Como siempre, había salido nuevamente, aunque los demás ya se estaban acostumbrando, sobretodo porque de momento había vuelto sana y salva todas las veces, a diferencia de Morgana.

Aunque normalmente frecuentaba lugares un tanto más solitarios, ahora se encontraba en el centro de todo, el patio del colegio. Si bien era fácil saber si alguien venía por ti, era probablemente el lugar donde más moría gente. El hecho de ser un espacio grande y abierto, y que todos debían pasar por ahí en algún momento del día lo hacían bastante peligroso.

No se preocupaba, agitaba su cola de un lado a otro sin preocupación mientras bostezaba como si fuese un día normal. Había visto una o tres personas pasar, pero al verla parada allí en medio de la nada, nadie parecía querer acercarse. La verdad era que no sabía que hacer, se estaba aburriendo, agotando, dando por vencida. Ese mundo ya no le otorgaba esperanzas, incluso si realmente no estaba sufriendo, sentía que su vida se agotaba lentamente, y últimamente lo único que deseaba hacer era descansar.

Por ello salía seguido, para evitar quedarse tirada sin hacer nada, buscando algo a lo que aferrarse. A veces incluso le costaba entender que los demás pudiesen seguir, viviendo y sonriendo como si nada. Le irritaba, pero no quería soltar esas emociones negativas frente a todos.

Se acercó a uno de los árboles que habían en el lugar, para sentarse en el piso y apoyar su espalda en él. Notó que el tronco estaba marcado con varios corazones y frases cursis. Aunque era así desde antes, le sorprendía que algunos siguiesen haciendo aquellas estupideces. De seguro había una ninfa molesta por allí debido a estas cosas.

-Siguen llegando personas a nuestro grupo de inadaptados... -murmuró para si mientras miraba el cielo, vacía -. Eso es raro.

Recordaba claramente el haber sido rechazada varias veces por ser extraña, o más bien por no ser como las demás, y varias de su grupo de amigas y amigos igual. Incluso ahora se habían mantenido unidos, pero que pasaba con los demás? Probablemente apuñalándose unos a otros como hacían siempre, aunque ahora de formas más literales.

Entonces ahora, los mejores eran los extraños, aquellos que depositaban todo en los demás. Pero precisamente por ello no aceptaban a cualquiera.

Se volteó rápidamente al ver al chico nuevo, el cual probablemente era el mayor de todo el grupo, y el que lucía más peligroso. Sin embargo, nadie le tenía miedo, aunque a veces daba esa sensación escalofriante que te helaba el cuerpo, no era tan terrible, ni tan raro, aunque no lo conocía realmente, así que tampoco podía decir mucho de él. Le devolvió el saludo, agitando su cola de guepardo tras ella. La verdad era que su apariencia de raza era muy distinta a la real, el largo cabello rubio, los ojos dorados y brillantes, aparte de las orejas y la cola. En su forma humana era... Bueno, humana.

-Pues sí, estoy sola -respondió, ladeando la cabeza -. ¿Qué te trae por aquí? Normalmente, las personas prefieren quedarse escondidas, al final, estamos en un mundo en donde todos quieren matarte.

"Nos hemos vuelto unos malditos caníbales" pensó para sí misma. Al fin y al cabo, aunque la matasen en su forma animal, seguía siendo ella, y la otra persona que se alimentase de ese cuerpo, también seguía siendo humano, era difícil definirlo, y prefería no pensarlo demasiado, pues realmente ya ni sabía que carajos estaba comiendo.

Caminó un poco hasta una zona de pasto, y se sentó allí, para evitar ensuciarse más de lo necesario. No sentía desconfianza hacia Ryuu, así que no le importaba que merodease a su alrededor, igualmente le ayudaba un poco a salir de la rutina y evitar aquellos pensamientos dolorosos.

-Ya que, estamos en la misma alianza, podríamos conocernos un poco -murmuró, sin darle demasiada importancia mientras miraba el opaco cielo -. Al final, tenemos que confiar en nosotros, incluso en las peores situaciones.

Suspiró, pues el costaba mantener una buena conversación, y extrañaba aquellos días en los que se podía reír estúpidamente con sus amigas de cualquier cosa. Ahora casi todo le sabía amargo. No entendía como algunas personas seguían pensando en sus relaciones amorosas, y en cosas tontas con todo lo que estaba pasando, y su cabeza era un lío, por no entender donde carajos estaban.

