¿Cuando fue la ultima vez que te sentiste tan libre?

Cada salón, pasillo y habitación, todos y cada uno de ellos ya eran conocidos para Luciel, nada era diferente ni mucho menos interesante mas que los incontables destrozos causados por aquel día en que la explosión y la niebla hicieron estragos en la escuela y en los presentes que se encontraban en tan desafortunado escenario. Con la ausencia de personas -o falta de ellas- la escuela se había convertido en una caja vacía y sin poder creerlo, mucho mas aburrida de lo que de por si ya era en el pasado. Mientras caminaba por los pasillos  la existencia de ruido era solo una ilusión, apenas era capaz de oír sus propios pasos y el viento del exterior que entraba por los ventanales destrozados. — El exterior... — El único sitio al cual aun no había visitado, ya que durante todo ese tiempo se mantuvo recluido dentro de los muros de la institución.  

La expresión amarga que llevaba cargando desde hace días, finalmente se convirtió en una sonrisa terriblemente infantil y entusiasmada por volver a ver el cielo nuevamente y no solo a través de un cristal roto. Corrió por cada uno de los pasillos, bajo los escalones necesarios para finalmente llegar a su tan añorado rincón. La gran entrada a la escuela, un enorme patio en donde solía pasar la mayor parte de sus días en el pasado, rodeado de césped, arboles y bancas por doquier, era igual que estar en un simple parque. La refrescante brisa despeinaba los mechones azules del joven, al fin era capaz de respirar aire fresco y dejar por un momento esa sensación de encontrarse todo el tiempo cautivo en un juego sin sentido.

Alzo su mirada al cielo, completamente azul y sin una sola nube que arruinara aquel hermoso paisaje de solo un color. Desplegó sus alas, tres bellos pares de ellas, enormes y totalmente blancas hasta el ultimo de sus plumajes. Con la cabeza en alto y sus ojos fijos en el cielo, extendió sus alas y por primera vez emprendió vuelo. Revoloteaba por los cielos, dando vueltas y giros por la gran extensión del patio, el viento en su rostro era una sensación  nueva y agradable.

Por primera vez en mucho tiempo volvía a sonreír, una sonrisa carente de toda maldad, reía como nunca antes lo hubiera hecho, disfrutando lo que era nuevamente sentir alegría y libertad. Ascendió hacia lo mas alto que sus alas pudieran permitir, lo suficiente hasta que la escuela se convirtiera en un diminuto punto y así, al descender simplemente se había dejado caer de espaldas como si se tratara solo de paracaidismo. No dejaba de reír, mientras solo caía sin control alguno, con su pecho lleno de felicidad, pequeñas lagrimas de alegría habían comenzado a desbordar de sus ojos. A pocos metros del suelo, nuevamente desplegó sus alas evitando un terrible accidente y con gracia regreso al suelo sano y salvo. No podría morir ahora que había descubierto algo tan maravilloso. — Hace tiempo... No me sentía tan bien. —

Esa es una muy buena pregunta, creo que nunca me sentí así.

A pesar de que en ese sitio ya no existían las mismas reglas que en el mundo anterior, este se puede considerar un poco mas libre, con posibilidades inimaginables de hacer cualquier cosa. Sin embargo Bialy no se sentía de esa manera, nunca se sintió así, ni en su vida pasada como en la actual. A pesar de que nunca tuvo nada emocionante, siempre se sintió apresado por las reglas, con unas cadenas sumamente gruesas puestas en las extremidades y en el cuello, bajo una sombra constante. El profesor era alguien aburrido realmente, nunca comprendió a la naturaleza de los jóvenes de hambre de adrenalina; de joven lo mas emocionante que hacía Bialy era pasear o estudiar.

Acá no era diferente, la mayoría de su tiempo lo empleaba en la alberca, en la biblioteca o en la sala de profesores, además, caminando, solo caminando y paseando descubriendo nuevas cosas sobre aquel sitio caótico, lo que mas le dolía eran los desperdicios, las cosas rotas sin oportunidad de reparar, la escasa comida pautaba una especie de apocalipsis.

Caminó por los alrededores solitarios de la escuela, como de costumbre en él, siempre que pasaba por allí esperaba encontrarse a sus antiguos estudiantes o personas nuevas —Que no tengan intenciones de dañarlo físicamente—, siempre le era agradable conversar con personas para él. Entró a la escuela y estaba caminando por los pasillos del primer piso, que daban una vista plena al patio y también a la parte trasera de la escuela.

