Game in Life
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Game in Life

Game in Life

Ambientación
I. Jamás cooperarás con otras razas.
II. No intentarás comunicarte con el exterior.
III. Vivirás en este mundo y no en el exterior.
IV. Rompe una de las reglas, y un conocido de allá afuera muere.

En la oscuridad de tu inconsciencia, después de la explosión de una bomba en el evento al que acudiste, susurros te trajeron de vuelta a la vida.

El extraño evento a puertas abiertas del colegio Fallgate debería haber sido la primera advertencia.

Era casi el final del año escolar y todos estaban invitados, alumnos, profesores, todos los habitantes de Grendelshire. La magnitud del evento hasta había llegado a oídos de Londres.

Todos podían entrar sin invitación ni pagar por boletos. Excepto los menores de ocho años, una estipulación que debería haber sido la segunda bandera roja.

Aunque todo estaba cubierto de nieve, el cálido sol invitaba a recorrer el decorado colegio. Tiendas de comida, competencias, juegos, eventos, música, foros de debate, tantas cosas sucediendo al unísono que fue imposible para cualquiera darse cuenta de la farsa.

Lo único que escuchaste fue la explosión proveniente del medio del terreno antes de que tus tímpanos retumbaran a tal frecuencia que los subsiguientes gritos de terror y agonía se convirtieran en silencio. El gas azul que lentamente nubló tu vista claramente tenía la misma procedencia. Sentiste como te ahorcaba, quemaba, ahogaba bajo el agua, como si tragaras arena o ácido; todo dependía de tus peores miedos mientras perdías el conocimiento.

Después de despertarte con las reglas del juego, aquella voz ronroneó tus opciones, tu nuevo futuro. Debías elegir una raza antes de poder despertar.

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Forced Family Fun [Autoconclusivo]

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Other Things May Change UsBut We Start and End with Family
Ya había salido, media hora, quizás, pasadas las seis de la mañana. Prefería los turnos de noche, podía saltarse toda esa parte oscura y solitaria, salir al mundo junto con el sol, era su horario perfecto. A veces se quedaba dando vueltas y vueltas en el autobús público que tomaba desde y hacia el hospital todos los días, sólo aprovechando de dormir mientras había luz, en un lugar concurrido.

Todavía no terminaba, una ronda más para asegurarse de que una paciente que había estado con dolor ya se sintiera mejor, que un abuelito con enfisema estuviese lo más cómodo posible considerando la situación… Ya de a poco todos iban despertando, y tuvieron que empujarla para que se cambiara y largara de una vez.

Quizás era lo que menos le gustaba de esos turnos, prefería estar ahí cuando la gente despertaba para atenderlos. Por lo menos le tocaba un poco de todo, a veces recibirlos con todo el cuidado posible de vuelta al mundo de los despiertos, a veces acompañarles para que los sueños fuesen lo más amenos posibles. Le gustaba pensar que por lo menos generaba algo de seguridad con tan sólo estar ahí.

“¿Algún plan para hoy Hito?” Casi terminaba de cambiarse fuera de su uniforme, una de las compañeras que le había sacado estaba descansando en la sala de guardia junto con un doctor y asistente técnico. Normalmente prefería aprovechar el día haciendo algo afuera, caminar, sentarse en un parque, en especial en un día soleado como el que veía por la ventana. No venían muy a menudo.

Lamentablemente… “Es primero de junio.” Respondió, como si fuese suficiente explicación. No lo fue para ella, pero los otros dos que llevaban varios años trabajando en St. Iris abrieron los ojos y soltaron pequeñas risas. Hitori asintió con determinación, el turno no había sido ni la mitad de agotador y drenante de lo que le quedaba para el resto del día.

“Es mi segundo año consecutivo en que puedo ver el espectáculo, será una señal de buena suerte de seguro.” Hitori sonrió y ladeó la cabeza, terminando de vestirse. “Van a ser varias horas, seguro todos van a poder ver por lo menos un pedazo. Primero lo primero.” Colgó su mochila al hombro y se despidió con un movimiento de su mano. La chica que había preguntado parecía algo confundida, pero mientras se alejaba escuchó cómo los otros dos le explicaban.

Tenía todo completamente organizado, todos los agentes en orden, si algo salía mal el día tendía a irse a la mierda sin retorno determinadamente. Cualquier pequeña excusa y adiós. No esta vez. Marcó el teléfono mientras subía al autobús.

Problem Child #1

Tal y como esperaba, no hubo respuesta. “Hijo de puta, puse cuatro alarmas en tu celular.” Refunfuñó, marcando otras dos veces, apretando su celular más de lo necesario. Unos cinco minutos antes de su parada, finalmente le contestó.

“¡Wake up fuckface!” Gritó al auricular, recibiendo un par de miradas recelosas. Detrás, todavía escuchaba los ladridos del mastodonte que seguro era el responsable de despertar al hombre que sólo respondió con un gruñido animal. “Ya casi llego, arrástrate a la ducha y no me llores-” Lo pensó dos veces, todavía no le contestaban una sola palabra comprensible. “Ponme en altavoz, si llego y sigues durmiendo me voy a asegurar de que hoy sea mucho peor de lo que debería.” La amenaza fue suficiente y escuchó mejor los ladridos.

“Mouse, ataca.” Ordenó, confiando en que el perro era suficientemente inteligente. Sonidos que sólo podían ser un animal del período prehistórico saltando sobre una cama, y luego más gruñidos que sólo podían ser un escocés somnoliento siendo ahogado por lengüetazos.

Diez minutos después escuchaba la ducha por su celular y daba vuelta la llave al departamento de su padrino. Inmediatamente fue atacada por un perro que pesaba tres veces más que ella, y luego un gato de las mismas proporciones. Se quedó en el piso acariciando a ambos mientras peleaban por su atención, esperando.

“¡Ponle empeño, quizás esta vez sales de ahí con una cita de las que te gustan!” Entre risitas, se dirigió al clóset para preparar un atuendo decente. Las maneras de protestar contra lo que estaba sucediendo pasaban por varias gamas, como no levantarse a la hora indicada, o vestirse como un indigente, ya las sabía todas.

Rory le propinó un golpe suave en la cabeza, provocando ladridos de parte de Mouse. “¡Hey! Tu fiel guardián está de mi lado, no puedes atacarme por la espalda.” Empujó las prendas contra su pecho, devolviéndose hacia la entrada. “Vístete, estamos atrasados por tu culpa.” Ordenó de manera seria, no había otro modo de tratarlo si quería sacarlo de la casa. Pero, ya que estaba ahí sin hacer nada, abrió el refrigerador. No sabía qué había esperado. Cerveza, mantequilla… Fin.

“Y luego me dice que no necesita hacer esto. ¡Ror, eres un imbécil!” Hablaba con el animal enorme que estaba apoyado contra su pierna con una mirada esperanzada. Aquella vez el pelirrojo llegó a plantar una mano en su cara y fue empujada hacia un lado con fuerza una vez estuvo listo. Claramente se había demorado más de lo necesario, arrastrando los pies. “Lo devuelvo sano y salvo, hoy salimos juntos, bestia.” Rascó las orejas del perro en despedida y empujó al pelirrojo fuera del departamento.

“No me pongas esa cara.” Picó sus costillas con una sonrisa apestosamente inocente, regodeándose un poco en la miseria ajena. “Aaaanda ¿No estás emocionado por pasar un día en familia?” Provocó, picando más, empujándolo con su cadera. Desde ese punto en adelante todo podía descarrilarse, por lo que aprovechó de pasarlo bien un poco antes de tener que ponerse pesada.

“Bájale diez volúmenes enana endemoniada.” Rory tomó su mochila y jaló hacia abajo, haciéndole tropezar. “No sé de dónde saliste buena para las mañanas, seguro no de Ro.” Le observó con esa misma sonrisa, considerando por un momento mientras tomaba la mochila desde ambas correas con sus manos, dando pasos más largos para no quedarse atrás de su padrino. “Okaa, supongo.” Se encogió de hombros, nunca le había costado despertarse, pero en los últimos años definitivamente recibía cualquier indicio del alba con mucha más desesperación.

No mencionó que no había dormido y que en realidad no contaba, eran más las tres o cuatro de la mañana después de ese turno de doce horas para ella. Ya descansaría luego, esto era más importante. Nadie necesitaba saber. Hizo una nota mental de revisar su maquillaje llegando al próximo destino de todos modos, por si acaso.

Usó la misma técnica. Celular en mano, una vez iban sobre el autobús, marcó el siguiente número. “¿Ahora dónde?” Hitori le dedicó una sonrisa diabólica, como si sus próximas palabras fueran a confirmar los peores miedos de su padrino. Luego suspiró pesadamente y volvió a marcar cuando no hubo respuesta. “Tienes tiempo, tenemos dos paradas, como a ti también voy a tener que arrastrarlos. Tropa de mariquitas.” Refunfuñó, cambiando de estrategia aunque no le gustaba demasiado. Rory osó despeinar su cabello, recibiendo un manotazo de vuelta.

Problem Child #2

“Gran-” Del otro lado escuchó algunos gritos toscos que no iban dirigidos hacia ella. Alejó el auricular, entrecerrando un ojo, Rory escuchó lo mismo y se descompuso de risa, entendiendo dónde iban. “Perdona leanbh, tuve que arrastrarlo de los pulgares, hizo trampa y escondió el aparato ese en el baño, lo escuché sólo de casualidad.” Hitori rechinó los dientes. Le había escondido un relojito pequeño en un bolsillo sólo un par de horas antes de su turno, esperando que encima del celular también sonara aquella alarma.

“Puto viejo astuto y suertudo, es el que más lo necesita, cabeza dura, lo voy a estrangular.” Del otro lado su abuela comenzó a refunfuñar a coro, entre ambas pasaron por tres idiomas distintos maldiciendo al hombre, podía escucharlo de fondo. Un minuto después Rory se había alejado bastante de la chica que parecía estar invocando un demonio por el teléfono en público.

“¡Nos vemos en algunos minutos! Asegúrate de que no coma ni tome más que agua o vamos a tener que hacerlo todo otra vez mañana.” Su tono completamente cambiado, se despidió como una persona normal y amigable y luego dirigió una mirada mortal a Rory, quien intentaba fingir demencia. “Rory Grant Buchanan, si intentas correr de mi otra vez juro por mi vida que voy a gritar cosas horrendas que no te harían ver bien en público.” Le apuntó con un dedo, luego giró su mano para hacerle una seña de que se acercara usando la misma falange.

