
III. Vivirás en este mundo y no en el exterior.
IV. Rompe una de las reglas, y un conocido de allá afuera muere.

En la oscuridad de tu inconsciencia, después de la explosión de una bomba en el evento al que acudiste, susurros te trajeron de vuelta a la vida.

El extraño evento a puertas abiertas del colegio Fallgate debería haber sido la primera advertencia.

Era casi el final del año escolar y todos estaban invitados, alumnos, profesores, todos los habitantes de Grendelshire. La magnitud del evento hasta había llegado a oídos de Londres.

Todos podían entrar sin invitación ni pagar por boletos. Excepto los menores de ocho años, una estipulación que debería haber sido la segunda bandera roja.

Aunque todo estaba cubierto de nieve, el cálido sol invitaba a recorrer el decorado colegio. Tiendas de comida, competencias, juegos, eventos, música, foros de debate, tantas cosas sucediendo al unísono que fue imposible para cualquiera darse cuenta de la farsa.

Lo único que escuchaste fue la explosión proveniente del medio del terreno antes de que tus tímpanos retumbaran a tal frecuencia que los subsiguientes gritos de terror y agonía se convirtieran en silencio. El gas azul que lentamente nubló tu vista claramente tenía la misma procedencia. Sentiste como te ahorcaba, quemaba, ahogaba bajo el agua, como si tragaras arena o ácido; todo dependía de tus peores miedos mientras perdías el conocimiento.

Después de despertarte con las reglas del juego, aquella voz ronroneó tus opciones, tu nuevo futuro. Debías elegir una raza antes de poder despertar.

¿Vienes a jugar con nosotros?
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Mors memorias [Autoconclusivo]

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Mors memorias [Autoconclusivo]Mors memorias [Autoconclusivo]
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Un bosque… Si… siempre había empezado con un bosque, siempre acababa de la misma manera. El principio y el fin de una vida la cual estaba ligada a una neblina misteriosa que invadía su mente, no lo dejaba recordar, no lo dejaba pensar, no le dejaba hacer nada.

Ahí estaba el pelirrojo, observando hacia al cielo, su espalda en el césped, el frío césped. Sus ojos se desviaron a un lado, tan sólo siguiendo los diferentes caminos de las diferentes ramas que se levantaban hacia el cielo y exploraban lo desconocido, que se extendían a todas partes de manera indiscriminada. Respiró profundamente.

Sus manos pasaron por las hojas del pasto, era algo extraño como un hombre tan agresivo, lleno de violencia pueda estar tan tranquilo en este lugar. A las orillas del colegio, en el límite de aquel lugar que estaba condenado. Observó hacia el otro lado, una espesa neblina que no aceptaba su bienvenida ni la de ningún otro que deseaba cruzar.

Lo sabía, no era estúpido, Había escuchado rumores de que había algo más allá, como si solamente estuvieran en una burbuja y lo que hay del otro lado es un mundo completamente extenso. Si… No le interesaba para nada. Nada de lo que pasaba a sus alrededores le interesaba, tan sólo no quería estar solo con sus pensamientos, que su cabeza no vaya a hacer cualquier otra cosa que no sea pensar en una cacería, en matar a otra persona, en hacer sufrir a más y más gente, en escuchar sus gritos, si… eso era lo que deseaba, no más memorias, no más dolor ni sufrimiento.

Vincent se levantó de su reposo, y observó hacia en la dirección de la escuela, si, ahí a lo lejos estaba un taller, y más allá de nuevo ese territorio educativo que ha sido profanado por este juego retorcido. ¿Cuántas veces podía morir? Las veces que deseaba, por lo menos eso pensaba. Las siguientes horas de aquel pelirrojo se enfocaron en encontrar presas, pelear, morir de nuevo, una y otra vez…
En un ciclo de vida, muerte y reencarnación.

Algo que no llegaba a acabar. No hasta que sucedió.

En una fatídica noche, su mente se derrumbó por completo cuando los recuerdos comenzaban llegar, aquellos que estaban siendo ocultos en la oscuridad eterna de su cerebro. ¿Por qué pasaba esto? Desde que había llegado aquí no había pasado eso, no de una gran manera como lo estaba haciendo.

Tal vez fue miedo, preocupación, terror ante la posibilidad de que en cualquier momento comenzara a recordar todo de repente, miedo a lo desconocido, a lo que las cadenas detenían, ¿Era para que no se hiriese? ¿O que era lo que realmente ocultaba su mente de él? Parecía ser sumamente importante, pero no esperaba realmente lo que venía.

