Game in Life
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Game in Life

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Ambientación
I. Jamás cooperarás con otras razas.
II. No intentarás comunicarte con el exterior.
III. Vivirás en este mundo y no en el exterior.
IV. Rompe una de las reglas, y un conocido de allá afuera muere.

En la oscuridad de tu inconsciencia, después de la explosión de una bomba en el evento al que acudiste, susurros te trajeron de vuelta a la vida.

El extraño evento a puertas abiertas del colegio Fallgate debería haber sido la primera advertencia.

Era casi el final del año escolar y todos estaban invitados, alumnos, profesores, todos los habitantes de Grendelshire. La magnitud del evento hasta había llegado a oídos de Londres.

Todos podían entrar sin invitación ni pagar por boletos. Excepto los menores de ocho años, una estipulación que debería haber sido la segunda bandera roja.

Aunque todo estaba cubierto de nieve, el cálido sol invitaba a recorrer el decorado colegio. Tiendas de comida, competencias, juegos, eventos, música, foros de debate, tantas cosas sucediendo al unísono que fue imposible para cualquiera darse cuenta de la farsa.

Lo único que escuchaste fue la explosión proveniente del medio del terreno antes de que tus tímpanos retumbaran a tal frecuencia que los subsiguientes gritos de terror y agonía se convirtieran en silencio. El gas azul que lentamente nubló tu vista claramente tenía la misma procedencia. Sentiste como te ahorcaba, quemaba, ahogaba bajo el agua, como si tragaras arena o ácido; todo dependía de tus peores miedos mientras perdías el conocimiento.

Después de despertarte con las reglas del juego, aquella voz ronroneó tus opciones, tu nuevo futuro. Debías elegir una raza antes de poder despertar.

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You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam

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You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamYou’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
CitarEditarBorrarIP del Autor
You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Nunca había sido una chica de etiquetas. Ni siquiera con ese chico que le había roto el corazón, había costado un mundo que ella admitiera que estaban saliendo, luego que eran novios, incluso cuando era obvio para todo el mundo. Incluso cuando tenía un recordatorio para siempre en su piel.

Después de eso no hubo necesidad, lo que hacía no se consideraban citas, y de cualquier manera no los repetía con la misma persona. ¿Citas? No, Hitori ya no hacía eso, por lo que la idea de de pronto encontrarse en una “tercera cita” no le gustó para nada. Le aterraba de la misma manera que el vestido que llevaba puesto.

Quizás no había sido buena idea disipar la neblina de su cabeza, ahora cerca de él volvía a sentir la ansiedad y angustia de no saber qué sería de ella. No temía por su vida, por supuesto, morir no era problema. Era la intensidad con que de pronto la miraba. La manera en que la acariciaba, en que robaba besos sin permiso, tiernos, ligeros.

En todo el día no había sentido absolutamente ninguna tensión, ningún avance o toque que pudiese ser considerado lujurioso. Un cambio tan brusco entre lo que había sucedido la tarde anterior, cambio que había sucedido frente a sus ojos, que la había dejado completamente descolocada.

“Llámalo como quieras.” Respondió sin poder esconder el tono defensivo, como si Adam le hubiese insultado. Suspiró profundo, sintiendo el peso de su angustia acomodarse en su pecho cómodamente.

Por primera vez desde que había sucedido, pudo repasar lo sucedido en su mente. El cambio absolutamente imposible que sucedió sentados frente al piano. La intensidad, la euforia que le permitió extender su mano y levantar el velo de lo que se escondía detrás de esa fachada de caballero. Frente a sus ojos el monstruo que sabía existía dentro del vampiro, se había permitido resonar con la locura, se había dejado llevar, y luego le había sacudido por completo, un golpe profundo a su sanidad mental.

No, ella definitivamente no podía adaptarse a un cambio tan brusco, no así, no cuando frente a alguien pasaba de ser un objeto a una persona. Odiaba que sus conquistas la trataran así, no lo soportaba, el sexo con cuidado era para parejas, para gente enamorada, no para ella.

¿Qué había cambiado, entonces? No lo sabía. No podía entenderlo, y al parecer Adam tampoco. Lo único que tenía claro era una sola cosa. De alguna manera el vampiro se había metido en su cabeza, en sus venas, y no era capaz de sacarlo de ahí.

“El parque, entonces.” Murmuró, apretando la antorcha con una mano, empujando el ligero mareo. No pretendía que la acarrearan más, necesitaba un poco de espacio personal si iba a mantener la antorcha a una distancia prudente de la cabeza de Adam.

Observó el brazo que le ofrecía, pero no lo tomó, en vez desvió su mirada. Incluso se iba a negar a que le ayudara con sus cosas, pero si iba a caminar hasta el parque por sí sola quizás era mejor no tener tanto peso encima. “Eh-” La mochila, las botellas de agua desaparecieron, pudo mantenerse en pie con menos dificultad. “Supongo que puedes llevar algo.” Murmuró sin mirarle a la cara.

Levantó la cabeza al cielo junto con el vampiro, sintiendo un poco más de angustia al notar que la noche se acercaba. Había dormido casi todo el día, algo extremadamente inusual en ella. No había tenido suficiente tiempo para recuperarse de las tinieblas y ahora iba de nuevo de cabeza a lo desconocido, en la noche. Directamente a la boca del lobo.

Adam había comenzado a avanzar y Hitori no pudo evitar soltar una risita al verlo tan cargado de cosas mientras intentaba mantener su porte de caballero cargado como mula. “De-” Intentó esconder una carcajada sin buenos resultados. Tuvo que inclinarse hacia adelante, apoyando una mano sobre sus piernas mientra reía.

“Déjame ayudarte un poco, te ves un tanto ridículo.” Se movió hacia él en un par de saltitos y recogió el paraguas para que por lo menos pudiese mover su brazo entre risas. A pesar de todo, se sentía un poco liviana de sólo acercarse al vampiro, como si todo lo que le aquejaba fuese empujado fuera de una burbuja que les envolvía.

Pretendía quedarse a varios pasos de distancia mientras caminaban, buscando un respiro de aquella intensidad, pero Adam le atraía más cerca como un imán. No tomó su brazo, pero caminaba a menos de medio metro de él.

A suerte de Hitori, el parque conectaba directamente con el estacionamiento en un lado, por lo que no les esperaba demasiado tiempo caminando. “El paraguas lo entiendo, puede cubrir el sol.” Rompió el silencio, necesitaba hacerlo. “Pero ¿Y el bastón? Seguro en la escuela de costura te enseñaron que usar demasiados accesorios te juega en contra.” Burlona, juguetona, no buscó los ojos de Adam, simplemente siguió mirando el piso, cuidándose de no tropezar o pisar algo que le haría caer. Algo de dignidad tenía que quedarle.
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Hitori MacleodHitori Macleod
Hitori Macleod
Inventario : You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam Kisspng-snow-globes-clip-art-globe-5acccca2b6cdd6.8839366515233711707488Nivel 2 - Bola de cristal con luz y música.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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¿Que clase de hechizo le había lanzado al vampiro? Era extraño que aquel moreno pensara en que no se pudiera aburrir con una acción tan simple como mirar a alguien. Era desconocido, para él siempre hay un inicio y un final, solamente debía de ser cuestión de tiempo, pero cuando estaba junto a ella… no pasaba, ese pensamiento sobre un ciclo inevitable era descartado, lanzado por la ventana, tirado a la basura, que se desvaneciera entre sus dedos, convirtiéndose en cenizas.

No se mentía a sí mismo, sabía bien que eso pasaba, pero la pregunta que siempre resultaba era un por que, el podía saber ya la respuesta, pero no quería decirla, evitaba eso por lo menos por ahora. Que el tiempo que pasaba junto a ella fueran los que dieran forma a la respuesta que tanto deseaba. Que sus dedos añoraban. En su mente no podía dejar de darle vueltas al asunto, más cosas sin sentidos, acciones que no venían al caso, ¿Mimos? ¿Cariños? Sí, eso lo entendía, había tratado de igual manera a sus anteriores parejas, eso lo sabía con certeza, pero ella era especial… ella recibía una mirada la cual no le había dedicado a nadie.

En su mente se juntaban pensamientos, luchaba contra la irracionalidad de las cosas, pero no podía, su cuerpo actuaba por sí solo, su mente aunque lo intentase con todas sus fuerzas, simplemente no podía. No le daba miedo, ni tampoco le causaba pánico ese hecho, sino era la curiosidad de saber qué pasaba si iba por ese camino. Tampoco se tenía que hundir de lleno, ya lo había experimentado, los resultados fueron… interesantes.

Sus pensamientos se desvanecieron al escucharla, y con una sonrisa aceptaba las carcajadas de la ajena, se giró, si, podía verse un poco más ridículo de lo pensado, pero no le importaba en lo absoluto, si ella tiene un buen tiempo entonces era todo lo que necesitaba… y esos eran los pensamientos que no hacían sentido. Mientras que dejaba que su paraguas fuera agarrado por ella, tan jovial, tan hermosa, no podía dejar de pensar, antes era egoísmo, ¿ahora que era? había descubierto lo que es sentir euforia junto a ella, y lentamente fue descubriendo más, como si fuera un científico, un psicólogo descubriendo nuevas formas de sentir, nuevas emociones… Para los humanos no eran nuevas, lo contrario, poseían todo esto desde tiempos inmemoriales, pero para él un avance enorme.

-El bastón es un recuerdo de los viejos tiempos- Le indicó con una pequeña sonrisa, solamente girando su cabeza para observar a la mujer que lo acompañaba, ese bastón que no había reclamado hasta ahora, que se quedaba en las manos ajenas. Sí, ese bastón era propietario de bastantes memorias de eras pasadas. Le recordaba a su madre, a sus hermanos, a sus compañeros, también los incidentes que había pasado gracias a la locura. Con un pequeño suspiro observó al suelo, un toque serio, hasta amargo por tales recuerdos. Cerró sus ojos por un momento antes de que su típica sonrisa volviera a sus labios -Ha sido mi compañero en prácticamente toda mi vida, así que no importa como este vestido, siempre estará a mi lado- le dijo, si, ese era el único pedazo material que a él le importaba.

¿Qué estará haciendo su familia? Pensó por un momento mientras que sus ojos de nuevo se posaban en el camino a seguir, sus hermanos, algunos han de estar durmiendo, otros más rondando como él lo hacía, viendo lo que hay más allá de aquella ciudad. Su madre… de ella no sabía nada, ¿Por qué le importaba de repente? Había pensado más en ella desde que se encontró con Hitori. Era extraño, no le disgustaba, era más pensamiento que en toda su vida en conjunto, la existencia de su madre era prácticamente inexistente, y solamente en días de extrema excepción era que le dedicaba unos segundos de su tiempo en su mente antes de olvidarla de nuevo y lo mismo pasaba con sus hermanos, poco le importaban, tan poco que igual que su madre eran inexistentes. ¿Acaso era un destino cruel? No los odiaba, tampoco los quería, no le causaba disgusto, era el simple sentimiento de indiferencia la cual no dejaba ni una marca ni cabida en su pensamiento ni en las metas que tenía. ¿Para que? En un momento de su vida consideró que no tenía sentimientos, como un sociópata que apenas descubre su enfermedad psicológica y lo acepta sin problema alguno. Sin culpa ni remordimiento. Sus ojos estaban enfocados, pero su mente divagaba por otra parte, por la oscuridad que se albergaba dentro de su cabeza.

Con un suspiro, encontró un puesto bueno, había estado en silencio, tampoco era bastante tiempo desde el estacionamiento al parque, simplemente pasaron minutos, pero en su rostro parecía que de nuevo el tono serio y ausente aparecía, aquel rostro de un Adam anterior a estos hechos. Vagar por los lares mentales le pareció irrespetuoso ya que tenía compañía, Respiró profundamente y decidió sonreír, tenía compañía y no quería arruinar las cosas.

-Parece ser que este es un buen puesto- dijo, observando a sus alrededores, debajo de un árbol el cual lo rodeaba pasto y flores, observó al cielo, un atardecer que apenas se notaba entre las nubes, la noche lentamente se iba acercando, lo recibía con gusto. Dejó las cosas en el suelo, recargadas en el árbol y él se sentó a un lado, arreglando un poco el cuello que tenía, sus ojos se dirigieron a la ajena con una sonrisa, esos ojos que demostraban la intensidad de sus sentimientos no descubiertos.

-¿Qué le parece señorita Hitori?- preguntó, manteniendo una sonrisa que lentamente pasaba de ser una copia de las demás a una genuina, que de nuevo demostraba lo que tenía en su interior. Para él parecía un buen lugar, protegido por las ramas y hojas de la naturaleza, rodeado de la calma que ofrecía el pasto y las flores, y una vista al resto del parque, alejado del estacionamiento, de los territorios de las criaturas salvajes, si, le parecía un buen lugar.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Concentrarse en el piso, no mirar a Adam, le ayudaban a centrar su mente, a no divagar por caminos sinuosos infinitos. No había caso, no por ahora, pero la situación era como una herida dentro de su boca y no podía dejar de tocarla con su lengua sólo para empeorarlo todo.

Los viejos tiempos. Ahí estaba otra vez, un indicio de que simplemente tenía que ser más viejo de lo que se veía. ¿No? Frunció el ceño, girando su cabeza hacia el vampiro tan sólo por curiosidad. Una expresión menos amigable, quizás amarga. ¿Había tocado una fibra sensible sin darse cuenta?

-Quizás si se lo quito…- Otro impulso suicida, otra idea que claramente terminaría por mandar todo a la mierda mientras giraba fuera de control. ¿Por qué era así? No tenía idea, pero por lo menos por ese momento logró suprimirlo. “Entiendo…” Murmuró, volviendo a desviar su mirada, dando toquecitos en el piso con la punta del paraguas que llevaba.

Adam parecía no querer hablar más acerca de ello y no se le ocurrió qué más podía decir, por lo que dejó que el silencio los cubrieran mientras caminaban. Más ansiedad la tomó por el pecho, Hitori comenzó a tararear bajito por la nariz, lo suficiente como para que el sonido llenara su cabeza, pero casi imperceptible para el resto.

¿En qué pensaba? Hitori giró la cabeza hacia el vampiro, rebuscando en su cara por si encontraba alguna respuesta. Nunca le había importado demasiado la respuesta a esa pregunta, no era una mujer entrometida, pero en ese momento hubiese dado cualquier cosa por saber qué hacía que la cara de Adam tomase esa expresión.

Cuando la vio cambiar, clavó sus ojos en el piso, intentando disimular que le había estado observando sin realmente saber por qué. Miró a su alrededor, agradecida de que Adam hubiese elegido el parque. Quizás era por su parte ninfa, pero se sentía mucho más a gusto bajo la protección de los árboles que en medio de la nada. “Se ve bien.” Murmuró, sus ojos clavados en el cielo que se oscurecía de a poco.

Adam dejó las cosas y se sentó en el piso mojado sin problema. -Puto vampiro. ¿Y yo qué hago?- Hitori miró el ridículo vestido que tenía puesto y resopló, dejando el paraguas apoyado contra el árbol, enterrando la antorcha en la tierra con cuidado. Le había puesto en una situación complicada, no quería arruinar el vestido, pero al parecer no le quedaba de otra. Podría haber sido osada y simplemente sentarse sobre él, pero aquello podía empezar algo que Hitori no querría terminar en ese momento.

Su ceño fruncido mientras pensaba, rebuscó en la mochila hasta que extrajo el botiquín y una fruta, incorporándose para titubear por un momento. Podía simplemente cambiar el vestido por la ropa de dormir que había traído, pero pretendía cerrar sus heridas con puntos y un pantalón no le ayudaría demasiado.

-Nadie le dijo que me hiciera un vestido, y tampoco quería recibirlo.- Refunfuñó en su cabeza, convenciéndose de que no se sentiría culpable si lo arruinaba en ese momento. Asintió, alejándose del árbol y Adam un par de metros antes de sentarse en el piso sin cuidado. Quería por lo menos empezar con algo de espacio personal. Una idea cruzó por su cabeza y le dedicó una mirada absolutamente amenazadora.

“Si apagas esta, también, vamos a tener problemas.” No pretendía pasar otra noche a oscuras, el miedo hablaba por ella, amenazando con una letalidad que en realidad Hitori no poseía en absoluto. Cualquiera que la escuchase en ese momento asumiría que tenía varias habilidades útiles para el combate, aunque no podrían estar más alejados de la verdad.

No pretendía darse tiempo para pensar en absolutamente nada, dejó el botiquín a un lado y le dio una pequeña mordida a la fruta que no reconocía, comenzando el laborioso proceso de alimentarse cuando sentía angustia. Más lejos de Adam se hacía más presente. Apoyó la fruta en su regazo y deshizo las vendas de sus brazos antes de extraer del botiquín una botellita de suero fisiológico y pedacito de gaza.

Limpió las heridas sin demasiado cariño, sólo con cuidado de ser meticulosa, mientras masticaba el pedazo de fruta muchísimo más de lo normal. Estaba acostumbrada, pero siempre terminaba por recibir preguntas al respecto. Tragó laboriosamente con una pequeña mueca de incomodidad.

“Creo que te toca a tí preguntar.” Murmuró sin levantar la vista de lo que estaba haciendo. ¿Por qué se encontraba un poco molesta?  No estaba segura.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Parecía estar pensando en algo la ajena, ante la mirada ajena por el vestido solamente le dedicó unas cuantas palabras gentiles -No se preocupe por el vestido, tengo maneras de quitarle la suciedad- dijo confiado, claro, sus sombras usualmente hacían milagros, No había otra mirada de que el moreno no estuviera sucio o ninguna de sus ropas, ni siquiera los mocasines que llevaba puesto desde ayer, bajo la lluvia.

Observó como la ajena, aunque parecía gustarle el lugar que había escogido, decidió alejarse de él. Sus ojos solamente la acompañaban, dejó salir un suspiro, por ahora era mejor que ella hiciera las cosas a su manera, ¿no? Quería estar a un lado de ella, pero con el tiempo había una posibilidad de que de nuevo se junten.

Sus ojos pasaron a la antorcha, como las llamas bailaban en un extremo, ahí enterrada. Si, una danza sin cuidado alguno, simplemente siendo libres, rebeldes y agresivas -Claro, no apagaré la antorcha Hitori, estará encendida por lo largo de la noche- le dijo, dedicando su mirada ahora a la ajena, esa mirada que tenía era amenazante, le gustaba, le atraía. Cerró sus ojos, poniendo sus manos detrás de él, apoyados en el barro mientras que su rostro se fue al cielo, maravilloso y piadoso cielo que había hoy en día. Le gustaba el ambiente, húmedo, fresco, tranquilo, apacible.

De nuevo sus ojos miraron de un lado y después del otro, claro que no estaban sólos en su totalidad, pero sabía que los ajenos no los iban a molestar si ellos no lo hacían. El territorio más amigable que ha estado hasta el momento. Su cabeza se incorporó, mirando como ella sacaba instrumentos de medicina para atender sus heridas de los brazos, y se estaba alimentando, eso le alegraba, traía un cierto alivio a su mente.

