Anise tiene dos facetas extremadamente distintas cuando se trata de su personalidad. La primera es la que más presenta. Su estado natural cuando está lejos de Kaz. La chica es completamente insoportable, aún siendo de pocas palabras como es. Se cree más inteligente, pilla, rápida, sarcástica y graciosa que cualquier otra persona.

Aunque no lo grita a los cuatro vientos y normalmente ni siquiera interactúa con el resto, creyendo que no vale su tiempo, su mentalidad altanera se nota en su expresión y lenguaje corporal. No mira a nadie con más que desdén ni menos que desprecio, aunque la mayoría del tiempo su expresión es simplemente neutra mientras nadie se meta con ella. El aire alrededor de ella parece drenar energía como si de un vampiro emocional se tratase, es agotador estar cerca de ella aún si no le estás dirigiendo la palabra.

Todo en ella, su postura, su mirada, la boca fruncida, la apariencia desgreñada, grita que no quiere nada que ver con nadie. La mayoría recibe el mensaje fuerte y claro, pero cualquiera que se acerque más no recibe ningún comentario cariñoso. No quiere ayuda, menos de gente que nunca entenderá el dolor que sufre. Su visión de adolescente acomplejada le impide pedir ayuda ni entender que no es la única chica en el mundo que está sufriendo.

Por el otro lado está lo que ella considera es su “personalidad real,” aquella que demuestra solo con Kaz. Preocupada, cuidadosa, amable y extremadamente sobreprotectora, Anise sufre una transformación más imposible y radical que cuando toma su forma de raza. Es la única vez en que se le puede ver con una sonrisa en la cara, a veces Kaz hasta logra hacerle reír.

Cerca de él sus preocupaciones no existen, no hay nada más en el mundo que ellos dos, y si alguien se les acerca tendrán una experiencia radicalmente distinta con Anise. Es que al lado de Kaz se permite ser feliz y hace un intento de ser una mejor persona, por él. Su vida vuelve a tener sentido, vuelven sus ganas de existir más que sólo como un ente miserable que sólo sufre y llora por las noches.

Esa parte ha sido completamente extinguida en los últimos nueve meses ya que está segura de que nunca volverá a ver a Kaz. ⚝

Anise es de estatura promedio, quizás de un metro sesenta o sesenta y cinco. No solía ser tan flacuchenta, pero desde que se despidió de Kaz sus hábitos alimenticios desaparecieron casi por completo, bajando unos diez o quince kilos en seis meses. Al mismo tiempo, finalmente pareció pegarle la adolescencia, formando su cuerpo de niña en uno más adulto mientras seguía perdiendo peso. Ha ganado peso de vuelta desde que explotó la bomba, probablemente porque ahora come más de lo que nunca había hecho, aún antes del incidente con Kaz.

El cabello de Anise es café claro y no lo lleva demasiado largo, llegándole casi a la última costilla cuando lo amarra de lado, y tiene un corte escalonado con flequillo. Casi nunca tiene el pelo suelto, le trae demasiados recuerdos de cuando Kaz le hacía peinados. Por esto normalmente lo amarra en una cola ya sea detrás de su cabeza o, mayoritariamente, en el lado izquierdo dejando que caiga sobre su hombro y pecho. Aunque intenta alejar el cabello de su cara, el hecho de que es ligeramente ondulado genera que siempre se escape de cualquier horquilla, pasador o coleta con que intente domarlo.

Sus ojos son de color café claro, casi miel, al igual que su pelo, y casi siempre están escondidos detrás de sus anteojos rojos. Normalmente son tan apagados que parece que Anise estuviera en algún tipo de trance. Eso en conjunto con su expresión general de desinterés le dan una pinta bastante poco amigable. No cuida demasiado de su apariencia, por lo menos no desde que se despidió de Kaz, y se nota bastante en cómo tiene su pelo y ropa.

