“No sé si puedo hacer esto, Tass.” Apenas se había separado de Katori se había dirigido instantáneamente a la Reaper, aguantó todo el dolor que había sentido al verla tan destrozada, por mucho que le hubiese costado, hasta llegar donde su mujer. Ahí todo se había ido un poco a la mierda. Eventualmente Anastassia le había hecho entrar en razón. Aunque era difícil, no podía seguir viendo cómo sus Dragones se morían de hambre, cegados por el orgullo. Por mucho que doliera no poder ayudarlos como quería, tenía que hacer todo lo posible.

Había otra dragona. Lo sabía. Todavía no estaba listo, aunque la chica era probablemente de las que más lo necesitaba en ese momento. Aquello sería complejo, demasiado, pero lograría hacerlo a su tiempo. -Hoy no, lo lamento pequeña.- Tenía que estar seguro de que no dejaría una cagada, como casi lo había hecho con Katori, por no saber cómo expresarse de manera correcta. Una palabra fuera de lugar y todo podía explotar en su cara, y lo último que quería era alejar a sus Dragones, si no todo lo contrario.

Seiryuu suspiró pesadamente y empujó el cabello de su frente y cara con manos enguantadas. -¿Por qué tengo que usar estas mierdas molestas?- Refunfuñó, jalando de los guantes negros para librarse de ellos de manera un poco exasperada, guardándolos en el bolsillo de su pantalón. Tenía demasiado calor ya para estar tan cubierto, suficiente tenía con la camisa que llevaba puesta. “Porque los eligió Anastassia.” Era razón suficiente para él, aunque podía sacarlos hasta que volviera a verla, no tenía por qué sudar de más.

No le gustaba estar ahí dentro, se sentía sucio, fuera de lugar, en especial cuando sabía lo que había al otro lado de la neblina. Todo estaba roto, fuera de lugar, desbalanceado. Le dolía la cabeza de solo pensar en eso, por mucho que meditara y se perdiera en aquel mundo, no podía encontrar el orden como en otros momentos había logrado. Casi imposible encontrar la paz en ese mundo quebrado, y no podía arreglarlo, no todavía, no por sí solo.

Era por eso que tenía que seguir trabajando en unir a sus Dragones, lo único que podía hacer por ahora, de hecho. Se sentó sobre una mesa y jaló del cuello de su camisa, maldiciendo el calor que sentía en ese cuerpo. Como nadie lo estaba viendo, exhaló aire gélido, lo suficiente como para llenar sus labios de escarcha, enfriando todo el salón, bajando la temperatura varios grados en un par de segundos, más frío incluso que afuera aunque el día estaba nublado.

“Un poco mejor.” Murmuró, tronando sus nudillos y volviendo a empujar el cabello fuera de su cara. “¿En realidad es necesario tener esto?” Refunfuñó en voz alta mientras esperaba que la pareja de Dragones hermanos se aparecieran o por la puerta o por la ventana del salón, ambas eran igual de posibles. Recordó a Anastassia arrugando la nariz cuando él había sugerido simplemente no tener cabello, no, no era una opción que le habían dado, además, era demasiado orgulloso como para no verse bien y guapo para ella, además. No había caso. -No hay ningún caso.- Resopló y soltó una risita.

No habían pasado más de cinco minutos antes de que Seiryuu escuchara una pelea cercana, estruendos que sólo podían pertenecer a una sola raza. -Problemas.- Pero esta vez él estaba ahí, podía hacer algo. Todo el mundo siempre cree que cualquier pelea dura varios minutos, pero la realidad es otra. En los segundos que Ryuu tardó en transformarse, salir disparado fuera de la ventana y elevarse lo suficiente como para encontrar dónde estaban peleando, ya se había acabado.

-Teriántropos.- Ryuu empezó a gruñir por lo bajo al notar que los contrincantes se retiraban. Pero no era el momento. No era culpa de nadie encerrado ahí dentro, todos hacían lo que podían por sobrevivir. Se recordó aquello unas cuatro o cinco veces mientras exhalaba hielo antes de descender al suelo cerca del baño donde el Dragón había tomado resguardo.