-Claro, es mi turno- contestó, cerrando los ojos ante la pregunta, ¿Qué podía preguntar en el momento? Aún tenía demasiadas cosas sin descubrir, así que de nuevo, tenía que construir poco a poco aquel puente de confianza -Déjeme pensar, hay varias cosas que quiero preguntar- le dijo finalmente, después de un minuto o dos de silencio, estaba pensando, eligiendo una pregunta que quedará con el ambiente, observó al suelo, a la tierra, al pasto mojado, a las plantas que aún le quedaban humedad.

-¿Cuál es su estación favorita? ¿Y su flor favorita?- finalmente, un pequeño golpe, unas preguntas triviales que se podían contestar sin problema alguno. Si, pensaba que era lo correcto, por lo menos en el momento, el comienzo de un tercer encuentro -Y usted tendría dos preguntas por hacer si no me equivoco, esto es interesante- pronunció, dejando que las palabras se resbalaran de sus labios, tan… caballerosas y calmadas, sin nada que ocultar.

Sus ojos se clavaron en ella, esperando una respuesta, viendo como atendía sus heridas. Respiró profundamente, separando una de sus manos del barro y con cuidado de que no se fijara las sombras que pasaban por su manga limpiaban la suciedad hasta que estuviera completamente limpia. Más que limpiarla, era como si lo devoraban lento, sin sonido alguno, que se llevaba a un abismo sin salida. Posó esa mano en su mejilla, con los dedos rozando la marca que aún tenía de la ajena, no dolía, más que nada lo tomaba como un recordatorio. Se produjo una sonrisa un poco más pronunciada, los recuerdos de una noche salvaje.

Tal vez ya no habría encuentros así, por lo menos en un futuro cercano que equivale a las horas siguientes, o posiblemente mañana. No le importaba, estaba bien estando así, platicando con ella, compartiendo momentos tranquilos juntos, solamente deseaba poder traer una botella de vino, unas copas, pan francés, unos cuantos aperitivos para que fuera un picnic formal.

Podía hacerlo pero… no, tal vez después, si era descubierto por ella, y si así fuera entonces, ¿Qué caso tendría ocultarlo? Pasó su mano hacia la rodilla en donde la dejó reposar por un momento. Tal vez en otro encuentro, sin mentiras, o mejor dicho, sin nada que ocultar. Para este punto solamente esperaba a las preguntas correctas, tal vez las haría, tal vez no pero, ¿Cómo había dicho? Tener una pizca de optimismo.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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“No me preocupo por el vestido.” Respondió como una bala, un tanto avergonzada de que Adam se hubiese dado cuenta de su titubeo. Normalmente era mejor escondiendo ese tipo de cosas, o por lo menos eso le gustaba creer, pero con ese hombre todo se iba por la ventana.

Hitori se hundió por completo en lo que estaba haciendo, otro pedazo de fruta en su boca mientras agarraba hijo y aguja. Había hecho los mismos movimientos ya miles de veces en pacientes, clientes regulares del bar cuando terminaban peleando o se pasaban de copas y terminaban haciéndose daño. En sus piernas, que todavía adornaban cicatrices de los cortes y pequeños puntos que había hecho ella misma.

¿Quedarían las marcas sobre todo su cuerpo? Seguro que sí, si no usaba su forma de raza para cerrarlas. No tenía absolutamente ninguna gana de hacerlo, iba a perder el control, estaba segura, y le preocupaba qué podía suceder entre ella y el vampiro. No, necesitaba espacio, necesitaba por un día tener el control de sus pensamientos, estar alerta. Tragó nuevamente con dificultad y una mueca incómoda.

Por un momento su lado súcubo le recordó que simplemente podía alimentarse de alguien más, cualquier persona, perder el control y drenar a algún pobre imbécil. No le costaría demasiado, la adrenalina corría por las venas de todo el mundo, el instinto de matar o morir era extremadamente propicio para encuentros sexuales intensos.

Tan ausente estaba, clavando la aguja sobre su piel sin problemas, sin indicios de dolor, que sin darse cuenta había llenado su alrededor de feromonas. -Ay, mierda.- Ahora sí no habría caso, la próxima vez que tomara su forma súcubo alguien iba a salir lastimado. -Mierda, mierda.-

Agradeció que se había separado lo suficiente de Adam como para que su influencia no llegase a él, le ordenó a su cuerpo que se controlara y suspiró pesadamente. Había escapado de su diálogo interno justo a tiempo para escuchar las preguntas.

Cortó el hilo con una pequeña tijerita y comenzó a cerrar su brazo derecho, era bastante más difícil considerando que era diestra. Tuvo que ajustar su posición un poco, perturbando las feromonas que había tirado en el aire, tan sólo esperó que no hubiese sido suficiente como para que algo llegase al vampiro.

“Invierno.” Murmuró sin tener que pensarlo dos veces. “Me gusta la lluvia y la nieve.” Explicó, en realidad no tenía más que eso para justificar su respuesta, el polen le hacía estornudar y no era una fanática del otoño como muchas de sus compañeras de trabajo.

Un punto, luego otro, pasaba al siguiente rasguño diligentemente sin problemas, sin dolor aunque estaba usando la aguja equivocada y generaba mucho más daño de lo normal como resultado. “Mi flor favorita es el cardo.” Respondió con una sonrisa ladina. No entendía la fascinación con las flores, algunas eran lindas, sí, pero morían rápido, tan sólo arrancarlas era una sentencia de muerte.

Aquella flor horrorosa, que no olía a nada, que crecía en cualquier parte y se defendía de manos enamoradas siempre había sido su preferida. Quizás era una de las preferencias que más delataba su origen, era la flor nacional de Escocia por una razón que le encantaba. “‘Cuz ya can’t sit on it.*” Explicó con esa misma sonrisa juguetona en su mejor acento escocés exagerado, aunque no se alejaba demasiado del propio.

No levantó su mirada de las heridas, terminando con sus brazos. Habían nuevos hilillos de sangre, nada demasiado preocupante, los limpió con la misma gasa y suero fisiológico, usándolos de manera extremadamente conservadora.

Seguían sus piernas. Con una mano recogió el vestido hacia arriba, estirando sus piernas frente a ella, su cabello se desparramaba por todas partes. Subió hasta la mitad del muslo y sintió aquella misma sensación en su estómago. -Pero ¿Qué mierda?- No. Eso sí que no iba a permitir. Estaba demasiado vieja para empezar a avergonzarse por su cuerpo. ¿Qué carajos le pasaba? Terminó de molestarse por completo con eso.

Frunció el ceño y terminó de descubrir los rasguños, haciendo la tela a un lado en un gesto irritado. También juntó su cabello y lo lanzó hacia su espalda con la misma molestia, intentando atajarlo detrás de sus orejas. “¿Por qué te molestaste haciendo esto, de todos modos?” Preguntó sin pensarlo, la exasperación tiñendo su voz sin permiso. Deshizo las vendas en sus piernas y dejó los pedazos de camisa a un lado, limpiando con la misma meticulosidad sin cuidado de hacer daño.

“¿Siempre tratas a tus… Acompañantes como me has tratado a mi?” Tampoco pensó en esa pregunta antes de hacerla, peleaba con mantener su pelo fuera de su camino sin lograrlo. Sonaba más a una acusación que pregunta, de algún modo, entre su tono y la actitud molesta que demostraba. ¿Le importaba saberlo? Quizás un poco, había habido algún tipo de cambio en Adam y no sabía cómo reconocerlo, cómo explicarlo ni darle nombre. Creía que la respuesta sería no.

Mordió la fruta nuevamente, habían pasado varios minutos y tan sólo había logrado tres mordiscos, algo normal en ella, pero extraño para cualquier humano normal. Claramente se había excedido en el pedazo que mordió, era de tamaño normal para una persona, pero la molestia que no podía explicar no daba cabida para cuidarse de una fruta.
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Anotaba mentalmente sus respuestas mientras observaba como esas manos profesionales hacían su trabajo. Experiencia ganada por su trabajo, ¿A cuantos había atendido con esas hermosas y delicadas manos? Pensaba que por lo menos cientos de pacientes, en ese trabajo no había descanso, lo había visto, tal vez hasta experimentado en otra época. Respiró profundamente, y tan astuto como un zorro se acercaba, centímetro por centímetro, la paciencia para él era un don, no importaba cuánto tiempo tomará, iba a llegar a ella.

Notó un cambio en el ambiente, por un momento, tan fugaz como una estrella cayendo, la sensación, si, podía recordarla. Tragó un poco de saliva, relamiendo sus labios lentamente, concentrado, paciencia, tranquilidad. Tan sólo por cerrar su mente a los temas que tenía en el momento se contuvo. Tal vez pasar mucho tiempo con diferentes parejas en tan poco corto periodo de tiempo en toda su vida había provocado que fuera más susceptible ante las drogas y afrodisíacos que activaban su libido. La buena noticia es que no fue demasiado como para descontrolar, ni siquiera para tener deseo, pero sabía que era peligroso acercarse a ella, ¿Lo haría de todas maneras? Claro que si.

-Invierno, una época interesante, el clima imperdonable junto con las festividades familiares, de amor y de regalo- susurró, como si fuera solamente una nota aparte, más información de lo que se notaba. Lluvia y nieve, una combinación peculiar. Respiró profundamente, pensó por un momento antes de solamente mover sus hombros, trivial, pero útil llegado al caso. ante la segunda pregunta le pareció un tanto interesante, esa sonrisa, esa pronunciación, claro, una flor que no dejaba tocarse, que no atraía a nadie y quienes le fascinaban lo extraño e inusual, acababan heridos por el mecanismo de defensa que tenían, ¿Se identificaba con ellas? No podía dudarlo, pasando sus dedos de nuevo en esa herida.

-Interesante- dijo, tan sólo un comentario que dejó que el aire se lo llevara, no le sorprendía mucho, pero eso no quitaba que fuera una respuesta interesante. Sus ojos se movían por el cuerpo ajeno, como limpiaba la sangre después de terminar con los brazos, y esa falda que se levantaba, sus ojos recorrían junto con las manos ajenas, para este punto ya estaba a un metro y medio de ella. Tal vez hacía un poco de trampa dejando que sus sombras lo desplazaran con lentitud, ocultas por sus ropas y por el barro. Con una sonrisa puesta en el rostro, sin hacer sonido alguno.

Notó un poco de duda en la ajena, aquel vestido no se había acabado de terminar de subir, solamente eran sus muslos,¿no? Ya los había visto varias ocasiones, los había tocado y mordido, probado su piel y su sangre, pero aún así, le parecía interesante aquellas pequeñas reacciones que no acababa de comprender. Ladeó la cabeza ligeramente cuando terminó de descubrir su pierna y como se dedicaba a limpiar y suturar con un gesto de irritación, ¿Será por su culpa? ¿O por algo en el interior de la cabeza de la mujer? optaría por el momento la segunda.

-No es molestia, es un placer hacer esto. Quería pasar con usted más tiempo, reconocer lo que ando sintiendo, aún no he llegado a una respuesta a esa cuestión- Le respondió, contrario a ella, calmado con una pizca de alegría y comodidad, en su rostro se podía notar eso, el disfrutar de la compañía de Hitori, en esa sonrisa, en esa mirada que pasaba de las heridas en su cuerpo al rostro ajeno.

-A la segunda pregunta, no, no los trato así, por lo menos no con la atención como usted la ha recibido- De manera honesta sus palabras eran cubiertas por esto -Acompañantes que no me han llamado la atención como usted, que son más planos, recibían la atención que solamente necesitaban para llenar sus egos y sentirse importantes- siguió hablando, mirando hacia un lado, hacía un árbol cercano y después hacia la tierra en la cual estaban ellos -Nunca recibían más atención que esa, pero usted… es diferente, más divertida, más honesta, bella, interesante, violenta- tocó su mejilla una vez más antes de cerrar sus ojos -provocadora… como también, por lo menos a mí, me ha mostrado su lado vulnerable, algo que realmente no hacen hasta ya entrada la tercera o cuarta semana- remarcó un poco, con un tono travieso, pero que era verdad lo que decía y se notaba que lo apreciaba mucho más que cualquier otra cosa -Me encanta, lo digo en serio-

-Ahora me toca- dijo, mirando hacia el cielo y después regresando su mirada hacia ella, ahora estaba a un metro quince -¿Por que se molesto en regresar? Podía haberme dejado plantado, no me hubiera molestado, en lugar de eso la hubiera esperado ahí sin importar cuanto tiempo pasara- Le dijo, con una pequeña sonrisa, realmente curioso de la respuesta ajena. Sus ojos grisáceos se posaban en ella, en su rostro, en los ojos los cuales ignoraban su existencia por la concentración profesional que ella tenía, no negaba que era un encanto, era una fascinación verla de esa manera.

-Y a la segunda pregunta ¿Cuáles son sus géneros musicales preferidos?- Otra pregunta más, más trivial, pero interesante, había leído que en base a los géneros musicales se podía saber la personalidad de una persona. Se burlaba de esos artículos, sabiendo que la mente humana era mucho más compleja por eso, pero… no podía negar que la música tenía un efecto en la actitud de los seres mortales, él pudo experimentarlo en la sala de música, esa sensación de euforia que deseaba sentirlo una vez más. Tal vez no pronto se podía hacer pero, presentía que iba a suceder.
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Hitori frunció el ceño nuevamente al escuchar la respuesta. No tenía sentido, si recordaba lo que había dicho la noche anterior. Dejó el pedazo de fruta en una mejilla para poder responderle sin problema. “Eso es mentira, dijiste ayer que después de nuestro primer encuentro no estabas confundido. Fue ahí que hiciste el vestido.” Molesta, un poco más aún, cuando la respuesta a su pregunta no había tenido sentido.

No desquitó su enojo con su propio cuerpo, sus manos nunca le permitirían hacer eso mientras trataba heridas. Cerraba corte por corte, volvió a trabajar en el pedazo de fruta que le daba problemas mientras escuchaba la respuesta a la segunda pregunta.

Como había esperado, la respuesta era negativa. Hizo una mueca de rechazo que creyó esconder entre su molesto cabello ante el extraño elogio. No le gustaba cómo hablaba de ella, no, en absoluto, sentía peligro. Y esa sensación de ligereza en su estómago, un poco más marcada esa vez, difícil de ignorar. -Mierda.- Más peligro.

Resopló ante la mención de su vulnerabilidad, mordió la fruta con tanta fuerza que pasó a llevar su mejilla. Quiso responder con algo amenazante pero no pudo pensar en nada, se limitó a tirar dagas por sus ojos, apuntando todavía a sus piernas, no levantaría la cabeza.

Pasó a la segunda pierna, había tenido que reacomodarse un par de veces para llegar a todos los tajos. Decidió comenzar el laborioso proceso de tragar un pedazo de comida normal en el momento más inoportuno. “Me encanta, lo digo en serio.” En medio de su misma mueca de incomodidad mientras tragaba, sintió una mezcla de angustia que le tomó por el cuello, sorpresa y de nuevo la sensación molesta en su estómago.

El pedazo de fruta se quedó atascado en su garganta, estático. Hitori tuvo que toser un par de veces, un golpecito en el pecho que intentó disimular, para finalmente poder tragar. Le sucedía bastante, estaba acostumbrada, pero aquello había sido más en reacción a esas palabras que otra cosa.

Siguió con las suturas como si no hubiese sucedido nada, preparándose para las preguntas, para no reaccionar como lo había hecho hace algunas horas. No eran complicadas, nada que le pudiese espantar, por lo menos por ahora.

“Por esa misma razón.” Respondió, cortando una sutura con la tijerita. “Sé que te hubieses quedado afuera. Que quizás si te hubieses aburrido de esperar me hubieses encontrado, claramente tienes una manera de hacerlo.” Reprochó, todavía ofendida por cómo había aparecido detrás de ella sin anunciarse.

“Claramente no me vas a dejar en paz hasta que decidas qué es lo que quieres de mi.” Volvió a lanzar su cabello sobre su hombro, demasiado concentrada en lo que estaba haciendo como para que se le ocurriera que tenía pedazos de tela con que podía simplemente amarrarlo. “Así que ¿Por qué estirarlo?” Sonaba fría, omitió por completo el hecho de que ella tampoco descansaría tranquila. Que lo tenía pegado en la cabeza, en sus sueños y pesadillas, en su cuerpo, en sus venas, y simplemente no sería capaz de sacarlo de ahí. Por lo menos no hasta que supiera de qué iba eso. O eso quería pensar, que había una vuelta atrás.

Sintió la amenaza del recuerdo de una pesadilla, de pronto se dio cuenta de que tenía menos luz para trabajar, que la noche ya venía. Cerró los ojos con fuerza por un momento, apretando uno de los cortes entre sus dedos, empujando de vuelta contra el pánico. Abrió los ojos y suspiró profundamente antes de volver a trabajar. Un poco más de angustia, pero aguantó.

Volvió a lo suyo, la expresión de concentración reemplazó la de ligero pánico, pensó en la segunda pregunta en vez de cualquier otra cosa. “Rock, definitivamente.” Asintió con la cabeza mientras tiraba del hilo y aguja, poco a poco cerrando uno de los cortes más profundos. “Y todos sus derivados. Metal, punk, grunge, alternativo, lo que se te ocurra.” Volvió a recoger parte de su cabello detrás de sus orejas. “Aunque en realidad no le hago asco a casi ningún género, me encanta la música en casi todas sus formas.” Concedió, su tono más calmado ahora que hablaba de otra cosa aunque se demostraba tenso por la angustia que crecía con cada centímetro de sol que se recogía en el horizonte.

“¿Cuando te vas a aburrir de tratarme de usted?” Era más una pregunta retórica que masculló entre dientes, clavando la aguja en su piel sin cuidado. Intentaba ignorar tanto sus pensamientos que para preguntar se asomaba y recogía uno al azar.

“¿Qué te pasó sentado frente a ese piano?” Mordió su labio inferior, tirando nuevamente para seguir cerrando aquel corte. “En un momento estabas bien, tranquilo, y de pronto… No sé ni cómo preguntar esto.” Entrecerró los ojos todavía con el ceño fruncido, intentando encontrar las palabras para describir lo que había sentido. “Como si hubieses dejado a un lado tu fachada de caballero cuidadoso por alguna razón que creo no tiene nada que ver conmigo.” Se encogió de hombros con un pequeño suspiro. No podía explicarlo mejor que eso.

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Levantó una ceja ante la respuesta instantánea de la ajena, acusándolo de mentiroso -Creo que fue un malentendido entonces, en el primer encuentro creí saber lo que quería, pero en el segundo… bueno, aún sigo sin saber dónde estoy parado, el vestido era un regalo para ganar su confianza, la manipulación es un arte cuando se trata de estar con personas de la alta sociedad… El significado cambió para nuestro segundo encuentro, ahora es un regalo por el simple y vago hecho de que quería darselo, nada más, nada menos- Con total sinceridad respondió las palabras ajenas, dejando así un pequeño suspiro antes de continuar con su segunda respuesta.

En la mirada, en sus reacciones, lo notaba por completo el disgusto ante los elogios que daba, su teoría parecía confirmarse, alguien debió de haberla herido a tal grado en que la dejó completamente dañada, fracturada, fragmentada en miles de piezas las cuales apenas y sabían como juntarse, y en un intento de recuperarse fueron pegadas a la fuerza, haciendo que las pinturas de picasso fueran una broma a comparación. Era algo triste realmente, pero no sintió eso el moreno, parecía estar más intrigado con eso.