-Maldita broma enfermiza- Dijo al aire, los árboles siendo testigos de la caída de un hombre con un trastorno de inmortalidad. Se convenció finalmente de unos minutos, "A de ser por la falta de cigarros y alcohol" si, esas cosas lo tranquilizaban de gran manera. Tal vez necesitaba consumir un poco.

Pero entonces pasó.

Ante una pelea perdida contra algún humano en el parque el pelirrojo se hundió en un vacío de extrema oscuridad, una que lo jalaba con diferentes tentáculos, una que lo absorbía por completo.

-Madre- una voz infantil que resonaba en su cabeza -Ma, regreso en la cena- palabras que llegaban a lo más profundo de su cabeza, ahí, en esas memorias que en su momento estaban totalmente fragmentadas lentamente se volvían a unir. Una cruz arriba de una mesa, una sonrisa en un rostro con un ojo morado.

Si… había algo extraño en ese escenario, no podía poner los detalles, como manchas negras en una fotografía no pudo enfocarse. Ni podía recordar su voz.

Y con un haz de luz regresó a la vida.

Ahí estaba, de nuevo acostado en el pasto, naturaleza rodeando su cuerpo, observando las acciones de este hombre. Su cabeza dolía, sus manos temblaban un poco, aun con ese sentimiento prolongado de emoción. Los recuerdos fluían con más fuerza cada vez que moría, ¿Qué era lo que le estaba pasando?

Por primera vez desde que llegó a este lugar pudo sentir lo que era miedo. No se concentraba, no estaba enojado, ni furioso, ni siquiera su cabeza podía procesar tales emociones para poder sacarlo. No, era como si toda su realidad se cayera en pedazos con fuerza, como si la tierra misma se hubiera sacudido en un terrible terremoto.

Sus piernas no funcionaban correctamente, su mente no podía con el hecho de ser de nuevo mortal. De que cada ciclo que desperdiciaba, ahora estaba siendo afectado. Ya había encontrado su paraíso de una guerra interminable como si fuera el mismísimo Valhalla, pero que al final se había convertido en todo un infierno. Todo por las memorias de sufrimiento que fluían en su conciencia. Solamente para sus ojos, se lo grabó en la cabeza con metal caliente.

Se levantó tambaleante, como si su mera existencia estuviera a punto de desaparecer. Una sonrisa nerviosa, como si estuviera enfrentándose a lo desconocido, a lo que esa amnesia temporal estaba evitando salir -Ni una mierda- susurró, dejando un escupitajo a un lado. No lo quería aceptar, estaba enfrente de él, pero se negaba con fuerza, en la parte de atrás de su cabeza resonaba con fuerza una voz que venía de lo más profundo de su abismo mental, aquel que no lo dejaba en paz desde que llegó a este lugar.

-In vita quam in morte-

Respiró profundamente, tragó saliva, apenas y podía respirar, y en una forma de autodefensa se convirtió. Su transformación tomó posesión de él, de su mente, de su todo. Y en el abismo de la inconsciencia estaba flotando. No quería preocuparse más de un futuro inminente para una bestia como él. Estaba claro que iba a morir.

-Si… pa... - Una voz femenina, adolorida, ¿Quién era? se preguntaba mientras que las cadenas de sus recuerdos se unían, esos eslabones perdidos se formaban con el paso del tiempo. Segundos antes de que otra voz resonara en su cabeza -... Confieso…- Un fuerte golpe se escuchó, un grito roto. Lágrimas de mejillas de un rostro infantil desconocido.

¿Cuáles eran sus memorias? ¿Cuáles eran las cosas que imaginaba? Era totalmente extraño, la voz era tan desconocida pero a la vez tan… familiar.

En aquella eterna oscuridad un escenario se pintó enfrente de él, aquel que dio principio, como si fueran los primeros recuerdos que lentamente se formaban dentro de su retorcida y resquebrajada mente, una voz femenina de nuevo irrumpió un silencio que se había formado -Mi nombre es…- Aquella voz interrumpida por el sonido de las aves y roedores, del chocar de una brisa contra las hojas de los árboles.

Despertó alterado.