A él no se le hacía natural en absoluto volver siempre a la forma humana, pero su tamaño claramente no ayudaba demasiado cuando sus garras medían lo mismo que un adolescente, por lo que al aterrizar tomó sólo aquella forma intermedia que se le hacía más cómoda. Los diseños dorados pulsaban sobre brazos negros, y tuvo que agachar la cabeza para entrar al baño sin topar sus cachos con el marco de la puerta.  Su actitud claramente no era hostil en absoluto, la expresión del moreno era amena, una pequeña sonrisa amigable colgaba en sus labios y sus ojos, como siempre, brillaban de manera casi imposible, casi sobrehumana.

Quizás en cualquier otro momento hubiese pensado dos veces antes de entrar de cabeza sin decir nada ni anunciar que venía en son de paz. Pero en ese momento uno de sus Dragones necesitaba ayuda.  “Alek-” Empezó a decir antes de recordar que todavía no se presentaba con el chico. Que era extraño que supiera su nombre y raza.  -Dragoncito, no deberías saber su nombre ni poder reconocerlo tan fácil, eso es raro. ¿Quieres que te tilde de acosador?-

Escuchó la voz de Anastassia como si estuviese dentro de su cabeza, cuando él no tenía sentido común solía recordar lo que diría ella. “Eres Alek ¿Cierto? Déjame ayudarte.” Agregó de manera un poco torpe, intentando cubrir el hecho de que había reconocido al chico de solo verlo medio segundo sin conocerlo ni haberse presentado. Se acercó un poco más, demasiado preocupado como para actuar de una manera menos extraña o sospechosa.

Seiryuu se permitió el espacio entre un latido de su corazón. Nada más, nada menos que esa cantidad de tiempo para dejar que el pánico corriera a rienda suelta por su cuerpo. En ese pequeño pedazo de existencia, el Dragón pareció ahogarse en algo que parecía ser el efecto de algo parecido a estrés post traumático. Sintió heridas en absolutamente todo su cuerpo, dolores fantasmas que lo desgarraban, gritos que no había podido escuchar hasta que había sido demasiado tarde.

Sólo ese milisegundo, entre una pisada y otra, y al posar su zapato en el suelo todo aquello pareció drenarse fuera de él y hacia la tierra misma, abandonándole por completo. Justo a tiempo para que el chico levantara la cabeza, reaccionando a su nombre. La pregunta no le tomó por sorpresa, su Tass mental se lo había advertido, pero ya se le había escapado.

Esperó a responder, quizás Alek estaba demasiado herido como para apegarse mucho a esa línea de investigación. No hubo caso. “Soy Seiryuu, el líder de los Dragones, es mi trabajo saber este tipo de cosas.” Explicó en un tono amigable que despedía una confianza inquebrantable, una tranquilidad tan inmensa que era difícil creer que las cosas no iban a solucionarse de alguna manera, no mientras Ryuu tuviese algo que ver en el asunto.

“Hey… ¡Hey!” Iba a asegurarle que encontraría a su hermano sin problemas, pero el segundo fue un llamado un tanto asustado al ver que Alek se levantaba con aquellas heridas. Cruzó la distancia entre ellos más rápido de lo que era posible y tomó al chico con cuidado, cargando todo el peso para que no se hiciera más daño. “Vi la pelea desde arriba, estabas solo...-”

Claramente no era momento de explicar ni racionalizar nada. Ryuu se dio cuenta de eso un tanto tarde, y su Dragón rompió en lágrimas y llanto. “Shhh” Lo ayudó a bajar con todo el cuidado del mundo en un movimiento un tanto extraño, había quedado sentado con Alek entre sus piernas. Aprovechó la posición para abrazarlo ligeramente sin poder evitarlo. En algún lugar que no se permitió acceder en ese momento, sintió cómo se le rompía el corazón al verlo llorar, la impotencia de no poder tomar ese dolor y miedo y echarlo sobre su propia espalda.