-Con cuidado señorita Hitori, no trague cuando este molesta, recuerde masticar cuarenta veces antes de tragar- dijo con una pequeña sonrisa, acercándose ahora un poco, sin sombras en este momento, más por el hecho de que ya iba a entrar a su rango de visión. Tan sólo arrastrándose lentamente mientras que ella hablaba, ocultando el poco ruido que hacía con la voz ajena. Ya estaba a un metro de ella. Las manos ajenas, entrenadas, ni siquiera se inmutaban ni interrumpían su labor mientras que ella hablaba.

-Bueno, en eso tiene razón, pero algo que aprendí de la otra vez es no sorprenderla, por lo que realmente me hubiese quedado ahí, por horas y horas, sin aburrirme- le dijo con una sonrisa, honesto, estaba dispuesto a dedicarle todo el tiempo del mundo, a estar tranquilo esperando en aquel árbol con la esperanza de que ella regresara. Si, ella era tan interesante y había atrapado la mente del vampiro que hubiera esperado si eso significaba que ella estuviera de vuelta. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? No le importaba realmente, el tiempo era irrelevante.

Notó el pánico en el rostro ajeno, observó alrededor, si, la noche estaba llegando, cerró sus ojos por un momento, concentrándose, la flama de la antorcha no había cambiado de intensidad, pero extrañamente, las sombras que amenazaban alrededor se comenzaban a retirar, más y más, lentamente, apenas de manera perceptiva, pero con el tiempo se iban a quedar lejos de ella. No iba a dejar que su fobia le fuera a afectar, y aunque eso abriera paso a más cuestiones, él simplemente no dejaba que las tinieblas se acercaran ni un centímetro más a ella, lo contrario, las alejaba como si fuera simplemente una peste.

La respuesta del género de música le dio en que pensar, y sin tardarse cinco segundos asintió con la cabeza, si, así era ella, intensa, violenta, como todos los elogios que le había dicho quedaban a la perfección con ella. -Ya veo- le dijo, desviando su mirada hacia el suelo, moviéndose un poco más cerca de ella esta vez, tan sólo unos cuantos centímetros para pasar la marca del metro.

Interesado en la primera pregunta iba a responder, pero se esperó a que la segunda pregunta fuera disparada, lo entendía perfectamente, un cambio de velocidad así de drástico sacaba a cualquiera de sus casillas. Pensó, dejando que sus ideas se acomodaran para darle una respuesta satisfactoria.

-Nunca me voy a aburrir de tratarla de esa manera, a mis ojos es una dama sin importar lo que usted o los demás digan- dijo, sincero en sus palabras bañadas de miel, con dulzura, estaba cada vez más cerca de ella, llegando a la marca de los ochenta centímetros antes de detenerse por completo, observando su expresión antes de abrir su boca para dar la siguiente respuesta.

-Fue… un estado de euforia que nunca había sentido, sabe…- observó a un lado, dejando salir un suspiro antes de continuar -varias personas me tachan de sociópata, no entiendo para nada los sentimientos, pero soy un profesional en ponerme máscaras y mostrarles a los demás esa faceta que quieren observar. Intriga, tristeza, dolor, alegría, aunque claro, ninguno de esos sentimientos tenían algún significado para mí más allá de lo que dictaban los libros de psicología- Cerró sus ojos, sonriendo un poco -pero ese día en el piano, pude sentir algo, surgiendo en mi interior, pasando a mis dedos, tocar la música llena de emoción como los mejores músicos, “Dejar tu alma en las notas” decían- se emocionó un poco con el tema antes calmarse nuevamente, ladeando un poco la cabeza -Creo que mi primera reacción ante eso fue compartirla de cualquier manera, y lo primero que hizo mi cuerpo fue demostrar un deseo sexual intenso, lo había logrado, después de todo este tiempo, sentir como lo hacían mis hermanos- Con la sonrisa sincera en su rostro se giró a verla, sus ojos grisáceos posando en el cuerpo ajeno -Ese fue el punto donde todo el significado, todos los planes que tenía cambiaron en un giro inesperado, con usted logre algo que no había podido hacer con ningún otro- Sinceridad, gratitud, era lo que pintaban esas palabras.

Respiró profundamente, calmándose por un momento, cerrando sus ojos, ya le tocaba, de nuevo. Tragó un poco de saliva, entreabriendo sus ojos para verla una vez más, ¿Ahora que podía preguntar? no tenía mucha idea por el momento y tan sólo observó al cielo que se andaba oscureciendo, teniendo una idea, no sabía si era buena, pero era una idea.

-¿Qué tipo de dulce le gusta?- otra pregunta trivial, que no le importaba dispararlas, no eran algo más allá de cosas que deposita en su biblioteca mental para que en momento apropiado podría… sorprenderla no, sino darle como un regalo. Abrió sus labios para disparar su segunda pregunta -¿Cuál es su mayor deseo? no en este momento, sino cuando estaba en el otro mundo- especificó, sabiendo que ella podía darle una vuelta sin problema a la pregunta y ahí, solamente esperaba expectante a sus respuestas.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Sí, tenía sentido, por lo menos un poco, un hombre como él no parecía simplemente hacer cosas porque sí. El vestido efectivamente había sido un intento de manipulación, en realidad decía más cosas de lo que ella creía. Ladeó la cabeza ligeramente ante el resto de la respuesta a su acusación. No entendía, ¿Por qué dárselo de todos modos si ya no quería intentar manipularla?

Hitori suspiró, no había caso, no podía entenderlo y al parecer él tampoco. Más puntos, más nudos, más cortes del hilo. Quiso aventarle algo cuando se burló de ella, pero no tenía nada a mano y no quería mirarlo. “Cin cididi siñiriti Hitiri.” Refunfuñó entre dientes, rebotando su cabeza de un lado a otro antes de darse cuenta que lo había dicho en voz alta. “Uh-” Aclaró su garganta y agachó más la cabeza, escondiendo un ligero rubor de vergüenza. Claramente era incapaz de controlar cualquier cosa cuando se trataba de él, aquello no le gustaba en absoluto.

“Eso lo sé. Quizás deberías respetarte un poco más, si una chica no te busca claramente no está interesada.” Murmuró con la misma molestia, más empujones a su cabello, iba en aumento de a poco. Todavía le quedaba bastante trabajo en aquella pierna, no quería ni pensar en cómo iba a lograr tratar lo que tenía en sus nalgas, menos frente a Adam.

Menos cuando todo se oscurecía de a poco. Cada segundo un poco más, aunque por alguna razón parecía oscurecerse más lento. No lo pensó demasiado, tan solo agradeció que su terror podía aplazarse por lo menos un poco.

“Eres más terco de lo que creí, entonces.” Comentó con desdén ante la respuesta a su primera pregunta. Le irritaba que lo hiciera, que la tratara de esa manera, de la misma forma en que le molestaba el vestido y las palabras amables y el tono en que las decía y las caricias y los besos y- Suspiró nuevamente, volviendo a enfocarse en la herida que estaba cerrando.

Era casi un arte realmente, a muchísima gente después de mucho tiempo le aburrían las suturas, pero ella lo encontraba extremadamente relajante. Era algo que podía controlar, algo que siempre era lo mismo, nunca le tomaba por sorpresa, podía hacerlo una y otra vez y nunca sería distinto. Se perdía totalmente, como solía hacerlo en pensamientos que le aterraban, en pesadillas, pero era simplemente un silencio mental que no le torturaba. Lo más cerca que podía estar su cabeza a algo estable.

Claramente estaba demasiado concentrada en eso, en no posar sus ojos en Adam, en no dejar que sus palabras le afectaran, que no notó en absoluto que el vampiro se acercaba poco a poco.

Lo que le importaba era la respuesta a su segunda pregunta, por lo que guardó silencio y hasta detuvo sus manos. Simplemente observó sus dedos mientras Adam hablaba. La primera parte no encajaba en su cabeza, aunque seguro hubiese preferido aquello.

Un sociópata no le aproblemaba en absoluto, mientras los sentimientos que mostrara no fuesen reales jugaría cualquier juego que quisiera. Máscaras, sí, eso le hizo sentido. Pero ¿Qué había detrás? ¿Tan sólo un sociópata avaricioso? No. Había más a esa respuesta. Siguió escuchando, presionando los dedos de una mano contra la otra ausentemente.

Peligro. Muchísimo peligro. Más del que podría haberse imaginado. ¿Un sociópata que de la noche a la mañana había sentido por primera vez? Recordó la noche anterior, la euforia que no podía entender, lo que había pasado le hizo un poco más de sentido. Escuchó la gratitud, Adam no estaba mintiendo ni manipulando en ese momento, aunque Hitori deseó que hubiese sido así.

Sintió que su pecho se apretaba con fuerza, le costaba respirar. No, nadie podía pensar eso de ella, Adam no podía empezar a pensar que con ella tendría cualquier tipo de final feliz. No, ella no era la indicada para enseñarle a nadie sobre sentimientos. Llevó una mano a su pecho y se inclinó ligeramente hacia adelante, jadeando para pelear con la ansiedad que apretaban su pecho. Escuchó las preguntas, pero no podía concentrarse en ellas.

“Y-Yo no tengo n-nada que ver.” Murmuró, negando con la cabeza, apoyando una mano en el piso a su lado. “Fuiste tú y el p-piano.” Aseguró con nada más que pánico en su voz mientras negaba más con la cabeza. “No te confundas, yo no hice nada, yo sólo estaba ahí como un espectador.” Logró calmarse a sí misma un poco con sus propias palabras. Intentó respirar más profundo, llevando sus manos de vuelta a la aguja, había sido un error soltarla.

Temblaron un poco, sólo hasta que la aguja se acercó a su piel, luego todo desapareció de sus extremidades como si nunca hubiese estado ahí. Todavía le costaba un poco respirar, pero en un par de puntos se había acercado de vuelta a la paz que sentía cuando hacía su trabajo.

“Caramelos duros de menta.”
Murmuró después de varios segundos mientras se recomponía. “O chupetines.” La razón era fácil, si los mantenía en su boca no tenía que tragar, se disolvían solos y no había peligro de atorarse. Además, los podía compartir sin problema. Siempre llevaba bastantes en sus bolsillos en cada turno, era una buena manera de mantener por lo menos un poco de energía en forma de azúcar cuando no tenía tiempo ni capacidad de comer.

No tuvo que pensar demasiado en la respuesta a la segunda pregunta. Era fácil de responder. Lo difícil era ser honesta con ello, demostrar más de la vulnerabilidad que Adam había reconocido a pesar de que Hitori no había querido mostrarla. “Es-” Comenzó, pero se detuvo, pensando en si debía pasar aquello.

“Pa-” No, no era algo demasiado importante de revelar, tan sólo patético, algo que le haría sentir pequeña. Suspiró pesadamente una vez más, recogiendo su cabello detrás de su oreja en un gesto nervioso, no exasperado como había estado haciendo. “Tener una vida normal.” Murmuró mientras exhalaba. “Con un día me conformaría.” No quería seguir contestando, quería dejar ahí, pero por alguna razón no pudo contener su lengua.

“Poder respirar tranquila, sentarme en un lugar silencioso sin querer ponerme a chillar. Poder apreciar lo lindo que es un atardecer sin sentir que mi propia angustia me toma del cuello. Poder dormir sola en mi departamento con la luz apagada. No tener que mentir cuando mis padres me preguntan dónde estoy y si estoy bien. Dejar de preocupar a todo el mundo a mi alrededor.”

Había comenzado en un murmullo que poco a poco se había apagado en un susurro, cada vez más pequeña. No supo en qué momento, pero al terminar había una lágrima sobre su pierna. La limpió con un pulgar y cortó el hilo del último grupo de suturas que necesitaban sus piernas. Parecía una muñeca de trapo remendada.

Dejó la aguja en el botiquín y llevó sus rodillas a su pecho, abrazándolas con sus brazos. “¿Dónde vamos desde aquí?” Preguntó, volviendo a sentirse perdida, había abierto la puerta a su vulnerabilidad y ahora no podía cerrarla. La molestia había desaparecido, sólo quedaba el pánico que le generaba, más que antes, la situación en que se encontraba.

“¿No entiendes que, lo que sea que quieras, no puedo ofrecer?” Claramente Adam ya no pretendía usarla como había sentido en su primer encuentro. Algo había cambiado, aunque ninguno de ambos supiera qué era. Todos los caminos que se extendían frente a ella terminaban en la misma pesadilla.
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Una pequeña risa oculta por su mano cuando escuchó aquella burla de la chica, si, brutalmente honesta, hasta no le daba miedo burlarse, más que nada aquel rubor de vergüenza que teñía sus mejilla, mejor no decía nada, en lugar de eso se quedó en silencio. Escuchando las palabras ajenas con cuidado, asintiendo un poco con la cabeza.

Era terco, completamente, nunca se rendiría hasta encontrar lo que buscaba, de conseguirlo y poder manejarlo, manipularlo y tener total control de eso, pero en ese momento, con ella, era diferente, era más encontrar el significado de sus sentimientos, no tenía objetivo más que ello, como si estuviera navegando sin rumbo, no sabía qué era lo que iba a conseguir al final del encuentro, y claramente las dudas en su mente dominaban más que las respuestas. Dejó salir con un pequeño suspiro ante ese pensamiento, las incógnitas aún flotaban sobre su cabeza y parecía que no tendría cerca la respuesta que deseaba.

Pánico, bastante, negación presentaba su compañera cuando acabó su segunda respuesta. Le dedicaba una sonrisa, estaba preparado para hacer cosas mientras que lentamente se acercaba, un avance inevitable, ahora solamente estaba a medio metro de ella, un poco más para estar con ella por completo, esperaba que eso no se la diera por sorpresa, ¿No se daba cuenta que su voz estaba más y más cerca de ella? Se preguntó en su foro interno.

La escuchaba con atención, ante la primera pregunta, era un dulce corriente, pero no le sorprendía mucho, pensaba en que iba a elegir algún chocolate o dulce caro, de marca, pero esa idea se deshizo completamente cuando recordó el estado socioeconómico en la que estaba. Un pequeño olvido, deslice de su mente el cual en su interior sintió vergüenza por haberlo hecho. Tenía que mantenerse con una buena mentalidad, tenía ahí en su biblioteca mental lo que necesitaba, pero con ella… Negó ligeramente con la cabeza, el caos lo dominaba a veces, y esto sólo pasaba cuando estaba con Hitori, parecía que era un hechizo que ella le lanzó y él no podía descifrar, o acaso… ¿Fue algo que se infligió de manera inconsciente? Dada las circunstancias y las palabras ajenas, si, era el segundo. Una herida autoinfligida que provocó una cicatriz en su mente racional.

A la segunda respuesta, curiosa era su respuesta -Es un deseo humilde… pero, comprensible- dijo en un susurro, asintiendo con la cabeza -más que un deseo, es una meta, ¿no lo cree? Se podrá realizar- extendió su mano al frente, como si estuviera ahí la respuesta antes de cerrarla en un puño, si, era algo intangible, pero parecía ser un experto en ello, en controlar lo que no se veía, en manejar los hilos invisibles de los conceptos abstractos, de tener posesión y poder hacer lo que quiera con ellos con su propia voluntad.

Escuchó su pregunta, ahora estaba a quince centímetros de ella, no ocultaba ya su cercanía, su mirada notó de nuevo aquella posición fetal, una de protección. No dijo nada al respecto, solamente escuchaba la segunda pregunta, si iba a ser algo tenía que hacerlo ahora, por lo menos eso pensaba, ¿Estaba siendo dirigido por un pensamiento racional? ¿O por un pensamiento emocional? Para este punto, era una pelea que se libraba en su cabeza, pero no lo demostraba, los conflictos internos usualmente no los demostraba… usualmente.

-A donde el destino desee llevarnos señorita Hitori- le contestó, ahora que estaba más cerca de ella, ya podía susurrar de nuevo. Lo hacía porque sentía que era más personal, que sus palabras solamente llegaban a sus oídos y nadie más podía escuchar las dulces y caballerosas palabras que le dedicaba. Si, su voz era enviada por privado, y no necesitaba nada más que eso.

Se acercó lo suficiente a su lado para estar en contacto con las feromonas, ese veneno que ella dejaba salir, pero esta vez no iba a dejar que lo afectara. Anteriormente porque decidió afectarse por ello, pero ahora, con el poder que tenía, no iba a dejar que por el momento le afectarán. Extendió una mano hacia ella -Hitori- la llamó para que girara su rostro mientras que con gentileza posaba su mano en su mejilla, y con ese mismo trato giró el rostro ajeno hacia él, y sin decir otra cosa le dio un beso, uno que no sabía que transmitía, pero se sentía ligero, sincero, cariñoso.

-No tiene que ofrecerme nada, ¿No lo ha entendido?- susurró, apoyando su frente con la ajena, dejando que su nariz roce con la ajena, con una pequeña sonrisa en su rostro -solamente deseo estar con usted, a su lado, con usted puedo sentir lo que nunca antes había sentido, no fue el piano, ni tampoco yo, ha habido espectadores como usted anteriormente, pero nunca había sentido eso- susurros más personales, más bajos. Cerró sus ojos mientras que sus dedos acariciaban la mejilla ajena y de nuevo le dejó un beso, no podía quitarse aquella pequeña ansiedad en sus labios. Estar junto a ella de esa manera, darle incontables besos que no era nada más que expresar los sentimientos que aún no llegaba a comprender, si, esto era algo que deseaba.

-señorita Hitori, entiendo que le cause pánico, miedo, no se que haya sucedido en el pasado, ni qué es lo que causó que se comportara de esta manera- Aún sin separarse, apoyaba una mano en el suelo y la otra se separó de la mejilla ajena, pasando por su hombro, por el brazo con la sutura, aquellos puntos que con profesionalismo lo hizo, pasó hasta su mano, acariciando el dorso de esta -Le juro que yo no la voy a herir, por ni nombre que se me concedió- ¿Qué estaba haciendo? al parecer el pensamiento emocional había ganado al racional, que en esa guerra en este momento estaba consciente de lo que hacía y decía, pero no había límites, no su mente, no sus ideas, era solamente él hablando con sinceridad, pasando sus dedos cariñosos por la piel ajena, no con un deseo carnal, sino con una emoción que no terminaba de ser explicada. No estaba seguro de nada.

-Piensa que le haré daño ¿Cierto?- la primera pregunta salió, y dejó un beso en la punta de su nariz, era un momento de los dos solamente, nada y nadie podía interrumpirlo, ni las sombras, ni la noche, ni los sonidos del parque, ni nada que estuviera exterior a ellos, solamente esta inusual pareja y el sonido del fuego bailando en la antorcha -¿Podrá algún día confiar en mi?- la segunda pregunta, aún sin separarse de su rostro, solamente esperaba ahí, con ojos abiertos, mirada expectante y amable.
Adam ValentineAdam Valentine
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Hitori apoyó su frente contra sus rodillas, intentando recomponerse, hacer desaparecer esa sensación de de pronto ser demasiado pequeña. Ya sin más distracciones, escuchó la voz de Adam muchísimo más cerca de lo que le acomodaba. Gruñó en su interior mientras parte de ella se sentía un poco aliviada de que hubiese acortado la distancia que les había separado.

