Vanidosa. Exageradamente vanidosa. Se podría pensar en muchos calificativos para Shiri, pero siempre sería ese el que terminaría en boca de todos. Shiri creció escuchando a sus padres decir en cada momento que era hermosa, que esa belleza los enorgullecía y que esperaban grandes cosas de ella, Shiri no comprendía que hablaban de esfuerzo o de preparación, de que podía ser una chica lista y dedicada, si bien era algo que podía pasar de forma implícita, era la belleza la que parecía dominar todos los campos ¿Y quien era ella para decir lo contrario? Si lo decía la gente tenía que ser verdad ¿No?

No significa, por supuesto, que la joven fuese una engreída despiadada, o estuviera envuelta en la soberbia. De hecho Shiri es una buena persona en términos generales, tiene un buen corazón y se deja influenciar por las emociones de una forma muy sencilla. No hubo un momento en que pudiera negarse a ayudar a alguien, o que pudiera seguir su camino sin voltear a ver a quien lloraba en soledad. Shiri buscaba ayudar a quien podía y también procuraba tener buenas notas en el colegio. De forma externa era una chica que quería ayudar a los demás y se preocupaba por todos, una joven bella y disciplinada, responsable y dedicada. Por dentro cada acto que realizaba era para que la gente volteara a verla. Quería ser reconocida, recordada, amada.

Podría culpar a sus padres por creer que merecía ser el centro del universo, pero ellos le habían enseñado que tenía la mitad del camino ganado con su aspecto, pero tenía que esforzarse si deseaba algo más, al final la gente se aburría de ver todos los días lo mismo, era algo que también le habían enseñado.

El gran problema venía cuando a pesar de sus esfuerzos pareciera que lo que hacía no era memorable. Se enfadaba si no era el centro de atención, y si bien no hacía rabietas al respecto, si se esforzaba todavía más en sobresalir. Si ser de las diez mejores de su clase no le daban el reconocimiento adecuado, entonces estaría dentro de las cinco, o sería la mejor. Mientras voltearan a verla todo sería  válido.

Es una chica demasiado emocional, lloraba con los programas que veía o las películas que se proyectaban en el cine. Si alguien lloraba ella lo hacía también, y si estaba feliz ella lo estaba igual, aunque jamás la verían arrugando el rostro. Sus lágrimas caían en silencio y esa sonrisa era delgada, apenas imperceptible. Era una romántica empedernida y una soñadora sin igual. La meta era ser feliz y que todos lo vieran, que la envidiaran quizás, y que nadie pudiera pensar mal de ella, pues la mala fama no era adecuada para ella. Para Shiri, ser bella y buena eran cosas que debían ir de la mano. La mera idea de que la gente hablara pestes de su persona era inpronunciable.

Esta fue la causa por la cual, cuando la hicieron decidir a que raza pertenecería, en lugar de elegir ser un ángel bello y benévolo, decidió optar por una muñeca que jamás dejaría de ser hermosa. Mientras lo fuera podría tener bellos sentimientos, podría hacer el bien o lo que ella quisiera.

Lentamente se ha creado un conflicto interno en Shiri, pareciera que ahora hay dos entes individuales viviendo en el mismo cuerpo, la doll que susurra su punto de vista en lo profundo de su mente, y esa humana emocional y sensible que en ocasiones piensa que está loca, y que la muñeca se quiere adueñar de su alma. Puede llegar a ocurrir que tras una conversación entre ambas. Son dos fracciones del mismo ser después de todo. El problema es que la humana no sabe lo que ocurre en su cabeza, solo escucha los pensamientos de la doll y trata de conversar con ella todo el tiempo para intentar comprender, por lo que suele ser una interrupción constante para la muñeca, que puede distraerse o hablar sola en medio de la gente.

⚝

De 1.57 cm de estatura, Shiri es una joven delgada, con un largo cabello castaño siempre bien peinado que cae hasta el pecho. Gusta de arreglarlo siempre de alguna forma distinta para no parecer repetitiva, le gusta pensar que la gente se preguntaría cómo iría arreglada al día siguiente, y esa expectativa la motiva a experimentar. Su piel es delicada y suave por lo mucho que se la cuida. Suele maquillarse discretamente para resaltar algunos rasgos que imagina llamarían más la atención de esa forma, sin parecer exagerada. Su figura es discreta en realidad, al igual que lo es ella para vestirse. Su forma de llamar la atención son su físico es demostrando lo bonita que es, considera que usar su cuerpo de una forma provocativa es algo que no vale la pena ni pensarse, aunque secretamente lo dice porque no cree tener algo que pudiera llamar la atención en realidad. Sus ojos son grises.


Es una pequeña muñeca de 22 cm. con la piel pálida y una figura ligeramente menos voluptuosa que su parte humana. De ojos grandes color morado, el rostro de Shiri se ha convertido del de una buena chica, a uno espectral, se puede observar en ocasiones una sonrisa fría, quizás en ocasiones llena de una falsa amabilidad. Tiene un color de cabello negro con hebras rosas. Gusta de usar vestidos que considere acordes para una muñeca, que puedan resaltar de alguna forma la belleza que persevera.

Faltaba un año, solo un año para poder volver a casa, a su tierra natal con su familia. Llevaba medio año viviendo en ese país lleno de neblina y gente de ojos azules que suelen disculparse por todo (aunque nunca más que un japonés), medio año esperando por ese fin de curso para entrar a la recta final, ese último año de estudios que le permitirían volver a casa con sus padres, quizás elegir una carrera digna para ella, pero en Japón, siempre en Japón.