Sin embargo lo que no esperaba, por alguna razón, era verlo a él.

Podía reconocerlo como fuera y donde fuera. Antes y después de su transformación, la cual lo impresionó de por mas, era irreal.. —Luciel...—. Claro que su ropa era distinta, sus cabellos azules que de un momento a otro cambiaron a blancos, incluso parecía un ángel, bastante majestuoso, y aquellas alas de tres pares, blancas y sublimes, enormes, que fácilmente podrían rodear a dos personas, incluso tres.
Lo siguiente fue el vuelo, lo dejó atónito. Se asomó por la ventana y vio como pasaba a ser una figura a ser solo un punto casi invisible en el cielo azul, en otros tiempos eso sería imposible, imposible por todas razones lógicas, si hablaba de eso con alguien seguro los catalogaría como ''Loco''.

En apenas unos minutos el joven volvió a aterrizar, no reaccionó hasta que lo tuvo a unos cuantos metros nuevamente de distancia, hasta entonces se había quedado embobado viendo el cielo.
No sabía si irse, si enfrentarlo, ellos no tenían una relación precisamente estrecha, solo un profesor con un estudiante problemático, con buenas notas pero que nunca asistía a clases, era.. Extraño, y desde siempre, habían tenido una especie de tensión. Sin embargo, no tenía nada que perder en ese momento.

-¿Luciel?. - Habló en un tono lo suficientemente alto para ser escuchado. -¿Estás bien?.

No necesito voltear, mucho menos alterarse por solo la llegada de un viejo profesor. Reconocía su voz, claramente, un tono suave, amable y grave, que inundaba sus oídos y llenaban de paz, aún que solo podría tratarse del buen ánimo que cargaba consigo y lo mantenía tranquilo. Aún sin dirigir su mirada, comenzó a dar un par de pasos hacia el frente, en línea recta hacia un gran árbol que el patio poseía.
— Profesor Bialy... No creí que pudiera encontrarlo. — hablo con un tono suave y sereno, deteniendo sus pies a metros más apartados del peliblanco. Finalmente volteo y enseñando una sonrisa simplemente rió, rió con sutileza y diversión. Quizás hasta el momento su expresión representaba lo más sincero y puro de un niño.. o un ángel. — O más bien, me encontró a mí. —

Parecía no tratarse de ese mismo chico humano, rebelde, grosero y bastante alterado, pues en su lugar parecía encontrar no tan solo la figura de un Serafín, sino la misma presencia de un ángel. No le costaba mucho, y con un par de aleteos era capaz de desprender sus pies de la tierra y adueñarse del aire.
— ¿No es maravilloso? Es un sitio enorme, puedes moverte con libertad. —
Sus ojos se iluminaban al igual que los de un niño, mientras se acercaba con un pequeño desliz hacia el de cabellos largos. Extendió sus manos y con una sonrisa de lado a lado, solo espero a que su ex profesor las aceptara.

Quizás ya había perdido por completo la cabeza o solo se trataba de una jugarreta más por parte de Luciel, sin embargo jamás podría ser sencillo descifrar si solo pretendía felicidad o actuaba tenerla.

Por un gran periodo de tiempo no sabía lo que era una voz familiar, y ahora lo sabía. Tuvo una inexplicable pizca de felicidad al respecto, sin embargo no sabía si era por tener presente los recuerdos de su ''vida humana'' en parte, vivos, o simplemente por tener presente a aquel Ex-alumno problemático, sin importar sus buenas calificaciones.

De todos modos, en este sitio no importan los temas de la escuela, por lo que decidió dejarlo de lado. Ahora solo se concentró en ese peculiar tono angelical, el cual en aquellos días era casi inexistente, aquel buen humor tampoco era habitual, ya había convivido lo suficiente con él, y no estaba seguro de que pensar.

-Quizás maravilloso no es mi palabra exacta.. - Tan solo su pensamiento le respondía a si mismo. Pero a la vez, le parecía grato ver como aquel chico se divertía y se sentía bien con su.. ¿Nueva habilidad? ¿Su nueva vida? era un poco confuso, quizás eran ambas.
Lo que no se esperó para nada fue que este le ofreciera ambas manos y se acercara a él.

Bialy miró las mismas con cierta desconfianza, ¿Que se supone que pretendía? Si se trataba de Luciel, seguro no era nada bueno.