Negó ligeramente con la cabeza ante la idea de que su respuesta podía ser más que sólo un deseo, esa esperanza se había apagado hace demasiado tiempo. Lo había intentado, por todos los medios, mejorarse, estar mejor, volver a ser normal, pero todo había sido en vano. Después de varios años simplemente decidió que lo único que podía hacer era aprender a vivir consigo misma, encontrar maneras de sobrevivir sabiendo que nunca iba a mejorar.

Pudo sentir la respuesta a su primera pregunta contra su hombro y brazo. Adam se acercaba más y sin ningún respeto por la distancia que Hitori misma había puesto entre ellos. Escalofríos brotaron en su piel donde los susurros del vampiro le habían acariciado, la sensación molesta en su estómago le recordó que esa cercanía conllevaba muchas cosas.

Resopló en un sonido de fastidio ante la mención del destino. Había confiado en eso una vez, con todas sus fuerzas, y terminó por destrozarla por completo. Hitori se hacía su propio destino a punta de tozudez y fuerza bruta. Si Adam no quería hacerse cargo de lo que sucedería, si se decidía a “dejar todo fluir” como un hippie drogado entonces ella tendría que tomar las riendas y echarlo.

¿Por qué, entonces, levantó su cabeza cuando llamó su nombre? Malditos sus actos de autosabotaje, maldita la confusión que no le permitía actuar con claridad. Lo único que pudo hacer fue girar su cabeza, siguiendo la mano cuidadosa que se posaba sobre su mejilla. Evitó la mirada ajena, posando sus ojos en el árbol que se encontraba detrás de Adam. No se permitiría perderse en él nuevamente.

El aire se atoró en su garganta cuando sintió los labios de Adam sobre los suyos. Otro beso robado que le había tomado por sorpresa, que había sido depositado antes de que ella pudiese hacer o decir nada. Sintió completo pánico, quedando completamente helada al sentir el cariño con que había sido dado, a excepción de una pequeña calidez en su estómago y mejillas que simplemente no pudo evitar.

Cerró sus ojos con fuerza cuando notó que Adam no pretendía separarse, intentando por todos los medios dejarlo afuera. Apretó sus piernas más contra su pecho, deseando haber sido puercoespín para poder alejar al vampiro. Preguntaba si no había entendido ¿No estaba claro que no entendía absolutamente nada?

Sintió la frente y nariz contra las suyas, el calor en sus mejillas, pero no quería responder. Se quedó completamente quieta, tomando sus codos mientras abrazaba sus piernas. “Pero yo no estaba haciendo nada. Yo no-” Otro beso que le tomó por sorpresa, las mismas sensaciones, se obligaba a sorprenderse, a no acostumbrarse. No permitiría que su cerebro reaccionara como parte de ella quería, simplemente con una sonrisa, o una caricia, o cualquier cosa que demostrara que le gustaba ese trato, que quería devolverlo.

No, en vez esos mimos cariñosos que denotaban sentimientos que no habían estado ahí, que le recordaban que era humana y vulnerable, le generaban más pánico que otra cosa. Toda su vida había estado organizada para evitarlos, desaparecer para siempre antes de que cualquiera siquiera empezara a hacerse a la idea de tratarle de esa manera. Huía con la misma velocidad de la oscuridad y el silencio que de un hombre con intenciones románticas.

¿No había dejado en claro que no quería nada de eso? ¿Que prefería que la trataran como un juguete? Sí, lo había hecho, lo había dicho con todas las letras. No se percató de las señales mixtas que enviaba al quedarse, al dejar que se acercara, al responder las preguntas con honestidad.

“No entiendes, no tiene nada que ver con el pasado, yo me comporto así.” Respondió, completamente a la defensiva cuando Adam insinuó que Hitori fuese capaz de reaccionar a avances amorosos de cualquier otra manera. Habían mentiras en lo que dijo, pero intentaba empujarlo fuera sin importar qué.

Apartó su mano de la del vampiro, escondiéndola detrás de sus rodillas. “No necesito que me jures nada, estás armando algo en tu cabeza que sólo te va a hacer daño cuando te des cuenta-” Había hablado de más. ¿Por qué no podía detenerse? Con cada palabra cavaba su propia tumba un poco más profundo.

Intentaba apartar su cuerpo de las caricias, pero no movía su cara para alejarla de la ajena. Denotaba que quería alejarse, pero milímetro a milímetro y de manera imperceptible para absolutamente todo el mundo, se inclinaba hacia él. Había logrado no abrir sus ojos, pero un pequeño jadeo de sorpresa ante el beso en su nariz le indicó que no podía seguir a merced de los cariños que Adam entregaba sin permiso.

Hitori separó un poco su cabeza de la ajena, lo suficiente como para agacharla, posando sus ojos en la tierra entre ella y el vampiro, notando que aunque el sol seguía bajando la oscuridad a su alrededor no parecía más pronunciada. No sabía cómo responder esas preguntas. Exhaló pesadamente, llevando sus dedos a sus labios donde Adam había robado besos, un pequeño hormigueo todavía quedaba. Como si el cariño le quemara.

“Era sólo una posibilidad hace dos días. Ahora, no importa en cuántas maneras dé vuelta la situación, tengo la certeza de que esto termina de esa manera.” Murmuró, sus dedos pasaron de sus labios a su pecho donde en ese momento podía sentir a la pesadilla arrancando su corazón despiadadamente.

Claramente Adam no entendía que bastaba un paso en falso, un susurro de palabras equivocadas, para que Hitori perdiese la cabeza por completo. No entendía lo cerca que había estado de ese destino la noche anterior. Su cabello cayó alrededor de su cabeza, cubriendo su cara detrás de una tupida cortina azabache.

“No lo sé.” Murmuró, sintiendo nuevamente la angustia que aferraba su cuello de tan sólo pensar en lo que sucedería con ella si decidía confiar en Adam. “Pero si lo hago-” Su garganta se apretó hasta que ya no pudo respirar, el terror tiñendo sus palabras, pintaba un futuro horripilante con su tono. “No puedo.” Terminó, sacudiendo su cabeza mientras su mano libre se apoyaba en el suelo frente a ella, cerca del vampiro.

Sabía que le tocaba preguntar, pero no tenía distracciones, sólo pánico, ahogada en los recuerdos de las mil pesadillas en que Adam terminaba de quitarle lo que le quedaba de cordura. “Si realmente crees que yo soy la razón de haber sentido algo ¿Por qué querrías quedarte a mi lado?” Preguntó en un susurro, claramente completamente confundida mientras sus propias emociones le controlaban, si ella pudiese haber decidido no sentirlas lo hubiese hecho hace años. “No hacen más que estorbar.” Se refería a las emociones que la tenían en ese estado.

“¿Qué pretendes hacer ahora que te acercaste sin permiso?” Otra pregunta nacida del miedo y la inseguridad, la imposibilidad de simplemente aceptar cariño proveniente de alguien que no era familia, que no era simplemente un amigo. La única respuesta que recibiría bien era un toque lujurioso, tirando toda la caballerosidad por la ventana para poder olvidar que las últimas horas habían sucedido, pero estaba bastante segura de que eso no sucedería.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Esa vergüenza que manchaba el rostro ajeno de un ligero rojo,  del pánico que ella sentía, de la sorpresa que demostraba con tan simples mimos y besos fugaces, si, presentía que aún estaba confundida, que aunque le hiciera caso, aunque habría respondido a su llamado, que su rostro se mostró ante él, que no se alejó del rostro del moreno, que sus palabras se notaba aquel tono antes de ser interrumpida por los labios. Calidez que dejaba mostrar su mejilla, cómoda.

Palabras defensivas, había tocado una fibra sensible, sabía que estaba mintiendo, aquella alteración que ella tenía era suficiente para confirmar sus sospechas. Respiró profundamente, sus ojos en los ajenos, en cómo andaban cerrados, en aquella posición, en como la mano ajena se apartaba de la suya, pero aún así, la buscaba sin problema, con calma, con lentitud, dejaba su mano de nuevo pasar por el brazo ajeno, era un viaje en que su mano se había comprometido.

-Daño o no, eso se verá. Mi palabra nunca se ha roto señorita Hitori, eso se lo puedo asegurar- Claro, en su vida siempre ha tenido metas claras, objetivos concisos. Mentir no era algo que hacía como tampoco romper su palabra, y eso era que había pocas cosas en las cuales había puesto su palabra de por medio, era lo más sagrado para él, y lo decía con tanta seguridad y seriedad que a veces asustaba. Si, era su regalo para ella, uno de los cientos que pensaba otorgarle, no se iba a rendir, era demasiado terco para ello. La terquedad junto con la extrema avaricia era una combinación explosiva, desastrosa si no podía controlarlas. En este momento lo necesitaba más que cualquier otro, más que pasar por todos los obstáculos en toda su vida, mucho más cuando hizo aquel trato. Su mente emocional le decía que fuera con todo lo que tenía, que utilizara el arsenal preparado sólo en ella, las únicas reglas era no herirla de ninguna manera, no emocional, ni psicológica y tampoco físicamente. Maneras en las cuales solamente los libros mostraban, las películas, las canciones, cualquier medio de entretenimiento que se relacionaba con romance.

Escuchó la respuesta a la primera pregunta, y tan solo asintió con la cabeza suavemente antes de dejarle un beso en su sien, pequeño, calmado -Aunque diga que está segura de eso, yo no lo pienso de esa manera, tengo… ¿Cómo le dicen? Esperanza- le susurraba, un cierto comentario mientras que sus labios se acercaban a su oreja para entregarle aquel mensaje. Siguió con sus caricias, su mano aún no se separaba de la mejilla ajena, mientras que la otra aún buscaba la mano ajena

Estuvo un poco decepcionado por su respuesta a la segunda respuesta, pero lo entendía, alguien herida no podía sanar de la noche a la mañana. Dejó salir un suspiro antes que de nuevo mostrara su sonrisa, pequeña, cariñosa, alegre. Después del arduo viaje que tomó, con suavidad, con caballerosidad entrelazo sus dedos con los ajenos, ahí en el suelo, junto a ella.

Escuchó sus preguntas, con completa atención, pensaba en responderlas de inmediato, pero les dio un poco más de tiempo para que sus ideas se organizan bien, para que no hubiera conflictos después, en un futuro. Sus ojos se cerraron por un momento, solamente por un momento antes de abrirse de nuevo, viendo como su vista era ocultada por los cabellos azabaches de la ajena, que con una sonrisa dejaba un beso en estos.

-Porque para mi, no es un estorbo, es un avance- le susurró, posando ahora su mano en su barbilla para que levantara su rostro y lo pudiera observar cara a cara -Señorita Hitori, si estorbaran no estaría con usted en este momento, si fueran ignorados sería una historia completamente diferente- con bellos y gentiles susurros que salían de sus labios como si fuera un viento de primavera -Yo creo que realmente es la razón por la cual deseo saber más, deseo pasar más tiempo con usted, deseo probar sus labios, darle caricias y regalos. Que con el tiempo vaya descubriendo los sentimientos que tengo, aquellos que nunca se mostraron con nadie más desde el principio de mi vida- y con esto dicho junto su frente con la ajena, moviendo aquellos mechones de cabellos para que pudiera descubrir el hermoso rostro que era ocultado por los filamentos.

-Pretendo estar cerca de usted- de nuevo un susurro acompañado por un beso, gentil, cariñoso el cual era acompañado por caricias en su mejilla. No estaba equivocado, no tenía otras intenciones más que estar con ella, en darle pequeños besos, en darle mimos, en demostrar lo que sentía que aún no se podía formar en palabras, pero sí en acciones, si en que lo demostraba en su mirada, en la forma en la que besaba, no deseosa, no lujuriosa y lasciva, era una forma de demostrar su cariño. Era algo más profundo, más íntimo. Simplemente no podía controlarse con ella a su lado, tenía que estar cerca, tenía que agarrar su mano, besarla, abrazarla, acariciar su mejilla y sus cabellos.

-Guardo más secretos de los que se nota a primera vista Hitori, solamente tiene que hacer las preguntas correctas- le dijo de una manera juguetona, como si la estuviera retando, una parte de él deseaba decirlo todo, pero sabía que era más satisfactorio si ella lo preguntara, solamente era un pequeño incentivo. -Ahora es mi turno de preguntar- con un susurro beso la punta de la nariz ajena de nuevo, y un nuevo beso en su mejilla, presionaba sus labios contra la cálida piel, le gustaba aquella sensación.

-Si pudiera ir a alguna parte, cualquiera… ¿Dónde sería?- preguntó, algún día le cumpliría aquellos deseos, por lo mientras, eran guardados en un punto de su memoria, ahí para un posible futuro que él ya tenía contemplado. Abrió de labio sus dedos antes de su segunda pregunta, los cerró, solamente por un momento, pensando bien en lo que iba a decir, mirando la bala antes de ponerlo en el revólver y jalar del gatillo.

-¿Y cual es su platillo favorito?- por fin, después de unos segundos que parecían eternidad decidió hablar, con una sonrisa en su rostro, con una voz suave, pequeña, sólo para ella. Sin respeto al espacio personal, ella parecía no alejarse, eso era una buena señal, pero, ¿Por cuánto tiempo? No tenía idea. Solamente sabía que su cuerpo estaba tranquilo junto a ella si mantenía las caricias, que le daba ansiedad y deseo de demostrar… demostrar… eso...
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Las manos del vampiro la seguían, no le importaba que Hitori estuviese alejándose de ellas, que con sus movimientos dejaba claro que no quería más mimos. Poco a poco perdía la paciencia. Que le diera su palabra, que no le iba a hacer daño, que le asegurara cosas le valía madres. Ella tenía la certeza de que sucedería sin importar qué.

Otro beso en su sien, el mismo que había encendido la llama de su furia la noche anterior, sintió la adrenalina de su rabia reventar por sus venas. Había tenido suficiente vulnerabilidad, había dicho suficiente, seguido la corriente del jueguito amoroso hasta que se había cansado ya.

Hizo un sonido de desagrado ante la mención de tener esperanzas, en especial porque hablaba cerca de su oreja. Cerró la mano que se posaba en su pecho con fuerza, un ligero temblor delataba su cambio repentino de humor.

¿Qué había cambiado en un segundo? Demasiada vulnerabilidad había encendido un mecanismo de defensa que pretendía rescatarla por completo de esa situación. Sintió los dedos sobre su mano en el piso y tuvo ganas de arrancar el brazo completo.

El tono en que respondía sus preguntas le asqueaba, nuevamente todo el miedo que había tenido se transformó en rabia como alquimia, aunque no era puercoespín tenía otras maneras de alejar al resto si se lo proponía.

Se encontraba petrificada de rabia, sus ojos cerrados con fuerza mientras poco a poco sentía que la poca sangre que le quedaba en el cuerpo comenzaba a hervir. Las palabras del vampiro no hacían nada para aplacar su furia. Ya no podía soportar el ambiente íntimo, la puta sensación en su estómago, cómo tocaba su cabello y presionaba su frente contra ella como un adolescente hormonal.

Dejó que siguiera hablando estupideces, el beso como veneno en sus labios, palabras que sólo le generaban más rabia en reemplazo al pánico que era la emoción correcta. Nunca supo cómo manejarlas, se reemplazaban las unas a las otras sin permiso, transformándose dentro de ella a la menor provocación.

Poco a poco comenzaba a temblar de rabia mientras recibía esas palabras, esos mimos que definitivamente ya no soportaba, sentía que en cualquier momento comenzaba a echar humo por la cabeza. Mientras más hablaba Adam más se convencía la enfermera de que se estaba convenciendo a sí mismo de una fantasía con sus propias palabras.

Repentinamente y después de la última pregunta soltó la mano que tenía apresada, empujando la cara de Adam fuera de su espacio personal con la otra mientras se arrastraba para alejarse. Un movimiento absolutamente brusco, violento y lleno de furia. Alzó su mirada y abrió los ojos, clavándolos mientras tiraba dagas a los ajenos.

“¿Y si yo no quiero nada de eso?” Escupió, ya no jugaba el juego. “Ni tus caricias, ni tus regalos, ni tus cochinos sentimientos que a mí sí me estorban.” Cruzó sus brazos bajo sus pechos con la misma furia. “¿Si te digo que soy igual de interesada que todo el resto? ¿Que no me importa lo que sientas? ¿Que lo único que quiero de ti es un buen polvo y ya?”

Sus palabras cortaban el aire y chorreaban de ácido, no decía verdades, estaba intentando romper ese ambiente que tanto le aterraba. Su mente intentaba por todos los medios alejar al vampiro, quizás si hería su orgullo, si le hacía daño, lograría escapar de esas sensaciones que amenazaban con volverla loca. “¿Si no te quiero cerca si no es para alimentarme de ti? ¿Que prefiero a un sociópata violento en vez de un estúpido asolescente patético?”

Sí, quería pegarle donde le doliera, no estaba demasiado segura dónde podía ser por lo que daba golpe tras golpe donde se le ocurría. “¿Que nunca voy a ser tuya, que no vas a tenerme porque a mi no se me da la puta gana?” Alzó su barbilla, desafiante, su mirada absolutamente letal mientras blandía palabras que eran sólo mitad verdad y daba estocada tras estocada.

“¿Me vas a esperar como perrito faldero detrás de un árbol? ¿Te vas a arrastrar por el puto barro como un marica absolutamente repulsivo?” Sola había demostrado lo mucho que podía insultar sin cansarse, mientras más hablaba más cuerda se daba a sí misma, sin darse cuenta se había incorporado, su posición completamente desafiante mientras lo miraba hacia abajo de manera absolutamente cruel, quería que las palabras le dolieran, quería que se alejara de ella, que olvidara todo lo que había dicho.  

Era extremadamente fácil imaginársela como un gato absolutamente erizado y bufando, de hecho, el cabello en su nuca se había erizado, sus mejillas estaban absolutamente rojas al igual que el resto de su cara y hombros. Resoplaba entre respiraciones, gesticulaba violentamente con sus manos mientras escupía sus palabras con furia.

“Porque te aseguro que prefiero suicidarme un millón de veces antes de seguir escuchando tus putas estupideces. Menudo vampiro psicópata de mierda me encontré, que se derritió más rápido que con el sol. Y ahí estás como un mamón prometiéndome el cielo y la tierra como si yo te hubiese dado un sólo indicio de que me interesa tu puto mundo interior. Ni siquiera tuviste los huevos de terminar lo que empezaste ayer, a la mitad disculpándote como todo un huevón, hijo de puta, hace tiempo no tenía sexo tan jodidamente malo.

No quiero ni una mierda tuya, no me importa ni me interesa, arrástrate todo lo que quieras, me vale toneladas, hectáreas de verga tu puta revelación de que tienes sentimientos, con eso al psiquiatra porque lamentablemente se me acaban de acabar las madres que me importan tus lloriqueos.”


Sumaba y seguía sin tomar aire ni tener que pensar en su próximo insulto, era fácil ver detrás de las palabras cómo con cada insulto intentaba formar paredes para protegerse, que se daba cuerda a sí misma, ánimos para recomponerse y volver a esconder todo lo que se le había arrancado. Que lo único que quería era alejarse para estar a salvo de Adam.  