El autobús no iba demasiado lleno en ese momento, de cualquier manera le había hablado en gaélico por si acaso, nadie pareció entender la amenaza. El gigantón se acercó de vuelta a la chica, un tanto espantado. Para asegurarse, le entregó su mochila morada, decorada con flores negras, por si acaso tenía que gritar que le había asaltado. “¿Te han dicho que a veces exageras como nena?”

Hitori le dio un puñetazo a su brazo, no tenía suficiente fuerza, pero sus nudillos eran extremadamente huesudos, así que dolía de cualquier manera. “Si ustedes no se comportaran como niños no tendría que ir a estos extremos.” Respondió, cruzándose de brazos, ya casi llegaban. Rory resopló, sin tener algo bueno que decir de vuelta, todavía seguía medio dormido.

Seguían tarde. Por lo menos eso era lo que pretendía, que había dado una hora más temprano a todos los involucrados, sabiendo que harían berrinche en cada parada que tenía que hacer y cada paso obligado. Por lo menos en la siguiente casa tenía una aliada. Tocó la puerta y sólo unos segundos después una mujer que podría haber sido la madre de Rory abrió con una sonrisa.

La casa de su abuela siempre olía a avena recién hecha, y era extremadamente cálida sin importar el clima afuera, todo se colaba cuando abrían la puerta, como si quisiera invitar, tomando a la gente en un abrazo que jalaba con cuidado. “¡Rory!” Hitori fue ahogada en un abrazo que no jalaba con cuidado en absoluto, su abuela ya estaba ocupada hablando y haciéndole ademán a su padrino de que pasara. No le había avisado que llegaría con una visita,

“Perdona, Gran, si les doy demasiada información se ponen graciosos.” Explicó, la señora no podía tener más de sesenta y cinco, y estaba claramente mejor alimentada y en mejor estado físico que Hitori misma. Era imposible asumir que eran familia, a excepción quizás de algo en su quijada. Y, al tomar en cuenta el lado de su madre, era la única persona con el gen que le había entregado curvas. La mujer era bastante más alta que la chica, cubierta en pecas, su cabello era largo, frondoso y ruliento, pasando de a poco de rubio a blanco por mechones.

“Och, hoy ha estado con muchas ganas de ser graciosito.” Refunfuñó, soltando a la chica antes de darle una inspección rápida. Sus ojos eran de un verde brillante, vivo, aún cuando claramente ya no estaba en el ápice de su juventud, parecía no haberse enterado todavía. “Sigues sin comer bien, leanbh ¿Qué tengo que hacer? Un poco más y si te pones de lado desapareces.” Hitori abrió la boca para quitarle importancia al asunto, una pequeña sonrisa, pero su abuela alzó una mano para acallarla, frunciéndole el ceño intensamente. El parecido era un poco más obvio.

“No puedes hacer bien tu trabajo si no estás tú al cien, ni durmiendo, ni comiendo, ni cuidándote.” Hizo ademán de incluir todo su cuerpo y esencia en las cosas de las que no aprobaba. Detrás de ella, Rory hizo un sonido concordante con el regaño. Hitori le propinó un pisotón, agachando la cabeza. “Aye, lo sé…” Murmuró, tomando un brazo con su mano detrás de su espalda, como si fuese una niña pequeña otra vez.

Kenna Macleod le dio un par de palmaditas en la cabeza a su nieta y volvió a ahogarle en un abrazo que tronó algunos huesos de su escuálida espalda. “No hay suficiente tiempo en el día ¿Hm? Si sigues así voy a tener que ir a verte todos los días con algo de comida y quedarme ahí hasta que termines.” Hitori soltó una risita, negando con la cabeza. “Nay, voy a comer mejor, lo prometo.” Murmuró, no era una vara demasiado alta, quería cumplir esa promesa, pero sabía que simplemente no era capaz.

“Porridge. Ahora.” El abrazo había sido una trampa, una vuelta y la levantó sin problemas, caminando hacia la cocina como si no fuese más que una bolsa de compras. “Nngh-” Realmente no pesaba mucho más, pero de cualquier modo protestó por la falta de respeto de moverle sin permiso. ¿Era justo que de toda su familia, de sangre y extendida, fuese la más pequeña, ligera y débil? Todos la movían de un lado para otro como si de una muñeca se tratase. “Puta genética.” Refunfuñó cuando la dejaron en el piso por fin, al lado de la mesa de la cocina.

Rory había seguido, tan sólo riéndose de sus desgracias sin siquiera intentar esconderlo. “A tí ya te va a tocar, culero, ríete todo lo que quieras.” Le amenazó, sentándose en la silla mientras le servían desayuno forzado. No era tan fácil, había varias razones detrás de por qué Hitori no comía lo suficiente, falta de tiempo era sólo una de ellas. De sólo tener que pensar en tragar algo ahí, rápido, apurada y con público, sintió cómo su garganta se apretaba.

Pero su familia no era estúpida, tenían ojos, y llevaban intentando entender lo que le pasaba a la chica por demasiados años. Vivían en un mundo inventado, donde fingían no comprender demasiado, donde ella fingía estar bien, ellos no estar preocupados, y ella parecía estar haciendo todo lo posible por mejorar. Cualquier otra manera, para este punto, había sido explorada y descartada, y aunque la situación era insostenible, absolutamente todos sus seres queridos habían intentado distintas opciones menos dolorosas. Siempre con resultados negativos.

“Ror ¿No piensas encontrar una esposa ya? Mira que pronto me voy a poner vieja.” Las miradas ya no estaban en ella, y el bowl que le entregaron era bastante pequeño, nada cerca de una porción normal. No sólo eso, la avena estaba cocinada, luego molida, tenía más cosas, nueces, quizás alguna fruta, no estaba segura.

“M’a, a mi ya se me fue el tren, quedan puras locas o divorciadas, en eso no me meto.” Rory tenía un año más que su padre, poco pasados los cuarenta. Por “culpa” de su estúpida ahijada, no disparaba tan hacia abajo como otros hombres de su tipo y edad. Se retorcía de asco al prospecto de una mujer demasiado joven, habiendo pasado la mayoría de su vida adulta cuidando de una mocosa como si fuese su propia hija.

Rápidamente posaron una taza de café frente a ella. Realmente le había estado esperando con ellos, lista para sentar a su nieta a comer por lo menos algo nutritivo. Un vaso más, jugo de naranja. Levantó la cabeza, una ojeada rápida le mostró la juguera en el fregadero. Le habían ganado en planificación, ni siquiera tenía pronosticado en su tiempo una pausa como esta.

“Seguro hay alguna lentita y mañosa como tú, se entenderían perfectamente. Una m’a puede soñar.” Limpió una lágrima falsa de su mejilla y vociferó por la puerta de la cocina, apurando a su esposo en un gruñido gaélico. Rory se recogió ante el grito en solidaridad. “Pobre Pops…” Murmuró, sólo para recibir la misma mirada fulminante en violeta y esmeralda. “Dije lo que dije.” Se cruzó de brazos y levantó la barbilla de manera desafiante.

Mientras conversaban, dejándole conscientemente de lado y entregándole algo de distracción, Hitori poco a poco y con ayuda del café terminó el pequeño desayuno. De seguro lo más nutritivo que había comido en semanas, y no fue con demasiada dificultad. Diez minutos, más o menos, y su abuelo se asomó por la puerta con la expresión más infeliz, disgustada y molesta que podía existir. La chica tuvo una visión a lo que sería su futuro, Roger Macleod Senior se asemejaba muchísimo más que sólo en nombre a su hijo.

“Lass, si no estuvieras en la cocina tendría el suelo limpio con tu cara.” Gruñó, asintiéndole a Rory en señal de saludo. “¿A ti también? Creí que íbamos de a uno este año. Pobre infeliz, empezó contigo demasiado joven.” El hombre, alrededor de la misma edad que su esposa, le dedicó una mirada fulminante a la chica, luego a la mujer que ordenaba el azúcar, café, devolviendo la cocina a su perfecto estado original.

“¿Demasiado joven?” Hitori preguntó con un tono casual mientras se levantaba, llevando sus platos al fregadero, resbalándose la amenaza vacía encogiendo un hombro. “Gran ¿Les decimos a qué edad-” Ambos hombres gruñeron en negación inmediata, Roger hasta pisó con fuerza. “Aye, eso pensé.” Se apuró hacia el viejo gruñón, era igual de pálido que Hitori, su piel libre de cualquier peca o mancha. Como Roger hijo, pelirrojo, ligeras ondas, aunque él llevaba el pelo corto.

Podría haber sido el padre de Rory sin ningún problema. Habían rastros de él en Hitori, si se miraba detenidamente, pero lo más obvio eran sus ojos. Completamente violetas, al iguales a los de su nieta. Realmente, cuando había nacido, era lo único que el clan Macleod podía reclamar como claramente suyo. Quizás Hitori tenía la estatura, el colorido, la forma general de cara, nariz, pestañas y cejas de Ai. Pero sus ojos definitivamente los había sacado de Roger Macleod.

“G-Pop, sólo te hago daño porque te quiero.” Dijo en lo que logró ser un gruñido cariñoso, tomando los brazos que estaban cruzados y jalando para poder abrazarlo. “No hagas berrinche o no te voy a llevar a jugar bingo luego, sé que tienes que volver a las cuatro para cenar y luego dormir.” Su tono era absolutamente condescendiente, como si le estuviese hablando a un anciano senil, y otra vez tenía una sonrisa diabólica. El hombre hasta ese momento la había abrazado de mala gana, pero ante eso la apretó con más fuerza de la necesaria.

Todo lo que dijo a continuación fue en el gaélico más genuino que Hitori conocía. “Kens, mo ghràdh ¿Cuánto necesitamos una nieta? Ya pasó la edad donde era entretenido, ahora sólo me llama una vez al año para torturarme ¿Realmente la vas a extrañar?” Hizo ademán de haber cubierto los oídos de la chica, pero gritó aquello. Como le había soltado, Hitori le propinó un codazo en las costillas.