“Lo voy a encontrar, no te preocupes.” Susurró en ese mismo tono seguro y confiable. ¿Cómo discutirle a una montaña que el viento podía llevársela repentinamente? Imposible, no después de que aquella montaña siguiera intacta después de siglos enfrentándose al viento. Así era aquella actitud de Seiryuu, cálida e impasible a cualquier preocupación o duda.

Ryuu atajó al Dragón entre sus brazos, abriendo los ojos de sorpresa al verlo caer inconsciente. “¿Aleksey?” Llamó, pero claramente el miedo y las heridas habían sido demasiado. Moviéndose con cuidado y nuevamente más rápido de lo que era posible, acostó al chico sobre el piso, despojándose de su chaqueta y camisa, dejando la chaqueta hecha un bulto para poner debajo de la cabeza de Alek.

Hecho esto, se arrodilló a su lado y rasgó con sus garras la tela alrededor de las heridas para revisarlas, primero la pierna izquierda, que sangraba más. En algún momento había empezado a exhalar ligeros copos de nieve mientras lidiaba con la emergencia. No importaba, no había nadie mirando. El tajo en la pierna era bastante profundo, quizás la razón del desmayo, había perdido bastante sangre.

“No me falles ahora enana.” Masculló entre dientes, sacando de su bolsillo una botellita de vidrio. Rasgó su camisa en varios jirones y limpió la herida lo mejor que pudo, intentando enjugar la sangre. Como le habían indicado, encontró el lugar más afectado, y dejó escurrir cinco gotas del líquido sobre la herida.

Esperó, un latido, luego dos, en el tercero se permitió sentir pánico una vez más, de la misma manera, luego exhaló una ventisca helada, y el lugar donde había dejado las gotas comenzó a burbujear. Se lo agradezco luego. Hizo la nota mental y miró de la pierna a la cara de Alek y luego de vuelta, sin saber demasiado qué exactamente era lo que estaba haciendo la poción. ¿Iba a despertar así como así de rápido? Podía ver que la herida estaba regenerándose desde adentro hacia afuera de a poco, re cosiendo todos los tejidos uno por uno.

Miró el brazo del chico de reojo, pero no parecía ser demasiado grave. Le importaba más asegurarse de que la pierna estuviese bien, y que Alek despertara, sería la mejor señal de que había funcionado. Seiryuu se incorporó del piso y titubeó antes de sacar una botella de agua de su enorme bolsillo. Su primer instinto era recoger al chico y acostarlo sobre él, el piso estaba sucio y frío, pero no necesitaba a Tass para entender que aquello era un poco demasiado.

Se contentó con sentarse a su lado, cerca de su cabeza, exhalando aire caliente a su alrededor para que el frío del suelo no le calara los huesos a su Dragón. “¿Alek?” Llamó con suavidad, como si estuviese despertando a un niño pequeño. Extendió una mano, recogiendo sus garras, pero volvió a titubear y se limitó a mover el cabello del chico fuera de su cara con delicadeza. “Tu hermano está bien, voy a ir buscarlo, pero no puedo dejarte así…” Explicó, sin saber si le hablaba al aire o no. La pierna se cerraba de a poco, claramente no había sido algo instantáneo, pero de a poco mejoraba.

¿Había perdido demasiada sangre? ¿Era demasiado tarde? Ryuu revisaba de vez en cuando la respiración, posaba sus dedos en la muñeca del brazo que no estaba herido. Era cosa de tiempo, y a su suerte el Dragón tenía una paciencia infinita. Cerró los ojos y, sin dejar de exhalar aire caliente, esperó a que su Dragón despertara de su sueño.

Seiryuu asintió ante los susurros, recibiendo la información como un tesoro, aunque sabía los nombres, que eran hermanos, el resto eran pequeños detalles, no por eso menos importantes. Sí entendía lo que era desear proteger a un ser querido, entendía el miedo a perderlos y conocía casi mejor que nadie en ese infierno horrendo lo que era enfrentarse a una realidad donde aquel miedo tomaba forma.