Siguió y seguiría insultando sin cansarse, sin pausa, sin descanso.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Y cuando terminó, recibió simplemente la palma de la mano ajena en su rostro, como se alejaba, ¿Acaso había provocado algo malo en ella? Se preguntaba, pero si, sentía algo arder en ella que ya no era aquella persona vulnerable, ahí estaba, en un segundo, como un giro de ciento ochenta grados a un tornillo. Eso era lo que le encantaba. Escuchaba cada pregunta ya no con intenciones de seguir jugando, no, sus palabras que deseaban darle al pecho, como si estuvieran dirigidas hacía él en algún punto débil.

¿Cómo respondería Adam en ese momento? La furia de una mujer era imparable, abrió sus labios por un momento, intentando responder, pero en lugar de eso, esa sonrisa desapareció de su rostro, se quedó inmóvil por un momento, como si de verdad estuviera muerto. Su corazón de pronto se detuvo, su respiración, escuchando más y más de ella, de aquellas palabras que daban golpes críticos, que pegaban en sus pensamientos.

Algo… tronó dentro de él, dándose cuenta, ¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Cazando a una mujer que podía no podía encontrar algo recíproco? Aparecieron más sentimientos que no podía comprender, pero estos no llenaban su corazón, su cabeza de buena manera, no, era otra cosa. Dejó salir un suspiro, mirando al cielo anochecido.

Sorprendía la verdad de cuanto podía decir la ajena, estaba tirando a matar de manera verbal, como si fuera una hechicera tirando cada uno de los hechizos que tenía, con una furia que se tocaba, que le cortaba. ¿Qué era eso? Se quedó pensando por un momento mientras la observaba, aquellos ojos que si se convertían en un arma juraba que podía morir por ello. No podía responder ante su ataque, no tenía mucho por donde hacer, ¿Qué respuesta era la que buscaba?

Observó la oscuridad a su alrededor, aún no había avanzado, miró su mano, si, tal vez, las llamas de aquella antorcha que bailaban. Pensó por un momento que la mejor manera de callar era apagando todo, que todo fuera oscuro, que aprendiera su lugar, que así no podía hablarle. Que el vampiro señor de las tinieblas no se quedará de brazos cruzados… entonces, ¿Por qué no tomaba acciones? Su mano no daba el comando a las sombras que esperaban de manera paciente. Claro que no, algo le impedía hacer eso.

La observó de nuevo, como estaba ahora levantada de aquel asiento. Crueldad en sus palabras, bastante crueldad, ¿acaso los humanos no sabían comportarse? En ese momento ella se convirtió en un demonio. Respiró profundamente, y se levantó mientras la escuchaba hablar más y más, sus manos en los bolsillos, sin saber cómo responder. Se había prometido no herirla de alguna manera, pero su orgullo lo empujaba más y más, a tomar riendas en esto, en desatar la furia que se concentraba en su cuerpo. Paciencia. Tranquilidad… no podía, su estómago se revolvía cuando pensaba en eso, ¿Por qué? Tal vez… algo dolía mucho más, esas palabras aunque eran mentiras, dolían. Sufría, algo que no sabía cómo expresarlo, ni en su rostro que estaba completamente serio, ni en esos ojos que observaban a la ajena, ni aquella actitud tan apacible.

¿Qué era lo que estaba pasando en su foro interno? Era un vampiro, estaba orgulloso en lo que era, nadie venía a decirle que es lo que tiene o no tiene, que es lo que consigue o no consigue, que es lo que puede obtener entre sus oscuras garras. La sombra que proyectaba deseaba torturarla, hacerla pasar una mala noche que no podía olvidar, que aprendiera como una presa que era.

Palabras, más palabras que no dejaban salir de la ajena. Extrañamente, la mente racional tomó lugar por un momento, las sombras se perturbaron por un momento, solamente por un instante antes de retirarlas, antes de que fueran alejadas con el movimiento de una mano, no iba a dejar que le hicieran daño a la mujer que tenía enfrente. ¿Qué era lo que discutía? ¿Cuál era el conflicto? Eres un… un… ****, se como los griegos, como los nórdicos, levanta la mano, deja que un rayo caiga, que viera que con él no podía negarse, que no podía decir tales salvajadas, que el respeto era algo que solamente con su presencia.

Y ante toda adversidad hizo una reverencia -Gracias- le dijo, sin ser ya caballeroso, sin un tono más que de indiferencia, su actitud, un cambio completamente diferente, no era ya temor, no era dolor, no era más allá que solamente sufrimiento, o pena, o resentimiento… era indiferencia, una completa indiferencia, aquella que le había dado a su madre cuando ella lo atacó con regaños. Sin mucho más que decir se incorporó, la observó por un momento de pies a cabeza, observó a los lados, claro, los sentimientos podían estorbar, deseaban salir para tomar el control de la situación, podía hacer algo… pero podría ser tarde para eso.



Con esto dicho observó las llamas bailar, si, no tenía una luz en sus ojos, parecía ser un cadáver andante por el momento. Observó detrás de él, aquella guitarra. Le dio la espalda a la ajena y caminó hacia esta, agarrándola, mirando los acordes, como estaba formada, se giró para verla, era como un vil cascarón, sin sentimientos, sin emociones, se había quitado una máscara que nunca antes lo había hecho. Claro, eso era ser un ****, esto era la perfección de uno, ¿Que importaba las palabras de una mortal? ¿Qué era lo que importaba un solo instrumento? Se sentó a un lado de la antorcha, todo alrededor suyo estaba en silencio porque él lo hizo, si, aquel silencio ensordecedor. Sus dados pasaron por los acordes una vez más antes de romper el silencio.

No era Adam Valentine en el momento, no, no era un caballero, o alguien más, simplemente no podía saber cómo reaccionar ante sus palabras, había encerrado todo aquello que había sentido en una pequeña caja, ahí, ya no le importaría las discusiones, ni ser cariñoso, ni hacer mimos. Su mente en ese momento no pensaba, solamente era una máquina, alguien perfecto que no se preocupaba de los demás, regresó a esas épocas oscuras. Sus dedos pasaban sobre los acordes, tocando una canción que nunca antes había sido escuchada, sin sentimiento, solamente un vacío.

Se había… roto aquella máscara que tenía, se había aislado. ¿Qué eran las palabras de una mortal para él? Aunque claro, juro que no le haría daño, que no recibiría castigo por su palma ni sus acciones, le había jurado en su nombre concebido, y siempre, pero siempre lo cumplía. Ahora estaba ahí, tocando canciones lejanamente olvidadas. Como si fuera un robot, ya no dedicaba miradas, no hablaba, no hacía nada más que enfocarse. En ese momento, la indiferencia de un **** que ya no sentía, o más bien, decidió no sentir por no saber cómo manejarlos, cómo reaccionar, que el dolor provocado de una persona que le interesaba, que le dedicó esos sentimientos íntimos fuera quién los había pisoteado, arrastrado, golpeado. Si, no hacían nada más que estorbar.
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Adam Valentine
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Hitori estaba demasiado aterrorizada, demasiado ensimismada en defenderse a sí misma como para pensar por un momento en que sus palabras podían realmente hacer daño. Por supuesto, Adam le había dado todas las pistas para que ella supiera el resultado que tendrían sus palabras.

Observó la sonrisa desaparecer del rostro ajeno, cómo se incorporaba despacio con una expresión completamente neutra, que ahora le agradecía. ¿Qué había hecho? Su intención había sido alejarlo, como un gato erizado, hacerse ver más grande, más fuerte de lo que era hasta que Adam retrocediera, la dejara en paz, para no romperse.

Se detuvo por completo después de ese gracias indiferente que le pegó en el pecho. ¿Por qué ahora le dolía lo que había hecho? La angustia le tomó de lleno por el cuello al punto en que dejó de respirar por completo.

Su estómago dio un vuelco cuando se dio cuenta que había hecho exactamente lo que temía le sucedería a ella. Hitori no era una una chica cruel, pasaba todos sus días arreglando al resto, cuidando del resto, olvidándose a sí misma en el intento de sobrevivir con los sentimientos que no podía manejar.

Una enfermera cuidadosa que cuidaba del resto como si en eso se le fuera la vida, que era incapaz de cuidarse a sí misma, lo único que sabía hacer era defenderse y correr, defendiendo sus debilidades como una fiera. Había ido en contra de todo lo que creía ser sólo, lo único genuino que quedaba de su personalidad, demasiado ocupada, demasiado egoísta como para observar a Adam como merecía.

No había hecho más que darle el cuidado que ella ofrecía al resto. Por más que ella creía no merecerlo, por más que odiara el peligro que suponía recibirlo, había hecho daño, el mismo que le aterrorizaba a ella.Cada segundo de silencio le dolía demasiado. ¿Por qué? Porque mitad de ella, la que quería acercarse, la que había sentido paz entre sus brazos, estaba destrozándose por dentro. Esa parte de ella no quería verle así, quería hacerse todo el daño que veía había causado en él, se odiaba a sí misma por haber traicionado lo último genuino que quedaba de ella.

Sintió lágrimas calientes formarse bajo sus ojos, de arrepentimiento, de odio a sí misma, de saber que había hecho lo último que deseaba hacer. Creyó en su fuero interno que Adam simplemente la ignoraría, se acercaría, la callaría con un beso. No se detuvo por un momento a pensar de verdad, todo por sus estúpidos miedos que le carcomían la cabeza.

Adam se movía sin emoción, de una manera que no había visto hasta ese momento. Hitori lo observó tomar la guitarra y sentarse cerca del fuego. Reconoció el vacío de alguien que escapaba de sus emociones en los ojos del vampiro. Todo su tren de pensamiento de odio a sí misma, del asco que se daba por haber reaccionado de esa manera, se esfumó en el aire ante esos ojos vacíos.

Cruzó la distancia en dos zancadas, lanzándose sobre el barro sin cuidado, lo más rápido que pudo, tenía sólo una cosa en mente. “No te vayas, Adam…” Arrodillada frente a él, tomó las mejillas entre sus manos. Todos esos mimos que se había guardado, el cariño que no se atrevió a demostrar, ya no importaba. “Quédate conmigo, por favor.” Murmuró antes de posar sus labios en su frente, en su nariz, en sus cejas, donde encontró.

Pequeños mimos cariñosos, desatados por la desesperación de ver a alguien reaccionar a sus propios sentimientos de la misma manera en que ella lo hacía. Sentía que su estómago le pateaba. Aunque había sido ella la que había herido a Adam, sentía que le había rebotado todo el daño que había hecho. ¿Por qué? No sabía, pero quería hacer algo, arreglarlo.

“Soy una idiota, por favor perdóname.” Susurros sólo para él, como Adam había estado haciendo. El arrepentimiento, el dolor de lo que había hecho se mostraba en pequeñas lágrimas que corrían por sus mejillas. Soltó las ajenas, sus manos pasaron por el cabello azabache en un movimiento que pretendía ser cariñoso, pero era demasiado desesperado.

No sabía contener a alguien que estaba así, tan sólo sabía lo que el resto había hecho por ella. “No sé dónde te guardaste pero no me importa.” Entrelazó los dedos de una mano con los suyos y apretó con fuerza, como si pudiera anclarlo de vuelta. Pegó su frente a la ajena, clavando sus ojos adoloridos en la mirada vacía, buscando algo, algún indicio de que seguía ahí, que el daño que había hecho no era irreparable.

“Por favor, Adam, perdóname, no me dejes aquí sola.” Su voz se rompió en la última palabra. Había reaccionado demasiado rápido, no tuvo tiempo de pensar, de filtrar sus acciones, tan sólo quería deshacer lo que había hecho. Sus labios rozaban contra los ajenos, repitiendo acciones que le habían calmado la noche anterior. ¿Qué hacía? No importaba, todo, cualquier cosa. Por alguna razón sentía su corazón roto.

“Necesito más tiempo contigo ¿Sabes? Yo- Yo también quiero tener esperanza, pero te necesito a tí, para que me enseñes.” ¿Mentía? No, tan sólo decía cosas que quería dejar guardadas. Daba igual, si terminaba por destruirse a sí misma, por ponerse completamente a merced del vampiro, era el precio a pagar por retroceder el tiempo.

Se sacudió en un pequeño sollozo, una mano apretaba la ajena mientras la otra acariciaba su cuerpo, se acercó hasta que se encontraba sentada encima de él y no el barro. “Prometiste que ibas a estar aquí si llamaba tu nombre, que no me harías daño. Si me dejas ahora no me voy a recuperar, así que vuelve, Adam, de donde sea que hayas ido.” Dejó olvidado el espacio personal que tanto había deseado, ya no necesitaba respirar, no si significaba ver a Adam perderse en el vacío.

“No puedo hacerlo si no estás aquí. Yo también tengo preguntas que responder, también quiero saber por qué me-.” Restregó su nariz contra la ajena, una de sus lágrimas cayó sobre la piel morena. “También me importas.” Susurró, sus ojos rogaban por algún indicio. No había dejado de mimarle en ningún momento, los movimientos cariñosos parecían nacerle de manera natural, no habían titubeos, no sentía asco ni miedo, no en ese momento en que se jugaba algo más importante.

Hitori siempre había estado a sólo un paso, un murmullo, un suspiro de perderlo todo, de irse a un lugar horroroso dentro de su cabeza. Cuidándose de uno se había arrinconado a sí misma, destrozado por otra parte, reaccionado de la peor manera y sin siquiera pensar en lo que causaría en el vampiro.

“¿Me escuchas?” Preguntó, un susurro un poco más desesperado, volvió a tomarlo por las mejillas con fuerza. “También me importas, así que no hay permiso para guardarse en ninguna parte.” Dicho esto, depositó un beso en los labios del vampiro vacío.

No era como ninguno de los que había dado hasta ese entonces. No habían juegos, ni lujuria ni deseo, no era el beso de una chica que se sabía sensual y pretendía seducir. No era un beso que intentaba provocar, incitar a la violencia o al placer. Tan sólo puso en sus labios todo el cariño que pudo, todas esas emociones que no entendía, que no era capaz de procesar, que le aterrorizaban tanto. Un beso tierno, como el de una adolescente confundida. Duró varios segundos, no se separó ni pretendía hacerlo hasta tener un indicio de que tenía al moreno de vuelta.
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Última edición por Hitori Macleod el Miér Abr 14, 2021 10:09 am, editado 2 veces
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Hitori Macleod
Inventario : You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam Kisspng-snow-globes-clip-art-globe-5acccca2b6cdd6.8839366515233711707488Nivel 2 - Bola de cristal con luz y música.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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En sus ojos se encontraba lo que menos importaba, todo esto, la melodía que tocaba no era más allá que un espacio gris, si… un espacio gris el cual se había hundido en lo más profundo de su mente. La escuchaba, esos sollozos, esas palabras.

La primera lágrima que había derramado la ajena, eso presenciaba, sus ojos, por lo menos por el rabillo la observaba., sus dedos acariciando los acordes de aquella guitarra, ¿Qué estaba buscando? Tal vez alguna conexión, pero solamente había nada, nada que en su caja que había dejado hundirse, la cual lentamente se hundía en un profundo océano pintado de gris. Teñido por la indiferencia en el momento en que se sentía completamente vacío, ahí estaba, de pie en la superficie, tan sólo sus ojos viendo como aquella caja lentamente bajaba, que el abismo lo absorbiera, porque ahora sabía que era sentirse humano, lo experimentó, todo a la vez. No deseaba pasar por ello de nuevo.

Pero entonces… ¿Por que sus ojos se mostraron hacia ella cuando se arrodillo? Las palabras, las sentía… desesperada. Su toque, tan gentil, precioso, sus ojos estaban completamente vacíos, las de ella llenas de vida, de dolor, de culpa. Se estaba quedando con ella, ¿no? Ahí estaba, su cuerpo, su mente, se encontraban ahí, pero parecía carecer de algo más, más íntimo.

Había tocado lo que era la perfección de ser un ****, un ser sin alma, sin sentimientos, sin pensamientos. ¿Así era ser perfecto? Como una máquina, como una muñeca, no, no como la raza, sino era algo completamente diferente. Comprendía, entendía.

No decía nada, sus manos no se separaban de la guitarra en ese momento, pero había dejado de tocarla, de pasar con sus falanges las cuerdas del instrumento. ¿Qué era lo que había cambiado en ella? ¿Arrepentimiento? En su mente, anteriormente clasificaba todo de manera meticulosa, pero ahora, solamente eran pilares de papeles blancos en una biblioteca ausente de color. Los estantes que había construido, las paredes que había teñido de un hermoso color de madera, del suelo que estaba con un patrón el cual le había encantado y lo recordaba a su hogar. Ahora… era un completo vacío blanco, absorbente. Y él estaba ahí, parado en medio de la biblioteca mental, en el centro donde se abría el océano enfrente a él.

Mimos, caricias, cariños, en algún momento deseo recibir todo eso de la ajena, los había esperado, pero acaso, ¿no era poco tiempo? Era su avaricia, sus sentimientos que los mantenía guardados en un punto de su mente, o debería decirse, su corazón. La piel del moreno estaba completamente helada, no respiraba, no palpitaba su corazón, simplemente estaba ahí sentado.

-No hay necesidad de pedir perdón- le dijo, en una voz que no cargaba con sentimientos, como una máquina respondiendo. Si pensaba que llegó a la perfección entonces… ¿Por qué no se alejaba de ella? Claro, ella era una criatura inferior, ¿no? Los asuntos y sentimientos de los mortales no tenía que importarle. Pero algo lo anclaba ahí, no lo dejaba, la terquedad de que podía haber algo más allá de lo que sintió. Observó la caja nuevamente, ahí había guardado aquel sujeto llamado Adam Valentine, con todos los pensamientos y emociones.

Algo… no dejaba que se hundiera más, estaba ahí flotando. Sus ojos la observaban, ¿Por qué entonces? Por el hecho de que ella fue la única persona que le importó en toda su vida. Sus dedos se habían entrelazado con los ajenos, sentía sus caricias, aquella calidez de las lágrimas ajenas. no libró nada, por ahora no actuaba. En su foro interno, en aquel lugar donde apreciaba el conocimiento, con libros y muebles blancos, ahí estaba, observando la caja, ¿Acaso las palabras de una mortal iban a alcanzarlo? Pensaba que era demasiado tarde.

Si, una promesa que había hecho. Estiró su mano al mar, sintió el frío que le causaba, estaba completamente helado que dejaba que todo su brazo se estuviera hiriendo. Quemaba, bastante, pero pudo alcanzar la caja que estaba cerrada, y lentamente la acercaba a la superficie, aún cerrada, sentimientos positivos, negativos, ideas, conceptos, todo ahí dentro. Los había cerrado para no hacerle daño, había sido solamente por ella, por no desear dañarla. Se sentó en la única silla que tenía, y lo puso enfrente de él, ya lo había sacado, ¿ahora que? no podía forzar la cerradura.

Las palabras ajenas estaban siendo recibidas, sus ojos se posaron en sus labios, después a ese cuerpo que se había acercado más a él. Era llamado, no… no él, aquel vacío, sino el ser que estaba encerrado en una prisión mental. Era… irónico, las palabras fueron más poderosas de las que pensaba, fueron dañinas, ¿Acaso deseaba repetir esas experiencias? Aún no lo sabía.