A diferencia de ese lado de la familia, Hitori era extremadamente huesuda, y contra gente con tanta carne en sus huesos era un arma absolutamente letal. “¡OCH AYE! ¡MOCOSA!” Apenas y le había tocado, pero se agachó para intentar escapar, demasiado lento, y su abuelo le tenía en una llave, tomando su cabeza. Detrás, Rory sólo animaba al mayor a que la tirara al piso.

“¡NO EN LA COCINA!” Una orden que logró que Roger retrocediera como un perrito asustado, arrastrando a Hitori consigo, junto con Rory, que de un salto se había bajado del mesón y ya estaba cerca de la puerta.

Por más raro que sonara, no era la primera vez que estaban en una situación como esa. Roger había abierto Roger’s Pub un par de años después de que el padre de Hitori hubiese nacido. Kenna, de unos veinte años a ese punto, había afilado sus habilidades en la cocina lo suficiente como para encargarse de las necesidades culinarias del bar. Él en la barra y el frente del local, ella detrás, en la cocina. Un dúo dinámico, por lo menos habían logrado aquello después de dos años de pánico, peleas, sudor, lágrimas y, más que nada, terquedad. Nadie les iba a decir que un pequeño error les arruinaría la vida, que no se conocían lo suficiente. Le habían probado a todo el mundo que estaban equivocados.

“Y me sueltas a la nena, que acaba de comer por primera vez en quién sabe cuánto tiempo y te va a vomitar encima. Ya sabes la regla si algo que cocino termina en el piso.” Para ayudar el argumento, Hitori hizo arcadas entre risitas, su abuelo le soltó como si de pronto fuese radioactiva. Tuvo que poner una mano sobre el pecho del hombre para estabilizarse mientras reía, la tomó del brazo para ayudarle, su mirada fulminante ya estaba rota por una sonrisa.

Apenas logró calmarse, se giró para despedirse de su abuela. “Gracias, lo siento, no tenemos tiempo para ayudarte-” Kenna negó con la cabeza, envolviendo a la chica en otro abrazo apretado. “Nay, tú a lo tuyo. No lo harían por nadie más en el mundo. ¿Lo sabes, cierto?”

Soltó a su nieta lo suficiente como para besar su frente. Quería decir más, pero como siempre, se mordió la lengua. Hitori asintió, apretando una última vez, y luego guió al par de grandotes fuera de la casa. “¿Todavía vienes el próximo miércoles?” Escuchó desde la cocina antes de cerrar la puerta. “¡Aye, nos toca!” Exclamó para que llegara de vuelta. Miércoles por medio, casi sin falta, pasaba por ahí a la hora que pudiese dependiendo de su horario. “¡Te espero!”



“Okay parcito, una última parada.” Se encontraban esperando el autobús otra vez. Rory y Roger habían compartido en una conversación acerca de cuánto iban a destrozar a la chica por obligarles a hacer esto, que qué pobrecitos eran, que que tenían hambre y no comían desde la caída del muro, Hitori ya no estaba escuchando.

El café había ayudado, de seguro, la comida también, se sentía más despierta. “Mierda.” Masculló, entre todo el bullicio había olvidado revisar su maquillaje. Seguro no se veía tan despierta en ese momento. Exhaló despacio, un hilillo de humo que flotaba hacia adelante y arriba. Cada hombre también había sacado su propia cajetilla, pero Hitori confiscó la del mayor. “Bairn, me tienes aquí, sin comida, sin café ¿Y además me pides que no fume?” Empujó la cajetilla en su bolsillo y le mostró su lengua, claramente no le temía al tono de furia.

“Cinco horas, me muestras el papelito, te devuelvo la cajetilla. Si no hay papelito, vas a tener que acostumbrarte.” Se encogió de hombros, pero dirigió el cigarro hacia el otro lado para no torturarle demasiado. Realmente se preocupaba, por más hipócrita que fuera, era por la edad más que otra cosa, todos fumaban como si hubiese algún tipo de premio al final de cada cigarrillo.

Roger gruñó, pero no dijo nada más. Se hubiese sentido mal, pero simplemente había visto demasiados pacientes ahogándose en sus propios fluidos como para ser demasiado misericordiosa cuando se trataba de temas como ese. En realidad todos los primeros de junio podían reducirse a eso, por muy tirana que tuviese que ser, simplemente no podía jugar con esas cosas.


Problem Child #3

Ni siquiera se esforzó en marcarle a él. Había dejado lo más difícil para el final. No existían suficientes alarmas escondidas ni celulares para levantar a ese hombre si se trataba de esquivar a au hija ese día. Una de las primeras veces, literalmente había dormido en casa de un amigo. Rory, el pedazo de imbécil... Hitori había llegado a recoger a su padrino y ahí se había llevado el dos por uno.

Por estas razones no le avisaba a nadie qué era lo que estaba haciendo. A veces realmente los llevaba uno por uno, si armaba una rutina no los volvería a encontrar en esa fecha.

“Okaa-” Roger y Rory reaccionaron como si hubiesen visto a un amigo ser golpeado en el estómago. “Arriba, ambos- ¿Ya está- G-Pop, si te dan ganas de salir- Sí, es que a G.P se las dio de detective y- tratar de escapar voy a- Ugh, Rory, explícale, voy a gritar algo horri-” Ordenó en gaélico mientras guiaba a los hombres al autobús, intentando al mismo tiempo mantener una conversación con su madre. Apagó el cigarro, dejándolo en la basura, sólo para notar que Rory había dejado su colilla en el piso. “¡Ror, feck, eres un puto puerco!” Tuvo que agacharse y tirarla también, el conductor no estaba demasiado feliz con lo mucho que se estaba demorando.

“Gomen- Digo, perdón, hoy ando de niñera-” Le explicó al conductor mientras pagaba, asegurándose de que ambos estuviesen en el autobús. El pobre hombre le miraba como si estuviese perdiendo un tornillo, pero no tenía tiempo ni le quedaban palabras para explicarle demasiado su situación.

“Okaa ¿Está listo?” Del otro lado escuchaba gruñidos somnolientos. “No sé qué más hacer, ya le caminé por encima y eché agua, pero si me demoro más voy a llegar tarde.” Hitori golpeó la barra de la que se había afirmado. “¡Shite!” Era parte de la razón de por qué había mentido con la hora.

“No te preocupes, contesta su teléfono y déjalo fuera de mano en altavoz, yo me encargo.” Cortó y marcó a su padre, su abuelo y Rory estaban absolutamente intrigados, observando a la chica como si fuese una pantalla de televisión, una película de suspenso donde el escocés que dormía era el protagonista. “Ya, no te atrases más, daisuke Okaa, gracias.”

Del otro lado, su madre se despidió de la misma manera. Era curiosamente marcada la diferencia en su tono y palabras cuando hablaba con ella, cómo se pasaba a ese idioma que de su boca sonaba tan suave y gentil. Una ilustración perfecta de dicotomía, observar a Hitori actuando de maneras tan distintas, por lo menos superficialmente, aunque desde el fondo el motivo era igual, sólo distintos métodos, los más efectivos.

No podía gritar en medio del autobús, iba bastante lleno a esa hora. Revisó, ahora de verdad estaba la posibilidad de que llegarían tarde. De estar tratando con adultos reales, simplemente les podría haber dicho dónde ir, que le esperaran ahí y entraran solos hasta que ella pudiese llegar con el último pelmazo. No tenía ese tipo de suerte.

Hitori exhaló, exasperada. “Los odio a todos. A tí y a tí” Apuntó al parcito, se encogieron de hombros, dedicándole sonrisas idiotas. “Y a tí, Roger Logan Macleod ¿Me escuchas? Levántate, mula terca, si llego a casa y sigues echado voy a darte varias razones para querer apurarte a donde vamos.” Su volumen había bajado a un murmullo, no para beneficio de los posibles testigos inocentes, si no como una evolución de su furia, ya no necesitaba ser vociferada, con ese fuego amenazante que escupía era suficiente.

Del otro lado, sólo escuchó gruñidos. Su padre no le tenía demasiado miedo, lamentablemente para ella en ese momento. Volvió a resoplar, llevando dos dedos al puente de su nariz. Inhaló y exhaló despacio, su pierna daba brincos de irritación contra el piso. Alzó la mirada suplicante hacia los otros dos hombres, claramente a ella no le escucharía.

“Ror, dile algo.” Su padrino dio vuelta la cabeza, haciendo como si no hubiese escuchado. “Roryyyy, vamos a llegar tarde, sólo significa que vamos a tener que estar más tiempo ahí y nada más, nadie se salva de cualquier modo.” Su súplica llegaba al auricular, era bastante más aniñada de lo necesario, sabía exactamente lo que hacía.

No era una mujer especialmente manipuladora, no le gustaba ni le salía natural. Pero en ocasiones como esa…

“GPop, es tu hijo ¿No puedes hacer algo?” Hizo un ligero puchero, extendiendo el celular hacia su abuelo, era más terco, pero a la vez se derretía más fácil cuando se trataba de su única nieta. La observó de brazos cruzados, notó las ojeras que comenzaban a mostrarse debajo del maquillaje, el puchero, un brillo en sus ojos que confundió con posibles lágrimas en vez de cansancio…

Tomó el celular bruscamente y gruñó algo que no logró escuchar por un par de segundos antes de devolverlo. “¡AYE, mac na galla*, ya te escuché, pendeja maldita!” Casi le revienta el oído, alejó el aparato de su oreja con una sonrisa pequeña. “Guarda algo de lloriqueo para después de que te revisen.” Provocó, agachando su cabeza hacia su abuelo en señal de agradecimiento.

*Hijo de puta.

Unos diez minutos después entraba a la última casa para recoger al último niñito del día. Estaba sentado en el sillón, listo, pero quedándose dormido. “¡RO!” La voz de Rory tronó detrás de ella, si no quedaba sorda al final del día sería un milagro. Su padre despertó de un brinco, espantado, antes de girarse, encontrar a Rory con la mirada y dirigirse hacia él, listo para golpearlo.

“¡Basta!” Tomó a cada uno de una patilla, jalando hacia abajo con fuerza. Se detuvieron entre quejidos de dolor, alzando las manos en señal de que ya había paz. Hitori suspiró otra vez, soltando antes de apoyar su cabeza contra su padre, transformando un cabezazo en algo más cariñoso. “Eres. Tan. Insufriblemente. Terco.” Marcó cada palabra con otro cabezazo, los brazos enormes y toscos la rodearon con delicadeza que sólo se aprendía al tratar suficiente tiempo con una chica frágil como ella.

