Hitori sintió un alivio extraño al escuchar aquellas palabras. Como si algo arrugado hubiese sido acariciado para alisarlo, en algún lugar dentro de ella. El tan sólo escuchar que no iba a obligarse a vivir despierto sólo para acompañarla era suficiente para llegar a calmar, aunque fuese de la manera más mínima, el tumulto doloroso donde normalmente se encontraba su cabeza.

Las caricias ligeras, aquella mano que limpiaba sus lágrimas y apartaba su cabello de su cara, de a poco lograban domar el completo caos que parecía haber poseído a la chica. El peso de algo, quizás una frazada más, se acomodó de manera reconfortante sobre ella. Olvidaba qué era lo que había dicho y qué sólo se quedaba en su cabeza como pensamientos sueltos, o por lo menos creía hacerlo. ¿Qué le estaba pasando?

Tuvo suficiente cabeza como para formar esa pregunta, por lo menos, ahora que estaba claro que no era un infarto cerebral. “Buena suerte.” Respondió ante la demanda del hospital en un susurro, gimoteando bajo el dolor que le acosaba implacablemente, sólo calmado en parte al sentir aquel beso en la palma de su mano. “Tramposo.” Crujió con una sonrisa efímera antes de volver a sollozar.
Escuchar su nombre otra vez tan sólo provocó otro pequeño sobresalto, aquella reacción aterrorizada y visceral iba en descenso, a pesar de que nuevas inyecciones de recuerdos acerca de su pesadilla le acompañaban cada vez. Al escucharle acordar con ella, esas palabras liberaron algo que había estado guardado hasta ese momento.

Recuerdos del día anterior, de lo que había sucedido después de que la moneda cayera en la cara equivocada en la poza de agua. En la oscuridad, la palidez de su cara se tiñó de un ligero rubor. Bajo el par de frazadas y con ayuda de aquellos recuerdos, por fin logró volver a su temperatura habitual, más fría que un humano normal, pero algo manejable.

Habían cruzado absolutamente todos los límites que alguien sano de mente, que alguien que no fuese un degenerado hubiese tenido como intransables. No sólo eso. Habían encontrado la línea y zapateado antes de cruzar al otro lado, empapados en sangre. Y lo único que aquellos recuerdos generaron en la chica fue un suave gemido que nada tenía que ver con el dolor que sentía. Apretó la mano ajena, atrayéndola más contra su pecho, recogiéndose ligeramente contra el vampiro.

Varios segundos después, cuando volvió a tomar aire seguido de aquel chapuzón mental, por un momento enseñó una sonrisa juguetona. “Lo sé.” Murmuró, logrando de alguna manera, a través del llanto y sus lágrimas adoptar algo parecido al ronroneo placentero que usaba a veces. Junto con los recuerdos volvió la consciencia de los cortes y heridas que no había querido cerrar, tomando un recuento mental. Luego volvió a sus sollozos y gimoteos.

La pregunta que se había hecho hace un par de minutos, quizás, había formado un tren de pensamiento completo y ahora venía a recogerla. ¿Qué le estaba pasando? Recorrió memorias desparramadas, cosas que había aprendido, fichas de pacientes. Nada. Luego una idea. Una experiencia que había escondido bajo varios candados, sellado en un recoveco donde ni ella ni nadie podía acceder, enterrado en vergüenza.

“¿Bebiste algo que te ofrecieron?” En el momento, había sido una pregunta tan extremadamente estúpida que no había podido tomarla en serio. Pero varios después, en algún momento había bajado la barra de lo que era comportamiento aceptable, o, más bien, había dejado de importarle cada vez más qué le sucedía. Recordó haber despertado igual de desorientada y adolorida. Llena de heridas que ardían. Un dolor de cabeza intenso que empeoraba con la luz. Alguien que no conocía ni recordaba a su lado.

Intentó recordar el resto del día, qué habían hecho después de salir de la poza. Todo era un borrón extraño donde no podía discernir sus sueños de lo que quizás había sucedido. “¿Adam?” Murmuró después de quizás un par de minutos más. “¿Dónde…” Se sintió extremadamente pequeña. Aquella mañana se había tambaleado fuera de aquel departamento desconocido, en algún momento había perdido su celular y billetera.

“¿Crees que esa poza…” Más lágrimas brotaron de sus ojos, la chica hundió los dedos en su cuero cabelludo con fuerza. Estaba bastante segura que el vampiro no la había drogado, no había necesidad. Pero el mundo al otro lado de la neblina era completamente desconocido. Por primera vez sintió el sabor metálico en su boca, destapando más recuerdos del día anterior. Su mano libre se arrastró hacia su hombro, notando las marcas de dientes.