Apenas podía tomar aire, ahí estaba, en medio de un gran bosque cuyos árboles se levantaban como torres. Se sentía observado, su estómago lleno de sentimientos y emociones desconocidas se revolvió de tal manera en que debía de vomitar, ahí, a un lado. Su garganta ardía, su corazón latía a mil por hora.

Había muerto y no se había dado cuenta, tan sólo un sentimiento desagradable que había tenido antes, como si fuera alguien quien lo ocasiona pero su memoria no podía apuntar a un humano. Necesitaba fumar, tomar, tener sexo… sexo… no, no podía hacer eso último.

En su mente apenas y se albergaba un nombre, una figura de cabellos rosados. una sonrisa que hacía parar su corazón. Un sentimiento de calma y claridad junto a esa figura. Pero… ¿Cuál era su nombre? Su cabeza dolía, migraña le pegó con fuerza. Si… ella era… no recordaba su voz con claridad, no por el momento, estaba lejos de su alcance, pero su nombre… empezaba con J… si… Juliette. Así se llamaba ella. ¿Era amor lo que sentía? Una emoción que hace tiempo no había sentido, si, recordó por fin porque evitaba encontrarse con ella. La maldita regla.

Vomitó de nuevo, recordando lo que había pasado ya hace unas noches. ¿Una semana? Tal vez, lo recordaba todo, memorias que para este momento no le molestaban ahora lo hacían sentirse enfermo y culpable. Adulterio. Engaño. Traidor. Infiel… Enfermo.

Aquella oleada de culpa era insoportable. Había probado otros labios, tocado otra piel, sentido placer de otro cuerpo. Y su nombre grabado en su cabeza, tan claro como el maldito día. De cabellos rubios, de una figura que deleitaba a las personas. Cayó en sus encantos. Débil ante la carne que le fue presentada en esa noche maldita. Que en un acto de sodomía debajo de una luna, de las estrellas y de un silencio terrible.

¿Cómo puedo hacer eso? No lo entendía realmente, era como si todos esos sentimientos de enojo e ira fueran dirigidos a un contexto más sexual, más carnal. Un error, un tropiezo que podría costarle una relación. Usualmente no se preocupaba de lo que decían los demás. Pero si ella… ella… no, era impensable. Su cabeza le dolía con fuerza.

Se mordió la lengua con fuerza. Escupió sangre y se cortó la garganta. No más de este sentimiento.

El fluir de las memorias era cada vez más fuerte.

-Maldito…- una voz infantil, masculina esta vez. En su mano tenía un martillo, enfrente de él un cuerpo, masculino, adulto. Dos habitaciones con las puertas abiertas. Un río de sangre que surgía de estas. Una cruz en la pared.

Dolía esos recuerdos. El rostro de un infante pelirrojo el cual no lloró, ni gritó, simplemente su vista picada en aquel cuerpo yacido en el suelo de madera. Se movió después de unos minutos. Paso sus ojos por las habitaciones. Una chaqueta colgada. Dinero de una cartera. pocas joyas en un cajón. La puerta abrirse y los haces de luz pasando por la apertura. Sin mirar atrás.

Tomó una boca de aire, otro lugar diferente, pocos árboles esta vez, desconocidos. No era un sueño. Claro que no. Se sentía completamente enfermo. Su estómago no lo soportaba, una ansiedad como ninguna otra, se rascó los cabellos con fuerza, rasguño su propio rostro, esos sentimientos, esas emociones que no había experimentado dentro de este lugar ahora... estaban fluyendo como un río después de destruir una presa.

Solamente pasaron unos días. En su cabeza ya la neblina que ocultaba sus memorias comenzaban a desaparecer. ¿A qué costo? La sanidad el hombre pendía de un hilo, apenas y podía mantenerse consciente. Rió con fuerza, una fuerte carcajada en frente del fin que estaba viéndolo a los ojos. La ironía.

La vida le había concedido un hermoso regalo y después se lo había arrebatado con fuerza, en un solo parpadeo estaba sintiendo como las garras de la mortalidad le ahorcaban y lo sujetaban y lentamente llevaban su cuerpo y su mente a un purgatorio. ¿Estaba vivo? ¿Estaba muerto? ¿Este es un castigo de alguien más alto que él? Negó con la cabeza con fuerza, pensar en que hubo alguna clase de relación con un maldito dios le enfermaba. Las memorias de su infancia fluían con fuerza cada vez que pensaba en estas cosas, era totalmente desagradable, y eso le dio forma a lo que es ahora.