“Aye, aye, y tú eres una tirana horrible y sádica que prefiere torturar a sus mayores.” Hitori soltó una risita, apretándolo con sus brazos, era difícil encontrar un lugar donde fuese capaz de sentirse más tranquila y segura. “Mmhmm” Veía a su padre por lo menos dos veces a la semana, solía pasar por el bar al principio de la noche, a veces saludaba en la madrugada cuando venía de vuelta de un turno y Roger de cerrar el local. Una vez a la semana los tres hacían malabares para almorzar juntos. Bajo ningún concepto podía quejarse de no verlo suficiente. Aún así, era una consentida asquerosa, a su edad todavía un día perfecto incluía a su padre, también el resto de su familia.

Como con el resto de los Macleod, había que observar detenidamente para encontrar el parecido entre la chica y su padre. A simple vista, no concordaban en absoluto, los ojos color amarillo, los treinta centímetros que le llevaba, las facciones toscas y marcadas. Quizás lo más parecido era la ligera ondulación del cabello, caía de la misma manera en ambos, aunque era difícil notarlo por la diferencia de colorido.

Ah, pero cuando comenzaban a moverse. Cuando abrían la boca para decir cualquier cosa. Llegaba a ser inquietante. Hitori era una copia calcada, sus manierismos, la manera en que hablaba, las palabras que elegía. Mientras más profundo, más iguales eran, aunque habían pedazos de Ai, la mayoría del centro de la chica era transportado directamente de su padre.

Roger la apretó contra él, parecía corresponder la sensación de que no la veía lo suficiente, besó su coronilla. Tenían momentos como ese todo el tiempo. Extremadamente intensos, sin palabras de por medio, estaban de más, entre ambos se entendían a un nivel aparentemente molecular. Y no les encontrarían muertos declarándose amor eterno día por medio, eso era para niñitas.

Hitori lo soltó de a poco, estaban atrasados, y sabía que su padre intentaría cualquier cosa. Como supuso, ni siquiera aflojó el agarre por su lado. “¿Identificación? ¿Billetera?” Ya le había hecho esa, “olvidado” lo que necesitaba para presentarse, perdiendo todo un día en ello. “No sé de dónde saliste tan odiosa.” Tuvo que revisar los bolsillos de sus jeans hasta que tocó un celular y billetera. “Pregúntale a un espejo. Ahora suelta, que vamos atrasados.”

El otro par decidió avivar el fuego, regañando a Roger por atrasar al grupo, que soltara a la chica y hiciera caso. Sólo se ganaron un jalón de oreja cada uno antes de arrastrar a los tres el último tramo antes de, dos horas después de comenzado el viaje, volver a St. Iris.



Parecían salidos de una comedia. Tres hombres claramente escoceses de tomo y lomo, altos, fornidos, de colorido que mostraba el ADN gaélico sin microscopio. Por cómo se movían y vestían, claramente de clase media, tatuajes mostrándose por los cuellos y mangas de sus poleras. Todos caminando detrás y siguiendo las instrucciones de una pequeña chica que con la misma claridad era asiática, vestida de manera que no podía determinar su clase social ni ocupación.

Sometidos, incómodos, los tres caminaban con manos en sus bolsillos y cabezas bajas por los pasillos blancos del hospital. En contraste, la chica casi daba brincos, una enorme sonrisa, y saludaba a profesional por medio. “Ya estamos aquí, podrían cambiar las caras largas, vamos al laboratorio primero, así podemos tomar algo de desayuno ¿Les parece?” Lo estaba pasando más bien de lo que debería.

La toma de sangre no fue tan compleja, aunque un interno que no sabía demasiado bien lo que estaba haciendo titubeó cuando trató de pinchar a Rory. Notando que estaba a segundos de levantarse y golpearlo, Hitori se entrometió para hacerlo ella misma, rompiendo varios protocolos. “Nuestro secreto ¿Si?” Apuntó al pelirrojo con cara de pocos amigos con la cabeza, ilustrando de lo que le había salvado. El chico asintió varias veces, tomando varios pasos hacia atrás mientras tragaba saliva. “Matón. Sólo está haciendo su trabajo.”  Refunfuñó, dándole un golpecito a su nariz con sus dedos.


Con algo de comida encima se habían apaciguado un poco los ánimos. Poco era la palabra clave. La siguiente parada… Decidió dejar lo peor al principio, así podían relajarse y no temer a cada parada de lo peor. Ni siquiera hizo bromas, se sentía un poco mal por ellos, y sólo los recibió, uno por uno a la salida, entregando palmaditas reconfortantes. Bastaba decir que ninguno de los tres sacaría esa visita a colación.

La voz se había corrido ya por el hospital, por lo menos entre los que conocían a la chica y eran familiares con el espectáculo. No era ella, claramente, la tropa de imbéciles que llevaba como si fuesen niños hacía demasiado escándalo como para no querer verlo con sus propios ojos. Curiosamente, los pasillos estaban bastante más llenos de staff del hospital que de costumbre.

“¡YO NO SÉ DE QUÉ HABLA! ¡HE’S FULL’O’SHITE!” Roger Macleod padre pareció haber pateado la puerta para salir de la consulta de un pobre oftalmólogo. Hitori notó inmediatamente que sus ojos estaban demasiado dilatados y se levantó de su silla para contenerlo antes de que se hiciera daño. “¡VEO PERFECTAMENTE BIEN, NO NECESITO ANTEOJOS DE VIEJO MARICA!” La chica lo abrazó del pecho para maniobrarlo guiarlo hacia una silla, sin decir nada hasta tenerlo sentado.

“¿Por qué te estaría mintiendo?” Le cubrió los ojos con sus manos, logrando a la vez que no se levantara y que se calmara un poco. Su abuelo refunfuñó y se cruzó de brazos violentamente. “No necesito anteojos, que vaya a solparle el ojo a su vieja.” Hitori negó con la cabeza y puso los ojos en blanco antes de girar la cabeza hacia la puerta. El pobre doctor parecía algo espantado, claramente nadie le había avisado lo que se le venía. Le mostró un par de anteojos ahumados a la chica, dejándolos en la silla a su lado con cuidado, como si estuviese cerca de un animal salvaje. “Pops, te toca, no golpees a nadie.”

“No prometo nada, nadie me va a soplar ningún ojo.” Escuchó antes de que la puerta se cerrara. Creyó escuchar un GULP proveniente del doctor.

Hitori suspiró pesadamente y acarició la cara de su abuelo con las yemas de sus dedos. “¿Cuanto alejas normalmente el periódico para leerlo?” Preguntó con suavidad, sabiendo la respuesta, lo había notado muchísimas veces. El hombre se encogió de hombros y puso su mano unos veinte centímetros frente a su cara. Una mentira descarada. “No, es más aquí ¿No?” Dejó de cubrir un ojo para estirar el brazo lo que más podía. “O se te están acortando los brazos, o está empeorando tu visión.” Bromeó bajito, con cuidado, preocupación. “Mientras más arrugues los ojos y cara peor va a ser.”

Descubrió el otro ojo y le sonrió dulcemente, los anteojos oscuros que contrarrestarían la dilatación extra de la pupila habían quedado olvidados en el asiento del lado. “¿No te duele la cabeza después? Te quejas de migrañas mucho, quizás es esto.” Los dejó sobre su nariz y orejas con cuidado, eran algo más utilitario que una declaración de la nueva moda, y en realidad se veía bastante gracioso.

Desde algún lugar detrás de ella escuchó un resoplido de risas ahogadas provenientes de Rory. Hitori puso los ojos en blanco y se sentó al lado de su abuelo a esperar, escuchando más gruñidos disgustados del otro lado de la puerta. Supo exactamente cuando le habían hecho el test de tonometría, “soplarle el ojo,” lamentablemente se tenía que repetir en ambos. “¡NAY, CON UNO TE BASTA!” La chica suspiró pesadamente y tocó la puerta suavemente antes de que su padre causara daños demasiado caros. “¡HITORI!” Abrió la puerta, el pobre doctor parecía a punto de escapar por la ventana.

“¿Qué? ¿No aguantas un poco de aire en un ojo?” Sonrió de manera cruel, apoyando su hombro en el marco de la puerta mientras dejaba un puño en su cintura. “Pops ¿Cómo vas a hacer luego cuando te pongan un metal frío en la espalda y te hagan inhalar y exhalar lento?” Suspiró antes de morder su labio inferior, como si estuviese calculando algo. “Sí que vamos a estar aquí todo el día, vaya, y yo que le prometí a Mouse que llegaría a pasearlo.” Murmuró, sus ojos en la ventana que el oftalmólogo había querido usar como vía de evacuación.  

“Aye, ya basta de hacerme sentir culpable, sóplame el ojo y más les vale que sea lo último.” Hitori rezó por que el oftalmólogo hubiese sido suficientemente sabio como para dejar lo más intrusivo para el final. Le lanzó una mirada furtiva, a su suerte recibió un afirmativo con la cabeza. “No llores tanto, te falta bastante todavía.”

Salido del oftalmólogo, Hitori había tenido que guiar a un Roger todavía medio ciego gracias al examen por los pasillos hacia la cafetería. Ya era hora de almuerzo, y de a poco habían recibido más y más público silencioso. Notaba cómo se corría la voz con una sonrisa, no podía negar que el espectáculo era hilarante, y traer un día de ánimos altos al hospital realmente no le hacía mal a nadie.

Zafó de almorzar excusándose para ir al baño, pidiéndole a otra enfermera que se sentaba en otra mesa que les echara un ojo mientras no estaba. Pretendía arreglar su maquillaje, seguro después de tantas horas ya se había corrido y esparcido, pero en camino se topó con una paciente y se quedó conversando demasiado tiempo. Tuvo que correr de vuelta, quizás diez minutos después, y rezar por que la tropa de imbéciles no hubiese decidido escapar antes de terminar el tour por St. Iris.

Los encontró donde mismo, uno, dos… Abrió los ojos de par en par, le faltaba uno. “Pops” Masculló entre dientes, sus ojos volaron por toda la cafetería intentando encontrarlo. Era difícil no verlo, demasiado alto, su cabello demasiado anaranjado, venía de vuelta hacia la mesa con un vaso de cartón en cada mano. Exhaló de alivio y volvió a la mesa, sentándose a su lado.