Al evento fue vestida con botines y boina negra, patas negras debajo de shorts cortos del mismo color, una polera suelta morada que dejaba ver sus hombros y sobre ella un chaleco rosado debajo de un polerón grueso y negro. Debido a que pretendía escaparse del evento, fue una de las únicas que andaba con más ropa de la que tenía puesta. Dentro de un bolso de tamaño mediano lleva también el uniforme del colegio, una bufanda roja, un chaleco verde y un par de poleras extras, además de ropa interior.


En su forma intermedia es un poco más alta, llega al metro setenta. Su pelo se hace más largo, llegándole hasta las caderas, y toma un color más anaranjado. Sus ojos son rojizos o burdeo dependiendo de la luz y sus orejas se hacen puntiagudas. Tiene unos cachos pequeños de color café, y una cola gruesa y morada. Su ropa termina siendo una camisa blanca, chaqueta negra y falda corta roja, o una polera de tiritas blanca con un polerón rojo. Siempre lleva medias negras que llegan hasta la mitad del muslo,



En su forma de raza se transforma en un dragón verde de tomo y lomo. Alas enormes y puntiagudas, cuernos apuntando hacia atrás de su cabeza, garras afiladas y cola puntiaguda. Su piel se transforma en escamas bastante duras que repelen el ácido que escupe. De su mandíbula, columna y brazos parecen salir pelos negros y largos. Mantiene los mismos ojos color miel, aunque parecen más vivos y enojados en aquella forma que en su cuerpo humano.

Anise nació en una familia que nunca tuvo problemas económicos debido a que su padre trabajaba muchísimo y era dueño de su propia compañía. Su madre se quedaba en casa y se aseguraba de que Anise hiciera todas sus tareas y estudiara todos los días, desde pequeña. Les importaba que la chica fuera la heredera de aquella compañía en la que su padre había puesto toda su vida y esfuerzos. No le molestaba mucho cuando era niña, le gustaban las tareas y no tenía mucho más que hacer que no fuera estudiar de todos modos.

Para la pequeña nunca fue fácil hacer amigos, por lo que pasaba la mayoría del tiempo sola de cualquier modo debido a que, además, era hija única. Aprendió a leer y escribir antes que la mayoría, y en los primeros años de colegio era bastante notorio que la chica era una sabelotodo, cosa que le alejó aún más de sus compañeros. No se esforzaba en hablar con ellos porque se sentía muchísimo más inteligente.

Fue a los seis años, cuando tuvo que acompañar a su madre a un hospital en Londres para hacerse exámenes, que todo cambió. Hasta ese entonces su vida era un piloto automático, no estaba muy consciente de nada de lo que sucedía a su alrededor y todas las decisiones sobre su vida eran tomadas por sus padres. Pero todo había cambiado cuando, después de que su madre terminara sus exámenes, le había guiado hacia una pieza en el área infantil del hospital.

Iban a visitar al hijo de unos amigos de sus padres, el tipo de visita que su madre hacía bastante para mantener relaciones estables. A Anise no le molestaba, normalmente le llevaban un libro y se sentaba a leer por horas de horas mientras su madre cuchicheaba y cacareaba. La pequeña había entrado con una cara larga debido a que estaba un poco cansada por el viaje a Londres y la espera en el hospital.

Nunca había visto a alguien hospitalizado y se dirigió directamente hacia la enorme cama para revisar lo que había ahí. No encontró más que un chico normal, bastante pálido y flacuchento. Pero la sonrisa de Kaz había despertado a la niña del estupor en que vivía, y su implacable amabilidad se habían ganado su corazón en aquel encuentro. Fue el primer y único amigo que hizo en toda su vida, aquel chico enfermizo que había visto detrás de la mirada dura y actitud altanera.

Sus padres le permitieron visitar a Kaz bastante en su infancia, orgullosos de que por fin la chica demostrara los dotes sociales que definitivamente iba a necesitar para ser la nueva dueña de la compañía de su padre cuando él se retirara. No era nada malo en sus ojos, por lo menos al principio, debido a que el mayor problema de Anise no era lo académico si no que lo afectivo y emocional. Quizás aquel chico enfermizo le enseñara a su hija lo que ellos no habían logrado traspasar en sus eternas lecciones y monólogos. Su madre le acompañaba al hospital y pasaba el día entero hablando con la madre de Kaz, a veces los padres también se juntaban en la pequeña pieza.