Él también había deseado morir, por lo menos por un momento, antes de que aquel deseo se transformase más en una furia interminable, una necesidad de cargarse la tierra, la luna y el resto de los planetas. De eso ya no quedaba más que aquel impulso un tanto inquieto y ansioso cuando se trataba de proteger a los que sí tenía a su alrededor.

Ryuu no tuvo que esperar demasiado tiempo, el chico abrió los ojos sólo un par de minutos después y el Dragón exhaló con alivio, su semblante neutral y sólido como un roble se quebró en una pequeña sonrisa cálida. “Sólo por unos minutos. No deberías haber intentado levantarte con esa herida.” Regañó cual padre a su hijo, sólo con el cariño de alguien que realmente se preocupa.

Ante el movimiento de Alek, apoyando su cabeza en la mano del Dragón, Ryuu sintió algo extremadamente cálido recorrer su cuerpo. Exhaló suavemente una vez más, sólo aire cálido para contrarrestar el frío del piso y el ambiente, nublado, como siempre en Inglaterra. “Perdiste bastante sangre, está bien estar cansado.” Aseguró, notando la palidez, el brazo que no había tratado todavía.

Cuando los ojos volvieron a cerrarse, cuando su Dragón volvió a hablar con esa voz cargada de dolor, pequeñas runas recorrieron los brazos del mayor, más de su piel se oscureció en escamas, su semblante volvió a endurecer. “Está a salvo, lo prometo.” Murmuró en ese mismo tono seguro y cálido, pero la mano que no sujetaba la cabeza con cariño se cerraba en un puño que hubiese triturado piedras a polvo.

Tres meses. Habían pasado tres meses ya desde que la bomba había explotado en Fallgate. Seiryuu se escarmentó a sí mismo por haber demorado tanto en despertar, en darse cuenta de que sus Dragones necesitaban un líder. Él se había acomodado a ese mundo sin problema, nada le complicaba, nunca lo había hecho, pero el resto todavía tenía problemas.

El brazo de Alek no tenía una herida mortal, y claramente era mejor buscar a su hermano antes de que alguien más lo encontrase. Pero no quería moverlo, no mientras la poción seguía haciendo efecto. No había otra opción en ese momento. Ryuu dejó la cabeza del chico de vuelta sobre su chaqueta y se incorporó, mirando a su alrededor.

“Hace frío.” Notó en un tono neutral antes de exhalar una bola de fuego de unos treinta centímetros cerca del chico. Suficientemente lejos como para que no fuese posible quemar, pero sí brindarle un poco de calor. Se giró hacia la puerta y dio un paso mientras llevaba una mano a la moneda de oro que colgaba de su cuello. “Ana-” Antes de poder terminar, un gato negro se coló por la puerta. Ryuu ladeó la cabeza y volvió a sonreír. Qué lejos vas para ayudar a tus vecinos, Tass. Comentó en su cabeza, agachándose para rascar detrás de la oreja del gato. “Gracias.”

En dos zancadas se encontraba fuera y el Dragón en su interior pareció explotar desde dentro de la forma intermedia, como si ya no aguantase más apachurrada ahí dentro. ¿Estaba equivocado? Difícil, extremadamente difícil. Nunca había visto a Alek con un hermano, aunque sí acompañado de otros. Revisó, por si acaso, tanto el territorio como sus notas mentales. ¿Se le podía haber pasado algo tan importante?

Seguro no había demorado más de diez minutos, el territorio no era grande y podía moverse extremadamente rápido. Llegando a la puerta, Ryuu volvió a su forma intermedia, había usado su chaqueta y camisa para acomodar a Alek, por lo que se podía ver que sólo sus antebrazos se encontraban cubiertos de escamas oscuras. Sin Zephyros, claramente, no había rastro de alguien con ese nombre en ninguna parte.

El gato negro saltó del lavabo donde se había acostado y salió por la puerta, Ryuu la cerró detrás de él al entrar, teniendo que agacharse para no raspar sus cuernos con el marco de la puerta. No ayudaba demasiado que sus dos metros y tanto de alto en su forma humana se mantenían en la intermedia, de no haberse acostumbrado a los treinta centímetros extra de cuernos pasaría toda la vida dándose contra todo.