Ante ese beso, no lo pudo corresponder por un momento, no por los segundos que estaba ahí, entonces porque… ¿Por qué de su ojo soltó una lágrima?, su rostro aún estaba como una máquina sin alma, entonces porque… ¿Por qué su mano dejó la guitarra para acariciar la mejilla ajena? algo le respondió, esa caja se movía, fue suficiente para una reacción, pero las heridas no se curan en unos segundos, se quedan ahí hasta ser reparadas.

Cerró sus ojos, otra lágrima derramada, apenas y podía corresponder ahora a su beso, poco a poco recuperaba, sólo con el tiempo, que aunque había tocado y llegado a un estado en la cual buscó con fuerza, la parte sentimental de él lo jalaba, diciendo que la perfección es lo último en lo que se tenía que hundir y aún había experiencias que tomar.

Otra lágrima más -Duele…- susurró contra los labios ajenos, aún no había recuperado sus latidos, ni tampoco su respiración, su piel estaba completamente fría, pero aún así, esa pequeña voz que logró salir de sus labios fue teñida por un tono familiar, de cariño al igual que de un sentimiento que no conocía, de dolor.

-Así es como se siente… entonces…- susurró, contra sus labios, dos lágrimas más antes de volver a ese beso, a ese pequeño refugio que había encontrado en los labios ajenos, ardía, quemaba, una parte de él ya no deseaba hacerlo, ya había sentido un poco de lo que los humanos sufren por días, semanas, meses, años… y no lo pudo soportar. Alguien quien había vivido todo ese tiempo… No lo había podido soportar. Y aún así, ahí estaba con ella, se había quedado.


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La voz que salió del vampiro terminó de partirle el corazón. Fría, completamente vacía, como los ojos que por lo menos la miraban. La piel bajo sus manos helada como un cadáver, conocía bien la sensación de tocar uno, sintió más pánico, la sensación de que había dañado algo irreparablemente.Despiadada como la peor víbora. Le había dado todas las pistas, le había dicho en confianza que le tachaban de sociópata, que con ella había sentido algo. Ya luego tendría tiempo para permitir que se odiara a sí misma, mañana o el día siguiente, cuando estuviese segura de que Adam estaba bien, cuando lo tuviera de vuelta. En el intertanto no importaba cuánto de ella entregase, las repercusiones poco le preocupaban.

“Sí que la hay, bobo.” Murmuró con un sollozo y una pequeña sonrisa. No lo soltaba, ni por un segundo, lo acariciaba como si fuese lo único que importaba en el mundo, como si no tuviese miedo por primera vez en muchísimo tiempo. “Pero yo te dije que las disculpas no servían para nada, así que yo también me voy a hacer cargo de esto ¿Si?” Susurró con dulzura, usando las palabras que él había murmurado en ese mismo tono.

Lo besó con sus ojos abiertos, buscaba despertarlo como si de una princesa se tratase. Lo había hecho sentir de alguna manera, significaba que podía volver a hacerlo ¿Cierto? Sintió que sus manos empezaban a temblar cuando Adam pareció no reaccionar, no corresponder. -Por favor…- Se ahogó en un pequeño sollozo desesperanzado, un dolor que creía nunca volvería a sentir cruzó su pecho.

Luego una lágrima. No era exactamente lo que ella hubiese deseado, pero tomaría cualquier cosa excepto ese silencio mortal, esos ojos vacíos. Posó su mano en la del vampiro que tocaba su mejilla, la tomó entre la suya con delicadeza, no importaba si no correspondía el beso, ella se quedaría ahí el tiempo necesario.

Otra lágrima, esa la barrió con el pulgar de su otra mano con un sollozo que escapó de su nariz. ¿Qué más podía hacer? La mano que no tomaba la ajena pasó por los cabellos azabache, ya no de manera deseosa, no para traerle más cerca, por lo menos no en un sentido sexual. Se había aguantado las ganas de corresponder las caricias, por lo menos esa pequeña parte de ella que no estaba aterrorizada, pero ahora soltaba todo. Con dulzura, con cuidado, con un cariño y preocupación que iban más allá de lo que ofrecía como enfermera, como amiga.

El aliento se atascó en su garganta ante la palabra susurrada contra sus labios. No podía creer el daño que había hecho, no se lo perdonaría nunca, pero no había tiempo para sentirse así, no todavía. Apretó la mano en su mejilla con fuerza, barriendo las lágrimas con la otra. Brotaban calientes de sus ojos violeta llenos de dolor y desesperación, no les hacía caso, ni siquiera cuando se sacudía en ligeros sollozos.

Quería remediar el frío que seguro venía de lo más profundo del corazón del vampiro, se acercaba más aún, presionando su cuerpo contra el de gélido. Sintió que su propia temperatura bajaba drásticamente, como intentar calentar un glaciar con una secadora de pelo, pero entregó todo el calor corporal que tenía sin recogerse.

“Lo sé, yo no creí-” Apoyó su frente contra la de Adam por un segundo y sacudió su cabeza. Las disculpas no servirían ahora. “Sí duele, muchísimo.” Ella más que nadie sabía, entendía exactamente la sensación de estar completamente sobrepasada por una emoción no deseada, una emoción que no podía manejar, que no la dejaba vivir tranquila.  

“Muchísimo, pero hay maneras de seguir adelante ¿Sabes?” Besó su nariz, su frente con cariño, intentando traspasarle con sus labios lo mucho que quería apoyarlo, decirle que estaría ahí contra viento y marea. “Que no te obligan a cerrar todo. Hay otras cosas que sentir, también, infinitas, que no duelen. ¿No te da curiosidad?” Entrelazó sus dedos con los de la mano en su mejilla y con la otra acariciaba su espalda, volviendo a posar sus labios en los del vampiro, todavía gélido, por varios segundos, asegurándose que no volvería a irse mientras hablaba e intentaba arreglar poco a poco lo que había hecho.

Se separó sólo lo suficiente para susurrar algunas palabras sobre los labios ajenos. “No voy a dejar que te pierdas, Adam, vuelve conmigo, por favor.” Más lágrimas que caían de sus ojos, lo entregaba todo con la mano que acariciaba su mejilla, su cuello, recorría un brazo para acariciar sus dedos. Volvió a refugiarlo en ese beso que decía todo lo que ella no había sido capaz de poner en palabras, todo lo que ella no quería sentir. Con el mismo cariño, preocupación que no había demostrado en ningún otro momento. Sólo por y para él, en ese momento.

Estaba poniendo todo al fuego, todo lo que había querido esconder, todo lo que le paralizaba de miedo, cualquier cosa con tal de ayudarlo. No podía imaginarse las repercusiones, las pesadillas que tendría ahora que había cruzado a un terreno que amenazaba con volverle loca. No importaba, si tenía que acarrear más peso, más angustia dentro de su cuerpo para sanar lo que había hecho lo haría con gusto. Sus sollozos silenciosos lo único que rompía el silencio que se había formado, su piel ya se encontraba gélida por sus intentos de traer de vuelta el calor al cuerpo ajeno y temblaba ligeramente.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Las lágrimas ajenas eran… calientes, vivas, completamente, al igual que sus palabras, sus toques, sus besos. Sus ojos seguían derramando lágrimas, pero no podía expresar nada más que eso. Con su mano acariciaba la mejilla ajena, limpiaba por un lado. ¿Por qué enamorarse era tan doloroso? Aquellos sentimientos, si, estorbaban, no dejaban pensar de una manera racional, tomar todo con el frío de sus decisiones, afectaba completamente la máquina. Había escuchado esa pregunta, no tenía ningún sentido sufrir por otro.

Y ahí estaba ella, encima suyo, derramando lágrimas y palabras esperanzadas. Cerró sus ojos, no sabía que creerle o no, lo había visto a las demás personas salir de esas situaciones, de los cientos y miles de libros que manejan esos temas. Lo único que se podía hacer cuando se tocaba fondo era subir, ¿Cómo le hacían para ascender del abismo? Era una incógnita y la respuesta era diferente para cada mortal. Tantas imperfecciones se demostraban.

Las manos ajenas, si, eran más cálidas que las suyas, de eso no podía negar, igual que los labios ajenos que tocaban con los suyos, apenas y podía corresponder al contacto que ella le daba, era un avance, pero en su interior, ahí, en esa mente donde mantenía la biblioteca, estaba sentado, observando como la caja se movía, pero no se abría para nada. Alrededor de él, ahí, en una pequeña esquina se estaba tiñendo de un color, iba a ser algo bastante lento, pero supera sus expectativas del momento, ¿Era esfuerzo? Si, bastante esfuerzo se tenía que hacer.

Si, aún seguía correspondiendo, era una máquina sin vida, pero mostraba avances. Escuchaba la petición ajena, ¿Qué hacer? esa era la pregunta. Tan sólo estaba ahí, no podía contestar a su pregunta, ni a sus palabras, y después de ese beso dejó la mano ajena y con lentitud la abrazó, ocultando su rostro en el cuello ajeno, estando ahí, solamente deseaba hacer eso.

El vampiro que no tenía las respuestas de los sentimientos que se habían acumulado en su interior. Se hundió en el cuerpo ajeno, buscando aquel refugio de nuevo, la abrazaba con fuerza, no deseaba que se separara, no por ahora. Sus palmas presionaron contra su piel, los dedos de igual manera, la sujetaba con tal deseo, como si estuviera colgando de una cuerda y fuera la única manera de no perderse, de una pequeña luz que deseaba en ese momento.

Su cuerpo completamente gélido, si… así era él, estaba completamente muerto, ¿Cómo podía revivir? ¿Dejar salir todos esos sentimientos? Observó los recuerdos que tenía, no encontraba una respuesta. La primera experiencia con una sinceridad que no había demostrado, con cariños que nunca había dado, con una mirada que no se le había dedicado a nadie. ¿Cuánto tiempo? Su madre no tenía la respuesta, ni tampoco sus hermanos, los miraba con fascinación, pensando en que aquellas cosas los hacían vulnerables, de enseñar lo que realmente sentían.

Él nunca había sentido, así que, ¿Cómo explicarle a alguien quien no puede experimentar las sensaciones que se daban? Su cuerpo, su mente reemplazó todo eso por avaricia, ambición, curiosidad, llenaba aquel vacío con una exuberante sensación de búsqueda. Su madre estaba preocupada por él, sus hermanos nunca le hicieron caso cuando ese suceso importante paso, no entendía los regaños, ¿Por qué esas emociones eran demostradas? ¿Eran lanzadas a su rostro con todo lo que tenía? Era algo que no comprendía y que su mente alejó tanto el concepto de poder sentir, ya que sabía que le era imposible en el momento. Le dedicó la indiferencia, sin malicia, sin planes malévolos, simplemente mostrando lo que él era realmente. Un ser que solamente estaba lleno de avaricia, de alcanzar metas que mantenían ocupado su mente racional.

Y ahora, en este momento, escuchaba, sentía, pero no reaccionaba de alguna manera en específico. Se separó un poco de ella después de sumergirse de nuevo en su mente, solamente un cambio, había dejado de derramar lágrimas -No me perderé más- le dijo, en una voz casi monótona, pero ahí estaba, una pizca, como si fuera una gota de un color -No sé qué hacer con esta emoción- ojos posados en los ajenos, sus manos habían pasado desde la espalda ajena hasta los hombros, pasando por el cuello hasta las mejillas ajenas, sin demostrar nada.

-Agradezco que estés aquí- dijo, con una voz apagada, mirándola aún con ojos sin luz, pero eran pequeños pasos, pequeños avances. No había terminado de romperse por completo, había una pequeña luz de esperanza que era demostrado por sus acciones y por su voz, solamente… era difícil.
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
-No tengo nada más que ofrecer.- Lo estaba intentando, dando todo lo que tenía sabiendo que no era nada. Que probablemente no sería suficiente. -No sirves para nada más que esto.- Pero para lo único que servía, eso no ayudaría en ese momento. Tenía un arsenal absolutamente minúsculo de cómo lidiar con emociones, menos cuando se trataba de las ajenas. No importaba cuánto escarbara en sus propios cortes, eso no arreglaría lo que había roto en Adam.

Pero si se perdía en la desesperanza de saber que no iba a ser capaz de ayudarlo, terminarían de romperse ambos. Mejor tomar lo que había hecho sobre sus propios hombros de alguna manera, alivianar la carga que había puesto en el vampiro, deshacerse a sí misma si era necesario con tal de evitar que por lo menos uno de ellos cayera en un abismo infinito.

Intentaba acallar sus sollozos, pero se le hacía imposible. Tenía frío, estaba agotada, aterrorizada de lo que había hecho, le dolía y pesaba el corazón de verlo así, el último bastión de lo que quedaba de Hitori, su capacidad de cuidar al resto, se desmoronaba detrás de sus ojos.

Abrazó a Adam con fuerza cuando escondió su cabeza en ella. “Shhh” Siseó con suavidad, con todo el cariño que podía ofrecer, acariciando sus cabellos, su nuca, posando sus labios en su coronilla. Empezó a mecerse de un lado a otro, acunando al enorme vampiro como si fuese tan sólo un niño. Reconoció en el agarre desesperado a alguien que se aferraba con todas sus fuerzas a lo último que quedaba antes del abismo.

¿Qué podía hacer? Le costó respirar al verlo así, la angustia, la culpa hacían un hoyo en su garganta y quemaba con fuerza. Temblaba de frío, de miedo, no podía evitarlo. Quería decir algo, cualquier cosa, lo que fuera para ayudarlo, para corregir lo que había hecho. Pero sólo podía mecerlo de un lado a otro, siseando mientras sollozaba, mientras se ahogaba en aire que no podía respirar.

Él quería separarse, Hitori aflojó su abrazo, no sabía si quería ver lo que quedaba en su expresión. No cerró los ojos, se hizo de valor, lo poco que tenía, y aguantó lo que vio en Adam. Pero le rompió más por dentro, no podía controlar la empatía que carcomía su estado mental en ese momento.

Si hubiese sido una mujer sana, cuerda, probablemente hubiese sido capaz de abordar esa situación de manera distinta. Ayudar, compartir el dolor ajeno sin perderse en él, sin tomarlo en su corazón y sobre sus hombros. Pero Hitori era todo menos eso. Lo único que podía hacer era eso, robar lo que había hecho, tomarlo como si hubiese sido una herida autoinfligida, arreglar lo que tenía entre sus brazos destrozando todo lo que le quedaba.

Por lo menos Adam ya no lloraba, aunque no sabía si eso era bueno o malo. Por un momento creyó que había terminado de retraerse dentro de él mismo, sollozó pesadamente, aferrándose a su camisa con fuerza. Pero habló. Con ese mismo tono gélido que le tenía temblando de frío, que congelaba los bordes de su corazón roto.

Una pizca en la última palabra, una chispa de lo que había escuchado antes de llevar el martillo de sus palabras a la pared de vidrio de la vulnerabilidad de Adam. Las lágrimas nublaban su visión, pero sus ojos se posaban en los del vampiro, ese vacío hacía de su interior jirones, sólo había arrepentimiento y preocupación en los orbes violeta, el dolor no se mostraría hasta que Hitori estuviese segura de que Adam estaba bien.

Sintió un poco de tranquilidad, había dicho que no se perdería, pero ella no estaba segura siquiera de si el vampiro sabía a lo que se refería o no. Las palabras deberían haber sido pronunciadas con dolor, con angustia, como crujía ella cuando estaba sobrepasada. En vez, una voz monótona con sólo un poco de lo que había habido antes.

Sollozó pesadamente una vez más, ladeando la cabeza para restregar su mejilla contra una mano gélida que se había movido mecánicamente. No lo había aprovechado en su momento, y ahora quizás había perdido todo sin remedio. Pero no podía permitirse perder la esperanza, tenía que mantenerla por ambos sin importar el costo.

“No tienes que saber qué hacer con ella, tan sólo…” Tan sólo ¿Qué? ¿Qué consejo le podía dar acerca de emociones una mujer rota? Apoyó su cabeza contra la frente ajena por un momento, un destello de dolor antes de cerrar sus ojos con fuerza. Sabía que cada palabra que salía de su boca importaba, que un paso en falso terminaría de arruinar todo.

Era muchísima presión, más de la que podía resistir, pero se obligó a hacerlo, mordiendo su mejilla interior con fuerza hasta que saboreó sangre. “Tan sólo abrázame, deja que me lleve lo que te duele, no va a durar para siempre.” Susurros casi imperceptibles, sólo para él, palabras que nunca sería capaz de dedicarle a nadie más. Le dio otro beso, salado con lágrimas, amargo con el ligero sabor a sangre, pero lleno de una esperanza que hasta ese entonces no había existido en ella. Que había nacido sólo para él, y que moriría apenas se recuperase.

Era demasiado difícil, sentía que cada uno de sus esfuerzos dejaba una herida por dentro, ya no podía controlar lo mucho que temblaba, apenas podía respirar, pero ignoraba todo eso. En vez, acariciaba con suavidad con esa misma esperanza, con una terquedad que sólo ella podía tener, mientras estuvieran juntos no permitiría que se perdiera más.

Se separó del beso sólo para morder el otro lado de su mejilla, acallando un sollozo mientras restregaba su nariz contra la de Adam con una pequeña sonrisa que no iluminó sus ojos. “No me voy a ningún lado. Me quedo aquí, contigo.” Esa vez no fue capaz de esconder la tensión de su angustia en un susurro ahogado, pero no la detuvo de seguir acariciando su cabello con una mano mientras que con la otra lo abrazaba con toda la fuerza que no permitiría flaquear.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Palabras que podrían hacer palanca en una situación como esta. Palabras que encontraban un poco de esperanza, algún consejo que había que buscar. Claro, nada duraba para siempre, ¿Pero por cuánto tiempo? Tenía una única sensación en ese momento, y era el constante dolor en su cuerpo, en su alma, en su mente, en su cabeza. No deseaba sentirlo, por una parte que desapareciera dentro de aquella caja, pero otra parte, en una pizca de curiosidad, deseaba que había más allá del abismo, si había algo que valiera la pena para él.

Negó suavemente con la cabeza ante esas palabras, no deseaba que ella se llevará todo eso -No, es mi dolor, de nadie más- le susurró, correspondiendo aquel beso, que por un lado era dulce, era cariñoso, era completamente sincero. Por el otro lado, era amargo, salado, lleno de sufrimiento, con un toque de sangre que parecía ser que con solo una pequeña pizca de este las heridas en su mejilla se regeneran con lentitud, si, no deseaba más de esa sangre, no tenía ese impulso que antes lo descontrolaba. Si, era su dolor, no iba a compartirlo, pero tampoco pretendía en ahogarse en aquella sensación, en algún momento tendría que salir, que nadar en aquel océano pesado, en encontrar algo en ese vacío, y ella proporcionaba la luz que podía guiarlo, la pregunta era, ¿Cuando era el momento? No sabía si estaba preparado para ello, afrontarlo, por lo que en ese momento, se quedaba flotando, reconociendo todo ese sentimiento, esa sensación que los mortales tenían.