Se quedó sentado por varias horas, apenas notando como el Sol se ocultaba y la luna llegaba a ocupar un lugar en la bóveda celeste. Ahí, en el espacio de la noche. Sentado en el poco césped que había. Ignorando todo ser que estuviera pasando. Simplemente sus ojos enfocados en el cielo. Su cuerpo acostado, reposando en el frío. Una fogata a lo lejos. Otra más. Los gritos lejanos de la noche. Respiró profundamente. Unos cigarros, alcohol, drogas, lo que fuera para quitarse este persistente sentimiento.

Después de todo, ¿Qué importaba? Su mente comenzó a elevar ideas, ¿Qué importaba si moría de nuevo? Todos tenemos un fin, así que era mucho mejor irse con un BANG. Si, lo que tenía que pasar iba a pasar. Sus miedos lentamente retrocedían de su cabeza, miedos ante la inminente muerte que le estaba esperando en este camino que estaba recorriendo.

Un camino de autodestrucción. De masoquismo intenso que llevan a una muerte horrenda.

Respiró profundamente, sabía que solamente había prolongado su muerte cada vez más, pero, ¿Qué importaba? El tiempo estaba ahí, apenas avanzando, ¿Cuál era la prisa? Tarde o temprano su alma iba a ser reclamada por algún demonio y no vería jamás la luz del día. En algún punto de esa larga noche, recordó de nuevo a esa mujer, un poco más clara la imagen. Con algunos detalles. Su voz aún estaba lejana, pero poco a poco se acercaba más y más hacia él, con cada muerte. Cabellos sedosos… ojos violeta… recordaba...



Cerró los ojos por un momento, negó con la cabeza, de nuevo esa fuerte culpa. De nuevo, pero… ¿Qué relación tenían? Su mente vagó más y más, ¿Esposos? No, no tenía anillo en el dedo para eso, no había prueba alguna, ¿Novios? Podría ser, o alguien quien realmente apreciaba, algo extraño al hablar de este demonio. Tal vez por eso estaba huyendo, por lo menos al principio. Alguna pizca de sanidad y razonamiento dirigió las acciones de este hombre para que se alejara de ella y no la pusiera en peligro, tal vez… ¿A sus familiares? Era lo que más se acercaba. Recuerdos ocultos ante la continua neblina en su mente.

Respiró profundamente.

Inhalo y exhalo, si, un cigarro podría estar bien en este momento. Su mente vagó por otras horas más. Aquel chico que había conocido en una noche dentro del parque. Estúpido chico, siempre ayudando a los demás por sus palabras. ¿Por que no lo había matado? Esa era una buena pregunta. No podía poner su dedo en una respuesta sólida. Estaba cansado en el momento. Ya había matado a más en el día… y la lista de excusas seguían y seguían.

Suspiro.

Negó con la cabeza, no era importante darle vueltas al asunto. No mucho más. Estaba en la mitad de la noche echado en el suelo, Se tenía que mover, tenía que seguir matando, y tenía que morir de nuevo antes de que la mañana llegase. Tal vez se encontraría con algún vampiro o con otro demonio.

El tiempo pasaba, batallas se libraron, ganadores fueron elegidos, y solamente llegó el final que estaba esperando, era hora de hundirse mucho más a aquella tormenta que lo llamaba. A ver que era lo que estaba ocultándose en su cabeza, el porque de que esas memorias fueran escondidas de su ser. Tenía que haber una razón, ¿No? Tal vez… era el retorcido sentido del humor de la vida misma.

Un callejón, un chico de cabellos rojos sentado, cubierto por ropas sucias. El tiempo pasaba enfrente de sus ojos como una película. Robar, pelear, correr. Repetir. Un ciclo el cual seguía antes de ser capturado por la policía.

Una mujer esperando en la puerta. Un gran edificio. Varios niños dentro, observando a su llegada. Si… lentamente recordaba, aún con espacios en blanco, sin nombres que llenar esos rostros, ni tampoco detalles, palabras que se escapaban de su compresión por el momento. Varios garabatos, manchas negras. Pero era un avance.