Ya se hacía un poco tarde y en realidad no tenía demasiadas ganas de ahuyentar a desgraciados que se habían dejado llevar demasiado por aquel juego macabro. No es su culpa. Se recordó, observando a Alek con algo de preocupación. Parecía estar completamente dormido, por lo que Seiryuu aprovechó de cubrir las ventanas rotas. Nadie estaba mirando, después de todo. Una sustancia oscura y espesa llenó cualquier apertura, sellando fuera el frío, el atardecer que prometía una noche violenta, y los depredadores que se escondían ahí fuera.

No es un hogar, pero es suficiente para pasar la noche. Seiryuu sopló en dirección a la bola de fuego que permanecía donde la había dejado, avivando un poco el calor de las llamas. En la ligera oscuridad del edificio con ventanas tintadas, los ojos del Dragón parecían brillar con luz propia, por lo menos lo hicieron antes de que fueran cerrados.

Nuevamente, Ryuu se hundió en una meditación que armonizaba con el sonido de la respiración de su Dragon, de modo en que sin importar lo mucho que se hundiera en ese estado lejos de su cuerpo, cualquier cambio o movimiento le alertaría y traería de vuelta sin problemas. Por fin podía relajar su fuero interno, aunque fuese un poco, por primera vez en bastantes días. Sus exhalaciones profundas volvían a ser aire cálido que ayudaba a contrarrestar el frío del concreto.

Había elegido una meditación completamente vacía. Nada en su mente, no había viajado a ningún lugar, ni recorrido recuerdos. Tan sólo un vacío absolutamente cómodo que le generaba paz y templanza, que le devolvía a aquel centro neutral del que sólo se desviaba con contados seres. Lastimosamente en ese lugar había bastantes más personas que le importaban de lo normal, tener que lidiar con varios al mismo tiempo, por mucho gusto que le diera, se le hacía bastante complejo, seguro era la falta de práctica.

Los humanos simplemente se le hacían demasiado complejos de entender. Apenas y podía seguirle el paso a Tass cuando ella se desbalanceaba, y esa relación se basaba en que él se había alterado sólo en contadas ocasiones. Agradeció los minutos de silencio y orden, aprovechando de organizarse a sí mismo en esa nada a la que había accedido en su mente.

Y luego un segundo de respiración entrecortada. Seiryuu abrió los ojos instantáneamente, completamente de vuelta en el presente. Seguro se había esperado distintas reacciones, considerando la situación, más cuando escuchó las dos primeras palabras, pero todo lo que sucedió a continuación no le hizo sentido en absoluto.

El Dragón no tuvo que pensar demasiado en cómo reaccionar, lo hizo como casi siempre. Se quedó absolutamente quieto y en silencio, una expresión tan neutral que parecía un muñeco, pero sus ojos brillaban con algo parecido a curiosidad, resplandeciendo claramente incluso en la luz tenue.

Se obligó a no levantarse cuando el chico lo hizo, tan sólo se recogió ligeramente al imaginarse el dolor de usar aquella pierna que todavía no había sanado. Me prometiste cura milagrosa, enana. Refunfuñó en su cabeza, sólo dándole la razón a la gente que le llamaba gruñón. Negó ligeramente la cabeza sin retirar sus ojos del chico que ahora retrocedía. Nada acerca de Ryuu en ese momento podía ser interpretado como amenazante o peligroso. Sus ojos eran cálidos, y su expresión neutral no era más que tranquila, se encontraba sentado en posición de loto y sus manos estaban quietas y a la vista.

Claramente aquello no registraba en la cabeza de Alek, que parecía no recordar absolutamente nada. Seiryuu supuso que después de algunos momentos, pasado el espanto y la confusión del despertar, recordaría algo. Apenas el chico había notado al Dragón, asumió la ofensiva. Pero el mayor jamás había sido alguien violento, incluso ahí dentro en ese infierno. “Lo siento Alek, tu hermano no estaba contigo en el ataque, y no ha estado contigo en un buen tiempo.” Explicó en el mismo tono que había usado para reconfortar hace quizás media hora. Aquel tan seguro y tranquilo que parecía ser un mantra, que no podía ser nada más que un arrullo que aseguraba que todo, tan seguro como el girar de la tierra, estaría bien.

