¿Qué era lo que se le estaba ocurriendo a este hombre tan violento y agresivo? Esa era la pregunta principal que se le venía la cabeza de aquellos que lo conocían. Ese hombre que estaba de pie, enfrente de un árbol, sin cigarro en mano o algo parecido. No tenía ya cajetillas. Se habían acabado, en lugar de eso, con una abstinencia enorme que su cuerpo representaba con ligeros temblores, estaba de frente a la naturaleza.

A las afueras del colegio se encontraba. con una chaqueta, su camisa blanca, sus pantalones de mezclilla y un cinturón marrón. Eran sus pertenencias en ese momento. ¿Pero porqué estaba ahí? Como si fuera vigilante, esperando a que algo pasara.

¿Acaso algún recuerdo que se asomaba por su memoria? ¿Acaso alguna parte de su pasado se asomaba con lentitud sólo para molestarlo? Negó con la cabeza, cerrando los ojos y agachando un poco la cabeza. Respiro profundamente. sus ojos se pasearon a los lados, no podía poner sus ojos en alguien, por lo menos no en donde estaba.

Sus manos ocultas en la chaqueta, calientes. Si… calientes. ¿Acaso hacía frío? Claro que no, estaba… estaba… ¿De noche? Sus mirada cansada observó a su alrededor, esta ciudad. Recordaba esta ciudad cuyo nombre estaba oculto en lo profundo de su cabeza. Un suspiro, vapor salía de su aliento. Era invierno, ¿Qué era lo que estaba viendo realmente? La realidad se comenzaba a combinar con los recuerdos. Las cadenas de sus memorias estaba dañada y entre más moría, menos podía recordar.

Negó con la cabeza, observando el árbol de nuevo, dándole un fuerte golpe con su puño. Y la naturaleza respondía con una gentil caricia en su mejilla y las hojas de aquel árbol cayendo como si fueran lentas gotas de lluvia. No más memorias, no por este día. Estaba harto de eso. Estaba harto de todo lo que sucedía.

Tal vez solamente era su frustración por no poder ganar las batallas que se han presentado últimamente… en aquel baño escolar. No recordó lo que pasó, simplemente desagrado por alguien, un sentimiento de odio quedó implantado dentro de él. Cerró sus ojos con fuerza. Algún día la haría a pagar a ella. Respiró profundamente, y sintió una hoja caer en su nariz la cual retiró rápidamente. -Mierda- susurró, apretando los dientes por un momento antes de escupir al suelo.

No necesitaba la lástima de nadie, ni siquiera de la madre naturaleza. Se giró, ¿Cuánto tiempo había pasado dentro de su mente? lo suficiente para ver que el sol ya había pasado el mediodía. Aquellos lapsos de tiempo, cada vez eran más largos. Todo porque su mente decidía que era un buen momento de traer memorias que conscientemente no podía recordar. Maldita sea con su cabeza, lo enojaba bastante, perdía el tiempo en lugar de buscar pelear.

Pero sólo... Algo pasaba en ese día.

-Me lo saludas- dirigió sus palabras a ese árbol y después negó con la cabeza. Tal vez estaba mal de la cabeza por fin. Estaba delirando, claramente los árboles no hablan, Pero era otro lugar, ¿no? Podía tomarse el lujo de experimentar en cualquier momento. Una sonrisa ladina apareció en sus labios, burlándose de su propia estupidez.

Sus pasos eran firmes, aunque sus ojos ausentes, sin vida alguna, como si estuviera en un modo de piloto automático. Dentro de su mente observaba pequeñas luces danzando enfrente de él, unas rimas de un bufón. Palabras, golpes… más palabras. Sus dedos se posaron en el puente de su nariz, acariciando con la punta de los dedos, apretando un poco la piel, pellizcando suavemente.

Concéntrate.

Sus piernas estaban determinadas a caminar dentro del edificio, tal vez iba a buscar una víctima, una pelea. Algo, simplemente algo que le quitaran aquella tensión que surgía por su cuerpo. Que su mente le dolía. Que era más fácil recordar sobre cosas que recientemente habían sucedido que aquellos eventos antes de la explosión…

Explosión…

¿Fue una explosión?