-Memento mori-

Esa voz completamente gruesa la cual tenía un eco supernatural. Si, ahora podía verlo. Aquel demonio que salía cuando tomaba su forma de raza. Un cuerno completo, un ala que lentamente se regenera, ¿Eso provocaba cuando moría? Memorias conectadas a su forma demoniaca que parecía tener vida propia. Aún no podía ver el rostro debajo de las tinieblas que surgen de su ser, pero esos ojos completamente carmesíes le llamaban.

¿Qué era lo que deseaba? No entendía el porqué de este encuentro antes de despertar de su letargo. No podía entenderlo, pero al parecer el otro no le dejó que su cabeza se fuera a un razonamiento más allá de lo que estaba viendo en ese momento. Aquel demonio no deseaba ser descubierto por su creador.

Con la mano oscura le agarró del cuello, le apretaba con fuerza, no le permitía surgir de nuevo al mundo mortal. Sin expresión alguna mientras que el pelirrojo luchaba para mantener el control de nuevo, pero fue en vano, fue completamente en vano, aquel demonio deseaba encontrar a alguien y lo iba a hacer de una manera u otra.

Podía sentir el profundo odio de aquel ser que era parte de él. Todos esos sentimientos de destrucción y caos. Un demonio que solamente tiene un hambre infinita de violencia. Podía sentirlo, como su estómago ardía, como sentía que su cuerpo pasaban gusanos debajo de su piel, como la ansiedad tomaba forma, dominaba sus sensaciones. Recordó las palabras que se lo había dedicado a alguien, a un ser el cual toda esta energía negativa estaba enfocada.

Era enfermizo ver todo lo que aquel demonio representaba. Mientras flotaba sus ojos observaron como ese demonio tomaba posesión de su cuerpo. Si… era algo totalmente retorcido. Pero… ¿Acaso no era él? Una parte de su ser que se había acumulado durante bastante tiempo, el resentimiento, el dolor, el sufrimiento que eran expresados mediante la violación de la aparente paz de varios de los residentes de este lugar.

Lejos del control de sus propias decisiones en ese momento, comenzó a hundirse de nuevo en el océano infinito de recuerdos ocultos. Sus ojos se cerraron, de nuevo una fría oscuridad le rodeaba, de nuevo… todo no estaba haciendo ningún sentido.

Un incendio. Una escapada. Un chico corriendo lejos de ese lugar. Años pasaron. un hombre, una vida. Un bar. Peleas, riñas, discusiones. Actos sexuales, alcohol, tabaco, drogas. Avanzaba un poco más, dinero recibido, una vida quitada. Aún no podía recordar los nombres de los rostros que se cruzan enfrente de él.

Objeto tras objeto, puestos en un cajón. Un reloj, una cartera, una pieza de ajedrez, un anillo, un teléfono roto… lentamente esa colección comenzaba a crecer más y más.

Tomó una enorme bocanada de aire y tosió con fuerza, sus ojos se abrieron poco después. Temblaba, giró sobre su cuerpo, unas cuantas veces, sudor completamente frío. Era de noche, ¿acaso el tiempo no había pasado ya? No, era diferente, totalmente diferente. El control le fue completamente arrebatado, ¿Acaso tenía mucha más fuerza que antes? Apenas podía mantener esa prolongada sensación de quitar una vida con sus manos.

¿Había muerto sin estar consciente? Observó por fin sus alrededores, estaba en otro lugar completamente diferente. En el límite de una fila de árboles. Ellos habían sido testigos… tal vez. No había luna iluminando en lo alto. No. Estaba solo. El y sus memorias que lentamente mostraban la vida que tenía antes de pasarse a este lugar.

No sabía qué hacer con esa información. Claro, eran memorias que estaban reapareciendo, pero, ¿Qué sentido tenían en este nuevo mundo? Aquel hombre se levantó y comenzó a vagar por el bosque, llegando al taller, pasando mientras ignoraba a los vampiros que se alimentaban y a los insultos que le daban, hasta las agresiones que iban contra su cuerpo, pero cuando sus oídos captaron un insulto hacia su madre se detuvo por un momento.

¿Ahora porque le importaba? Tal vez porque ya tenía recuerdos de ella que en algún punto le importaba. Sus emociones estaban en un conflicto mayor, pero algo dentro de él reaccionó con un enojo exagerado. Simplemente no iba a soportar algo por el estilo.

Tal vez era así. Con fuerza un puñetazo fue a dar en la cara de uno de ellos y ahí fue cuando todos los demás se abalanzaron contra él. Golpes, gritos, sangre volando, cabezas rodando. Una furia que crecía más y más, una ira que crecía en su ser mientras que era rasgado, mordido, herido, mutilado por los diferentes seres de este lugar.