Vio venir el ataque, y tan sólo se dejó inmovilizar. No sólo no opuso resistencia, pero como si fuese una práctica de artes marciales, siguió el movimiento del chico, poniéndose a sí mismo en la posición a la que le estaban llevando. Seiryuu le llevaba varios centímetros y estaba absolutamente seguro de que podía reducirlo a cenizas con un aliento, pero nada de eso se asomó por su cabeza. ¿Por qué habría de hacerlo?

“No puedo despertar a tu hermano, no sé dónde está..” Explicó, sin demostrar siquiera un poco de incomodidad o dolor bajo la rodilla, tan sólo su voz salía un poco apretada, pero aquello no afectaba su tono en absoluto. “No estás en peligro, Alek. Soy Seiryuu, el líder de los Dragones. Una banda de Teriántropos te atacó, te encontré aquí.” Siguió, volviendo a su forma humana de manera bastante lenta, como para no sobresaltarle, haciéndose menos amenazante, o eso pretendía.

“¿Ves la chaqueta en el piso? Ahí apoyé tu cabeza cuando te desmayaste.” No había reproche alguno en sus palabras, sólo muchísima calma, toda la paciencia del mundo, como un padre intentando calmar a un hijo que acaba de despertar de una pesadilla. “¿La camisa hecha jirones, llena de la sangre que limpié de tu pierna?” Siguió con cuidado, arrullando, completamente relajado bajo el agarre. Lo que decía hacía sentido, su pecho estaba desnudo y no había rastro de más ropa fuera de la indicada anteriormente. La tinta del tatuaje de dragón en su brazo y hombro izquierdo parecía pulsar de negro a dorado de manera casi imperceptible mientras hablaba.

“Moriría mil veces antes de hacerte daño.” No era un decir, ni una promesa vacía, y no había duda alguna al escuchar la intensidad detrás de aquellas palabras. “Ahora, por favor, deja de poner peso sobre esa pierna.” Continuó, por primera vez denotando alguna emoción que no fuese paz y tranquilidad, bastante preocupación y algo de dolor, como si tan sólo pensar en la herida de la pierna le hiciera daño.

“Déjame ayudarte, por favor.” Considerando la honestidad y simpleza con las que murmuraba sus palabras, lo único que se podía pensar era que Ryuu estaba diciendo la verdad, o bien era un verdadero psicópata manipulador de calibre horrorífico. El hecho de que no había hecho intento alguno de defenderse, y, pensando en ese mundo, no los había matado para comérselos, la primera era la más probable.

Había hablado bastante rápido, intentando cruzar el umbral de la sospecha y la auto preservación de su Dragón antes de que perdiera demasiada sangre y fuese demasiado tarde. No hizo movimiento alguno para zafarse, manteniéndose ahí, en su forma humana bajo la luz de la bola de fuego que seguía despidiendo luz y calor de manera reconfortante.

Seiryuu ya esperaba cualquier cosa del chico, siempre con los brazos abiertos, claro. Sintió la presión empeorar en su cuello, y luego, como había hecho anteriormente, se dejó llevar con el movimiento violento. Ayudando ligeramente, poniéndose donde el chico quería llevarlo. No esquivó el primer golpe, ni ninguno de los otros que le fueron propinados.

Pareció no dolerle demasiado, considerando que se había quedado ahí para recibir el abuso. Su atención estaba clavada en la pierna, Alek había hecho otro esfuerzo más con ella, y nuevamente la sola idea de aquella herida parecía afectarle más que los puñetazos en la cara. Seiryuu no avalaba la violencia en casi ningún caso, pero en ese momento específico, en el contexto del juego macabro en que se encontraban, no podía culpar al chico.