Sin embargo, se arriesgó, solo un poco. Después de meditarlo, solamente levantó una de sus manos y la colocó sobre una mano del serafín, el contacto fue cálido, extrañamente cómodo, mas en su interior, sabía que cometía un error.

-No se que estás planeando, Luciel.. Pero no me da una buena sensación. -

Tenía en claro que no muchos creerían en su propia palabra con tanta facilidad y los que lo hicieran, solo eran tontos e ingenuos o simplemente desconocían por completo la naturaleza del Serafín; aún así, no todas sus acciones tendrían que ser complemente macabras o con segundas intenciones escondidas, era capaz de poseer amabilidad y sinceridad aún que sea por un instante.

El cálido tacto sobre la palma, extrañamente logro conmover al corazón, apaciguar los latidos y fracturar su armazón. Jamás se caracterizó por la calma, menos por la amabilidad, pero de algún modo al tratarse de aquel profesor, podía sentir cierta confianza o solo no sentirse en constante amenaza.
Con su mano sosteniendo la de su ajeno, aquellas alas de blancas plumas desaparecieron en un instante, más la apariencia de Serafín aún persistía sin ellas.
— Supongo.. que el vuelo podremos dejarlo para otro día.. —
Agrego con simpleza, guiando los pasos del mayor por el extenso parque hasta detenerse bajo la sombra del árbol más viejo.

— No necesitas estar a la defensiva... No siento ánimos de hacer nada... Macabro o perverso. —
Agrego, más al segundo siguiente en su mano apareció una daga la cual lanzo hacia las ramas del mismo árbol. Su única finalidad fue el bajar una manzana la cual luego el mismo Luciel tomaría y partiría en dos partes con la misma arma. Una de ellas le pertenecía y la otra la ofreció al peliplata con una expresión de dulzura.
— Imagino que hasta ahora no has comido nada. La comida aquí es aún más difícil de lo que parece. —

Sin continuar prestando mayor atención al mayor, Luciel, se dejó caer sobre el césped. Sentado sobre la tierra, con las mismas dagas partía en pequeños trozos la manzana para luego comerlos.

Por un simple instante pudo estar tranquilo con respecto a sufrir una mala pasada, o una jugarreta por parte del serafín, a lo cual suspiró con suavidad, aliviado. Ciertamente se sintió un poco decepcionado al presenciar la desaparición de aquellas alas tan grandes y majestuosas, la curiosidad, lo podía dejar admirando las mismas durante horas.

Despertó del pequeño trance cuando fue guiado por el menor a través del patio, era extraño, Luciel y Bialy no tenían una relación nada especial, solo una simple relación de un profesor y un estudiante problematico, mas dicha relación era cosa del pasado, ya no existía su profesión en este mundo, no quedaban alumnos qué enseñar, clases qué impartir, o compañeros de trabajo, incluso las aulas estaban inservibles casi en su totalidad.. Eso los dejaba, ¿Como?.

La habilidad del serafín le hizo abrir los ojos con cierta sorpresa, impresionante, e increíblemente letal, no se imaginaba qué otros as tenia bajo la manga. Y claramente no rechazo aquella manzana, pues el problema con la comida era bastante pesado.
No dudo en sentarse a un lado del menor, y comenzó a comer aquella manzana sin cortarla, solo mordiendo por los lados, estaba dulce, bastante buena..
Lo mejor qué he probado en mucho tiempo...

-Por alguna razón, me sorprende qué tu estés aquí, Luciel.. Es bastante inesperado, o tal vez, no imaginé que seria real. - Hablo con naturalidad y comodidad, quizás era una gran, gran desventaja para el Teriántropo, la peor de las desgracias, La confianza.

-¿No haz visto a alguien mas? Quizás amigos, conocidos.. Incluso a alguien que odies es buena señal.. Yo solo te he encontrado a ti, de resto, son personas nuevas. -

— Todo lo que sucede aquí es irreal... Mis alas, mis cuernos, mí apariencia, todo es como un sueño macabro. —
La felicidad no se desvanecía, más eso no impedía enseñar una expresión un tanto melancólica. Una sonrisa forzada y unos ojos tristes que solo miraban a la manzana en su mano y suavemen estrujaba en sus dedos.
— Me conoces un poco mejor que cualquier otra persona, más no suficiente... ¿No sonaria extraño al decir que le temo a este sitio? —
Atrajo sus rodillas hacia el torso, casi en posición fetal más no llegaba a tal extremo.