Se detuvo por un momento, observando a su alrededor, estaba dentro de la escuela, en uno de sus interminables pasillos. Sus ojos viajaron hacia adelante, después hacia detrás. Hubo una explosión, ¿no? Él estaba… estaba… por uno de estos pasillos, sus oídos demostraban la memoria auditiva de este hombre. Risas, llamadas de atención… Una mujer de cabellos rosados. Si, sentía que ella importaba mucho más que todo esto. Estaba decidido a… ¿protegerla? Si… ¿Tal vez? Se mostraba confundido. De nuevo un agudo dolor.

Juliette.

Recordaba ese nombre, si, ya estaba formando su rostro de nuevo. Cada día era un poco más difícil, pero ella ocupaba un espacio en su corazón en donde siempre la recordaría. “Protégela” le decía su conciencia. Las reglas habían dicho varias cosas. No le importaba las reglas pero… ¿a ella si? ¿Acaso ella tenía alguien en el exterior? Cerró sus ojos con fuerza antes de dejar un suspiro. Era inútil. Aunque no fuera así ya se había prometido eso, alejarse.

Esa iba a ser su misión hasta que fuera lo último que haga.

Respiro con profundidad, tratando de regresar a la realidad, al presente. En este momento. De nuevo camino, sus piernas dirigiéndose a un espacio desconocido en un lugar raramente conocido. Tal sólo vagaba por estas zonas. ¿Qué se podía encontrar ahora? Su demonio interno le decía que cazara, que disfrutará una vez más la pelea que podría darse, que no será como la última vez. Solo una sonrisa se pintó en su rostro por un momento, ¿De verdad iba a pasar eso?

De pronto, mientras estaba perdido en su fuero interno empujó a alguien. Ni siquiera había visto a la chica que estaba ahí en la pared. Negó con la cabeza, ¿O tal vez ella? No, parecía demasiado débil. Solamente se encogió de hombros -Estorbas- Le dijo, con una mirada neutral que era dirigida a esa persona, con un rostro indiferente.

-Quítate del camino- De nuevo, palabras cortantes. No le importaba si ella estaba bien, o que le estaba pasando. Se había pegado en su camino, y sólo por esa razón demandaba con una voz agresiva que se quitara. Gruño levemente antes de desviar sus ojos hacía el frente. No quería alguien débil en este momento. No. Quería a alguien fuerte, a alguien divertido de pelear que las últimas peleas habían sido raras, no podía ni siquiera saborearlas ni apreciarlas.

Dio un paso y otro más, ¿Qué importaba un insecto? si aquella persona que tenía un desagrado enorme era fuerte, ¿Por qué no encontrar más así? Tenía que distraerse de su mente que lo invadía, de sus memorias parásitas.

Tantos estorbos, tantos que él no tenía ni la paciencia ni la mirada para dirigirse a ellos. No servían para su propósito, no, claramente necesitaba a alguien fuerte con quien pegar, con quien compartir golpes. Destrozar un rostro, desmembrar, cortar, desgarrar, clavar sus dientes, sus uñas, las armas que formaba con la sangre. ¿Quién iba a ser el desafortunado?

De un momento a otro, con sus ojos puestos al frente, un dolor que se sentía como si estuviera muriendo provino de su lugar más sensible. Cerró sus ojos por un segundo, ante el impacto se quedó en shock antes de gruñir y apretar sus dientes con fuerza, respiraba profundamente, dolía en ese momento, como si todo el mundo hubiera girado. ¿Quién había sido el bastardo que hizo eso? Sus orejas tan sólo dejaban sonar un pitido, uno agudo.

Desorientado, por un momento, le faltó la respiración. Claramente le habían reventado un testículo. Si, lo podía sentir. Esto no pintaba nada bien. Pero ante todo esto, le gustaba que realmente alguien podría haberle propinado tal golpe. Quien haya sido, estaría completamente agradecido, su mente ya no iba a hundirse en un espiral de memorias, tratando de reparar las cadenas que ataban sus memorias. No. Esta vez era quien tenía el control, quién solamente se centrará en el presente, no en el pasado ni tampoco en el futuro. En las consecuencias. Lo que tiene que pasar va a pasar. Si muere él o su oponente era solamente en segundo plano.