Había sido culpa de su madre. Una bella mujer inglesa que conoció a su esposo en un viaje de intercambio estudiantil en Japón, donde se enamoraron y decidieron que la vida sería mejor si se quedaban juntos. Shiri no estaba muy convencida de ello, pero no había sido su elección, y tenía que aceptar que estaba viva gracias a ello, lo cual - cabía decir - era bastante genial. De hecho agradecía que se conocieran, y la única razón por la que se quejaba era porque gracias a la “inglesiocidad” de su madre, ahora tenía que estudiar en su segundo país de origen.

No estaba mal en todo caso, una japonesa era un espécimen extraño en tierras orientales, y si ya de por si la gente en Japón solía llenarla de elogios, en Inglaterra era prácticamente una especie exótica. Lo único malo (pero no tanto) era que todo mundo se detenía a preguntar que significaba su nombre. Y que todo mundo decía “Shirley” en lugar de Shiri. Estaba cansada de corregir a todo mundo, al punto que prefirió dejar de hacerlo. De todas formas mantenía una cierta popularidad debido a ello, entre las tantas otras cosas por las cuales solía sobresalir. El estar en ese colegio no era una cuestión de suerte, las buenas calificaciones de Shiri le abrieron las puertas a ese mundo, en el que podían ver que el idioma no sería un obstáculo que detuviera su crecimiento académico, si desde pequeña se había mostrado disciplinada y responsable, no tenía porque cambiar solo por viajar medio planeta, de una isla a otra. Se supo ganar a los profesores, tener ciertos favoritismos que usaban esporádicamente solo para mostrar al mundo que era especial. Ayudaba a los compañeros que tenían problemas usando esos privilegios, en ocasiones condonando la impuntualidad, o la falta de entrega de algún deber importante. Ella tenía sus deberes siempre en tiempo y forma, así que cambiaba un privilegio por un favor, y de esa forma podía ganar popularidad sin verse envuelta en escándalos inútiles. Hacer el bien y tener beneficios, era el mejor recurso que podía existir para alguien como ella.

Tenía que aceptarlo, quejarse de Fall Gate era mero capricho, le hacía feliz estar ahí, conocer gente nueva, recibir nuevas miradas e inclusive - pero menos importante - aprender cosas nuevas.

Al fin no distaba demasiado de lo que había sido toda su vida. Shiri había crecido en un hogar que le había inculcado buenos modales, y por sobre todo con la creencia de que era hermosa y el mundo no la merecía debido a ello, pero podía intentar hacer que ella volteara a verlo. Desde pequeña su modo de vida radicaba en hacer buenos actos que llamaran la atención, ser aliada de los profesores o la gente con autoridad para evitar todo tipo de problemas y ayudar a la gente para que la tuvieran en un altar, o preferiblemente en un aparador, y detestaba que sus planes de ser el centro de atención no se le llevaran a cabo. No había en realidad ninguna artimaña de por medio, era su derecho serlo y si no ocurría entonces caía en una crisis que le obligaba a buscar de cualquier modo cambiar las tornas, eso no había cambiado con los años.

Fue por esa razón por la que se alistó en las filas de voluntarios para el festival que tendrían en Fall Gate. Era un proyecto grande y necesitarían definitivamente la ayuda de alguien como Shiri, por supuesto que esperó a que se lo pidieran y por supuesto que se negó al principio con mucha educación y delicadeza solo para después reconsiderar aludiendo a su buen corazón. Negó educadamente los agradecimientos de todos, y por dentro fue la mujer más feliz del mundo.

No esperaba que sería la última vez.

No tuvo que pensar demasiado cuando le dieron la opción de elegir una raza, Shiri no sabía mucho al respecto así que tomó aquello que más se identificaba con ella, una linda e inmaculada muñeca. No pensó que la decisión sería tan literal.

Siendo una doll, Shiri no encuentra una razón por la cual deba rebelarse ante las reglas del juego, le parece lógico seguirlas, pues considera que es el mejor camino para salir victoriosa de lo que sea en lo que se ha metido. Su lado humano puede no estar de acuerdo, pero eso poco le importa a Shiri

- Tiene pintado un símbolo en el cuello para hacer creer a los demás que ahí reside su alma.

- Le aterra que le hagan daño, la simple idea de que puedan hacerle una herida que la haga ver fea es espantosa. De igual forma, le molesta mucho estar sucia o poco presentable.

- Suele estar en conflicto con sus deseos y la expresión de estos. En ocasiones su lado humano se asoma, por lo que Shiri aprovecha la ocasión antes de que sus emociones sean reprimidas, en estas ocasiones suele llorar llena de frustración por sentirse prisionera en su propio cuerpo.

- Es pésima pintando, pero al encontrar esa como la única forma que tiene de expresarse, sigue intentándolo. Siempre niega que los dibujos son suyos.

- Su nombre completo es Shiri Amelia Oomori-Addington, pero es algo que nadie sabe, es su secreto mejor guardado y planea que siga siendo así mientras viva en Inglaterra.

- Shiri ha bautizado a ese lado humano como Amelia, su nombre británico. Esto molesta bastante a su lado humano, y Shiri lo sabe.