Sus ojos perdidos, vacíos. Sus labios que quemaban, esos besos que buscaban a un ser encerrado en su interior, no tenía mucho que hacer, mucho que decir, no había cambiado mucho en su fuero interno, pero era suficiente, era algo que podía declararse como progreso, como un ligero y pequeño progreso en dejar salir aquellos sentimientos. Se había movido en aquella mesa blanca, pero su mente racional no lo iba a dejar tan fácil. Había jurado, y un juramento no era algo que rompiera, y aquello sentimientos eran un peligro. Dejó salir el dolor, ya que era aquel que creció de manera exponencial, ¿Los demás? Con el tiempo, uno por uno, poco a poco, ¿Cuanto se iba a tardar para poder recuperarse en su totalidad? Tal vez en un futuro tan lejano, tal vez debían de pasar varias vidas antes de poder recuperar su identidad, su mentalidad, sus planes, sus ideas, las actitudes y personalidades que había tomado, reparar aquella máscara que tenía que ponerse para no ser alguien ausente de todo eso… o tal vez, podría forjar algo que fuera propio y no se tenía que poner. Tal vez era demasiado tarde para eso, pero primero tenía que intentarlo.

Era una herida marcada, permanente, una dura lección, la más dura hasta el momento. La abrazó, con fuerza, ocultando de nuevo su rostro en el cuello ajeno, no podía decir nada, tan sólo cerró sus ojos, cansado, con ojeras en sus ojos que se mostraban, consideró dormir en un sueño eterno, en regresar a su vida antigua, en solamente descansar como lo habían hecho sus hermanos en su debido tiempo. Pero ella lo sostenía en este plano material, los esfuerzos ajenos eran suficientes para que se quedará por más tiempo, que esa idea pasó rápido como una estrella fugaz. Ella lo había detenido, con ese abrazo, con esas palabras, con esos cariños y esos mimos que evitaron aventarse desde un risco. Aquel suicidio mental era ahora inaceptable, no era una opción que tenía que tomar, ni siquiera considerar en el momento. Tal vez… no, la idea de pensar en el futuro no le hizo gracia, el futuro era para aquellos que pueden planear, que con la manipulación y con una mentalidad estable podría hacer. Él no tenía eso, ninguno de los dos en el momento, no tenía mente para hacer ideas, sentimientos que le provocarán una explosión de pensamientos. No podía maquinar nada. En ese momento, estaba completamente en blanco, y solamente un color se podía notar a la vez, uno por uno, había dejado que sus sentimientos estuvieran combinados, libres, que hicieran lo que quisieran, y ese momento fue donde tuvo mayor vulnerabilidad, y ese momento fue destrozado por completo. No iba a dejar que pasara por segunda vez.

-No se sienta obligada, no fue su culpa- le susurraba, de nuevo, sin despedir algún sentimiento que tiñera aquellas palabras -Usted es una persona imperfecta, y yo un ser imperfecto. Abrir mi corazón pudo haber sido un error- aún con los ojos cerrados, derramó lágrimas en ambulancia, no hacía ningún sonido, su corazón no estaba de nuevo activo, ni siquiera la respiración era detectada -Pero no me arrepiento de haberlo hecho, usted es una persona importante para mí...  no me importaba si lo único que quería de mí era pasar un buen tiempo, o que solamente fuera interesada… no me importaba realmente si me utilizaba, o que nunca en la vida fuera mía, solamente fue el deseo de poder compartir algo con la persona que me importaba, el único ser que me importó demasiado que podría haber hecho cualquier cosa con tal de estar a su lado- palabras salían, con una pincelada de un color azul, de una tristeza que estaba lentamente acompañada con el dolor.

Presionó su rostro contra la piel ajena, la juntó más a él en un deseo de jamás separarse. Aún lloraba sin sonido alguno, solamente que el silencio lo consumiera, que fuera aquel fatal silencio que se llevara esas sensaciones. Sufría sin lugar a dudas, pero no iba a dejar que la otra consumiera todo eso, no, era suyo por completo, tenía que aprender a vivir con ello.

-Usted es alguien importante para mí, sus palabras y sus acciones causan un impacto en mi que nunca antes había sentido y que no pude haber predecido- sus manos posadas en la espalda ajena, sus dedos igual, sus cuerpos fríos aunque la noche no lo era, pero la oscuridad no se había acercado ni un milímetro de ellos -Quiero estar un poco más con usted, un segundo, un minuto, una hora, un día, una semana. Lo que usted desee. Que no la obligare, ni la detendré si decide irse de mi lado- Y con esto, su voz se apagó, y tan sólo se quedó ahí, inmóvil, sin energía ya, aunque no lo sintiera de manera física, el peso etéreo que cargaba en su mente era lo que no soportaba… Ahora entendió la razón de sus hermanos al dormir. El dolor que cargaron fue más allá de sus capacidades, eran ******, y aún así eran tan vulnerables como los mortales. Era una completa ironía.
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Hitori acompañó la negación de la cabeza de Adam con una propia ante esas palabras. Aunque no quisiera compartir el dolor, era demasiado tarde. Poco a poco y con cada caricia se apropiaba de él sin ser capaz de detenerse. Pesaba, desgarraba, pero la enfermera lo ignoraba por completo, no se ocuparía de él, se ensimismaba en sus caricias como si con sus dedos y sus palabras pudiese suturar la herida que había hecho.

Lo recibió de vuelta sobre su hombro, apoyando su mejilla en la cabeza gélida. Abrazó su espalda, acariciando su cuello, dando ligeras palmaditas y meciéndose de un lado a otro. Se veía agotado, no había dormido desde que la había ido a buscar la tarde anterior.

Aunque no estaba segura si un ser como él siquiera dormía o necesitaba hacerlo, claramente el agotamiento era notorio, lo único que pudo pensar fue en lograr que durmiera de alguna manera.

Más peso, más clavos en su corazón ante las palabras heladas de Adam. “No, Adam, abrir tu corazón no es un error.” Aseveró con suavidad antes de sollozar con fuerza, incapaz de detenerse. Aquella había sido la enseñanza que ella había recibido, que ella había decidido tomar por verdad cuando su propio corazón había sido destrozado. Y ahora había hecho lo mismo, había creado una copia de ella misma.

Pequeñas grietas en su visión, aquellas palabras le habían pegado más fuerte de lo que había esperado. Dejó que Adam hablara, cerró sus ojos con fuerza para empujar las grietas fuera de su visión, no podía quebrarse ahora. Quizás no todo estaba perdido, si no se arrepentía de haberlo hecho.

Pero lo próximo que dijo revolvió su interior, quiso chillar, creyó que iba a perder la cabeza. Abrazó a Adam con fuerza, temblaba más, igual de helada que él. “Yo no-” ¿Importaba una explicación? ¿Importaba si en realidad no sentía lo que había dicho? ¿Que había mentido con tal de protegerse a sí misma? No sabía, no sabía qué decir, no quería empeorar las cosas.

Sintió un gemido formarse en su garganta y mordió su lengua con fuerza para acallarlo, tan sólo dejando un sollozo que sacudió sus hombros. Se mecía de un lado a otro, ininterrumpida entre su llanto y los temblores que recorrían su cuerpo. En cualquier otra instancia hubiese estado chillando, se hubiese permitido hundir un dedo en la herida que todavía tenía abierta. Pero tenía que aguantar, como pudiera, guardar todo lo que sentía con tal de no perder lo poco que había recuperado del vampiro.

La tristeza que teñía sus palabras era buena, era un sentimiento, más de lo que había recibido hace algunos minutos. ¿Por qué entonces no podía respirar? La escuchaba en los susurros y la absorbía por su piel, tomaba cada pedazo y lo depositaba en su corazón que se hundía más y más dentro de su pecho. Latía con fuerza, rápido, pesado, intentando balancear la respiración entrecortada.

Con las yemas de sus dedos peinaba el cabello, acariciaba la espalda y sus brazos, pasaban por los hombros marcados, aquellos que había rastrillado con sus uñas sin piedad. Ya no pensaba en eso, no era capaz, lo único que le quedaba era cariño y preocupación, aquella esperanza que no era para ella, que no calentaba su interior, que era sólo para Adam.

El vampiro la acercó más y sintió una pizca de alivio, con lo que había dicho no estaba segura de su nueva posición dentro de la cabeza de Adam, temía quedarse, empeorar las cosas. Lo último que dijo debería haberla aliviado un poco, pero en vez sintió uñas que rasguñaban su corazón con el peso de la tristeza del hombre que había destrozado.

Tuvo que llevar una mano a su boca, ahogando un gemido de dolor, agachó su cabeza y la cargó contra la de Adam, mordiendo su labio inferior con fuerza, escondió un hilillo de sangre dentro de su boca mientras sollozaba. “No me voy a ir a ningún lado-” Intentaba con todas sus fuerzas esconder el dolor, quería estar bien, necesitaba estar bien, pero su susurro completamente quebrado dejaba sólo arrepentimiento y angustia colgando en el aire.

Calma, había esperanza, tenía que tenerla. Hablaba ¿No? La abrazaba ¿No? Decía lo que sentía ¿No? Poco a poco iba a ser capaz de traerlo de vuelta, poco a poco y si él se lo permitía podría recuperar, reconstruir lo que en segundos había derrumbado por completo. “Hasta que te aburras de mi, yo no te voy a soltar, vas a tener que acostumbrarte a que yo sea tu estorbo.”

Apegó sus labios contra la cabeza de Adam con una pequeñísima sonrisa. “También me importas, no quiero que estés así, vamos a salir de aquí juntos.” Murmuró, su voz temblorosa, mientras lo apretaba, lo mimaba sin descanso, intentando traspasar algún sentimiento de calma, de esperanza, por lo menos su propia terquedad que no le permitiría hundirse.

Quería hablar más, asegurarse de que Adam entendiera que lo que había hecho era exactamente para escapar del dolor que él sentía. Decirle que si ella era capaz de sentir todo ese dolor y seguir adelante, él seguro podría recuperarse. Más palabras de aliento, todo lo que se le ocurriera, pero estaba aterrorizada de empeorar todo, sentía que caminaba en una cuerda floja.

Mantenía sus ojos cerrados, no iba a permitir que las grietas la angustiaran, los apretaba con fuerza mientras acunaba a Adam con fuerza, con toda la contención emocional que era capaz de ejercer. El silencio pitaba en sus oídos, roto sólo por sus propios sollozos, el vampiro se sentía muerto entre sus brazos. Quería posar su mano en el corazón que había querido y acariciarlo, soplar vida de vuelta a él, asegurarle que todo iba a estar bien. ¿Cómo hacerlo si sus manos no llegaban ahí dentro?

No supo de dónde sacó fuerzas. De dónde sus sollozos se apagaron en sólo unos segundos, por qué su angustia soltó su cuello lo suficiente como para que pudiese respirar, soltar sus cuerdas vocales. Quizás fue la necesidad, la desesperación de tocar algo que no podía.

“梅雨の真ん中” La misma nana que había tocado la tarde anterior escapó de sus labios, un sonido dulce, rogaba, una plegaria a un corazón al que no podía llegar. -No te cierres, por favor. No me dejes afuera ahora.- Nunca había pensado en la letra de aquella nana, no había entendido el significado, tan sólo eran palabras con que su madre había acariciado su alma.

Pero con cada verso que resbalaba en una suave canción de cuna, mientras se mecía, entendía que era para él. Para nadie más, esa canción que había cantado miles de veces sin pensarlo, esa melancolía, esa súplica había llegado a su vida sólo para poder tenerla en ese momento. Con su voz, con su tono lo demostraba, todo eso que no había podido decir, que no era capaz de poner en palabras, que había querido esconder. Para Adam, para ese corazón que tanto quería mimar como hacía el resto de su cuerpo.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Escuchaba la tristeza ajena, aquellos sollozos, gemidos que evocaban un dolor intenso. Sentía como era mecido de un lado a otro, era calmado, lento. Como su cuerpo estaba temblando. Se estaba esforzando bastante, forzando a no demostrar vulnerabilidad. Tenía en sus conocimientos de psicología que todo ese sentimiento debía de ser liberado, para los mortales era la mejor opción -no te silencies, deja todo salir- le susurró, ¿Acaso él no tenía que hacer lo mismo? Podría hacerlo si supiera cómo, pero a comparación de aquellos humanos, no tenía una experiencia previa, por lo que se dedicó a que sus lágrimas fueron derramadas, que cayeran de sus mejillas. Estaba completamente agotado.

-Nunca ha sido un estorbo- otro susurro más, vacío, solamente algo mecanizado, era honesto, pero esa honestidad no era acompañada por algo más que la tenue pizca de tristeza. El dolor aún seguía, dentro de él, la tristeza lentamente se iba, salía de sus labios, por sus palabras, de los ríos de lágrimas que dejaba salir, de sus agarres. La piel estaba completamente helada de la ajena, sentía lo que sentía ella al fin. Asintió levemente la cabeza.

-Juntos... - repitió esa última oración, podía saber que le hacía daño a la ajena, que la hería con esa forma que había tomado. Pero se sentía incapaz de hacer algo al respecto, si liberaba sus sentimientos no podía saber que resultado habrá, que es lo que haría con todo lo negativo que creció de manera exponencial, de toda esa ira. No, esta era la mejor manera, la más óptima, pero tal vez no la correcta, ¿Acaso importaba? Siempre iba por la optimización, de hablar, de manipular, de encontrar algún camino que le era más sencillo, sin rodeos. Había tenido tal vez la última decisión con tal y salvarla, con tal y no romper su juramento, de no apagar la llama que danzaba a un lado de ellos, aquella que proporcionaba la protección que ella necesitaba. Claro, aquel pensamiento de destruir la mente ajena, solamente por un segundo le creó un gran temor. El conflicto en su interior fue tal en que tuvo que tomar una medida desesperada.

Cariños, palabras llenas de un profundo arrepentimiento, pero que iluminaban ligeramente el camino que debían de tomar. Aunque esa voz estaba temblando, que dejaba ver toda la angustia, preocupación y sentimientos fuertes, ahí estaba, junto con él. Podía sentir sus ojos arder, deseaba mantenerlos cerrados por siempre, no ver, ni escuchar, ni sentir nada. Una parte de él le indicaba que era mejor apagarse, dejar que su conciencia se hundiera en un abismo sin retorno.

Si, lo consideraba, bastante, al saber cómo sus hermanos no fueron capaces de soportar un dolor tan inmenso que pudo haber quebrado su cabeza, a él no le importó en absoluto, no encontró más que decepción cuando notó toda la destrucción. Todos habían sido engañados. Los consideraba débiles a todos ellos, de no controlarse, de dejarse llevar por los mundanos sentimientos de los mortales. Y ahora, en ese momento, él estaba sintiendo lo mismo, pero había logrado ir a un lugar donde ningún otro pudo llegar. No a un sueño eterno, tampoco a un desgaste mental, tampoco una huida sin gracia, no, era más allá. Pero lo que había más allá solamente fue completamente en blanco, no hay nada más que un vacío profundo, extenso, infinito. Esperaba que su madre no hubiera caído en él. Una parte de él, que no conllevaba a ningún sentimiento más que el hecho racional de las cosas esperaba que ninguno de ellos llegará a este punto, que podría ser un punto sin retorno. Era una perfección que solamente se podía alcanzar al dejar todas las imperfecciones atrás, pero… cuando se llega a eso, ¿Qué es lo que queda? Solamente un cascarón en el exterior. Una forma del pasado, y cuando se llegaba a ese punto, no había futuro, la historia dejaría de escribirse. Y por primera vez en toda su vida, deseo estar con ellos, en un sentimiento que le llenó de nostalgia, deseo que llegara el día en que pudiera verlos, en que pudiera ver su madre… Y decir las simples palabras “Entiendo ahora el sentimiento de dolor”

Detrás de todos esos pensamientos que estaban flotando en su fuero interno, su ser estaba observando aquella caja que no tenía una descripción, que en las palabras de los humanos no podía describirse. Podía volver loco a una persona antes de poder describirlo. Aquella caja que era la única palabra que se podía asimilar con el idioma de los mortales se movía, ligeramente, tenía una pequeña grieta, y de un sentimiento a otro salían. Ya lo había dicho, necesitaba bastante tiempo antes de salir todo.

Se hundía en pensamientos antes de escuchar a la ajena cantar, entendía la letra de la canción, aquella favorita que el día de ayer lo había compartido. Pero ahora daba todo un significado completamente diferente, como si esos versos que eran pronunciados con tal sentimiento fueran transformados por la voz ajena, que cuando pronunciaba cada palabra parecía pegarle, impactarle con una fuerza que no había visto, sentido, presenciado.

La abrazó con más fuerza, comenzó a temblar ligeramente, comenzó a tener más frío de lo que su cuerpo dejaba salir. La nostalgia trajo más dolor, pero era un dolor que debía de demostrar, y lo hacía con el agarre desesperado. Con sus dedos enterrados en la piel ajena con gentileza, en los brazos que la rodeaban, en hundir mucho más su rostro en el cuello. La piel ajena era su refugio, las palabras, sus labios, todo lo que ella ofrecía parecía ser algo que anteriormente estaba completamente lejos de su alcance, que debió de haber trabajado para todo eso… ahora… era entregado como un último bastión para que la sanidad no se fuera a perder a la oscuridad de la mente y a ser olvidada completamente.

No la interrumpió, no soltó una palabra ni un sonido, sino más lágrimas que fluían, ahora no heladas como antes, sino que se sentían cálidas, saladas -Estamos agotados- le susurró después de escucharla, dejando que sus lágrimas cayeran en la piel ajena, en su vestido que con esfuerzo le había hecho, un hermoso regalo era. Acariciaba la espalda ajena con suavidad -Necesita un descanso- de nuevo otro susurro, por lo menos respondía mejor, y aunque aún estaba todo mecanizado, lentamente parecía aprender de ella, aprender a acariciar, a hablar -Gracias... por compartir sus sentimientos conmigo-
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Ella no importaba en ese momento, ni su dolor, ni su miedo, ni la necesidad de llenar el aire de excusas que se obligaba a ignorar. Negó con la cabeza cuando Adam le dijo que soltara. Si lo hacía ahora no sabía si sería capaz de detenerse nunca, se perdería en el abismo del que intentaba con todas sus fuerzas traer de vuelta al vampiro. “Ya habrá tiempo para eso.” Susurró, besando los cabellos azabache con dulzura.

“Juntos.” Repitió en un susurro suave, su aliento teñido de la sangre que llenaba su boca, el resultado del dolor que empujaba dentro de algún recoveco de su cabeza con todas sus fuerzas. No lo dejaría solo en ese estado, tampoco le mostraría la profundidad del daño que ella estaba sufriendo, no hasta que estuviese segura de que Adam estaba a salvo de volver a perderse.

Aunque normalmente la música lograba calmar a Hitori, aunque normalmente era la manera más sana que tenía de liberar sus emociones y volver a la normalidad, aquella canción no había sido para ella. Había pretendido mimar al vampiro con ella, de la misma manera en que sus manos habían estado haciendo sin descanso. Llegar a un corazón que se escondía con fuerzas mientras el suyo peleaba por mantenerse en una pieza.

No pudo dejarse llevar por su nana, se quedó en su cuerpo agotado, hundiéndose solo en la preocupación, la necesidad de arreglar lo que había hecho, erigiendo una torre de esperanza que era sólo una fachada, sólo hecha para mostrarsela a Adam. Hecha de lo último que quedaba por ofrecer, de pedazos de su cordura que serían inútiles cuando todo acabara. Hitori apoyaba su frente detrás de la escenografía, rezando que fuese suficiente.