El problema fue que Kaz le había despertado del trance en que estaba, y Anise había comenzado a pensar por sí misma. No le gustaba tanto leer, prefería pasar el tiempo con Kaz. Seguía siendo demasiado inteligente como para relacionarse con el resto de sus compañeros de todos modos, esforzarse como lo hacía ya no tenía demasiado sentido. No lo demostró en un principio, pero al cumplir trece había comenzado a rebelarse paulatinamente primero en pequeñas cosas.

Seguía haciendo sus tareas y manteniendo notas perfectas, pero estudiaba cada vez menos tiempo extra. Gastaba su tiempo jugando o viendo películas con Kaz mientras él jugaba con su pelo. Poco a poco, comenzó a sentir que lo que quería hacer con su vida no era tomar la empresa de su padre, si no que estudiar medicina y encontrar una cura. Tenía una lista de las cosas que harían, los lugares a donde irían una vez él se sintiera mejor. La lista se convirtió en un cuaderno completo, su cuaderno del futuro donde tenían toda una vida planificada.

Cada año era un poco más difícil para Anise. No mantenía ninguna amistad en el colegio, simplemente un grupo de gente con quien pasaba el tiempo hasta que sonaba la campana y podía correr a la estación de trenes donde su madre la esperaba. Su mundo completo revolvía alrededor de contar los segundos para llegar al hospital. Se despertaba en la mañana contando las horas, repasando en su cabeza las cosas que le contaría, agregando cosas en el cuaderno. Toda la apatía y real pesadez que le tenía al mundo simplemente desaparecían al cruzar el umbral de la pieza de Kaz. Nada más importaba, por lo que el resto del mundo se le hacía cada vez más difícil de soportar.

A veces deseaba enfermarse de algo grave, sólo para poder pasar todo el día en el hospital con Kaz. Pidió mil veces que se cambiaran a Londres para estar más cerca de él, pero sus padres nunca cedieron ante la presión que Anise ponía. Cada vez peleaba más con ellos, empujando de vuelta ante la enorme presión que le ponían para hacer lo que ellos decían.

Y luego todo se fue directamente al carajo. Primero Kaz fue diagnosticado con algo nuevo. Algo peor, tanto peor que todo lo que había tenido antes. Anise se pasó noches en vela investigando en su computadora, tratando de entender qué era lo que le sucedía a su amigo del alma. Nunca le mostró a Kaz nada más que ánimos, ni una sóla lágrima fue derramada en frente de él, pero Anise sabía que era cosa de tiempo.

Sus padres la vieron empeorar, y en un esfuerzo de sacarla de la depresión y ansiedad que la carcomían por ver a su único amigo morir lentamente, le prohibieron verle. Para siempre. Esa noche Anise creyó que moriría de pena. Sus padres tenían dinero y poder y se encargarían de que ella no fuera capaz de ir en contra de aquella orden, lo sabía y le constaba.

Por primera vez en su vida, se dio cuenta de que Kaz no era sólo su amigo. Lo amaba y siempre lo había hecho. Al recibir la noticia, le contó aquello a sus padres entre lágrima, creyendo que ese hecho cambiaría algo. Pero los planes que tenían para ella eran otros, y la verdad era que el amor adolescente no les interesaba en absoluto. Por primera y única vez intentó golpear a sus padres, a ambos al mismo tiempo entre gritos, lágrimas y amenazas de ambos lados. Por primera vez en su vida quiso morir, que algo llegara y le arrebatara todo el dolor y los sentimientos que se desbordaban de su cuerpo.

La despedida fue horrorosa. Anise no había parado de llorar en todo el día, y cuando llegó al hospital a contarle a Kaz, le dejó verla llorar por primera vez. No le prometió que encontraría una manera de irle a ver, sabía que sería completamente imposible, ni que se verían de nuevo. No sabía cuantos días o meses le quedaban, pero era probable que no fueran suficientes como para cumplir aquella promesa. Tampoco le confesó lo que había descubierto la noche anterior, la despedida era suficientemente dolorosa sin agregar sus sentimientos de por medio.