Todo el mundo se hizo lento para él, y solamente sonrió antes de caer en el suelo, sus rodillas sirviendo como apoyo. Se giró para ver quien era la presa, y observó a un dragón enorme. Esa sádica sonrisa se había mostrado en sus labios. Esto era lo que quería, no pensar, solamente actuar. Respiró profundamente, su cabeza le retumbaba, le seguía doliendo. Con su mano agarró la garra que iba en contra de su pecho mientras que agarraba aquella parte íntima. ¿Acaso era retribución divina? ¿Quién fue quien lo había golpeado? Ni siquiera ocupaba en su memoria las hormigas que pasaban frente a él. No, claro que no.

Con la garra que sujetaba con una mano rasgó su brazo de manera vertical, desde la muñeca hasta su codo, sentía como la sangre comenzaba a surgir con fuerza. Sus ojos clavados en los ajenos, el súbito enojo que sentía ahora estaba enfocada en ella. En su forma dracónica, como apenas y ella le ganaba en altura. Esto no se iba a quedar así. Su ira le estaba ganando, el dolor solamente era un mecanismo que activaba su sed de sangre, decidió convertirlo en combustible.

Voz… femenina… Ni la más remota idea y para este punto simplemente iba a ser un desgaste, ¿Para qué esforzarse? Si puede ver el ser quien le hizo eso enfrente de él, en este momento. Alguien quien hizo enojar al parecer, le gustaba un poco de espíritu, alguien quien podía ponerse al tiro con este demonio. No iba a huir, sino que iba a contraatacar. Nadie salía ileso ante esa acción, ante esa declaración de guerra. Mordió su labio con fuerza, dejando así que un hilo de sangre surgiera, probaba su propia sangre y la junto en su mejilla, preparándose para aquel cabezazo. ¿Acaso era un crujido? Si, lo sabía, su frente comenzó a sangrar mientras que su cabeza estaba pegada con la frente ajena en una demostración de fuerza. Tal vez se había fracturado el cráneo, o simplemente era el ruido del impacto al momento de que las dos cabezas chocaran, ¿Quién lo podría saber? Solamente era la furia que tenía en su interior y la fuerza que brindaba su raza.

Negó la cabeza con una sonrisa y se relamió los labios con malicia, ¿Quién se creía ella para hablarle de esa manera? En un abrir y cerrar de ojos se había transformado como ella lo había hecho, aquellas sombras surgían como un fuego intenso y sin perder un solo segundo formó una gran lanza con su sangre en su mano derecha para clavarla en el pecho ajeno. mientras que movía su cabeza de nuevo para regresarle aquel cabezazo. Tragó la sangre que estaba juntando, si… este era el poder que realmente necesitaba. Sus ojos clavados en los ajenos, dejando que su demonio interno haría toda la platica de ahora en adelante.

No dejaba ni siquiera un sonido salir, no, para este punto las palabras no servían para expresar toda la furia que ese momento de dolor le causó. Venganza. Con la sangre que salía reforzaba su arma, cada momento, cada gota de sangre que surgía de su herida era un recurso importante. Sus músculos sin límite alguno. Su único objetivo… matar.

Su cola moviéndose de un lado a otro, ojos totalmente rojos, sin algún iris, sin nada. Las tinieblas cubriendo su cuerpo, la sangre que soltaba por las heridas que se abrían por su propia transformación dejaban salir aquella sustancia vital de color rojizo. Sus cuernos totalmente rotos, sus alas inexistentes. Si, esto iba a acabar rápido, pero tan sólo la fase de la pelea, que ya deseaba destruir cada parte de la dragona, de destruir las alas, los dedos, de sacar cada escama por cada segundo que pasaba, de dominarla y que deseara que su muerte llegará más rápido.

Si, esta era la pelea que deseaba. Que esperaba.

Dolor… más dolor…

sufrimiento…

Si… el dulce sonido de un cráneo romperse… si… aquello era necesario para seguir, le había devuelto el favor al dragón enfrente de él. Si… deseaba mucho más, dañarla mucho más de lo que estaba haciendo. Su cuerpo fue sujetado por la ajena, y con fuerza liberó sus brazos ante el agarre, ¿Qué era lo que estaba intentando hacer?

Ahora, aunque el enojo y la ira lo dominaban, no estaba como aquella vez en el baño. No. Era diferente, en otras circunstancias, en otra situación dentro del área escolar. Sabía que podía hacer más, moverse más, no solamente recibir todos los golpes que le mandaban por estar centrado en alguien quien le causaba un odio intenso. ¿Acaso era Vincent? ¿O era el demonio de su interior? Tal vez eran ambos, comparten el mismo cuerpo.