Sus ojos se perdieron en la misma enorme estructura que conformaba la escuela, la felicidad que hace tan sólo un momento lo invadía, había comenzado a desvanecer aún así, como era costumbre trataba de mantener una sonrisa, por más insignificante que fuera. Al acabar con su media manzana, comenzó a enterrar está dentro de la tierra.
— Estoy lejos de todo lo que odiaba... Al fin me siento libre aquí.. pero no hay ruidos. Creí que un mundo en el que solo yo existiera sería mejor.. pero solo... —

Escuchó con atención las inseguridades del menor, como se abría con él era sorprendente, ya que no recordaba tener una conversación sincera con Luciel, mucho mas de ciertos ''inconvenientes'' que tuvieron en el pasado, mas bien, regaños. Mientras este mantenía su sonrisa, Bialy apenas podía mantener una expresión tranquila, relajada, pero a la vez interesada.

No podía quitar la vista de Luciel, sobretodo porque era extraño verlo en su transformación, como si viera a un ángel, ¿Acaso él trambién se veía muy diferente en su ''Forma Híbrida''? Los cambios no eran demasiado extravagantes, pero este sitio te cambia por completo.. No es comos si en un día normal, te pudieras transformar en una serpiente gigante.
Dejando sus pensamientos absurdos de lado, centró su atención nuevamente en el serafín, por alguna razón sentía lástima y preocupación al sentirle tan melancólico.

Llevó su mano hacia aquellos cabellos color plata, iguales al suyo, y apartó uno de los mechones del rostro del menor, el cual cubría sus ojos, observando al mismo con una interrogante.
-No estás solo Luciel, me tienes a mi... Mas no se si sea muy reconfortante para ti. -Lo último lo añadió con cierta gracia, de todos modos, ¿A quien le gustaría estar con el? Supongo que a nadie.

-A mi también me da miedo este sitio. - Eso no le costó en absoluto admitirlo, Ya era demasiado viejo para reservarse las cosas. -Tu mejor que nadie sabe que el miedo ya es inútil, solo queda afrontar la realidad.. Continuar, Sobrevivir.. Espero con ansias verte superar esto.

Que poco podía durar la calma...
Apenas los dedos del mayor rozaron su hebras, inmediatamente Luciel se había apartado de forma brusca, casi aterrado por el simple toque. Fue como haber perdido la noción, aún que sea por un instante había olvidado la razón del por qué seguía allí, del por qué había soltado tatas palabras.. tan innecesarias... La razón del por qué se encontraba al lado de su antiguo profesor.

— ... Lo siento, me tomo por sorpresa, no solían acercar demasiado sus manos a mí más que no fuera con otras... Intenciones. —
Regreso en sí, nuevamente había vuelto esa sádica mirada y tonada en el Serafín, aquellos ojos que nuevamente parecían perder su brillo de sinceridad y cubrirse con lo más superficial de Luciel, ocultando lo que hace tan sólo un momento había revelado. A veces parecía una mentira, una simple actuación del menor cada vez que hablaba con el "corazón", puesto parecía ser increíble la forma en que toda la amabilidad rápidamente volvía a ser tapada por las terribles palabras y actos del ex estudiante.

— Nos vemos en otro momento... Regresaré antes de lo que tú crees a cobrar mí pequeño acto de caridad, profe. —
En un instante su forma había desaparecido, regresando a aquel joven de tez ligeramente morena y cabellos azules levemente largos. No le quedaba más que hacer y si había algo más, ya no le importaba, después de todo cuanto antes necesitaba alejarse del peliplata, ocultar la pena que llevaba por dentro al saber cuántas cosas había confesado e sin pensar.
« Imbécil.. »

Se sorprendió por tan repentino golpe, a lo cual quitó su mano de inmediato, abriendo los ojos con cierta sorpresa. No respondió a las disculpas del chico, no tenia que hacerlo, pero claramente se podía apreciar como aquel rastro de pureza iba desapareciendo poco a poco, como si el viento se lo fuera llevado y solo dejara nuevamente aquel cascarón vacío, o mejor dicho la corteza de piedra que el serafín usaba hasta el final de los tiempos.

Esta era la primera vez que le veía tan real y sincero, y ya se había acabado.

¿Acto de Caridad? Se preguntó a si mismo con cierta confusión. Bialy no le dijo nada en despedida, se limitó a mirarlo y ver como volvía a su forma original, y como se alejaba, cada paso que daba hasta desaparecer, tal cual como llegó, tan misterioso...

Y seguro, tan idiota como siempre.