Era inevitable que la actitud de el chico le llamase la atención, al verdad es que, si no eras demasiado prejuicioso, era bastante pintoresco, y agradable. Tenía gestos adorables, como los de un niño. Hizo que Oktavia se sintiese bastante cómoda.

Por otra parte, le causaba gracia la situación, ver a dos personas sentadas en la mitad del colegio no era algo normal, al menos no ahora. Pues la paz era poca, e incluso los grupos más grandes se cuidaban.

Sacó de su bolsillo un paquete de galletas, de aquellos pequeños, los que llaman galletas "mini" y se las ofreció a Ryuu. Las había sacado antes de salir, por si acaso, pero tenía la sensación de que no se iría más lejos.

-Pues... con preguntas, supongo -murmuró suavemente, sin pensar -. Como que cosas te gustan hacer. Quizás tengamos gustos en común.

La verdad era que se estaba quedando corta de palabras, no sabía muy bienq ue decir o cómo seguir la conversación, y si él no quería hablar o ella tocaba un tema delicado si querer, su tarde llegaría hasta allí. Apreció el cielo, las nubes comenzaban a bañarse en aquellos tonos rojizos, rosas, morados y anaranjados. La verdad es que le parecía impresionante como destacaba tanto, y lo hermoso que era, y cómo la mayoría de las personas ignoraban algo que tenían allí y simplemente no se valoraba porque lo veían a diario. Las cosas no dejan de ser hermosas porque las veas más de una vez.

Si fuese así, nada duraría.

-Creo que estar aquí es lo peor que pudo pasarme -no se dio cuenta, pero simplemente dejó las palabras correr -. Aunque he aprendido bastante, tenía demasiadas cosas como para perderlas todas de esta forma.

Volvió a su forma humana, con el cabello oscuro, su contextura delgada y su lunar. Sin cola ni orejas, las cuales en ese momento le hacían sentir extraña y culpable.

Sonrió con ternura al ver su expresión con lo de las galletitas, le dio la sensación de un niño pequeño y recordó inmediatamente a su hermano. Lo bueno era que en vez de causarle pena o dolor, se sintió bastante alegre de revivir un momento tan cotidiano como aquel. Agradecía muchísimo que su hermano hubiese ido al cine aquel día en vez de asistir al evento.

-No es nada, espero te gusten -se había fijado que las galletas que comía Ryuu, no las había visto en ningún otro lado. Tampoco se había atrevido a pedirle una jamás. Aceptó con gusto la galleta que él le ofreció -. Muchas gracias. Si, me gustan las galletas, casi todo lo dulce.

Oktavia era bastante de comer comida chatarra, pero hacía deporte, así que nada de ello se veía reflejado en su cuerpo. Al contrario, era muy delgada. Quizá fuese por genética. Aunque claro, al estar encerrada allí y comer bastante mal a diario, extrañaba las comidas de casa, incluso aquellas que detestaba.

-Adoro la música. Una de las grandes cosas que lamento de que no podamos usar celulares es que no puedo escuchar música. No me arriesgado a ir  a la sala, además que aunque me guste, no sé tocar ningún instrumento. ¿Tú sabes?

Lo miró un poco, prestando atención a sus ojos. Los encontró brillantes, le parecieron bastante bonitos. Su piel era muy pálida, quizá incluso más que Persephone. Pensar que encontraría a alguien así allí. Sonrió, dejándose llevar por el momento. Intentaba aprender a vivir allí, pero se le hacía muy difícil.

-Ojalá pudiésemos conseguir comida... Digo, por último la gente que se pierde en islas y esas cosas tiene como arreglárselas, pero nosotros...

Se río ante su actitud relajada e infantil, disfrutando del momento. La verdad es que el hablar con él se le estaba haciendo relajante, y no lo veía como lo veía antes, le pareció mucho más normal de lo que esperaba. Aunque, claramente no era alguien normal. Le dedicó una sonrisa cuando dijo lo de los dulces, la verdad es que tenía razón. Oktavia casi siempre compraba chucherías en la cafetería, así que sería imposible negar que le gustaban, y mucho.