Si, esto era lo que realmente necesitaba. Dejar que lentamente su conciencia se consumiera y en lugar de eso solamente entraba el instinto. Si, este combate había empezado, aquella herida podría ser pequeña, pero realmente era una pequeña victoria en esta batalla. No dejaba ver alguna expresión en su rostro, simplemente aquellos ojos rojizos sin iris alguno, pero sus ojos se mostraban atentos a todos lados.

Gotas… sangre… no… ácido… aliento… dragón.

Puso su antebrazo enfrente de las fauces, y toda esa sangre se juntaba más y más hasta formar un tipo de escudo griego, y como un buen espartano se cubrió de aquella ráfaga de vómito, su cabeza y parte de  su cuerpo. Su sangre que surgía del corte expandía el escudo hasta que no estuviera en peligro alguno. Ahora parecía un ser antiguo con lanza y escudo en mano, listo para pelear.

Pero eso no era todo, no, solamente defender no servía de nada, y si tenía que arriesgar su brazo, claramente lo haría. Con fuerza regresó la lanza del hombro, y mientras recibía aquel aliento dracónico enterró su lanza en la garganta, si, aunque su brazo fuera completamente afectado, su sangre se mantenía firma, porque no sentía el dolor, no sentía el sufrimiento, no sentía el ardor del líquido, solamente la furia y placer de la cacería. Sus pies, sus piernas, su brazo se fueron afectados por aquella explosión de ácido. Por la piel que se deshacía y por tocar los huesos de su brazo. Si, debería de ser suficiente para que no completara el golpe, pero era un sacrificio para la victoria.

Era solamente tiempo, pero no se entretuvo, estando cerca de ella, con su escudo trató de pegarle en sus enormes fauces, si… se iba a recuperar, ¿Cuánto tiempo iba a pasar? No lo sabía. Observaba su brazo con la lanza, aquel ácido penetrando su piel, provocando quemaduras y agujeros, pero eso poco importaba. dejó salir sangre la cual le servía para extraer cada parte de ácido, cortar la piel que fue afectada, endurecerlo para que no se expandiera. Unía los puntos con su sangre, cubría lo que faltaba de su piel, de aquel hueso afectado, no iba a poder utilizar su brazo, pero no importaba, acertar en un golpe crítico era lo que importaba.

Estaba preparado para arremeter de nuevo, cubriéndose detrás de aquel escudo, la sangre fluía y lo reforzaba al igual que su lanza, no podía hacer más que eso, pero era suficiente. Como un espartano, esperando a que la otra hiciera su movimiento. Iba a contraatacar. Paciencia. El cazador era Vincent, y solamente él. No había alguien más y la lagartija gigante superdesarrollada que estaba enfrente de él iba a pagar.

Un rasguño en el hombro, un fallo contra el cuello ajeno, pero arremetió con velocidad contra el ala izquierda, si, la dañó a tal punto en que no podía servir. Aquel gruñido, más dolor, más heridas, no se iba a detener. Paciencia. La cacería aún no se había acabado. Paciencia. Era aquel que guardaba la calma, que reunía su enojo, que con el sabor de la sangre más se fortalecía. Entre más perdía aquel líquido vital, mucho más fuerte se hacía.

Sus ojos se movían a velocidades inhumanas, dejó que su lanza fuera de nuevo líquida, dejando que unas gotas de sangre se quedaran en las garras ajenas, en su pata, que algunas cayeran al suelo, que pasara entre las falanges de la enemiga, no podía sostenerlo, porque siempre tiene control de su sangre. Sabía que su brazo iba a tardar horas antes de regenerarse por completo, así que era mucho mejor esta opción. La parte del bicep para abajo estaba completamente carmesí, y en lugar de una mano o dedos era simplemente la lanza completa, con una punta afilada. Su cuerpo era su arma, como también su sangre.

Con un brazo sosteniendo el escudo de sangre que seguía expandiéndose enfrente de él, observó el movimiento del cuerpo ajeno, Su cola interceptó a la ajena, que el tridente bloqueara parte del dolor antes de desviarlo. Sintió dolor puro al hacer esto, como por el esfuerzo y la absurda fuerza ajena su cola terminó gravemente herida en un ataque de desarme y letal. Y aunque no le hubiera dado de lleno en su espalda, sentía su costado derecho formarse un agujero, más sangre derramada al suelo.

