Connor partió el silencio del parque con un bostezo que hizo vibrar las hojas a su alrededor. En su forma elemental todo lo que hacía y decía se veía extraño, como si no existieran emociones dentro de él. Había despertado instantáneamente apenas un rayito de sol le había tocado. Por lo menos sabía que nunca dormiría más de la cuenta como a veces le pasaba en el otro mundo, el sol era un despertador completamente infalible.

Resultaba que, lamentablemente, no podía usar el macetero todos los días, simplemente no funcionaba. Había probado cambiando la tierra, usando la de distintos lugares, pero sólo había vuelto a funcionar una semana después de la primera vez que lo probó. No demoró en entender que, sea cual fuere la magia que le permitía recargarse fuera del bosque, demoraba una semana en volver a permitirle hacer lo mismo.

De vuelta a dormir a la intemperie, entonces. Había mejorado un poco más su escondite, puesto más árboles alrededor para que pasara más desapercibido, cada día un poco más seguro. Por lo menos eso quería creer, no había muerto hasta ese entonces y no tenía ganas de descubrir cómo se sentía que alguien le prendiera fuego mientras dormía.

Comenzó a caminar desde el centro del parque hacia afuera, en dirección al laboratorio. Quería ver a Anwen pero la chica había estado un tanto ocupada haciendo quién sabe qué. Connor se encogió de hombros, volviendo a su forma humana y restregando sus ojos lánguidamente.

El silencio del bosque le dejaba escuchar los susurros del viento contra las hojas, el crujir de la tierra bajo sus pies con cada paso que daba. Estaba tan concentrado en escuchar todo eso que tres voces irrumpieron en sus oídos sin problema.

Una de esas voces le sonaba conocida. Tan conocida que sintió ganas de vomitar instantáneamente. Se acercó más, lo suficiente como para ver de quién provenían. Todo el aire desapareció de sus pulmones en un segundo. Dio más pasos hacia ella, cada vez más rápido, sintiendo que la sangre se drenaba de su cara.

¿Era ella en realidad? No quería estar en lo correcto, pero sólo había una manera de averiguarlo. No esperó que la chica estuviese lista para una emboscada, no lo había pensado demasiado, por lo que cuando sintió un cuchillo en el cuello soltó un ruidito de sorpresa.

Y luego sus ojos se clavaron en los de su hermana. Era Lanie. Ahí, en ese mundo, frente a él. Se quedó igual de helado que ella. No se movió ni respiró por varios segundos. «¿Qué mierda está haciendo aquí? No se suponía que vendría.» Había estado contando con ello, ni siquiera lo había pensado, no se le había pasado por la cabeza que Lanie estuviese ahí.

“Lanie-” Se abalanzó sobre ella, abrazándola con fuerza, levantándola del suelo sin cuidado por dejarle respirar. Se le había acabado la sorpresa, el shock, y ahora se había largado a llorar en silencio sin soltarla. “Mierda.” Crujió con su cara hundida en el pelo de su hermana. Ya no le daban las piernas. Se dejó caer al piso, sentado, todavía con Lanie entre sus brazos.

“Mierda” Repitió con más fuerza, sacudiendo su cabeza lentamente. Era su peor pesadilla, que además de todo Lanie también estuviese ahí atrapada, sufriendo lo mismo que todos. “Mierda” Sollozó, posando una mano en la cabeza de Lanie sin soltarle por un segundo, sin dejar de apretarla.

“Mierdamierdamierda” Repetía con dolor, moviéndose de un lado a otro en un vaivén que solía usar cuando Anwen tenía pesadillas, solía calmarla así, pero en ese momento era él quien necesitaba sentirse mejor.

El chillido de Lanie le terminó de partir el corazón. Su hermanita pequeña había estado ahí, sola, por meses y él no se había enterado. Lloraba en silencio sin soltarla, dejándose recordar lo mucho que la había extrañado. El calor de su piel, su pelo molesto que siempre terminaba dentro de su nariz y ojos, cómo se acurrucaba contra él, siempre parecía sentirse mejor cuando la abrazaba de esa manera.

No quería despegarse, pero también deseaba volver a revisar su cara, una partecita quería estar equivocada, feliz moriría a manos de alguien que pudiese hacer ilusiones en vez de tener razón, de saber que Lanie estaba ahí dentro. Observó la carita de su hermana, los ojos carmesí llenos de lágrimas, las manitos que se posaron en sus mejillas. Apretó la ropa sobre la espalda de la chica y la volvió a traer hacia él con fuerza.

Así, sentado con ella cobijada entre sus brazos, apoyó sus labios contra la cabeza de cabellos blancos. No le importaba empaparlo de lágrimas. Una mano la apretaba con fuerza contra él mientras la otra acariciaba su espalda, su cabeza, sus brazos. Se convencía poco a poco de que era ella. Era su olor, el mismo peso, los mismos movimientos.

“Shhh…” No podía decir nada más, se mecía ligeramente de un lado a otro mientras la mimaba, en parte revisando que estuviese completa, buscaba sus brazos, los acariciaba hasta cada dedo, asegurándose de que no faltaba ninguno. Recordaba haber hecho lo mismo cuando ella había sido tan sólo un pequeño bultito, siempre se preocupaba tanto de no hacerle daño, parecía tan frágil.

La arrimó más cerca, cruzando sus piernas y apegándolas a su pecho para abrazarla con todo el cuerpo. Connor sollozaba en silencio, demasiado aterrorizado de soltarla por un solo segundo. “Soy yo, estoy aquí, no pasa nada.” Arrulló aunque su voz se rompía. “No pasa nada, ya estoy aquí.” Sus lágrimas caían sobre Lanie, su polera estaba completamente empapada ya, no importaba, nada importaba más que estrecharla con fuerza.

No esperó las siguientes palabras, Lanie seguro no era de su misma raza, se hubiesen encontrado de ser así. Se quedó completamente helado cuando Lanie se dirigió a él sin rodeos. En su mente, hablar era cooperar, por eso había encontrado distintas maneras de dirigirse al resto sin realmente hacerlo.

“Yo…” Mordió su labio inferior con fuerza, quería responder así como así, pero simplemente no podía. ¿Qué hacer? No podía simplemente quedarse en silencio, quería estar ahí para ella, contenerla y no podía hacerlo sin hablarle. Observó a su alrededor, una hormiga pequeña. Era suficiente.

“Soy un elemental, paso en el laboratorio, o aquí en el parque para recobrar energías.” Murmuró, apretándola con más fuerza. “Yo no sabía-” Sollozó pesadamente. ¿Cómo no la había encontrado antes? Estaba seguro de que Lanie no había asistido. Debería haberla buscado de todos modos, por si acaso. Se sentía fatal de no haberlo hecho. “Lo siento tanto pequeña.” Sus ojos estaban clavados en la hormiguita. Si Lanie escuchaba no era su culpa ¿Cierto?

“Ya no importa, ya estoy aquí.” Su hermana se recogió más contra él, Connor la abrazó con sus piernas, con un brazo mientras seguía acariciando con su otra mano, hundiendo su cara contra el cabello, el olor que tanto había extrañado. Se sentía tan pequeñita entre sus brazos, la mecía de un lado a otro como había hecho cuando pequeña. Como había hecho siempre que tenía pesadillas, cuando tenía pena, cientos de veces, siempre que le había necesitado.