“Hace frío aquí dentro ¿No crees? ¿Quieren que los enfermos se queden aquí más tiempo?” Roger nunca se quejaba del frío, pero era una buena excusa para ofrecerle un café a su hija sin hacerle saber que se veía demasiado cansada. Hitori abrazó su brazo y apoyó su cabeza sobre el hombro de su padre, acurrucándose contra él como si estuviese de acuerdo aunque ella rara vez sentía frío. Otra muestra extraña de lo mucho que se entendían entre ambos, dándose empujones y excusas para hacer el cuidado y cariño hacia el otro más fácil.


Con algo más de comida en el cuerpo, los tres escoceses parecían de mucho mejor ánimo. Creían que no quedaba ya demasiado, a pesar de que el trayecto era distinto cada año, las paradas eran las mismas y se rehusaban a aprender a contar. Lo peor había pasado, sí, pero faltaban dos paradas antes de ser libres.

Por lo menos Roger Senior ya podía ver sin problemas, aventó los lentes oscuros dentro de un basurero con bastante violencia mientras se hacían camino hacia el médico general. Logró que fuese el mismo del año pasado, realmente había logrado lidiar con ellos sin demasiado problema, sin drama ni quejidos extra, sólo entrar y salir y ya.

En una hora los tres estaban pesados, medidos, sus reflejos examinados, sus pulmones escuchados, latidos y presión tomada, hasta algunos lunares que a la chica le preocupaban revisados. Hitori había hablado con él hace algunas semanas, cuando había tomado todas las horas en nombre de los pacientes. Le preocupaban muchísimo los pulmones de su abuelo, fumaba como si le pagaran por hacerlo, y ya estaba algo más viejo.

Frente a ello, el doctor había agregado un espirómetro para los tres. Sólo tenían que soplar en un tubo, no era más que eso, pero sería suficiente como para saber si había que preocuparse o hacer más exámenes. Habían entrado juntos a la consulta en un tipo de mentalidad de grupo. -Ape together strong.- Refunfuñó en su cabeza, estaba sola mientras esperaba.

Por un momento pensó en levantarse para revisar su maquillaje, que para ese punto ya probablemente ya simplemente no existía. ¿Cuánto tiempo llevaba despierta? Muchísimo, era la única respuesta que se le venía a la mente. Se levantó, pero al doblar la esquina para el baño notó un grupo de profesionales de la salud cuchicheando como adolescentes. Los reconocía, por supuesto, el doctor y su colega de más temprano en la mañana, y dos más que habían estado esperando el día con ansias.

El cansancio se borró de su cara y les dedicó una mirada juguetona. “Olvidé que el examen ocular completo sobre sesenta requiere dilatación de pupila.” Murmuró de manera algo culposa, pero no pudo evitar algunas risitas. Su abuelo realmente se veía extremadamente ridículo con esos anteojos, y ante sus palabras una explosión de risas de parte de sus compañeros de trabajo. Se quedó por algunos minutos, indicando cual era su padre, padrino y abuelo, en realidad era difícil discernir por lo parecidos que eran.

Habían escuchado de primera fuente el paseo por oftalmología, Hitori contó por su cuenta lo cerca que había estado el Dr. Warren de escapar por la ventana antes de que entrara a contener a su padre. Más carcajadas, la chica permaneció hablando con ellos hasta que escuchó el alboroto que venía antes de que salieran de la consulta. Se disculpó y apuró a volver a la puerta antes de que no la vieran y decidieran que habían tenido suficiente por un día.

“¿Todo bien?” Preguntó sin poder esconder la tensión en su voz, buscando detrás de los hombres al doctor. “Todo bien Hitori, ya me sentaré a escribir el informe, pero no hay nada de qué preocuparse, mala hierba nunca muere, los vas a tener haciéndote la vida imposible por varios años más.” Quizás era por esa manera tan familiar en que se había colado entre los tres hombres que se le hacía tan fácil tratarlos, eso era bueno, quizás el año siguiente no sería tan extremadamente difícil traerlos.

Escuchó risas de parte de las malas hierbas, inclinó la cabeza en agradecimiento al doctor y se giró antes de dar un enorme suspiro de alivio, liberando una tensión que no sabía tenía guardada. Con ella, le pegó una ola de cansancio, llevaba más de un día completo despierta, un turno de doce horas encima. Pero estaban tan cerca de terminar todo… -Sólo un par de horas más y puedo descansar.-  

Se mintió, encontrando algo de consuelo en esa idea aunque sabía que no era más que eso. Al salir, probablemente volvería al departamento de Rory con él, le había prometido un paseo a Mouse, y seguido de eso volver a su propio departamento, prepararse para salir. Lo último que quería era moverse por distintos bares esa noche, pero con algunos tragos encima por lo menos sabía que el agotamiento desaparecería temporalmente.

Ya no podía seguir la conversación entre los tres hombres que le rodeaban al caminar, por mucho que estuviesen hablando a gritos mientras los guiaba hacia la última parada. Quizás sería la peor, quizás no. Realmente dependía de lo mucho o poco que se hubiesen cuidado el último año. Normalmente no había problema, fuera de la primera vez que había logrado arrastrar a su abuelo con ella.

No los culpaba, hasta ella se recogía al escuchar el chillido agudo del taladro en la sala de espera del dentista. Les había explicado hace años la correlación entre problemas dentales y del corazón, enfrentada con escepticismo de parte de los tres, tan sólo les había mostrado fotos de las distintas cosas que podían esconderse y empeorar entre los dientes si no se cuidaban lo suficiente.

Se había apoyado contra una pared, cediendo los asientos de espera al resto como reflejo innato. Por el bien de todos, rezaba por que fuesen tres consultas rápidas. Ninguno de los tres parecía particularmente nervioso, de hecho, sin notarlo ni hacer o decir nada específico, en cada parada parecían quejarse y gruñir menos. No había caído en cuenta de ello, quizás una pequeña parte de ella en un rincón de su cabeza, pero estaba demasiado ocupada aguantando hasta haber terminado como para pensar demasiado.

“Enana, guárdame el asiento.” Rory se levantó, dirigiéndose al baño a paso rápido, mirando hacia atrás para asegurarse de que se hubiese sentado. Vio a su padre entrar primero, y apoyó sus codos sobre sus rodillas, sus mejillas sobre las palmas de sus manos, mechones de cabello violeta cayeron hacia adelante. Rory había vuelto demasiado rápido, el baño estaba bastante más lejos, pero no notó cuando llegó ni pudo hacer esa conexión, menos cuando no tenía los ojos abiertos y él no le había pedido de vuelta el asiento.

No escuchó taladros, ni gritos, y sólo unos diez minutos después la puerta se abrió, llamaron el nombre de su abuelo. Hitori restregó sus ojos y observó a su padre, quien alzó sus pulgares. “Tu madre me obliga a usar hilo dental.” Explicó, la chica asintió con la cabeza y una pequeña sonrisa. No sabía lo obvio que era su cansancio, pero no volvió a agachar la cabeza, en vez levantándose para estirarse y caminar un poco antes de pararse junto a Rory. Justo a tiempo para el taladro.

“Pobre Gpop.” Murmuró, le había tocado bastante duro esta vez. Luego lo pensó una segunda vez y se cruzó de brazos, frunciendo el ceño. “No, pobre no, idiota.” Refunfuñó, provocando risas de parte de Roger y Rory. Se giró hacia su padrino y entrecerró los ojos. “¿Y tú?” Increpó, picándolo con un dedo.

Rory le mostró una sonrisa bastante limpia, en especial considerando lo mucho que fumaba. “No tengo intenciones de perder dientes, que no soy pirata, y se me retuerce la piel al imaginarme gusanos en mis encías. Gracias por esa imagen, enana.” No era un agradecimiento honesto, pero lo tomó como uno, dedicándole una sonrisa de vuelta, tomando su brazo. “De nada.”

El escocés la apretó en algo que pretendió ser un agarre de pelea, en protesta, pero terminó siendo un abrazo escondido. No la soltó en varios minutos, si Hitori iba a ser demasiado terca como para sentarse, Rory no tenía problema en ayudarla a mantenerse en pie de esa manera. Sabía que si insistía en que se sentara terminarían discutiendo.

Hitori no protestó demasiado, no se enteró de lo que su padrino hacía por ella, no hizo más que apoyar bastante de su peso contra él y pegar sus ojos a la puerta. Sólo escuchaba el taladro, y luego gruñidos bajos, más del taladro, luego silencio por unos diez minutos. Roger Macleod Senior podría haber demolido el hospital completo con la mirada que traía al salir de la consulta del dentista. Pero no dijo ni una sola palabra.

“¿Gpop?” Hitori se movió hacia él, pero retrocedió cuando la mirada se posó en ella, la culpable de lo que fuera le habían hecho ahí adentro. Se asomó por la puerta, sólo para revisar que no hubiese atacado al dentista. Rory entró sin ninguna alharaca, y su abuelo se sentó a robarle el alma a la silla donde estaba sentado. Era tanto su mal humor que Roger se movió para pararse al lado de su hija, fuera de la línea de fuego.

“Es como un T-Rex, si no te mueves no puede hacerte daño.” Susurró, sacándole una risa a Hitori, suficientemente divertida como para despertarla un poco, agregando más bromas pequeñas como esa por varios minutos. Una vez más pensó en moverse hacia el baño a arreglar su maquillaje, pero antes de poder hacerlo Rory ya estaba listo. Salió con una sonrisa, parecía demasiado orgulloso de sí mismo. “Nos vemos, señor Buchanan, excelente trabajo.”

Hitori suspiró de alivio una vez más, ya habían acabado. -Gracias al cielo.- “Och, no aguanto un solo segundo más en este lugar, lass, suficiente.” Antes de poder siquiera decir algo su padre la había tomado de la cintura, echándola sobre su hombro como si no fuese más que una niña pequeña. Quizás el cansancio que le ahogó de golpe al ver a Rory salir se había notado demasiado, no tenía cabeza para pensar en algo como eso en ese momento.