Con un ágil movimiento se movió hacia ella, siendo impulsado por el ataque de la cola enemiga. Se Enfocó en el hombro izquierdo, ahí donde podía pensar que estaban los ligamentos. Simplemente una estocada antes de retirarse. Teniendo el escudo a un lado para bloquear cualquier ataque que viniera hacia él. Su escudo se hacía pesado, pero más firme, más duro, reforzaba su escudo aún más Con mente en blanco, observaba todo en blanco, negro y rojo. Heridas que le había hecho. ¿Cuánta sangre había perdido en el momento? Su brazo ya no estaba, su entrepierna también sangraba, su antebrazo. Tal vez podría darle pelea en un uno contra uno si no tenía armas.

Calma. Esta batalla se convertía en un cazador experimentado en la victoria como en la pérdida. No se iba a descontrolar, no iba a cometer el mismo error que hizo en ese baño. Tranquilidad. Su cuerpo estaba completamente a su mando, su mente estaba en un modo de disrupción y daño continuo. Defensa sobre todas las cosas. Dio dos pasos atrás, y otro más. Aún con el escudo en alto, su lanza apegada a este, espartano en tiempos modernos.

Con cada paso, dejaba que la sangre se tiñera de sangre, Si, era lo que podía hacer hasta el momento, reciclar los dos objetos que había formador, por lo menos por un tiempo. Tenía un plan. Tiempo. Paciencia. Respiró profundamente y sin embargo, no dejaba salir ningún sonido de su ser. Como si fuera una sombra, como si fuera un ser inexistente. El silencio era su amigo.

Los ojos se enfocan ahora en los orbes ajenos, dejó que sus caderas bajaran un poco más, que su centro de gravedad estuviera en el punto. Una pierna detrás, una adelante, el escudo cubriendo su pecho y abdomen. La lanza peligrosamente asomándose por un lado. Si iba a la ofensiva iba a perder, una bestia como ella no tenía porqué lanzarse a la pelea.

Quería morir, su deseo era autodestructivo, pero también su orgullo era lo que le detenía de ello, aquel orgullo de tomar vidas de diestra a siniestra, de encontrar oponentes más fuertes que él. Hace días se encontró a uno. Perdió no solamente por número, sino porque todo aquello que ahora canalizaba se le hacía subido la cabeza.

Oponentes fuertes. Presas difíciles se necesita un poco más de pensamiento, o más bien, un instinto desarrollado de un depredador. Como un león, a la espera de saltar contra el dragón. Le había herido un hombro, un ala y posiblemente la cola.

No caía en las provocaciones ajenas, no, aquella boca reptil que se movía enfrente de él. No había palabras que comprendiera en ese momento, no, simplemente una presa la cual parecía estar enojada. La fuerza bruta no lo era todo en la cacería, eso había prendido. Paciencia… paciencia.

Tranquilo. Su oponente iba a cometer un error de un momento a otro. Lo podía presentir. Como el contrario se movía, como actuaba, como los diferentes ataques que habían conectado, pero no provocan un daño mayor en su cuerpo, su cola estaba completamente lastimada, su brazo desecho y reemplazado por una lanza de sangre. Las heridas de donde aún surgían sangre pasaban por su piel oculta en las tinieblas y reforzaban sus armas más y más.

Cada segundo de respiro era un segundo más en el cual actuaba su regeneración, lento claro estaba, pero constante. Ahora no había arma que le detuviera por el momento. Sin ruido alguno, tal y como un profesional, sus ojos puestos completamente en la ajena. Se veía molesta. No podía permitir de nuevo que sus emociones volátiles afectarán su actitud en las peleas, tenía que seguir sus instintos depredadores sea como fuese.

No como lo estaba mostrando su oponente por lo menos. Aunque no hubiera sonido alguno que captará, estaba completamente claro en su rostro, en la forma de actuar, en como arremetía, en cómo movía su boca y desgastaba energía. Sus ojos lentamente se entrecerraron, olvidando las paredes, el techo, enfocados simplemente en ella. En su lenguaje corporal, esos ojos llenos de furia, enojo, molestia. Respiraba sin alterarse, concentrado, sin ni siquiera ser afectado ante su oponente la cual tenía la ventaja en miembros, en fuerza. Dragones, sumamente fuertes, mano a mano no iba a ganar aunque atinara algunos golpes, no, para ellos tenía que utilizar armas y su ambiente. Si, más experiencia ganaría al pelear contra ella. Cada vez iba a ser más sencillo luchar contra ellos.