Le pareció adorable su respuesta respecto a la música, y se le vino una buena idea al respecto.

-Aprendí un poco de guitarra en algún momento -aunque en realidad no había aprendido demasiado -. Podríamos ir juntos alguna vez a la sala de música, ¿no?

La idea se le hacía agradable, imaginaba perfectamente a alguien como Ryuu tocando piano, y la idea sonaba muy bien en su cabeza. Con aquella vestimenta y estilo, le quedaba perfecto, y hasta se podía imaginar la situación.

Al estar un poco en las nubes, se sobresaltó y asustó un poco al escuchar a Ryuu, pero al entender su idea le pareció bastante interesante, y posible.

-¡Es una muy buena idea de hecho! Hay un huerto aquí, antes de llegar al taller, en aquella parte del patio -respondió con la misma emoción que este le había entregado -. Sólo existe el problema de que nos podrían robar aquellas cosas.

Si bien la idea era muy buena, hacer aquellas cosas tomaba tiempo, y el hecho de que otro podría robarselas era evidente. Aunque existían soluciones, hacer guardia, dejarlo cerca de una ventana, o incluso armar un huerto dentro de alguna parte de la cafetería. Conseguir unos cuantos maceteros para ello no era problema y que un árbol creciera tomaba tiempo, así que en un par de años las cosas deberían ser más claras… Podría solucionar muchos problemas, sólo quedarían aquellos que mataban por deporte.

-Podríamos ir ahora...

La idea de ir a la sala de música le agradaba, de hecho nunca había pasado por allí, no sabía hasta ese momento que existía un lugar donde poder crear música. ¿Que podrían haberlo asaltado ya otras personas? Sí, podría ser; pero pensando con lógica, ¿quién iba a llevarse una guitarra? ¿O un tambor? Seguramente nadie se mostraría interesado en eso, en cambio Ryuu...-Sí.-Respondió mientras cogía una galleta y, con asombrosa habilidad, la lanzó con dos dedos por el aire y la hizo aterrizar en su boca, y aún masticándola habló de nuevo.-Me parece buena idea, sí, podrías enseñarme.-No había otra cosa que hacer tampoco, así que pasar un día junto a Oktavia, tocando instrumentos, le parecía algo bastante genial.

Su idea le había gustado y entusiasmado a Oktavia casi al mismo nivel que él, lo que le hizo esbozar una pequeña sonrisa satisfactoria.-Podríamos comer siempre.-Tener un huerto propio, para todo el grupo, significaba tener que dejar de preocuparse de buscar comida. Y teniendo en cuenta, por ejemplo, la condición del albino respecto a su raza, era ya un gran paso que dar.
Pero entonces la chica dió con un problema, uno en el que ni siquiera él había caído, aunque no tardó en encontrarle solución.-Cerca de la cafetería, en nuestro territorio, no podrían hacer nada, tendrían que acercarse demasiado.-Y Persephone solía estar allí, en la cafetería, por lo que intentar robarles algo sería algo así como una misión suicida, les tendrían al resto encima antes de que pudieran huir... Quien sabe, incluso podría comérselos él después de matarlos, un bocadito solo.
Lo siguiente que dijo Oktavia a continuación le hizo mirarla a través de su gran cantidad de pelo blanco y llevarse una mano a la barbilla, se quedó pensativo unos segundos y cogió el paquete de galletas para guardarlo en uno de sus bolsillos, luego dio un salto y se puso en pie.-Vamos.-Le ofreció una mano para ayudarla a levantarse, que salió un poco por la manga increíblemente larga de su chaqueta, con unas uñas largas y pintadas de negro.[

Estaba bastante animada con toda esa situación, la verdad es que le pareció divertido el tener cosas que hacer en ese mundo, que dentro de todo parecían más normales. El problema es que corrían riesgos al ir a ciertos lugares, sobretodo aquellos que eran cerrados.

Miró a Ryuu, quien había pensado rápidamente en una solución, si bien ella pensó cosas, nunca las dijo y eso no servía de nada. Los problemas de ser tan callada ciertas veces.

-Creo que lo de ir a la sala de música tendrá que ser en otra situación -aceptó gentilemente su mano para levantarse y le indicó hacia dónde caminar -. Es por allá. Deberías poder ver la carpa verde en mal estado desde aquí. Tiene una cerca pequeña y un espantapájaros.