“¡Hey!” Protestó con ligeras pataditas que no sirvieron de nada, en sólo un par de segundos todos estaban ya en camino a la salida, y Hitori colgaba del hombro de su padre, roja como un tomate. Escuchaba risitas, sabía que su próximo turno se lo llevaría en bromas. “Sabes que trabajo aquí ¿Cierto?” Masculló entre dientes, pellizcando la espalda de Roger sin buenos resultados.

“Bien, que sepan que tienes toda esta gente que te cubre la espalda.” La chica parpadeó varias veces, algo descolocada por esa respuesta. Abrió la boca para discutir, decir algo, pero en vez tan sólo pasó sus dedos por la polera de su padre, donde había pellizcado. Le ardían las mejillas, y toda la piel hasta sus brazos se teñía del mismo color que tanto contrastaba con el pálido usual.

Sólo la dejó de vuelta en el piso una vez que habían salido de St. Iris. Le costó un poco más de lo normal retomar el equilibrio, demasiado ocupada intentando mantenerse en pie como para notar una mirada cruzada entre Rory y su padre. Alzó la cabeza, confirmando la hora. Tarde. El sol ya amenazaba con ponerse. Hitori se estremeció, abrazando sus codos, quería gritar de sólo pensar en todo lo que le faltaba por hacer antes de poder descansar.

En vez, encendió un cigarro al mismo tiempo que Rory y su padre, que parecían estar hablando acerca del último partido de fútbol.

A su lado, su abuelo aclaró su garganta de manera fuerte y asquerosa. Rodó los ojos y suspiró pesadamente, sacando la cajetilla que había confiscado para devolverla a su dueño. “Si…” Murmuró, observándola antes de ofrecerla, titubeando. “Si de pronto te empieza a faltar el aire… O toses mucho…” Estiró la mano y posó ojos violeta sobre un par del mismo color, suficientemente preocupada como para perder cualquier retazo de humor.

A los ojos del hombre, aunque usualmente la veía demasiado joven, demasiado asustada, en ese momento realmente la percibía más como una niña pequeña. Y, aún bajo toda esa preocupación, tenía la compasión y madurez como para devolver la cajetilla sin tratar de persuadirlo a que dejara de fumar. Sólo hacía una petición chiquita, y podía verla activamente tragándose el resto de las emociones. Como siempre. Quiso golpearla, sacudirla y gritarle que no podía seguir así.

No estaba solo en ese sentimiento, hacía ecos por todos los que la habían visto crecer. No quedaban más ideas, más opciones. Lo único que parecía dar resultado era…

Hora
6 AM, hace un año

Lugar
Glasgow

Clima
Nublado

Con
Autoconclusivo (Parte 1)

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Hitori MacleodHitori Macleod
Hitori Macleod
Inventario : Forced Family Fun [Autoconclusivo] Kisspng-snow-globes-clip-art-globe-5acccca2b6cdd6.8839366515233711707488Nivel 2 - Bola de cristal con luz y música.
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Re: Forced Family Fun [Autoconclusivo]Re: Forced Family Fun [Autoconclusivo]
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Other Things May Change UsBut We Start and End with Family


Problem Child #4

Roger Senior gruñó y arrebató la cajetilla de la mano de la chica, dándole un golpecito en la cabeza con la misma antes de encender su propio cigarro. “Aye, aye, no me voy a morir de manera tan aburrida, y tampoco por mucho tiempo.” Gruñó de manera obstinada, provocando risitas de parte de los otros dos chiflados. Hitori suspiró entre caladas, rodando sus ojos.

“Además ¿esa cosita barata de plástico diría así de fácil?” Añadió como ocurrencia tardía, sin darle importancia en absoluto. La chica asintió ausentemente, ojos otra vez clavados en la acera. “Mmhm, eso y…” Un poco más tarde de lo normal, culpa quizás del cansancio, hizo una conexión, una idea, algo que no se le hubiese ocurrido. A ella no, pero no era la primera vez que Roger preguntaba acerca del aparatito ese día.

“Si… Es lo más fácil, y alerta mucho antes de que sea muy serio.” Murmuró, sonando algo más despierta, volteando la cabeza al hospital, luego de vuelta a su abuelo. “Seguro…” No quería molestar demasiado, ya con la tortura del día había sido suficiente para el viejo, que se había llevado lo peor de los tres. Mordió su labio inferior y volvió a mirar de uno a otro. No notó que él simplemente la observaba pacientemente, esperando a que lo escupiera.

“Gpop, si me robo uno ¿Me dejarías traerlo a veces a tu casa?” Quizás en otro momento simplemente le hubiese informado que comenzaría a hacerlo, pero todavía escuchaba el taladro del dentista, todavía veía que sus pupilas estaban algo más dilatadas de lo normal. Roger frunció el ceño y le dedicó uno de sus famosos gruñidos, poniéndole mala cara antes de girar su cabeza.

“Se te olvida que no soy tan viejo como crees-” Ante eso, Hitori soltó una carcajada. “E-Es demasiado tarde, t-te perdiste el b-bingo hoy.” Recibió un golpe suave en el brazo ante eso, otro gruñido y un intento de atraparla en una llave, pero la chica se apartó a tiempo. “Está bien, pero cuando tu pops me encierre en un asilo y tenga que jugar bingo a las cuatro, vas a tener que sentarte y aburrirte conmigo, mocosa.” Refunfuñó, cruzándose de brazos.

Todo eso, sólo para aliviar la preocupación de Hitori sin que se diera cuenta de lo que hacía por ella. Caminando en cáscaras de huevos con facilidad después de tantos años de práctica, la familia Macleod era experta en aquella maniobra. Detrás de ella, el parcito pasó de una conversación a otra sin problemas, aprovechando la distracción de Roger Senior.

Terminados los cigarros, Hitori se giró para dirigirse a la parada de autobús. “¿A dónde vas enana?” La miraban como si estuviese loca. Realmente estaba tan acostumbrada a su rutina que no le parecía extraño en absoluto, no lo pensaba, pero ahora que Rory preguntaba, sintió que se sonrojaba otra vez. “A-...” Se dio vuelta hacia ellos. Las escaleras del metro estaban a menos de una cuadra, hacia el otro lado, y sin importar a qué casa planeara ir, era varias veces más rápido usarlo, en especial de noche cuando había menos buses.

“Creí que era más tarde, normalmente cuando salgo es demasiado tarde o temprano para tomarlo.” Mintió, recuperándose bastante rápido del tropezón mental. No era completamente cierto, ni completamente una mentira. Sí, sus turnos terminaban a veces en horas en que el metro no funcionaba. Pero sin importar qué, no lo usaba. No sola, no en esos túneles oscuros. Sólo había bastado una vez atascada entre dos estaciones, cuando el tren tuvo que detenerse por varios minutos. Nunca más.

Recibió tres miradas escépticas y tuvo que voltearse, agachando la cabeza y pasando entre Roger y Rory en camino hacia el otro lado, a las escaleras. En esa situación no tenía una excusa válida para no usar el metro, y honestamente le ahorraría bastante tiempo. Nada aseguraba que quedaría atascado, después de todo, sólo una mala pasada en el pasado, no podía ser tan-

“¡Oi! ¡Hitori, que la luz está roja!” Había dejado al trío atrás, quizás caminando más rápido de lo normal, demasiado distraída como para notar que tomó dos pasos dentro de una calle, que la habían detenido un poco antes de que fuese peligroso. “¿Qué mierda haces?” Claramente su padre le había gritado varias veces antes de que escuchara, y casi al terminar el último le había jalado del brazo. Sonaba menos enojado y más apanicado.

Con un saltito de sorpresa, dio un paso hacia atrás y chocó con el pelirrojo que la estabilizó sin problemas. Le costó un segundo recuperar el aliento, sólo para soltar una risita nerviosa. “Hah, quizás estoy algo cansada.” Murmuró, evitando a toda costa mirarle a los ojos aunque sentía cómo los ajenos de a poco quemaban dos hoyos en su cara.

Detrás de ella, Rory abrió la boca y recibió un codazo en las costillas. Gruñó por lo bajo y se agachó sobre la acera, dejando sus codos sobre sus hombros y restregando su cara violentamente. El hombre de ojos violeta los alzó al cielo, como si ahí alguien pudiese otorgarle la paciencia que requería no gritarle a su nieta que no estaba engañando a nadie, la paciencia para no echársela al hombro y amarrarla a una silla hasta que les dijera la verdad para por fin dejar de hacerse los ciegos.

Roger suspiró pesadamente, soltando su brazo para apretar sus hombros ligeramente, poner sus manos sobre las mejillas pálidas, se veía tan pequeña todavía entre sus manos. -¿Por qué no usas el metro? ¿Cuándo fue la última vez que dormiste? ¿Por qué no me dices qué te pasa? ¿Por qué no confías en mí? ¿Sabes que te amo?- No eran preguntas solitarias, todos sentían lo mismo en distintas medidas, todos lidiaban con ellas como podían.

No por nada Kenna había perfeccionado una manera de alimentarle. No por nada parte del sueldo de Rory se iba en pagarle a varios guardias de clubes nocturnos para que le echaran un ojo, otros para que lo llamaran si la veían entrar. “¿Sí?” Movió la cabeza de la chica con sus manos, agachándose un poco para obligarla a mirarle.

Hitori no vio más que preocupación en esos ojos, siempre lo que menos quería, lo que más odiaba. No pretendía ser una carga en la vida de su familia, pero no podía simplemente mejorarse, por lo que los alejaba lo más posible de ese lado de ella, intentando pretender que no existía. “Sí.” Asintió, invocando una sonrisa antes de abrazarlo con fuerza. -No quieres saber, te dolería demasiado. ¿Me perdonas? ¿Me creerías si digo que estoy bien? ¿Que lo hago para no hacerte daño? ¿Sabes que te amo?-

“Empecé temprano porque ciertos sujetos son demasiado llorones como para ir al doctor solos.”
Refunfuñó desde el pecho de su padre después de algunos momentos, lo suficientemente fuerte como para que el resto escuchara. Ahí, rompiendo la preocupación con humor, tuvieron que reír, era de lo poco que quedaba intacto, una estampa de los Macleod que no había sido teñida de oscuridad a pesar de todo.