Se apoyó por completo en su pierna trasera al momento en que notó como ella se abalanzaba. Ahora era el momento. Con una fuerza sobrenatural salió disparado hacia ella, quien iba contra su ser. Si, así, que fuera guiada por la furia que no podía controlar. Esa era una gran diferencia en el momento. Se puso de rodillas en el suelo, junto con el impulso que llevaba y la sangre que tenía en el suelo comenzó a resbalar, agarrando velocidad, lo suficiente mientras que se cubría con el escudo su cabeza. Iba a pasar debajo de ella, por lo menos en ese momento.

Dejando que su escudo fuera casi destrozado por las garras y aquellas mandíbulas que tenían como objetivo su cabeza. Era un momento el que tenía, una sola oportunidad que aprovechó al máximo. Con el impulso que tenía, estando debajo de ella estiró su lanza contra el pecho ajeno, con todo su esfuerzo lo enterró mientras que lo movía hacia abajo hasta hacer un enorme corte vertical.

No le importaba si ella caía sobre él. Esta era la sangre que necesitaba, esta era la experiencia que deseaba, el enfrentamiento que buscaba en esta vida. No expresaba una sonrisa, ni tampoco algún signo de éxito, de victoria, no en el momento, no hasta que ella cayera al suelo.

Se sentía un poco más débil, si aunque la ira estuviera en su cabeza, recorriendo todo el cuerpo, podría canalizarlo y enfocarlo. Ahora simplemente era la espera de un campeón, ¿Iba a morir siendo la cabeza dracónica más persistente? ¿O su escudo pudo resistir el suficiente tiempo como para poder cortar por completo la parte inferior?

De nuevo, la ignorancia había dado un crítico golpe. Ahora había conseguido el conocimiento de que los dragones tienen en su estómago el líquido que lanzan de su boca, en su pensamiento, había figurado que era otro órgano extra para hacer eso. Pero no, y aún así siguió arremetiendo contra ella. A pesar de eso, sabía que tendría una oportunidad en el futuro, aquel futuro que podía pelear contra un dragón de nuevo. Su cuello al ser tan largo era vulnerable. Pelear en pequeñas zonas para que no pudiera maniobrar bien, pegar en diferentes sitios para inutilizar los miembros ajenos.

Si, lo tenía en su mente, grabado y listo para ser utilizado en un posible segundo round de un futuro. Su lanza siguió con su curso, y aunque le hubiera clavado en el esterón y rompiendo la piel de su estómago, no dejó de avanzar, de moverse hasta el último segundo que tenía su consciencia. Sentía como su rostro se despedazaba, como su cuerpo lentamente se penetraba por el líquido. Su lanza avanzó por el esternón de la dragona por dentro de su cuerpo, sentía como su cabeza era atrapada, y sin expresar dolor alguno estiró lo suficiente su brazo para intentar enterrar su lanza en lo que creía ser el corazón. Los dos iban a morir, pero él se había llevado toda la experiencia en esto.

De pronto, no sintió su cuerpo, su cabeza fue desgarrada por la boca ajena, y tan sólo soltó una horrible risa que se ahogaba con la sangre. Esa carcajada mientras que su cabeza se separaba de su cuerpo. Su voz venía de las profundidades de un abismo más allá de lo que se podía escuchar. Una voz completamente grave que rasgaba las cuerdas vocales cuando hablaba, que tomaba respiraciones con brusquedad antes de quedar en silencio e irse en negro.

Sus ojos se abrieron, lentamente, estaba a las afueras de la escuela. Un pequeño suspiro y se levantó, con una sonrisa, sus manos se movieron y después pasó una de estas por su cuello, si, aún estaba conectado. Respiró profundamente, información que realmente le iba a ayudar en el futuro. Sus emociones estaban complacidas, su demonio interior deseaba cazar a un dragón para probar las nuevas estrategias.

Se levantó, sacudiéndose un poco de la tierra del suelo, observó a la escuela, después al cielo, los pocos árboles a su alrededor. Un pequeño suspiro, tal vez solamente se iba a descansar a algún lugar, esperar a la tarde o la noche para ir a pelear de nuevo. Esa era su rutina, no estaba enojado, ni tampoco buscaba venganza, era pelear, morir y matar por el simple hecho de la cacería.