“Ror siempre dijo que cuidara mis bebidas.” Murmuró sin darse cuenta que aquel pensamiento se había escapado hacia afuera, dándole quizás un poco más de sentido a los comienzos de preguntas que había hecho. Hitori aventuró un experimento, mordiendo ligeramente el hoyo donde había destrozado un pedazo entero de carne en su mejilla interna. “¡Ah!” Llevó su mano libre a su boca, negando ligeramente con su cabeza. “Nope, distraer un dolor con otro no funciona.”

Logró sonreír nuevamente, abriendo los ojos por primera vez, recogiéndose ligeramente ante la oscuridad, aunque había suficiente luz como para poder discernir la silueta del vampiro. “Perdóname… Estoy bastante perdida.” Murmuró, acariciando la mano que acunaba contra su pecho con un pulgar, hizo un intento de volver a extender su otra mano hacia él, pero no tuvo suficiente energía. Luego volvió a lo que en ese momento pasaba por tranquilidad, tan sólo llanto y gimoteos de dolor.

En el estado que se encontraba, las caricias y cuidados del vampiro eran caídas del cielo. No podía quejarse, ni tenía cabeza suficiente para darse mil vueltas para asustarse a sí misma acerca de lo que significaban. Tan solo estaba ahí, acompañándola, limpiando sus lágrimas, ayudándole a soportar aquel despertar tan absolutamente horrendo.

Era sorprendente que Adam hubiese sido capaz de entender la intención detrás de las palabras sueltas, aunque Hitori estuviese demasiado perdida como para impresionarse por ello. -Estaba limpia…- Pensó, dejando que la respuesta la calmase un poco más, empujando recuerdos lamentables de vuelta al rincón donde habían estado olvidados.

“Aye” Murmuró con una sonrisa burlona, dejando que mil y un imágenes de su padrino le azotaran, eso no le molestaba en absoluto. “Ese es Ror, un bastión de sabiduría.” Su tono dejaba en claro que Hitori creía cualquier cosa menos lo que había dicho, en conjunto con la pequeña risa que soltó con gusto. Llegó a escuchar el reclamo del pelirrojo en su cabeza justo antes de otro pinchazo de dolor.

Se había disculpado cuando tomó consciencia de lo fragmentadas que estaban sus palabras. Seguro era agotador y aburrido tratar con ella cuando estaba así. Acarició ligeramente la mejilla morena cuando acercó su mano, suspirando en algo que se acercaba peligrosamente a felicidad de simplemente estar ahí con él. Por alguna razón no se había aburrido, y en ese momento lo agradecía muchísimo. No lo dijo, por supuesto, que mientras tuviese una pizca de consciencia la chica sería orgullosa. Pero parte de ella lo sintió, y aquello fue importante de cualquier manera.

Las palabras preocupadas le tomaron un poco desprevenida. -¿Ir dónde?- Otro torrente de recuerdos e imágenes que desde que había despertado, no hacían conexión con su estado actual. Su expresión había sido confundida por ese segundo, y luego ya entendía a lo que se refería. “Mmhmm” Asintió ligeramente, sin querer darle la razón. Su terquedad venía de vuelta junto con el resto de su personalidad y mañas de a poco.

“Ha sido más de un día.” Murmuró suavemente, sin acordar con Adam más por inercia que otra cosa, pero seguido de aquellas palabras sólo se acercó un poco más, apretando la mano que tenía entrelazada. “Pero no les voy a ser demasiado útil así, tienen suficientes problemas.” A su estilo tan exasperante, había llegado a la misma conclusión que el vampiro, sin en ningún momento decir que tenía la razón, o siquiera que la idea de no ir había sido de él.

No le molestaba quedarse ahí, a pesar del dolor horrendo y la confusión, tenía un buen compañero. La probabilidad de que la chica lograra demostrar eso, o decirlo en voz alta, era extremadamente baja, pero mientras más tiempo pasaba bajo sus caricias, más se acostumbraba a la idea de que no le molestaría mucho si aquella relación se extendía más en el tiempo.

Sensaciones extremadamente peligrosas para una mujer como ella. Lo más probable era que de alguna u otra manera, su naturaleza más oscura volviera a escaparse. Se quedaría aquel día entero recuperándose plácidamente con buena compañía, reprimiendo todos sus sentimientos negativos, pero al fin y al cabo… Había un monstruo dentro de ella que fue interrumpido en medio de algo extremadamente importante, y aquel problema no desaparecería por arte de magia.