Como si todavía fuese una niña, Roger la llevó de la mano hasta que se habían sentado en el metro. Uno en el asiento a cada lado, con Rory parado frente a ella, volvió a sentir el cansancio aplastante. Por primera vez en el día, la bola de angustia se expandió para rodear su cuello. Siempre estaba, de una manera u otra, pero hasta ese momento sólo había sido una picazón molesta, fácil de ignorar.

Llevó una mano entre sus clavículas ausentemente, hundiendo un dedo de manera ligera, disimulada. “¿Te conté de la vez en que estos dos decidieron encerrarse dentro del bar por un día?” Su abuelo tenía una sonrisa que prometía una excelente historia, y no decepcionó. Lo suficientemente entretenida como para olvidar por completo a dónde se dirigían, o a dónde se dirigía ella. Tan sólo se despidió de Rory cuando fue tiempo de que se bajara en su estación, y luego de su abuelo cuando fue la de él.

Fue sólo cuando habían subido las escaleras, emergiendo a algunas cuadras de la casa de sus padres, que había caído en cuenta de que había entrado en piloto automático. “¿Huh?” Alzó la cabeza, el sol casi terminaba de ponerse, el pánico comenzó en su garganta y disparó por todo su cuerpo. Habían estado hablando acerca de Rory y el hecho de que ya no encontraban a mujeres que presentarle en todo Glasgow. Roger frunció el ceño, notando cómo algo le había hecho cambiar de humor repentinamente.

“¿Nighean?” Llamó, estirando su mano para rodear su muñeca suavemente. Hitori suspiró, empujando el miedo como pudo, intentando formular un plan que le permitiera hacer todo lo que necesitaba en el menor tiempo posible. Se detuvo, tomando el brazo de su padre con la misma delicadeza.

“No estaba pensando, debería haberme bajado con Rory, le prometí a Mouse una caminata.” Explicó seriamente, sus ojos vagaron de vuelta por el camino que habían venido. Hubiese sonado absolutamente estúpido, hasta preocupante, de no ser porque comportamientos como ese eran lo que hacían a Hitori una chica tan adorada por todos los que la conocían.

Desde el momento en que había pisado el departamento de Rory, había sido obvio que llevaba por lo menos un turno completo despierta. Que todo el resto sólo había sido cansancio extra. Y ahí estaba, completamente dispuesta a retroceder camino para pasear a un perro porque, en su mente, lo había prometido, y se lo merecía por haber sido un buen chico. Roger no pudo hacer más que sonreír cálidamente y poner una mano sobre su cabeza.

“Estamos a un par de cuadras. Pasa a saludar a tu madre antes de volver.” Murmuró, quizás algo más brusco de lo que pretendía. No hurgueteó en lo que serían sus planes para el resto de la noche, ni le dio más argumentos para devolverse, lo que le importaba era meterla en la casa, ojalá sin tener que arrastrarla. No le gustaba usar la culpa en absoluto, pero se le acababan las maneras sutiles de tratarla en ese momento. Acarició la mano de Hitori con suavidad, jalándola sólo un poco, un pequeño impulso para que cediera.

“Okaa-” Revisó su celular con su mano libre, sí, ya estaría en casa del trabajo. Pasó de mirar el camino de vuelta a su padre y luego de vuelta varias veces, sólo incertidumbre, escondiendo el agotamiento y el miedo. Las ojeras negras y profundas no le ayudaban en su cometido en absoluto. Estaban demasiado cerca, era estúpido devolverse sin ir a verla y lo sabía. “Tienes razón.” Se echó a andar, asintiendo con la cabeza sin más.

“¡Hitori! Nante koto, siéntate, te ves exhausta, kusogaki, te vas a morir de cansancio antes que nosotros.” No había ni pisado la casa y de su madre ya llovían retos. “Hai, hai, okaa, cálmate-” Intentó, pero fue interrumpida con más torrentes de una mezcla entre japonés e inglés que solo ellas dos podían entender cuando llegaba a ese punto. Roger se lavó las manos del asunto y desapareció por las escaleras, camino a su habitación con una rehén echada al hombro.

De un momento a otro, en sólo unos segundos después de entrar al hogar donde había crecido, se encontraba sentada en la cocina, sus zapatos en la entrada, su mochila desaparecida en alguna parte, su chaqueta quién sabía dónde. Casi como si hubiese sido premeditado, de querer irse tendría que recolectar todas sus cosas, no sería tan sencillo.

“¿Tienes días de vacaciones guardados?” Alzó la cabeza, parpadeando varias veces para enfocar los ojos. “¿Hm?” Ai extrajo su celular de su bolsillo y abrió un calendario. Imposible discernir una cosa de la otra, sólo eran colores y un solo kanji que no hacía sentido sin contexto para cada entrada. 独り, violeta, cada dos o tres días de la semana. Sus turnos, quizás, no todos, pero recordaba haberle dicho algunos para encontrar un día de la semana en que podían encontrarse a almorzar. “Que si tienes un día libre guardado, o alguien que cubra tu turno de mañana.”

Hitori entrecerró los ojos, mirando a su madre como si hubiese perdido la cabeza. No respondió por algunos segundos, esperando a que se explicara un poco más, pero sólo recibió una mirada en blanco. “Etto, sí, pero no puedo tomarlos de un día para otro…” Balbuceó, su tono suave y dócil como sólo era cuando hablaba con Ai. Dejó su mano sobre el bolsillo que contenía su celular, titubeando, pero su madre no iba a distraerse ni rescatarla de terminar de responder.

No sabía de qué iba la pregunta, no le gustaban las sorpresas, y tenía su semana planificada. ¿Por qué le interesaba que se tomara un día libre? Abrió los ojos, algo alarmada ante la única explicación que se le ocurrió. “¿Por qué? ¿Estás bien?” Se giró, buscando a su padre sin encontrarlo, normalmente se delataba con una expresión mientras que su madre era inquebrantable. ¿Era que algo le pasaba? ¿Estaba enferma?

Recibió un golpecito en su cabeza, Ai sacó un cuchillo grande del cajón y lo puso de lado frente a Hito para que pudiera ver parte de su reflejo. Tal y como creía, el maquillaje simplemente ya no existía, completamente desvanecido. Pero no era sólo eso, se veía horrible. como si no hubiese dormido en días, sus ojos algo hundidos, vidriosos, desenfocados, inyectados en sangre, decorados con ojeras hinchadas y negras. “Vas a matar a alguien si trabajas mañana, idiota.”

“...” Quiso discutir, pero ¿cómo hacerlo cuando le atacaban con la verdad de esa forma? Tan solo dejó sus brazos en la mesa, apoyando su frente sobre ellos con un suspiro demasiado grande. “Nadie se muere por tomarse un día libre de vez en cuando.” Pensó inmediatamente en sus pacientes. La movían de UTI a UCI a urgencias y de vuelta cada tres o cuatro meses, esparciendo la presión entre las enfermeras. En ese momento probablemente su madre tenía razón.

Gruñó y refunfuñó de todos modos, dando golpecitos con su cabeza contra sus brazos. No quería admitirlo, pero realmente sí necesitaba un descanso, sentía cómo su cerebro se movía mucho más lento de lo normal. Su madre no lograba manejarla tan expertamente como el lado Macleod de la familia, de tanto esperar sin respuesta presionó una vez más.

“Hito-chan ¿Cuántas horas llevas despierta?” Ahí, todo ese cansancio, preocupación y miedo repentinamente ardieron en llamas. Se incorporó bruscamente, golpeando el mesón con fuerza, dirigiendo ojos enfurecidos a su madre. No era el día para empujar a la chica a ninguna parte, demasiado agotada como para controlar sus reacciones. “¿Qué importa? No es nada de lo que te tengas que preocupar.” Su mandíbula se apretó en una expresión obstinada por un momento, pero no tenía demasiado en el estanque.

Ai frunció el ceño de vuelta, tomando la misma posición de combate con ojos asesinos incluidos. “Lo será cuand-” Detrás de ella el hervidor burbujeó felizmente, una ligera distracción, Hitori simplemente volvió a sentarse con los codos en la mesa, apoyando su frente en sus manos. No, su cansancio pesaba más que la mezcla extraña de orgullo y obstinación que le hacían empujar de vuelta.

Su madre suspiró pesadamente y la dejó para ocuparse del té. Mientras lo hacía, Roger apareció con un cambio de ropa algo menos roñosa que de costumbre. “Hitori va a tomarse el día libre mañana.” Le anunció, dejando una bandeja con tazas de té y una tetera sobre el mesón. “¿No te parece una buena idea?” Presumió, como si haber pensado en aquella solución y haberle convencido fuese una enorme hazaña. Lo era. Una muy riesgosa.

Roger observó a su hija y se acercó para dejar una manota sobre su hombro, apretando suavemente. -De ahí el golpe…- Se sentó en el taburete a su lado, lanzándole una mirada de reproche furtiva a Ai. “¿Si?” Preguntó, tanteando algo de terreno, considerando que no podía ver la cara de Hitori. La chica soltó algo de tensión en su postura y levantó la cabeza para apoyarla contra él.

“Resulta que ser niñera es más agotador de lo que pensé.” Murmuró, tomando una de las tazas ausentemente. Roger soltó una risa por la nariz y la rodeó con un brazo, arrimándola contra él con cariño. “Aye, tu Gpop puede ser llorón ¿No?” Le dedicó una sonrisa idiota antes de recibir un cabezazo, aligerando el ambiente con dos palabras como si de un desactivador de bombas profesional se tratase.

Luego pasó a quejarse de todas y cada una de las paradas que habían hecho en el hospital, Hitori sólo interrumpió un par de veces para clarificar o dejar en claro que estaba exagerando. En lo que dura una taza de té repuso algo de energía, escuchando a su padre, riendo junto a su madre, realmente podía olvidar lo que le atormentaba.

Pero su taza estaba vacía y sólo se hacía más y más tarde. Aunque se tomara el día de mañana, le faltaba una noche de juerga antes de poder dormir. Se enderezó en su silla, alejándose de Roger, y dejó la taza sobre la mesa con finalidad. Ai abrió la boca inmediatamente, pero otra mirada cruzada y sólo tomó el objeto y lo dejó de vuelta sobre la bandeja mientras Hitori se levantaba.