Algo había logrado, por lo menos sus esfuerzos en que se le iba la vida no eran en vano. Todo en su interior era jirones, retazos que flotaban mientras caían después de haber sido destrozados. Sintió entre sus temblores que Adam la abrazaba con más fuerza, se hundía más contra su cuello, buscaba más refugio. Hitori hacía más espacio para contenerlo, arrancando sus propios dolores, aventándolos a un rincón donde no estorbarían, todo para abrazarlo con más fuerza, acariciarlo mejor, demostrarle más luz entre la oscuridad para poder rescatarle. No tenía gasolina para mantener esa llama, pero se consumiría a sí misma sin problemas.

Las lágrimas ahora eran cálidas, por lo menos algo, pequeños avances. Todo, cualquier cosa por esos avances, la pequeña caricia que ahora sentía en su espalda que amenazaba con desbaratar todo dentro de ella. Sollozó pesadamente al finalizar su canción, aunque había logrado detenerse lo suficiente como para entonarla, el dolor y la angustia volvieron, la tregua se había acabado.

Volvió a clavar sus dientes en su labio ante las palabras que fueron pronunciadas cuando había acabado. Efectivamente, estaba agotada. Aunque había dormido bastante la noche anterior, un poco de agua y una fruta no habían sido suficiente para arreglar todo el daño físico que había sufrido su cuerpo, ni hablar del emocional.

Pero si dormía… No, no podía, no en ese momento. En sus pesadillas no sería capaz de escudar a Adam de la destrucción que había en su interior. Ella no importaba, no ahora, no todavía por lo menos. Dejó un beso en el cabello del vampiro, lo único que la mantenía erguida en ese momento era el frío que calaba hasta sus huesos. “Dormí bastante, no te preocupes.” Susurró en un hilillo de angustia aunque, como sus mimos, acarreaba una torre de esperanza y cariño, su aliento tiñendo el aire de olor a hierro.

No intentó decir que estaba bien, tenía la certeza de que Adam escucharía la mentira a kilómetros de distancia. No entendió bien por qué le agradecía. “No tienes que agradecerme. Yo-” Casi fue incapaz de evitarlo, su cuerpo quiso flexionarse en un gesto de desesperación, abrazar al vampiro como él lo estaba haciendo, aferrarse con fuerza. Pero no era el momento de hacerlo, ya habría tiempo. Más clavos en un corazón que peleaba por seguir latiendo.

En vez, continuó sus caricias con una mano mientras que la otra rodeaba a Adam en un abrazo firme, estable y contenedor. Lo acunaba contra él, restregando su nariz contra sus cabellos, dejando besos en su nuca, mimando con una mano completamente congelada. “Te hice daño con ellos.” Otro susurro ahogado en sollozos, la chica no había abierto sus ojos, lágrimas no habían dejado de brotar de sus ojos, lo único que le traía un poco de calor entre el frío que le hacía temblar.

“Tú no has dormido nada, descansa un poco, por favor.” Murmuró en un tono tenso con la angustia que volvía a tenerla del cuello. Le dolía, quemaba en su garganta, se le hacía imposible tragar la mezcla de sangre y saliva que llenaba su boca. No importaba, no detuvo el vaivén que pretendía arrullarlo.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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Estaba preocupado por la salud mental de la ajena, no podía decirlo de otra manera más que esa. Sus dedos pasaban por su espalda descubierta tal y como ella lo estaba haciendo, era un proceso de aprendizaje, de nuevo poder hacer todas esas cosas, como si fuera un canvas en blanco el cual era pintado lentamente, que los colores aún no debían de combinarse, un paso a la vez. Las palabras ajenas le incitaron a decir algo más, pero quedó en silencio después de su beso, le traía cierta calma, por lo menos efímera por las palabras ajenas.

Más sollozos después de la hermosa canción que le fue dedicada hacia el moreno, si, ella lo estaba arriesgando todo, ¿Cuánto dolor le estaba causando este estado? ¿Cuánto esfuerzo estaba dando? Era algo autodestructivo, estar fragmentado y con esfuerzo intentar reparar algo que estaba en el mismo estado, o tal vez peor. Entreabrió sus ojos, con suavidad, conocía las historias, como alguien daba todo por la otra persona, que lo consumía por completo y se dejaba sin nada, terminaría vacía, torturada, más fragmentada de lo que ya estaba. Las lecturas de ensayos psicológicos eran bastantes en su mente. Quería alejarse de ella, desaparecer, que no sufriera por lo que podría ser un caso perdido, pero… podría ser una mala idea, teniendo el conocimiento de la culpa, acabaría carcomiendo la sanidad que ella tenía… si es que en ese momento tenía algo de eso.

Su voz estaba llena de mentiras, pero mentiras blancas, piadosas, sabía que ella también necesitaba un descanso, se le notaba por completo, deseaba que ella se desahogara en este momento, pero no quería, el peso de todo este evento la había drenado y aún así… ahí estaba, dejando mimos, cariños, meciendo al vampiro, ¿Qué tan lejos podía ella llegar? Tal vez más lejos de lo que él hubiera imaginado, ¿acaso los sentimientos eran así de poderosos? Parecía que tenían el poder de mover montañas y perturbar océanos.

-Fue miedo, pánico, sabía que eran mentiras y fui afectado por ellas- le susurró ante su respuesta, apoyando su cabeza con la ajena -Sus sentimientos no me hirieron, no los buenos, no los malos. Solamente fui débil al respecto- sus palabras resbalaban, culpaba a su debilidad, tan sólo un momento de extrema vulnerabilidad para romper todo en pedazos -Voy a ser mejor manejando las emociones, que aún son desconocidas para mí, un misterio- su voz, completamente apagada -varias a la vez crea un caos que no puedo controlar, apenas y puedo soportar con tres al mismo tiempo- derramó unas cuantas lágrimas más -usted es sorprendente, tiene bastantes a la vez y puede soportarlas- cerró sus ojos, su voz lentamente decaía en un susurro, después en un pequeño y distante murmuró -la admiro... - y con esto dicho cayó en lo que parecía un profundo sueño.

Aquel sueño estaba ausente de emociones, ausente de imagen o de sonido, solamente existía en un espacio en blanco. No era tranquilo, calmado, tampoco era desastroso, caótico, simplemente existía, como si estuviera de nuevo en su interior, en esa biblioteca que no se llenaba, que toda información dejó de llegarle. Observaba en la entrada, completamente en blanco los pilares de páginas, todas esas palabras que ella había dedicado, todos esos sentimientos que había sido testigo, de todos los pensamientos e ideas, todos estaban ahí sin ordenar.

Por primera vez desde hace unos minutos a eso se dedicó, tan sólo ordenar su fuero interno, dejando la caja en medio de la sala. Un dolor agudo se formaba en su corazón, en su estómago, en su cabeza. Humanos imperfectos, ****** imperfectos, ¿Realmente eran lo mismo? Solamente que fueron otorgados por algo completamente especial. Pero más allá que eso, estaban igual de fragmentados, débiles, vulnerables, que tenían las mismas emociones, sentimientos, temores, solamente eran separados por una tenue línea.

Él solamente había nacido diferente como todos sus hermanos, como toda su familia, era único, nadie estaba ahí para copiarlo, nadie lo intentaba. Las palabras de una madre que ahora podía entender el dolor con el que decían, con el sufrimiento. Si, había obrado mal, el arrepentimiento no existía para él, y no podía dar un solo perdón, las palabras no servían. Observó sus manos, sabía que tenía que hacer cuando la viera.

¿Cuánto tiempo se quedó dormido? No había descansado desde el anterior día, y podía haberse quedado despierto por más tiempo pero la iba a preocupar más. Y ahora, se acercaba la mañana, y con ella solamente abría sus ojos, aún sin luz, notaba que las sombras se habían escabullido a lo lejos. no tomó aire, tampoco su corazón estaba latiendo, el ambiente era un poco más cálido que la noche que había transcurrido, pero al observar al cielo, este estaba nublado, no tan pesado como ayer. Pocos rayos de sol estaban asomándose por las grietas del techo grisáceo. Un nuevo día.

-Buenos días- susurró, aún estaba mecanizado, pero ahí había una pequeña chispa de esperanza. Acarició la espalda ajena, pasando sus dedos gentilmente en su piel, como ella lo había hecho. Claro, estaba copiando sus métodos, sus movimientos. Una máquina estaba aprendiendo a volver a sentir, aún no dejaba besos, no entendía cómo darlos de nuevo, los recuerdos sin los sentimientos apropiados no servían para nada. Era tiempo que se necesitaba invertir.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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You’re in My VeinsAnd I Cannot Get You Out
Aunque parte de ella no había querido explicarse todavía, excusar sus acciones, sus palabras, tacharlas de algo nacido del pánico y no de malicia o honestidad, Adam parecía entenderlo. Agradeció aquello en su fuero interno, aunque la culpa no dejaba de quemar los bordes de su cordura, aunque no pudo evitar una risa que dolía ante el comentario de que ella podía soportar sus emociones.

“No, Adam, por favor no me uses como ejemplo de alguien que puede lidiar con sus propias emociones.” Murmuró, sacudiendo su cabeza en un tono más fuerte, más intenso, era una petición real, un tanto desesperada. Lo apretó con un poco más de fuerza, un poco del dolor que escondía pasó por sus labios sin permiso. Sentía suficiente culpa sin además ser la causante de otro monstruo inestable como ella.

Sintió el cuerpo del vampiro relajarse contra el suyo, cayendo en un sueño profundo. ¿Soñaría, o estaba demasiado agotado como para hacerlo? Supuso que lo averiguaría pronto de todos modos. Reconoció un poco de alivio en sí misma, Adam sí iba a dormir, iba a tener un descanso del dolor que ella había puesto ahí.

Y luego reconoció el tsunami de angustia y terror al darse cuenta que tenía una noche completa, sola, para repeler sus demonios internos. Le pegó de lleno, la revolcó por completo sin piedad, manos oscuras salían de las tinieblas para tomarla de su cuello, de sus manos, y tirar hasta destrozarla.

Hitori abrió sus ojos, buscando la luz de la antorcha. Todo parecía un poco menos oscuro de lo que debería, el atardecer había pasado, pero a su alrededor la oscuridad parecía mantener su distancia.

Agradeció aquello, clavando sus ojos en la antorcha por lo menos logró respirar otra vez. ¿Realmente iba a sollozar toda la noche? Eso parecía. Pequeñas grietas todavía adornaban todo el alrededor de su campo visual. Intentó ignorarlas, sólo concentrarse en la fuente de luz, sólo sentir el cuerpo que dormía contra ella, no dejaría de acariciarlo en ningún momento. No podía.

Venían horas interminables, horas en que felizmente hubiese sucumbido ante las emociones que había intentado empujar fuera de ella mientras contenía a Adam. Ahora que dormía ¿Podía simplemente botarlas? No. Sabía que si lo hacía no había vuelta atrás, no quedaría nada, se perdería para siempre y no sería capaz de volver a encontrarse.

No tenía intención de despertarlo con sus gritos, ni de obligarlo a calmarla en el estado en que él estaba. Hitori no entendía demasiado bien qué estaba sucediendo, Adam parecía estar volviendo de a poco, pero en maneras impredecibles, por lo menos para ella. Las memorias estaban, quizás, pero vacías como esos ojos que le rompían el corazón. ¿Qué podía hacer?

Más angustia, más desesperación que sacudía la fachada de esperanza, aquella que había construído con lo que le quedaba. No, eso no podía caer o sería el final de ambos. Quizás podía pasar la noche creando más cimientos para esa torre de esperanza falsa erguida sólo para Adam. ¿Era capaz? Quizás, pero no estaba segura del costo que supondría para ella. Pero no podía hacer nada más, si no se concentraba en algo iba a romperse, no podía simplemente apagar el cerebro como el vampiro, no podía arriesgarse a dormir, sus pesadillas delatarían todo.

¿Qué hacer? Temblaba cada vez más de frío, no estaba demasiado abrigada y el cuerpo de Adam era como un cadáver. Antes de que todo se fuera al carajo, había pretendido armar quizás una pequeña fogata, usar el pantalón de buzo que abrigaría más que el vestido que tenía puesto. Demasiado tarde para eso, dormía entre sus brazos y Hitori no pretendía moverse por nada del mundo.

¿Qué hacer? Olas de emociones querían volver a tumbarla, cada vez que parpadeaba y perdía de vista la antorcha, si no hacía algo, encontraba una manera de pasar la noche y desconcentrarse de seguro perdería la cabeza. No podía permitirlo, no mientras Adam la necesitara.

Llegó a un punto en que su cuerpo estaba igual de helado que el ajeno, sus dedos absolutamente gélidos no dejaban de acariciarlo, sus piernas dobladas bajo ella completamente entumecidas. ¿Cuánto tiempo había pasado? No tenía idea, seguro no demasiado, intentaba pensar en nada pero era demasiado difícil.

Centímetro a centímetro su angustia avanzaba, ardía, todo en su interior dolía, seguía partiéndose en pedazos más pequeños. ¿Por qué no podía dejar de sollozar? ¿No se le iban a acabar las lágrimas? Se estiró un poco y logró recoger, por lo menos, la botella de agua improvisada. No serviría demasiado si quedaba igual de desgastada que esa mañana.

Se concentró en beber agua, pequeño sorbo a pequeño sorbo, dolía cada vez que tragaba. Cuando esa distracción se terminó, mantuvo sus ojos clavados en el fuego, decidió contar en su cabeza lentamente. Alrededor de los cuatro millones se acostumbró y sintió nuevamente que terminaría de romperse. Sus manos no habían dejado de acariciar al vampiro. Decidió entonces recorrer cada centímetro de ese cuerpo, las yemas de sus dedos pasaban de a poco, como si fuese una persona ciega intentando formar una imagen en su cabeza. Recorrió todo lo que alcanzaba y la noche todavía no terminaba.

-Por favor, avanza más rápido, no sé cuánto más puedo aguantar.- Rogó en su cabeza, estaba agotada de sollozar, en su interior una guerra, un asedio a la torre de esperanza que defendía con lo último de las tropas que tenía. Con Adam dormido no habían distracciones, no había razón para mantenerse en pie excepto el miedo a perder la cordura.

Una de sus manos se alejó del cuerpo del vampiro para empezar a peinar su cabello con sus dedos. Después de la lluvia no se había preocupado de ordenarlo, era una completa maraña en bastantes partes. Una mano seguía acariciando al vampiro mientras la otra desenredaba hebra por hebra. En algún momento se sintió demasiado agotada para seguir meciéndose.

Por más largo y voluminoso que fuese su cabello, lo había arreglado casi a la perfección y la noche no acababa, aunque avanzaba, a un paso absolutamente tortuoso. Más, necesitaba hacer algo más, cualquier cosa. Agachó su cabeza, apoyando su nariz en el cabello ajeno. Aunque había notado que Adam olía bien, en realidad hasta ese momento no se había fijado qué era. ¿Una colonia? Quizás. Se concentró en eso, ojos clavados en el fuego mientras intentaba discernir qué era ese olor.

Bastante tiempo, o eso creyó, pero no lo suficiente como para que llegase el alba. Veía la luna, seguía avanzando en el cielo pero no terminaba de subir. ¿Ni siquiera la mitad de la noche todavía? Una de sus manos dejó la espalda de Adam y, temblando, recurrió a su última opción. No quería hacerlo, sentía que el vampiro lo notaría tarde o temprano, una muestra de lo realmente mal que estaba. Pero era eso o perderse por completo.

Clavó un dedo en su hombro, ahí donde colmillos y dientes se habían hundido, desgarrado piel, ahí donde ella ya había escarbado. Jaló de los lados, abriendo la herida un poco más, notando que las grietas alrededor de su visión desaparecían de a poco. Un sollozo aminorado, aliviado, de una manera retorcida, sentía dolor afuera y no por dentro. Abrió la herida, rompiendo la ligera costra que había logrado formarse, malgastando la sangre escasa que le quedaba, escarbando dentro de ella con un dedo, luego dos, notó que la sangre que brotaba de la herida era un poco más espesa, más helada, no importaba, la angustia retrocedía de a poco.

Con su otra mano acariciaba a Adam sin descanso. Su cuerpo no estuvo de acuerdo con el ataque a su hombro, se sintió un poco mareada, la mano que acariciaba flaqueó en fuerza al punto en que tuvo que bajarla, sin querer la atascó en el bolsillo del pantalón ajeno. Sintió muchísimas cosas. Imposible. Cosas de un tamaño que abultaría la tela.
Las horas le pasaron más rápido, pudo ensimismarse en la exploración de ese bolsillo y no de cuánto dolor podía infligirse a sí misma antes de desmayarse. Todavía sollozaba, aunque su cuerpo entero no se sacudía ya. Todavía lloraba, lágrimas caían a veces, su cara nunca dejó de estar empapada. Pero poco a poco el resto de la noche terminó de pasar, y Hitori había sobrevivido, de algún modo, aunque cada hora le había restado cantidades inimaginables de energía y sanidad mental. La torre de esperanza se mantuvo erguida.

Estaba lista para que Adam se moviera en algún momento, quizás hiciera algo en sueños, alguna pesadilla, un murmullo, pero no hubo absolutamente nada. Quizás solo era ella que era incapaz de dormir sin pesadillas.

Un humano como ella, que le temía a la oscuridad al nivel de Hitori, era capaz de sentir el alba antes de los primeros rayos de sol. No estaba segura de si Adam despertaría junto con el sol, pero era un vampiro ¿No? No quería arriesgarse, de todos modos. Barrió las lágrimas de su cara por primera vez, intentando esconder las repercusiones de la noche, pero sus ojos eran más rojos que blancos, al igual que su nariz, y las enormes ojeras no se escondían debajo de la tez tan pálida que era fácil pensar que ella, también, era un vampiro.

Adam no respiraba, por lo que se le hizo imposible dictaminar cuándo se había despertado. No logró guardar todo de vuelta en el bolsillo, quedaba el pañuelo, la botella de colonia y la libreta que había leído. El vampiro salió del cobijo de su cuello para revisar el cielo.

Quizás había sido estúpido de su parte, pero un pedacito de ella había tenido la esperanza de que estuviese mejor, más recuperado al despertar. La desilusión se notó en su cara sólo por un segundo mientras Adam observaba el cielo, había desaparecido antes de que pudiese notarlo. Su corazón se volvió a encoger, sólo por un segundo.

“Buenos días.” Murmuró, su voz un poco ronca después de todos esos sollozos. Hizo un amago de sonrisa que no iluminó esos ojos violeta llenos de emociones que reprimía detrás de la capa de cansancio. “¿Descansaste algo? Ni siquiera te moviste.” Susurró con ternura, posando una mano en la mejilla que parecía haberse recuperado un poco mientras la otra recorría la espalda ajena.

Tomó aire como para decir otra cosa, pero se limitó a besar su frente con cariño, posando labios partidos, secos, abiertos con heridas sobre la piel fría. Había pasado tanto frío que estaba segura cogería un resfriado, gélida como una paleta de helado pero ya sin fuerzas ni energía como para tiritar.

No importaba, la torre de esperanza se mantenía en pie y pasaba al vampiro por las yemas de sus dedos, por sus labios que se apoyaban en la frente ajena, por algún débil chispazo que quizás se asomaba en sus ojos.
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Re: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. AdamRe: You’re in My Veins and I Cannot Get You Out |Priv. Adam
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