De nuevo, sentía como su cuerpo era despedazado y su consciencia caía hasta no poder más. Y los recuerdos fluyeron en él.

-Vincent-

-¿Si?-

-¿Estás bien? Te ves pálido-

-Si, no es nada...  ¿Tienes clases hoy?-

-No-

-Bien, podemos estar aquí más tiempo-

-¿No tienes trabajo por hacer?-

-Tengo tiempo-

Un intercambio entre una voz femenina y una masculina. Ahí dos cuerpos echados en una cama, cubiertos por las mismas sábanas. Aquel pelirrojo acariciando la espalda desnuda de la ajena mientras que el sol aparece en el alba. Parecía ser un día tranquilo. Una mañana como ninguna otra.

-Juliette- Susurró cuando por fin despertó. Sus ojos se abrieron, ¿Qué era este sentimiento? Su corazón se apretaba con fuerza ante el recuerdo reciente en su cabeza, y junto a este intercambio de palabras varias memorias fragmentadas de diferentes situaciones.
Aún no estaban completas, pero ya recordaba.

Sus ojos observando al cielo, tenía que encontrarla. Aunque no tenía idea de donde estaba ella, ni tampoco lo que significaban aquellas tensas escenas, sabía que algo estaba mal. Por primera vez en su vida dentro de este lugar, no deseo pelear, no deseo morir… solamente deseaba encontrarla y estar con ella, disfrutar su compañía.

Observó sus manos, sucias por la tierra debajo de él. Acostado de nuevo.

Dejó un suspiro y sus ojos observaron hacia la escuela, tenía que empezar por ahí. Se levantó, mareado por el flujo excesivo de información. Con una pequeña sonrisa, sus ojos pasaron por un lado y después el otro. El día estaba llegando, el sol se asomaba en el horizonte cubriendo todo este lugar de una luz cálida.

Pero no puede acabar en algo feliz esto. No para este ser violento por naturaleza. Sintió que se ahogaba, agarró su cuello, sus rodillas se vencieron contra un peso invisible. Parecía que ir contra su misma naturaleza era algo inaudito. Una ansiedad que le hacía temblar con fuerza, como si se estuviera congelando ante un frío mortal.

Su cuerpo rechazaba esos pensamientos, no podía ser tan sencillo. No. Su demonio no permitiría que aquellas ideas de paz y tranquilidad dominaran el cuerpo que por mucho tiempo ha estado peleando. No era algo posible para un alma torturada, sádica y autodestructiva como esta. Un combate en el que no se utilizaban los puños, sino algo más dentro de él que parecía no querer permitirle ir con ella.

¿Acaso ese era el motivo por el cual se alejaba de ella? Pensaba realmente que era algo más de su propia decisión, pero realmente no fue así. En la retorcida mente suya sabía que no podía hacer lo que sus instintos lo dominaran si estaba a un lado de ella. Que aquella bestia que deseaba sangre, huesos, carne y gritos de dolor sean escuchados por los cuatro vientos.

Si… Se estaba engañando todo este tiempo porque sabía que con ella todo ese sentimiento, toda esa emoción de la cacería se iba a quedar encerrada para siempre. Vivió estos tres meses estando engañado por nada más y nada menos que su personalidad agresiva, peleadora, cazadora, torturadora. En un acto de libertinaje violento y sin límites.

Una parte de su ser deseaba pelear y morir hasta que no pudiera más. Una parte de él deseaba encontrar la manera de empujarlo a que muriera de nuevo y que aquel número bajará más y más hasta que el dedo de la muerte tocará su corazón.

Observó hacia los lados y después al césped y pudo encontrar una cajetilla, ¿De quién era? No importaba en ese momento, necesitaba tabaco, fumar, sabía que eso lo podría calmar, lo sentía en base a los recuerdos fragmentados. Sus manos temblorosas alcanzaron la cajetilla.

El cigarro tocó sus labios.

Lo prendió con un encendedor que tenía en el bolsillo.

Una calada fue suficiente para poder calmar aquella bestia en su interior. Enterrarla de nuevo pero, ¿Por cuánto tiempo? No lo sabía. Sus ojos de nuevo se fueron al cielo.

Morir ya no era una opción.
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Vincent Schwarz
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