“Disculpen, tengo un alce que pasear…” Murmuró, buscando sus pertenencias con los ojos para evitar a sus padres. Tenía más cosas que hacer, pero no necesitaban saber aquello. Roger lanzó una carcajada y se levantó con ella. “¿Quién va a pasear a quién?” Hitori se encogió de hombros con una risita. No importaba si estaba cansada o no. “Promesas son promesas.” Roger ya tenía ambas chaquetas listas y la estaba esperando en la puerta. Ella no lo notó, ocupada intentando encontrar su mochila. “Mmrhmm”

Después de un par de minutos de búsqueda infructífera, se detuvo, preguntándose si quizás se le había quedado olvidada en el metro. “¿Pops? ¿Llegué a casa con mi mochila? ¿Recuerdas haberla visto?” Roger se encogió de hombros, apoyado contra la puerta, observándola con una expresión ilegible. “No me fijé. Quizás se te olvidó en el metro, sé que la tenías cuando casi te atropella el auto.” La respuesta fue completamente casual, lo suficiente como para que la chica no sintiera necesidad de defenderse. Ai reaccionó como si le hubiesen electrocutado ante las palabras, seguido por una mirada de reproche y confusión. Roger sólo negó con la cabeza, presionando sus labios en un gesto de supresión.

“Ugh, tenía mi uniforme y audífonos.” Refunfuñó, dejando de mover cojines del sillón sólo para resoplar y restregar su cara con sus manos, sintiendo la mano de angustia comenzar a extenderse, como si alguien la hubiese llamado. Sin sus audífonos la caminata de Mouse y de vuelta a su departamento sería extremadamente larga y difícil.

Roger dejó las chaquetas para buscar con ella, dejando pequeños toques y apretones en sus brazos y cabeza que apaciguaron un poco sus ánimos. Algunos minutos después, cuando estaba listo para convenientemente recordar que la había llevado al segundo piso, escucharon un ladrido estruendoso fuera de la casa. “¡Feck!”

“¿Hm? ¿Ror?” Hitori le frunció el ceño a su padre, algo confundida. Mouse volvió a ladrar, su padrino volvió a maldecir, esta vez agregando que uno más y le dejaría sordo. “Viene a cenar.” Sólo logró confundirle más, miró de uno a otro y negó con la cabeza, como si no hubiese escuchado. “Roger ¿No le dijiste?” Ai parecía igual de confundida, el escocés simplemente sonrió de esa misma manera idiota.

“Uh, entre todos los trámites y movernos de aquí para allá se me olvidó.” Se volteó a Hitori, abriendo la puerta de entrada. “Rory y tus abuelos vienen a cenar. ¿Tienes hambre?” Tan, tan casual, su hija realmente había heredado demasiado de él. Demasiado ocupada dirigiendo su propia orquesta durante el día para que nada saliera mal, no se había dado cuenta que en medio del día Roger había comenzado a dirigir una propia.

No supo qué decir. Era la idea, claramente, una emboscada tan absolutamente perfecta que Hitori no pudo siquiera darse cuenta de que la trampa existía incluso después de cerrarse sobre ella. “Etto- Yo-” Rory pasó de Roger, volviendo a saludar a Ai con un abrazo, soltando la correa de Mouse para que arremetiera contra la chica, demasiado emocionado como para no tumbarla contra un sillón.

Hitori rió, realmente no le quedaba mucho más que hacer, mientras el perro la cubría de saliva. ¿Ahora qué? Roger expertamente le había privado de su excusa para irse, llenado la casa de razones para quedarse, Ai asegurado que al día siguiente no tuviese prisa para ir a ninguna parte, y Mouse…

Mouse se estaba asegurando de arrancarle el miedo y angustia a puro amor y lenguetazos. “Ugh, eww, Mouse, basta ¡Basta eso es mi cabello!” Protestaba entre risitas hasta que, algunos minutos después, se calmó lo suficiente como para simplemente echarse sobre la chica como si fuese un perro faldero, clavándola sobre el sofá sin posibilidades de escape. No se quejó demasiado, aprovechando de acurrucarse contra el enorme canino.

Fue el turno de Rory de llenar la sala de estar de quejidos acerca del día, esta vez interrumpido por Roger junto con Hitori varias veces mientras Ai volvía a llenar la tetera. El resto de la noche se pasó rápido como sólo una cena con seres queridos podía lograr hacerlo. Kenna había cocinado en su casa y tenía todo listo, en un abrir y cerrar de ojos estaban sentados en la mesa del comedor, en uno más tenía otra taza de té entre sus manos.

Creyó haber intentado excusarse y volver a su departamento después de eso, pero por alguna razón, en vez de eso estaba echada en el sillón con su padre, Mouse y Rory. El resto no tenía el día libre mañana, y sí habían logrado de alguna manera escapar de la casa o largarse a dormir. Ella tenía demasiadas ganas de hacerlo, bajar los párpados que tanto le pesaban, pero simplemente no quería rendirse ahí por algunos minutos antes de ponerse a chillar y arruinar todo y preocuparles.

Se hundió en la película y cuando volvió a prestar atención, ya era demasiado tarde como para arreglarse en su departamento. Demasiado tarde como para tener tiempo para ir a un bar, para encontrar a alguien, por lo menos alguien que no le revolviera el estómago. Su cabeza estaba apoyada sobre el pecho de su padre, quien sintió a la chica volverse rígida de un momento a otro. No era difícil notar el cambio, algo como un quejido o sollozo estrangulado se había escapado de ella por sólo un momento, bajito pero lo suficientemente audible como para que Mouse alzara la cabeza.

Roger la apretó un poco más contra él, acariciando su brazo. -¿Qué pasa?- Sabía cuándo, quién había sido. Sabía dónde, y después de golpearlo suficientes veces sabía por qué había sucedido. Pero estaba seguro de que no entendía por completo, no realmente, por qué Hitori seguía sufriendo de esa manera. Gracias a Rory, tampoco tenía idea de los extremos a los que llevaba para soportar las noches.

Él sí que sabía cada minucioso detalle, por lo menos hasta lo que era posible, pero los guardias de seguridad veían más que la mayoría. Él sí, que guardaba ese secreto tan pesado, se imaginaba de qué iba esa reacción repentina. “Och, se nos pasó la hora Mouse, el metro ya está cerrado.” Refunfuñó desde el otro lado de Hitori, dejando una pierna sobre el perro que resopló como si hubiese entendido.

“Quédense.” Recogió sin problemas el hilo, rellenando el pedazo en blanco que tenía, por lo menos temporalmente. “Tapadh leat.* Aye, Mouse, a salir.” Rory se levantó junto con el perro, abriendo la puerta para que saliera por última vez en la noche.

*Gracias

Hitori cerró los ojos con fuerza, ahora no tenía siquiera alguien que la acompañara parte del camino, ni sus audífonos, ni alguien que llevarse a la cama, tendría que caminar sola y en silencio a su departamento y luego echarse a gritar y llorar, sola, en su cama, hasta que saliera el sol y quizás pudiese dormir un poco, ni siquiera descansaría lo suficiente de seguro tampoco porqu-

“Tu también, nighean, es tarde y estás cansada. ¿Por qué no te quedas?” Ya no le daba la energía para más juegos o vueltas alrededor de lo que quería decir. La sentía recogerse dentro de sí misma de a poco en ese gesto que tanta rabia y pena le daba. No quedaba más que preocupación, era un ruego. Hitori lo escuchó por lo que era y tuvo que pelear para no largarse a llorar de angustia y cansancio.

Tan sólo asintió varias veces, dejando de hundir su mano en su cuello para rodear a su padre con los brazos. La abrazó de vuelta con fuerza, jalándola más contra él hasta que ambos estaban medio acostados sobre el sillón. No había nada más que decir, no era necesario, todo lo que quedaba sin voz estaba plasmado en ese abrazo, en cómo la chica pareció relajarse por completo y, a su vez, Roger también.

“¿Estamos haciendo un montoncito?” Rory volvió con dos frazadas, dejando una sobre Roger antes de tirarse sobre Hitori, acurrucándose contra ella como un tercer dominó. Hitori soltó una risa liviana y se acomodó un poco, haciendo que ambos tuviesen que reajustarse. “Och, dejen de moverse.” Rory le propinó un par de cabezazos en el estómago para ablandarlo.

“¡Hey!” “Shht” Entre risitas que de a poco se acallaron, los tres terminaron de ponerse cómodos, dentro de lo posible. Con un brazo alrededor de Roger y una mano en la cabeza de Rory, aplastada entre ambos, de a poco se permitió cerrar los ojos. No se quedó atascada pensando en lo horrendo que sería quedarse dormida y despertarlos con gritos, tan sólo se dejó hundir en el cansancio sin más.

No era el lugar más apropiado para dormir, menos cuando se consideraba el tamaño de los escoceses. De a poco dejaron de sentir algunas extremidades que estaban apretujadas. Aún así no se movieron. No se dejaron dormir hasta que escucharon ligeros ronquidos provenientes de la pequeña ensartada entre ellos. “Mouse, échale un ojo.” Un pequeño murmullo antes de caer rendido.

Roger no necesitaba aquella instrucción para hacer lo mismo. Estiró lo que más pudo el sueño, acariciando la cabeza de su hija, intentando acompañarla en lo que fuese que le atormentaba tanto cuando dormía. Quizás esa noche era una excepción. Una o dos veces su respiración se entrecortó en algo más apanicado, pero rápidamente Mouse se apoyaba sobre su pecho mientras que una mano adormilada movía los dedos sobre su cabeza.

Ai se escabulló en silencio en la mañana, despertando sólo al perro que la acompañó hasta la puerta. No fue hasta que el sol le pegó directamente en la cara a Roger que despertaron, como dominós, con su primer movimiento. Así, sin más, Hitori abrió los ojos. Descansada, sin la necesidad de deslizarse fuera de donde estaba y por la puerta sin hacer un ruido, sin la necesidad de correr.

“Buenos días.”

“¿Tienen café en esta casa o se torturan con té?”

“Woof.”



“... buenos días.”
Hora
6 PM, hace un año

Lugar
Glasgow

Clima
Nublado

Con
Autoconclusivo (Parte 1)

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Hitori MacleodHitori Macleod
Hitori Macleod
Inventario : Forced Family Fun [Autoconclusivo] Kisspng-snow-globes-clip-art-globe-5acccca2b6cdd6.8839366515233711707488Nivel 2 - Bola de cristal con luz y música.
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  • No

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Localización : En los brazos de alguien
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