Miró alrededor, procurando que no hubiese nada.

-Si encontramos maceteros, igual sería bueno críar algunas plantas dentro de la cafetería. Sería útil, seguro y además lo haría un poco más hogareño... Aunque claro, aquello no es prioridad.

Tomó su forma híbrida, aquello le daba un poco más de posibilidades de defenderse si es que había un problema, y comenzó a caminar, jalando la manga de Ryuu suavemente para que la siguiese. Aunque la soltó apenas él avanzó junto con ella.

El huerto era pequeño, y existía la posibilidad de que alguien ya lo hubiese asaltado. Pero aún podían quedar semillas en el suelo, o dentro de la bodega. Oktavia había estado como ayudante en el huerto una vez, así que sabía bien donde se encontraban las cosas. Lo que no recordaba es que hubieran maceteros, pero si habían germinadores.

De momento el lugar estaba vacío, así que no dudo en cruzar la pequeña cerca de madera para revisar los huertos que se encontraban allí. Aún habían cartelitos indicando que había plantado en cada parte. "Zapallos, zanahorias, tomates, lechugas, papas..." había de todo un poco, el problema era ver si aún quedaban cosas que sacar.

Siguió buscando por todos lados, cualquier cosa que pudiese servir. El huerto originalmente estaba para los niños pequeños, así que cualquier rastrillo, pala y esas cosas era pequeños, pero seguían siendo igual de útiles. Tomó los que encontró de esos y se los extendió a Ryuu sin dar demasiadas explicaciones. Luego, tomó unas bolsitas negras, que eran los germinadores, con eso ya sabrían si podían crecer las plantas o no.

-Con eso podemos armar el huerto. Sólo faltan las semillas, y eso va a ser más difícil de encontrar.

Miró la carpa. Caminó decidida y empujó la inestable puerta sin cuidado alguno. Revisó cada una de las cosas, viendo qué podía encontrar y lo fue guardando en una bolsa que encontró. Y para su suerte, encontró unos cuantos paquetes de semillas. Aunque estaban en muy mal estado, esperaba que todo pudiese servir.

-Acá hay zanahorias, tomates y lechugas. Encontré unas cuantas de zapallos y frutillas… Creo que es todo -suspiró, nerviosa por el resultado de todo aquello -. Realmente espero que funcione… Esto cambiaría muchas cosas.

Miró alrededor, en busca de maceteros que estuviesen enteros, hasta que encontró unos tres, al menos tenían un buen tamaño.

-Y con esto podemos decorar la cafetería, ¿no crees?

Esperaba que Ryuu estuviese contento con el resultado, ella tenía la cabeza en las nubes y no sabía dónde más buscar.

Con un montón de cosas entre brazos, esbozó una gran sonrisa en respuesta al albino, le alegraba bastante el poder solucionar problemas, tanto reales como estéticos. Y tenía razón, a Pers le iba a gustar, pasaba mucho tiempo allí debido a considerarse inútil. Pero ella no creía eso en absoluto, quizá sólo necesitaba algo de tiempo, quizá no era la única, aquello no lo sabía, ni ella ni nadie. O eso quería creer.

-Sí, realmente espero que le guste esto. Pero de que fue una idea maravillosa, lo fue Ryuu. Me alegro de que lo hayas mencionado.

Suspiró, y miró el lugar, intentando asegurarse de que nadie se les fuese a atravesar en el camino, o al menos no en las cercanías. Claro que a lo lejos podía ver algún que otro grupo grande, que suponía serían los neutrales o algo por el estilo. Pero dudaba que los atacasen sin razón aparente.

Volvió a mirar a Ryuu y le señaló moviendo la cabeza que, avanzacen hacia la cafetería, que estaba prácticamente al otro lado del colegio.

-Deberíamos partir ya, no es bueno estar demasiado tiempo afuera. Además si en algún caso no hay nadie en la cafetería, deberíamos volver luego.

Era un riesgo que no le gustaba correr, si bien era una de las que más salía, tampoco pasaba demasiado afuera, y ahora se encontraba de mejor ánimo. Y por otra parte, se le ponían los pelos de punta con solo pensar en perder la cafetería, el lugar era acogedor y calentito, no deseaba perderlo por ninguna razón.