Sin la influencia de Kaz en su vida, Anise se convirtió completamente en la persona amarga, altanera y completamente insoportable que hubiese sido desde un principio. Los conocidos que tenía en su colegio no soportaron seguir estando alrededor de ella, y a ella genuinamente no le importaba un carajo ya. Se quedó completamente sola, alejando a sus padres de su vida como si de animales rabiosos se trataran. No tenía nada más que darle a nadie, ni palabras, ni esfuerzos, ni ganas.

Fueron los seis meses más dolorosos de su vida. Anise ya no veía colores, sólo escalas de gris. No miraba caras, sólo borrones detrás de los cuales no había nada. No se arreglaba ni miraba al espejo, y sólo se duchaba cuando le obligaban. No hablaba con sus padres para más que pelear, y a veces pasaba días enteros sin decir una palabra. Tenía pesadillas horrorosas donde le sacaban algo desde muy dentro de su pecho y se lo llevaban para siempre, dejándole vacía y desangrándose lentamente.

Y luego, la bomba. Había estado en el evento sólo porque sus padres no le acompañarían y era el momento perfecto para intentar un escape. Le habían mandado con alguien de la empresa que se aseguraría de que Anise no hiciera exactamente eso, pero intentó perderle durante horas. Cuando el gas azul llenó sus pulmones, una partecita de ella estaba agradecida de que aquel fuera el final de su horrenda historia. Pero no lo era. Escuchó a la maldita voz que no le dejaba descansar en paz canturrearle reglas. Más reglas. Había pasado de un mundo horrendo con reglas a otro sin descanso, y en la furia que eso le generó eligió ser un dragón. Con aquella forma podía volar e irse a la mierda, quizás defenderse si fuera necesario, aunque realmente no le importaba ya.

Sólo logró amargarse más dentro de ese “juego,” aún cuando una de sus antiguas cuasi amistades Persephone le había dejado tocar la manta mágica. Sabía que Kaz no había muerto, por lo que no podía arriesgarse a ser ella la que lo matase al final de todo. Fue por eso que no se unió a los Rebeldes, aún cuando lo único que quería hacer era hacer exactamente eso. Todo por salvar la vida de Kaz, el chico que jamás volvería a ver, aquel que nunca sabría lo que ella sentía por él.

★ Le encanta el jugo de frambuesa.
★ La única persona por que no rompe las reglas es Kaz ya que está segura de que sigue vivo allá afuera.
★ Todavía tiene el cuaderno donde planeó su vida con Kaz, lo lee todas las noches.
★ No extraña absolutamente nada del mundo exterior a excepción de Kaz. Y el jugo de frambuesa.
★ Le encantaba jugar juegos de mesa con Kaz y solía dejarse perder a propósito.
★ Adora los felinos, en especial los guepardos y caracales.
★ Es bastante buena dibujando aunque no lo hace a menudo.
★ Odia que la gente la llame por cualquier otra cosa que no sea su nombre. En especial Anisa.

★ Suele usar ropa de manga larga y varias pulseras para esconder una de sus muñecas.
★ Hacía cosas como no usar cinturón de seguridad o mirar hacia ambos lados antes de cruzar la calle, por si era su día de suerte.
★ Todavía tiene muchísimas pesadillas.

★ Lentamente se ha vuelto adicta a las emociones y sensaciones que le genera transformarse en Dragón. Ha dejado que aquella forma influencie muchísimo su personalidad y no sólo no le importa, lo agradece.
★ Toma su forma de raza mucho más de lo que debería.
★ A veces escucha al dragón dentro de ella susurrarle cosas.
★ Cree recordar haber matado a alguien. Una chica que se le acercó con una sonrisa demasiado genuina. Anise se enfureció y atravesó su estómago con su propia cola. Es parte importante de sus pesadillas.
★ Era bastante regodeona a la hora de comer hasta que recibió a un dragón en su cuerpo. Ahora come absolutamente de todo, lo que sea para saciar su apetito.