Su expresión se contrajo de dolor cuando Alek se apartó, ya había suprimido sus instintos suficiente, se empujó hacia el menor rápidamente apenas notó que la furia desaparecía de su rostro. “Hey, no pasa nada.” Murmuró, jalando al chico cuidadosamente contra su pecho, rodeándolo en un abrazo cálido. “Está bien estar asustado, tienes buenos instintos de supervivencia, nadie puede culparte por eso aquí.” Arrulló en aquel tono casi mágico, acariciando su cabello.

Para un gigante de expresión tan absolutamente neutral y apática como era Seiryuu normalmente, en ese momento parecía tan empático y accesible como un padre cariñoso. Asintió ante la primera pregunta. “Claro que sí.” Aseguró, apretando el abrazo un poco. En algún momento entre el último golpe de Alek y ese instante, Ryuu había vuelto a su forma intermedia y las marcas de los golpes habían desaparecido. No era extraño que algunas razas tuvieran una regeneración más rápida en ese mundo, después de todo.

“¿Me vas a proteger?” Como cuando había recién encontrado a Alek, el moreno se permitió un milisegundo. Cerró los ojos con fuerza, apretando un poco más al chico sin poder evitarlo. Uno solo, para caerse completamente a pedazos. Aquellos dolores fantasmas le recorrieron minuciosamente, de manera un tanto sádica, mientras que los tatuajes en sus brazos pulsaban de manera un poco más intensa, el negro escamoso extendiéndose por su piel.

Sólo el espacio entre dos latidos, y luego exhaló despacio, el aire que escapaba de su nariz extrañamente helado. “No mientras esté yo para evitarlo, y ya estoy aquí. Estáa a salvo.” Como cuando había asegurado morir mil veces, aquellas palabras estaban más cargadas de intensidad que casi cualquier otra cosa que el Dragón había dicho o hecho frente a Alek.

Abrió los ojos y a ese punto era absolutamente imposible que tan sólo estuviesen reflejando la luz del fuego para brillar de esa manera. Seiryuu observó al chico de manera difícil de descifrar. Algo de orgullo, cariño, posesión, pero se veía extraño en una cara tan inexpresiva, como si recién estuviese acostumbrándose a sentimientos como aquellos. En realidad lo estaba, el chico lo había subido a una montaña rusa de emociones y él todavía no había logrado recuperar el aliento.

Soltó aire por la nariz, falto de aquel frío anterior, quizás en algo que pasaba como un resoplido risueño, ante las palabras de Alek. La intensidad se apagó bastante, tan sólo quedaba algo de compasión y preocupación. “Me imagino, creo que sobrecargaste las capacidades de lo que usé en la herida.” Murmuró, poniendo una mano en la cabeza del chico de manera afectiva.

“¿Por qué te disculpas por haber intentado protegerte a ti, y a lo que creíste era tu hermano?” Preguntó con curiosidad, estirándose para recoger la chaqueta que había usado de almohada, poniéndola cerca de Alek y dándole un par de palmaditas, indicando que volviera a acostarse. Luego ladeó la cabeza, como si hubiese escuchado algo, y se levantó para dirigirse a la puerta del baño.

“Hola pequeñín.” Saludó casualmente mientras la abría algunos centímetros para dejar entrar al mismo gato negro. El animalito maulló hacia arriba y se paró en dos patas, hundiendo sus uñas en el pantalón del Dragón. Seiryuu lo recogió ausentemente y lo sentó sobre su hombro mientras rebuscaba en su bolsillo, extrayendo el frasco que había usado en la pierna de Alek anteriormente.

Volviendo a arrodillarse cerca del chico herido, Ryuu resopló y extrajo un pañuelo de hilo de su bolsillo, el último artículo de ropa que le quedaba en ese momento. “Tenemos algunos aliados, he estado trabajando en ello.” Murmuró de vuelta en un tono mayoritariamente neutral, como si esas palabras fueran suficientes para explicar la poción curativa y el gato.

Nuevamente se puso a limpiar la herida con cuidado, tan sólo enjugando la sangre hasta poder ver cuan profunda era. Parecía muchísimo más acostumbrado a ese mundo y lo que conllevaba estar ahí, aunque tenía algo de sentido, había pasado tres meses tan sólo observando y aprendiendo antes de realmente despertar.